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INTRODUCCION
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Un itinerario sin regreso: del yo – tú al nosotros
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misión frente a ellos. El otro es mi correctivo antropológico, aquel que en su
humanidad marca mis confines, mis límites, ayudándome a definirme como persona.
En la relacionalidad y reciprocidad personal se descubre una dimensión originaria
que compromete y estimula a ser hombres de la historia. De esta dimensión no
podemos prescindir si queremos instituir relaciones humanas auténticas y duraderas.
Este nuevo planteo, exige una perspectiva como la revela Cicchese, heterocéntrica-
relacional. Se trata de continuar siendo hombres que realizan siempre más su
humanidad en el espacio de lo ínter subjetivo, de ese mundo humano que nos
pertenece en la medida en la cual nos aleja de nuestro ego, construyéndonos
continuamente en el encuentro3. El cristianismo ofrece un “plus” antropológico, un
suplemento de humanidad sea en clave personal, que en el sentido comunitario, y lo
expresa antropológicamente como amor universal, capaz de encarnarse en la historia
con cada prójimo y en la reciprocidad de los vínculos de fraternidad, donde el modelo
Trinitario responde con una nueva imagen de Dios4.
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Sin un sujeto histórico capaz de construir alternativas, el discurso sobre otra
comunidad comunicacional puede llegar a ser vacío de contenido. Es necesario
definir los sujetos en su dimensión histórica concreta y específica.
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Re-pensar los “diseños curriculares” en el compromiso de un perfil y un estilo de
comunicación
La reflexión que deseamos hacer junto a Uds. en este espacio es sobre la formación
que se brinda en comunicación en los centros de estudio, formación que comprende
también la capacitación, y el grado de operatividad que reciben los profesionales
cualquiera sean los títulos alcanzados. Todo catálogo de ofertas, desde el más sencillo
al más elaborado, describe siempre un perfil del egresado, o bien un perfil del
destinatario de los cursos o carreras, queriendo, en ese perfil, trazar una especie de
identikit de hacia dónde y cómo podrá proyectarse el estudiante una vez finalizado el
estudio ofrecido. Las propuestas se desarrollan entre extremos, desde los futuros
castillos profesionales con grandes posibilidades laborales y de progreso, (hoy más
cuestionadas, por la dificultad que ofrece la falta de puestos de trabajo), hasta un
universo de ofertas fundadas en el conocimiento de la operatividad y la destreza en el
uso de las nuevas tecnologías. Muchas son las variantes que, dentro de este amplio
horizonte comunicacional, se pueden mencionar.
No trazaremos en estas páginas una radiografía sobre las curriculas puntuales de los
centros de formacion, trabajo pertinente a cada casa de estudio. Consideramos
importante, en cambio, poder preguntarnos y responder a otros interrogantes no tan
frecuentes a la hora de diseñar los planes de estudio porque las mismas exigencias de
las múltiples ofertas del mercado muchas veces modifican el pulso de quienes tienen
la función de diseñarlas. Las más de las veces no es solo exigencia de mercado el
cambio de ruta, sino aquello que denominaríamos ausencia de preguntas y proyectos
“de fondo”, que hace carecer de un planteo educativo fundado en una cosmovisión de
la vida y de la cultura. Es necesario preguntarnos: ¿en qué medida vinculamos al
sujeto en formación con la sociedad en la cual vive y desarrolla su actividad? ¿En
qué medida y cómo contribuirá al desarrollo de las prácticas sociales y culturales para
construirlas? En definitiva: ¿qué tipo de persona y comunidad política, religiosa,
cultural y social estamos construyendo? ¿Qué mujeres y hombres estamos formando,
y para que construcción comunicacional los estamos formando? ¿Qué comunicación
estamos construyendo y para que comunidad social?
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Los centros académicos de la Comunicación se encuentran ante un real desafío ético
que lleva inexorablemente a un cuestionamiento, esta vez desde una mirada distinta a
la habitual, se porpone una antropología desde una perspectiva relacional que
fomenta un sujeto capaz de conquistar su propia y verdadera integridad en el ejercicio
de la reciprocidad con los otros. Desde esta perspectiva se convoca a los centros de
estudio a un paso más allá, pensando la integridad de las ciencias de la comunicación
como respuesta a la persona concebida íntegramente, toda la persona, todas las
personas, la comunidad. Una disciplina donde pensamiento y acción se conjuguen,
donde teoría y praxis se modelen recíprocamente en un dinamismo integral y
superador. Donde desde la teoría se ilumine la praxis y esta a su vez ilumine la teoría,
y se supere de esta manera esa enorme brecha dual que separa la vida del pensar, la
razón de los afectos, las prácticas de lo teórico.
