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Pontificia Universidad Católica Argentina

JORNADA INTERDISCIPLINARIA

sobre el Proyecto de

LEY DE UNIONES CIVILES

El 19 de junio de 2002 se realizó en la Pontificia Universidad Católica


Argentina una jornada interdisciplinaria para tratar el Proyecto de Ley de Uniones
Civiles, presentado ante la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires. Durante la misma, se presentaron diversas ponencias,
agrupadas en : PANEL MÉDICO, PANEL JURÍDICO y PANEL SOCIOLÓGICO.
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RESUMEN DE LA JORNADA INTERDISCIPLINAR

Abrió la misma el Rector de la UCA, Mons. Dr. Alfredo Zecca que planteó la
necesidad de un enfoque no religioso sino científico e interdisciplinario, en el que la
Universidad estudiase el proyecto como comunidad académica. A continuación fueron
exponiendo su opinión los integrantes de los diversos paneles: médico, jurídico, y
sociológico.

Panel Médico

El Dr. Carlos Abel Ray consideró, como pediatra habituado a tratar con
adolescentes y padres, que el rechazo de este proyecto de ley debe basarse en la ley
natural, la razón y el sentido común, que rechazan estas uniones por anacrónicas y
antinaturales. Hay dos sexos bien diferenciados; eso es una realidad. Cada persona
pertenece a uno u otro sexo. Y el sexo es responsable de la posibilidad de procrear. Al
incorporarse el concepto de elección sexual se anula el de naturalidad. El proyecto en
cuestión no contempla esto, al equiparar las uniones homosexuales con las
matrimoniales, que no son análogas. Puede haber homosexualidad ocasional (cárceles,
barcos, etc.) pero no se debe hacer ostentación de la desviación sexual. La orientación
homosexual puede ser vivida en castidad, o en el silencio (la intimidad) pero sin obligar
a exteriorizarla. La homosexualidad es una enfermedad psiquiátrica que hay que ayudar
a curar pero no a promover.
Como psiquiatra, el Dr. Carlos A. Velasco Suárez partió de la base que es
necesario “tratar distinto a lo que es distinto”, porque en nombre del “derecho a ser
diferente” o “a la diferencia” se vulnera el derecho a la diferencia de la Familia como
institución esencial para la subsistencia de la sociedad. Recordó las palabras del
psiquiatra Warren Gadpaille que denuncia “la deplorable politización anticientífica en la
que ha desembocado el justificado esfuerzo por remover el peso de la estigmatización
social de la homosexualidad”. Así se logró que la Asociación Psiquiátrica Americana
retirase la homosexualidad como diagnóstico de enfermedad. Otra confusión científica
y práctica consiste en hablar de la homosexualidad como una entidad única semejante a
un tercer sexo, cuando lo que se presenta es una amplia gama de actividades y
comportamientos distintos entre si, que van desde los transitorios y ocasionales
(cárceles, internados, adolescencia) hasta los más graves en los que importa no el
comportamiento sexual sino la alteración profunda de la personalidad, muchas veces
psicótica. La experiencia profesional demuestra que las orientaciones y
comportamientos homosexuales son exitosamente tratables en una proporción muy
importante de casos.

Panel Jurídico

El Dr. Orlando Gallo hizo un planteo desde el punto de vista del Derecho
Constitucional, enumerando las normas de nuestra Carta Magna que impiden este
proyecto de ley, pues el mismo modifica el concepto de Familia tal como está
consagrado por la Constitución. Recalcó que la Ciudad de Buenos Aires no conserva el
poder no delegado, sino tan sólo los poderes expresamente delegados por la Ley N°
24.588. Así se restringe estas actividades legislativas que se pretende plantear. La
Ciudad tiene autonomía restringida o tutelada; siempre prevalece el Gobierno Federal.
Por eso no se puede constituir un “cuasi-matrimonio” al que otorga los mismos
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derechos que a los matrimonios. Esto tornaría en desatinado y discriminatorio al


proyecto.
El Dr. Eduardo Sambrizzi consideró que este tipo de uniones por relación sexual
(homosexual o concubinato heterosexual) excluye a otra gente, con lo que discrimina al
resto de las personas al no darles los mismos beneficios a quienes conviven sin relación
sexual (hermanos, abuelos con nietos, etc.). Además se convierte en un registro civil
paralelo que inscribe matrimonios de segunda categoría. Otros países como Bélgica,
Dinamarca, Suecia, Francia, etc. incluyen esas uniones civiles dentro de sus códigos.
Aquí en cambio se dan super derechos a favor de esas mismas personas, lo que significa
promocionar esas uniones en las que – por ejemplo – cada uno puede dejar sin efecto
esa unión. ¿Qué puede tener eso de positivo? ¿No es una manera de desregular y
debilitar el matrimonio? Además, se invade la esfera del Derecho Civil, al crear una
serie de derechos que no pueden ser legislados por una Legislatura como la de Buenos
Aires.
El Dr. César Astigueta recordó que el artículo 11 de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires concede “derecho a ser diferente por orientación sexual”. Y
preguntó por qué son diferentes los homosexuales. ¿No se está cambiando la tolerancia
por la plena aceptación social? ¿No se busca consagrar la libertad sexual al margen de
las pautas legales? El proyecto tiende a dar los mismos derechos que da la Familia, pero
la igualdad ante la ley es para quienes están en las mismas circunstancias. No se puede
equiparar el Matrimonio con el concubinato y la unidad civil, porque además de una
forma de vivir en pareja y tener una relación afectiva, el matrimonio fructifica en hijos.
Señaló por último que el hecho que dos personas decidan vivir juntas no constituye de
por si un interés público, y alerta sobre el hecho de que este reconocimiento jurídico
sería el primer paso para la equiparación de dichas uniones, lo que iría contra la Ley
Natural y el Bien Común.

Panel Sociológico

La Dra. Patricia Ruiz Moreno de Ceballos recordó que hay que diferenciar entre
la homosexualidad (fenómeno por el que alguien se siente atraído por personas de su
mismo sexo) y el homosexualismo como un activismo (promoción de prácticas
homosexuales, para que sean aceptadas socialmente y legalmente). Consideró que hay
dos feminismos, el de la igualdad con el hombre, y el de la diferencia (como lo plantea
Simone de Beauvoir, al despreciar y repudiar la maternidad por considerar al hijo como
un parásito en el vientre materno que absorbe sus energías). Ante semejante planteo,
consideró que la esencia de ser madre es ofrecer el cuerpo como una casa donde cobijar
a otro ser humano, y que en el acto sexual la mujer no busca ser poseída sino ser
habitada. El acto más trascendente de la sexualidad humana es dar la vida. El hombre la
da saliendo de sí, y la mujer dentro de si misma, como hospedaje y alimento.
Por su parte, el Dr. Atilio Álvarez encaró un planteo de ética social, derivada a lo
político y lo social. Recordó que existe un proyecto anterior en la Cámara de Diputados
que regula el concubinato no matrimonial al margen de la sexualidad. Este proyecto, en
cambio, es la cristalización pública de la persona como homosexual, lo que es
discriminatorio al exigir la exteriorización de esa conducta íntima para garantizar lo que
la Constitución ya garantiza. Si el Cristianismo significó la negación de la
estratificación social (como era permitir casarse sólo a los que tuviesen patrimonio),
ahora se involuciona el proceso, al negar el principio de igualdad de toda unión humana.
También conduce a un registro de uniones con un resultado de escándalo, que provocará
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el ascenso paulatino de uniones extramatrimoniales, con lo que en vez de garantizar


derechos va a disolver a la sociedad argentina y el fondo de familia.
El Dr. José Luis de Imaz señaló la falta de datos estadísticos para encarar un
análisis sociológico, pues aún la ley sueca es muy reciente. Además, en Suecia lo que se
castiga es más la discriminación que la acción, por lo que - por ejemplo - no es
sancionada la prostitución en quien la ejerce sino en quien la demanda. Consideró que la
sociedad europea hoy vive con valores residuales. Dentro de ellos, al plantearse el
Código de los Derechos del Niño se ha privilegiado el derecho de los menores
adoptados sobre los padres adoptantes. En tal sentido, si el juez da un niño en adopción
a una pareja homosexual, lo está discriminando, pues el mismo será discriminado por
sus compañeros, y además porque él tiene derecho a discernir los roles paternos y
maternos, y lo contrario lo afectaría en su desarrollo psíquico. Además planteó la
discriminación entre los homosexuales de la ciudad de Buenos Aires y los del resto del
país, pues esta ley sólo tendría aplicación en el ámbito restringido de la Capital Federal.
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PONENCIAS PRESENTADAS EN LA JORNADA :

1 – PANEL MÉDICO (Pág. 6 )

2 – PANEL JURÍDICO (Pág. 19)

3 – PANEL SOCIOLÓGICO (Pág. 54)


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1 - PANEL MÉDICO :

Dr. César Bergadá (Pág. 7)

Dr. Carlos Velazco Suárez (Pág. 10)

Dr. Carlos Abel Ray (Pág. 13 )


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Dr. César Bergadá

PROYECTO DE LEY DE UNIONES CIVILES

Los mecanismos genéticos y hormonales que regulan la diferenciación de las


gonadas masculinas y femeninas, testículo y ovario, respectivamente, los genitales
internos y los genitales externos, están perfectamente identificados en el momento
actual, gracias a los importantes adelantos que se han ido produciendo en la Ciencia
Médicas y Biológicas en los últimos 50 años.
Una alteración de estos mecanismos, ya sea a nivel génico o cromosómico, a
nivel gonadal, a nivel de la secreción hormonal, o de los receptores de las hormonas
sexuales, daría lugar a la formación de un ser humano con una anomalía del tracto
genital, de mayor o menor intensidad, según el defecto existente. Pacientes con sexo
cromosómico femenino 46,XX, o masculino 46 XY, pueden nacer con genitales
ambiguos, o del sexo opuesto, sin poder precisar, al examen clínico a qué sexo
pertenecen, hasta que se realicen los estudios correspondientes.
Entre estos existen los casos de hermafroditas verdaderos, designación atribuíble
a individuos que poseen gonadas de ambos sexos, es decir, testículo y ovario en un
mismo paciente, generalmente con útero y vagina, por lo que generalmente se les asigna
el sexo femenino, siendo sus genitales ambiguos en la casi totalidad de los pacientes.
Puede observarse también mujeres con genitales femeninos normales y
cromosomas masculinos 46 XY, u hombres con genitales masculinos normales, y
cromosomas femeninos 46 XX. En estos casos se respeta el sexo genital. La presencia
de genitales ambiguos es un cuadro muy difícil de comprender y aceptar por los padres
cuando el proceso se diagnostica al nacimiento o poco tiempo después; constituyendo
un problema nada fácil de sobrellevar por los propios pacientes al tomar conciencia de
su anormalidad.
El sindrome de insensibilidad a los andrógenos, o “mujer con testículos” y
constitución 46 XY, no ofrece nunca dudas sobre el sexo a asignar por cuanto en estos
pacientes sólo se expresan físicamente los estrógenos y no los andrógenos. Por otra
parte, el “varón XX” presenta un fenotipo y desarrollo sexual masculino normal, salvo
su esterilidad.
Dentro de este vasto capítulo de anomalías generalmente no se plantean
problemas de identificación sexual en la adultez, pues en ellos prima la del sexo
asignado al nacimiento, y la posterior adaptación de la malformación a la vida social y
cultural del paciente con el apoyo médico correspondiente. La legalización del sexo
asignado en el Registro Civil permite a estos enfermos formalizar uniones
matrimoniales con sexos opuestos, como individuos normales.
De lo mencionado, se puede inferir que en ausencia de una patología de la
diferenciación sexual, el hombre que nace normal, es un varón normal, y la mujer que
nace normal, es una mujer normal, y por lo tanto los mecanismos hipotálamo-hipofiso-
gonadal, responsables de la secreción de hormonas sexuales, que regulan el desarrollo
sexual, la capacidad funcional sexual y comportamiento sexual con atracción hacia el
sexo opuesto son normales.
No existe en el varón o mujer normal ningún mecanismo neuroendocrino que
regule la secreción de hormonas sexuales que estimulen una orientación sexual opuesta
a su sexo genético y gonadal. Lo normal, tanto en el humano como en animales, es que
si existe una atracción sexual, ella es hacia el sexo opuesto, inducido por las hormonas
sexuales segregadas por las gonadas en cada individuo. Prueba de ello, suele observarse
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en niños varones que padecen una pubertad precoz patológica, con secreción prematura
de las hormonas sexuales en edades menores de los 8 años, provocando en ellos
actitudes inconscientes de atracción al sexo opuesto por la gran secreción de
testosterona, pero que luego del tratamiento inhibidor del proceso, con normalización
de los niveles circulantes de andrógenos, regresan a su personalidad infantil normal,
totalmente ajena a los impulsos sexuales que tenía durante su enfermedad.
La atracción de un varón o mujer física y endocrinológicamente normal por otra
persona del mismo sexo, circunstancia que sólo existe entre los humanos, pues no se
observa en el reino animal ni vegetal, debe considerarse una situación totalmente
anormal, pues se opone a la ley natural de todos los seres vivos en quienes existen los
machos y las hembras, dotados de sus características físiológicas propias e
inintercambiables, con el único fin de preservar la especie.
Por lo mencionado, la homosexualidad debe considerarse como un trastorno
psíquico o psicoendocrinológico que se expresa en forma opuesta a la ley natural y a la
fisiología, y que es difícil de solucionar cuando comienza a gestarse en la infancia y va
más allá de la adolescencia. Por ello es conveniente detectar los primeros signos de
alteración del comportamiento sexual antes de la pubertad o durante la misma, épocas
en que los tratamientos suelen ser efectivos. Distintos son los pacientes que adquieren
un comportamiento homosexual durante la adultez, cuando el cuadro deja de ser un
problema médico psicoendocrinológico.
Las conductas homosexuales han sido bien conocidas desde los comienzos de la
humanidad, y recién durante el siglo pasado han comenzado a considerarse las posibles
medidas preventivas y terapéuticas, al tomar estado público las actividades y demandas
de grupos de homosexuales, que ante la imposibilidad de poder revertir su anormalidad,
pretenden reclamar el reconocimiento legal de su estado, invocando el término
fisiológica y humanamente inexistente, de “tercer sexo o género”. Podría decirse,
aplicando los mecanismos de diferenciación sexual mencionados, que el homosexual
podría tratarse de un tipo de “hermafrodita”, que en lugar de tener gonadas de los dos
sexos, tienen gonadas normales de un sexo y comportamiento del sexo opuesto.
La Medicina ha dedicado mucho tiempo a estudiar los posibles mecanismos
responsables de la homosexualidad, y si bien son varias las teorías al respecto, las que
poseen más asidero son aquellas que dan gran importancia a los posibles conflictos de
los padres, o sobreprotección de uno de ellos sobre el niño o niña durante los primeros
años de vida, y por otra parte, a posibles experiencias sexuales vividas por el paciente
durante su pubertad, especialmente cuando se acepta que durante la adolescencia
temprana, los jóvenes transcurren por un corto período de “homosexualidad fisiológica
hormonal” al comenzar las gonadas a producir ambos hormonas masculinas y
femeninas.. Esta situación, sumada a las conocidas actividades que a veces les toca vivir
a algunos adolescentes en sus colegios, y a la existencia de un campo propicio previo
originado durante su ámbito familiar, podría ser el comienzo de una conducta
homosexual, que si no se detecta tempranamente, y continúa, posiblemente más
adelante será irreversible. De allí la importancia del diagnóstico precoz, que le cabría
realizar al pediatra o médico de la familia en las etapas previas.
Ante la pretendida legislación de incorporar las uniones civiles de individuos del
mismo sexo, y en base a lo suscintamente mencionado, no cabe bajo ningún concepto
equiparar los derechos de las mencionadas uniones con las de los matrimonios
tradicionales entre un hombre y una mujer, que rigen la ley natural de todas las especies
vivientes.
La relación sexual entre individuos del mismo sexo es un acto antinatural, por
cuanto durante el mismo se produce el mismo estímulo sexual propio de cada sexo,
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fisiológicamente programado para el contacto con el sexo opuesto, pero que los
homosexuales lo expresan para su relación con individuos del mismo sexo. Nada más
antinatural.
Como se mencionó antes, la conducta homosexual estable en adultos, debe
aceptarse como una situación generalmente irreversible, y por lo tanto los individuos
que la padecen tienen derecho a recibir todos los beneficios de un ciudadano normal,
excepto aquellos que vayan en contra de la ley natural de la vida.
Dios creó al hombre y a la mujer para que, siendo una sola carne, crecieran y se
multiplicaran. Así nació la familia, que es la célula de la sociedad, así se pobló el
mundo, así lo entendió la historia, así lo entienden nuestros hijos, cuyas primeras
palabras habladas y escritas fueron “mamá” y “papá”.
Si bien fisiológicamente no se concibe una unión legal en individuos del mismo
sexo, tampoco se puede sociológicamente concebir una familia con dos padres o dos
madres, aunque uno de ellos juegue el rol de padre o madre. Dentro de qué concepto
social se criará un niño que no pueda conocer el sexo real de sus padres, y que en su
escuela no pueda escribir el nombre de su padre y de su madre, o cuando inicia sus
relaciones sociales y deportivas con sus compañeros, observe lo irracional que es su
familia?
Estos últimos conceptos deben ser tenidos en cuenta y valorados por las
personas responsables de discutir la mencionada legislación de “Uniones Civiles”,
puesto que aquí no está en juego sólo las pretensiones de regularizar las uniones de
hecho de los homosexuales, sino, algo muchísimo más importante, y de gran
repercusión en la sociedad, y es la calidad de vida y la salud mental de los niños.
Los homosexuales deben recibir todos los derechos de cualquier ciudadano, pero
también tener las obligaciones de todos, y entre ellas, bregar, como todo ciudadano,
por la salud mental de nuestra población infantil.
En conclusión, la homosexualidad es una conducta antinatural, que no se
fundamenta en ninguna alteración de los mecanismos hormonales que regulan la
función sexual, sin embargo debe aceptarse como un estado psíquico adquirido, que no
lo incapacita para desempeñarse en la vida como cualquier ciudadano, excepto para
pretender formar una unión civil legal semejante al matrimonio normal entre personas
de distintos sexos cuya función principal es la transmisión de la vida.
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Dr. Carlos Velazco Suárez

