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Josué 1:8
¿Alguna vez ha utilizado la palabra “nunca”? Por ejemplo, “nunca voy a volver a hacer eso que hice”.
La palabra nunca habla acerca de una negatividad absoluta. Cuando el hombre toma decisiones
acerca de ponerle un alto a cierta situación que lo perjudica y ofende a Dios, y toma la decisión, utiliza
la palabra nunca. El hombre casi siempre rompe las reglas y no tiene una integridad absoluta delante
de Dios. Si no tiene el carácter de Cristo formado en él, casi siempre rompe sus mismas promesas. El
hecho es que rompemos nuestra propia regla, nuestra propia condición, nuestro propio perímetro,
nuestro propio límite, y hemos dicho, nunca voy a hacer esto. Eso me recuerda las palabras de uno
de los discípulos del Señor, intrépido, que continuamente estaba con el Señor, era el que alzaba las
manos, el que pregonaba que siempre estaría con Él, él fue el que dijo en una ocasión, “Señor yo
nunca te voy a dejar, aunque estos te nieguen, yo nunca te voy a negar”, es más, si me toca morir por
tu causa, no hay problema, voy a la muerte.
El Señor conoce nuestro presente, nuestro pasado, pero también conoce nuestro futuro. Él sabe lo
que viene. Cuando Pedro decía eso alardeando de su fidelidad, de su entrega absoluta, Jesús le dijo,
el gallo cantará dos veces y tú me habrás negado 3 veces. Efectivamente, Pedro tuvo que tragarse
sus propias palabras. Cuando nosotros hacemos promesas a Dios, dice la Biblia, “no tardes en
cumplirlos”, ¿sabe por qué?; porque cuando uno demora o le da tiempo al voto, a la promesa o
juramento, el hombre tiende a caer en la tentación de retractarse, de reconsiderar y decir: no,
definitivamente, creo que se me fue la lengua, se me fue la mano en decir esto, en hablar aquello.
Cuando usted le ofrezca o prometa algo al Señor no tarde en cumplirlo, porque si dejamos pasar el
tiempo, puede menguar nuestra fuerza, nuestro fuego de querer hacer cumplir la voluntad de Dios.
Yo creo que todos hemos corrido ese riesgo y lo hemos experimentado. Hemos roto las reglas al
poner nuestros propios perímetros con nuestra propia boca acerca de algo, diciendo yo nunca voy a
hacer determinada cosa. Con respecto a las cosas de pecado, hay personas que se atreven a decir,
yo nunca voy a hacer eso. Creo que lo correcto respecto a ese tipo de situaciones es decir, voy a
depender de Dios, me voy a aferrar a la misericordia de Dios, y voy a caminar conforme a Su Palabra
y voy a huir de las cosas que no le agradan al Señor, porque no quiero recaer en eso. Pero qué
terrible ha de haber sido para Pedro poder reconocer que había fallado. Dice la Biblia que lloró
amargamente su trasgresión por haber ofendido al Señor. Esos son los nunca terrenos.
“Los nunca de Dios”; ¿Pero cuándo dice Dios nunca, cuándo utiliza Dios esa palabra absoluta acerca
de algo que ya no pretende hacer?: por ejemplo en Deuteronomio 28:13 Dice la Palabra acerca de las
promesas que Dios le da a sus siervos que hacen la voluntad y que están en obediencia a la Palabra,
y les dice, Si tú cumples mi palabra, la obedeces, entonces nunca estarás abajo sino que siempre
estarás arriba, nunca estarás atrás, sino que siempre estarás adelante, nunca serás cola, siempre
serás cabeza. Para que nosotros tengamos el nunca de Dios, el requisito está en los primeros versos.
Si obedecieres atentamente a mi voz, a la palabra que hoy yo te hablo, si guardares mis estatutos,
entonces nunca vas a estar atrás, vas a estar adelante.
Él fue el sustituto, Él cargó sus enfermedades para que usted y yo fuésemos sanos por sus llagas. Is.
53:5 Dios no le diseñó para la derrota, fracaso, miseria, dolor. El antídoto contra todo eso es el Señor
Jesucristo. “La unción que está sobre mí ha venido para esto, dar libertad a los cautivos, vista a los
ciegos, pregonar el año favorable a los pobres”. Lc. 4:18
A su iglesia la ha diseñado para que camine en buenas obras de antemano. Ef. 2:10 Lo contrario es
una mentira del diablo acerca de nuestro propósito en la tierra. Lo opuesto a la bendición que vemos
en la Palabra, proviene del enemigo, y está fuera del contexto bíblico. Dios no nos llamó para eso.
Alguien podría decir: ¿por qué muchas veces destaca el impío? ¿Los mejores lugares se los lleva el
inconverso, el que no teme a Dios? ¿Por qué siempre que se exalta el pecado, tiene que haber el
mejor equipo, las mejores luces, el mejor escenario? ¿Por qué tiene que ser lo mejor para pregonar
una mentira o un pecado y cantar acerca del adulterio, por qué hay que hacerlo lo mejor posible? ¿Y
por qué nosotros no? Dios nos llamó más que vencedores y a estar arriba y no abajo. Comencemos a
practicarlo creyendo lo que Dios dice de nosotros, si lo hacemos, lo que digan otros de nosotros
queda en segundo o tercer lugar.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley”. Jos. 1:8 La Palabra de Dios es viva y eficaz. Que
interesante, por qué no dice “Nunca se apartará de tus ojos, tienes que estar leyendo siempre la
Palabra. No solamente dice nunca se apartará de tus oídos, porque no solo hay que oírla, también
hay que declararla. Hay que proclamarla, profetizar la Palabra de Dios en nuestro camino, para que
nos vaya bien hay que hablar verdades de Dios. El poder de la vida y la muerte está en nuestros
labios, dice proverbios.
¿Qué otra cosa más buena y positiva va a haber que la Palabra de Dios? No existe otra. Cuando
hablamos la Palabra de Dios, atraemos Espíritu de Dios y vida. Jesús dijo, Las palabras que yo os
hablo son espíritu y son vida. Quiere decir que cuando el cristiano no está lleno de Palabra en su
boca, sino que está diciendo lo que habla la gente, las circunstancias, está proclamando lo que
hablan los diarios, está hablando negatividad sobre su propia vida, sobre la realidad del país, lo que
está haciendo es atrayendo algo opuesta a la vida. ¿Y qué sería algo opuesto a la vida? ¿Lo opuesto
al Espíritu de Dios? Lleva otro espíritu, de temor, muerte, pobreza, duda, fracaso, miseria.
De tu boca, no solo de tus ojos y oídos. Por el oír viene la fe, pero esa fe es integral, esa palabra
tiene que oírse, verse, y tiene que hablarse, proclamarse.