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Este documento discute varios temas relacionados con el psicoanálisis didáctico y la formación de psicoanalistas. Señala que el sujeto cuestionado en el psicoanálisis didáctico constituye un problema y sigue siendo un sujeto intacto. También sugiere que el psicoanálisis didáctico podría iluminar la naturaleza del psicoanálisis al aportar una restricción. Finalmente, plantea que la transmisión del saber en el psicoanálisis podría defenderse refiriéndose
Este documento discute varios temas relacionados con el psicoanálisis didáctico y la formación de psicoanalistas. Señala que el sujeto cuestionado en el psicoanálisis didáctico constituye un problema y sigue siendo un sujeto intacto. También sugiere que el psicoanálisis didáctico podría iluminar la naturaleza del psicoanálisis al aportar una restricción. Finalmente, plantea que la transmisión del saber en el psicoanálisis podría defenderse refiriéndose
Este documento discute varios temas relacionados con el psicoanálisis didáctico y la formación de psicoanalistas. Señala que el sujeto cuestionado en el psicoanálisis didáctico constituye un problema y sigue siendo un sujeto intacto. También sugiere que el psicoanálisis didáctico podría iluminar la naturaleza del psicoanálisis al aportar una restricción. Finalmente, plantea que la transmisión del saber en el psicoanálisis podría defenderse refiriéndose
Un grano de entusiasmo es en un escrito el rastro ms seguro que pueda dejarse
para que revele su poca, en el sentido lamentable. Lamentmoslo para el discurso de Roma, tan seco, para lo cual las circunstancias que menciona no aportan nada atenuante. Al publicarlo, suponemos un inters en su lectura, incluyendo el malentendido. Aun si desesemos la precaucin, no a!adir"amos a su destinacin original #al $ongreso%, unas palabras destinadas &al lector& cuando la constante, de la que advertimos desde el principio, de nuestro dirigirnos al psicoanalista, culmina aqu" al adecuarse a un grupo que solicita nuestra ayuda. Redoblar el inters seria nuestra rplica, si es que no equivale a dividirlo revelar lo que, sea lo que sea para la conciencia del sujeto, gobierna ese inters. 'ueremos (ablar del sujeto cuestionado por ese discurso, cuando volverlo a situar aqu" desde el punto en que por nuestra parte no le fallamos, es tan slo (acer justicia al punto donde nos daba cita. )n cuanto al lector, ya no (aremos, salvo el apunte un poco ms all del designio de nuestro seminario, sino fiarnos a su enfrentamiento con te*tos sin duda no ms fciles, pero ubicables intr"nsecamente. +eta, el mojn que se!ala la vuelta que (a de cerrarse en una carrera, es la metfora de la que (aremos vitico para recordarle el discurso indito que proseguimos desde entonces cada mircoles del a!o docente, y que pudiera ser que le asista #si no asiste a l% al circular por otra parte. ,obre el sujeto cuestionado, el psicoanlisis didctico ser nuestro punto de partida. )s sabido que se llama as" a un psicoanlisis que se propone uno emprender con un designio de formacin, especialmente como elemento de la (abilitacin para practicar el psicoanlisis. )l psicoanlisis, cuando est especificado por esta e*igencia, es considerado por ello como modificado en los datos que se suponen en l ordinarios, y el psicoanalista ju-ga deber (acer frente a ello. 'ue acepte conducirlo en esas condiciones supone una responsabilidad. )s curioso comprobar cmo se la despla-a, por las garant"as que se toman. .ues el bautismo inesperado que recibe lo que all" se propone de &psicoanlisis personal&#/% #como si los (ubiese diferentes%, si las cosas vuelven a ponerse efectivamente en el spero punto que se desea, no nos parece incumbir para nada a lo que la proposicin aporta en el sujeto as" acogido, desatenderla en suma. Acaso se vea ms claro purificando a dic(o sujeto de las preocupaciones que e*presa el trmino de propaganda0 el efectivo que ensanc(ar, la fe que propagar, el estndar que proteger. )*traigamos de ellas al sujeto que implica la e*igencia en que se presenta 'uien nos lee da un primer paso en la observacin de que el inconsciente le da un asiento poco propicio para reducirlo a lo que la referencia a los instrumentos de precisin designa como error subjetivo1 sin renuencia a a!adir que el psicoanlisis no tiene el privilegio de un sujeto ms consistente, sino que ms bien debe permitir iluminarlo igualmente en las avenidas de otras disciplinas. )sta empresa de envergadura nos distraer"a indebidamente de dar sus derec(os a lo que de (ec(o se alega0 o sea el