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Curso de postgrado: Pensamiento Nacional

Lic. Alcaráz, Alberto Daniel

Prof. Zang, Laura Mabel

Nación y Nacionalismo en el pensamiento de Hernández Arregui y Arturo


Jauretche.

A modo de presentación de este ensayo monográfico queremos señalar que el


objetivo central de esta reflexión está orientado hacia el abordaje de la
problemática de la definición de conceptos de Nación y nacionalismo y su
importancia hacia el logro de la liberación de un estado nacional según el
pensamiento de Juan José Hernández Arregui en las obras “Nacionalismo y
liberación” y “La Formación de la conciencia Nacional”, con los aportes reflexivos de
Arturo Jauretche desde la obra “ El medio pelo en la Sociedad Argentina”, que
analiza además de la formación de los componentes ideológicos de los sectores
medios y altos de la sociedad, junto a algunos aspectos de la colonización
pedagógica. Los cuales la oligarquía ha reproducido históricamente a través del
sistema educativo argentino, creando el sistema de valores antinacionales con los
cuales se han formado generaciones de intelectuales, que han inculcado a varias
generaciones sentimientos de inferioridad con respecto a los recursos potenciales
que posee el país para el desarrollo autónomo basado en la industria, la inclusión
social de las mayorías y la autodeterminación política en el plano internacional.

Ambos pensadores son clave para entender el movimiento de liberación nacional y


la lucha de los años 60 y 70 en la argentina. Sobre todo la visión latinoamericanista
de ambos pensadores, por entender que la figura del peronismo correspondía a un
estado de la lucha por la emancipación nacional y la formación de la conciencia
nacional.

Desde el punto de vista histórico ambos consideran que la visión de la oligarquía


ganadera argentina es la heredera de una tradición formada a partir de su
vinculación con el mercado mundial con Inglaterra y como apéndice en sistema
productivo mundialmente establecido por esta, en la que los valores de la cultura y
la educación se trastocaron en los fundamentos de una educación antinacional y
con fuerte carga peyorativa hacia lo auténticamente nacional.

La concentración de la tierra en un grupo social como la oligarquía que está


representada en la Sociedad Rural, que tiene orientada su política económica hacia
los intereses inmediatos y los círculos extranjeros, apoyando el libre comercio
oponiéndose a cualquier desarrollo autónomo de la estructura económica del país.
La Sociedad Rural nuclea a los invernadores y ganaderos que son más bien
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comerciantes que se dedican a la compra y mejoramiento de los animales para


luego venderlos, como señala Jauretche:

“…el invernador no es un productor; es un comerciante que compra terneros de


destete y los transforma en novillos (…) su interés es encontrado con el del criador
y tiene por consecuencia una doble personalidad: le interesa el buen precio para el
novillo , pero le interesa el mal precio para el ternero (…) más que la prolongación
del campo hacia el frigorífico, es la prolongación del frigorífico hacia el campo,
porque, en definitiva, los malos negocios los traslada al criador. Hay más afinidad
de intereses entre el frigorífico y el invernador que entre éste y el criador”.
(Jauretche. 2008. 223-230)

La Sociedad Rural Argentina organiza la producción agropecuaria de acuerdo a los


intereses de su relación con el extranjero, que se opone fundamentalmente a la
diversificación de la producción y a la industrialización del país. La Sociedad Rural,
tal como su nombre lo indica, debería representar los intereses de los productores
rurales, pero queda evidenciando que en realidad representa a los grandes
propietarios ganaderos exportadores de la provincia de Buenos Aires.

Desde el punto de vista económico la oligarquía ganadera se proclamaba a si


misma liberal y la adopción de costumbres inglesas como la hora del té, el juego del
golf, polo, etc., fueron reflejo de ese pensamiento de sumisión ideológica. Por otra
parte, desde el punto de vista cultural, la admiración por Francia, el otro centro
decimonónico de expansión imperialista europea, influyó en la adopción de la legua
francesa en las charlas de café de los altos círculos de la intelectualidad argentina
con la búsqueda de placeres y la estética asociada al gusto francés.

