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VALORES 1
Formación, importancia, tipos
Fuentes de los sistemas de valores
Cambios de los valores
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Referencias
Frondizi, R. (1972). ¿Qué son los valores? (3a. ed.). México: FCE.
Lifton, W. (1972). Trabajando con grupos. México: Limusa Wiley.
Marín Ibáñez, R. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación. Valladolid: Miñón.
Mikel de Viana (1991). Dignidad humana: Un paso más allá de los Derechos Humanos y contra el
Neoesclavismo Liberal. Suplemento Cultural de Últimas Noticias, (1.230), 8-10.
Prieto Figueroa, L. B. (1984). Principios generales de la educación. Caracas: Monte Avila.
Rokeach, M. (1973). The nature of human values. New York: Free Press.
Scheler, M. (1941) Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético (H. Rodríguez
Sanz, Trad.). (1ª. ed.). Revista de Occidente, I.
Schiel, T. (1991). Modernidad & Universalismo. Caracas: Universidad Central de Venezuela, UNESCO.
Vásquez, E. (1999). Reflexiones sobre el valor (I). Suplemento Cultural de Últimas Noticias, (1.606), 1-3.
"Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que
lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia
real sino adheridos a los objetos que lo sostienen. Antes son meras posibilidades."
(Prieto Figueroa, 1984, p. 186).
2.- Formación.
La formación y educación de los valores no es, pues una asignatura, sino un proceso que
acompaña y penetra el conjunto de realidades que van configurando “el hacerse” de la
persona. Esto implica la necesidad por parte de padres, educadores y de los ciudadanos
de vivir ellos mismos y en sus ambientes esos valores y de educar la capacidad para
percibirlos, discernimiento para elegirlos, creatividad para expresarlos, libertad y
compromiso para vivenciarlos
Crear una ambiente familiar que potencie y desarrolle estos valores es el medio más
eficaz para la formación y transmisión de valores, teniendo siempre en cuenta cada caso
y cada persona en su edad respectiva.
3.- Importancia.
Los valores son pautas y guías de nuestra conducta. Sólo el hombre es capaz de
trascender del estímulo al sentido. Las personas se interrogan constantemente acerca del
significado de nosotros mismos, de lo que hace y del mundo que le rodea. Esto es un
indicador de que las personas tienen necesidad de encontrar un sentido, de obrar con
propósito claro, de saber a dónde se encamina y por qué razón. Una escala de valores
permite elegir entre caminos alternativos.
Estos (Valores) son ejes fundamentales por los que se orienta la vida humana y
constituyen, a su vez, la clave del comportamiento de la persona. En el horizonte de
todo comportamiento humano se halla algo que da sentido a la actuación individual y
social de las personas y explica el desarrollo cultural de las comunidades humanas; esto
son precisamente los valores. Sin ellos la vida carecería de sentido, la convivencia sería
imposible y el ser humano perdería completamente su norte y dirección. Por eso la crisis
de valores comporta una crisis de conciencia, del sentido de la vida, y de la sociedad en
su conjunto (Sastre, V 1994)3. El ser humano mantiene su armonía y su estructura
personal gracias a los valores que se han ido construyendo en su vida de relación con
los demás y que le vinculan al resto del cuerpo social.
3
Citado por IZQUIERDO, C.: El Mundo de los Valores, PAULINAS, Caracas 1998, pag. 33
¿Desde cuáles perspectivas se aprecian los valores?
La visión subjetivista considera que los valores no son reales, no valen en sí mismos,
sino que son las personas quienes les otorgan un determinado valor, dependiendo del
agrado o desagrado que producen. Desde esta perspectiva, los valores son subjetivos,
dependen de la impresión personal del ser humano. La escuela neokantiana afirma que
el valor es, ante todo, una idea. Se diferencia lo que es valioso de lo que no lo es
dependiendo de las ideas o conceptos generales que comparten las personas. Algunos
autores indican que "los valores no son el producto de la razón"; no tienen su origen y
su fundamento en lo que nos muestran los sentidos; por lo tanto, no son concretos, no se
encuentran en el mundo sensible y objetivo. Es en el pensamiento y en la mente donde
los valores se aprehenden, cobran forma y significado. La escuela fenomenológica,
desde una perspectiva idealista, considera que los valores son ideales y objetivos; valen
independientemente de las cosas y de las estimaciones de las personas. Así, aunque
todos seamos injustos, la justicia sigue teniendo valor. En cambio, los realistas afirman
que los valores son reales; valores y bienes son una misma cosa. Todos los seres tienen
su propio valor. En síntesis, las diversas posturas conducen a inferir dos teorías básicas
acerca de los valores dependiendo de la postura del objetivismo o del subjetivismo
axiológico.
