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JAMES WATSON

'España ya ofrece oportunidades a


los científicos'

James Watson. (Foto: AnnieLeibovitz)


Resumir la biografía de James Watson (Chicago, 1928) en unas
líneas resulta imposible. Decir que ganó el Premio Nobel de
Medicina en 1962 por su descubrimiento del ADN junto a su
compañero Francis Crick (y Maurice Wilkins, el olvidado del
trío), permite abreviar bastante en lo que a méritos científicos
se refiere. Sobre el resto de facetas de su vida, destaca su
precocidad como estudiante universitario con sólo 15 años, su
mezcla de raíces británicas y estadounidenses, y un permanente
sentido de la controversia que le ha llevado a polemizar con
vehemencia por cuestiones tanto sociales como científicas. Él
mismo se interesó por asistir a simposio celebrado en el Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) que le ha traído
a Madrid esta semana. "Salgan ahí fuera y curen esa
enfermedad" espetó a su auditorio.

Pregunta.- A pesar de que se disculpó por unas declaraciones


sobre la inteligencia inferior de la raza negra, ¿siente que
mucha gente no le ha perdonado aquello?
Respuesta.- Nunca quise... La reportera [que publicó mis
palabras] vivía en mi casa durante una temporada y sólo
estábamos hablando de África. No soy un experto en
inteligencia. Nunca quise decir aquello. Es difícil saber porqué
unas personas tienen más éxito que otras, es algo que siempre
ha intrigado. Gran parte de eso está en nuestro cerebro, pero
también influye la personalidad, el entorno... Por ejemplo, no
siempre los individuos con un mayor cociente intelectual son los
que tienen más éxito en la vida; pero estar en el umbral más
bajo tampoco es positivo. Es algo muy complicado. Por ejemplo,
los chinos suelen puntuar mejor que la raza caucásica, ¿es eso
porque trabajan más o porque son más inteligentes?

P.- ¿Qué opina del presidente Obama?

R.- Está haciendo un gran trabajo; apoyando mucho a la


ciencia. Pero tiene muchas otras preocupaciones, como la
guerra de Afganistán, así que es difícil. Todo el mundo espera
que Estados Unidos cuide del mundo, pero luego no le gusta lo
que hacemos. (Risas). Además, tenemos un sistema de salud
muy ineficiente e injusto, que deja a mucha gente sin cubrir. Es
un desastre. Otro de nuestros grandes problemas es la
obesidad. La comida es demasiado barata en mi país, y el
dinero ya no es una limitación para acceder a la alimentación.
Eso está provocando una situación peligrosa, porque está
generando enfermedades en la gente. Ahora los pobres están
engordando, y enfermando.

P.- Usted ha trabajado a ambos lados del Atlántico, ¿cuál es la


principal diferencia entre Estados Unidos y Europa?

R.- Hasta hace poco teníamos más oportunidades para hacer


ciencia en mi país, ahora eso ya no es así. Hay las mismas
oportunidades aquí en el CNIO que en Cold Spring Harbor de
Nueva York. Es una cuestión de dinero, pero no hay tantas
diferencias. Allí, en nuestro laboratorio hay gente de todo el
mundo; no importa donde vayas porque la ciencia es
internacional. Hace 30 años, por ejemplo, sólo hubiese venido a
España como turista. Ahora puedo venir como científico.
España ya ofrece oportunidades a los científicos.

P.- Usted ganó el Nobel hace años, ¿qué opina de los actuales
premios?
R.- Yo diría que hoy en día son un poco menos importantes.
Cuando la ciencia es más joven es fácil de entender, porqué lo
que hiciste fue importante. Ahora, la investigación es más
complicada y es más difícil de explicar a los no científicos
porqué algo merece el premio Nobel. Si un señor lo ganase por
curar el cáncer de mama, todo el mundo lo entendería y sería
muy famoso. Pero si no se entiende lo que has hecho, es más
complejo de valorar. Es verdad que hay ciertas decisiones en los
últimos años que pueden parecer un poco caprichosas. A veces
todo el mundo está contento y otras no convence a nadie, y esa
estupidez le resta prestigio al galardón.

P.- El suyo fue el avance más importante en el siglo XX, ¿cuál


será el del siglo XXI?

