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Ediciones MATHESIS

Los Propósitos Psicológicos


Serge Raynaud de la Ferrière
Propósito Psicológico XVI: Nuestra Tierra
Traducción: Dr. David Ferriz Olivares

Edición Internet Numerada.


Todos los derechos reservados. ©
21 de marzo, 2006

www.sergeraynaud.net
PROPÓSITOS PSICOLÓGICOS

Serge Raynaud de la Ferrière

Libro XVI

Nuestra Tierra
Nuestra Tierra

INTRODUCCIÓN

Entre todos los espectáculos que ofrece nuestro planeta, la vista de un volcán 1

en erupción es quizás el más impresionante. Ese vómito de fuego saliendo de


las entrañas de la tierra tiene algo indescriptible...

Aquello que es también muy sorprendente es la aparición súbita, en 2

medio de las aguas, de una porción de tierra; así como la desaparición de


tierras que son engullidas súbitamente por el Océano. Ese fenómeno es
debido, igualmente, a los volcanes.

El padrino de todas las montañas de fuego del globo es Vulcano1, situado 3

en las Islas Eolinas en el Mediterráneo, no tiene más que una o dos erupciones
por siglo. Mientras que, por el contrario, el Izalco, en América Central, no ha
conocido reposo desde hace dos siglos; nacido en 1770 de una grieta al pie del
volcán Santa María, se elevó cerca de 2.000 metros sobre el nivel del suelo
sobre el cual se ha erigido. Aún cuando se cita siempre al Monte Everest como
el más alto del mundo (8.880 metros) el más elevado es el Mauna-Kea, uno de
los 5 colosos de la Isla Hawai, tiene más de 5.000 metros bajo el nivel del
Pacífico y su cima es de 4.268 metros sobre el nivel del Océano. Así pues,
medido de la base a la cima, el Mauna-Kea es la montaña más elevada de
nuestro globo, ya que la altura del Everest no está medida desde su base que
reposa en el Himalaya, sino desde el nivel del mar. En fin, el Mauna-Kea fue
primeramente un volcán submarino como el Stromboli, el Etna, o como los
volcanes de Islandia, de las Comores, de la Reunión y de las Azores.

Las Islas Azores constituyen un lugar de predilección para las erupciones 4

submarinas. Sin remontarnos muy lejos, ya el 10 de Octubre de 1720, cerca de


la Isla de Tercere, un fuego se elevó del mar. El 19 del mismo mes, se presentó
una isla hecha de fuego y de humo, arrojando a lo lejos grandes cantidades de
ceniza, mientras que las piedras-pómez flotaban en toda la superficie del mar.
En 1757, cerca de San Jorge, un grupo de 18 islitas apareció súbitamente, pero
hoy en día no queda huella alguna de ellas. En 1811, ese volcán dio origen a
una isla de 1.610 metros de superficie y 100 metros de altura; se le dio el
nombre de Sabrina, pero no vivió más que algunos meses. En fin, en los años
1837 y en 1867, nacieron y desaparecieron todavía de ese modo numerosas

1 Se sabe que Vulcano era el Rey del Fuego en la mitología romana; por deformación
“Vulcanus” y “Volcanus” han terminado por ser sinónimos y es así que ha nacido el
término volcán”.

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Nuestra Tierra

islas en la región.2

A veces se considera la erupción submarina como la más formidable 5

explosión volcánica, pero esto es erróneo. Hasta la noche del 26 de agosto de


1883 el Krakatoa era una isla de 47 Km2 y 800 metros de alto, la actividad
volcánica que se había venido manifestando de manera intermitente desde el
20 de mayo, culminó en una serie de enormes explosiones, cuyos fragmentos
fueron proyectados a miles de metros de altura, el ruido se oyó a 4.000
kilómetros de distancia, el volcán fue aniquilado sólo en unos segundos y
mató a 40.000 personas. En 1927 reanudó su actividad en el fondo del océano
del que emergió una nueva isla que sobrepasó la superficie del mar en 1928 y
fue bautizada como Anak-Krakatau (el hijo de Krakatoa); pero sólo unos
meses más tarde el mar había ya transformado la isla en un bajo-fondo. En
1933 el Anak-Krakatau reapareció en una violenta erupción y después se
enrasó de nuevo. En 1939, el Niño de Krakatoa logró sobrevivir al fin;
actualmente, ese volcán se presenta bajo la forma de un anillo casi negro de
escorias, colocado sobre el azul intenso del Estrecho de la Sonda. El interior
del anillo, el cráter propiamente dicho, está ocupado por un apacible lago de
un extraordinario color de sangre (mientras que antiguamente era de un
verde-azul). Ese mismo color se encuentra en el lago-cráter del Irazú en Costa
Rica; esa coloración es debida no a sales minerales, como se creyó al principio,
sino a micro-organismos.

EL AUTOR

2 El presente texto estaba terminado en junio de 1957, pero gracias a un retardo en la


edición hemos podido enterarnos, a través de la gran prensa, del nacimiento de una nueva
isla en esos parajes. En efecto, en el mes de octubre de 1957, cuando nuestra publicación
estaba aún en imprenta, tomó forma la décima isla de las Azores. De un mar en calma, el
28 de septiembre y manifestándose primero con torbellinos de humo blanco, chorros de
cenizas, piedra pómez, lapilli, etc., apareció, al lado de Fayal, la “Ilha Nova” (la Isla
Nueva), como fue bautizada. La nueva pequeña tierra tenía 700 metros de diámetro y una
centena de metros de alto. ¿Resistirá al Océano o será engullida de nuevo bajo las aguas?
todavía ignoramos si no lo será entre el instante en que escribo este libro y su impresión.

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Nuestra Tierra

NUESTRA TIERRA

Podemos leer en un artículo del Profesor A. Vandel, de la Facultad de 6

Ciencias de Tolosa: “De la historia del globo terrestre, que se extiende a dos o
tres mil millones de años, sólo conocemos con alguna certeza el período de
tres o cuatro mil años de los tiempos históricos; sobre los tiempos geológicos
de la era Primaria de hace unos cuatrocientos millones de años, no tenemos
sino un conocimiento fragmentario y en gran parte hipotético; más allá no hay
más que puras suposiciones.”

Lo mismo que los orígenes del mundo y de la vida, el origen de los 7

continentes y las montañas, así como de los océanos y los abismos, ha


constituido en todos los tiempos un misterio apasionante que la humanidad
permanece aún impotente de dilucidar y que no ha hecho otra cosa que
llenarlo de fábulas desprovistas de todo fundamento científico. No obstante,
los progresos actuales de la física del globo y la interpretación de la
documentación suministrada por el estudio de los fósiles en la paleontología,
permiten bosquejar una teoría de la evolución de la corteza terrestre desde una
época aún más lejana.

La “deriva” de los continentes, tal como la ha imaginado Wegener, habría 8

sido la consecuencia de la dislocación de un continente único, cuyos


fragmentos de roca más livianos, flotando sobre rocas más densas y
relativamente fluidas, habrían quedado a la deriva sobre el globo
convirtiéndose en los continentes cuya forma nos es tan familiar en el
presente. Esa audaz concepción es muy discutida todavía, pero tiene a su
favor el hecho de que resuelve a la vez una serie de diversas suposiciones que
se habían hecho desde terrenos particulares: arroja luz sobre el enigma
biológico de la emigración de las anguilas, recorre de manera satisfactoria el
mecanismo del origen de los pueblos actuales y justifica las anomalías en la
repartición geográfica de las especies vivientes (fauna y flora) y de los fósiles.

En diversas ocasiones en nuestros escritos, en estos Propósitos 9

Psicológicos, o en los cursos y conferencias que hemos dado en el pasado,


hemos evocado estas cuestiones que, sin embargo, ahora vamos a reanudar
con más detalle.
10
Al parecer es un hecho que el hombre prefiere siempre quedarse
“estancado” en sus primeros conocimientos y a menudo se necesita la fuerza

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Nuestra Tierra

de un genio para provocar un cambio en sus concepciones y hacerle admitir


las nuevas teorías que vienen a intervenir en el Saber humano; pero entonces
su espíritu queda confundido, pues ha pasado demasiado tiempo atado a
concepciones que le parecen de pronto demasiado pobres e incoherentes a la
vista de la nueva teoría que lo seduce con su resplandeciente frescura y su
luminosa simplicidad.

Ahora bien, si hay algo que todos mantienen en su memoria desde la 11

infancia, es seguramente la imagen familiar de nuestro globo con sus cinco


continentes, las cadenas de montañas que los surcan y los océanos que los
separan. Así, no tiene nada de sorprendente que nos haya parecido una
imagen definitiva y que la hayamos conservado casi por instinto como si fuera
desde siempre el aspecto de la Tierra, pues el espíritu humano se complace en
la estabilidad y repugna todos los cambios.

La faz de la Tierra tal como se nos aparece hoy, no es más que la 12

expresión fugaz y momentánea de un dispositivo esencialmente cambiante.


Las concepciones que daban cuenta de su génesis se han modificado
radicalmente en estos últimos años, e incluso las mismas bases de la geografía,
de la geología y de la geofísica se han visto conmovidas. Esas nuevas
concepciones han sido expuestas por hombres de ciencia que se ocupan de la
física del globo, sin embargo los biólogos tienen una palabra que decir, ya que
las exigencias biológicas se encuentran precisamente en el origen de todas las
teorías que han se han esforzado en dar cuenta de los cambios sufridos por la
faz de la Tierra en épocas anteriores.

La razón es que tanto los organismos vegetales como los animales han 13

sufrido profundas transformaciones en el curso de los períodos geológicos y


que las formas simples aparecidas primero fueron progresivamente
reemplazadas por organismos más complejos. Estamos hablando, pues, de un
hecho que ya no se pone en duda y que se designa bajo el nombre de
“evolución”. Sin embargo, ese movimiento evolutivo no se desenvuelve de
una manera uniforme, sino que cada grupo evoluciona a su hora y siguiendo
modalidades que le son inherentes. La historia del grupo finaliza cuando
termina la crisis evolutiva. (A. Vandel: “La evolución del mundo animal y el
porvenir de la especie humana”, 1942).
14
Lo que es cierto sobre el tiempo, lo es también sobre el espacio: todo
grupo zoológico o botánico toma nacimiento al interior de una región limitada
que constituye un verdadero “centro de creación”. Las diferentes razas

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Nuestra Tierra

nacidas de ese proceso de diversificación, irradian desde el “centro de


creación” y progresivamente3 se va ampliando el área de extensión del grupo.

El botánico inglés, J. C. Willis, cuya argumentación parece sólidamente 15

establecida, sostiene que cuanto más grande sea el área de extensión de un


grupo, más antigua es su fecha de aparición. Por ejemplo, el caballo Equinae
evolucionó enteramente en América del Norte durante la época terciaria y fue
de ahí que emigró en varias ocasiones hacia América del Sur, Euroasia y
África.Pero, un hecho curioso e inexplicable es que los caballos desaparecieron
de América, su centro de origen, al final de la era cuaternaria y fueron
reintroducidos hace sólo algunos siglos por los conquistadores españoles. Esa
historia es análoga a la de los camellos, Camelidae, cuya diferenciación se
realizó durante el terciario en América del Norte donde persistieron hasta el
cuaternario para después desaparecer, pero no sin haber dado antes dos
descendencias que se expandieron durante el plioceno: una era la cepa de las
llamas de América del Sur y la otra la de los camellos de África y Asia
propiamente dichos.

Los elefantes tomaron nacimiento en Egipto al inicio del terciario, pero a 16

partir del mioceno se esparcieron por toda África, Europa y Asia; inclusive se
extendieron por las dos Américas donde estuvieron ricamente representados
al final del terciario y durante el cuaternario por los “Tetrabelodon”,
“Mastodonte”, “Elephas Atlanticus” e “Imperator”. Sus respectivas áreas de
dispersión, que están ahora nítidamente separadas, se han reducido
considerablemente pues sólo se encuentran en África y Asia tropicales, lo cual
un signo manifiesto de la regresión de un grupo.

Es evidente que la extensión de un grupo se encuentra limitada por los 17

obstáculos físicos que se oponen a la dispersión activa o pasiva de sus


representantes. Las especies litorales o marinas que se propagan a lo largo de
las costas son detenidas por los abismos; los organismos terrestres y los de
agua dulce se han visto limitados en sus áreas de extensión, por los océanos,
las altas montañas, los desiertos, etc. Se podría preguntar entonces cómo
organismos litorales análogos, y a veces idénticos, han podido poblar bordes

3 El zoólogo italiano Rossi, pretendía que una misma especie animal puede tomar
nacimiento en dos puntos mutuamente alejados del globo y que las diferentes cepas se
habrían desarrollado más tarde siguiendo vías paralelas. Esa teoría llamada de la
“Hologénesis”, es demasiado simple ya que no explica los hechos de discontinuidad que se
han constatado a menudo en la distribución geográfica de las especies. Esta teoría ha
entrado desgraciadamente en contradicción con todos los datos paleontológicos, pues la
historia de un grupo prueba que ha aparecido en una región determinada y luego se ha
irradiado hacia los territorios vecinos. Las especies se muestran en vía de regresión sólo en
algunas partes de sus áreas de repartición primitiva, lo que explica los casos de
discontinuidad geográfica.