sujeto al que se califica #significativamente% de paciente, el cual no es el sujeto estrictamente implicado por su e*igencia, sino ms bien el producto que se desear"a determinado por ella. )s decir que se a(oga al pe- en la operacin de su pesca. )n nombre de ese paciente la escuc(a tambin ser paciente. )s por su bien por lo que se elabora la tcnica de saber medir su ayuda. De esa paciencia y mesura se trata de (acer capa- al psicoanalista. .ero despus de todo, la incertidumbre que subsiste sobre la finalidad misma del anlisis tiene como efecto no dejar entre el paciente y el sujeto que se le ane*a sino la diferencia, prometida al segundo, de la repeticin de la e*periencia, quedando incluso legitimado el que su equivalencia de principio se mantenga con todo su efecto en la contratransferencia. 2.or qu entonces la didctica ser"a un problema3 4o (ay en este balance ninguna intencin negativa. Apuntamos un estado de cosas donde asoman muc(as observaciones oportunas, una vuelta a cuestionar permanente de la tcnica, de los destellos a veces singulares en la verbosidad de la confesin, en suma una rique-a que puede muy bien concebirse como fruto del relativismo propio de la disciplina, devolvindole su garant"a 5ncluso la objecin deducible del blac67out que subsiste sobre la finalidad de la didctica puede quedar como letra muerta ante lo intocable de la rutina usual. ,lo lo intocado del umbral mantenido en la (abilitacin del psicoanalista para (acer didcticas #donde el recurso a la antig8edad es irrisorio% nos recuerda que es el sujeto cuestionado en el psicoanlisis didctico el que constituye un problema y sigue siendo sujeto intacto. 24o (abr"a que concebir ms bien el psicoanlisis didctico como la forma perfecta con que se iluminar"a la naturale-a del psicoanlisis a secas0 aportando una restriccin3 9al es el vuelco que antes de nosotros no se le (ab"a ocurrido a nadie. .arece sin embargo imponerse. .orque si el psicoanlisis tiene un campo espec"fico, la preocupacin teraputica justifica en l cortocircuitos, incluso temperamentos1 pero si (ay un caso que pro(iba toda reduccin semejante, debe ser el psicoanlisis didctico. +al inspirado estar"a quien emitiese la sospec(a de que sugerimos que la formacin de los analistas es lo ms defendible que el psicoanlisis puede presentar. .ues esa insolencia, si e*istiese, no tocar"a a los psicoanalistas. +s bien a alguna falla por colmar en la civili-acin, pero que no est todav"a bastante circunscrita para que nadie pueda jactarse de tomarla a su cargo. .ara ello slo prepara una teor"a adecuada a mantener el psicoanlisis en el estatuto que preserva su relacin con la ciencia. 'ue el psicoanlisis naci de la ciencia es cosa manifiesta. 'ue (ubiese podido aparecer desde otro campo es inconcebible. 'ue la pretensin de no tener otro sostn siga siendo lo que se considera obvio, all" donde se distingue por ser freudiano, y lo que no deja en efecto ninguna transicin con el esoterismo que estructura prcticas vecinas en apariencia, ello no es a-ar, sino consecuencia. 2$mo entonces dar cuenta de las equivocaciones evidentes que se muestran en las conceptuali-aciones en curso en los c"rculos instituidos3 Arrglense como se pueda sus diferentes maneras 7desde la pretendida efusin unitiva donde, en el culmen del tratamiento, se recobrar"a la beatitud que (abr"a que considerar inaugurante del desarrollo libidinal, (asta los milagros tan alabados de la obtencin de la madure- genital, con su facilidad sublime para moverse en todas las regresiones7, en todas partes se reconocer ese espejismo que ni siquiera es discutido0 la completud del sujeto, que se confiesa incluso formalmente considerar como una meta de derec(o posible de alcan-ar, si en los (ec(os algunas cojeras atribuibles a la tcnica o a las secuelas de la (istoria la mantienen en el rango de un ideal demasiado apartado. 9al es el principio de la e*travagancia terica, en el sentido propio de este trmino, en que demuestra poder caer el ms autntico interrogador de su responsabilidad de terapeuta tanto como el escrutador ms riguroso de los conceptos0 conf"rmese con el parangn que evocamos primero, :erenc-i, en sus e*presiones de delirio biolgico sobre el amp(imi*is, o para el segundo, en el cual pensamos en ;ones, m"dase en ese paso en falso fenomenolgico, la ap(anisis del deseo, en que le (ace desli-arse su necesidad de asegurar la igualdad7de7derec(o entre los se*os respecto de esa piedra de escndalo, que slo se admite renunciando a la completud del sujeto0 la castracin, para llamarla por su nombre. Al lado de estos ilustres ejemplos asombra menos la profusin de esos recentramientos de la econom"a a que se entrega cada quien, e*trapolando de la cura al desarrollo, incluso a la (istoria (umana1 tales la retrotraccin del fantasma de la castracin a la fase anal, el fundamento tomado de una neurosis oral universal... sin l"mite asignable a su etc. )n el mejor de los casos (ay que tomarlo como manifestando lo que llamaremos la ingenuidad de la perversin personal, quedando la cosa entendida para dejar lugar a alguna iluminacin. 