R.- Probablemente la comprensión del cerebro humano, de


nuestro sistema nervioso central. Obviamente las células madre
también serán importantes en la cura de enfermedades.

P.- ¿Este interés está relacionado con la enfermedad de uno de


sus dos hijos [padece esquizofrenia]?

R.- (Se para a pensar durante largo rato, una pausa que repite
varias veces a lo largo de la entrevista) También hubiese estado
interesado si mi hijo no estuviese enfermo.

P.- Usted publicó la información de su propio genoma, ¿será


esto de utilidad algún día?

R.- Ya está siendo útil, por ejemplo, para decirme qué fármacos
no me van a funcionar y cuáles sí, por mi metabolismo. En sólo
20 años, antes de ir a un médico mirará tu ADN para ver qué
dicen tus genes. Ahora hay confusión porque te dan
tratamientos que no funcionan, los tests genéticos reducirán la
confusión. Por ejemplo, yo sé por qué no digiero la leche,
porque sólo tengo uno de los dos genes necesarios para asimilar
la lactosa. Eso explica por qué cuando viví en el Reino Unido
siempre tenía molestias de estómago. Por eso ahora sólo bebo
café solo. La única información que no quise conocer al recibir el
análisis de mi genoma es la relativa al Alzheimer. Mi abuela tuvo
esta enfermedad, mientras que mi madre murió muy joven, así
que no tuvo tiempo. Pero no puedes hacer nada para evitarlo.
No quiero saberlo, pero calculo que tendría entre un 10-20% de
probabilidades.
P.- ¿Cómo ve la educación actual alguien que empezó la
universidad con sólo 15 años?

R.- Hoy en día es necesario saber más cosas, pero a cambio


tenemos los ordenadores que nos ayudan. Sin embargo, creo
que mantenemos a la gente demasiado tiempo
estudiando. Los doctorados deberían terminarse a los 25 años,
como mucho. Yo no me casé hasta los 40 años; nunca antes
había tenido novia, y eso me permitió no tener
responsabilidades; estar muy centrado en la ciencia hasta esa
edad. Eso fue bueno para mí desde el punto de vista científico,
me permitió centrarme bien en una sola cosa. Además, al
empezar tan joven, a los 25 años ya conocía a toda la gente
importante. Desde joven quise ser científico, empecé a pensar
como tal. Era un chico muy serio, pero recuerdo mi infancia
como una etapa feliz. Siempre he sido feliz. La única cosa que
me ha hecho infeliz son las chicas.

P.- Hablando de chicas, ¿tenemos las mujeres la misma


capacidad científica que ustedes?

R.- No soy mujer, no lo puedo saber... Pero diría que el sexo no


influye en la capacidad científica. Pero ellas tienen que cuidar de
su familia y eso hace que sea más difícil. También los padres
están posponiendo la edad de paternidad, y mucha gente no
sabe que el número de enfermedades genéticas aumenta con la
edad del padre. Tener un hijo a los sesenta multiplica por cuatro
el riesgo de tener un hijo autista. En el caso de las mujeres no
importa tanto. Con el tiempo, podríamos recoger esperma a los
15 años y utilizarlo más tarde.

P.- ¿El cáncer es lo que centra ahora su interés científico?

R.- Me ha interesado desde hace 60 años; intentar curarlo.


Ahora podemos curar algunos, las mujeres con cáncer de
mama, por ejemplo, pueden vivir más; pero otros de los
grandes tumores todavía son incurables por falta de
conocimientos.

P.- ¿Cómo es su día a día?

R.- Voy a mi oficina del Cold Spring Harbor Laboratory en


Nueva York (Estados Unidos). Todo lo que hago es hablar y
leer. Voy allí cada día cuando no estoy de viaje, lo que ocurre
como seis semanas al año o así. Además, juego al tenis tres o
cuatro veces a la semana; cuando era pequeño quería ser
jugador de tenis, ahora a mi edad sólo pago a jóvenes
profesores para poder practicarlo.

P.- ¿Está interesado por las nuevas tecnologías?

R.- Tienes que estarlo, si no te quedas atrás.


MARÍA VALERIO “El mundo” 6-XI-09

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