No existe una ordenación deseable o clasificación única de los valores; las jerarquías
valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las variaciones del contexto.
Múltiples han sido las tablas de valores propuestas. Lo importante a resaltar es que la
mayoría de las clasificaciones propuestas incluye la categoría de valores éticos y valores
morales.
También han sido agrupados en: objetivos y subjetivos (Frondizi, 1972); o en valores
inferiores (económicos y afectivos), intermedios (intelectuales y estéticos) y superiores
(morales y espirituales).
La clasificación detallada que ofrece Marín Ibáñez (1976) diferencia seis grupos:
(a) Valores técnicos, económicos y utilitarios;
(b) Valores vitales (educación física, educación para la salud); (c) Valores estéticos
(literarios, musicales, pictóricos);
(d) Valores intelectuales (humanísticos, científicos, técnicos);
(e) Valores morales (individuales y sociales); y
(f) Valores trascendentales (cosmovisión, filosofía, religión) (p. 53).
Izquierdo,C (1998) explica que los valores constituyen los fundamentos de las
concepciones del mundo y de la vida. Tales opciones consisten en plexos de valores
jerarquizados en una determinada dirección. Forma parte esencial del carácter superior
de ciertos valores su mayor duración, esto es, el poder persistir a través del tiempo, lo
que se traduce en estilos de vida y comportamientos estables. Esta duración forma parte
de la esencia de los valores que rigen el conjunto de la vida.
“La persona tiene como correlato el mundo; y por tanto, a cada persona individual
corresponde un mundo individual”. Abbagnano (1978)4. Así, el mundo social se
mantiene por la dinámica de los valores de los mundos individuales. Es el hombre
quien, partiendo conscientemente o inconscientemente de su concepción de la vida,
atribuye valor a ciertas realidades y se le niega a otras. Con esto se indica que todo
sistema de valor tiene su médula en la relación inmediata al hombre.
Todo sistema de valores depende la visión de mundo que el hombre plantea, por ello
podemos decir que el hombre influye en la sociedad cuando asume ciertos sistemas de
valores que la van orientando, y a su ves se da que es también la sociedad quien forma
al hombre desde esa escala de valores. Los valores reflejan la personalidad de los
individuos y son expresiones del tono moral, cultura, afectivo y social marcado por la
familia, escuela, las instituciones y la sociedad en que se sitúa el hombre. Una vez que
estas fuentes permiten la interiorización de los valores, estos se convertirán en guías y
pautas de la conducta que marcan las directrices de una conducta coherente, modélica y
ejemplar5.
4
Citado por IZQUIERDO, C.: El Mundo de los Valores, PAULINAS, Caracas 1998, pag. 57.
5
IZQUIERDO, C.: El Mundo de los Valores, pag. 62.
6
HERNANDO, M.: Estrategias para educar en valores. EDITORIAL CCS. Madrid 1999 (2). Pag. 21-24.
Para Hernando, M (1999) los valores son relativos, dependen de la época, el lugar y el
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tipo de sociedad… Cada momento histórico tiene sus propios valores, los cuales a su
vez están abocados al cambio según pasa el tiempo.
El cambio social se caracteriza, entre otras cosas, por las transformaciones que sufre la
escala de valores, hecho que a su vez marca la diferencia entre los hombres y los
grupos, y a su vez los cambios de sistema de valores entran en proceso de cambio
debido a las circunstancias sociales y culturales que se producen en un momento
determinado.
En este sentido, puede afirmarse que mediante el proceso intergeneracional del cambio
en las valoraciones, se transforman las normas culturales y las políticas de la sociedad.