4inguna referencia en estas palabras a la inanidad del trmino psicoanlisis personal de la que puede decirse que con demasiada frecuencia lo que designa se le iguala, no sancionando sino redistribuciones e*tremadamente prcticas. De donde vuelve a rebotar la cuestin del beneficio de esa curiosa fabulacin. ,in duda el practicante no endurecido no es insensible a una realidad que se (ace ms nostlgica por al-arse a su encuentro, y responde en ese caso a la relacin esencial del velo con su e*periencia por esbo-os de mito. Un (ec(o contradice esta calificacin, y es que se recono-can en ella no mitos autnticos #entendamos simplemente de esos que (an sido recogidos sobre el terreno%, los cuales sin falta dejan siempre legible la incompletud del sujeto, sino fragmentos fol6lricos de esos mitos, y precisamente los que (an retenido las religiones de propaganda en sus temas de salvacin. Lo discutirn aquellos para quienes esos mitos abrigan su verdad, demasiado dic(osos de encontrar en ellos cmo confortarla con lo que ellos llaman (ermenutica. )l vicio radical se designa en la transmisin del saber. )n el mejor de los casos sta se defender"a con una referencia a aquellos oficios en los cuales, durante siglos, no se (a (ec(o sino bajo un velo, mantenido por la institucin de la cofrad"a gremial. Una maestr"a en artes y unos grados protegen el secreto de un saber sustancial. #De todas formas es a las artes liberales que no practican el arcano a las que nos referimos ms abajo para evocar con ellas la juventud del psicoanlisis.% .or atenuada que pueda ser, la comparacin no se sostiene. <asta el punto de que podr"a decirse que la realidad est (ec(a de la intolerancia a esta comparacin, puesto que lo que e*ige es una posicin totalmente distinta del sujeto. La teor"a, o ms bien el mac(acar que lleva ese nombre y que es tan variable en sus enunciados que a veces parece que slo su insipide- mantenga en ella un factor com=n, no es ms que el rellenamiento de un lugar donde una carencia se demuestra, sin que se sepa ni siquiera formularla. 5ntentamos un lgebra que responder"a, en el sitio as" definido, a lo que efect=a por su parte la clase de lgica que llaman simblica0 cuando de la prctica matemtica fija los derec(os. 4o sin el sentimiento de la parte de prudencia y de cuidados que convienen para ello. 'ue se trata de conservar all" la disponibilidad de la e*periencia adquirida por el sujeto, en la estructura propia de despla-amiento y de reapertura de (endiduras en que (a debido constituirse, es todo lo que podemos decir aqu", remitiendo a nuestros desarrollos efectivos. Lo que (emos de subrayar aqu" es que pretendemos allanar la posicin cient"fica, al anali-ar bajo qu modo est ya implicada en lo ms "ntimo del descubrimiento psicoanal"tico. )sta reforma del sujeto, que es aqu" inaugurante, debe ser referida a la que se produce en el principio de la ciencia, ya que esta =ltima supone cierto apla-amiento tomado respecto de las cuestiones ambiguas que podemos llamar las cuestiones de la verdad. )s dif"cil no ver introducida, desde antes del psicoanlisis, una dimensin que podr"a denominarse del s"ntoma, que se articula por el (ec(o de que representa el retorno de la verdad como tal en la falla de un saber. 4o se trata del problema clsico del error, sino de una manifestacin concreta que (a de apreciarse &cl"nicamente&, donde se revela no un defecto de representacin, sino una verdad de otra referencia que aquello, representacin o no, cuyo bello orden viene a turbar... )n este sentido puede decirse que esa dimensin, incluso no estando e*plicitada, est altamente diferenciada en la cr"tica de +ar*. > que una parte del vuelco que opera a partir de <egel est constituida por el retorno #materialista, precisamente por darle figura y cuerpo% de la cuestin de la verdad. )sta en los (ec(os se impone, dir"amos casi, no siguiendo el (ilo de la astucia de la ra-n, forma sutil con que <egel la pone en vacaciones, sino perturbando esas astucias #lanse los escritos pol"ticos% que no son de ra-n sino disfra-adas... ,abemos