9
Partiendo de la idea de paradigma concebida por Kuhn.
10
Mattelart, A., Mattelart, M., Pensar sobre los medios, Costa Rica, 1988, Del Primera Ed. en francés 1986,
p. 28.
11
Restrepo, J. D., Taller y consultorio de ética periodística, publicado por la FNPI y el Fondo de Cultura Económica.
12
Rivera, J., Comunicación, Medios y Cultura. Líneas de investigación en la Argentina. UNLP, Bs. As.
1997.
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determinadas prácticas de la comunicación. White13, señala que importantes estudios
de la comunicación, no expresan una precisión científica al presentar los enfoques,
las líneas de pensamiento, los paradigmas, las teorías, los métodos y las prácticas.
Encontramos serios contrastes entre teorías, métodos y prácticas en el universo de la
comunicación, y es poco el espacio que ocupa en la agenda de los comunicadores esta
constatación. Es evidente que el trabajo de fundación teórica de las elecciones éticas
profesionales corre el riesgo de no ser lo suficientemente incisivo si no crea un
ligamen entre la investigación académica y los profesionales de los medios.
A partir de la investigación que venimos realizando observamos que,
simultáneamente a cuanto dijimos antes, la comunicación en si, como ciencia,
presenta una fuerte exigencia de convergencia, necesita un trabajo de sistematización
y profundización sobre su epistemología, necesita de una coherencia en su dinámica
interna14. Se trata de re-pensar o diseñar la estructura científica de la disciplina
recurriendo a sus raíces filosóficas, antropológicas, sociológicas y a todas las
disciplinas de las ciencias humanas y sociales. Se busca una epistemología que refleje
siempre más la profundidad y el alcance de la comunicación en su deber y poder ser.
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realización humana, también en el conocer, depende esencialmente de sus
posibilidades de comunicación16. De esta manera es dar y recibir en un intercambio
de reciprocidad donde mi pensar, una vez donado, no se encuentra ya en mí como
mío, sino como parte de ese “nosotros” que constituyo, y desde allí, vuelve a cada
interioridad.
Por ultimo, un tercer desafío se abre camino en nuestra reflexión, se trata del reflejo
que tiene el diálogo teoría-praxis en dos términos cercanos a todos los comunicadores
de todos los estadios, rangos y rubros de la comunicación, la coherencia entre
pensamiento y acción, dos términos cercanos a todos. Se recupera aquí un
pensamiento de Gandhi donde afirma: “soy mi mensaje”, es decir: pienso y actuó en
la misma frecuencia, pienso y realizo en continuidad armónica, actuó cuanto pienso y
pienso cuanto actúo. Esta propuesta no niega la “contradicción”. Cuando se piensa en
un dialogo entre pensamiento y acción, que integre la totalidad del conocimiento y el
actuar en la persona y de la comunidad, no se está cerrando el círculo en un
puritanismo que niegue la contradicción humana, se está proponiendo elevar la
perspectiva de la mirada y centrar nuestro enfoque en una dimensión que nos integre,
que permita elegir y ejercer la existencia desde la coherencia. La verdad trae consigo
la exigencia de coherencia y unidad entre lo que se dice y lo que se hace, donde la
vida se encarga de confirmar o no las palabras.
16
CELAM, Hacia una teología de la comunicación, DECOS-CELAM, Bogotá 1988.
17
WHITE, R., Comunicar Comunidad, Ed. La Crujía, Buenos Aires, 2007.
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estudiantes y los intereses personales, y la forma en que estos descubren y desarrollan
sus propias habilidades.
Nos podemos preguntar: ¿Cómo se hace desde la ética para incrementar la felicidad
de los profesionales de la comunicación? La teoría que desarrolla el pensamiento
griego en Aristóteles y que hoy retoman numerosos autores se funda en que la
felicidad de una persona depende del reconocimiento de sus capacidades, y de su
desarrollo para expresarlas al máximo. Si se descubre la estructura de su naturaleza
humana en las varias capacidades que todos los seres humanos poseen y las
desarrollan, tendrá una vida feliz y armoniosa. Sin embargo, la idea de Aristóteles va
más allá, él dice que la persona fue ideada también para dar felicidad. Vivir una vida
feliz y fructífera en Atenas de Aristóteles significaba participar de la vida de la
comunidad.