Para Hernández Arregui, el nacionalismo adquiere connotaciones contrarias según


las clases sociales que lo proclaman o rechazan: El nacionalismo posee un doble
sentido según corresponda al contexto histórico de una nación poderosa o de un
país colonial. Hay -según Arregui- en el umbral del tema una distinción, no de grado
sino de naturaleza, entre el nacionalismo de las grandes potencias como EE.UU.,
Inglaterra, Francia, Alemania, etc, que son formaciones históricas ya constituidas, y
el nacionalismo de los países débiles que aspiran fundamentalmente como
prioridad, constituirse en naciones.

“No es el orgullo el que da vida al nacionalismo de los pueblos coloniales. Es una


demanda histórica y una exigencia de justicia”. Esto es lo que va a marcar la
diferencia entre el nacionalismo de las metrópolis del nacionalismo de las colonias.
El nacionalismo de las colonias a diferencia del nacionalismo de las naciones
opresoras, no tiende a encerrarse en sí mismo, sino a proyectarse fuera de sí como
reclamo de libertad; el nacionalismo de los países oprimidos levanta bandera, no de
un destino predestinado e inmutable sino su divisa a la vida histórica sin grilletes; el
nacionalismo de los pueblos oprimidos no exalta a su pueblo por encima de los
otros. Tal cual lo hacen las naciones opresoras. El nacionalismo de los pueblos
oprimidos repudia las guerras de las naciones opresoras pero legitima las guerras
nacionales liberadoras” (Hernández Arregui. 2004.253).
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En los países constituidos en Estados Nacionales a lo largo de la edad moderna,


donde se vislumbro el ascenso de la burguesía en el poder, el nacionalismo ha
trastocado dando paso del momento liberal de los siglos XVI, XVII y XVIII, en que
proclamaba la libertad y la igualdad de todos los hombres, a derivar en una política
agresiva de conquista de los recursos y mercados.

El imperialismo analizado en su complejidad por Lenin a fines del siglo XIX, como
fase superior del capitalismo refleja esa gran transformación, en la que los
planteamientos doctrinales del Darwinismo social y la política del Big stick, son
reflejos de la etapa monopolística, en la que la competencia armamentística
reemplazó definitivamente al liberalismo librecambista y preparó el terreno para
definir los ámbitos de influencia por la fuerza, en dos grandes guerras imperialistas
por el control del mundo (1° y 2 ° guerra mundiales).

No obstante para Hernández Arregui, la formación de la conciencia nacional en los


países en desarrollo como la Argentina, América Latina y el tercer mundo en
general implica en primer lugar, una toma de conciencia de la necesidad de
liberación y autodeterminación en los asuntos externos, además de la
industrialización y nacionalización de las industrias ya existentes, que en manos del
imperialismo promueven la dependencia y la expoliación de los recursos a través
del monocultivo y la formación de economías de enclave.

Hernández Arregui sostiene que en el proceso de la lucha por la liberación


nacional, una teoría nacionalista que prescinda de la potencia numérica y la
conciencia histórica de las masas, es una abstracción inservible mutilada de la
lucha nacional del pueblo, ya existe un nacionalismo ligado a las clases
privilegiadas y un nacionalismo que se expresa en la voluntad emancipadora de las
grandes masas populares. Por esta razón una nación no lo es únicamente por el
hecho de constituir un grupo humano establecido en un ámbito geográfico,
jurídicamente organizado en un Estado y unido por un conjunto de valores
materiales y espirituales, como una lengua, un pasado en común e instituciones
también comunes. Debe existir también una real conciencia de pertenencia
nacional en sus integrantes y además como Estado nacional debe poseer
autodeterminación y libertad de decisión frente a otras naciones soberanas.

“El rasgo fundamental de una nación es una política interna propia. Un pueblo,
aunque tenga territorio, no es una nación si no la posee. O sea, cuando alguna
fuerza contrarresta esa política propia. Una política propia no es dable sin el
gobierno de los comandos de la economía nacional. No hay nación sin ese requisito.
Es la certeza de esa voluntad autónoma la que nutre en su seno la posición
nacionalista. Tal nacionalismo no es un don gratuito” (Hernández Arregui. 2004.
252).