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Nuestra Tierra

opuestos del océano; e incluso cómo organismos de tierra han logrado pasar
de un continente a otro. Pero hacía tiempo que los zoólogos y los botánicos
habían sido conmovidos además por un hecho paradojal: frecuentemente, la
flora y la fauna de continentes diferentes presentan más semejanzas entre sí,
que las que cada una tiene con las especies que ocupan regiones menos
alejadas de su propio continente.

La fauna de África del Sur, por ejemplo, presenta curiosas afinidades con 18

la de América del Sur, mientras que es radicalmente diferente a la de África


del Norte. Por otra parte, son innegables las semejanzas que uno advierte entre
las faunas de Madagascar y la India o entre las de América del Sur y Australia,
a pesar de las enormes distancias que separan a esos continentes. Los ejemplos
que frecuentemente se invocan son aquellos que se relacionan con los
vertebrados. Por ejemplo, los Marsupiales se encuentran actualmente
localizados por una parte en Australia y Tasmania (Sarigues), y por otra en
América Meridional y Central (Coenolestes). Los Lamantinos, esos poderosos
herbívoros cuyo aspecto recuerda al de las focas, están representados por tres
especies: dos de éstas pueblan las desembocaduras de los ríos en la costa
oriental de América y la tercera habita en los estuarios de África Occidental.
Los Dipneustes, esos curiosos peces anfibios, abarcan actualmente tres
géneros: el “Ceratodus”, localizado en Australia en ciertos ríos de Queensland;
el género Protopterus cuyas tres especies pueblan el África tropical; y el género
Lepidosiren que es propio de la cuenca del Amazonas. Sabemos que en el
Terciario los Marsupiales ocuparon casi la totalidad del globo y que los
ancestros de los Lamantinos actuales fueron descubiertos en Egipto y Europa.
Los Dipneustes constituyen un grupo de peces que estaba ampliamente
expandido y muy representado ya hacia el final de los tiempos Primarios, de
manera que en el Secundario el género “Ceratodus”, por ejemplo, era casi
cosmopolita.
19
Pero esos ejemplos, ya clásicos y frecuentemente citados, no son en
realidad los mejores, pues han sido tomados de grupos antiguos actualmente
en plena regresión. Además, la historia paleontológica prueba que en épocas
geológicas anteriores la repartición de esas especies fue mucho más extensa
que ahora, y que las áreas limitadas que ocupan en la actualidad, no
constituyen sino los últimos refugios en vía de extinción. Más demostrativos
aún son los ejemplos que provienen de los invertebrados. En efecto, los
medios de dispersión particularmente poderosos de ciertos organismos como
las plantas de grano o los pájaros, permiten rendir cuenta, hasta cierto punto,
de su paso de un continente a otro. Sin embargo, esas migraciones se vuelven
inverosímiles cuando se trata de organismos cuya posibilidad de transporte a
través de largas distancias es totalmente nula. Es el caso de los gusanos de

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Nuestra Tierra

tierra, de los caracoles o las cochinillas, y es la razón por la cual los zoólogos
han examinado con más particular atención la distribución de esos
organismos.

Los gusanos de tierra del género Microscolex pueblan América del Sur, 20

Australia y Nueva Zelanda, África del Sur y Madagascar, y aún las islitas
perdidas en los Mares del Sur: Macquaria, Campbell, Crozet y Kerguelen;
mientras que el género Megascolex se encuentra solamente en India y en
Australia. Ahora bien, un transporte pasivo de gusanos de tierra a través de
los inmensos espacios oceánicos parece absolutamente inverosímil. El caracol
de jardín (Helix hortensis), por ejemplo, se encuentra en Europa occidental,
Islandia, Groenlandia, Tierra Nueva, Labrador y Este de los Estados Unidos.
Los Moluscos terrestres de la familia de los Acavidas se reparten en cuatro sub-
familias que pueblan respectivamente: la primera, América del Sur; la segunda
África Austral; la tercera Madagascar, los Seychelles y Ceilán; y la cuarta
Australia, Tasmania y las Filipinas. Los peripatus, seres vermiformes que se
localizan en la cuenca de los ríos y que constituyen un tipo de animal con
débil poder de diseminación, se encuentran en todas las tierras australes; hacia
el norte, en cambio, no sobrepasan el Trópico de Cáncer. Por último, una
pequeña cochinilla, Styloniscus magallanicus, ha sido cosechada en la Patagonia,
Tierra del Fuego y Australia, pero también en las Islas Falkland (Malvinas),
Crozet, Posesión, Auckland y Campbell.



Se podrían multiplicar los ejemplos precedentes, pero las analogías que 21

nos muestran no son del gaje de la flora y la fauna actuales. Por otra parte, los
paleontólogos han establecido que semejanzas del mismo orden han existido
en todas las épocas geológicas.

Pero demos todavía el lugar al Prof. A. Vandel, autor del libro intitulado 22

“Cómo se habría modelado la faz de la Tierra”, quien escribe: “Durante todo el


tiempo en que la estabilidad de los continentes y de los océanos se mantuvo
como un dogma que nadie soñaba poner en duda, la única explicación que
parecía susceptible de rendir cuenta de esas analogías fáunicas y florísticas, se
basaba en tender “puentes” entre los distintos continentes de la corteza
terrestre. Zoólogos, botánicos, paleontólogos, usaban y abusaban de esa
explicación cada vez que lo exigía la repartición de formas animales y
vegetales. Para ellos era como un juego lanzar inmensos “puentes” a través de
los océanos para enseguida hacerlos engullir por las aguas. De ahí que, según

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Nuestra Tierra

esa teoría, Europa y América del Norte habrían sido religadas en varias
ocasiones en el curso de las épocas geológicas, por una serie de puentes que
sólo habrían surgido para hundirse después, una vez que su papel de “paso”
para la vida hubiera concluido. Es así que Europa y América del Norte
habrían estado religadas por una serie de puentes que han emergido y se han
hundido después en varias ocasiones en el curso de las épocas geológicas.

Pero hay que reconocer que esa explicación está lejos de ser satisfactoria, 23

incluso desde el punto de vista biológico. Así pues, no basta con ligar dos
continentes con un puente para explicar la identidad de sus respectivas fauna
y flora; y esto por cuuanto la dispersión de los seres vivientes se produce con
extrema lentitud. Si la la fauna y la flora común a dos continentes dependiera
de un puente entre ambos, esa semejanza no habría podido alcanzarse sino
después de un inmenso lapso de duración. Para subrayarlo basta con algunos
ejemplos, pues vemos que la fauna y la flora del África Septentrional difiere en
todos los puntos de aquellas de África del Sur. Por otra parte, los elementos
comunes a las Américas del Norte y del Sur son poco numerosos a pesar de su
unión por un “puente continental” típico; por último, a pesar de la gran
estabilidad del zócalo asiático, resulta aún más claro que la fauna y la flora de
Asia Menor no presenta ningún parentesco con las del Extremo Oriente.

La teoría de los puentes continentales parece también absolutamente 24

inverosímil cuando se la considera a partir los datos de la física del globo. En


efecto, el hecho de que ya en el Carbonífero haya existido un continente tan
inmenso como el Gondwana, que abarcaba a América del Sur, la mayor parte
de África, la India, Australia y Antártida, revelan unas condiciones de
equilibrio que resulta inadmisible equiparar con la teoría de los puentes
continentales. Por otra parte, el análisis de las medidas de intensidad de peso
ha conducido a los geofísicos a reconocer una diferencia fundamental, en
cuanto a su naturaleza, entre los zócalos continentales y los océanos: los
primeros están constituidos por materiales ligeros, mientras que los fondos
oceánicos están formados por elementos pesados. Además el estudio de la
velocidad de propagación de las ondas sísmicas conduce a resultados
análogos.

El gran geólogo austriaco E. Suess, le ha dado el nombre de sial al 25

conjunto de sustancias relativamente ligeras que constituyen la corteza


terrestre en alusión a los dos elementos esenciales que entran en su
composición: el silicio y el aluminio. El granito y el gneis son las rocas más
representativas y de las que se encuentran con más frecuencia en corteza
terrestre. El sial reposa sobre una capa más profunda: el sima, que está
constituido esencialmente de silicio y magnesio, siendo el basalto la roca más

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Nuestra Tierra

representativa de esa capa. Pero en su nivel más profundo el sima estaría


representado por una sustancia todavía más pesada y básica llamada dunita.
Así, los zócalos continentales están formados esencialmente de sial, y el fondo
de los océanos, de sima.

Figura I
ESQUEMA DE LA ISOSTASIA, SEGUN AIRY

Los continentes estarían formados de materiales menos densos (sial) que


flotarían a la manera de icebergs sobre los materiales más densos (sima)
de la profundidad de la corteza terrestre. Para cada parte del sial que
emerge del sima, hay una parte correspondiente que se hunde, de tal
manera que la masa total de la corteza terrestre sea igual en todos sus
puntos, lo cual confirma el hecho de que el peso no cambia
sensiblemente de intensidad entre los continentes y los océanos

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Nuestra Tierra

El sima posee una rigidez que recuerda a la del acero, sin embargo no 26

excluye una cierta elasticidad y aún una viscosidad que, a decir verdad, debe
ser extraordinariamente fuerte y difícil de apreciar en el estado actual de
nuestros conocimientos. El aplastamiento de la tierra en los polos como
consecuencia de su rotación alrededor de su eje, otorga por otra parte la
prueba certera de la viscosidad del globo terrestre. El sial reposa pues sobre el
sima al nivel de los zócalos continentales. La diferencia de densidad de esas
dos substancias implica el juego de relaciones expresadas por el principio de
Arquímedes. Por otra parte, se comprende bien que los estados de equilibrio
no son alcanzados sino con una extrema lentitud, es decir, que las montañas
deben tener como contrapeso masas correspondientes hundidas en el sima, de
la misma manera que la parte que emerge de un navío no representa sino una
parte del casco.

Esa interpretación de la composición del globo terrestre recibe el nombre 27

de isostasia, (Figura II) concepción cuya exactitud ha sido probaba ya por


medidas directas. Es así que se ha establecido que los broqueles escandinavos
y canadienses se hundieron en el Cuaternario bajo el peso de las bóvedas
glaciares que ahora los recubren, el primero de aproximadamente 250 metros y
cerca de 500 metros el segundo. Esos broqueles se elevan actualmente
alrededor de un metro por siglo debido al deshielo de sus revestimientos
glaciares.
Figura II
SECCIÓN DE LA CORTEZA TERRESTRE A TRAVÉS
DE UN ZÓCALO CONTINENTAL Y UN FONDO OCÉANICO SEGUN WEGENER

Wegener admite que la corteza terrestre está constituida por una superposición
de materiales de densidad creciente a medida que se hunden hacia el centro de
la Tierra. Hasta los 30 Km. de profundidad, los zócalos continentales estarían
principalmente constituidos por granito. Ese granito reposaría sobre una capa
de basalto y, en fin, el basalto reposaría sobre otra capa ultra basáltica llamada
dunita. En cuanto al fondo de los océanos, estaría constituido únicamente de
basalto. Sin embargo, en el caso de vastas extensiones como la del Océano
Pacífico, el basalto no recubriría enteramente a la dunita. Por otra parte, este
esquema sigue siendo puramente hipotético.

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Nuestra Tierra

La teoría de los puentes continentales no ha podido, en efecto, ser 28

conservada. Su abandono ha coincidido con la aparición de una nueva


concepción cuyas consecuencias se han revelado de una extraordinaria
fecundidad, pues sus repercusiones se han extendido a los más diversos
dominios, como la física del globo, la climatología, la geología y la biología.
Esta concepción es la obra del geofísico Alfred Wegener, cuya primera
expresión data de 1912.4 Wegener cuenta que la primera idea de su
interpretación le vino al mirar un mapa del Atlántico, pues quedó sorprendido
por la notable concordancia que hay entre las costas del África occidental y las
de América del Sur.

La geología ha establecido la “permanencia” de los grandes zócalos 29

continentales cuya emersión data de las épocas geológicas más antiguas. Los
mares que los han penetrado apenas en el curso de trasgresiones marinas, han
recubierto temporalmente sus regiones costeras, pero nunca han llegado a
alterar de veras su integridad. Pero esa noción de “permanencia”, que no se
puede poner seriamente en duda, ha sido confundida con aquella de
“fijación” que sin embargo es muy diferente. La idea fecunda de Wegener
consistió justamente en disociar esas dos nociones: para él, los zócalos de dos
continentes, por ejemplo, representan formaciones permanentes de cada una
pero no fijas la una con respecto a la otra, pues los zócalos continentales han
sufrido una “traslación” en el curso de la historia geológica de la Tierra.