cul es la precisin con que convendr"a acompa!ar a esa temtica de la verdad y de su sesgo en el saber, principio no obstante, nos parece, de la filosof"a como tal. La ponemos de manifiesto slo para denotar all" el salto de la operacin freudiana. ,e distingue por articular claramente el estatuto del s"ntoma con el suyo, pues ella es la operacin propia del s"ntoma, en sus dos sentidos. A diferencia del signo, del (umo que no va sin fuego, fuego que indica con un llamado eventualmente a apagarlo, el s"ntoma no se interpreta sino en el orden del significante. )l significante no tiene sentido sino en su relacin con otro significante. )s en esta articulacin donde reside la verdad del s"ntoma. )l s"ntoma conservaba una borrosidad por representar alguna irrupcin de verdad. De (ec(o es verdad, por estar (ec(o de la misma pasta de que est (ec(a ella, si asentamos materialistamente que la verdad es lo que se instaura en la cadena significante. 'ueremos aqu" desligarnos del nivel de broma en que se llevan a cabo ordinariamente ciertos debates de principio. .reguntndonos de dnde nuestra mirada debe tomar lo que el (umo le propone, puesto que tal es el paradigma clsico, cuando se ofrece a ella por mostrar (ornos crematorios. 4o dudamos que se nos conceder que no puede ser sino de su valor significante1 y que incluso negndose a ser est=pido para el criterio, ese (umo seguir"a siendo para la reduccin materialista elemento menos metafrico que todos los que podr"an levantarse al debatir si lo que representa debe retomarse por el sesgo de lo biolgico o de lo social. De atenernos a esa juntura que es el sujeto, de las consecuencias del lenguaje al deseo del saber, tal ve- las v"as se (arn ms practicables, por lo que desde siempre se sabe de la distancia que le separa de su e*istencia de ser se*uado, incluso de ser vivo. > en efecto la construccin que damos del sujeto en la corriente de la e*periencia freudiana no quita nada de su conmocin personal a los varios despla-amientos y reaperturas de (endiduras que puede tener que atravesar en el psicoanlisis didctico. ,i ste registra las resistencias rebasadas, es porque ellas llenan el espacio de defensa donde se organi-a el sujeto, y es =nicamente por ciertos puntos de referencia de estructura como se puede apre(ender el recorrido que de l se (ace, para esbo-ar su agotamiento. De igual modo, cierto orden de arma-n es e*igible de lo que se trata de alcan-ar como pantalla fundamental de lo real en el fantasma inconsciente. 9odos estos valores de control no impedirn que la castracin, que es la clave de ese sesgo radical del sujeto por donde tiene lugar el advenimiento del s"ntoma, siga siendo incluso en la didctica el enigma que el sujeto no resuelve sino evitndolo. .or lo menos si alg=n orden, al instalarse en lo que (a vivido, le diese ms tarde de sus e*presiones la responsabilidad, no intentar reducir a la fase anal lo que de la castracin apre(enda en el fantasma. Dic(o de otra manera, la e*periencia se precaver"a de sancionar manipulaciones del guardagujas terico propias para mantener en su transmisin el descarrilamiento. )s necesaria para ello la restauracin del estatuto idntico del psicoanlisis didctico y de la ense!an-a del psicoanlisis, en la abertura cient"fica de ambos. )sta supone, como cualquier otra, las siguientes condiciones m"nimas0 una relacin definida con el instrumento como instrumento, cierta idea de la cuestin planteada por la materia. )l que las dos converjan aqu" en una cuestin que no por ello se simplifica, tal ve- cierre aquella otra con la cual el psicoanlisis acompa!a a la primera, como cuestin planteada a la ciencia, que es la de constituir una por s" mismo y en segundo grado. ,i aqu" el lector puede asombrarse de que esa cuestin le llegue tan tarde, y con el mismo temperamento que (ace que se (ayan necesitado dos repercusiones de las ms improbables de nuestra ense!an-a para recibir de dos estudiantes de la Universidad en los )stados Unidos la traduccin cuidadosa #y lograda% que merec"an dos de nuestros art"culos #uno de ellos el presente%7que sepa que (emos puesto en el tablero de nuestro orden preferencial0 primero que (aya psicoanalistas. .or lo menos a(ora podemos contentarnos con que mientras dure un rastro de lo que (emos instaurado, (abr psicoanalista para responder a ciertas urgencias subjetivas, si es que calificarlos con el art"culo definido fuese decir demasiado, o tambin, si no, desear demasiado. /?@@ 4A9A,0 #/% +edio por el cual se a(orra uno el tener que decidir primero si un psicoanlisis ser o no didctico.