La dependencia de los Estados de la periferia está dada en función de la división


internacional del trabajo que apartó a países desarrollados de los subdesarrollados.
Esta organización económica del mundo responde a los intereses que fue tejiendo
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la corona británica a lo largo de su hegemonía mundial, en alianza con las elites


locales, que en todos los casos actuaron como apéndices de los intereses
imperiales. La independencia formal, por ello no es el requisito fundamental en el
proceso de conformación de una nación:

“Un país colonial, aunque tenga gobierno propio, si no es dueño de su economía


tampoco lo es de su suelo, ya que, al depender de otra nación o grupos de naciones
acreedoras, es y será siempre, como país deudor, una factoría encadenada a la
metrópoli de superior poderío económico y militar”. (Hernández Arregui. 2004. 253)

En este sentido una comunidad nacional para se perciba como tal, aunque en ella
convivan mezcladas diversas razas, es la percepción de una semejanza entre los
individuos que la forman, ya sea como un sentimiento vago, experimentado por
todos frente a otras nacionalidades o de una semejanza, de la cual deriva la
conciencia de un “nosotros”, de una cierta homogeneidad del grupo
institucionalizado, asentado en un determinado territorio, en efecto sin territorio no
hay nación. El patriotismo en este sentido siempre está ligado a la tierra”
(Hernández Arregui. 2004. 53)

Para Arturo Jauretche las experiencias de Juan Manuel de Rosas en la primera mitad
del siglo XIX, luego el irigoyenismo y el peronismo en el siglo XX, fueron procesos
y experiencias de gobierno que decantaron hacia la toma de conciencia hacia un
proyecto de autodeterminación nacional.

Tras el agotamiento del modelo liberal conservador que tuvo su mayor apogeo en la
denominada generación del 80, la crisis de representatividad consecuente de ese
modelo y la incorporación de los inmigrantes como un nuevo actor social en la
escena nacional implicaron una nueva estrategia dentro de la incorporación de las
masas en el proceso de formación nacional. Así para Jauretche la inculcación del
sentimiento nacionalista fue clave en ese periodo, pero con la figura de Irigoyen
como baluarte del movimiento de masas.

“Le tocó al radicalismo cumplir un papel nacionalizador, pues le dio cauce nacional
a la inquietud política y a las aspiraciones de las clases medias surgidas de la
inmigración, en el momento en que el país pudo constituirse en campamento de
colonias extranjeras…” (Jauretche.2008. 169).

Para Hernández Arregui el discurso “patriotero” del nacionalismo no es en sí mismo


un disparador de un proyecto emancipador, ya que así como las oligarquías
levantaron a sus próceres vinculándolos a una falsa idea de nación ligada a los
intereses del sector agroexportador y reprodujo esa “historia oficial” en escuelas y
universidades, asociándolos a la invención de una idea de nación que fuera
presentada en términos de Sarmiento como la única alternativa posibles: La
Civilización de Buenos Aires o la barbarie de los caudillos del interior. Por eso
Hernández Arregui sostiene que la lucha por la liberación nacional en las colonias,
siempre se asocia a la lucha por la industrialización.

“No comprender esto es la insuficiencia, estrictamente condicionada por razones de


clase, del nacionalismo aristocrático de las colonias. A su vez, este conjunto de
causas y concausas interrelacionadas, agudiza el antagonismo entre las oligarquías
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agrarias y la naciente burguesía industrial. El frente imperialista se resquebraja en


el orden interno. Un sector de la burguesía industrial – aquel que ha crecido
desligado del imperialismo pero condicionado por el crecimiento colateral del
mercado que ha promovido el propio imperialismo- puede unirse, en determinado
momento del desarrollo de la lucha, con carácter circunstancial, a la población
nativa expoliada. En algunos países semicoloniales, como la Argentina y Brasil,
concurren factores adventicios para su liberación. (Hernández Arregui. 2008. 35-36)

La resolución de esta contradicción no puede llevarse a cabo sin conflictos entre el


sector auténticamente nacional y los intereses originados en las clases antagónicas
por su posición respecto a la organización dependiente del esquema mundial de
dominación imperialista.