En realidad, el fénomeno de la isostasia cuyos principios acabamos de 30

ver, se encuentra en perfecto acuerdo con la idea de una traslación de los


zócalos continentales que están constituidos, como vimos, por elementos los
ligeros del sial que flotan sobre la capa más densa del sima subyacente.
Wegener admite que en el carbonífero superior5, todos los continentes se
encontraban reunidos formando un bloque único y que la aparción de fallas
cada vez más largas, habría determinado la fragmentación de ese bloque y

4 Una exposición completa ha sido dada en una obra intitulada “La Génesis de los
Continentes y de los Océanos”. Las 4 ediciones de esta obra, aparecidas sucesivamente en
1915, 1920, 1922 y 1929, muestran el desarrollo progresivo de la concepción inicial y el
alargamiento de sus bases que se fundan sobre hechos cada vez más numerosos y precisos.
No hay ninguna duda que Wegener habría enriquecido su concepto con puntos de vista
originales, si él no hubiese encontrado la muerte en 1930 sobre la Islandia groenlandesa
durante una expedición científica destinada a verificar la exactitud de su teoría.
5 La incertidumbre reina aún completamente sobre el estado del globo antes del período
carbonífero. Es probable que en la aurora de los tiempos geológicos la capa de sial
formaba, una envoltura continua alrededor del globo. Las razones de su reducción
permanecen en la oscuridad. G. H. Darwin admite que una parte de la corteza terrestre se
habría desatado para constituir la Luna. La colocación de ese fragmento desatado estaría
representado por el Océano Pacífico.

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Nuestra Tierra

habrían formado consecuentemente los zócalos continentales actuales. Pero lo


que ha permanecido aún desconocido para nosotros, son las fuerzas que han
provocado la fragmentación del bloque primitivo. Probablemente corres-
pondan a las las corrientes de convección que se producen en el sima, entre las
regiones oceánicas frías y los zócalos continentales que son más calientes. En
cuanto a la “deriva” de éstos en la superficie del globo, probablemente que sea
la consecuencia de algunas fuerzas muy simples, pues todos los continentes
tenderían a derivar hacia el Oeste en razón de la atracción ejercida
conjuntamente por el Sol y la Luna. Por otra parte, bajo la influencia de la
fuerza centrífuga, los bloques continentales se acercarían al Ecuador.

Las “consecuencias” de la teoría de Wegener son innumerables y la 31

seducción que ejerce se debe justamente a la maravillosa desenvoltura con


que da cuenta de particularidades a primera vista dispersas, pero que ella
reúne y funde en un todo armonioso. Basta mirar un mapa-mundi para
constatar que muchos de los zócalos continentales terminan en puntas
“dobladas” hacia el Este, como en los casos de Tierra del Fuego, de la Antártida
y de la extremidad meridional de Groenlandia. Pues bien, la teoría
Wegeneriana da cuenta ampliamente de esa particularidad al admitir que las
extremidades continentales han sufrido un cierto retardo durante su deriva
hacia el Oeste, comportándose como reatas.

Las “guirnaldas” de islas que se extienden en semicírculo al Este de la 32

mayoría de los zócalos continentales, representan para Wegener restos


desatados de los continentes y abandonados por éstos en el curso de su
traslación hacia el Oeste. Tal es la guirnalda de las islas Niponas que se
extiende desde las Kuriles a Formosa y que corresponden a un resto desatado
de las costas orientales del zócalo asiático; incluso Nueva Zelanda, que parece
haber sido aislada de Australia desde el Terciario. Se pueden citar además, las
grandes y pequeñas Antillas que estaban reunidas antiguamente a América
Central y las Orcadas meridionales abandonadas por las puntas de América
del Sur o las que quedaron desprendidas de la Antártida.

La teoría Wegeneriana renueva hasta sus mismos fundamentos las 33

concepciones relativas a la génesis de los océanos y de las cadenas de


montañas. De los varios océanos que cubren hoy día la superficie del globo,
sólo el Pacífico corresponde a un océano primitivo, mientras que todos los
demás océanos no resultan sino de las hendiduras que dejó el estallido de un
bloque primitivo, alargados en lo sucesivo por la deriva de los zócalos
continentales. Así, el Atlántico no es más que una inmensa fosa abierta entre
Europa y América; su alargamiento es la consecuencia de la separación de sus
labios que ha progresado de sur a norte en el curso de los períodos geológicos.

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Nuestra Tierra

Por su parte, el Mar Rojo que divide al África, representa el primer estadío de
la formación de un Océano6. Pero, es preciso distinguir cuidadosamente entre
Océanos y “mares epicontinentales” tales como La Mancha, el Báltico, el Mar
de Java, etc., que no representan sino inmersiones –más o menos extensas y
temporales– de regiones pertenecientes a los zócalos continentales. Esa
distinción confirma la diferencia fundamental que se debe mantener entre
zócalos continentales y fondos oceánicos.

En fin, la teoría de Wegener aporta una nueva interpretación de la génesis 34

de las cadenas montañosas. Hasta una época reciente se admitía que los
pliegues que dieron nacimiento a los relieves montañosos, se originaron
debido a la contracción de la corteza terrestre que a su vez era un resultado del
enfriamiento del globo. Sin embargo, esa teoría de la contracción se derrumbó
el día en que el estudio de la radiactividad permitió establecer que la Tierra
tiene tendencia a calentarse o al menos a permanecer en un cierto equilibrio
térmico.

Para Wegener, los pliegues que han dado origen a las cadenas de 35

montañas son una “consecuencia de las traslaciones continentales”. Las


cadenas de los Andes y de las Rocallosas, que elevan su inmenso espinazo a lo
largo del borde occidental de América, representaría la serie de pliegues
producidos por el rechazo del zócalo americano durante de su deriva hacia el
Oeste, contra el resistente bloque de sima constituido por el fondo del Pacífico.
La cadena Alpina sería el resultado de la compresión ejercida por el zócalo
africano contra Europa. En cuanto a la inmensa guirnalda de pliegues de los
Himalayas, dispuestos en semicírculo desde Indokush hasta Birmania, sería la
consecuencia de la formidable presión ejercida por el fondo del Índico contra
el zócalo asiático.
36
Para disipar las dudas, es necesario señalar que la teoría de Wegener se
encuentra hoy día confirmada por observaciones precisas realizadas desde
disciplinas más variadas.* Algunas medidas de longitud, efectuadas en épocas

6 El ejemplo es muy típico aquí. El desgarramiento del Continente Africano, que comienza
en la depresión del Mar Muerto y continúa por el Mar Rojo, está jalonado por una serie de
Lagos (Nyassa, Tanganyka, Kivu, Alberto-Eduardo, Alberto-Rodolfo) que en ciertos
puntos de África alcanzan una anchura de 50 a 80 kilómetros y un desnivel considerable; la
fosa del lago Tanganyka, con una profundidad de 1.700 a 2.700 metros, está bordeada de
cadenas que alcanzan hasta 3.000 metros de altura. Ese desgarramiento de África, cuyas
huellas prosiguen hasta la Colonia del Cabo, se encuentra quizás en vía de alargamiento.
En todo caso nos da una imagen de cómo ha podido ser el nacimiento de los Océanos
Atlántico e Índico.
* Nota Edición Internet. Se puede consultar el estudio: “La distribución de los seres vivos y la
historia de la tierra”, realizado por: Jorge Llorente, Nelson Papvero y Marcelo G. Simoes,
Ed. FCE, México, 1996. En dicho trabajo se verifican las teorías de Wegener.

- 14 -
Nuestra Tierra

alejadas entre sí, han probado la realidad de las traslaciones continentales y


han permitido establecer de manera cierta que, por ejemplo, Groenlandia se
traslada con relación a Europa; esas observaciones constituyen una prueba
directa de la exactitud de la teoría wegeneriana.

Esta teoría soluciona además un problema de orden climatológico y 37

biogeográfico, considerado hasta aquí como particularmente complejo y


enredado: se trata de la repartición de zonas climáticas y a continuación de
floras y faunas en el pasado de la Tierra. Las zonas climáticas actuales están
dispuestas en una serie de anillos aproximadamente paralelos al Ecuador: la
zona ecuatorial, caliente y húmeda, está rodeada de zonas templadas que
coinciden con los trópicos; zonas frías y húmedas limitadas por las bóvedas
polares ártica y antártica. Pero se sabe que en épocas geológicas anteriores los
climas no estaban repartidos de esta manera. En el Carbonífero, una flora de
carácter netamente tropical recubría las regiones hoy día gélidas de Spitsberg y
Groenlandia, al mismo tiempo que los glaciares se extendían sobre la India y
África del Sur. El clima de Europa fue tropical y subtropical durante la mitad
del terciario, mientras que durante el cuaternario una parte importante del
continente estuvo recubierta de glaciares.

Para dar cuenta de esos cambios climáticos, que han traído por sí mismos 38

profundas modificaciones de la fauna y de la flora, se han invocado los


traslados concomitantes de los polos y el ecuador. Pero esa explicación
chocaba hasta aquí con insolubles dificultades. Si señalamos en un mapa las
huellas dejadas por enfriamiento (morrenas, rocas estriadas) durante la época
permo-carbonífera, como lo propone el Profesor Vandel, obtendremos la
imagen de los continentes australes actuales recubiertos de hielo; las estrías de
las rocas y los depósitos morrénicos lo testimoniarían en el África del Sur, en
las Islas Falkland (Malvinas), Argentina, Brasil, India y Australia. Por el
contrario, ningún enfriamiento ha sido descubierto durante el carbonífero en
el hemisferio Norte. Esta es una primera singularidad de la que parece difícil
darnos cuenta. Además, si se busca definir el lugar propicio que debió ocupar
el polo sur para dar cuenta de los congelamientos carboníferos, se está
obligado a darle una posición al Sur-Este del Cabo de Buena Esperanza. Pero
si se adopta esta interpretación, los límites glaciares de América del Sur, de la
India y de Australia se habrían encontrado a una latitud inferior a los 10
grados; lo que significa que en rigor el clima polar tuvo que haberse
extendido hasta más abajo de los trópicos. Esta hipótesis es pues
completamente increíble y no puede ser sostenida.
39
La teoría de Wegener resuelve de la manera más simple y más luminosa
esas aparentes antinomias. Su interpretación implica, en efecto, que en la

- 15 -
Nuestra Tierra

época carbonífera todos los continentes del hemisferio Sur se encontraban


reunidos en un solo bloque. Si admitimos que el Polo Sur ocupaba en esa
época una posición central en ese bloque compacto, entonces todos los
depósitos glaciares del Carbonífero hubieran podido disponerse sin dificultad
alrededor de ese punto, mientras que su antípoda, el Polo Norte, se habría
situado en medio del Pacífico septentrional; de modo que ya no habría nada
de sorprendente en el hecho de que esa bóveda polar septentrional haya
desaparecido sin dejar huellas, pues en el carbonífero no reposaba sobre
ningún zócalo continental.

La repartición de otros depósitos, de muy distinta naturaleza, viene a 40

confirmar también la exactitud de la interpretación wegeneriana. En efecto, los


depósitos de carbón representan los restos de una vegetación lujuriosa que no
pudo haberse desarrollado sino bajo un clima caliente y húmedo. Ahora bien,
si en la reconstrucción wegeneriana del globo marcamos las puntos de los
depósitos de carbón en la época carbonífera, se constata sin dificultad que se
disponen donde tendría que situarse el ecuador correspondiente a los polos
definidos precedentemente. Se podría continuar así con otros ejemplos, ya que
en cuanto se acepta esta teoría de las tierras emergidas de un zócalo
continental único en la época carbonífera, los datos de las distintas
observaciones encajan en un todo armonioso. En fin, la teoría de Wegener
ejerce profundas repercusiones sobre la climatología y, aún muchas otras
sobre la biografía de nuestra tierra.

Michaelsen ha mostrado que la repartición de los gusanos de tierra de la 41

familia de los Megascolécidos, que hasta hoy parecía tan aberrante, se vuelve
completamente normal si se admite la interpretación wegeneriana. Esa familia
ha debido expandirse en una época en que las tierras que la hospedan
actualmente, es decir, América, África, India oriental y Australia, estaban
reunidas en un solo bloque.
42

De manera que la distribución de las diferentes descendencias en la época 42

actual, no corresponde a un fenómeno de dispersión activo sino que


representa simplemente el resultado de la dislocación del continente primitivo
y de la deriva de los zócalos continentales. La repartición de los peripatus se
explica de la misma manera. Éstos continúan habitando en las tierras que
ocupaban al final del primario. Pero en esa época, esos territorios estaban
reunidos en un solo bloque con una fauna y una flora homogéneas; ese bloque
corresponde al continente que los geólogos habían designado hace ya mucho
tiempo con el nombre de Gondwana.
43
La teoría de Wegener da cuenta también, de una manera luminosa, de la
repartición del caracol de jardín. Las estaciones ocupadas hoy por ese molusco

- 16 -
Nuestra Tierra

jalonan muy regularmente el inmenso inlandsis que ha recubierto en el


cuaternario las regiones septentrionales de América y de Europa, todavía muy
cercanas una de otra en esa época. La repartición del Reno tal como la ha
establecido el Dr. Jacobi, se explica de la misma manera. Por otra parte, el Dr.
Jeannel, profesor de entomología en el Museo de Historia Natural de París, ha
reunido recientemente en una obra magistral, rica en documentos personales e
ideas originales, incontables ejemplos relativos a la repartición de los insectos:
“La Génesis de las faunas terrestres” -elementos de Biogeografía-, 1942. Él
muestra que de todas las interpretaciones propuestas, la teoría wegeneriana es
aquella que permite dar cuenta de la manera más coherente y más satisfactoria
de las múltiples particularidades que presenta la repartición de los insectos
actuales y fósiles.