TRATAR DISTINTO A LO QUE ES DISTINTO

“La familia está en el centro de la crisis y de las impugnaciones que sacuden a


la sociedad moderna, precisamente por tratarse de la institución fundamental de
la sociedad y la garantía de su estabilidad y de su carácter humano” S. S. Pablo
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En nombre del “derecho a ser diferente” o “a la diferencia” se vulnera


gravemente el derecho a la diferencia de una institución esencial para la subsistencia
de la sociedad. Esta contradicción pone al descubierto el hecho central que reúne a
todas estos movimientos e iniciativas a lo largo del mundo: la confusión. Deliberada o
inadvertida, esta confusión debe ser señalada y esclarecida cada vez que se presenta,
como en el caso que hoy nos ocupa.
La primera y principal confusión se da entre la legítima e irrenunciable exigencia
de las personas con comportamientos homosexuales a ser tratadas por la sociedad con
justicia, es decir, con pleno respeto a sus derechos fundamentales como personas, y la
exigencia a que su anormalidad sea considerada como normal.
El sexo es una de las realidades en que se manifiesta de la manera más
incontrovertible la existencia de un orden profundo de las cosas que nos es dado. Hay
un gran orden de la sexualidad y del amor que nos señala el camino de la normalidad, de
la salud, de la plenitud, de la felicidad (todos estos términos son de alguna manera
intercambiables) y hay trabas y desviaciones de ese orden, debidas a las causas más
variadas, que nos llevan a la anormalidad y al sufrimiento. El hombre viene a la
existencia como varón o como mujer, en la totalidad de su humanidad. De acuerdo a la
revelación bíblica (que ilumina la realidad de los hechos), el hombre es creado a
imagen y semejanza de Dios como varón y como mujer (Génesis 1,27), en una
originaria distinción y complementariedad, “en una unidualidad relacional que permite
a cada uno sentir la relación personal y recíproca como un don enriquecedor y
responsabilizante” (Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 8)
La utopía nihilista de la modernidad cierra desesperadamente los ojos frente a
esta realidad. El orden profundo de las cosas es vivido por ella como una constricción
insoportable que debe superarse por cualquier medio. De allí surgen una serie de
equívocos que son causa, a su vez, de graves daños para las personas y los grupos que
estas exigencias confundidas pretenden amparar. Esto se ha vuelto patente en el
dominio de la medicina y de la salud.
En el que quizá sea el más prestigioso texto de psiquiatría de la actualidad,
Warren Gadpaille denuncia “la deplorable politización anticientífica en la que ha
desembocado el justificado esfuerzo por remover el peso de la estigmatización social de
la homosexualidad”. La presión activista de los grupos homosexuales logró que la
Asociación Psiquiátrica Americana retirara el término homosexualidad como
diagnóstico de enfermedad en su famoso sistema de clasificación ( DSM III y IV). Su
ejemplo fue seguido por la OMS en su propio sistema de clasificación ( ICD 9 y 10 ).
La decisión provocó debates tan apasionados que fue sometida a votación, la cual, a su
vez, está siendo ahora cuestionada. Pero lo decisivo al respecto es lo que expresa en el
trabajo citado Gadpaille : “La verdad no puede ser determinada por voto, aun por
supuestas autoridades. La historia de las cuestiones científicas que se vuelven
altamente cargadas emocionalmente no se distingue por la claridad de pensamiento ni
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por una consideración racional de los datos “. En la última edición del tratado, nuestro
autor agrega, en contestación a las críticas que le fueron formuladas: “Lo ‘políticamente
correcto’ es tan indefendible cuando se aplica a la investigación científica o al estudio
de la orientación sexual como lo fue durante generaciones de abuso en la psiquiatría
soviética para someter la investigación científica del conocimiento a la ideología
política”. Como vemos campea aquí, ostensiblemente, la confusión.
Otra grave confusión, en el terreno científico y práctico, es hablar de “la
homosexualidad” como si fuera una entidad única (en algunos casos como una suerte de
“tercer sexo”). Lo que se presenta en los hechos es, en realidad, una amplia gama de
actividades y de comportamientos homosexuales, conceptual y cualitativamente
distintos entre sí, que van, desde los transitorios y ocasionales, fruto de circunstancias
particulares (cárceles, internados, épocas de la vida como la adolescencia), hasta los
más graves en los que importa, no el comportamiento sexual, sino la alteración
profunda de la personalidad, muchas veces psicótica. No podemos olvidar, además, los
casos de comportamientos sexuales desordenados, fruto de un mal uso de la libertad por
parte de los hombres. Categorizar la homosexualidad como un estado unitario de ser es,
por lo tanto, científicamente insostenible. En su lugar, la clínica describe hoy día, una
variedad dispar de comportamientos homosexuales verificables: homosexualidad
preferencial adulta, pseudo-homosexualidad, homosexualidad en etapas de desarrollo,
actividad homosexual situacional, comportamiento homosexual forzado o explotador,
bisexualidad, homosexualidad ideológica (sobretodo en militantes feministas).
Es en el campo de la medicina y de la psiquiatría donde se han podido
comprobar, en los últimos años, las trágicas y desastrosas consecuencias de estas
confusiones. En 1997, la Asociación Psicológica Americana apoyó, en una declaración,
a quienes opinan que, siendo normales, los comportamientos homosexuales no necesitan
tratamiento. y criticó, y previno, además, contra algunos de estos tratamientos. Cabe
reflexionar: ¿cuantas personas capaces de reasumir el tesoro de su identidad de varón o
de mujer y de desarrollar las riquezas en él implícitas, aun a pesar de trabas y
limitaciones, son privadas de este bien (que sí es un derecho humano inalienable) a
causa de estos desatinos que confunden en todo el mundo a la opinión pública profana y
profesional ? Cabe subrayar, al respecto, que la experiencia profesional demuestra que
las orientaciones y comportamientos homosexuales son exitosamente tratables en una
proporción muy importante de los casos.
Un caso clamoroso ha puesto recientemente de manifiesto estos hechos en los
Estados Unidos y contribuido a desenmascarar la falsedad que sostenía la teoría tan
ampliamente aceptada del género (o de la determinación psicosocial, genérica, de la
identidad sexual), desarrollada por el famoso psicólogo neozelandés John Money, del
hospital John Hopkins de Baltimore. Durante varias décadas, Money presentó ante un
auditorio internacional, como un éxito, el caso de un niño varón normal que perdió su
pene en un accidente a los ocho meses de edad. El niño fue castrado, sometido a una
plástica en sus genitales y educado a lo largo de once años como mujer. El caso, que se
hizo famoso en los anales de la medicina, terminó por revelarse como un completo
fracaso gracias, fundamentalmente, a la tenaz y heroica resistencia del niño que, aun sin
conocer su verdadera historia, se negó a aceptar la identidad femenina que se le quería
imponer logrando superar la terrible prueba que él y su familia soportaron durante
tantos años El análisis de los hechos demolió los cimientos de la teoría del género al
volverse evidente la mentira que la sostenía Es importante subrayar que esta teoría
sirvió de respaldo a otra iniciativa de Money, mundialmente aceptada: las
intervenciones quirúrgicas para la “reasignación de sexo”, que se realizan por millares
cada año en todos lo países.
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La realidad termina siempre por imponerse frente a las teorías y proyectos


arbitrarios que pretenden negarla. Queremos finalizar citando, a este propósito, unos
párrafos de la nota publicada recientemente por el Dr. Jorge Mazzinghi en el diario La
Nación (y a la que pertenece también el título de esta declaración) :
“Probablemente el uso abusivo de la palabra ‘discriminación’es uno de los
factores que ha causado mayor confusión en el derecho contemporáneo, ya que se suele
incurrir en el error de que discriminar es, de por si, una actitud perversa, en vez de ser
como es, el ejercicio de la inteligencia para tratar de modo distinto lo que es, en
sustancia, distinto.
Es claro que puede haber discriminaciones inaceptables por su notoria
injusticia y ellas deben ser evitadas, pero el temor de incurrir en tal extravío no debe
inhibir de aplicar aquel principio romano: juzga bien quien bien distingue.
Por otra parte los efectos (del proyecto) son limitados. Por más que el
legislador se lo proponga no puede borrar la diferencias que la realidad propone, y
proceder como si ellas no existieran. (…)
La pretensión de que una unión que se exterioriza como una “ relación afectiva
estable y pública, análoga a la familiar”, con prescindencia del sexo de sus integrantes,
produzca efectos equivalentes a los del matrimonio, no es un modo de evitar la
discriminación, sino un medio para ocultar la realidad y para fingir que es igual lo que
es diferente.”.
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Dr. Carlos Abel Ray

PERSONA HUMANA, SEXUALIDAD Y UNIONES CIVILES (homosexualidad )

En la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires ha entrado un proyecto de ley


denominado ”Uniones civiles” que permite legalizar la unión de personas del mismo
sexo otorgándoles los derechos y beneficios propios del matrimonio civil. Antes de
analizar este Proyecto parece conveniente hacer breves comentarios sobre la persona
humana, el matrimonio, la familia y la homosexualidad.

Persona humana
El ser humano, posee una dignidad distinta a los demás seres vivientes de la
naturaleza. Esta dignidad emana de su espíritu, es decir de la razón y la libertad que
lo caracterizan. Ello es válido para todos, pero además los creyentes (cristianos, judíos
y musulmanes) basan la dignidad de la persona en la triple condición de estar
constituida por cuerpo y alma, en haber sido creada directamente por Dios, y en el fin
trascendente a que está destinada. La persona humana es así, “imagen y semejanza” de
Dios, atributos que se ponen de manifiesto justamente en la razón y en la libertad que
posee. Por ello Aristóteles definió a la persona como “la unidad substancial de cuerpo
y alma” y Boecio, siglos después, como el “ser individual de naturaleza racional”.
CONCLUSIÖN: La persona humana goza de la máxima dignidad. Si tiene
algún problema psicológico o de conducta, se debe tratar incrementando su autoestima y
psiquiátricamente. El proyecto de ley en cuestión no considera la dignidad de la
persona.

Sexualidad
Algo importante a destacar en la persona humana: el cuerpo, principio de
individualización de esa persona, es sexuado. Hay dos sexos diferentes: en su
anatomía , en su fisiología, en su psiquis y dentro de ésta en sus pensamientos,
sentimientos y voluntad. Son diferentes, pero se complementan con absoluta e igual
dignidad. Los creyentes, reconocen la frase del Génesis: “Dios desde el principio los
creó hombre y mujer “.
La sexualidad condiciona todos los aspectos de la persona humana y abarca su
intelectualidad, su afectividad, su capacidad de establecer vínculos con los demás, su
aptitud de amar en sentido genérico y específicamente a alguien del otro sexo en
particular y finalmente, el sexo es responsable de la posibilidad de procrear.
La sexualidad tiene tres fines principales, cada uno bien importante de por si:
El primero, el básico, otorga a cada persona humana una serie de características
propias, que la hacen ser varón o mujer, con lo propio de la masculinidad o de la
feminidad. Este primer atributo de la sexualidad ha tenido siempre gran importancia,
pero en estos tiempos debe destacarse en forma especial, debido a que en círculos
académicos, científicos y en foros nacionales e internacionales, se lo está negando y se
propician teorías según las cuales el “sexo” biológico y natural no es lo valioso, sino
que debe priorizarse el “género, que la persona libremente elige de acuerdo a sus
preferencias.
El segundo fin de la sexualidad, es la posibilidad de concretar actos unitivos en
los que libremente una persona se entrega y recibe -íntima e íntegramente- a una
persona del otro sexo; por ello se habla de “unión personalista”. Se vincula con la
frase del Génesis: “y se unirá a su mujer y serán dos en una sola carne”. Esta unión
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total, con entrega y recepción sin reservas, con amor de cuerpo, mente y alma, se da
en perfección sólo en el matrimonio único, estable, fiel, exclusivo, generoso, definitivo
e indisoluble.
Finalmente, el tercer fin de la sexualidad es la procreación. No la simple
reproducción animal para mantener la especie, sino la procreación responsable con
aceptación y plena recepción de los hijos que puedan llegar, a los que brindará
cuidados, vigilará su crecimiento y desarrollo y educará con amor.
En el Proyecto de ley que se propone, se anula el concepto de lo natural en la
sexualidad, se resta importancia a la sexualidad biológica y al autorizar uniones civiles
del mismo sexo se incorpora el concepto de elección del género y de la conducta social.
Por ello hoy, Boecio tal vez completaría la definición ya citada, con una referencia a la
sexualidad: “Persona humana es el ser individual, sexuado, de naturaleza racional”.
El sexo de la persona humana biológicamente está confirmado que se
determina ya en la fecundación. Desde el momento en que el espermatozoide penetra
en el óvulo, después de haber atravesado la membrana pelúcida y el oolema que lo
rodea. Se forma entonces una nueva célula, un nuevo ser humano, con los 22
cromosomas somáticos y el cromosoma sexual X que aporta el óvulo y los 22
cromosomas somáticos y el cromosoma sexual X o Y que aporta el espermatozoide.
Se totalizan de este modo los 23 pares de cromosomas del ser humano. El gameto
masculino con su cromosoma sexual X o Y es el que determina si ese huevo
humano será mujer o varón respectivamente. Y a partir de allí, el embrión, el feto, el
recién nacido, el niño y el adulto seguirán siempre desarrollándose y evolucionando sin
solución de continuidad alguna, dentro de ese sexo varón o mujer que tuvo desde que
fue huevo o ser humano unicelular.
CONCLUSION: Toda persona humana, biológica y naturalmente pertenece a
uno de los dos sexos: varón o mujer. El desarrollo de la sexualidad implica afianzarse
en la orientación sexual que le corresponde Si hay un problema de identidad hay que
enfocarlo y tratar de superarlo, pero no se puede contrariar a lo natural y biológico. El
Proyecto en estudio no considera esta diferencia biológica, psicológica y afectiva que
naturalmente hay entre los dos sexos, complementarios entre si.

El matrimonio y la familia
La familia es la célula básica de la sociedad. Así lo ha sido siempre y lo es
también hoy en las diferentes culturas, tanto en las primitivas y simples como en las más
desarrolladas. La familia está constituida por la unión estable y permanente de dos
personas de sexo diferente (o de un varón con varias mujeres en las culturas
poligámicas) más los hijos que puedan nacer en esa unión. A lo largo de las
diferentes civilizaciones, la familia siempre ha sido apoyada y protegida y las leyes la
han defendido para que progrese en plenitud y se pueda lograr dentro de ella el
adecuado desarrollo y educación de los hijos.
El amor de los esposos es importante para el equilibrio familiar, tanto en las
relaciones de los cónyuges entre si, como en la crianza y evolución psicoafectiva de los
hijos. Cada miembro del matrimonio tendrá que asumir la misión que le corresponde
como padre o madre. Esto se refiere en forma especial a los atributos
psicoemocionales propios de cada sexo. A saber: la intuición , la prudencia, la
humildad, el recato, la preocupación por los detalles y la sensibilidad afectiva más
propios de la feminidad. Y la conquista, búsqueda de nuevos horizontes, el enfoque
más global de los problemas, el arrojo, el espíritu de conquista y aventura y la
sensualidad más propios de la masculinidad. Además y sobre todo, en la feminidad
15

debe destacarse la posibilidad de concretar el espíritu maternal, con todo el amor,


sacrificio y dedicación que ello significa.
En el mundo de hoy, los cambios en la posición familiar y social de la mujer
han achicado las diferencias en ciertos aspectos económicos y profesionales, lo que
obliga a buscar nuevos equilibrios de cooperación mutua, pero respetando siempre lo
propio de cada sexo.
Estas características deben estar presentes en la conducta diaria de los cónyuges
y en el trato con los hijos, para que éstos crezcan en un hogar donde estén bien
definidos el papel del padre y de la madre. El estímulo y apoyo de la feminidad y de la
masculinidad nada tiene que ver con la arrogancia y soberbia de las feministas o de los
machistas prepotentes. La correcta identidad sexual de los hijos se verá ampliamente
fortalecida y confirmada cuando tienen en casa adecuados modelos con quienes
identificarse.
CONCLUSION: La familia es la institución fundamental y primaria de la
sociedad que se basa en la unión estable y permanente de un hombre y una mujer. Esto
constituye el matrimonio, institución natural. Además, debe ser defendida y protegida
por el bien y futuro de los hijos que en ella crecen, se desarrollan y se afianzan con
amor en su respectiva sexualidad, para llegar a ser personas adultas libres y
responsables. El proyecto de uniones civiles trata de equipararlas con las familias, lo
que es imposible y contradice el verdadero sentido que éstas tienen como instituciones
básicas de la sociedad.

La homosexualidad
La homosexualidad es la condición que caracteriza, pasada la adolescencia (en
que puede haber temporarios desajustes), a los hombres y mujeres que tienen una
orientación sexual dirigida a su propio sexo. En general se los denomina “gays” o
“lesbianas”. Considero importante cambiar esta manera de referirse a ellos, por tratarse
de un enfoque equivocado que da a entender que “son” homosexuales. Pero la
persona no puede reducirse a su sexualidad. Ellos y ellas “no son”, sino que “tienen”
una orientación sexual desviada, que tienen que tratar de corregir.
El concepto de que hay varios sexos no tiene ningún fundamento, como tampoco
lo tiene sostener que la convivencia y la unión íntima de personas del mismo sexo es
normal. No obstante, muchos que padecen esta desviación se sienten orgullosos de su
condición, presentándose como una alternativa más a lo natural de dos sexos: ser
varón o mujer.
Las personas que sufren una desviación de la orientación sexual, habitualmente
pueden ubicarse en tres grupos:
a) Unos son aquellos sujetos que desde niños tiene preferencias, actitudes y
gustos que son más propios del sexo opuesto. Con el correr del tiempo estas
preferencias pueden desaparecer con una conducta y tratamiento adecuados , o por el
contrario, las preferencias hacia personas del mismo sexo pueden hacerse más
manifiestas. No se han encontrado hasta ahora, causas genéticas, anatómicas, ni
hormonales. Pero aunque algún día se encontrase una causa, siempre se trataría de algo
que no está dentro de la normalidad. Estos casos deben ser estimulados a que con
esfuerzo traten de superar el problema y además necesitan recibir tratamiento
psiquiátrico, que en muchos casos es exitoso.
b) Otro grupo lo constituyen algunos niños y jóvenes que fueron abusados o
violados sexualmente y quedaron con problemas de identidad sexual. Estos son casos
secuelas de pedofilia en que el victimario abusó a niños o niñas prepúberes,
generalmente de 13 o menos años de edad . En este grupo se incluyen los casos de
16

incesto, en que el abusador es un familiar íntimo. Cuando el abuso es a jóvenes


adolescentes se llama hebofilia.
c) Finalmente, se halla el grupo de personas que llevan una vida sexual
promiscua - con o sin drogadicción- que los lleva a probar y a tener distintas
experiencias sexuales y terminan en una vida completa o alternativamente homosexual.
Cualquiera haya sido la causa, la homosexualidad es una orientación sexual
desviada y no es equiparable a la heterosexualidad. Si bien es una seria enfermedad
psiquiátrica, la American Psyquiatric Association en una reunión - por ajustada
votación de los presentes- la retiró del grupo de enfermedades, por eso no figura más
en su Manual de Diagnósticos de afecciones mentales (DSM III y DSM IV).
Las personas con esta tendencia tienen la dignidad - y por lo tanto la libertad e
inteligencia- que poseen todas las personas. Ello les permite - desde luego con
esfuerzo- evitar la actividad homosexual. Hay que diferenciar nítida y explícitamente
la “orientación homosexual”, de los “actos homosexuales”. La orientación se debe
tratar de corregir con esfuerzo personal y con adecuado tratamiento, que a veces tienen
éxito. Los actos homosexuales son antinaturales y gravemente desordenados e ilícitos.
Hay una tendencia difundida en la sociedad actual y en círculos académicos,
universitarios y científicos, a considerar la conducta sexual como algo de libre elección.
Se sostiene erróneamente que la orientación hacia el otro sexo no está biológica y
naturalmente determinada, sino que es una característica que se escoge.
Quienes padecen el problema de orientación sexual desviada, deben ser tratados
con la dignidad y el amor que les corresponde como personas humanas que son: con
cuerpo generado por sus padres y alma creada por Dios, con razón y libertad y con
destino trascendente. Es necesario evitar las injusticias que con frecuencia se cometen
contra ellos, pero sin caer en el extremo opuesto de no separar lo que está bien de lo
que está mal, aprobando la exteriorización de su problema y los actos desordenados que
puedan realizar.
Hay que diferenciar bien a quienes padecen este problema y con esfuerzo y
tratamiento tratan de superarlo, de aquellos que hacen pública ostentación de su
desviación. Estos casos no pueden ejercer profesiones o empleos donde haya niños o
jóvenes involucrados. Debo destacar - como médico y como profesor universitario- que
no deben ingresar o permanecer en seminarios religiosos -de cualquier culto que sean-
aquellos jóvenes o adultos que tengan una orientación sexual desviada, aunque lleven o
prometan llevar, una vida casta.
Las personas con tendencias homosexuales pueden llevar una vida de castidad,
como es lo deseable para todas las personas antes del matrimonio. A éste pueden llegar
también los que tuvieron una orientación desviada, si se curaron con trabajo personal
y con adecuado tratamiento. Es necesario estimular su autoestima, apoyar sus esfuerzos
y brindarles ayuda espiritual, estimulándolos a tener confianza en la oración y en
Dios.
CONCLUSION: Las personas con orientación sexual hacia el mismo sexo
deben ser tratadas con respeto y consideración, pero sin que ello signifique aceptar la
ostentación pública de su problema o los actos íntimos desordenados que puedan
cometer.