Al reflexionar sobre lo que da felicidad y satisfacción a las personas que eligen las
múltiples profesiones de la Comunicación, es necesario centrarse en aquello que es
sin lugar a duda uno de los puntos más altos en la vivencia de la comunicación: el
construir significado con los otros. Como personas en relación e interdependientes
que somos, todas nuestras acciones se vinculan y afectan de alguna manera el
bienestar de aquellos que nos rodean. En línea con el pensamiento de White, y
siguiendo la huella de muchos filósofos como Habermas, se puede comprender que
una de las formas más maduras en el concebir la comunidad y la participación a la
misma, es poder tomar la perspectiva desde los demás, y asumir como nuestro propio
bien, el bien también de los demás. “La gente pensando en este nivel ve la necesidad
de coordinar las perspectivas recíprocas, y cree que las satisfacciones, el
entendimiento o las resoluciones sociales deben ser mutuas y coordinadas para ser
genuinas y efectivas”18.
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prioridad universal ante la vida y la dignidad humana; nuestra existencia comunitaria
debe ir más allá del lenguaje, encaminarse hacia la acción para tomar decisiones de
participación colectiva, para establecer normas de justicia que reconozcan los
derechos humanos universales y traten con los temas del poder. Es de gran
importancia tratar el tema de la distribución de la responsabilidad en la comunicación
pública, muchos se refieren principalmente a la ética de los profesionales de la
comunicación en sus distintas disciplinas. De hecho cargan solamente con una parte
pequeña de la responsabilidad de los medios de comunicación. Es necesario examinar
la ética de los medios de comunicación en términos de una jerarquía de
responsabilidad. Todos los actores son, en cierto modo, responsables en relación a la
ética de los medios de comunicación. Son de particular importancia los valores de la
cultura general, llamada ética pública. De allí que el público sea uno de los actores
más determinantes en el proceso comunicativo. Si el público no sostiene los valores
de libertad e igualdad, u otros, entonces ese mismo público no llamará a los
profesionales de los medios de comunicación a ser responsables y habrá en toda la
sociedad un sentido reducido de la responsabilidad. Los valores de la cultura son la
base de toda ética. Es importante cimentar la ética de la comunicación, en una
concepción de comunicación en continua construcción en un proceso comunicacional
donde las partes no pueden concebirse aisladas e independientes, sino en su
comunidad originaria de: “emisores-receptores”, de comunicador-público.
Muchos son los autores en la actualidad que se preguntan: ¿Como encontrar un punto
de referencia que nos permita comunicar hoy; que nos permita desbloquear la
comunicación pública?19 Frente a los fracasos comunicacionales que constelan la
cotidianidad, se evidencia que la comunicación, no obstante su aparente naturalidad y
simplicidad, es un proceso decididamente complejo20. Muchas son las tentativas que
intentan dar respuesta a la demanda que genera hoy la comunicación. Se trata de un
fatigoso camino emprendido no solo por lo estudiosos de la comunicación, sino
también por antropólogos, sociólogos, psicólogos, investigadores y profesionales de
otras disciplinas21. Los conflictos en la comunicación pública se manifiestan en
distintos niveles y contextos, desde lo micro, a lo medio y macro; dentro y fuera de
las sociedades e instituciones. Cuanto sucede a nivel micro social se reproduce en lo
macro y viceversa. Un creciente sentido de inseguridad y desorientación recorre el
escenario de nuestro continente. Podemos preguntarnos, junto a muchos pensadores
contemporáneos, si podremos conocer una era sin muros que nos separen, con
puentes que se construyan continuamente entre las personas, los grupos y los
pueblos22. Algunas preguntas serían: ¿cómo puede volverse compatible la igualdad
con la libertad, la unidad con la pluralidad, o el derecho de las mayorías con aquel de
las minorías?23
19
ARAUJO, V., Seminario Internacional sobre Comunicación, 7.6.03, C. G., pag. 10.
20
LE MURA, G., Comunicar, Hijas de San Pablo, MI 1999, p. 154
21
Se encuentran teorías muchas veces carentes de prácticas que las puedan sostener, y se ven muchos trabajos empíricos sin una formulación teórica.
No se visualiza un enfoque que pueda armonizar las diversidades sin homogenizarlas, dando a cada una valor y espacio.
22
SIX, J.F., Dinámica de la mediación, Paidos Barcelona, Bs. As., México, 1997, p. 17.
23
HABERMAS, J., La soberanía popular como procedimiento", Letra Internacional, N° 15716; Madrid, 1989, p. 47.
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VI. La comunicación en diálogo un desafío ético
Cada comunidad, cada institución, cada estructura social, tiene necesidad de diálogo
en sus entrañas. Un diálogo como medio para tender puentes entre las partes en
conflicto -afirma la socióloga brasileña Araujo- para anudar hilos desatados, para
volver a encender la comunicación interrumpida, para re-avivar la interacción
apagada24. Un diálogo cultural, entendiendo la cultura como el hábitat, el modo y
estilo en el cual la persona y la comunidad viven la vida; y un diálogo al mismo
tiempo intercultural, capaz de armonizar en unidad la diversidad. Es una de las
respuestas a los grandes desafíos de la comunicación pública hoy.