La teoría rinde cuenta fácilmente también de la antigüedad de ciertos 44

representantes de la fauna pacífica. En efecto, es el único Océano cuya


existencia se remonta a la aurora de los tiempos geológicos y cuya
permanencia contrasta con las vicisitudes de las otras extensiones oceánicas.
Veamos un ejemplo. El gran zoólogo Cuenot ha escrito: “El Océano Pacífico
tiene una fauna tan rica que guarda incluso antiguas reliquias del Secundario
y del Terciario conocidas actualmente en estado fósil”. Entre estos se puede
citar los nautilos, que constituyen la forma actual más cercana a los ammonites
del devónico que desparecieron en el cretácico; también se encuentran el
molusco Pleurotomaria y el braquiópodo Lingula que persisten sin cambios
desde el cámbrico; y se pueden citar aún los Moluscos bivalvos del género
Trigonia conocidos desde el inicio del secundario, etc.

Así, en dominios tan diversos como la geografía, la geofísica, la 45

climatología, la paleontología y la biología, la teoría de Wegener aporta


puntos de vista nuevos y fecundos. Es demasiado pronto (texto escrito en
1957) para dar sobre ella un juicio definitivo, pero desde ya podemos
reconocerle su inmenso interés.



- 17 -
Nuestra Tierra

Ahora podemos decir una palabra sobre unos lugares que durante mucho 46

tiempo fueron rodeados de misterio: las grutas y las cavernas. En su obra “El
descubrimiento del mundo subterráneo”, 1943, André Glory, Doctor en Prehistoria
de la Universidad de Tolosa (Francia) escribe: “Ha nacido una ciencia nueva,
la espeleología, que sabe explicar el nacimiento, la vida y la muerte de las
cavernas”. Son las aguas subterráneas, las aguas de lluvia y las aguas perdidas
por los ríos las que al circular bajo la tierra y horadan esos precipicios, galerías,
salas, sólo para abandonarlas después y filtrarse de nuevo hacia un suelo más
profundo. Son ellas también las que revisten a las cavernas de esas
cristalizaciones magníficas que hacen la admiración de los turistas. Siguiendo
al agua en su recorrido subterráneo es posible remontarse a la fuente de ciertas
corrientes y poner en evidencia el peligro de sus poluciones. Finalmente, las
cavernas no han estado siempre deshabitadas, pues se han encontrado huellas
de dibujos, utensilios, cenizas, osamentas, etc., de los primeros hombres que
buscaron refugio en ellas contra las bestias y el frío.”
En todos los tiempos el hombre se ha interesado en el mundo 47

subterráneo. Desde los orígenes de la humanidad las tribus prehistóricas


buscaron en las cavernas un refugio eficaz contra el frío y los voraces
carnívoros que ponían sus vidas en peligro7. En Chu-Ku-Tien, a 50 Km. de
Pekín, fueron encontradas en 1922 las primeras huellas de la más remota
industria humana. Cenizas, huesos trabajados y cuarcitas talladas, estaban
amontonados en el techo derrumbado de una antigua gruta (del ordovícico)
de grieta calcárea primaria, de 50 metros de altura. Ahora bien, esos vestigios
se remontan a la aurora de la Era Cuaternaria y es así que de China hasta
Europa y el sur de África, en todas las edades, diversos progresos humanos se
han dado en cavidades subterráneas. En el Mouthteriano, el trabajo de los
huesos y la invención del buril; en el Aurignacense, las primeras esculturas
humanas; en el Solutrense, la aguja de ojo para la costura de las pieles; en el
Magdaleniense, las pinturas policromadas, y en el Neolítico, la agricultura y la
crianza de los animales domésticos (ver el Propósito Psicológico N° VI).

7 Las grutas de Roufignac en Francia, descubiertas en 1956 por el Profesor Laugier, tienen
10 kilómetros de galerías y una muchedumbre de dibujos de mamuts, caballos, etc. Se las
llama a menudo “Grutas de los combates de Mamuts”, ya que sumando los dibujos de
todas las cavernas del mundo hay 180 dibujos de estos animales, de los cuales 120
representaciones de mamuts se encuentran en Roufignac.

- 18 -
Nuestra Tierra

Más tarde, las cavernas fueron abandonadas y si el mundo greco-romano 48


iba a ocuparse de ellas, no habría de hacerlo sino para poblarlas de narraciones
fabulosas y mitológicas. La Edad Media les temía y hacía vivir en ellas a los
dragones y a las hadas malvadas. En fin, los tiempos modernos las
redescubren y estudian sus arcanos.

De la manera más indeliberada, al perseguir a un oso herido, el trampero 49

Hutchins penetró en la “Mammoth Cave” de los Estados Unidos y descubrió


así, en 1809, la caverna más grande del mundo. Enseguida se hicieron
sucesivos descubrimientos un poco en todas partes, hasta que los sabios
fundaron sociedades espeleológicas para revelar al público las bellezas de ese
mundo subterráneo. Cada caverna tiene su historia y se puede conocer su
nacimiento, seguir su crecimiento y hasta predecir su muerte. A menudo, la
historia es sensiblemente la misma para todas las grutas de un macizo
montañoso o de una región, ya que tienen el mismo origen y su evolución se
efectúa bajo la influencia de las mismas causas. Pero de una región a otra del
globo se observa, por el contrario, una gran variedad de origen, edad y
evolución de las cavernas, lo cual dificulta la elaboración de una teoría
general. Sin embargo, es posible despejar en conjunto algo de su carácter.

El punto de partida de la existencia de las cavernas reside en los 50

plegamientos de la corteza terrestre que dan nacimiento a las cadenas


montañosas y a las depresiones de la superficie del globo (como ya lo hemos
visto). Pero la solidéz de la litósfera hace que ésta no pueda plegarse sin
romperse en un cierto número de partes, mientras que en las rocas que la
conforman se observan efectos de torsión, compresión, laminaje y trituración.
Pero aquí no nos interesan sino los dos primeros, ya que son los únicos que
provocan en las rocas intersticios por los que el agua se infiltra para comenzar
su trabajo de desgastarlas. Los efectos de la “torsión” sobre la roca han sido
estudiados experimentalmente en un “modelo” reducido e indeformable: una
placa de vidrio rectangular sometida a torsión por medio de un torno. (Figura
III).

- 19 -
Nuestra Tierra

Figura III
RESQUEBRAJAMIENTO DE UN ESPEJO BAJO
EL EFECTO DE UN ESFUERZO DE TORSIÓN
(Experimento de DAUBRÉE)

Si sometemos un espejo a una torcedura como si fuese de plástico, lo


transformaría en un helicoide de eje a-b. Dicho espejo se resquebraja y el
torcimiento que sufre, hace que aparezca un doble sistema de rajaduras
dispuestas en ángulo recto. Durante la formación de la corteza terrestre, un
fenómeno análogo pudo haber dado lugar a esas grietas de roca o
“diaclasas” que se encuentran orientadas perpendicularmente las unas con
respecto a las otras; es por eso que se observa a menudo que los ríos
subterráneos hacen un recorrido en zig-zag, cuando por lo general su curso
debería ser rectilíneo.

Esas grietas en las capas plegadas de las rocas han sido observadas desde 51

hace mucho tiempo por los canteros quienes les han dado el nombre de
“junturas”. Los terrenos calcáreos están particularmente impresos por esas
torceduras, de manera que en ciertos lugares se observan grietas verticales u
oblicuas llamadas diaclasas, y que cuando se las puede seguir se comprueba
que alcanzan varias centenas de metros de alto y de largo. En cuanto a la
“compresión”, da lugar a resquebrajamientos rocosos que son menos
perceptibles. Un sistema análogo de ese tipo de hendiduras se obtiene
aplastando bloques de cera de moldear por medio de una prensa hidráulica.
Esas dos especies de accidentes, diaclasas por torsión y resquebrajamiento por
compresión, se completan con las fallas y las junturas por estratificación:
cuando la corteza se rompe, una de las dos partes generalmente se separa y se
hunde en la profundidad, y las rocas que están en contacto a lo largo de la
línea de fractura pueden ser de dureza y naturaleza diferentes, de manera que
la “falla” podrá ser recta u oblicua según la dirección en que se ramifiquen sus
fracturas laterales en los puntos de dislocación.

En fin, cuando una capa sedimentaria se superpone a otra, queda entre 52

ellas un mínimo de espacio horizontal llamado “juntura de estratificación”. En

- 20 -
Nuestra Tierra

suma, es por las diaclasas, los resquebrajamientos, las fallas y las junturas de
estratificación, que el agua va a atacar a la roca haciendo cada vez más
profunda toda grieta que encuentre, horadando así grutas y cavernas. Los dos
tercios o los cuatro quintos de las aguas meteóricas que caen en la superficie
del suelo se evaporan o son fijados por los vegetales, el resto chorrea en el
suelo y, solicitada por la gravedad, se infiltra aprovechando todas las grietas
naturales para descender a un nivel tan bajo como le sea posible. ¿Hasta
dónde puede llegar?

Existe agua a unas profundidades del orden de los 4.000 metros, pero 53

ahora con los barrenos que se utilizan en la búsqueda de petróleo, quizás se la


encuentre aún a una mayor profundidad. Sin embargo esa infiltración tiene un
límite, por cuanto la compresión de las capas más internas de la litósfera hace
desaparecer los vacíos de la dislocación. Ese límite está teóricamente valuado
en 10.000 o 12.000 metros, aunque por otra parte el agua no puede existir en
estado líquido a esa profundidad cuya la temperatura, de 365 grados,
sobrepasa con mucho el punto crítico de ebullición del agua (100º C). Pero, si
de veras se encontrara agua a esas grandes profundidades de la tierra, ésta no
nos interesa tanto en este tema, ya que se trata de un agua estancada y por
consiguiente no circula como para desgastar la roca. Para que el agua circule
bajo la acción de la gravedad, es preciso que primero emerja de la tierra bajo la
forma de manantial o surtidor. Una caverna está pues, a una altura
comprendida entre la zona de infiltración -o gruta que da nacimiento al curso
del agua subterránea- y el surtidor, de manera que las grutas tendrán como
máximo una profundidad igual a la diferencia de nivel entre esos dos puntos.

Los macizos calcáreos más amplios, como los Alpes, el Jura, los Pirineos, 54

ofrecerán grutas de 200 a 300 metros, mientras que en los Cáucasos las grutas
no pasan de término medio entre 100 y 200 m. de profundidad. Entre esas dos
altitudes, el curso del agua subterránea, así como los cursos de agua subaéra,
van a cavar un lecho hasta que su perfil en anchura tienda hacia una curva
límite llamada por Surell, en 1838, “perfil de equilibrio absoluto”. Ese perfil se
alcanza cuando la excavación de la caverna se detiene y el aporte de
materiales estabilizados en su lecho inferior (arenas, guijarros, limo, arcillas),
hace que se produzca un equilibrio entre la erosión y la corrosión de las aguas
de penetración. (Esas fases de excavación se reconocen por dos clases de
fenómenos: los unos químicos y los otros físicos, pero no los estudiaremos
aquí).

- 21 -
Nuestra Tierra

Figura IV
CORTE ESQUEMÁTICO QUE EXPLICA EL ORIGEN
DE LOS SURTIDORES DE CHORRO INTERMITENTE

El agua de la cascada se va acumulando en la chimenea A y en la sala B,


comprimiendo así al aire que hay en ésta, lo que hace que el agua suba por la
rama montante C del sifón, de manera que cuando alcanza el nivel del codo de
la galería que forma el sifón, se descarga bruscamente por el surtidor D y se
escurre durante tanto tiempo como agua quede en A y B, de manera que una
vez descargado el sifón, el ciclo vuelve a comenzar.

Ahora bien, las dimensiones de las cavernas son extremadamente 55

variables y difíciles de apreciar a causa de sus numerosas ramificaciones.


Según el Profesor André Glory, la caverna del Mamut en el estado de
Kentucky en los Estados Unidos, llega apenas a 100 Km. y no a 350 Km. como
se había afirmado anteriormente. Sin embargo, por sus comunicaciones con las
cavernas vecinas (White y Dixon) su longitud puede sobrepasar los 250 km. La
Carlsbad Cavern en Texas alcanza cerca de 50 Km. En Europa, la
Eisriesenwelt, que se encuentra a 1.700 metros de altitud cerca de Salzburgo en
Austria, presenta un dédalo de 30 Km., en tanto que la de Postumia
(Adelsberg) no tiene menos de 23 Km. de galerías.