Uniones civiles
En la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se ha presentado un proyecto
denominado ”Ley de uniones civiles” que ha sido redactado por la juez civil Dra.
Graciela Medina.
17

Este proyecto fue presentado por la llamada Comunidad Homosexual Argentina


y ha recibido el apoyo de organismos gubernamentales : Subsecretaría de Derechos
Humanos de la Nación, el Instituto Nacional contra la Discriminación y varias
dependencias del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El Colegio Público de
Abogados - excediéndose en sus fines específicos y sin consulta a sus asociados- ha
expresado su apoyo a la iniciativa, al igual que varias Cátedras de la Universidad de
Buenos Aires.
Este proyecto de ley de 10 artículos, legaliza la unión de personas del mismo
sexo otorgándoles los derechos y beneficios propios del matrimonio civil. En su
artículo primero expresa que “la unión de dos personas con independencia de su sexo”,
forman parte de un “grupo familiar”. En el segundo artículo se vuelve a enfatizar lo
anterior cuando dice: “relación de afectividad estable y pública, análoga a la familiar”.
Desde estos dos primeros artículos se equiparan estas uniones civiles a la familia, lo
que constituye un error conceptual, filosófico, biológico, legal y social.
En el tercer artículo del proyecto, se expresa que “la unión civil goza de los
mismos derechos y beneficios ….que los matrimonios, esposos o cónyuges”.
Ejemplifica algunos de esos beneficios y cita: “ tales como licencias especiales por
cuidado de familiar o cónyuge enfermo y la necesidad de traslados por necesidades del
grupo familiar”... “planes de fomento de la vivienda , provisión de puestos de trabajo y
ayudas familiares”. Como se observa, se insiste en la equiparación e igualdad con la
familia. Es más que probable que de aprobarse este proyecto, un próximo paso sea
autorizar la adopción de niños dentro de estas uniones civiles, lo que agrava la malicia
y la irracionalidad del proyecto en estudio.
CONCLUSION: Este Proyecto de Uniones civiles es absolutamente contrario a
la sana crítica que considera a la familia como la institución básica de la sociedad,
constituida por dos personas de diferente sexo. Decir que las uniones civiles de dos
personas del mismo sexo son análogas a la familia normal y otorgarle los mismos
derechos, es absolutamente contrario a la biología, a la medicina, al derecho natural y
a los sentimientos más profundos que están arraigados en la inmensa mayoría de las
personas que constituyen la sociedad. En los primeros considerandos de este trabajo
donde me referí a persona humana, sexualidad, matrimonio y familia, he dado los
conceptos filosóficos y biológicos que fundamentan la oposición a este Proyecto de Ley
de Uniones civiles y constituyen los argumentos básicos y elementales para rechazarlo.

Argumentos legales
Hay también importantes argumentos de tipo legal y jurídico. La Constitución
Nacional y el Código Civil Argentino hacen absolutamente inviable a este Proyecto.
La Constitución Nacional en su Preámbulo expresa su objeto de….”promover
el bienestar general”. Es evidente que el proyecto de uniones civiles no apunta al
bienestar general sino a tratar de regularizar lo antinatural. El Art. 14 bis establece “la
protección integral de la familia, la defensa del bien de familia, la compensación
económica familiar”. El Art. 20 da a los extranjeros el derecho a “casarse conforme a
las leyes”. EL Art. 75 inc. 19 otorga al Congreso Nacional la facultad de sancionar
leyes sobre educación que aseguren “la participación de la familia y la sociedad”.
Desde luego, la Constitución se refiere a familias normales, naturalmente constituidas
por un matrimonio de dos personas de diferente sexo.
Además y ello tiene que ver con la ecología, el Art. 41 de la Constitución dice:
“Todos los habitantes tienen el derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el
desarrollo humano”. Este ambiente se logra respetando y promoviendo a las familias y
18

no creando figuras legislativas que las rebajan de categoría y las analogan con uniones
unisexuales.
Finalmente, el Art. 75 en su inc. 22 ha aprobado y otorgado jerarquía
constitucional a diez declaraciones, pactos y tratados internacionales, en muchos de los
cuales figura la necesidad de proteger a la familia , que consideran “elemento
fundamental de la sociedad”, como expresa en su Art. VI la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del hombre. La Declaración Universal de los Derechos
Humanos es más explícita en su Art. 16 cuando manifiesta que “Los hombres y las
mujeres …tienen derecho a casarse y fundar una familia” , y en el Art. 20 se lee que
“toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado, que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar…” .
En la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto San José de
Costa Rica), el art. 17 se refiere a la protección que debe recibir la familia, y en el inc.
2 dice: “Se reconoce el derecho del hombre y la mujer a contraer matrimonio y a fundar
una familia…”. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
en su Art. 10, inc. 1, dice: “Se debe conceder a la familia, que es el elemento natural y
fundamental, la más amplia protección…”. El Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos , en su Art. 23, inc. 1 expresa “La familia es el elemento natural y
fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Por último, la Convención de los Derechos del Niño, a lo largo de sus artículos, se
refiere al interés superior del niño y a la necesidad de contar con el cuidado y protección
de los padres y al mantenimiento de las relaciones familiares.
El Código Civil –que es una Ley nacional de jerarquía superior a las leyes
comunes- define perfectamente cuál es el régimen familiar y lo basa en la unión de
dos personas de diferente sexo. No podría una ley local (de la Ciudad de Buenos
Aires) cambiar el espíritu y la letra de una ley nacional fundamental, que en la Sección
Segunda trata sobre las relaciones de familia y en el Título I de esa sección en sus Arts.
159 a 239 ( Ley No. 23 515) legisla con detalle sobre los derechos y obligaciones en
el matrimonio. El Código en el Art. 166 se refiere explícitamente al sexo de los
cónyuges cuando expresa que: es un impedimento para el matrimonio: “Tener la mujer
menos de 16 años y el hombre menos de 18 años”. El Art. 220 trata sobre la nulidad
relativa del matrimonio: “en caso de impotencia de uno de los cónyuges, o de ambos,
que impida absolutamente las relaciones sexuales entre ellos” (desde luego el Código se
refiere a relaciones naturales heterosexuales). Los restantes títulos II a XIV de esa
Sección sobre Familia abordan los problemas referentes a los hijos.
No hay duda alguna que el Código Civil trata sobre la familia, sobre el
matrimonio normal entre dos personas de diferente sexo y sobre los hijos. En ningún
momento admite ni insinúa, la posibilidad de las “uniones civiles” propuestas en el
proyecto en cuestión y menos aún equiparándolas a las familias en derechos y
obligaciones.

Conclusión
Para finalizar, debo enfatizar la razonabilidad y oportunidad de los argumentos
constitucionales y legales que se oponen a este proyecto. Pero el rechazo no se debe
basar sólo en esos argumentos, pues los defensores del proyecto buscarían derogar lo
que se oponga a sus propósitos. Decidida y concretamente, lo realmente importante
es que la ley natural , la razón y el sentido común lo rechazan por irracional y
antinatural.
19

2 - PANEL JURÍDICO:

Dr. Alberto Jorge Gowland Mitre ( Pág. 20 )

Dr. César Pedro Astigueta ( Pág. 24 )

Dr. Eduardo A. Sambrizzi ( Pág. 35 )

Dr. Orlando J. Gallo ( Pág. 45 )

Dr. Daniel Alejandro Herrera (Pág.48)


20

Dr. Alberto Jorge Gowland Mitre


LEY DE UNIONES CIVILES

Tomaré el articulado tal como está formulado, sin considerar por ahora la
exposición de motivos que acompaña el proyecto.

Art. 1º): La ley argentina no otorga a las personas distintos derechos u


oportunidades, de acuerdo al grupo familiar al que formen parte. Esta sería una primera
falacia en el articulado propuesto. Todas las personas son iguales ante la ley, conforme
preceptos constitucionales, y no hay distinción entre los hijos nacidos dentro del
matrimonio o fuera de él, ni con los nacidos de la adopción, salvo las que surgen de los
distintos tipos de adopción previstos en la ley que rige la materia. Lo que ocurre es que
el proyecto, cuando dice “sin reparar en el grupo familiar del que formen parte”, está
diciendo que la unión de dos personas , es un “grupo familiar”, lo cual no es cierto, por
lo menos no lo es de acuerdo a la naturaleza ni a la ley vigentes en la República
Argentina.

La innovación contemplada en el artículo en análisis, dice que la “unión de dos


personas, con independencia de su sexo y orientación sexual, que convivan en análoga
relación de afectividad”, los haría formar parte de un “grupo familiar”. Para quienes
pensamos que la familia, nace o del matrimonio o de la filiación, sea esta natural o
adoptiva, el concepto resulta difícil de digerir. La expresión “análoga a la familiar”, es
de tal grado de equivocidad, que permite todo y no protege o tutela valores relevantes o
que la sociedad haya decido exaltar o privilegiar sobre otros.

A nuestro juicio, cuando una nación decide en su legislación proteger a la


familia, como lo hace la CN en el art. 14 bis, se está refiriendo a la familia nacida de
una unión heterosexual destinada a cumplir con los fines propios de la unión del hombre
y la mujer, fundamentalmente mirados desde el interés social que el Estado tiene en la
procreación y en la difusión de la idea de familia nacida del matrimonio. No excluye las
uniones libres heterosexuales, y protege la filiación emanada de estas en un plano de
plena igualdad, ni prohibe las uniones homosexuales, pero las deja reservadas a la esfera
del art. 19 CN, en la medida que no “ofendan el orden y la moral pública”. Cuando la
CN en el art. 20, garantiza al extranjero el derecho a casarse conforme a las leyes, le
está reconociendo este derecho natural que todo hombre y mujer tienen por naturaleza a
unirse en matrimonio, en las condiciones que la ley prevé.

De donde no son la “convivencia”, ni la “afectividad”, las que determinan la


tutela legal que tiene la familia argentina, sino la unión matrimonial, y la relación
emanada de la filiación, de sangre o legal, las que forman el vínculo legal que da pie a la
familia.

La protección a la familia, emana de un interés social, no individual. La relación


afectiva entre un hombre y una mujer, a la que no se desea incorporar el ingrediente del
consentimiento a la institución matrimonial, no tiene porque merecer la protección del
Estado. Al Estado no le interesa si mi afecto dura un mes , un año o un año y un mes, el
“afecto”, no es algo que al Estado le interese socialmente tutelar , regular o proteger.
Simplemente lo respeta como perteneciente al ámbito individual. Tampoco tiene interés
21

alguno el hacerlo público, pues se registra o publicita una relación que implica un
compromiso de perpetuidad, en tanto y en cuanto no se produzcan causas específicas
que la ley determina para establecer su disolución. Pero ¿qué sentido tendría registrar
relaciones afectivas, y cual sería la utilidad de medir o demostrar si son o no “análogas”
a las familiares?.

La convivencia es y será siempre un hecho, pero no es un hecho cierto , unívoco,


no susceptible de interpretaciones varias, de simultaneidades o de variaciones mas o
menos originales. Cuanto más si la así llamada UNIÓN CIVIL, es demostrable por
cualquier medio de prueba.

Art.2º): el artículo define a la UNIÓN CIVIL, en términos similares al anterior ,


añadiendo que se trata de una unión de personas mayores de edad, “que conviven en una
relación de afectividad estable y pública, análoga a la familiar, con independencia de su
sexo y orientación sexual”. Y aquí aparecen claros los peligros de legislar contra la
naturaleza, en efecto, ¿cómo encontrar analogía entre lo que se esencialmente diverso?.
Para que haya familia, tiene que haber o matrimonio ( varón y mujer de acuerdo al art.
178 del CC) , o filiación ,para la cual tiene que haber nacimiento, que implica la
diversidad de sexos. Es criticable hablar de unión “estable”, cuando al mismo tiempo se
limita la convivencia a 1 año, así pues argumentando por el absurdo es factible que en
10 años, se tengan por caso, 10 “uniones estables” análogas al matrimonio. Pareciera
que hay algo desmesurado en la propuesta legislativa.

Tampoco parece atinada la excepción al año de convivencia, cuando entre las


mismas “exista descendencia en común”, ya que la excepción resulta una clara
incitación a la adopción de hijos por parte de parejas de homosexuales, lo cual
considero nefasto para la recta formación sexual de los adoptados. Ello por supuesto con
total independencia del sexo de los homosexuales en cuestión. Y si no fuese así siempre
estaría faltando un ingrediente heterosexual a la filiación, aún en las variantes de
alquiler de vientres o inseminación artificial con semen de un tercero. A la sociedad no
le interesa ni le debería interesar fomentar legislativamente , adopciones o filiaciones de
esta naturaleza, y mucho menos convertirlas en prueba de un remedo de unión pseudo
familiar naturalmente imposible.

Artículo 3º) : Este artículo ha sido ya justamente criticado por todos los
constitucionalistas mas reputados, y aún por algunos que no critican la totalidad del
proyecto. Es que la Ciudad de Buenos Aires, no puede legislar sobre materia de los
Códigos de fondo, ni establecer excepciones en su territorio sobre la mayor o menor
extensión de los derechos acordados por las leyes civiles.

Por otro lado , no se entiende que quiere decir el listado de “derechos “ que se
extienden, esto es si se trata de dar al “unido/unida”, los mismos derechos que a su
compañero/compañera, empleada de una de las ramas del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, no solo se está creando un vínculo familiar inexistente sino
que se lo está haciendo muy pobremente en cuanto a técnica legislativa.

Otorgar licencia por “cuidado de familiar o de cónyuge enfermo” a quien no lo


es, o traslados por necesidades del grupo familiar, participan como conceptos de la
misma crítica generalizada a la que venimos aludiendo.

Cuando se habla de otorgar también los planes de fomento de viviendo familiar,


o la provisión de puestos de trabajo y otros, no se puede evitar pensar, donde se detiene
22

esta supuesta tutela de la “unión civil”, por caso imagino a dos amigos, perfectamente
heterosexuales, que conviven desde hace años pues estudian en la facultad, son amigos
de toda la vida, se profesan afecto que no ocultan pero para nada son homosexuales ni
su afecto es de esta naturaleza. ¿Estarían alcanzados por la tutela legal que se pretende
crear, y tendrían derecho a sentirse discriminados por no ser una “unión homosexual”,
al verse privados de un plan de viviendas?.

Art. 4º): El régimen de los “impedimentos” previstos en el presente artículo es


por demás irritativo para quienes creemos en el matrimonio como un vínculo
indisoluble en el orden natural y religioso, y que en el plano civil, consideramos
necesario un ilícito para que se disuelva dicha unión. Establecer que el matrimonio es
un impedimento para contraer esta unión nacida de la convivencia anual, importa un
agravio para la institución matrimonial que la ley no puede tolerar, y que es
abiertamente violatorio del art. 14 bis de la Constitución Nacional.

Art.5º): Si la llamada “unión civil” puede de acuerdo al articulado propuesto


acreditarse por cualquier medio de prueba, no se entiende la razón de crear un Registro
de uniones homosexuales, ni tampoco para que se pide que se lo formalice por escrito,
sea por instrumento público o privado.

Art.6º): Establece un sistema de “convenciones pre unión”, o post unión civil,


pues los unidos pueden celebrar una suerte de convenciones prematrimoniales
inexistentes en los matrimonios civiles con el alcance que se les quiere dar, y pueden
además celebrar contratos entre si , lo cual en algunos casos también les está prohibido a
los esposos. No solo se legisla sobre materia de derecho de fondo sino que se va más
allá de lo que dicha materia autoriza a los matrimonios constituidos por hombre y
mujer.

En cuanto a las compensaciones económicas para el caso de ruptura, y la


prohibición respecto al objeto de los contratos, no puede dejar de pensarse que parte de
ellos puede ser el “precio de la unión”, ello sin querer descalificar totalmente el
desinterés de algunas de estas uniones de hecho, pareciera que al querer regular un
sistema de “compensaciones” se corre el riesgo de estar regulando un modo de
retribución por la propia unión. Con lo cual estaríamos en pleno campo del art. 953 del
Código Civil, o sea violando las pautas de la moral y las buenas costumbres.

De todas maneras este régimen de los contratos tiene la peculiaridad de que las
partes que antes del proyecto eran capaces para contratar entre si, dejan de serlo por
causa del proyecto, para luego ser autorizados a contratar con restricciones. Ello mueve
a pensar, si más allá del interés ideológico sentimental de la CHA, tiene sentido este
cambio propuesto, que al menos en cuanto a contratación se refiere limita, pues no se
sabe si el artículo 6º significa que no pueden celebrar otros contratos y si solo los que
regulen las relaciones patrimoniales derivadas de la convivencia, o si pueden celebrar
todos los contratos y además estos. En cuanto a la referencia al orden público es
sobreabundante ya que ningún contrato puede contrariar el orden público ni la
legislación de fondo, cuando esta reviste tal carácter.

Art. 7º): El fin de la unión civil, regulado en el artículo en análisis, participa de


los mismos problemas que la regulación de la institución en si. Resulta curioso decir
que la muerte pone fin a la unión civil, aunque ello sea obvio, pero lo que sorprende
más es el inciso “f”, en el cual se prevén todas las causas de disolución que las partes
23

hubieran pactado en su contrato de regulación. Ello significa un semillero de pleitos


infinito, y refleja una contradicción. O el régimen es de orden público en cuyo caso es
indisponible, y no se pueden crear causales de disolución no previstas o rige la
autonomía de voluntad y cualquiera puede pactar cuales serán las causas de disolución.
Pero no las dos cosas a la vez.

Resulta sumamente extraño que la unión civil pueda constituirse por la


convivencia de un año, y también disolverse por la falta de convivencia de un año, lo
cual no hace sino demostrar la falta de consistencia de tales uniones.

Tampoco se incluyeron los derechos y deberes del matrimonio,


afortunadamente, pero no queda claro si el abandono de la convivencia por uno y su
convivencia con otro le permite formar nueva unión con el segundo o será necesario
espera el año para la primer disolución y luego un segundo año para constituir la nueva.
En cuanto a las uniones constituidas por instrumento público, resulta extraño que si se
pueden disolver por la mera voluntad unilateral de uno de los “unidos” o por el
abandono de la convivencia, sea necesaria la escritura pública de revocación o
cancelación de la unión.

Art. 8º): El nombre del Registro, al que se designa como Registro de Uniones
Civiles de Solidaridad, es al menos equívoco. Personalmente estoy en contra de la
reglamentación tanto como de la unión, pero si en algún momento nuestro nivel de
moral social llega al punto de tener un registro de uniones homosexuales, me gustaría
que se llamara por su nombre, así nadie se confunde sobre el objeto de la unión que se
celebra.

Arts. 9º y 10ª: ambos son pasibles de las mismas críticas formuladas


inicialmente sobre la inconstitucionalidad de la norma propuesta. A ellas cabe añadir
que el art. 10 pretende derogar buena parte del Régimen de matrimonio y de sus efectos
patrimoniales, lo que implica tanto como derogar el Código Civil, lo cual es
manifiestamente inconstitucional, y la legislatura local resulta claramente incompetente
para ello.
24

Dr. César Pedro Astigueta

PROYECTO DE UNIONES CIVILES

1. Ha sido aprobado por la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Legislatura de


la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un proyecto presentado por la Comunidad
Homosexual Argentina, basada en el deber de formar una sociedad tolerante,
fundada en la dignidad de todas las personas, cualquiera sea su identidad sexual.
Sostiene dicho proyecto que tanto “la orientación sexual y la identidad de género”
son dimensiones fundamentales del ser humano”, y que los derechos civiles de las
personas homosexuales no están equiparados a los de la población en general, no
reciben el reconocimiento del Estado ni están normadas ni reguladas en cuanto
listado de derechos y deberes”, constituyendo una discriminación por omisión, que
estaría vedada por la ley 23.514.
Que deben cumplirse la Constitución Nacional, los Pactos Internacionales –que hoy
han sido elevados al rango constitucional desde la reforma de 1944- la igualdad ante
la ley y que, al no contar con ninguna noción adecuada a su “orientación sexual”, la
persona homosexual se ve excluida del pacto social y por lo tanto obligada a
exponerse al desamparo, particularmente en la vejez.