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cabo partiendo de la elección de una actitud, la cual puede calificar cada actividad y,
al mismo tiempo, volverse un método para realizarla. Dialogar realmente significa, de
hecho, cuestionar el propio ser a través de la comunicación que proviene del
interlocutor. A diferencia de un monólogo, el diálogo implica el poder ser cambiado
en virtud del “proceso de comunicación” del diálogo mismo.
El diálogo permite a los interlocutores incluirse como parte del proceso, y considerar
la determinación que las acciones y las perspectivas de los participantes pueden tener
sobre aquello que sucede. Freid Schnitman dice que es oportuno definir valores y
parámetros que emergen en el proceso mismo y, sobretodo estar abiertos a la novedad
y al redimensionarse necesario que surge de las nuevas alternativas, de la
complejidad, de las fluctuaciones y de las oportunidades.28
Dialogar significa arriesgar, ponerse en juego superándose a sí mismo, superando las
propias seguridades y verdades, para permitir ser puesto en discusión por parte del
otro y abrirse a cuanto el otro propone. Significa aceptar el riesgo de que la
comunicación con el otro y del otro opere procesos de transformación en uno.
Entonces, el verdadero diálogo no sería solo el intercambio entre dos conciencias, la
comunicación de dos universos mentales; sería la construcción de un mundo nuevo
de la interioridad29. La apertura al otro y la aceptación de entrar en un itinerario que
es constituido por un proceso, significa, para los protagonistas, un alto sentido de
protagonismo y participación, al mismo tiempo, significa el reconocimiento de la
misma situación para quien es el correspondiente interlocutor. Esto revela una de las
características más genuinas como estilo de comunicación: que no admite
manipulación en el proceso comunicativo y sitúa a los dos (o más) protagonistas en la
misma condición. Es importante destacar que estas posibilidades no se dan en mayor
medida como expresión de las características que cada uno lleva al diálogo en tanto
persona, grupo, institución, etnia, pueblo o cultura, sino que es el diálogo mismo el
que crea las condiciones de paridad, generadas por la esencia misma de la
comunicación en el proceso comunicativo.
Para Hemmerle, sólo si nos confrontamos los unos con los otros, exponiéndonos al
cambio en el pensamiento y en la vida, se vuelve posible un camino interior y
exterior que nos toca hasta el punto de que por él se transforma nuestro modo de
hablar, de escuchar, de pensar y de vivir30. La diversidad que debo superar para
encontrarme, no es un espacio vacío, “son los otros”; por lo tanto sin los otros no seré
jamás yo mismo. La diversidad del otro no debe dar miedo, no puede intimidar o
alejar de un auténtico dialogo. El otro no puede ser una amenaza sino un bien
positivo. El diálogo permite participar y tender hacia el otro, formar parte del otro.
28
FRIED SCHNITMAN, D., Nuevos paradigmas en la resolución de conflictos. Perspectivas y prácticas. Ed.
Ediciones Granica., Buenos Aires – Argentina, 2000. p. 29
29
CARPENTIER, R., “L’échec de la communication”, in Les hommes devant l’échec, Paris 1968; cit. in Neher, op.
cit., pp.61-62.
30
HEMMERLE, K., Partire dall’unità. La Trinità come stile di vita e di pensiero, C.N., Roma, 1998, p. 18.
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Como afirma Gadamer, nosotros aprendemos a vivir uno con el otro31. El diálogo es
ese proceso de fusión de horizontes de individuos que logran una real unidad
permaneciendo distintos32. La dimensión comunicativa lleva a centrar el proceso
comunicativo en el diálogo en lo social y en su dinamismo, donde se da la
elaboración de significados. La perspectiva comunicativa dialógica se basa sobre la
co-creación y circulación de significados a través de la participación de y en la
reciprocidad.
CONCLUSIONES
31
GADAMER, H.G., La molteplicità d’Europa. Eredità e futuro, in AA.VV., Krali, Milano, 1988, p. 30.
32
CICCHESE, G., All’ascolto del silenzio. Dal silenzio al dialogo, Nuova Umanità, N° 2, 1994, pp. 67-88.
33
GAMBERINI, P.; MARTELLI, S.; BALDASSARE, P., Multiculturalismo dialogico?, Ed.Messaggero 2002.
34
HEMMERLE, K., Partire dall’unità. La Trinità come stile di vita e di pensiero, C. N., Roma, 1998, p. 18.
13
Un comunicador y una comunidad comunicadora artífice de diálogo se sitúa en la
“realidad del otro” considerando indispensable el valor de la diversidad, de la unidad
de los opuestos, de la multiplicidad y de la interculturalidad.
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