“La lucha de las masas contra sus enemigos internos y externos solo puede
resolverse mediante el establecimiento de regímenes autoritarios, con el control de
las exportaciones y medios de propaganda, con el apoyo estatal al movimiento
popular y la participación del ejercito en esta política nacional defensista. Tal el
caso de Nasser en Egipto, con su antecedente, el gobierno de Perón en la
Argentina. El capitalismo nacional aun débil, en una etapa de lucha por la liberación
debe ser apuntalado por el capitalismo de Estado y la política de nacionalizaciones,
único medio de protección para las todavía endebles estructuras económicas
locales. Frente al capitalismo monopolista internacional la sola valla es el monopolio
estatal, que además contribuye al disloque del mercado capitalista mundial al
sustraer zonas de influencia a la explotación internacional de las grandes potencias.
(Hernández Arregui. 2008. 36)

Para Hernández Arregui el periodo que comprende los 30 años de 1930 a 1960, en
que la Argentina adopta una posición crítica frente al liberalismo colonial que
gobernó al país casi sin interrupción desde 1853 hasta 1943 y comenzó a verse a si
misma en relación con otros pueblos, en particular con Inglaterra. De esta manera
la formación de la conciencia nacional en Argentina está estrechamente vinculada
al periodo histórico posterior a 1930, tras la ruptura de la hegemonía mundial de
Inglaterra y la gran crisis de 1929.

“En esa década nace la conciencia histórica de los argentinos. Cuando un país no
ha logrado aún su autodeterminación nacional, pero es ya consciente de su
necesidad, asiste al despliegue conjunto de sus fuerzas espirituales” (Hernández
Arregui. 2008. 41)

Hernández Arregui afirma que la adopción de formas autoritarias de gobierno está


dada en la necesidad de consolidar institucionalmente una voluntad de gobierno
genuinamente popular que encause las demandas de los intereses nacionales, esto
surge en oposición al esquema de dominación extranjero y sus instituciones, que
plantean una resistencia a ser desplazados de sus históricos privilegios.

“Este nacionalismo sabe que la democracia, aunque sea constitucional y


parlamentaria, es una trampa. Un amuleto. No puede haber democracia en los
países cuyos dirigentes necesitan invalidar la voluntad nacional del pueblo y cuyos
recursos naturales son usufructuados por metrópolis remotas que así pueden vivir
en democracia.”(Hernández Arregui. 2004. 252-253).
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En este sentido Arturo Jauretche afirma enfáticamente que “…el proceso peronista
es el único ensayo de política económica nacional que el país ha tenido”.
(Jauretche.2008.185)

La colonización mental de las clases dominantes en una nación


dependiente.

Arturo Jauretche en “El medio Pelo en la sociedad Argentina”, afirma que la


colonización mental de las clases medias y el resultado de su visión europeísta, es
funcional al esquema de dominación antinacional de la oligarquía.

En este sentido Hernández Arregui considera que uno de los instrumentos de los
que se vale la oligarquía para conservar el statu quo es la pequeña burguesía,
compuesta básicamente de una extensa capa de profesionales (entre ellos los
docentes de distintos niveles del sistema educativo) junto a pequeños y medianos
propietarios en general. Esta diferenciación más perceptible en los pueblos
pequeños- donde se marca claramente un corte horizontal de la sociedad, donde el
médico, el escribano, le abogado se enfrentan al pueblo:

“Políticamente se llaman “peronistas” y los “contras”. Pero estas son las


designaciones políticas, y por ende superficiales, del hecho más serio y profundo
que intentamos destacar: la separación de clase que ha puesto frente a frente a
dos Argentinas y que amenaza malograr nuestro destino (…) no olvidemos el hecho
que la Revolución de septiembre de 1955 no fue solamente un movimiento en que
un partido derrotó a su rival, sino que fue una revolución en que una clase social
impuso si criterio sobre otra”. (Jauretche. 2008. 215).

De acuerdo a Hernández Arregui la clase media, como tal no tiene una consciencia
y una política propia en sí misma y es incapaz de generar una unidad de criterio con
respecto a un proyecto genuinamente nacional.