2. Pasaré a analizar los fundamentos indicados.

2.1. La ideología está basada en la ideología del Gender que es la que está llevando
a la gradual desestructuración cultural y humana de la institución matrimonial.
Ser hombre o mujer no estaría determinado por el sexo sino por la cultura. Con
ello se atacan las mismas bases de la familia y las relaciones interpersonales.
2.2. A partir de la década 1960-1970, ciertas teorías que hoy pueden ser calificadas
por los expertos como “construccionistas” sostienen no sólo que la identidad
genérica sexual (gender) es el producto de una interacción entre la comunidad y
el individuo sino incluso que dicha identidad genérica sería independiente de la
identidad sexual personal, es decir, que los géneros masculino y femenino de la
sociedad serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación con
verdad ninguna de dimensión sexual de la persona-.
2.3. De este modo, cualquier actitud sexual seria justificable, inclusive la
homosexualidad, y es la sociedad la que debería cambiar para incluir, junto al
masculino y el femenino, otros géneros en el modo de configurar la vida social.
2.4. Lamentablemente la idea del gender ha encontrado en la antropología del
neoliberalismo radical un ambiente favorable -reivindicando la existencia de un
estatuto similar tanto para el matrimonio como para las uniones de hecho-
inclusive homosexuales.
2.5. El proyecto presentado no representa en definitiva sino una regulación de la
garantía “diferente”, que establece el art. 11 de la Constitución de la Ciudad de
Buenos Aires, a cuyo tenor “se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente,
no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o
con pretexto de raza, etnia género, orientación sexual (...) o cualquier otra
circunstancia que implique distinción, excusión o menoscabo”.
2.6. Esa garantía, teniendo en cuenta por la explícita mención de la “orientación
sexual”, que los diferentes son los que no tienen esa inclinación u orientación
25

sexual con el otro sexo, es decir que no actuad sexualmente como varón o mujer
siendo tales. Se trataría, como bien señala A. Ricardo Wetzler Malbran1, más
que una orientación sexual, una desviación sexual, porque la orientación
presupone la adecuación de la conducta en su cauce normal, que no es el caso
de lo homosexuales.
2.7. Lo que en definitiva se propone es mezclar la tolerancia con la plena aceptación
social. Es decir que no tanto se busca que los diferentes por su orientación
sexual tengan iguales derechos y garantías que la población “no diferente”, sino
que lo que se intenta es que la actitud de lo mismos frente al sexo sea
plenamente aceptada socialmente. Es una búsqueda sin pausa para que las
parejas de lesbianas o “gays” gocen de los mismos derechos que la unión entre
un hombre y la mujer que conviven en una relación de afecto y, como ya lo han
conseguido en otros países se los asimile a los matrimonios, pudiendo inclusive
adoptar2.

ANTECEDENTES
3. El Estado ha regulado el matrimonio y ante la existencia del concubinato que no
podía evitar, decidió no reconocerle ningún efecto jurídico. Teniendo en cuenta que
muchas veces existía un impedimento cultural, geográfico o cultural-educacional, se
dictaron normas de carácter previsional, laboral y asistencial para corregir los
defectos de estas uniones. Todas estas disposiciones se dictaron en detrimento de la
familia legitima ya que la regulación del concubinato y la desregulación del
matrimonio parecen ser fenómenos legislativos paralelos.
4. En la segunda mitad del siglo XX el interés por el concubinato presenta una
perspectiva diferente. Se trata de reivindicar la libertad individual, de consagrar un
supuesto derecho a vivir la sexualidad al margen del cauce institucionalizador del
matrimonio. Se busca un reconocimiento y una aceptación social de la unión
extramatrimonial y como medio para ello se reclama para ella una regulación y un
reconocimiento jurídico.
5. En cuando el nombre de “concubinato”, pacíficamente usado, es tildado de
inconveniente por discriminador y peyorativo. Las fórmulas que se proponen para
sustituirlo son muy variadas: desde unión libre, aparente matrimonio, familia de
hecho, pareja. Ninguna es suficiente para abarcar la realidad del concubinato
definido por el Diccionario de la Real Academia Española diciendo que es “una
unión marital de un hombre y una mujer sin estar casados”.
6. Esta tendencia política cultural que se encuentran en desarrollo en Europa, en
Estados Unidos y en algunos países sudamericanos y ahora en el nuestro, nos llevan
a pensar que lo que se busca es el acogimiento de una nueva concepción de la
familia fundada en el matrimonio monógamo e indisoluble. Es una manera de
entender la familia, no como comunidad natural, sino como mera asociación
voluntaria sin compromiso de futuro que debe asimilarse al matrimonio y a la
familia fundada en la relación conyugal.
7. El Proyecto que está en discusión tiende a que la unión civil, ya sea de
heterosexuales como de homosexuales, sea capaz de gozar de los mismos derechos
y beneficios que los otorgados o a los que en el futuro se otorguen, a los parientes,
matrimonios, esposos y/o cónyuges.

DERECHO A LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES.


1. Se basa el Proyecto en el art. 16 segunda parte de la Constitución Nacional, que
enuncia como principio general que todos los habitantes de la Nación son “iguales
26

ante la ley”, en consecuencia tienen derecho, sin discriminación, a igual protección


de la ley.
2. Desde antaño la jurisprudencia de la Corte ha elaborado lo que puede denominarse
como “doctrina de la igualdad” que conlleva al tratamiento igual de todos aquellos
que se encuentren en igualdad de condiciones. Sostener lo contrario implicaría caer
en un igualitarismo ciego e incapaz de advertir que una homogenización forzada de
la sociedad no conduce más que al trato igual de los desiguales, lo que
paradójicamente implicaría contradecir el principio mismo de la igualdad3. Puede
sostenerse válidamente que el principio de igualdad implica que todos los seres
humanos tienen el derecho de ser considerados iguales, como partícipes de una
igualdad elemental en su “status jurídico”, pero esta igualdad debe complementarse
con el derecho a un trato diferencial cuando medien para ellos criterios idóneos para
el reconocimiento de desigualdades de hecho y diferencias interpersonales de
basamento razonable, cuya inobservancia tornaría el principio de igualdad en una
fórmula vacía.
3. Ello implica que puedan existir el derecho al reconocimiento de diferencias
personales, llamadas también “discriminaciones” justas o el “derecho a ser tratado
en mérito a diferencias razonables”. La razonabilidad tiene por finalidad preservar el
valor justicia.
4. La jurisprudencia de la Corte Suprema ha sentado una serie de principios para
determinar el alcance de la igualdad según la Constitución Nacional.
a) Flexibilidad: El art. 16 no postula una rígida igualdad ya que “entrega a la
discreción y sabiduría de los gobiernos una amplia latitud para ordenar y agrupar
distinguiendo y clasificando razonablemente los objetivos de la legislación”4.
“Es tan inequitativo que la ley trate desigualitariamente a los iguales en iguales
circunstancias, como que trate igualitariamente a quienes no son iguales y no
obstante la desigualdad de circunstancias”. Para que todos sean iguales ante la
ley, nuestro máximo Tribunal sostiene que “es preciso que la ley los iguale
compensando con sus disposiciones los equilibrios que hacen violencia al orden
natural”5.
b) Discriminación objetiva, ya que la Corte acepta razones objetivas de
discriminación en tanto la ley formule distinciones entre supuestos que estime
distintos, siempre que aquellas no resulten arbitrarias6. Esto permite hablar de
discriminaciones legítimas y discriminaciones ilegítimas en el derecho
constitucional local.
c) Igualdad en igualdad de circunstancias: Para la Corte, la igualdad ante la ley
reclama iguales derechos frente a hechos semejantes7, o igual trato siempre que
las personas se “encuentren en idénticas circunstancias y condiciones”8.
Igualdad ante la ley quiere decir que debe ser igual la ley para los que estén en
iguales circunstancias9. Para que la norma no afecte el principio de igualdad
ante la ley basta que la norma imponga condiciones “valederas”10 que respondan
a un “discreto criterio valorativo11.
5. Lo expuesto constituye el basamento para determinar que no es discriminatorio el
tratamiento que el Estado dispensa al matrimonio y la familia y la no regulación del
concubinato y las uniones de homosexuales.
6. La Corte Suprema a través del voto del Dr. Cavagna Martínez en el caso
“Comunidad Homosexual Argentina” del 22 de noviembre de 1991 (ED 146-326)
señala cual es la actitud en nuestro país frente a estas uniones irregulares. Puede
afirmarse, dice, que la sociedad argentina se caracteriza justamente por descalificar
espontáneamente toda actitud disgregante. Los argentinos carecemos de conductas
27

agresivas respecto a la segregación de razas, credos, ideologías. Todos sus


habitantes son iguales ante la ley, observados por el mismo prima y medidos con la
misma vara.

DIFERENCIAS SUSTANCIALES ENTRE EL MATRIMONIO Y LAS UNIONES


IRREGULARES
1. En defensa de una interpretación íntegra del principio de igualdad consagrado por
nuestra Constitución Nacional desde 1853 conviene insistir en las diferencias
sustanciales que existen entre el matrimonio y las uniones fácticas (hoy las
pretendidas uniones de hecho).
1.1. La comunidad familiar surge del pacto de unión entre los cónyuges. Ese pacto
de amor conyugal indisoluble no es creación del Poder Publico, sino una
institución natural y originaria que lo precede. Es el Estado el que regula la
institución del matrimonio. Sus disposiciones son de orden publico, porque en
la familia está el fundamento de la sociedad. Protegerla, ampararla, privilegiarla
es defender la propia vida social. Del acto jurídico matrimonial surgen derechos
y deberes inexcusables que se imponen a los contrayentes.
1.2. El Estado regula el acto jurídico que le da origen, impone la registración, la
presencia del Oficial Publico, fija los impedimentos matrimoniales, enuncia los
derechos y deberes de los cónyuges. regula su régimen patrimonial, interviene
en los desacuerdos y su disolución, y organiza las obligaciones emergentes
entre los ex cónyuges El divorcio y la separación dependen de un acto
jurisdiccional.
Inclusive el Estado sacó de la órbita de la Iglesia la regulación del matrimonio
habida cuenta de su repercusión social. En la actualidad existen dos opciones: o
casarse sometiéndose al estatuto matrimonial o vivir al margen del mismo.
1.3. Dictada la ley de divorcio, no existen impedimentos para los divorciados para
formar nuevas uniones. Es decir para el hombre y la mujer no existe
impedimento que no sea superable si quieren obtener la protección legal
adecuada que sólo puede obtenerse en el matrimonio.
1.4. El concubinato puede parecerse al matrimonio con sus fines propios pero sólo
se le asemeja por la vida marital en común de un hombre y una mujer. En el
matrimonio el consentimiento está dado para instaurar la vida matrimonial con
sus exigencias propias. En el segundo, en cambio el consentimiento del varón y
la mujer está dado solamente para vivir juntos, sin someterse a ningún
compromiso adicional. Este vivir juntos puede quedar sin efectos por voluntad
de ambos o de cualquiera en cualquier momento. Este es el Pacto.
1.5. El matrimonio se asienta sobre unos presupuestos antropológicos definidos que
lo distinguen de otra clase de unión y que –superando el mero ámbito del obrar,
de lo “fáctico” lo enraízan en el mismo ser de la persona de la mujer y del
varón.
1.6. Personas iguales aunque de modo diverso. El carácter complementario de los
sexos del que nace la natural inclinación entre ellos impulsada por la tendencia
a la generación de los hijos en cuanto sexualmente diversos y complementarios.
Tal amor se inclina hacia una intimidad, a una determinada exclusividad, a la
generación de la prole y a un proyecto común de vida: cuando se quiere eso y se
quiere de un modo que se le otorga al otro la capacidad de exigirlo, se produce
la real entrega y aceptación de la mujer y del varón, que constituye la comunión
conyugal. Por lo tanto, como dice Juan Pablo “ el amor conyugal no es sólo y
sobre todo sentimiento; por el contrario, es esencialmente un compromiso con
28

la otra persona, compromiso que se asume con un acto preciso de voluntad.


Exactamente eso califica dicho amor, transformándolo en “conyugal”. Una vez
dado y aceptado este compromiso nunca pierde ese carácter”12.
1.7. A partir de ese momento instauran un estado personal en que el amor se
transforma en algo debido, con valor jurídico13.
1.8. Por eso es necesario destacar la gravedad y el carácter insustituible de esos
principios antropológicos sobre la relación varón-mujer que son fundamentales
para la convivencia humana. El núcleo central y el elemento esencial es el amor
conyugal entre dos personas de igual dignidad, distintas y complementarias en
su sexualidad. Es el ser del matrimonio el que está en juego, y el bien de la
sociedad el que esta en discusión.
1.9. Hoy se pone en tela de juicio las propiedades y finalidades del matrimonio y la
utilidad y valor de esta institución. “Aun excluyendo generalizaciones
indebidas, no es posible ignorar a este respecto el fenómeno creciente de las
simples uniones de hecho”14 y las insistentes campañas de opinión encaminadas
a proporcionar dignidad conyugal a uniones incluso del mismo sexo.
2. A la luz de estos principios puede comprenderse la diferencia esencial que existe
entre una mera unión de hecho, aunque se afirme que ha surgido por amor, y el
matrimonio, en el que el amor se traduce en un compromiso no solo moral, sino
también rigurosamente jurídico. El vínculo que se asume recíprocamente, desarrolla
desde el principio una eficacia que corrobora el amor del que nace, favoreciendo su
unión en beneficio del cónyuge, de la prole y la misma sociedad15.

MATRIMONIO COMO VALOR


1. El matrimonio fundante de la familia no es una forma de “vivir la sexualidad en
pareja” si fuera simplemente eso, se trataría de una forma más entre varias posibles.
Tampoco es simplemente la expresión de un amor sentimental entre dos personas:
esta característica se da habitualmente en todo amor de amistad. El matrimonio es
más que todo esto: es una unión entre varón y mujer, precisamente en cuanto tales y
en la totalidad de su ser masculino y femenino. Se establece por un acto de voluntad
libre, aún cuando su contenido específico viene determinado por la estructura del ser
humano, mujer y varón: recíproca entrega y transmisión de la vida. A este don de sí
en toda la dimensión complementaria del varón y la mujer, con la voluntad de
deberse en justicia al otro y compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo
que son los constituye en cónyuges. Tal comunión es el fruto y el signo de una
exigencia profundamente humana.
2. La verdad sobre el amor conyugal permite comprender las graves consecuencias
sociales de la institucionalización de la relación homosexual. “Se opone a esto, ante
todo, la imposibilidad objetiva de hacer fructificar el matrimonio mediante la
transmisión de la vida, según el proyecto inscripto por Dios en la misma estructura
del ser humano. Se opone a ello la ausencia de los presupuestos para la
complementariedad interpersonal querida por el Creador, tanto en el plano fsico-
biologico como eminentemente psicológico entre varón y mujer16”.
3. No hay equivalencia entre la relación entre dos personas del mismo sexo y aquella
formada por un hombre y una mujer. Sólo esta última puede ser calificada de pareja,
porque implica la diferencia sexual, la dimensión conyugal, la capacidad de
ejercicio de la paternidad y la maternidad. La homosexualidad no puede representar
este conjunto simbólico17.
29

4. Las uniones de hecho entre homosexuales, además, constituyen una deplorable


distorsión de lo que deberían ser la comunión de amor y vida entre un hombre y una
mujer, en recíproca donación y abierta a la vida18.

MATRIMONIO Y JUSTICIA
1. El matrimonio no es una mera formulación jurídica que puede convivir sin
inconvenientes al lado de otras formulas o moldes familiares equivalentes.
2. La buena constitución de la familia, mediante hogares jurídicamente estables, es
indispensables para el buen logro de los fines de toda sociedad, que necesita no sólo
fomentar la reproducción física, sino la mas compleja socialización e inculturación
de los nuevos hijos que llegan a ella. Esta cuestión es de vida o muerte para el
conglomerado social19.
3. En las sociedades abiertas y democráticas de hoy día, el Estado y los poderes
públicos no deben institucionalizar las uniones de hecho, atribuyéndoles de esa
manera un estatuto similar al matrimonio y la familia. Tanto menos equipararla a la
familia fundada en el matrimonio.
4. Se trataría de un uso arbitrario del poder que no contribuye al bien común, porque la
naturaleza originaria del matrimonio y de la familia precede y excede absoluta y
radicalmente el poder soberano del Estado. Una perspectiva serenamente alejada del
talante arbitrario o demagógico invita a reflexionar muy serenamente, en el seno de
las comunidades políticas, acerca de las esenciales diferencias que median entre la
vital y necesaria aportación a la familia fundada en el matrimonio al bien común y
aquella otra realidad que se da en las meras convivencias afectivas. No parece
razonable que sostener que las vitales funciones de las comunidades familiares en
cuyo núcleo se encuentra la institución matrimonial estable y monogámica puedan
ser desempeñadas en forma masiva, estable y permanente por las convivencias
meramente afectivas.
5. La familia fundada en el matrimonio debe ser cuidadosamente protegida y
promovida como factor esencial de existencia , estabilidad y paz social, en una
amplia visión de futuro del interés común de la sociedad-
6. La igualdad ante la ley debe estar presidida por el principio de la justicia, lo que
significa tratar igual lo igual y lo diferente como diferente20. Es decir darle a
cada uno lo que le es debido en justicia: principio de justicia que se quebraría si
se diera a las uniones de hecho un tratamiento jurídico o semejante o equivalente
al que corresponde a la familia de fundación matrimonial. Si la familia
matrimonial y las uniones de hecho no son semejantes ni equivalentes en sus
deberes, funciones y servicios a la sociedad, no pueden ser semejantes ni
equivalentes en un estatuto jurídico. Debe tenerse presente que no existe la
posibilidad de coexistencia entre el matrimonio y las uniones de hecho a las que
se les concedan efectos semejantes, ya que éstas desplazaran a la familia, como
de hecho está sucediendo en muchos de los países a los que se ha dado un
estatuto semejante.

¿ Está habilitada para dar nacimiento a la familia o formar una familia


aparente una pareja homosexual ?

1. En el mensaje que acompaña el Proyecto, se considera necesario que se tome en


cuenta los Tratados celebrados con otras Naciones que tienen entidad Constitucional
de acuerdo con lo dispuesto en el art. 75 inc. 22 y la ley 23.592
30

2. La Declaración Universal de Derechos Humanos prescribe en el art. 16 , inciso , que


“los hombres y las mujeres tienen derecho a casarse y fundar una familia” y el art.
17 inc. 2 del Pacto de San José de Costa Rica, sanciona el “reconocimiento del
derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y fundar una familia” La
Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre. En su art. 11 dice que “toda
persona tiene los derechos, consagrados en esa Declaración, sin discriminación de
sexo”. Esos instrumentos internacionales tienen jerarquía constitucional en la
Argentina (art. 75 inc. 22 de la CN).
3. Por su parte el segundo párrafo del art. 1 de la ley 23592 dice que “se convertirán en
discriminatorios los actos determinados por motivos tales como...el sexo”.
4. La respuesta no puede ser sino negativa: en ninguno de las disposiciones legales
citadas se refiere a la sexualidad y orientación sexual por lo que el vinculo
homosexual está excluido a los fines de contraer matrimonio y constituir una
familia21.
5. En cuanto a la legislación extranjera, no existe uniformidad y casi todas las
constituciones declaran como fin del estado la protección de la familia. Las nuevas
legislaciones que reconocen derechos a tales uniones no constituyen un todo
homogéneo Ello ha llevado a declarar al Tribunal de Justicia de la Comunidad
Europea en un caso de discriminación por la orientación sexual22, que en el seno de
la comunidad, y debido a las distintas legislaciones nacionales de los Estados, las
relaciones estables entre personas del mismo sexo no están equiparadas a las
relaciones entre cónyuges o entre personas de distinto sexo que conviven, sin que
exista dicho vínculo.

INTERÉS PÚBLICO E INTERÉS PRIVADO.