Una curiosa horadación es aquella de Agtelek que une subterráneamente 56

a Hungría con Eslovaquia por debajo de la frontera gracias a un corredor de 18


Km. Se pueden citar además aquellas de Dachstein en Austria, con 13 Km.; la
de Lapa de Brejo en Brasil, de 6 Km.; en fin, la de Han-sur-Lesse en Bélgica,
de 5 Km. En Francia, el río subterráneo de Bramabiau, en Le Gard, ha cavado
una randa de 10 km. de galerías. Hay que mencionar también la gruta

- 22 -
Nuestra Tierra

explorada por P. Chevalier en el Isere, Francia, en 1943, llamada el Hoyo de


Glaz, de 443 m. de profundidad, mientras que su cavidad tiene una extensión
de 9.300 m. de los cuales 1.100 m. son pozos verticales8. Pero la cámara
subterránea más vasta se encuentra en Trieste; su bóveda alcanza 138 metros
de altura y 240 metros de largo; finalmente en Italia se encuentra el Abismo
Revel que es la vertical más alta, con un solo chorro de 316 metros.

Es preciso decir finalmente una palabra sobre las estalactitas y las 57

estalagmitas, las cuales se presentan generalmente bajo la forma de tubos de


diámetro variable, pendiendo del techo y creciendo hacia el suelo según las
leyes de gravedad. Éstas poseen en sus ejes un fino canal de dos a cinco
milímetros de diámetro aproximadamente, por donde pasa el líquido
saturado. La pequeña gota de agua terminal queda suspendida largos
momentos en la extremidad del canal depositando sobre su borde circular,
una ligera película cristalizada de carbonato de calcio. Cuando el aire es calmo
y el esparcimiento y la saturación de agua son constantes, el tubo de cristal
crece regularmente hasta alcanzar longitudes de dos metros. Centenas de esas
pajas traslúcidas decoran el techo de ciertas grutas, pero el agua que rezuma
de la bóveda y a lo largo de las paredes, recubre en olas sucesivas el exterior
de la varilla que crece entonces en espesor. El exterior quedará más o menos
cilíndrico si el chorro es regular, pero tomará una forma cónica si la llegada
del agua es irregular. Aserrándolos, se puede ver una sucesión de círculos
concéntricos semejantes a los anillos de un árbol. Las corrientes de aire,
rigurosas en ciertos pasajes estrechos, provocan que el agua rebote hacia un
lado y desvíe la estalactita que se inclina ligeramente o desciende en dirección
oblicua. Al caer cadenciosamente sobre el suelo, la pequeña gota de agua
forma primero una pequeña cúpula, mientras que el choque y el estallido del
agua libera gas carbónico que se deposita por evaporación alrededor de la
cavidad y sube en vara o columna según el esparcimiento del agua.
Finalmente las cascaditas producen poderosos y macizos montecillos.

Cuando la bóveda es particularmente alta, la gota se aplasta contra el 58

suelo y salpica en una multitud de gotitas de diámetro muy pequeño. Esa


salpicadura forma entonces alrededor del pilar central, largas hojas espesas
que se ensamblan una sobre otra, dando al conjunto el aspecto de hojas de
palma. Si la gota aérea se desvía en su descenso, forma una columna torcida
de curioso porte falso que a veces toma la forma de grandes bayonetas. Las
causas físicas y mecánicas modifican en cada caso la disposición del depósito
de calcio construyendo las formas más extravagantes: especie de estatuillas

8 En 1958 o 1959 se espera descubrir el curso subterráneo de la Sorgue y entonces la gruta


Juan Nuevo en Vaucluse, Francia, será una de las más profundas del mundo (¿700
metros?).

- 23 -
Nuestra Tierra

evocando mujeres, velaciones, animales conocidos, bajeles con torrecillas,


arbustos, colas, etc., y muchas otras formas singulares que las estalagmitas
pueden ofrecer.

Las cavernas están habitadas por seres que no ven jamás la luz del día, 59

como los animales cavernícolas que aún cuando no constituyen especies


particulares, ya que se relacionan con aquellas que viven afuera, huyen de la
luz. Es así que sus caracteres raciales se han modificado tanto en la oscuridad,
que ciertos naturalistas han creado para ellos géneros especiales, pues sus
tegumentos se han descolorido y sus cuerpos se han vuelto translúcidos. Los
órganos de la vista se atrofian e incluso desaparecen, mientras que los del
tacto y del oído adquieren, por compensación, un gran desarrollo. Los
animales de los grandes fondos marinos han sufrido, por otra parte, la misma
transformación. A medida que una especie crece en número, sus
modificaciones sensoriales se acentúan. Los especialistas han llegado a
enumerar más de trescientas variedades de insectos y han encontrado además,
arácnidos, miriápodas, crustáceos, moluscos, vertebrados, etc... Entre los
insectos se han encontrado coleópteros (anophthalmes), optópteros, cucarachas,
langostas, insectos de patas largas con antenas y palpos desmesuradamente
largos. Las ratas del género neotama tienen grandes ojos, pero no ven. Ciertos
peces (Amblyopsis spelaens y Lucifriga dentada) han perdido sus ojos. En
revancha, ciertas larvas han adquirido el poder de emitir fulgores
resplandecientes.



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Nuestra Tierra

Henos aquí en un nivel que nos permite citar un artículo muy interesante 60

“El Ozono atmosférico, gas indispensable para la supervivencia en la tierra” del Prof.
Charles Fabry, de la Academia de Ciencias, quien escribe: “Junto al ázoe, el
oxígeno, el gas carbónico y los ya bien conocidos gases nobles como helio,
argón, neón, xenón y kryptón, la atmósfera terrestre encierra además otro gas,
que se encuentra en cantidades extraordinariamente débiles y repartido a tal
altura que a primera vista resulta sorprendente, pues su desaparición
ocasionaría consecuencias catastróficas para los seres humanos en la
superficie de la Tierra. Se trata del ozono, poli-madre del oxígeno y forma
alotrópica de éste, pues posee propiedades esencialmente diferentes; se forma
en la muy alta atmósfera y especialmente en las regiones polares, debido a la
acción de la radiación ultravioleta del sol sobre las moléculas de oxígeno.”

Es solamente de algunos miligramos de ozono a la altura de la 61

estratosfera que depende la subsistencia de los seres vivos sobre la Tierra, ya


que juega el papel de pantalla selectiva ante la radiación solar, dejando pasar
únicamente las radiaciones indispensables para la síntesis clorofílica de los
vegetales y para la vitamina antirraquítica entre los animales superiores,
mientras que, al mismo tiempo, detienen las radiaciones ultravioleta cuya
acción esterilizante podría hacer de la Tierra un desierto.

Actualmente es un hecho bien conocido que cantidades infinitesimales de 62

ciertos cuerpos pueden tener una enorme importancia para la vida humana y
para la vida en general sobre nuestro planeta. El caso más común es aquel de
los venenos; así, por ejemplo, con un gramo de estricnina, se puede matar al
menos a veinte personas y hay toxinas que son mortales en dosis aún mucho
más débiles. Se trata ahí de acciones nocivas, pero desde el descubrimiento de
las vitaminas y de las hormonas, se conocen sustancias no vivientes cuya
presencia en la alimentación del hombre es necesaria y que se revelan no por
las enfermedades que causan, sino por las que se deben a su ausencia y que se
curan por asociación de alimentos y una cantidad increíblemente pequeña de
vitaminas. Asimismo en el aire, en el que existen cuerpos en ínfimas
proporciones que se revelan como necesarios para la vida.

En efecto, el aire que está formado principalmente por oxígeno y 63

nitrógeno, contiene una cantidad muy débil de gas carbónico no respirable,


pero que es sin embargo necesario para la vida vegetal. Es de éste gas que, bajo
la acción de ciertas radiaciones solares, todos los vegetales verdes extraen sus
sustancias. Es un fenómeno grandioso sin el cual la vida vegetal y en

- 25 -
Nuestra Tierra

consecuencia la vida animal, tal como las conocemos, desaparecerían de


nuestro planeta y sin embargo la proporción de ese gas en el aire es muy
pequeña: cerca de 1/2.000 de volumen y con el peso de 1 gramo por metro
cúbico de aire. Es de ahí y del agua que extraen del suelo, que los árboles
hacen su madera; que se forman los yacimientos de hulla, el aceite de oliva, el
azúcar de la remolacha y la glucosa de las uvas para producir el alcohol de
vino.

El ozono atmosférico va a otorgarnos todavía un ejemplo de la 64

importancia de lo “pequeñísimo”. Su acción es por cierto menos directa que en


los casos que acabamos de citar, ya que el ozono no actúa como elemento
nutritivo o asimilable, ni como veneno o antídoto, sino como un protector que
impide que las radiaciones nocivas que vienen del Sol destruyan la vida sobre
la Tierra; así, el ozono forma sobre nosotros una especie de quitasol que filtra
la radiación solar, quitándole las que serían nocivas para los seres vivientes y
dejando pasar solamente las que pueden serles útiles o necesarias. Sin
embargo, ese gas existe en nuestra atmósfera, como ya lo hemos dicho, en
proporciones extremadamente débiles, hasta el punto que si estuviese
uniformemente repartido, su proporción en volumen no pasa de 1 sobre 4’
000.000., o si se prefiere: un litro de ozono pesa cerca de 2 gramos, en 4.000
metros cúbicos, el volumen de una gran sala de 20 x 20, y 10 metros de altura.

El nombre de ozono viene de una palabra griega que quiere decir “tener 65

olor” y ese nombre está bien escogido ya que ese gas está afligido de un olor
muy particular y tan fuerte que permite descubrirlo en mucho menos de un
millonésimo de aire. Sin embargo, uno se encontrará seriamente afectado
después de media hora de estar respirando un aire que contenga sólo 4
miligramos por metro cúbico, o sea, una proporción de 2 millonésimas en
volumen. Por otra parte, es precisamente por su olor que el ozono se ha
revelado, desde hace más de dos siglos, alrededor de máquinas eléctricas en
actividad, aunque pasó mucho tiempo sin que ese olor, sentido como “el olor
de la electricidad”, fuera relacionado con un compuesto químico definido. Fue
solamente en 1840, con los trabajos de Schoenbein, de Bale, Suiza, que se
desarrolló la idea de que se estaba en presencia de un gas definido, una
especie química a la que se le dio el nombre de “ozono” antes de conocer su
composición. En lo sucesivo se han venido emitiendo las más diversas
hipótesis sobre este tema.

La dificultad en el estudio del ozono consistía en que no se podía obtener 66

sino en estado de vestigio y diluido en una enorme proporción de aire o de


oxígeno. Los débiles medios de que se disponía tuvieron que utilizarse con
mucho ingenio para llegar a establecer la constitución química de la molécula

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Nuestra Tierra

de ozono. En efecto, su molécula está formada únicamente por átomos de


oxigeno, lo cual hace posible obtener ozono haciendo pasar el fluido eléctrico a
través del oxígeno puro o inversamente, ya que la destrucción del ozono por el
calor, da únicamente oxígeno. Entonces ¿habría que concluir que el ozono no
es más que oxígeno? Sí y no, eso depende del sentido que se le dé al
“oxígeno”. Existe el átomo de oxígeno, que los químicos representan por el
símbolo “O”, pero que no puede subsistir en libertad sino durante un tiempo
muy corto, en el estado de extremo enrarecimiento, ya que al unirse dos de
estos átomos hacen la molécula de oxígeno (“O2”) que forma el gas que
respiramos

Cuando se dice: “el agua es una combinación de hidrógeno y de oxígeno” 67

es del átomo de oxígeno que se trata; pero en la frase: “el aire es una mezcla de
hidrógeno y oxígeno”, se trata de la molécula. El ozono no es el átomo “O” ni
la molécula “O2”, porque si bien está formada únicamente por átomos de
oxígeno, su molécula contiene tres, de manera que su fórmula química es
“O3”. Cuando esa molécula se descompone, lo que ocurre fácilmente bajo la
acción del calor, el O3 se descompone en O2 + O y enseguida cada átomo “O”
se une a otro de manera que no queda sino O2, el oxígeno ordinario. Hoy en
día se sabe obtener el ozono gaseoso perfectamente puro, el cual es estable a
baja temperatura pero poco agradable de manejar, ya que bajo ciertas
condiciones su descomposición en oxígeno provoca una violenta explosión.
Lo que sí se puede medir es su densidad en estado gaseoso y por consiguiente,
obtener su peso molecular. Así, mientras que el átomo “O” tiene por peso
atómico 16 (número escogido como base de los pesos atómicos), el oxígeno
vulgar (O2) tiene por peso molecular de 16 x 2 = 32 y el ozono, 16 x 3 = 48.