“La estructura de organización de la educación impuesta a un país dependiente


obedece: 1°) Al ideal de vida de la clase dominante. 2°) de las generaciones
intelectuales que educan al servicio de esa clase. La oligarquía liberal ha infundido
a toda la cultura – en el aspecto pedagógico- sus propios valores, desde 1853 en
adelante (...) La entrada fija del pequeño burgués le da ideas fijas. En los países
coloniales, un estado psicológico común en vastas capas intelectuales de la clase
media es su deseo de no informarse sobre la cuestión nacional, que les inspira una
repulsa instintiva y la sospecha de que todo libro nacional es nacionalista”
(Hernández Arregui. 2008. 73, 77).

La universidad como institución nació históricamente, desde la época rivadaviana,


para estar al servicio de la oligarquía y solidarizarse con las demás instituciones –
económicas, jurídicas, culturales –del orden conservador y de los círculos sociales y
culturales dominantes, como su expresión ideológica. Al respecto señala Jauretche:

“Todo el pensamiento liberal, toda la enseñanza, todos los medios culturales


tienden a lo mismo: desamericanizar al país-“este es un país blanco”-
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desvinculándolo además de lo español y afirmándolo en la doble línea en que lo


estético es francés y lo económico británico” (Jauretche. 2008. 74).

Para Hernández Arregui el liberalismo y el coloniaje representan en la Argentina un


derivado de la invasión imperialista que arranca desde inicios del siglo XIX, siendo
fórmula indivisible de lo antinacional.

“La historia de nuestra universidad es, por eso la historia de nuestra oligarquía. La
universidad, asentada como institución modeladora y transmisora de la cultura
oficial, sobre la dualidad del latifundio terrateniente y el imperialismo extranjero, ha
limitado su misión, que debió ser nacional, a la tarea de formar conciencias adictas
al sistema de los valores culturales derivados de la propiedad territorial. De ahí el
carácter anticientífico de la enseñanza superior disimulado tras la farsa de la
libertad del espíritu. (Hernández Arregui. 2008. 73- 74).

En este sentido señala Arregui, que todo el sistema educativo tiende a la


reproducción, la fijación de creencias, hábitos de comportamiento y sobre todo de
acatamiento hacia las normas de la clase educadora y dirigente que es la oligarquía
agro-ganadera exportadora de la pampa húmeda.

La construcción de este poder recorre el trayecto de la educación primaria,


secundaria, universitaria, los institutos de enseñanza privada, la Iglesia, el
periodismo, etc., y de esta manera el poder de la clase dominante se construye bajo
fórmulas genéricas como la “enseñanza libre”, la “libertad de prensa”, “libertad de
la cultura”, “sindicalismo libre”, etc.

El sistema educativo en la Argentina, como país colonial es piedra angular de


dominio político, en la medida en que custodia los ideales formativos de una
oligarquía reanimada, por el apoyo externo del imperialismo. Para la filosofía del
imperialismo, cada país puede “progresar” por sí mismo, gracias a la preservación
devota y pedagógica alfabetización de las masas, por la gradual “educación del
soberano”, el apego a la libertad y la “educación democrática” que cada país debe
realizar con el esfuerzo propio”. (Hernández Arregui. 2004. 253)

Por esta razón la educación de los hijos de la oligarquía de Buenos Aires se realizó
tradicionalmente en unos pocos colegios aristocráticos o en internados distinguidos
de religiosas francesas para continuar y perpetuar la repetición estereotipada de los
mismos hábitos, de las mismas ceremonias y convenciones sociales en la
participación de las mismas creencias y en los goces comunes de un mundo
diminuto, luminoso en su exterioridad y que es visto como envuelto en un halo
misterioso de prestigio para las clases bajas con las que establece una estricta
separación.

La conciencia de clase de la oligarquía se fortaleció también a través de relaciones


en los nigth clubs, en los partidos de polo, la Sociedad rural, la Banca con el
entretejimiento racional y calculado de los contratos matrimoniales que concentran
en pocas manos, mediante los latifundios interpenetrados familiar y jurídicamente
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por la fusión de los apellidos, su poder material sobre el país. (Hernández Arregui.
2008. 49-50).