1. El matrimonio y la familia revisten un interés publico y son núcleo fundamental de
la sociedad y del Estado y como tal deben ser reconocidos y protegidos. Dos o más
personas deciden vivir juntos, con dimensión sexual o sin ella, lo que no reviste por
ello interés público.
2. Las autoridades públicas pueden o no inmiscuirse en el fenómeno privado de esa
elección. Las uniones de hecho son comportamientos privados y en este plano
privado deben permanecer. Su reconocimiento publico o equiparación al matrimonio
y la consiguiente elevación de intereses privados a intereses públicos perjudica a la
familia fundada en el matrimonio. A diferencia de las uniones de hecho, en el
matrimonio se asumen compromisos y responsabilidades públicas y formalmente
relevantes para la sociedad y exigibles en el ámbito jurídico.
3. La valoración de las uniones de hecho incluye también una dimensión subjetiva.
Estamos ante personas concretas con una visión propia de la vida Debemos
considerar la realidad existencial de la libertad individual de elección y de dignidad
de las personas, que pueden errar.
4. Pero en la unión de hecho, la pretensión de reconocimiento público no afecta sólo el
ámbito individual de las libertades. Es preciso, por tanto, abordar este problema
desde la ética social: el individuo humano es persona y por lo tanto social, el ser
humano no es menos social que racional.
5. La atención exclusiva al sujeto, al individuo y sus intenciones y elecciones, sin
hacer referencia a su dimensión social y objetiva de las mismas orientada al bien
común, es el resultado de un individualismo arbitrario e inaceptable, ciego a los
valores objetivos en contraste con la dignidad de la persona y nocivo al orden social.
6. El Concilio Vaticano II señala que el amor libre (amore si dicto libero) constituye un
factor disolvente y destructor del matrimonio, al carecer del elemento constitutivo
31

del amor conyugal, que se funda en el consentimiento personal e irrevocable por el


cual los esposos se dan y se reciben mutuamente dando así origen a un vinculo
jurídico y a una unidad sellada por una dimensión pública de justicia. Lo que el
Concilio llama amor libre y contrapone al verdadero amor conyugal, era - y es
ahora- la semilla que engendra las uniones de hecho. Más adelante, con la rapidez
con que hoy se originan los cambios socio-culturales, ha hecho germinar también
los actuales proyectos de conferir estatuto publico a las uniones fácticas.
7. Como cualquier otro problema humano, también el de las uniones de hecho debe ser
abordado desde una perspectiva racional, más precisamente desde la recta razón.
Con esta expresión de la ética clásica se subraya que la lectura de la realidad y el
juicio de razón deben ser objetivos, libres de condicionamientos tales como la
emotividad desordenada o la debilidad en la consideración de situaciones penosas
que inclinan a una superficial compasión, o eventuales prejuicios ideológicos,
presiones culturales o sociales, condicionamiento de los grupos de presión o de los
partidos políticos.
8. El cristianismo tiene una visión del matrimonio y la familia cuyos fundamentos
antropológicos y teológicos están enraizados armónicamente en la verdad. Pero la
misma luz de la fe enseña que la realidad del sacramento matrimonial no es algo
sucesivo o extrínseco, o solo un añadido externo “sacramental” al amor de los
cónyuges, sino que es la misma realidad natural del amor conyugal asumido por
Cristo como signo y medio de salvación en el orden de la Ley Nueva. El problema
de la uniones de hecho debe ser afrontado desde la recta razón. La tendencia a
contraponer en este punto un “pensamiento católico confesional” a un “pensamiento
laico” es errónea.
9. A la identidad propia de la familia pertenece el valor y la exigencia de estabilidad
en la relación matrimonial entre hombre y mujer, estabilidad que halla expresión y
confirmación en un horizonte de procreación y educación de los hijos, lo que resulta
en beneficio del entero tejido social. Estabilidad que no está asentada en la buena
voluntad de las personas concretas, sino que reviste carácter institucional de
reconocimiento publico por parte del Estado la elección de vida conyugal. El
reconocimiento, protección y promoción de dicha estabilidad redunda en el interés
general, especialmente de los más débiles, es decir, los hijos-.
10. Señala Juan Pablo II 23 que es preocupante el ataque directo a la institución familiar
que se está desarrollando tanto a nivel cultural como político, legislativo y
administrativo. Es clara la tendencia a equiparar a la familia con otras formas de
convivencia bien diversas, prescindiendo de fundamentales consideraciones de
orden ético y antropológico.
11. Con el reconocimiento público de las uniones de hecho, se establece un marco
jurídico asimétrico: mientras la sociedad establece obligaciones respecto de los
convivientes de las uniones de hecho, éstos no asumen con la misma obligación
alguna. La equiparación agrava esta situación puesto que privilegia a las uniones de
hecho respecto de los matrimonios, al eximir a las primeras de deberes esenciales
con la sociedad. Se acepta de este modo una paradójica disociación que resulta en
perjuicio de la institución familiar.
12. Puede verse como en el Proyecto de Unión Civil el art. 3 se acuerda a sus
integrantes “los mismos derechos y beneficios que los otorgados, o los que en el
futuro se otorguen, a los parientes, matrimonios, esposos y/o cónyuges, pero no se
determina obligación alguna a su cargo. En el art. 6 permite que sus integrantes
puedan celebrar contratos para regular sus relaciones personales y efectos
patrimoniales y convenir sanciones económicas para el supuesto de disolución de la
32

unión. Los esposos en cambio no pueden celebrar contratos entre si con algunas
excepciones y además, no existiendo obligación para los concubinos de mantener la
cohabitación se puede imponer una sanción económica para el caso que lo haga, aún
sin haber ocasionado daño alguno.
Contrariamente al matrimonio en el que sólo el puede fijar el pago de daños y
perjuicios como consecuencia de las violaciones de uno de los esposos a sus deberes
personales, previa justificación de los daños.

RESPONSABILIDAD DE LOS LEGISLADORES Y AUTORIDADES


1. Respecto a los intentos de equiparación de las relaciones de hecho homosexuales al
matrimonio (conviene tener presente que su reconocimiento jurídico es el primer
paso para la equiparación), es preciso recordar a los parlamentarios su grave
responsabilidad de oponerse a ellos puesto que “los legisladores y en modo
particular a los parlamentarios católicos, no podrían cooperar con su voto a esta
clase de legislación que, por ir contra el bien común y la verdad del hombre sería
propiamente inicua24.
2. Estas iniciativas legales presentan todas las características de disconformidad con la
ley natural que las hacen incompatibles con la dignidad de la ley. No se trata de
imponer un determinado “modelo” de comportamiento al conjunto de la sociedad
sino la exigencia social del reconocimiento, por parte del ordenamiento legal, de la
imprescindible aportación de la familia fundada en el matrimonio y el bien común.
3. El derecho de la familia fundada en el matrimonio a ser protegida por la sociedad
debe ser reconocido por las leyes. Se trata de una cuestión que afecta al bien
común.
4. Santo Tomas de Aquino con una nítida argumentación rechaza la idea de que la ley
moral y la ley civil puedan determinarse en oposición: son distintas, pero no
opuestas, ambas se distinguen pero no se disocian entre ellas, no hay univocidad,
pero tampoco contradicción.
5. Juan Pablo II nos dice que es importante que los que están llamados a guiar el
destino de las naciones reconozcan y afirmen la institución matrimonial; en efecto el
matrimonio tiene una finalidad especifica que reconoce derechos y deberes por parte
de los esposos, de uno con respecto al otro y de ambos con relación a los hijos; y el
papel de la familia en la sociedad cuya perennidad aseguran, es primordial. La
familia favorece la socialización de los jóvenes y contribuye a atajar los fenómenos
de violencia mediante la transmisión de valores y mediante la experiencia de la
fraternidad que permite vivir diariamente. En la búsqueda de soluciones legítimas
para la sociedad moderna, no se la puede poner al mismo nivel de simples
asociaciones o uniones, y estas no pueden beneficiarse de los derechos particulares
vinculados exclusivamente a la protección del compromiso matrimonial y de la
familia fundada en el matrimonio, como comunidad de vida y amor estable, fruto de
la entrega total y fiel de los esposos, abierta a la vida25. Cuantos se ocupan de la
política deberían ser conscientes de la seriedad del problema.
6. La acción política tiende en Occidente, con cierta frecuencia, a privilegiar en general
aspectos pragmáticos y la llamada “política del equilibrio” sobre cosas muy
concretas y sin entrar en la discusión de los principios que puedan comprometer
difíciles y precarios compromisos, entre partidos, alianzas y coaliciones. Pero dichos
equilibrios ¿no deberían mas bien estar fundados en base a claridad de los
principios, fidelidad a los valores esenciales, nitidez en los postulados
fundamentales ? “Si no existe ninguna verdad ultima, que guía y orienta la acción
política, entonces las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente instrumentadas
33

con fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un
totalitarismo abierto y sutil como la historia lo demuestra 26.
7. La función legislativa corresponde a la realidad política ; en este sentido es propio
del político velar (no solo a nivel de principios sino también de aplicaciones) para
evitar un deterioro, de graves consecuencias presentes y futuras, de la relación moral
–ley civil y la defensa del valor educativo-cultural del ordenamiento jurídico. El
modo más eficaz de velar por el interés publico no consiste en la cesión demagógica
a grupos de presión que promueven las uniones de hecho, sino la promoción
enérgica y sistemática de políticas familiares orgánicas que entiendan la familia
fundada en el matrimonio como centro y motor de la política social, y que cubran el
extenso ámbito de los derechos de familia.

CONSECUENCIAS DE UNA POLÍTICA EQUIVOCADA


1. “Existe un peligro que los legisladores no podrán de dejar de tener en cuenta y es el
de que de institucionalizar las uniones irregulares, se corre el serio riesgo de atentar
contra la misma libertad de las personas que optaron por vivir sin acogerse a un
estatuto legal: Habría una especie de matrimonio impuesto, incluso a la fuerza” 27 .
Habría una nueva especie de concubinato, el no registrado al lado del registrado.
Como la unión civil puede probarse por cualquier medio uno de los integrantes
podría inscribir la unión en contra de la voluntad del otro.
2. “También habrá de tenerse en cuenta que la regulación orgánica tiene además otro
gran inconveniente: la imposibilidad de fijar razonablemente los límites de la
legalización. Es más, en la medida en que se fijen ciertos límites arbitrarios,
persistirán situaciones de hecho marginadas de la regulación legal. ¿ cómo por
ejemplo, regular convincentemente el concubinato poniendo como condición la
heterosexualidad de los convivientes? Si se consiente en que la unión afectiva y la
mera cohabitación son suficientes indicios para dar respaldo leal a una convivencia,
¿ cómo cerrar el paso a las uniones homosexuales? Más aún , y si se aceptan las
uniones homosexuales, ¿por qué seguir exigiendo que se trate de dos convivientes y
no aceptar el pluriconcubinato? ¿ y las uniones de mera amistad o compañerismo no
teñidas por la sexualidad quedarán al margen de la reglamentación legal ? Se ve que
esta opción conduce a un callejón sin salida.... como no sea la desregulación total de
las formas de comunidad familiar: La simple y menos compleja opción de derogar
de un plumazo el matrimonio y todos sus efectos jurídicos”28

NOTAS
1 Una garantía diferente y un fin reprobable ED t 170 p. 1211
2
Santiago Legarre, Orientación sexual y derecho “ ED t. 169 p. 1122.
3
Moisés Iturraspe “Aspectos civiles de la ley Antidiscriminatoria 23. 592 (ED 132-
863).
4
Leal, Fallos 184;398 y García Montevaro”, Fallos 238;60.
5
Bemberg. Fallos: 237; 563.
6
Fernández, Fallos 302; 192, y Halladjian, Fallos:302; 457.
7
Valdez, Fallos: 295;428.
8
Fallos; Sánchez de Sotelo, Fallos 3l2; 615.
9
Nuevo Banco Italiano, Fallos 200;428.
10
Rojo: Fallos 312; 1148.
11
Provincia de Buenos Aires, Fallos: 300;984.
12
Juan Pablo II, en su discurso a la Rota Romana del 21 de enero de 1999.
34

13
Juan Pablo II en su discurso a la Rota Romana del 21 de enero de 1999
14
Juan Pablo II Familiaris Consortio, num 81.
15
Conf. Juan Pablo II Discurso al Tribunal de la Rota Romana.
16
Juan Pablo Fámiliaris Consortio num. 19.
17
Declaración del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Francsa, a propósito
de la ley de “pacto civil de solidaridad”.
18
Juan Pablo II, Discurso a los participantes de la XIV Asamblea Plenaria del Pontificio
Consejo para la Familia.Cofr. Juan Pablo II Palabras pronunciadas durante el Angelus
del 19 de junio de 1994.
19
Regulación del concubinato Reñían Corral Talciani ED t. 180 p. 1540
20
Mazzinghi, Jorge “Tratar distinto a lo distinto, Confusiones sobre la dicriminación La
Nación 15 de mayo de 2002
21
Monti, Uniones...cit, Ponencia presentada en el X Congreso Internacional de Derecho
de Familia (Mendoza, Argentina 20/24 –IX-1998, Libro de Ponencias de la Comisión0
4ª. (Diversas Formas familiares) pags. 124/126 citado por Mauricio Luis Misrahi
Revista de Familia Rev. 17 p. 42.
22
Lisa, Jacqueline Grant vs. South West Trains Ltda. Del 17 de febrero de 1998.
23
en la alocución al Forum de Asociaciones Católicas de Italia 17-6-1998.
24
Pontificio Consejo de la Familia. Declaración acerca de la Resolución del Parlamento
Europeo sobre equiparación entre familia y uniones de hecho, incluso homosexuales del
17 de marzo de 2.000.
25
Juan Pablo II, Discurso al II Encuentro de Políticos y Legisladores de Europa,
organizado por el Pontificio Consejo para la Familia 23-10-98
26
Juan Pablo II, Enc. Centessimus annus num 46.
27
Hernan Corral Talciani, “La regulación del concubinato ED t. 180 pag. 1551.)
28
Hernan Corral Talciani op. Cit pag. 1550

Se agradece la colaboración de los alumnos de Derecho Civil V: Pedro L. de La


Fuente, María Graciela Isern, Fernanda Cecilia Cárdenas y Enrique Pablo Quintana
Lambois
35

Dr. Eduardo A. Sambrizzi

PROYECTO DE UNIONES CIVILES

1. A quiénes comprende el proyecto, y diversos antecedentes.

La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) presentó en la Legislatura de la


Ciudad Autónoma de Buenos Aires un proyecto de ley para regular lo que en el mismo
se denominan uniones civiles (UC), las cuales, de acuerdo al artículo 2, son aquellas que
se hallan “conformadas libremente por dos personas mayores de edad, que conviven en
una relación de afectividad estable y pública, análoga a la familiar, con independencia
de su sexo y orientación sexual”. Se aclara en esa misma norma que la estabilidad
resulta de la convivencia por un período mayor a un año, salvo que exista descendencia
en común, en cuyo caso no se requiere un tiempo mínimo. De todo lo cual resulta claro
que la relación de afectividad que se contempla, es la de personas que cohabitan y
tienen entre ellas relaciones sexuales. De no haber sido así, otra hubiera sido la
redacción y el contenido del precitado artículo 2, como también de otras normas del
proyecto, no pudiendo dicho artículo ser interpretado en un sentido amplio,
comprensivo de otro tipo de convivencia como, por ejemplo, la que puede haber entre
un nieto y su abuelo, o entre dos o más hermanos, pues en tal caso ningún sentido
tendría -entre otras cuestiones- la exigencia de un período mínimo de convivencia.
El tema no es ciertamente original, por cuanto ya en el mes de junio de 1989 se
dictó en Dinamarca una ley que regulaba las uniones de personas fuera del matrimonio,
sea que fueran del mismo o distinto sexo, comenzando a partir de allí en otros lugares
del mundo -no muchos- a desarrollarse una tendencia a regular ese tipo de uniones. En
efecto, a la ley danesa siguieron otras, no todas con igual alcance, y por lo general
dictadas en países del norte y centro de Europa, tales como en Suecia, Islandia,
Noruega, Holanda, Bélgica, habiendo también Cataluña, en el año 1998, sancionado una
ley sobre parejas de igual o distinto sexo.
En el año 1999 en Francia se incorporó al libro I del Código Civil un nuevo
título, el XII, en el cual se legisla sobre el concubinato y sobre el llamado pacto civil de
solidaridad1.
Tres años antes, en 1996, se presentó en la Cámara de Diputados de nuestro país
un proyecto de ley sobre Régimen Jurídico de las Uniones de Hecho, por medio del cual
se pretendía regular distintos aspectos de la relación concubinaria, en cuyo artículo
primero se disponía que “se entiende por unión de hecho o concubinato a la unión de un
hombre y una mujer que sin haber celebrado matrimonio mantienen una comunidad de
vida, respetando los requisitos de cohabitación, singularidad, estabilidad, notoriedad,
publicidad y paridad de vida. Se requiere que los convivientes gocen entre sí de aptitud
nupcial y que hayan convivido al menos cinco años, salvo que hubiera descendencia, en
cuyo caso se considerarán cumplidos los requisitos desde la concepción del hijo”. Entre
las muchas diferencias existentes entre ese proyecto y el que comentamos, remarcamos
el hecho de que en el del año 1996 se regulaba la unión concubinaria de un hombre y
una mujer -en lugar de también las uniones homosexuales, como es en el Proyecto de la
CHA-, así como que aquel proyecto fue presentado en una de las Cámaras del Congreso
de la Nación, en lugar de en una Legislatura de carácter local.
Pues bien, así como en su momento manifestamos nuestra disconformidad con el
proyecto de 1996, también lo hacemos ahora con este nuevo proyecto, que, a nuestro
juicio, aparte de los defectos que contiene y a los cuales nos referiremos en el curso de
esta nota, constituye en buena parte un contrasentido básico, además de quitar su perfil a
36

la institución matrimonial, pues la regulación de las uniones concubinarias y


homosexuales constituye de alguna manera una cierta desregulación del matrimonio, ya
que no existen términos intermedios: tal como se ha dicho con relación a las primeras,
“o propendemos a que la familia se funde en el matrimonio y entonces prescindimos de
institucionalizar el concubinato como forma alternativa de la realidad familiar, o
regulamos el concubinato, y entonces debemos aceptar el debilitamiento de la
institución del matrimonio”2. Por otra parte, la extensión al concubinato o a la
convivencia homosexual de las ventajas que la sociedad concede a los cónyuges,
constituye una estimulación que incita a su mantenimiento, además de atentar contra los
intereses generales de la sociedad, que está interesada en preservar la existencia de una
familia estable, lo que redunda asimismo en el bien de los hijos, que tienen el derecho
de nacer, crecer y educarse en una familia regularmente constituida. Y para lograr la
estabilidad, nada mejor que el vínculo que resulta de la unión matrimonial; es por ello
que con independencia del respeto a las diferencias, el Estado debe tratar de alentar el
matrimonio, como el camino más adecuado para el desarrollo armónico de la relación
entre los sexos.

2. Sobre la garantía de iguales derechos y oportunidades,


y la consideración de la unión como grupo familiar.