El misterio del “olor de la electricidad” se encuentra aclarado pues no 68

tiene nada de eléctrico. Pero aquí no es cuestión de estudiar en detalle las


propiedades químicas del ozono, digamos simplemente que ese gas es un
poderoso oxidante que a la temperatura ordinaria es capaz de producir
oxidaciones que no puede producir el oxígeno. En los locales donde existen
muy fuertes tensiones eléctricas, es imposible evitar la formación de algunos
efluvios y por consiguiente la producción de ozono; las oxidaciones que
resultan, en particular sobre los materiales y sobre la superficie de sus baños
aislantes, no carecen de inconvenientes para el material. Es una de las razones
por las cuales se ha visto la conveniencia de instalar al aire libre las estaciones
de aparejamiento y transformación eléctrica de alta tensión.

Llegamos aquí a un terreno en el cual la química le da una mano a la 69

“ciencia de las radiaciones” (ese capítulo tan apasionante de la física), y por


medio de ésta, a la astrofísica. Es un problema de espectroscopía astronómica

- 27 -
Nuestra Tierra

el que ha revelado la importancia de esta absorción y el papel que juega sobre


la Tierra. La luz que nos viene del Sol o de las estrellas, contiene el conjunto de
las radiaciones simples que forman una serie continua y son por consiguiente
de un número finito. Cada radiación está definida por una longitud de onda,
muy corta, que se expresa ordinariamente en una escala de unidades de diez
millonésimas de milímetro y que recibe el nombre de Angstrom (abreviación:
Å) por el nombre del físico sueco que la empleó por primera vez.

Es así que las radiaciones visibles son las que se escalonan de 4.000 a 70

8.000 Å. Pero esta doble limitación radica únicamente en los achaques del ojo,
porque cuando nos servimos de otros receptores, aunque también tengan
limitaciones o si se prefiere sus propias “cegueras”, percibimos que en
realidad la serie de radiaciones continúa en ambos lados del espectro y que lo
que percibimos ordinariamente no es sino un islote en un océano mucho más
vasto. Por el lado de las grandes longitudes de onda se encuentran las
radiaciones infrarrojas, por el de las pequeñas longitudes de onda se
encuentran, más allá del violeta, las radiaciones ultravioleta que se estudian
como se hace con los rayos X, es decir por medio de la fluorescencia de ciertas
pantallas o, mejor aún, por medio de la fotografía.

De todas maneras, para el estudio de los ultravioleta existe una 71

dependencia bastante desagradable, pues el vidrio, materia bendita de los


ópticos, pierde su transparencia y se vuelve inútil para las radiaciones cuyas
longitudes de onda son inferiores a aproximadamente 3.500 Å. Felizmente el
cuarzo o cristal de roca, que consiste en silicio natural cristalizado, viene a
suplir la deficiencia del vidrio y es con su ayuda que se llega rápidamente a
prolongar los ultravioleta hasta una longitud de onda de 1.800 Å. Para emplear
el lenguaje de la acústica, se puede decir que los ultravioleta se extienden
entonces por más de una octava, quedando así superado el campo de las
radiaciones visibles. Fueron las fuentes artificiales de luz, y en particular la
chispa eléctrica canalizada por medio de metal, las que abrieron ese nuevo
dominio. Pero, cosa curiosa, la magnífica la intensidad de la luz solar en el
dominio visible queda muy atrás en el ultravioleta, ya que ninguna radiación
solar se podría encontrar en las longitudes de onda inferiores a un cierto límite
que oscila en los 2.950 Å. Dos hipótesis se presentaron: o bien a causa de una
debilidad el Sol no emite ondas cortas del ultravioleta, o bien, si lo hace, sería
la atmósfera terrestre la que les sirve de pantalla.

Un estudio cuidadoso de la cuestión, hecho en 1879 por Alfredo Cornu, 72

demuestra lo acertado de esta última hipótesis, ya que a medida que el Sol


desciende hacia el horizonte sus rayos atraviesan la atmósfera más
oblicuamente, de manera que están obligados a traspasar un volumen de aire

- 28 -
Nuestra Tierra

cada vez más grande. Ahora bien, se constata que la extensión del espectro
ultravioleta se reduce a medida que se acerca a las pequeñas longitudes de
onda. Es lo que uno ve en las fotografías del espectro solar cuando se han
tomado en el momento en que el Sol se encuentra más alejado del Zenit.
Quedaba entonces por saber cuál era en la atmósfera el gas responsable de esa
absorción. Cornu, muy prudentemente, se había limitado a concluir que era
“uno de los elementos permanentes” contenidos en el aire, lo cual eliminaba el
vapor de agua siempre presente, pero en proporciones extraordinariamente
variables y sin que sus variaciones puean afectar el límite del espectro solar.

Casi en esa misma época, en 1881, el químico británico Hartley descubrió 73

las notables propiedades absorbentes del ozono en la región ultravioleta. El


gas del que se servía, obtenido por la acción del fluido eléctrico sobre el
oxígeno, era muy pobre en ozono ya que su proporción en volumen no era
sino de 1/2.000. Colocado en un tubo de un metro de largo, cerrado en los dos
extremos por láminas de cuarzo, esa mezcla gaseosa era equivalente a una
capa de ozono puro de un espesor de sólo 0,5 mm. Estudiando a través de ese
débil filtro la radiación producida por una chispa eléctrica, Hartley encontró
que una larga banda del ultravioleta era completamente absorbida y fijó los
límites de esa fuerte absorción entre las longitudes de onda de 2.930 a 2.320 Å
con un máximo de absorción de 2.560. Å.

Hartley, apoyándose en los trabajos de Cornu y en los análisis químicos 74

de Honzeau, emitió la hipótesis de que el gas responsable del corte del


espectro solar no era otro que el ozono. Incluso previó, basado en ciertas
constataciones metereológicas hechas en el observatorio de Montsouris, que la
muy alta atmósfera debía ser mucho más rica en ozono que el aire que
respiramos. Su memoria termina con una frase que merece ser citada: “Yo
pienso que el espectrógrafo fotográfico (cámara-espectroscopio) tal como lo he
utilizado, podría convertirse en un instrumento metereológico de gran valor a
causa de su extraordinaria sensibilidad a los rayos ultravioleta cuya absorción
es debida a ínfimos vestigios de diversas sustancias y en particular del
ozono”.

Se conoce todo el desarrollo que se produjo a continuación: desde los 75

Buisson, Fabry, Cabannes, Duffay, R. J. Srutt, convertido en Lord Raleigh


después de la muerte de su padre en 1919, siguió con Jausseran, Rouard, y
finalmente E. y V. H. Regener, de la Hochschule de Stuttgart, quienes hicieron
el audaz ensayo espectrográfíco del ultravioleta con un balón-sonda, en 1934.
El espectrógrafo óptico de cuarzo está provisto de un obturador que
periódicamente se suelta y se rearma y que permite hacer tomas sucesivas en
una sola placa que se traslada ligeramente después de cada toma y que una

- 29 -
Nuestra Tierra

vez revelada muestra una serie apretada de espectros. Con este procedimiento
se ha podido explorar la atmósfera hasta una altura de 30 kilómetros.

En resumen, el ozono atmosférico contribuye al equilibrio térmico de 76

nuestro planeta, porque si la atmósfera intermedia se encuentra a una


temperatura muy baja de aproximadamente -60 grados C. hasta una altura de
10 o 12 kilómetros, se tienen excelentes razones para pensar que la atmósfera
más alta, lejos de ser fría, alcanza ya a una altura de 100 km. probablemente
unos 50ª C. y quizás aumente todavía en alturas más elevadas. Pero es por
algo que la radiación solar es absorbida por el ozono y es por algo que esa
cobertura caliente sobre nosotros debe influir en el equilibrio térmico de
nuestra Tierra, ya que todo ser vivo, animal o planta, necesita para
desarrollarse y vivir un alimento que recibe del medio que lo rodea. Se pueden
colocar bajo esta rúbrica, tanto los productos gaseosos tomados del aire como
los sólidos y los líquidos tomados del mundo mineral o de otros seres
vivientes.

Una planta tomará del suelo casi toda su agua, algunas sales minerales, 77

nitrógeno y otros productos, y tomará del aire el gas carbónico para fabricar
los hidratos de carbono que forman sus tejidos. En cuanto a los animales
superiores, estos dependen completamente del mundo vegetal para su
alimentación, unos directamente, otros por medio de los animales que se
nutren de éste. Así, la desaparición de la vida vegetal sobre la Tierra
equivaldría casi a la desaparición total de la Vida en nuestro planeta, o al
menos de la que se puede llamar “vida superior”. En definitiva, todo lo vivo
depende de la función “clorofílica” que hace posible que las plantas verdes
extraigan de la atmósfera el carbono que necesitan para fabricar su sustancia.

Todo ese complicado conjunto de reacciones químicas que encadena a la 78

mayoría de los seres vivientes, exige aún la intervención del Sol cuyas
radiaciones alcanzan el suelo de este único planeta de nuestro sistema en el
que existe la Vida. La química biológica comprende, pues, en su base, una
parte importante de fotoquímica, ciencia cuyos principios comienzan a
deducirse pero cuyo detalle es extraordinariamente difícil de precisar, ya que
por otra parte, las diversas radiaciones pueden actuar de manera diferenciada
en la naturaleza donde sus distintos efectos se encuentran mezclados.
Mientras que ciertas radiaciones actúan de una manera útil e incluso
necesaria, otras se comportan como verdaderos venenos, tanto para los
vegetales como para los animales. En cuanto al hombre, le queda mucho por
hacer antes de comprender del todo esa fotoquímica biológica.

Pero es en el caso de los vegetales que la importancia de las radiaciones se 79

hace más evidente. Todo crecimiento de los vegetales verdes, y por

- 30 -
Nuestra Tierra

consiguiente una gran parte de la alimentación del mundo animal, está


relacionado con la acción de las radiaciones. Pero ¿cuáles son las radiaciones
eficaces para tan importante uso? Todas las que son absorbidas por la materia
verde de las hojas, es decir, la clorofila, esa sustancia con fuertes bandas de
absorción en el rojo y el anaranjado, así como en el azul. Estamos, pues, en
presencia de una reacción química que exige un enorme gasto de energía para
descomponer las moléculas de gas carbónico esparcidas en la atmósfera (y que
se encuentran entre las más estables de la química), y poner en libertad su
oxígeno, mientras que el carbono, tras un proceso especial, da finalmente
hidratos de carbono. Aquí se encuentra sin duda que el fenómeno más
grandioso de la química biológica es en realidad un fenómeno fotoquímico.

Sin embargo, las radiaciones ultravioleta que tienen a menudo una 80

misión importante en la fotoquímica, no son particularmente eficaces para la


función clorofílica y aquellas de sus radiaciones que llegan abundantemente al
suelo, con una longitud de onda de 3.000 Å, en nada resultan nocivas. Pero las
ondas ultravioleta más cortas, por ejemplo aquellas cuya longitud de onda es
inferior a 2.900 Å, actúan como venenos sobre los vegetales. Es justamente
contra estas que estámos protegidos por el ozono de la atmósfera más alta.
Ahora bien ¿a qué se debe que la acción mortal de ciertas radiaciones
invisibles, que se extienden por tanto sobre seres muy diversos y aún sobre el
hombre, no tenga efecto sobre las partes del cuerpo que, como la conjuntiva
del ojo, no están protegidas por la epidermis? Probablemente a la acción de
esas radiaciones sobre casi todos los coloides, los cuales son coagulados o
disueltos. Sea como sea, esa acción mortal puede ser puesta en evidencia de
muchas maneras. La más correcta y la más elegante es la de hacer actuar las
radiaciones sobre un cultivo de muy pequeños organismos y extenderlas en
un amplio espectro, de manera que cada punto del cultivo sea sometido a una
radiación pura bien definida.

Ya desde 1910 L. Raybaud había intentado renovadas experiencias con 81

felices resultados sobre diversos vegetales, pero la misma experiencia triunfó


sobre otros seres muy diferentes, en particular sobre los microorganismos, los
microbios y los bacilos. Si el ozono desapareciera, todo el mundo vegetal
desaparecería también. Aunque también es verdad que la radiación solar, tal
como nosotros la recibimos a través de la atmósfera, contiene unos pocos
destellos nocivos para los microorganismos, los hongos, etc. y es bien
conocido que esos seres no se desarrollan bien a todo Sol, lo que viene a
justificar el aforismo según el cual “el sol sana”. De esas radiaciones que sanan
porque matan, quedan justamente bastantes, y su acción sobre los vegetales
interesa directamente al hombre y a los animales superiores que toman del
mundo vegetal casi todo su alimento. Sin embargo, para el hombre hay

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Nuestra Tierra

también un grupo de radiaciones útiles y aún necesarias que se encuentran


principalmente en los ultravioleta y vienen a unirse a las radiaciones que
resultan mortales para los vegetales.

La necesidad de ciertas radiaciones para mantener al hombre, y sobre 82

todo al niño en buena salud, resulta de experiencias tan viejas como la especie
humana; los niños criados en locales privados de la luz del día se vuelven
raquíticos y no se desarrollan adecuadamente, pero una cura de sol o, en su
defecto, de luz artificial rica en radiaciones ultravioletas, los reconduce a la
salud, pero ¿por medio de qué mecanismo? Hoy sabemos que eso se relaciona
con la necesidad que tiene el organismo de ciertas vitaminas, como en este caso
la vitamina antirraquítica. Que las vitaminas son substancias necesarias a
dosis extremadamente débiles, es cierto, pero el organismo no las puede
fabricar sin esa ayuda indispensable que constituyen las radiaciones
ultravioletas.