El reflejo simbólico del poder material tenía como correlato la identificación del
poderío ingles en el plano político y en su edad de oro, los viajes a Paris y las
grandes mansiones construidas al estilo europeo en la ciudad de Buenos Aires y en
las enormes estancias, tal como refiere Jauretche.

“La colonia argentina en Paris tiene una significación especial y Buenos Aires
adquiere de reflejo la importancia que ahora ha perdido y que nuestros
comentaristas económicos atribuyen a una decadencia, cuando es el producto de
un mejor equilibrio de su sociedad. Si el inglés era el lenguaje de los negocios, el
francés era el lenguaje del espíritu y el placer (…) era el apogeo de la belle époque
y Buenos Aires realizaba en el teatro colón, en la Ópera y el Odeón, en la
importación de amantes francesas….” (Jauretche. 2008. 76).

La llegada al poder del radicalismo no significó que el nuevo gobierno replanteara


las bases de la organización de la estructura económica argentina. El Irigoyenismo
durante su primer gobierno impulsó transformaciones en torno a la superestructura
del aparato gubernamental y en ninguna medida hacia la modificación de las bases
del sistema oligárquico.

“El carácter de las conmociones sociales era ciertamente extranjero en cuanto a su


ideario y estilo y en eso no se equivocaba la alta clase (…) Aquella extranjería era
el producto natural de la superposición masiva de los inmigrantes como hecho
demográfico, y de la incapacidad de la inteligentzia para producir un pensamiento
propio, pues a la procedencia extranjera de los dirigentes se unían periódico,
universidad, libro y escuela…” (Jauretche. 2008. 78-79)

Sin embargo la función educativa cumplió con un aspecto importante de la


generación de una consciencia nacional al conjunto de masas inmigrantes que
llegaron al país a fines del siglo XIX.

“La escuela pública y el radicalismo en la niñez y en la juventud, respectivamente,


contribuyeron (…) a impedir el enquistamiento en colonias, al recibir en su seno a
todos, en pie de igualdad, marginando las influencias nacionales de origen”.
(Jauretche. 2008. 169).

Sin embargo para Hernández Arregui, la formación de la conciencia nacional


madurará recién con el peronismo, tras un proceso de formación de la conciencia
nacional, asociado a un autentico desarrollo de las fuerzas productivas del país
ligado al arraigo de los grupos humanos y un proceso de desarrollo nacional que
buscaba la autonomía.

En el golpe de estado de 1955 el ejército fue utilizado para restablecer la alianza


entre el imperio y la clase oligarquica que lo proyecta dentro de la República con la
función de “…asegurar el orden, cuando el orden es el de la Patria Chica, el de la
dependencia”. (Jauretche.2008.181).

La razón por la que los estudiantes universitarios apoyaron masivamente el golpe


de 1955, tiene su razón en la función histórica con la que nació la universidad y la
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alianza funcional del proyecto inmigratorio dentro del esquema antinacional


planteado por la oligarquía.

Por eso quienes apoyaron al peronismo y plantearon resistencia a la “Revolución


Libertadora”, fueron las organizaciones obreras de la etapa peronista y no la clase
“ilustrada”. La clase trabajadora durante el peronismo sostiene Arregui: “…ignora y
no les interesan las ideologías transferidas desde Europa. Son el sector obrero de
una sociedad en ascenso, pero sin las inhibiciones ideológicas de la antigua
conducción sindical, comprenden que su ascenso está ligado al ascenso general de
la sociedad. Tienen la conciencia histórica de su falta de destino dentro de los
límites de la Patria Chica estrangulada en la estructura de la dependencia y ligan su
destino a las posibilidades de la Patria Grande. (Hernández Arregui. 2008. 55).

La clase trabajadora argentina había experimentado un ascenso en sus condiciones


de trabajo y su calidad de vida durante el peronismo y aprendieron a distinguir que
dependía de la prosperidad del conjunto de la nación y no a partir de la lucha de
clases según lo planteaban los partidos marxistas: “sus conflictos empujan a las
otras clases porque sus exigencias crean mercado y oportunidades. Es la marcha
hacia una frontera interior cuyo signo es el ascenso por la creación de
oportunidades imposibles en la sociedad cristalizada. De tal manera la cuestión
social es para ellos la cuestión nacional y su prosperidad, la continuidad de su
ascenso, se liga inseparablemente con la grandeza de la Nación. Ya su doctrina está
hecha con comprenderlo: soberanía nacional, liberación económica y justicia social
son inseparables”. (Jauretche. 2008. 183-184).