Es decir, todos estos aspectos a los que hemos hecho referencia, evolucionan de una
forma conjunta e interrelacionada, por lo que una de las características más importantes
de este proceso de cambio, es el impacto recíproco que tiene lugar entre ellos. Dicho en
otras palabras, la cultura produce un impacto en la economía, la sociedad y la política,
como a la inversa el cambio económico y sociopolítico deja su huella en la cultura,
entendiéndose como cultura un sistema de valores y conocimientos ampliamente
compartidos en el seno de una sociedad trasmitidos de generación en generación.
7
HERNANDO, M.: Estrategias para educar en valores. Pag. 16.
A pesar de los indeseados efectos negativos, tanto sociales como ecológicos, la
tecnología provoca un enriquecimiento gradual y un aumento de bienes materiales en
cualquier sistema económico donde el estímulo al consumo mediante la disposición de
créditos está garantizado.
El problema de los avances científicos y tecnológicos es que no han servido tanto para
la mejora de la existencia humana. Es decir, la civilización actual se basa más en lo
material, en una tecnología de eficacia extraordinaria, que en lo espiritual.
Todo esto hace que en las sociedades occidentales prime la mentalidad de que “se es lo
que se tiene o lo que se hace”, llevando consigo el empobrecimiento de los aspectos
más fundamentales de la vida, como son: la identidad étnica, los valores heredados, las
creencias, la religión, la dignidad personal.
Es evidente que en este tipo de sociedades a las que nos estamos refiriendo, los valores
tradicionales y espirituales son despreciados por la invasión de los materialistas. king y
schneíder (1991: 223) afirman en el Informe del Club de Roma: “Los valores morales
están siendo también erosionados porque son flagrantemente despreciados por quienes
los profesan y por sociedades que se presume inspiradas por ellos. La laxitud de
conductas, el egoísmo y el materialismo parecen haberlos hecho irrelevantes”.
Significa todo esto que los valores tradicionales han desaparecido completamente o que
no son válidos para orientar las posturas ante los nuevos desafíos de la ingeniería
genética, que dicho sea de paso, tantos conflictos morales nos producen.
Se puede afirmar que los valores éticos tradicionales siguen siendo válidos en la
actualidad, aunque aparecen disfrazados, debido a los cambios existentes en el marco de
referencia.
Inglehar (1977: 3) aporta en este sentido la siguiente reflexión sobre el tema: “Los
valores de las poblaciones occidentales han ido cambiando de un énfasis abrumador
sobre el bienestar material y la seguridad física, hacia un énfasis mucho mayor en la
calidad de vida. Las causas e implicaciones de este cambio son complejas, pero el
principio básico puede plasmarse de un modo muy simple: la gente tiende a preocuparse
más por las necesidades o amenazas inmediatas que por cosas que aparecen más lejanas
o no presentan visos amenazadores. Así, el deseo de belleza puede ser más o menos
universal, pero la gente hambrienta muy probablemente buscará alimentos antes que
una forma de satisfacción estética, Hoy en día, un porcentaje sin precedentes de la
población occidental ha sido educado bajo condiciones excepcionales de seguridad
económica. La seguridad física y económica es algo que sigue siendo evaluado
positivamente, pero su prioridad relativa es más baja que en el pasado”.
Ante todos estos cambios parecen haberse perdido los valores que aseguraban la
coherencia de la sociedad y la conformidad de sus individuos. Las causas son múltiples,
una de ellas es una perdida de fe en la religión y en los valores éticos que proclama, otra
la pérdida de confianza en el sistema político y en sus dirigentes, y no menos importante
es la influencia ejercida por el Estado de bienestar, que a pesar de todos los beneficios
sociales que aporta, parece haber deteriorado el sentido de responsabilidad y la
confianza en sí mismo de muchos individuos. Estas y otras muchas circunstancias han
ocasionado una indisciplina social, que se ha convertido en característica de nuestro
tiempo.
Resumiendo, podemos indicar que no vivimos en una sociedad carente de valores, sino
en una sociedad con tantos valores que es difícil discernir, a veces, el valor del
antivalor. Las personas se sienten incómodas al percibir estos síntomas, prueba evidente
es que nunca, el tema de los valores, había ocasionado tantos congresos, simposiums e
investigaciones, lo que a su vez nos demuestra la necesidad de un sistema de valores
que proporcione una base de estabilidad a la vida de las personas y de la sociedad.