El hombre se encontraría así en una situación bien delicada si las cosas no 83

se hubiesen arreglado por sí mismas con la intervención del velo de ozono


tendido sobre él, pues el centelleo emitido por el Sol es extremadamente rico
en radiaciones de toda longitud de onda e incluye por lo tanto las ondas
ultracortas del extremo ultravioleta. Si el ozono desapareciera y llegaran al
suelo todas esas radiaciones, el mundo vegetal no existiría, el alimento del
hombre y de los animales superiores sería imposible y la humanidad moriría
de hambre. Pero asimismo, si la proporción de ozono atmosférico aumentara
por ejemplo debido a una hipotética modificación del centelleo solar, las
radiaciones indispensables a la producción de vitamina “D” serían
enteramente absorbidas y la vida humana sería amenazada de raquitismo. Así,
la continuidad del milagro de la vida sobre la Tierra depende de la presencia
de algunos miligramos de ozono en la atmósfera inaccesible.



- 32 -
Nuestra Tierra

Vengamos ahora a los límites de los dos mundos “A las fronteras de la 84

Materia y de la Vida”, para citar el título de un artículo del Profesor A. Vandel


quien emite esta opinión tan pertinente: “La distinción absoluta entre lo
viviente y lo no viviente es una idea enteramente moderna”. En efecto, la
creencia en la generación espontánea, que en siglos pasados fue un
sentimiento universal, creaba un puente entre el dominio de lo viviente y el de
la materia inorgánica. Van Helmont, a mediados del siglo diecisiete, creía
todavía en la generación espontánea de los ratones. Buffon atribuía el mismo
origen a las tenias y las ascárides. Fueron los descubrimientos de Pasteur los
que abrieron el abismo entre lo viviente y lo no-viviente, mientras que hoy día
sonados descubrimientos han venido a llenarlo de nuevo, aunque no
mediante resucitar la creencia en la generación espontánea, sino
mostrándonos el paso de la estructura química a la construcción orgánica.

Los progresos de la técnica experimental, como las invenciones del 85

ultramicroscopio electrónico y la ultracentrifugación, han puesto en evidencia,


por ejemplo, las curiosas propiedades de los virus-proteínas. Estos son
gérmenes patógenos con una estructura molecular gigante y que poseen al
mismo tiempo ciertas propiedades de la materia viviente, como las de
multiplicación y asimilación. El estudio de los virus-proteínas nos permitirá
definir más claramente los atributos de lo viviente y asir mejor las etapas y la
significación profunda de la complejidad orgánica que parte del átomo para
llegar al hombre. Recordemos que hasta una época muy reciente se creía que
los elementos más pequeños compatibles con la vida eran las “bacterias”, pues
aún cuando se trata de seres más simples que los animales y los vegetales
unicelulares (protistas), poseen sin embargo todas las características esenciales
de los seres vivientes. Es cierto que los biólogos teóricos de finales del siglo
XIX habían imaginado su existencia como una partícula compuesta de un
pequeño número de otras partículas diferentes a ella y que representaría,
según decía éstos, el edificio más simple que existe con propiedades vitales
(“biofores” de Weismann, “pangenes” de De Vries); pero ahí se trataba todavía
de inducciones teóricas que no se apoyaban en ninguna observación concreta.

En la época pasteuriana, esos agentes patógenos que son los virus no 86

podían ser percibidos ni por los mejores microscopios y escapaban también a


los filtros empleados corrientemente en bacteriología (bujías Chamberland) y
es por esa razón que hasta hace poco tiempo se les designaba todavía con los
términos de “virus invisibles” o “virus filtrables”. Tales son, entre los virus
que atacan al hombre, los virus de la gripe, de la poliomielitis, de la viruela, de
la fiebre amarilla, de la rabia. Entre los que parasitan a los animales

- 33 -
Nuestra Tierra

domésticos, citemos los virus de la fiebre aftosa, de la peste bovina, de la peste


porcina, del sarcoma de las gallinas, del empringamiento de los gusanos de
seda, etc... Entre los virus que atacan a las plantas, los más estudiados son
aquellos que determinan las enfermedades conocidas bajo el nombre de
“mosaicos”. Ese término se debe a que el virus determina que sobre los
órganos de las plantas, especialmente sobre las hojas, se formen unas manchas
de color verde pálido y otras verde oscuro, las cuales tomarán más tarde un
color blanco amarillento y carmesí respectivamente. Citemos a título de
ejemplo, el virus del mosaico del tabaco, el del mosaico del pepino, los virus X
e Y de la patata, el virus del achatamiento del tomate, etc...

Durante mucho tiempo se creyó que el virus se diferenciaba de las 87

bacterias tan solo por su talla más reducida, pues se pensaba que las
“propiedades” de esos agentes patógenos, como su “invisibilidad” e
imposibilidad de ser detenidos por los filtros, no se debían sino a las
imperfecciones de nuestra técnica. En efecto, hoy día podemos fotografiar los
virus gracias al ultramicroscopio que en lugar de ondas luminosas utiliza la
propagación de electrones, permitiendo obtener de 20.000 a 40.000 aumentos.
Por otra parte, ahora es posible retener los virus por medio de filtros de
colodión, cuyos poros son capaces de detener elementos ultramicroscópicos.
De manera que actualmente ya no se puede hablar, ni de virus invisibles, ni de
virus filtrables.

Desde el punto de vista de sus actividades patógenas, los virus se 88

comportan como bacterias y provocan “enfermedades infecciosas” análogas a


las producidas por éstas. Basta inyectarle a una planta sana un poco de savia
de una planta atacada por el mosaico, para ver aparecer en ella los síntomas de
la enfermedad. El virus de la patata es transmitido por el pulgón, el virus de la
fiebre amarilla por los mosquitos del género “Aedes”.

Los virus, mucho menos que las bacterias, no nacen por “generación 89

espontánea” y ningún argumento serio permite creer que los virus aparezcan
de un momento a otro en el interior de las células de sus huéspedes, sino que
son siempre introducidos y su origen siempre exógeno. Así, nada en su
comportamiento parece distinguir a los virus de las bacterias, pero es preciso
hacer notar sin embargo, que los virus son obligatoriamente parásitos. No se los
puede cultivar como a las bacterias en medios sintéticos, pues no se
multiplican sino en la materia viva, de ahí que solamente se los haya podido
cultivar en embriones o tejidos.

Bastaría con recordar el estado de espíritu que reinaba todavía hace 90

solamente algunos años, para comprender la sorpresa que conmovió al


mundo científico cuando en 1935 se enteró que el biólogo americano W. M.

- 34 -
Nuestra Tierra

Stanley había logrado obtener el virus del mosaico del tabaco al estado puro y
“bajo la forma de cristalización”. El virus había sido recogido por
ultracentrifugación, pues las centrifugaciones normales que giran a la
velocidad de varios miles de vueltas por minuto, se mostraron incapaces de
asegurar la retención de una partícula tan ligera como el virus. El resultado
fue obtenido por centrifugadoras capaces de girar a 20.000, 50.000 y aún a
100.000 revoluciones por minuto, de manera que el virus recogido así,
cristaliza bajo la forma de finas agujas. Los resultados de Stanley fueron
rápidamente confirmados y extendidos a otros virus, como el de la patata, el
virus del mosaico del pepino y el del achatamiento del tomate, que fueron
obtenidos también al estado cristalizado. Los virus están desprovistos de
membrana envolvente, ese elemento tan característico de todos los seres
vivientes. En una palabra, la forma del virus, tal como la revela el microscopio
electrónico, parece corresponder más bien a una estructura química que a una
organización vital.

La obtención de virus cristalizados al estado puro ha permitido 91

emprender su análisis químico, y es así que se ha probado que el virus del


mosaico del tabaco no representa otra cosa que una molécula de “núcleo-
proteína”; de ahí que se le haya dado el nombre de “virus-proteína”. Pero esta
conclusión se aplica probablemente a todos los virus, pues hay que recordar
que las nucleoproteínas, que son elementos esenciales del protoplasma y del
núcleo en particular, están formadas por la asociación de una sustancia
proteica y ácido nucleico. Esa materia proteica representa una red compleja de
ácidos aminados que se asocian para formar polipéptidos, como por ejemplo
la peptona; los polipéptidos se combinan a su vez para formar las sustancias
proteicas, constituidas así por varios cientos de ácidos aminados asociados en
cadena.

Las búsquedas de Stanley y de sus émulos, suscitan una apasionante 92

cuestión: ¿los virus-proteína son cuerpos químicos o seres vivientes? Esa


pregunta conduce, pues, a buscar los criterios de lo viviente. El fenómeno vital
por excelencia y específico de la vida es la “asimilación”. Por ejemplo, un
cristal de cloruro de sodio crece si se lo deja sumergido en una solución madre
que contenga moléculas de cloruro de sodio idénticas a las que constituyen su
propia sustancia, pero no lo hace si se lo sumerge en una solución de cloruro
de potasio. Sin embargo, ese es un fenómeno de crecimiento y no de
asimilación. Que los seres vivientes asimilan quiere decir que absorben
materiales extraños diferentes de su propia substancia y que los transforman
en una materia semejante a la suya. Es esa transformación la que lleva el
nombre de asimilación y es el fenómeno que se encuentra en la base de la
reproducción y de la multiplicación. Ahora bien, lo cierto es que los virus

- 35 -
Nuestra Tierra

“asimilan” y Stanley ha hecho notar que el virus del mosaico del tabaco ataca
no solamente al tabaco, sino también a un gran número de otras plantas.

En resumen, los virus deben ser considerados como seres vivientes por el 93

hecho de que asimilan. De esta afirmación resulta que las propiedades


características de la vida son capaces de manifestarse ya en la escala molecular
y que los virus-proteínas deben ser considerados como seres vivientes, y sin
duda como las formas vivientes más simples de todas las que conocemos. Sin
embargo, no se los podría ver como una llave para resolver el origen de la
Vida, ya que son en efecto obligatoriamente parásitos de organismos superiores
de animales o vegetales y de cuya existencia depende ineludiblemente su
multiplicación. Entonces no se debe ver en ellos a una especie de
representantes rezagados de las primeras formas vivientes aparecidas sobre la
Tierra y la mayoría de los biólogos los consideran más bien como
representantes degradados y simplificados por el parasitismo de organismos
más complejos, probablemente bacterias.

Los virus se parecen extraordinariamente al “nucleoide” o núcleo 94

primitivo de las bacterias puesto en evidencia por Piekarski. Ese núcleo estar
formado al parecer por una molécula de nucleoproteína, de manera que tal
vez los virus no sean sino bacterias reducidas a sus núcleos. Así, la ausencia o
la reducción del citoplasma sería la razón por la cual los virus son incapaces
de multiplicarse en medios sintéticos. Y no es una razón menor, pues lo que
hace de los virus objeto de extraordinario interés, es que nos ofrecen la
“imagen” más exacta que poseemos de los estadios que marcan el paso de lo
no-viviente a lo viviente. Pero los virus no son los únicos arreglos de orden
molecular susceptibles de presentar las características de lo viviente, pues se
sabe que los caracteres hereditarios se encuentran bajo la dependencia de unos
corpúsculos muy pequeños llamados “genes” encerrados en los cromosomas.
Ahora bien, los genes parecen presentar las más grandes afinidades con los
virus.

Los “genes”, que ya hemos estudiado y analizado ampliamente en los 95

textos precedentes, son tan incapaces como los virus de llevar una vida
autónoma, pues los unos y los otros no pueden multiplicarse sino en el
interior de organismos superiores y hasta en la forma de multiplicarse parecen
semejantes. Además, los genes y los virus son de un mismo orden de
dimensiones. Los genes de la mosca de vinagre, por ejemplo, (“Drosophila
melanogaster”), miden 50 “milimicrones”, considerando que un milimicrón es
la milésima de micrón o la millonésima de milímetro. Por otra parte, los genes,
están, como los virus, esencialmente constituidos por núcleo-proteínas. Ciertas
anomalías, como la empenachadura de las hojas son producidas por un virus

- 36 -
Nuestra Tierra

bajo la influencia de factores hereditarios, es decir, de genes. Los genes están


destinados a sufrir bruscos cambios que reciben el nombre de “mutaciones”.
Por su parte, los virus presentan fenómenos análogos, pues son objeto de
variaciones bruscas que se traducen en algún tipo de virulencia o
sintomatología.