El proyecto de la CHA, compuesto de diez artículos, comienza por disponer que


“la Ciudad Autónoma de Buenos Aires garantiza iguales derechos y oportunidades para
todas las personas, sin reparar en el grupo familiar del que formen parte, tenga éste su
origen en la filiación, en el matrimonio o en la unión de dos personas, con
independencia de su sexo y orientación sexual, que convivan en análoga relación de
afectividad”.
Ese reconocimiento o garantía de igualdad ante la ley -que implica gozar de
iguales derechos en las mismas circunstancias- ya se encuentra explicitado en el artículo
11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, sancionada en el año 1996, como
también en la Constitución Nacional, que reconoce la igualdad ante la ley de todos los
habitantes del país (art. 16). Pero lo que ocurre es que no se puede afirmar que sean
iguales las circunstancias de quienes se hallan unidos en matrimonio, uno de cuyos fines
naturales es la procreación, y quienes, por ser del mismo sexo, no pueden procrear.
Parece por otra parte excesivo considerar como grupo familiar a la unión de dos
personas de igual sexo, que por serlo no pueden estar casadas entre sí, ni tienen relación
alguna de parentesco que las ligue. Una calificación de esa naturaleza, además,
constituye una cuestión que sólo puede ser reglada por el Código Civil, cuya normativa
únicamente es susceptible de ser legislada por el Congreso Nacional para todo el país
(art. 75 inc. 12, C.N.), por lo que escapa a la posibilidad de ser incluida en una norma de
carácter local, como lo son las dictadas por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Recordamos la existencia de disposiciones tanto en el Código Civil como en leyes
civiles dictadas con posterioridad a su sanción, así como el contenido de distintas notas
de Vélez Sarsfield a artículos de ese Código (que aún sin valor legal, son explicativas o
aclaratorias del texto), que se refieren a la familia en el evidente sentido de unión que
resulta del matrimonio.
Quizás no esté demás aclarar, asimismo, que ninguna de las distintas normas
legales (fundamentalmente, en materia de seguridad social) que en nuestro país
contemplan la relación concubinaria a efectos de proteger a quienes la integran, se
refiere a dicha relación como si constituyera una familia3.
37

3. Con respecto a la igualdad de derechos.

De acuerdo a la primera parte del artículo 3, la UC goza en el ámbito de la


ciudad de Buenos Aires “de los mismos derechos y beneficios que los otorgados, o los
que en el futuro se otorguen, a los parientes, matrimonios, esposos y/o cónyuges”.
Aparte de la discutible técnica legislativa4 -pues bastaba con decir que tienen los
mismos derechos y beneficios que los que les corresponde a ... etc. (lo cual no puede
sino significar que también tienen los que en el futuro sean otorgados a los parientes,
etc.)-, lo cierto es que por una ley local no se pueden extender a quienes integran una
UC, ni siquiera únicamente dentro del ámbito de la ciudad de Buenos Aires, los
derechos de que gozan “los parientes, matrimonios, esposos y/o cónyuges”, pues tal
como más arriba recordamos, muchos de esos derechos, como, por ejemplo y entre
otros, el derecho a percibir alimentos y el de heredar, son conferidos por el Código
Civil.
En distintas declaraciones y notas se ha querido minimizar el contenido del
proyecto, como si los derechos que en él se confieren a los integrantes de una UC sólo
comprendieran beneficios sociales tales como las licencias especiales por cuidado de
familiar enfermo, los traslados por necesidades del grupo familiar, o la provisión de
puestos de trabajo y ayudas familiares5. Pero de una atenta lectura del artículo 3 resulta
que ello no es así en absoluto; la norma es mucho más amplia y comprende toda especie
de derechos, no sólo los recién enumerados. Y si lo que se quiso decir es otra cosa, pues
así debió haberse explicitado.
En la segunda parte del artículo 3 se dispone que entre los derechos que
“automáticamente” quedan extendidos a quienes integran una UC, se encuentran “todos
los otorgados al personal de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el
Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Administración Pública del
Gobierno de la Ciudad, incluyendo los entes descentralizados, sociedades estatales y al
personal dependiente de las comunas”, como también todos los otorgados al personal
hospitalario y docente de la Ciudad de Buenos Aires, tales como licencias especiales,
por cuidado de familiar o cónyuge enfermo y la concesión de traslados por necesidades
del grupo familiar; y todos los otorgados por los planes de fomento de la vivienda,
provisión de puestos de trabajo y ayudas familiares.
Como se advierte, en la norma proyectada se menciona, entre otros, a los
derechos otorgados al “Poder Judicial” (no a los otorgados a su personal), por lo que si
bien seguramente el proyecto se quiso referir al personal de ese Poder, una
interpretación literal llevaría a la conclusión de que los integrantes de una UC tendrían
derecho a conservar sus empleos mientras dure su buena conducta (aún cuando
trabajaran en la actividad privada), como también a recibir por sus servicios una
retribución que no puede ser disminuida mientras permanezcan en sus funciones,
conforme se dispone en el artículo 110 de la Constitución de la Ciudad para quienes
integran el Poder Judicial; lo cual carecería de razonabilidad, y seguramente no ha
estado en la mente de quien redactó el proyecto.
De acuerdo a la norma proyectada, los integrantes de una UC tendrían una
especie de superderechos, mucho mayores, por cierto, que los del resto de los habitantes
de la Ciudad, pues les corresponderían los derechos que tenga el personal de la
Legislatura, sumados a aquellos de los que goce el Poder Judicial, más los que se les
haya conferido a la Administración Pública de la Ciudad, los que sean privativos de las
sociedades estatales, además de los que les corresponda al personal dependiente de las
comunas (aunque nada se ha concretado por ahora sobre las mismas), más los del
personal hospitalario y docente de la Ciudad. De la manera en la que se halla redactada
38

la norma, existe una injustificada discriminación en favor de quienes integran una UC.
Por lo que resulta del artículo, si el personal de la Legislatura, por ejemplo, no tuviera
alguno de los derechos de que gozan los docentes de la Ciudad, o al personal
hospitalario no le correspondieran todos y cada uno de los derechos de que gozan
cualquiera de aquellos, todos ellos estarían en peor situación que los integrantes de una
UC, a los cuales, de acuerdo a lo proyectado, les corresponde gozar de absolutamente
todos los derechos. Fácil resulta advertir que ningún fundamento razonable existe al
respecto, aparte de que la disposición en cuestión se contradice con lo normado en el
artículo 1, donde se dispone que la Ciudad garantiza la igualdad de derechos y
oportunidades. Demás está decir que de obligaciones, casi ni se habla.
En el ejemplar más arriba citado del diario La Nación se ha afirmado, asimismo,
que el proyecto “tiene como objeto determinar cuáles son los derechos de los miembros
de una unión de hecho (homosexual o heterosexual) que trabajen en alguno de los tres
poderes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires...”; pero lo cierto es que ello no
resulta de las normas proyectadas, pues los derechos que allí se otorgan lo son a favor
de quienes integran una UC, sea que trabajen o no en cualquiera de esos lugares.
Tampoco resulta fácil explicar la razón con fundamento en la cual quienes
integran una UC formada, por ejemplo, por dos homosexuales, que, por ser tales, no
pueden tener hijos comunes, deban gozar de iguales derechos a los efectos del
otorgamiento de planes de fomento de la vivienda y provisión de ayudas familiares que,
por ejemplo, los matrimonios con hijos. Parece claro, por el contrario, que para el
otorgamiento de esos planes y ayudas, deberían tener prioridad las familias, en especial
aquellas que tienen hijos, no pudiendo olvidarse que la familia es considerada en forma
prácticamente unánime como la célula de la sociedad, no pudiendo a una unión
homosexual catalogársela como una familia, cualquiera que sea el esfuerzo que se
quisiera hacer a ese efecto. Hemos dicho en otra ocasión y reiteramos ahora, que si se
admite que la familia es la base de la sociedad y el matrimonio la mejor forma de
constituir una familia, por su estabilidad y, en consecuencia, su perdurabilidad en el
tiempo, parece claro que a la sociedad le interesa que la familia se constituya a través
del matrimonio. Y no solo a aquélla, sino también a los mismos esposos, que además de
gozar de un vínculo más fuerte y, por tanto, más estable, de esa manera tienen derechos
de los que de otra forma carecerían; y también les interesa a los hijos, que tienen menor
peligro de verse abandonados por alguno de sus padres.
Lo cierto es que ninguna razón existe para la equiparación que se pretende. Es
por ello, y debido, además, a que la Legislatura de la Ciudad no puede dictar normas
que, como se dispone en la primera parte del artículo 3, otorguen a quienes integran una
UC, iguales derechos y beneficios que los que la ley civil otorga a los parientes,
matrimonios o esposos, que no puede sino concluirse en la manifiesta improcedencia
del proyecto.

4. Los impedimentos para constituir una Unión Civil.

Continuemos no obstante analizando las restantes normas del proyecto, que, a


nuestro juicio, adolece de diversas fallas. El artículo 4 dispone que no pueden constituir
una UC los menores de 21 años, los incapaces, los que se encuentran unidos en
matrimonio, y los que formen una UC con otra persona.
Resulta claro que la norma se refiere a los incapaces de hecho, aunque no se
entiende la razón por la cual un sordomudo que no sabe darse a entender por escrito (por
lo que es un incapaz absoluto de hecho: art. 54 inc. 4º, C. Civil), pero que por saber
manifestar su voluntad de otra forma no tiene impedimento alguno para contraer
39

matrimonio (art. 166 inciso 9°, Cód. Civil), no podría, en cambio, constituir una UC; la
incongruencia es evidente. Posiblemente lo mejor hubiera sido establecer un
impedimento para quienes no pueden prestar un consentimiento válido, situación en la
cual quedarían comprendidos tanto el sordomudo que no sepa expresar de ninguna
manera su voluntad, como los dementes. Los menores impúberes ya están incluidos en
el impedimento establecido para los menores de 21 años.
Además, con respecto, precisamente, a la edad, queremos señalar que si lo que
se quiso es impedir la constitución de una UC a los menores de edad, así debió haberse
hecho constar, en lugar de explicitar un determinado número de años (en el caso, 21),
que si bien en la actualidad coincide con la llegada a la mayoría de edad, en el futuro
podría no ser así.
Por otra parte, de acuerdo a lo proyectado se permite formar una UC a los
colaterales en cualquier grado (inclusive a los hermanos), a los parientes por afinidad en
línea recta, al adoptante con el adoptado, como también a los consanguíneos en forma
ascendente o descendente, sin limitación6. Esto no puede sino llamar la atención, en
especial porque el incesto ha sido y es considerado como algo indigno y condenado por
inmoral en todas las épocas y lugares7, no explicándose el hecho de que esas
circunstancias, enumeradas en el Código Civil como impedimentos para contraer
matrimonio, no hayan sido consideradas como un impedimento a los efectos de
constituir una UC. Da la impresión como si los aspectos morales no hubieran sido
demasiado tenidos en cuenta en la redacción del proyecto.

5. La prueba de la unión civil.

Del proyecto no resulta que la UC deba constituirse por escrito, lo cual se ve


corroborado, si se quiere, por el hecho de que de acuerdo a lo previsto en la primera
parte del artículo 5, puede ser acreditada por cualquier medio de prueba.
La norma no aclara -ni tampoco el resto del articulado del proyecto- si basta que
una sola de las partes pruebe la existencia de los requisitos que se exigen para que se
considere constituida una UC (convivencia en una relación de afectividad estable y
pública por mayor tiempo que un año), o si, por el contrario, es necesario que la prueba
sea producida por ambas, lo que implica que las dos estén de acuerdo al respecto. Si se
considerara suficiente que uno solo de los integrantes de la unión pruebe su existencia,
en tal caso se estaría forzando al otro conviviente, contra su voluntad, a aceptar una
regulación que podría no coincidir con sus intereses, coartando de tal manera su
libertad. Precisamente uno de los argumentos que se han hecho en contra de la
regulación del concubinato consiste en el hecho de que los concubinos (que no tienen
impedimentos para casarse entre sí) han preferido voluntariamente seguir ese camino, y
eludir de tal forma la aplicación de normas que les resultan ya sea inconvenientes a sus
intereses o preferencias, o no satisfactorias. Por lo que el hecho de querer imponérselas
aún contra su voluntad, atenta no sólo contra sus propios intereses, sino también contra
el concepto de libertad individual, que debe ser preservada8.

6. Celebración de contratos entre quienes integran una unión civil.

El artículo 6 permite la celebración de contratos entre los integrantes de una UC


con la finalidad de regular sus relaciones personales y efectos patrimoniales derivados
de la convivencia, como también para convenir las compensaciones económicas para el
supuesto de disolución de la unión.
40

Sabido es que al no estar unidos en matrimonio, las personas pueden celebrar


entre sí contratos que, en cambio, les están vedados a los esposos. Y así, estos últimos
no pueden, como norma general, celebrar contratos de compraventa (art. 1358, Cód.
Civil)9 o de permuta (art. 1490) o cesión de créditos (art. 1441), ni hacerse el uno al otro
una dación en pago (arts. 780 y 781), ni constituir el derecho real de usufructo sobre
cosas no fungibles, o sobre bienes muebles o inmuebles por contrato oneroso o por
disposición onerosa de última voluntad (arts. 2831 y 2836), ni establecer o adquirir
servidumbres (art. 2979). En cambio se encuentra controvertido si el contrato de
locación de cosas puede ser celebrado entre cónyuges. Tampoco pueden celebrar entre
sí contratos de sociedad que no sean de sociedades por acciones o de responsabilidad
limitada (art. 27, ley 19.550), ni hacerse donaciones uno al otro durante el matrimonio
(art. 1807 inciso 1°, Cód. Civil).
En lo que el proyecto innova -al menos, de acuerdo a nuestra visión- es en lo
relativo a la posibilidad de convenir compensaciones económicas para el supuesto de
disolución de la unión. Hemos recordado en otra ocasión10 que en nuestro país no existe
una disposición legal que obligue a los concubinos a continuar cohabitando, y que las
disposiciones legales tienden a proteger al núcleo familiar formado por marido y mujer
legalmente unidos en matrimonio, así como a los hijos nacidos de esa unión, pero no a
las uniones concubinarias, con relación a las cuales no existe un estatuto que las rija,
sino tan sólo normas aisladas que se ocupan puntualmente de distintos aspectos
particulares que apuntan fundamentalmente -aunque no únicamente- a una protección de
tipo previsional, tales como lo son la referente a la pensión por la muerte del
conviviente, o a la indemnización por muerte, o a la protección de la vivienda. Por lo
que al no existir una obligación legal de convivencia, no resulta procedente la acción
por reclamo de una indemnización por la ruptura unilateral de esa relación; como afirmó
Roberto E. Greco en su voto en el fallo plenario de la Cámara Nacional en lo Civil del 4
de abril de 199511, “interrumpir una convivencia de hecho entra en la esfera de libertad
del sujeto que lo hace; es la misma libertad que constituyó la unión la que permite
ponerle fin, de manera que quien así lo hace no comete acto ilícito: esa conducta no
transgrede el ordenamiento entendido como totalidad, por más que pueda causar un
menoscabo patrimonial a la abandonada”. En similar sentido, Bossert ha dicho que
cuando no aparecen los requisitos del artículo 1088 del Código Civil, ni tampoco ha
mediado una promesa matrimonial incumplida, no resulta legalmente posible acoger
una demanda de indemnización por ruptura del concubinato12. Siguiendo esas pautas, se
ha resuelto la falta de responsabilidad del concubino por los daños que el otro ha sufrido
con motivo del abandono del hogar por parte del primero, dado la ausencia de
antijuridicidad de esa conducta, no teniendo los concubinos los mismos deberes que los
esposos13.
Pues bien, en el proyecto se admite la celebración de acuerdos de
compensaciones económicas para el supuesto de disolución de la unión, lo cual, además
de inconstitucional, por incursionar en materia del derecho de daños, que debe ser
regulada por el Congreso Nacional por tratarse de una cuestión de carácter netamente
civil, nos parece inconveniente, fundamentalmente por ser susceptible de coartar la
libertad de la persona que quiera interrumpir la convivencia, en especial si la
compensación pactada fuera de cierta consideración en relación al patrimonio de quien
deba satisfacerla. Lo que se ve agravado si se advierte la posibilidad de tener que abonar
una compensación no obstante que no se hubiera producido daño alguno.
Aclaramos que una compensación de la naturaleza de la proyectada también nos
parecería inconveniente en el hipotético supuesto de que fuera permitido convenirla
entre cónyuges, lo cual -valga la aclaración- sería algo ciertamente distinto a la
41

procedencia de una indemnización por los daños efectivamente producidos con motivo
del divorcio en sí mismo, o de las causales que llevaron a esa situación.

7. El Registro de las Uniones Civiles de Solidaridad.

Como resulta de lo hasta aquí dicho, en el proyecto se dispone la creación en el


ámbito de la ciudad de Buenos Aires de un “Registro de Uniones Civiles de
Solidaridad”, en el cual pueden inscribirse (ya que no es obligatorio) uniones como las
que allí se contemplan. Y si bien la ley omite prever que una copia del instrumento que
las partes pueden haber suscripto para constituir la UC, quede archivada en el Registro,
ello puede ser aclarado en la Reglamentación que se prevé dictar “para la aplicación” de
lo establecido en la ley.
Por otra parte, de ninguna de las normas del proyecto resulta si quienes quieren
inscribir una UC deben tener domicilio en la Ciudad de Buenos Aires, o si también
pueden inscribirla quienes se domicilian en otra jurisdicción, ni tampoco se aclara qué
es lo que ocurre cuando los domiciliados en dicha ciudad, que inscribieron una UC, se
mudan luego, por ejemplo, a la provincia de Buenos Aires. ¿Continúa en tal caso la
validez y la vigencia de los derechos que resultan de esa unión? Todo ello debió en todo
caso haber sido aclarado en el proyecto, y no, en cambio, en la Reglamentación, pues es
a aquél al que le corresponde acotar su ámbito de vigencia.
La circunstancia de que en la primera parte del artículo 5 se disponga -como más
arriba se vio- que la existencia de una UC puede acreditarse por cualquier medio de
prueba, le quita buena parte de relevancia a la inscripción en el Registro, que no
constituye un requisito constitutivo de la unión, no habiéndose tampoco establecido
efecto alguno para el caso de omitirse comunicar al Registro la disolución de la UC.
Fácil resulta advertir la clara posibilidad que existe de que quienes no inscribieron la
disolución, puedan luego aprovecharse de la inscripción para la obtención de ventajas
indebidas.

8. Disolución de la unión civil.

El artículo 7 enumera una serie de causas de disolución de la UC, entre las


cuales llama la atención la del inciso e): “separación de hecho o cese efectivo de la
convivencia por un período superior a un año”. Es que si la “voluntad unilateral de uno
de los miembros de la unión” es, como se señala en otro de los incisos, suficiente causal
de disolución, carece de sentido que también lo sea la contemplada en el inciso e), pues
si la separación lo fue con el objeto de abandonar la convivencia, esa sola decisión, que
constituye una forma de expresar la voluntad unilateral de disolver la UC por parte de
uno de sus integrantes, resulta suficiente a ese efecto, siendo en tal caso innecesario el
transcurso del año al que alude el proyecto. Y si, en cambio, la separación de más de un
año lo fue por causas ajenas a las partes (por ejemplo, por enfermedad, o por estar
condenado a prisión o reclusión), o por otras razones distintas a las del abandono, como
puede ser por trabajo o estudio, en tales casos no habría una razón válida para la
disolución.
Asimismo, si cualquiera de quienes integran la UC puede disolverla por voluntad
unilateral, parece carecer de interés la última de las causales enumeradas a ese efecto en
el artículo, esto es, “las razones estipuladas por los miembros de la unión en el contrato
que regula sus relaciones personales y efectos patrimoniales”.
Además, no se entiende la razón por la cual en la última parte del artículo 7 se
requiere a los integrantes de la UC que deben dejar sin efecto el instrumento en el cual
42

la hubieran constituido, únicamente si hubiera sido por instrumento público, pero no, en
cambio, si lo fue por instrumento privado; nada se establece, por otra parte, para el
supuesto de que el instrumento público no hubiera sido dejado sin efecto, como hemos
visto que se requiere. Tampoco, para el caso de haber sido omitida la comunicación de
la disolución al Registro.
Hacemos asimismo notar que en la última parte del artículo 7 se omite hacer la
necesaria distinción entre instrumento público y escritura pública, términos que se
utilizan como si no hubiera distinción entre ellos, lo cual es sabido que no es así.

9. Consideraciones finales.

Al analizar el Pacto Civil de Solidaridad del Derecho francés, Belluscio afirma


que, en realidad, “la legislación sobre parejas heterosexuales u homosexuales no
constituye sino un disfraz para introducir un cierto reconocimiento jurídico de las
segundas”, y destaca la inutilidad del mencionado Pacto cuando el mismo fue
convenido entre un hombre y una mujer; afirma asimismo dicho autor que la única
justificación fáctica del Pacto podría estar dada por la nueva libertad que otorga a las
parejas heterosexuales de constituir una unión que puede disolverse con mayor facilidad
que el matrimonio, y que reduce en forma notable sus derechos y obligaciones14; lo
cual, agregamos nosotros, no parece que sea algo que a la sociedad le interese
promover. También nosotros creemos que el proyecto presentado a la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires es de poca utilidad para personas de distinto sexo, existiendo
ya en nuestro país, por otra parte y como antes hemos señalado, distintas normas que
extienden a los concubinos la protección de beneficios de tipo social, similares a los
otorgados a las personas unidas en matrimonio.
Como resulta de lo expresado al comienzo, han quedado excluidas del proyecto
las uniones de personas cuya convivencia tenga como causa o explicación la solidaridad
o la necesidad, sin que exista entre ellas una afectividad análoga a la familiar (como
requiere el proyecto), como puede ser la de ancianos que sólo buscan seguridad en la
convivencia, o la de quienes, por ejemplo, únicamente quieren compartir los gastos de la
vivienda. Lo cual hace que no se entienda que el Registro sea denominado como de
Solidaridad; aunque quizás ello tenga su explicación en el hecho de que a muchos
podría no gustarle la creación de un Registro que se denomine, por ejemplo, “Registro
de Uniones Civiles de Afectividad”.
Además y tal como más arriba se puso de relieve, a nuestro juicio, varias de las
normas del proyecto son inconstitucionales por el hecho de incursionar en cuestiones de
Derecho civil, que corresponde que sean únicamente reguladas por el Congreso
Nacional. Y sobre ello no ha existido, como en cambio se ha afirmado, una “mala
lectura de la ley”. No creemos que nadie haya pensado que “se está legislando sobre el
matrimonio homosexual”; pero sí, que es posible que este proyecto de ley quiera
constituir un primer paso para, quizás, pretender hacerlo en el futuro, siguiendo de esa
manera condenables ejemplos de ciertos países cuya legislación, en estos aspectos -que
hay quienes califican como de avanzada- se aparta de lo que hasta el sentido común
indica como aceptable.
Es asimismo criticable la pretensión de otorgar en favor de quienes integran una
UC, mayores derechos que los que gozan el resto de las personas, efectuando de tal
manera una injustificada discriminación en contra de estas últimas. Por otra parte y
como antes hemos señalado, si se admite que la familia es la base de la sociedad, el
Estado debe ocuparse de alentarlo, lo que no se logra precisamente con proyectos como
el analizado.
43

Todo lo hasta aquí dicho y la posibilidad existente -según la interpretación que


se haga del proyecto- de que se vea coartada la libertad individual de quien a pesar de
haber cumplimentado los requisitos necesarios para constituir una UC, no quiera
hacerlo, viéndose no obstante obligado a ello por voluntad del otro conviviente, más los
varios errores y omisiones del proyecto, que hemos ido poniendo de relieve a lo largo de
este comentario, nos llevan a la conclusión, sin la necesidad de entrar a efectuar un
juicio valorativo del contenido del proyecto, de la inconveniencia de su sanción.

