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Es hoy, cada vez más, racionalmente aceptable la posibilidad de que los misterios

iniciáticos, de data inmemorial y conservados en diversas tradiciones y doctrinas


esótericas, tengan cierta correspondencia con los fenómenos reales; de ello la Física
Quántica y la Matemática Experimental son un buen ejemplo. Sin embargo, ellos niegan
lo eterno (idea fundamental de la mística) para colocar en su reemplazo la noción
científica de la constante. Parece ser, a primera vista, una aproximación bastante
adecuada, inocua incluso. Pero ya mi Maestro enseñaba que dos hombres pueden
concebir lo mismo y el resultado ser algo diametralmente opuesto, porque dependerá
siempre del Sentido que se le imprima.
La noción de eternidad es profundamente diferente; nos sugiere en primer término
una iniciación, una superación del hombre a través de sus potencias, porque es una
dimensión (por llamarle de algún modo) donde reside un algo sin tiempo, sin forma, y
por ende sin materia. Algo que la ciencia no ha logrado concebir, aunque nos hable de
la Energía, que no sería otra cosa que un estado acelerado del movimiento de la materia.
La eternidad es algo completamente distinto, algo que, en primer lugar, no cualquier
mente logra concebir, porque, además, no todos poseen Espíritu, una Psique, una
mente-alma. Algunos (la gran mayoria) sólo tienen Racionalidad, pero no Mente, en el
sentido más profundo de esta palabra, y en ellos sólo existe lo mecánico, lo funcional, lo
discursivamente coherente y eficiente, siendo así que jamás lograrían imaginar siquiera
lo Eterno, llegando únicamente a lo Constante, a una relativa invariación que no logra
ser medida desde comienzo a fin, pero que carece de cualquier principio Inteligente ¿Y
eso que quiere decir? que no hay cabida al Espíritu, a ese principio trascendente,
increado, a aquella Mente auto-conciente y luminosa.
Pero nosotros sí creemos en el Espíritu, en esa otra ciencia, inmemorial e iniciática,
que eleva al hombre a la Totalidad, constelándolo y teniendo como resultante su
Divinización, ingresando en lo Eterno. A muchos esto parecerá una locura, a mi me lo
pareció por mucho tiempo también, pero hoy, cuando los límites de lo real y el Mito se
han difuminado a la luz del Yo absoluto, del Selbst, entonces todo comienza a tener
sentido. Quizá sea necesario, por lo mismo, algunas palabras preliminares.

Si nos sumergimos en la Sanatana Dharma [1] podremos observar que lo


manifestado, es decir el Universo como totalidad y sus partes constituyentes (a su
perfecta escala), tiene un origen Septenario. Sólo como ejemplo podemos mencionar el
plano Ptolemaico y sus siete planetas, ya plasmados desde mucho antes, con perfecto
conocimiento de sus particularidades y atributos (símbolos, funciones y colores) en el
Ziggurat Sumerio. Tambien los siete puntos geománticos de nuestro planeta [ver fig. 1],
que corresponden a sus ejes fundamentales, perfectamente conocidos por la ciencia
moderna (y de los cuales surgirán los siete
pueblos de la Diáspora Hiperbórea, a lo que
nos referiremos más adelante). Y en último
lugar, los siete centros energéticos del cuerpo
humano, los Shakras.
¿Qué quiere decir esto? La antigua Kabda
[2] nos explica que al alinearse los siete centros
(malamente llamados de energía, y más
precisamente de Conciencia, porque el TODO
es mente [3]), al constelarse, al decir del
profesor Jung, entonces se libera el Ser de la
entropía causada en la Creación, en el Big
Bang, abriendo los portales a ese otro mundo
del ritual y de la magia. Por lo que debemos comprender ya que este mundo no es todos
los mundos, sino un plano de manifestación, muchísimo más defectuoso incluso, pero
que conserva la estructura Septenaria arquetípica que al elevarse potencialmente (y
dicha potencialidad reposa en la Voluntad del Hombre) abre la fuente de su Verdadera
Realidad.
Alguien podría decir: “todo esto es mera mitificación de algo ya sabido por la
Fig. 1
ciencia”. Pero volveremos a explicar que la ciencia moderna abstrae toda Realidad de
aquello, lo seculariza y deja sin espíritu, lo reduce a ecuaciones y sistematizaciones
algebraicas.
En la Edad Media era una idea común de la ciencia (de esa otra ciencia) la noción
de Macrocosmos y microcosmos, en que se propone que el hombre y las cosas del
universo no son más que una proyección orgánica del Cosmos (el todo sincronizado).
Esta noción otorga pues al Universo una condición de ente Vivo, y conciente por lo
tanto, donde el hombre es ese vértice dorado que le otorga conciencia de-si, su Selbst,
completando el Yo absoluto. El yoga no es algo muy distinto, pues finalmente cuando
los siete shakras se alinean, se constelan a su vez con los planetas y estos con las
energías Galácticas, siendo un UNO absolutamente indisoluble, huyendo así del Karma,
la acción que somete a todas las cosas a tránsito y transformación.
Ese otro mundo, aquella dimensión, ha sido descrita innumerables veces bajo
distintos nombres (ver mi cuento Los Amigos Desconocidos) y por hombres de épocas
muy distantes, todos ellos a la luz de su EL. Dentro del Vedânta, por ejemplo, se nos
explica que Brahma es el Principio Supremo NO-manifestado de todo lo existente, y a
donde irán a dar a su debido tiempo, a través de la “liberación” (moksha) del hombre
iniciado (jivan-mukti), todas las cosas; y es a ello a lo que nos referimos, a la
posibilidad de acceder a esos planos superiores de Ser en el NO-ser , que únicamente
podrán abrirse a través del Hombre, porque es el Hombre su llave y su cerrojo. Es el
Rayo Verde IN/existente, ese haz de luz IRREAL, que es más real que cualquier realidad.
Algo a lo que la ciencia moderna y la Quántica, nunca podrán acceder, porque NO-
Existe.
Podríamos decir que ese mundo es intraatómico (y no subatómico), y que ese primer
átomo, UNICO en realidad (siendo nosotros partes constituyentes de él), deberá ser
concebido como la parte manifestada de un punto concéntrico inexistente de donde
emana ese haz de luz antes mencionado. A este punto luminoso ausente llamaremos Sol
Negro (Schwarzer Sonne). Cuando el Sol Negro emana su Rayo Verde, todo comienza.

[1] Sanatana Dharma puede ser entendido como aquel saber contenido en lo inmemorial del hombre (en
términos de Jung, en su inconciente colectivo), que ha sido manifestado en diversas culturas por símbolos
y valores sumamente coherentes entre sí, llegando a ser elementos complementarios de un gran saber
fragmentado. René Guenon le llama la “Gran Tradición”.
[2]Kabda sería lo que es la Qbalah para el Judío pero en su manifestación Aria. Muchos pueblos guardan
memoria de la Kabda, como es la Kaballa gótica en la Edad media germana, o la tradición Ófica entre los
pitagóricos. Quizá el Mantra también sea un guiño levemente alterado de la gran Kabda.
[3] Este es el primer principio del Mentalismo Alquímico, expuesto por Hermes Trimesgisto en el
Kybalion.

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