Por esta razón sostiene Jauretche, los trabajadores tomaron rápidamente conciencia
del momento histórico y del papel que le correspondía. Mientras que la clase media
se quedó en gran rezagada en su protagonismo por la emancipación nacional, por
no comprender su papel histórico ni la oportunidad que el destino le brindaba.

“El proletariado comprendió que su ascenso era simultáneo con la clase media y
con la aparición de la burguesía eludiendo la disyuntiva ofrecida por los socialistas
y comunistas. Supo que su enemigo inmediato era la condición semicolonial del
país y que la evolución industrial industrializada representaba una etapa de
avances con buen salario y buenas condiciones de vida” y no se prestaban al juego
de algunos sindicalistas que “…obstaculizaban la formación del capital nacional en
beneficio del acopiador extranjero (…) el proletariado comprendió la unidad
vertical de todas las clases argentinas para realizar la Nación…” (Jauretche. 2008.
216).

Para Jauretche sin embargo, es falsa la apreciación de considerar las clases medias
como un todo homogéneo, cuando son por naturaleza heterogéneas en su
comportamiento, en sus esquemas ideológicos y en los múltiples matices de su
composición.

En general los jóvenes de las clases medias antes de vincularse al ejército, decidían
seguir alguna carrera universitaria y luego si podían insertarse como trabajadores
dentro de las empresas de capital extranjero.
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Del mismo modo la burguesía argentina formada a partir de la experiencia


industrializadora, a su vez tampoco utilizó su dinero como instrumento de poder
para industrializar el país, sino que llevó adelante la misma política que hiciera la
oligarquía a quien tanto critico, gastando gran parte de lo acumulado en mero
consumo suntuoso y como instrumento de goce; es decir, cayeron en la imitación,
abandonando sus propias pautas de prestigio para asimilar las de sus oponentes.
(Jauretche.2008. 261-262).

Es importante comprender que el proceso histórico que lleva a la emancipación


nacional es complejo y no está sujeto a las leyes mecánicas del desarrollo lineal. En
el actual contexto de globalización y la conformación de grandes bloques de
mercado, más que nunca es imprescindible tener en cuenta que para que exista
una verdadera autodeterminación y libertad, la liberación debe ser continental e
incluir a todo el bloque de países latinoamericanos.

La experiencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador en ese sentido marcan un rumbo en


el que comienzan a vislumbrarse proyectos de liberación, que apoyados por las
masas populares tienden a conformar genuinas experiencias de movimientos
nacionales y populares.

Por otra parte en la Argentina el conflicto entre el gobierno y el “campo”


nuevamente puso sobre el tapete viejas disyuntivas entre el modelo oligárquico
agro exportador y un sector medio de la sociedad que apoya las reivindicaciones
que fortalecen a los exportadores de granos. El proyecto del gobierno nacional, a
pesar de las múltiples falencias, pretende reactivar la actividad industrial nacional y
con grandes matices es la primera experiencia que de algún modo significa un
quiebre con el modelo neoliberal implementado a partir de la dictadura que se inicio
en el año 1976. El proyecto nacional del gobierno sin embargo logró sacar de la
recesión al país y devolverle dinamismo al aparato productivo del un sector de la
industria nacional, aunque en un contexto notablemente distinto al que le toco en
suerte al peronismo entre 1945-1955.

Bibliografía

_Jauretche Arturo. El medio pelo en la sociedad argentina. Editorial Corregidor.


Buenos Aires Argentina. 2008.

_Hernández Arregui Juan José. La formación de la conciencia nacional. Peña Lillo,


Ediciones Continente. Buenos Aires Argentina. 2008

_Hernández Arregui Juan José. Nacionalismo y liberación. Peña Lillo, Ediciones


Continente. Buenos Aires Argentina. 2004

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