NOTAS
1
El texto de la ley puede verse en Derecho de Familia, Revista interdisciplinaria de
doctrina y jurisprudencia, n° 16, Bs. As., 2000, págs. 151 y sigs.
2
CORRAL TALCIANI, Hernán, “Regulación del concubinato ¿De institución sombra a
sombra –institucionalizada?”, E.D., 180-1550
3
Remitimos a dichas normas, en nuestro trabajo Daños en el Derecho de Familia, Bs.
As., 2001, págs. 258 y sigs.
4
Que se prolonga en el último artículo, donde se proyecta derogar “todas las
disposiciones que se opongan a la presente ley”.
5
Véase el ejemplar del diario La Nación del 15-05-2002, 1ª sección, pág. 13.
6
En el Proyecto de regulación de las uniones de hecho presentado en el año 1996 en la
Cámara de Diputados, se establecía que los derechos que allí se conferían sólo lo eran a
favor de aquellas personas que tenían entre sí aptitud nupcial.
7
El casamiento entre hermanos, permitido en el Antiguo Egipto, era admitido sólo en la
familia del Faraón, con la finalidad de conservar la pureza de la raza.
8
Conf., GUTIÉRREZ, Delia M. y BRAÑA, María Celestina, “Concubinato:
inconveniencia e innecesariedad de su regulación específica”, L.L., 1999-C-966, VI;
CORRAL TALCIANI, Hernán, “Regulación del concubinato. ¿De institución-sombra a
sombra-institucionalizada?”, E.D., 180-1550; CAPPARELLI, Julio César, “¿Hacia una
equiparación del concubinato con el matrimonio?”, E.D., 175-228.
9
Existen, no obstante, a nuestro juicio, algunas excepciones al principio general
establecido en dicha norma, como en los casos en que la venta tiende a poner fin a un
estado de indivisión hereditaria, o a liquidar un condominio, o las hipótesis de venta en
pública subasta por disolución de la sociedad conyugal y por ejecución judicial.
Remitimos al respecto a lo expresado en nuestro trabajo Separación Personal y
Divorcio, Bs. As., 1999, t. I, págs. 572 y sigs., nº 233, y autores citados en nota 33.
10
Daños en el Derecho de Familia, Bs. As., 2001, págs. 276 y sigs.
11
L.L., 1995-C-642 y E.D., 162-650.
12
BOSSERT, Gustavo A., Régimen jurídico del concubinato, 4ª edición, Bs. As., 1997,
págs. 136 y 137, parágr. 121.
13
CNCivil, Sala C, L.L., 1999-C-365, con nota de FLEITAS ORTIZ DE ROZAS, Abel
y HERRERA, Micaela, “Efectos jurídicos de las uniones de hecho: responsabilidad por
su ruptura”.
14
BELLUSCIO, Augusto C., El concubinato y el Pacto Civil de Solidaridad en el
Derecho Francés, L.L., 2000-C-1102 y sig
44

Dr. Orlando J. Gallo

DICTAMEN SOBRE EL PROYECTO

Analizaré el proyecto desde la perspectiva del Derecho Constitucional, que es la


materia que dicto, no invadiendo otros campos que son propios de otros especialistas.-
En una primera aproximación debo manifestar que caen fuera de la competencia
de la Ciudad Autónoma, leyes que incursionen dentro del ámbito del derecho común,
aún cuando no contradigan ni la normativa ni los principios del derecho civil.
La Ciudad de Buenos Aires tiene un status jurídico especial. Ella, al revés del
resto de las provincias, no conserva el poder no delegado al gobierno federal (art. 121
C.N.), sino que posee solamente los expresamente delegados y que no fueren limitados
por la ley de garantía de los intereses del Estado Federal sancionada por mandato del
art. 129 C.N., y que fuera sancionada como ley nº 24.588.
Esto surge de la mecánica constitucional pero, independientemente de ello lo
establece el art. 2º de la mencionada ley 24.588, la que tiene supremacía respecto de
cualquier norma, aún la del Estatuto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (art. 31
C.N.). “Sin perjuicio de las competencias de los artículos siguientes la Nación conserva
todo el poder no atribuido por la Constitución al gobierno autónomo de la ciudad de
Buenos Aires...”
Las competencias que atribuye dicha ley son las propias del establecimiento de
su gobierno y administración, además de las referidas a “...materia de vecindad,
contravencional y de faltas, contencioso-administrativa y tributaria locales” (art.8). En
dicha enumeración no se encuentran temas como aquellos respecto de los cuales se
pretende legislar.
La asamblea estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires, ni bien instalada, declaró
no conocer otros límites para su labor que no sean los que surgen del art. 129 de la C.N.
Este establece: ”La Ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo
con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido
directamente por el pueblo de la ciudad.”
Esas facultades de legislación y jurisdicción son las propias y necesarias para el
ejercicio de su autonomía, es decir, para darse sus propias instituciones políticas locales
y proveer a su funcionamiento. La naturaleza de la C.A.B.A. es la de una situación
intermedia entre las provincias y los municipios, una “cuasi provincia” con autonomía
restringida o “autonomía tutelada” como la denomina Sagüés (Elementos de Derecho
Constitucional .Astrea 2da edición, T. II pág.210).
De modo que no es posible que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, legisle
sobre temas de incumbencia exclusiva del Estado Federal.
Las provincias, que tienen un ámbito de autonomía más amplio, no pueden
“...expedir leyes sobre comercio o navegación interior o exterior....ni dictar los Códigos
Civil, Comercial, Penal y de Minería, después que el Congreso los haya sancionado...”
(art.126 C.N.).
La Corte Suprema tiene establecido desde hace tiempo que la prohibición
antedicha comprende “las leyes que se declaren incorporadas a dichos códigos, así
como las que, no mediando tal declaración, los integran, modifican o amplían. (
C.S.J.N. Fallos 126:315; 136:131; 248:781; 250:236; 263:39; 294: 430; etc.)
Si gozando las provincias de mayor autonomía que la Ciudad de Buenos Aires,
tienen expresamente prohibido por la Constitución el dictado de normas que integran el
derecho común, luego que la Nación lo haya hecho, mucho menos podrá dictarlas la
Ciudad de Buenos Aires que goza de un margen de autonomía más restringido.
45

Pero aún invocándose una interpretación amplísima del art. 129 y del art. 126 de
la C.N. y se entienda que el instituto de la Unión Civil, como lo llama el proyecto, no
ha sido aún dictado por el gobierno federal, por lo cual puede ser legislado
supletoriamente por las provincias y la Ciudad Autónoma, entiendo que ello sería, en el
caso, también contrario a la Constitución, habida cuenta el contenido del mismo.
En efecto: la unión civil analoga ciertos efectos de su constitución, con los
propios de la familia que regula y tutela nuestra legislación civil. En este sentido
constituye un “cuasi-matrimonio” y sobre toda su regulación sobrevuelan los conceptos
de familia y matrimonio. Más aún, en el art. 3º otorga a sus integrantes dentro del
ámbito de la Ciudad Autónoma los mismos derechos que a los unidos en matrimonio,
“esposos y/o cónyuges”, agrega el proyecto para despejar dudas. A la larga o a la corta
se intentará interpretar que esos derechos no son solamente de tipo asistencial, como los
previsionales o de seguridad social, sino que se intentará que abarque (y la norma
proyectada no hace ninguna salvedad al respecto) la vocación hereditaria y la adopción,
entre otros derechos civiles que tienen los matrimonios.
Asimismo establece entre los impedimentos para constituir una unión civil, el
encontrarse unido en matrimonio o bien estar conformando una unión civil con otra
persona (art. 4 inc. c y d). Es decir regula una forma alternativa de matrimonio con otro
concepto ético que el que tiene el Código Civil, es decir, reforma, cuando menos,
principios de nuestro derecho, los que constituyen fuente interpretativa.
Es probable que analizado el instituto proyectado desde la perspectiva del
derecho de familia, la invasión a las instituciones civiles sea mucho más intensa que la
que en principio se avizora.
Aún cuando así no fuere y restringiéndome al exclusivo ámbito del Derecho
Constitucional, encuentro a las normas proyectadas, como contrarias al art. 31 de la
Constitución Nacional que establece la supremacía del derecho sancionado por los
poderes federales por encima de cualquier norma provincial. Me parece ostensible que
el proyecto las contradice. Obsérvese que los Tratados Internacionales con jerarquía
constitucional incorporados en la reforma de 1994 por el art. 75 inc. 22 C.N. dan por
sentado un concepto de familia que es insoslayable. Dicho concepto es contradictorio
con el que insinúa el proyecto en análisis. Así el art. 17 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica); el art. 10 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el art. 23 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; amén de la Convención sobre Derechos
del Niño que, al hablar de la protección de la niñez, trasluce también un concepto de
familia que el proyecto en análisis contradice.
En otro orden de ideas, la Constitución-estatuto de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, establece en el art., 27 inc. 5 que incumbe a la Ciudad “La protección de
la fauna urbana......y controla su reproducción con métodos éticos”. Para formular una
ética de la reproducción animal habrá que interrogarse sobre las características de cada
especie animal, es decir: de su naturaleza. Al mismo interrogante tienen derecho los
humanos que habitan la ciudad.
En ese caso no puede soslayarse el modo en que nuestra cultura ha tratado a
institutos inescindiblemente vinculados entre sí como la familia, el matrimonio, la
filiación, etc. Lo contrario nos pondría ante la eventualidad de una situación
discriminatoria de la que serían víctimas los seres humanos quienes estarían regidos por
conceptos éticos menos estrictos que los animales de la ciudad. La protección
dispensada a los animales debe ser, por lo menos, de igual intensidad para los seres
humanos, pero sería violatoria de los derechos humanos que fuese mayor para aquellos
que para éstos.
46

Por todas las razones anteriormente apuntadas, sin perjuicio de las que pueden
agregarse desde la perspectiva de un análisis a la luz del derecho civil, estimo que es
desaconsejable e inconstitucional la sanción del proyecto en análisis que crea la “unión
civil”
47

Dr. Daniel Alejandro Herrera

REFLEXIONES SOBRE EL PROYECTO

En este momento se encuentra a consideración de la Legislatura de la Ciudad de


Buenos Aires un proyecto que plantea darle reconocimiento jurídico bajo la forma
jurídica de unión civil a las parejas que convivan públicamente como tal sin importar la
distinción de sexos de las personas que conforman la misma (puede ser una pareja
heterosexual u homosexual). Al respecto se puede sostener que el proyecto en
consideración es manifiestamente inconstitucional y contrario a derecho conforme a las
consideraciones que paso a exponer:

1. Es Inconstitucional en primer lugar por ser contrario a la organización de


nuestro sistema federal de gobierno, pues la Legislatura de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires no tiene atribuciones legislativas en cuanto a la materia que se pretende
legislar. En efecto, las “uniones civiles” que pretende regular conformarían una nueva
institución del Derecho Civil que se encuentra regulado por el Código Civil y leyes
nacionales complementarias. La sanción de la legislación de fondo en materia civil en
cuerpos unificados (códigos) o separados (leyes especiales) es atribución exclusiva del
Congreso Nacional conforme lo ordenado por el art. 75 inciso 12 de la Constitución
Nacional y se encuentra prohibida su sanción a las legislaturas provinciales (La Ciudad
autónoma de Buenos Aires con algunas diferencias específicas se equipara a una
provincia) una vez que el congreso los haya sancionado, de acuerdo con lo dispuesto
por el art. 126 de la Constitución Nacional.

Al respecto podemos citar a los siguientes autores:


“Cuando el congreso dicta un código de derecho común, las provincias ya no
pueden legislar sobre materias propias del mismo, ni siquiera en el caso de que el
código omita o no regule algunas instituciones” (Bidart Campos Germán, “Tratado
elemental de Derecho Constitucional”, Ed. Ediar, T° II, pág. 226);
“El sistema impuesto en la primera parte de esta norma (art. 75 inc. 12,
anteriormente 67 inciso 11) adopta el esquema de federalismo atenuado que propició
Alberdi en su proyecto de Constitución. Los constituyentes se apartaron del régimen
seguido por la Constitución de los Estados Unidos que reconoce, a los Estados locales,
la facultad de dictar normas de fondo del derecho común, así como también las de
carácter procesal. En nuestro sistema constitucional, las normas de carácter procesal son
dictadas por las provincias con la salvedad de las atinentes a la legislación federal. Se
trata de una de las potestades reservadas por las provincias conforme al art. 121 de la
Constitución”… “La cláusula que faculta al Congreso para dictar los códigos debe ser
interpretada en el sentido de que el mismo no solamente puede aprobar esos cuerpos
normativos, sino también leyes que versen sobre materias reguladas por ellos aunque no
estén formalmente incorporadas a esos códigos. Un código es un cuerpo legal que
contiene un conjunto de normas referentes a una materia específica que están dispuestas
en forma metódica y sistemática. De manera que no es razonable entender que una
norma, por el sólo hecho de no integrar ese cuerpo, quede excluida del ámbito de la
competencia del Congreso a pesar de referirse a una materia civil, comercial o
cualquiera de las otras enunciadas por la Constitución. En la interpretación
constitucional, el enfoque sistemático debe prevalecer sobre el enfoque literal. Lo
fundamental es que la norma, integre o no un código, recaiga sobre algunas de las
materias de derecho común citadas en la Constitución. En tal caso, solamente el
48

Congreso será competente para dictarla porque, lo esencial, no es la forma bajo la cual
se establece la norma sino la materia que regula”… “Las provincias no pueden dictar
normas de derecho común ni de carácter federal. Con respecto a las primeras, solamente
pueden poner en funcionamiento su poder de policía para regular ciertos aspectos que
atañen a los titulares de los derechos que aquellas enuncian, y además las normas
procesales que prevén los cauces para el ejercicio de la función jurisdiccional en las
provincias” ( Badeni, Gregorio, “Instituciones de Derecho Constitucional”, Ed. Ad Hoc
S.R.L. T° II pág. 263 y 264);
“ La Constitución atribuye al Congreso en el artículo 75, inciso 12 la facultad de
‘dictar los códigos Civil, Comercial, Penal de Minería y del Trabajo y Seguridad
Social’. El artículo 126 prohibe a las provincias dictar esos códigos ‘después que el
congreso los haya sancionado’, lo que está hecho y neutraliza la autorización transitoria
a las provincias”. ( Bidegain Carlos María, “Curso de Derecho Constitucional-Nueva
versión revisada y actualizada con la reforma de 1994, por el autor y los Doctores
Eugenio Luis Palazzo y Roberto Antonio Punte”, Ed. Abeledo Perrot, T° III, pág. 63).

2. Es inconstitucional en segundo lugar en cuanto a la materia o contenido que


pretende regular, por ser contrario al Orden Público dispuesto por la propia Constitución
y las normas que a tal efecto fueron dictadas de conformidad con aquella, lo que
convierte a la unión civil con los alcances fijados en el proyecto como “análoga relación
de afectividad” equiparable al matrimonio, en contraria a derecho.

La analogía refiere cierta semejanza entre los conceptos o las cosas significadas
por ellos. En este caso la “unión civil” (entre dos personas del mismo o distinto sexo
independientemente de su orientación sexual) y el matrimonio como institución
constitutiva de una familia y fundamental de la sociedad, reconocida y protegida tanto
por nuestra legislación de fondo (Código Civil) como por tratados internacionales
incorporados a nuestra constitución por la reforma de 1994 como ser la Declaración
Américana de los Derechos y Deberes del hombre (art. 6), Declaración universal de los
derechos humanos (art. 16), Convención americana sobre derechos humanos (pacto san
José de Costa Rica, art. 17), Pacto Internacional de derechos Civiles y Políticos (art.
23). Por la presente analogía se pretende equiparar situaciones y relaciones totalmente
distintas, atribuyéndoles efectos jurídicos similares (salvo algunas diferencias), lo que es
manifiestamente antijurídico por razones de orden natural y de derecho positivo
imperativo.

3. En cuanto a las razones de orden natural, tenemos que distinguir entre las
uniones heterosexuales y las homosexuales.

Respecto a estas últimas podemos señalar que por naturaleza, si bien existe una
unidad en cuanto a la especie, por la que todos los seres humanos realizan la misma
esencia humana aunque de manera existencialmente distinta en cada persona (sustancia
individual de naturaleza racional), biológicamente esta especie humana se distingue en
sexos distintos (masculino y femenino) en cuanto a su individuación (cada ser humano
tiene un sexo), pero complementarios en tanto a que de la unión de ambos depende la
propagación y conservación de la especie misma. Esta distinción de sexos en la unidad
de la especie es común al hombre y a las demás especies animales respecto a la
tendencia o inclinación natural, pero en el caso del hombre lo naturalmente biológico es
asumido por su naturaleza específica racional y a diferencia de los animales irracionales
no se trata de una tendencia ciega o meramente instintiva sino que sin dejar de ser
49

instintiva en cuanto al origen del movimiento del ser humano en ese orden (biológico),
es conocida y dirigida por la razón en forma concordante con su apetito racional (la
voluntad), que rectificados por el fin perfectivo (todo ser se mueve naturalmente hacia
su plenitud) permite la elección deliberada y libre de los medios adecuados en el orden
moral para alcanzar dicho fin.

No se trata que de la mera constatación empírica de la inclinación o tendencia,


del puro hecho material, de juicios solamente descriptivos infiramos deductivamente
conclusiones de orden moral o prescriptivo, realizando una indebida inferencia lógica en
cuanto a que nada podemos sacar en la conclusión que no se encuentre de manera
explícita o implícita en las premisas de las que parto, o sea mediante una indebida
inferencia del orden del ser (tendencias o inclinaciones naturales) al deber ser
(principios o prescripciones morales), conocida modernamente como principio o ley de
Hume.

Por el contrario, así como en el orden especulativo o teórico lo primero que se


conoce es el ser (dado que todo lo que se conoce, se conoce bajo algún modo de ser, o
sea en tanto que es y es algo y no más bien nada) que hace evidente el primer principio
de no contradicción: el ser es y no puede no ser al mismo tiempo y bajo el mismo
aspecto. Como tal no necesita demostración pues no es derivado de ningún principio o
premisa anterior (pues sino no sería primero) aunque no es innato (pues se funda en un
acto previo de experiencia por la que la inteligencia capta el ente haciéndosele patente el
principio).

De la misma manera procede el intelecto práctico en cuanto a que lo primero que


capta es el bien (el ser en su perfección) en cuanto es término o fin del apetito asumido
y dirigido por la razón práctica en concordancia con la voluntad como ya dijimos. Al
captar algo como bueno entitativamente para sí en tanto hombre se hace patente
(inmediatamente sin necesidad de razonamiento alguno) al mismo la necesidad moral de
su prosecución y por lo tanto la evidencia del primer principio práctico: El bien debe
hacerse y el mal evitarse. Siendo innecesaria su demostración por tratarse de un
principio inderivado aunque no innato (pues se funda en un acto previo de experiencia
por la que la inteligencia capta bienes básicos del hombre haciéndosele patente el
principio, conforme John Finnis “Ley Natural y Derechos Naturales”, Abeledo Perrot,
Bs. As. 2000, pág. 67) que hace las veces del principio de no contradicción práctico y
por tanto se encuentra explícita o implícitamente en todo razonamiento práctico
posterior, por lo que el carácter práctico de la conclusión no se sigue de una proposición
de hecho o de naturaleza sino del primer principio práctico.

Así el hombre capta inmediatamente como buenas y perseguibles ciertas


tendencias y acciones y como malas y evitables otras. Así por las razones biológicas
expuestas que en el caso del hombre son asumidas por su naturaleza racional surge en
forma patente la bondad moral de las relaciones sexuales conforme a la naturaleza
(complementariedad heterosexual) y que las relaciones sexuales contra natura (uniones
homosexuales) son moralmente malas en orden al fin último del hombre y a la
conservación de la especie que se extinguiría si se generalizaran las relaciones
homosexuales en desmedro de las heterosexuales.