Una conclusión notable se desprende de las búsquedas cuyos principales 96

resultados hemos resumido aquí. El autor de “En las fronteras de la Materia y de


la Vida” la sintetiza así: “Los virus constituyen verdaderos intermediarios
entre las moléculas proteicas y los seres vivientes unicelulares. De las
primeras, poseen la forma, la estructura y la composición química, así como la
forma cristalina. De los segundos, tienen la facultad de multiplicarse y el
poder de asimilación. Los virus representan los términos de paso que reúnen
la materia inanimada dispuesta según el tipo químico, a la materia viviente
organizada según el modo biológico”. Ahora bien, los “bacteriófagos”, que
atacan a las bacterias, descubiertos por el biólogo d'Herelle, representan
probablemente una forma intermediaria entre los virus-proteínas y las
bacterias. Ruska ha demostrado, con la ayuda del microscopio electrónico, que
los bacteriófagos tienen una estructura organizada formada por una “cabeza”
estructurada y una ceja terminal y que secretan poderosas diastasas y lisinas
que disuelven a las bacterias. D'Herelle, quien ha mantenido siempre que el
bacteriófago representa un ser viviente, le dio el nombre de “Protobios
bacteriophagus”.

Además de las sustancias plásticas, que constituyen el material con que 97

los organismos vivos hacen la síntesis de sus tejidos, y de las sustancias


energéticas que queman para convertirlas en trabajo y calor, los seres vivientes
recurren a cuerpos de una extrema diversidad y que aún estando presentes
siempre en cantidades muy débiles y a veces infinitesimales, no son menos
indispensables para la vida. Los más conocidos han recibido los nombres de
hormonas, vitaminas, oligoelementos diversos como el zinc, el manganeso,
etc..., que comandan todas las reacciones de asimilación, dirigen el
crecimiento del individuo, intervienen en la contracción de los músculos, etc.
Su acción es comparable a la de los catalizadores en las reacciones químicas, y
como ellos, son sensibles a la acción de dosis muy pequeñas de sustancias
inhibidoras, en otras palabras, de “venenos”. Así, esos organismos vivientes se
han revelado como detectores ultrasensibles y son los únicos “instrumentos”
de medida apropiados para el estudio de esas substancias, cuyas cantidades
puestas en juego en esos fenómenos biológicos desafían las balanzas más
perfeccionadas.

- 37 -
Nuestra Tierra

Veamos cómo se expresa el gran sabio francés Pierre Devaux en un 98


artículo lleno de detalles interesantes: “Los seres vivientes reactivos ultrasensibles
para los microanálisis químicos”: “En los cuerpos humanos la proporción normal
de níkel, cobalto, aluminio, titanio, boro, yodo y arsénico necesarios para la
vida, varía de 1/10 a 1/100 e incluso a 1/1.000 de miligramo por kilo. Cuando
uno busca la acción del manganeso sobre un enmohecimiento negro
“Aspergillus niger”, es imposible emplear recipientes de vidrio que cedan
suficiente manganeso como para falsear el resultado, pero operando en
aparatos de platino o de cuarzo fundido, se ha podido demostrar que
1/100'000.000 de manganeso asegura la evolución normal del enmohecimiento
y que una dosis 100 veces más pequeña, manifiesta todavía su presencia por
un aumento sensible de la cosecha. A la última dilución de una parte de
manganeso en 10 mil millones de partes del medio nutritivo, es decir de 1 gr.
de metal en 10.000 m3 , el suplemento de cosecha en relación a la levadura sin
manganeso (medida en materia seca), alcanza 21 millones de veces el peso de
manganeso introducido”.
Es a estos elementos activos, verdaderos “gobernadores” de la vida, que 99

Gabriel Bertrand les ha dado el nombre de oligoelementos; y en ese estado


particular, cuya verdadera naturaleza será clarificada quizás por la ciencia del
mañana, se oponen a los elementos simplemente “plásticos” que forman la
materia del ser viviente. El modo de actuar de esos elementos oligárquicos los
relaciona claramente con los “catalizadores” hoy día clásicos en la industria
química, ya que parecen provocar una serie de reacciones sin entrar ellos
mismos en las combinaciones. En realidad, además de las acciones puramente
físicas de absorción superficial y de condensación local, intervienen a menudo
en dos combinaciones sucesivas: con la primera privan la libertad, mientras
que con la segunda la restituyen. Naturalmente numerosas experimentos
tuvieron lugar en laboratorios, pero los elementos minerales no son los únicos
capaces de actuar en dosis muy débiles. La farmacopea oficial ha debido
preocuparse de la dosificación biológica de los medicamentos particularmente
activos, tales como el digital y los arsenobenzoles.

Los biólogos conocen otra categoría de sustancias orgánicas que actúan 100

en dosis extremadamente débiles: las “hormonas” y las “vitaminas”. Se sabe


que las hormonas son sustancias químicas secretadas y vertidas en la sangre
por las “glándulas de secreción interna” cuyos efectos específicos se
manifiestan selectivamente a distancia en un determinado órgano gracias al
transporte efectuado por los “humores”: linfa y sangre. Mientras que los
sistemas nervioso vegetativo y cefalorraquídeo pueden ser comparados a la
red telegráfica del organismo, las hormonas constituirían “mensajeros
pneumáticos” que transportan bajo forma material las incitaciones de los

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Nuestra Tierra

diversos centros pilotos. Es así que la “hormona testicular” influye en el


desarrollo del sistema piloso y en la morfología de la laringe, y que la insulina
que es la “secreción interna” del páncreas, asegura el equilibrio de la tasa
glicémica sanguínea. Gran número de esas substancias, y la insulina en
particular, son indispensables a la vida del mamífero, hasta el punto que la
eliminación quirúrgica del órgano productor o el trasiego de la hormona,
provoca inevitablemente la muerte. Otras hormonas tales como las “hormonas
sexuales” sin ser estrictamente indispensables, son sin embargo de una gran
utilidad para el organismo.

En los organismos superiores la necesidad de coordinar la actividad de 101

miríadas de células constitutivas, impone la existencia de un sistema


regulador y si bien el sistema nervioso es el elemento esencial, el sistema
hormonal es su complemento. En efecto, solamente las hormonas son capaces
de actuar sobre células aisladas, como los fagocitos que, llevados por el
torrente sanguíneo o circulando con la linfa, recorren los intersticios de los
órganos a la caza de microbios. Los órganos, por el contrario, son susceptibles
de dos clases de control; así, un fragmento del tubo intestinal separado del
cuerpo del animal, inmerso en una solución nutritiva mantenida a
temperatura constante, continúa contrayéndose rítmicamente bajo la acción de
“centros nerviosos locales” diseminados en sus mismas túnicas y a
proximidad. En el animal intacto esas contracciones son controladas, como
sucede igualmente para los otros órganos de la vida vegetativa, por los dos
sistemas nerviosos llamados “autónomos”: el “simpático” y el “vago”, cuyos
efectos son antagónicos. El simpático acelera el corazón, el vago lo disminuye;
el simpático relaja los músculos del intestino y el vago refuerza su contracción.

Excitación, inhibición, tales son las dos “fases” de la regulación vital que 102

encontramos tanto en el dominio de las hormonas y como en el de los nervios.


Al lado del antagonismo simpático-vago, encontramos el antagonismo de los
productos de secreción de las diversas glándulas: una inyección de adrenalina,
secreción de la médula suprarrenal, aumenta la tasa de la glucosa sanguínea;
una inyección de insulina, secreción del páncreas interno, la disminuye. Por
otra parte, los dos sistemas trabajan con mutuos intercambios: las glándulas
endocrinas actúan a través de sus hormonas sobre el sistema nervioso, el cual
rige a su vez parcialmente la secreción glandular. Además, las mismas
glándulas parecen ellas subordinadas a otra de las mismas: la hipófisis,
pequeña glándula bilobular disimulada bajo la base del cerebro y que
constituye como el “director de orquesta” del vasto conjunto endocrino.

Aquí, una cuestión importante se plantea: ¿aquella dualidad de los 103

“nervios-glándulas” es tan absoluta como se afirma? Es P. Devaux quien

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Nuestra Tierra

explica: “¿El modo de acción del nervio en ciertos casos, no debe ser
comparado a aquel de la glándula? Y el nervio motor, lejos de ser asimilado a
un conductor eléctrico siguiendo las concepciones clásicas de Arsonval, de
Lapicque y de sus alumnos, ¿no es más bien una especie de ‘glándula
alargada’ que vendría a segregar, al contacto con el músculo, una sustancia
excitante o calmante?”

Tal es la revolución que permite encarar en la fisiología el descubrimiento 104

de la aparición de dos substancias químicas características: la “acetilcolina” y


la “adrenalina”, en los puntos precisos de la innervación de los músculos
lisos9 del sistema orgánico vegetativo y al nivel de las articulaciones celulares
en los ganglios nerviosos. Siguiendo la naturaleza de ese “mediador” químico,
se puede distinguir así dos categorías de nervios vegetativos: los primeros
parecen actuar por liberación de una substancia de tipo acetilcolina y el efecto
producido por su excitación es análogo a aquel que ejerce esa substancia
cuando es puesta en contacto con el músculo liso o con el tejido de la glándula
comandada. Por otra parte, los agentes farmacológicos que modifican la
acción de la acetilcolina, ya sea para reforzarla o prolongarla (eserina), o sea
para disminuirla o abolirla (atropina), actúan en el mismo sentido sobre el
efecto producido por la excitación de esos nervios. Se ha podido, por otra
parte, demostrar en ciertos casos que la excitación de dichos nervios libera
efectivamente una débil cantidad de substancia, que si bien no es acetilcolina
se le aproxima mucho. Estos nervios son llamados “colinérgicos”. A los
nervios de la segunda categoría se les denomina “adrenérgicos”, pues actúan
liberando la adrenalina o la simpatina, que es una substancia muy parecida,
(las pruebas demostrativas son análogas).

En este punto desbordamos el marco del capítulo que nos habíamos 105

propuesto y será en el próximo folleto que veremos las cuestiones que


continúan esta exposición. Es preciso mencionar, sin embargo, que estos textos
no son la última palabra de la Ciencia, sino simplemente algunas bases más o
menos ciertas de las investigaciones actuales, o mejor aún, el estado de
conocimiento científico de hace una decena de años. Es preciso recordar, por
otra parte, que no tenemos la intención de poner al lector al corriente de los
últimos acontecimientos, sino más bien de ofrecer una especie de standard del
Saber.

Repitámoslo aún, no se trata para nosotros de dar una enseñanza técnica, 106

sino más bien de formar un espíritu de Síntesis y es en ese sentido que, como

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Nuestra Tierra

ya lo hemos dicho, es preciso trasponer los elementos para extraer los


principios de esta “Búsqueda de la Verdad”. Finalmente, es con esa idea que
ofrecemos periódicamente estos “Propósitos Psicológicos” en general, y
particularmente los capítulos sobre “Nuestro Universo”, “Nuestra Tierra” y el
próximo libro “Nuestro Organismo”.

Junio de 1957

9 Se sabe que estos músculos, a la inversa de los músculos estriados, están sustraídos de la
acción de la voluntad y reservados a las funciones puramente vegetativas.

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Nuestra Tierra

Obras, autores y personajes mencionados


Propósito Psicológico XVI:

Nuestra Tierra

AUTORES CITADOS

Devaux, Pierre, “Los seres vivientes reactivos ultrasensibles para los micro análisis
químicos”
Fabry, Charles, “El ozono atmosférico, gas indispensable al mantenimiento de la vida
sobre la tierra”.
Glory, André, “Al descubrimiento del nuevo mundo subterráneo”.
Jeannel, Dr., “La génesis de las faunas terrestres; Elementos de Biogeografía”
Vandel. A., “La evolución del mundo animal y el porvenir de la especie humana”;
“Cómo se habría modelado la Faz de la Tierra”, “Las fronteras de la materia y de la
vida”.
Wegener, “La génesis de los continentes y de los océanos”

PERSONAJES MENCIONADOS

Airy, Autor del esquema de la “Isostasia”.


Arsobal, Biólogo.
Bertrand, Gabriel, Biólogo.
Bufón, Biólogo.
Buisson, Físico.
Cabannes, Físico.
Chevallier, P., Explorador de las cavernas francesas.

Cornu, Alfredo, Conocido por sus trabajos de espectrografía.


D´Herelle, Biólogo.
Daubree, Autor de la experiencia del resquebrajamiento del espejo.
De Vries, Biólogo.

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Nuestra Tierra

Devaux, P,. Biólogo.


Duffay, Físico.
Fafry, Físico.
Hartley, Químico británico.
Honzeau, Químico.
Jacobi, Dr., Autor de la teoría de la repartición geográfica en el Reno.
Juasseran, Físico.
Lapicque, Biólogo.
Raybaund, L. Físico.
Regener, V. H. y Regerer, E.: Físicos Alemanes.
Rosa, Zoólogo italiano que sostuvo la teoría de la Hologénesis que habla del
nacimiento en dos puntos distantes de una misma especie.
Shoenbein, Científico Suizo, descubridor de las cualidades del ozono.
Srutt, R.J., Físico.
Stanley, W.M., Biólogo norteamericano.
Suess, E., Geólogo Austriaco.
Surrell, Autor del perfil del equilibrio absoluto en la formación de cavernas
subterráneas.
Van Helmont, J.B., Físico, Químico y Biólogo Belga.
Vulcano, Rey del fuego en la mitología griega.
Wiesmann, Biólogo.
Willis, J.C., Botánico Inglés.

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