Obviamente estas objeciones de orden natural primario no alcanzan a las uniones


de hecho heterosexuales (concubinatos), pero entendemos que esa circunstancia no
50

justifica el reconocimiento jurídico de las mismas (como uniones civiles de derecho),


pues para regularizar la situación los concubinos pueden casarse legalmente adquiriendo
la plenitud de los derechos conyugales y en caso de existir impedimentos para la
realización del matrimonio (consanguinidad, ligamen anterior, etc.), estos también lo
serían para el reconocimiento jurídico del concubinato como unión civil. Además cabe
señalar la existencia en nuestro ordenamiento jurídico de leyes especiales que otorgan a
la concubina (debidamente acreditada) ciertos beneficios de la seguridad social.

4. Fundado en las razones de orden natural, junto con otras de orden social y
cultural nuestro ordenamiento jurídico sostiene que la publica ostentación de las
relaciones homosexuales (objetivamente disvaliosas) son contrarias al Orden Público y
al Bien Común. Así lo ha sostenido la Corte Suprema de Justicia en el famoso fallo que
rechazó el pedido de personería jurídica por parte de la comunidad homosexual
argentina: “La pública defensa de la homosexualidad resulta reñida con razonables
valoraciones, apreciaciones y distinciones morales y jurídicas y en definitiva del bien
común….y toda defensa social de la homosexualidad ofende la moral pública y el bien
común cuya tutela la constitución impone a los poderes constituidos y en modo
eminente a la Corte” (LL 1991-E-703 Considereandos 18 y 19).

Sin perjuicio de lo dicho, se lo debe interpretar armónicamente con el principio o


cláusula de reserva contemplada en el artículo 19 de la Constitución Nacional que
establece que las acciones privadas que no ofendan al orden y a la moral pública están
reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. En consecuencia, en la
medida que dichas relaciones se realicen en privado y no afecten la moral pública, no
son reprimidas por el ordenamiento jurídico que no prohibe jurídicamente todas las
acciones de las que se abstiene un hombre virtuoso, sino solamente las mas graves y que
pueden causar daño a terceros y al bien común.

Ahora bien, de esto no se desprende que dichas relaciones sean moralmente


valiosas (en sí mismas son objetivamente disvaliosas moralmente) y que deban ser
reconocidas jurídicamente ya sea permitiendo el casamiento entre homosexuales o las
uniones cuasimatrimoniales como las que se pretende legitimar mediante este proyecto.
En todo caso, del principio de reserva y de la privacidad de la relación (en la medida
que no se la haga pública) solamente se puede concluir una actividad negativa por parte
del Estado de no perseguir y juzgar la misma, pero nunca una actividad positiva como
sería el reconocimiento público de un status jurídico matrimonial o cuasimatrimonial,
pues sería una inferencia incorrecta de las premisas que constituyen el razonamiento.

Respecto al status matrimonial la propia redactora del proyecto en cuestión


reconoce que los homosexuales no tienen derecho a casarse entre sí (pueden hacerlo con
personas de otro sexo) y que las normas que así lo impiden no son inconstitucionales e
incluso afirma que si se dictara una norma que los habilitara, esta sí sería
inconstitucional por existir una incompatibilidad natural de las parejas homosexuales
respecto al cumplimiento de uno de los fines esenciales del matrimonio que es la
procreación y la educación de los hijos a partir de roles diferenciados (padre y madre), y
que de aceptarse llevaría a la necesaria aceptación de que puedan adoptar y acceder a las
técnicas de fecundación asistida lo que constituye una situación disvaliosa para el
interés del menor al que se lo priva ab initio a tener un padre y una madre (Conf.
Medina Graciela, “Los homosexuales y el derecho a contraer matrimonio”, Ed.
Rubinzal Culzoni, Bs. As 2001, pág. 257).
51

Por su parte, tampoco correspondería el reconocimiento de un status


cuasimatrimonial análogo al matrimonio por las mismas razones expuestas en el párrafo
anterior y por que al hacer pública la convivencia al pretender su reconocimiento
jurídico están excediendo los límites impuestos por el principio de reserva del artículo
19 de la Constitución Nacional, afectando al orden y a la moral pública tal como lo
establece el propio artículo y el fallo de la Corte anteriormente citado.

5. Otro argumento que se suele utilizar para pretender justificar la necesidad de


reconocer jurídicamente las uniones de homosexuales es que no se puede negar su
existencia y en la medida que existen deben ser reconocidas jurídicamente con su plexo
de derechos y obligaciones. Aquí sí nos encontramos con una auténtica falacia fundada
en una indebida inferencia del plano del ser al deber ser en violación al principio o ley
de Hume. Del mero hecho de la existencia de parejas homosexuales no puedo inferir un
deber ser moral o jurídico de reconocimiento. En todo caso y como se señaló en el
punto anterior, por aplicación del principio de reserva y en la medida que la relación sea
privada y no afecte el orden y la moral pública se puede concluir la falta de punición de
la misma, pero en ningún caso obligar al Estado a un acto público de reconocimiento
otorgándole status jurídico con sus correspondientes derechos y obligaciones.

6. También se arguye que no reconocer jurídicamente dichas uniones constituye


un atraso legislativo en comparación con las legislaciones más avanzadas del mundo. Si
bien es cierto que existen algunos antecedentes en el derecho comparado (Francia,
Cataluña, los países escandinavos entre otros) no se trata de la generalidad de los países
del mundo, ni siquiera del mundo desarrollado. Al respecto podemos señalar que la
Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo establece que necesariamente el
matrimonio lo constituye la unión de un hombre y una mujer y que las leyes que así lo
establecen negando la posiblidad de la unión jurídica de parejas de homosexuales
(aunque algunos les reconocen status alternativos) no es violatoria de la Convención de
los Derechos Humanos de Europa. También sostienen el principio heterosexual del
matrimonio la Corte Suprema de Justicia de Alemania, de España, las leyes de EEUU
de 1996, de puerto Rico de 1999, de Kentucky de 1998, de Iowa de 1997, de West
Virginia de 2000, de Illinois, de Washintong de 1998, de Delaware, de Utah, de
Vermont de 2000, de Cánada de 1999 (Antecedentes citados por la Dra Graciela Medina
en la obra oportunamente citada).

7. Por último el argumento de mayor peso emotivamente hablando, es el que


afirma que la falta de reconocimiento jurídico a las uniones de homosexuales constituye
una discriminación que afecta los derechos fundamentales de aquellos. Estamos frente a
una nueva falacia, pues en ningún caso esta situación (de falta de reconocimiento)
constituye una violación de los derechos humanos fundamentales que los homosexuales
tienen como cualquier ser humano por el solo hecho de ser persona independientemente
de su condición de homosexual. En lo que respecta a esta última no es arbitrariamente
discriminatoria la distinción de sexos respecto a la constitución del matrimonio o al
reconocimiento de efectos jurídicos a las uniones de hecho pues fundada en razones de
orden natural y de orden público positivo ya expuestas, se refiere a la aplicación del
tradicional principio de justicia rector de toda la vida jurídica, que ordena dar a cada uno
lo suyo y que al respecto obliga tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales
(como en el caso de las uniones heterosexuales y homosexuales). Es una nueva
52

incongruencia reclamar el derecho a ser diferente (a los heterosexuales) y pretender ser


tratado como si fuera igual a aquellos de los que se diferencia.

8. Por todo lo dicho se puede concluir que el proyecto en cuestión es


inconstitucional, contrario a derecho y a la moral pública, por lo que estimo necesario
un pronunciamiento de esta alta casa de estudio en contra a su sanción en razón de los
argumentos vertidos, sin desmedro de otros que se puedan agregar.
53

3 - PANEL SOCIOLÓGICO

Dra. Patricia Ruiz Moreno de Ceballos ( Pág. 55 )

Dr. José Luis de Imaz ( Pág. 58 )

Dr. Atilio Álvarez ( Pág. 60 )


54

Dra. Patricia Ruiz Moreno de Ceballos

SEXUALIDAD HUMANA

Durante mucho tiempo en la historia de la humanidad el comportamiento


sexual estuvo contenido en el orden matrimonial y desplegado de manera inadecuada en
el desorden extramatrimonial en base a pautas impuestas por el varón.
En la pareja humana a lo largo de los siglos la mujer fue sometida
sexualmente y ésto le imprime a la sexualidad y a sus desviaciones características
específicas.
Pero, al llegar al siglo XX se advierte en el transcurso del mismo una
enérgica posición de la mujer para revertir lo acontecido y en muchos casos llega a
traducirse en un feminismo exacerbado en el que se pretende prescindir totalmente del
varón. Por otro lado aparecen movimientos legítimos de lucha por adquirir con gran
esfuerzo los tan deseados derechos políticos sociales y laborales.
En muchas ocasiones esta problemática pública de la mujer se traduce en la
intimidad en una búsqueda de su independencia sexual.
Asumimos que esta evolución de las costumbres produce cambios que
actualizan actitudes y formas de expresión que en muchos casos enriquecen y en otros
degradan las posibilidades de progreso de la humanidad.
Lo que no se puede poner en duda es que las mujeres y los hombres se
diferencian entre sí porque poseen identidades específicamente distintas, justamente
para poder complementarse.
En la búsqueda de los derechos anteriormente enunciados las mujeres tienen
que reencontrarse con su propia identidad diferente a la del hombre. Ser mujer o ser
varón no depende sólo de una manera de transitar por el mundo o de una forma de ser
educado. Ser mujer o ser varón responde a una esencia que se fundamenta en un orden
natural que es evidente, que se puede experimentar, que se puede estudiar y que puede
ser demostrado.
En el caso de la mujer, ésta tiene una esencia que la define como tal y es la
cualidad invalorable de poder ofrecer su cuerpo y su alma como si fueran “una casa”
donde otro ser humano se cobija y es feliz.
En el acto más sublime de la sexualidad humana, la mujer no se deja poseer
por el hombre, busca ser “habitada”. Y de esta forma se poseen mutuamente en la
entrega generosa del amor llevando a la plenitud una complementariedad física,
psíquica y espiritual para las que fueron creados como miembros de la pareja humana.
Es en el cobijamiento del cuerpo del hombre que la mujer hace en su propio
cuerpo donde se plenifica su esencia. De un modo completamente distinto pero
reincidente con la raíz de la esencia femenina, toda madre se deja “habitar” por el hijo o
la hija durante los nueve meses anteriores al nacimiento.
El varón, para dar la vida, acto trascendente de la existencia humana, tiene
indefectiblemente que salir de sí. Sus órganos reproductores son exteriores en su
anatomía.
En cambio, la mujer da la vida a otro ser humano desde la intimidad de su
cuerpo en virtud de todas las condiciones de cobijamiento y calor necesarias para la
concepción. Esto significa que la mujer concibe la vida dentro de sí misma.
Dejarse habitar no es sometimiento es exaltación. En su don de la
maternidad la mujer es hogar y misterio, su cuerpo es hospedaje y alimento. Toda mujer
se transforma así en el ser más plenamente habitado.
55

Este misterio de la maternidad aún hoy sigue deslumbrando a la humanidad,


a pesar del intenso avance científico sobre el tema y de toda la riesgosa e inaceptable
manipulación de embriones que se producen en nuestros días. No hay probeta ni vientre
artificial ni incubadora que reemplace la apoteosis humana que significa una mujer
siendo madre.
Con posterioridad a la exposición de estos conceptos podemos afirmar que
resulta evidente que el principio de complementariedad en la unión heterosexual
enriquece definitivamente a la pareja humana y posibilita su camino hacia la felicidad.
Está claro que no se complementa lo igual sino lo diferente. Si las cosas no
fueran así no existirían los dos sexos, bastaría con uno de ellos para el desarrollo del
placer sexual y Dios hubiera creado otras maneras para la reproducción humana.
Sin embargo, los hombres han inventado en estos tiempos formas artificiales
de reproducción y se internan cada vez más en un campo de experimentación
sumamente peligroso del cual tendrán que rendir cuenta, y elijo sólo un ejemplo: la
clonación humana.
Aunque aparezcan como temáticas distintas se influyen unas a otras de
manera destructiva.
Con los avances científicos en esta materia tan desmesurados que
desnaturalizan la maternidad y la paternidad se intenta, conciente o inconscientemente,
aniquilar también el principio de complementariedad que surge con tanta evidencia de la
pareja heterosexual.
Pero el hecho es que en el principio Dios ha creado al hombre varón y mujer,
dos sexos complementarios...”iguales y distintos al mismo tiempo, pero no idénticos,
iguales en dignidad personal, semejantes para entenderse y diferentes para
complementarse recíprocamente”.
Para desentrañar con mayor eficacia el tema de la sexualidad en la pareja
humana varón-mujer y todos los otros aspectos conectados a diferentes variaciones
considero sumamente interesante a esta altura de la reflexión que nos convoca, citar un
texto de la conferencia pronunciada por Carlos Mosso en la Universidad Católica de
Chile durante un Congreso:
“...conviene ante todo hacer una distinción entre los términos
“homosexualidad” y “ homosexualismo”. Entendemos por homosexualidad al fenómeno
por el cual una persona se siente atraída (sexualmente) por personas de su mismo sexo.
Implica fundamentalmente una tendencia desviada, independientemente que se lleven a
cabo actos concretos. El homosexualismo, en cambio, es la promoción de las prácticas
homosexuales y la pretensión de que éstas sean aceptadas públicamente, en un contexto
de consenso social y con un encuadre jurídico que las convalide. Es fundamentalmente
activismo. La homosexualidad afecta lo individual, el homosexualismo a la estructura
misma de la sociedad y su escala de valores...”
Volviendo al tema inicial respecto de la emancipación de la mujer existe un
correlato con la exposición y proliferación del homosexualismo tomado en su sentido
más amplio (aquel que incluye a las lesbianas también) y tal como se lo describe en el
texto citado.
Es por esto que ninguna mujer debería entonces virilizarse ni siquiera
intelectualmente, para competir en el “universo de los hombres”. Su misión es
justamente transformar ese universo en algo menos hostil, menos violento; y esto no
está reñido con una sana competitividad profesional entre varones y mujeres o con el
mejor nivel de excelencia que una mujer pueda ofrecer.
Los hombres por su parte no deben quedar paralizados ante este proceso,
deben encontrar oportunamente su posición y acompañar activamente porque los
56

diferentes roles, funciones, tareas y profesiones que el mundo actual invita a desarrollar
a todas las mujeres podrían quedar plasmados en la sociedad enriqueciendo la
civilización de una forma como quizás la humanidad jamás haya imaginado.
57

Dr. José Luis de Imaz

PERSPECTIVA SOCIAL

Desde una perspectiva de las Ciencias Sociales, el aporte que se puede hacer al
tema es mucho menos relevante que el que provenga del orden jurídico, la reflexión
filosófica y el juicio moral. Porque en estos últimos se trata de absolutos.
Desde esta relativa irrelevancia recordamos que la ley sueca que autoriza la
adopción efectuada por parejas homosexuales es tan reciente que no ha permitido aún
recoger ninguna información empírica procesable.
Suecia es el primer país del mundo en la relación de abortos legales sobre
nacidos más abortos legales. Y es igualmente la primera a escala mundial por la
magnitud de la adopción internacional. Es obvio, por no haber casi oferta local.
Suecia invita al juez que conceda una adopción internacional para una pareja de
aquel país a constatar “de visu” el desarrollo del menor, y el contexto familiar. De esa
manera lo que está previsto para garantizar la decisión judicial viene a resultar una
canonjía a la que muy difícilmente se puedan sustraer los jueces de países poco
desarrollados.
Para nuestra región, Suecia tiene instalada una oficina para la adopción de
menores en Santiago de Chile.
Francia, que tiene sancionada una ley que autoriza derechos transmisibles entre
los integrantes de una pareja homosexual, no ha llegado a los extremos escandinavos.
La paradoja sueca de tener que adoptar en el exterior por no haber madres
ofertantes en el país dada la legalización del aborto, sólo puede entenderse en el
contexto de la lógica de los países socialdemócratas. Efectivamente, las sociales
democracias europeas, al haber cumplido acabadamente con la plena seguridad social de
los ciudadanos, se han quedado sin tema. En efecto, faltos de creer en la socialización
de los medios de producción, prefieren incluso, esa gran concentración de capital que
facilita la tarea fiscal. Y como además, ya que como miembros de la NATO casi todos
los países social demócratas europeos han sido co-responsables de los bombardeos a
Belgrado y Afganistan, sólo les queda como alternativa levantar el tema de la no
discriminación. En este sentido Suecia tiene sancionada una ley de igualdad de
oportunidades hombre – mujer en cuya virtud no se penaliza la prostitución sino al
demandante de servicios sexuales a cambio de dinero. Todo esto se basa en el principio
de la no discriminación, y esta es la lógica a la que vamos a atenernos en nuestras
reflexiones, precisamente porque constituyen el soporte nominal de los diputados que
han presentado el proyecto, y a quienes lejos de preocuparse por sus posibilidades
normativas en la ciudad de Buenos Aires, lo que les importa es haber producido el
hecho.
Si a pesar de todo esto resultara constitucional una ley porteña en la materia,
resultaría absolutamente contradictorio con el hecho de que la Argentina al adherir y
convertir en ley el Código de los Derechos del Niño, y la Convención que lo sancionó,
ha establecido en tal virtud el principio de que en todos los casos de adopción lo que
cuenta es el interés prioritario del niño, por sobre el de las parejas adoptantes.
En este caso en que se alterara el orden constitucional y el orden moral, en aras
de la no discriminación, lo que estaríamos obteniendo es la discriminación inevitable
del menor adoptado. Por las siguientes razones:
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1) Que el juez que optare por una pareja homosexual, en detrimento de otra de
padre y madre, estaría discriminando a ese menor.
2) Que de hecho, en el barrio y después en la escuela, el menor adoptado por
homosexuales sería el “raro”, el “distinto”.
3) Habría discriminación por el clima moral en que se insertaría al niño.
4) Porque éste sería incapaz de percibir los roles paterno – maternos.
5) Porque la falta de imágenes parentales nítidas afectaría irreversiblemente el
psiquismo del menor y provocaría notorio rezago en su desarrollo psíquico –
evolutivo.
Vamos a imaginar escenarios alternativos a partir de esta eventual sanción legal,
que excluiría a los niños nacidos en Avellaneda, San Justo y Olivos y a las parejas
homosexuales domiciliadas en Avellaneda, San Justo y Olivos.
Si los jueces adjudicaran en adopción a parejas homosexuales, cabría la
posibilidad de que muchas mujeres no quisieran parir en la ciudad de Buenos Aires,
para ser donantes en el contexto de inseguridad respecto al futuro del niño.
Cabe suponer distintas actitudes en las instituciones que se ocupan de preparar el
camino para la adopción, en contacto con padres eventuales. Éstas son de dos tipos, las
ONG, como el Hogar San José y los Grupos Emergentes del Movimiento Familiar
Cristiano, en relación a las consultoras.
Estas últimas, que son organismos exclusivamente profesionales con fines de
lucro, estarían dispuestas a atender las expectativas de las parejas homosexuales, y, en
función de sus clientes, dispuestas a utilizar todos los métodos convincentes para los
jueces.
En efecto, lo que resultaría un aspecto no deseado pero inevitable de esta ley, sería la
corrupción de la magistratura.
Igualmente, esta ley introduciría inseguridad jurídica en el lapso comprendido
entre la entrega precaria y la adopción definitiva, por cuanto vista la adjudicación de la
criatura a una pareja homosexual, las madres biológicas donantes podrían revindicar los
derechos de su parto.
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Dr. José Atilio Álvarez

(Director Ejecutivo del Instituto de Derecho de Familia)

ANÁLISIS DEL PROYECTO

Se ha requerido al instituto de Derecho de Familia una opinión sobre el


proyecto de ley , presentado en la Legislatura del Gobierno Autónomo de la Ciudad de
Buenos Aires, por el cual se crearía un Registro de Uniones Civiles en el ámbito de la
Capital Federal .
El Instituto ha confeccionado un legajo de documentación que por una parte
cuenta con la totalidad de legislación comparada sobre el tema , con alguna excepción
centro europea a la cual no se accedió por cuestiones de traducción (Hungría), y por
otra, con opiniones de distintos profesores de áreas vinculadas a la temática.
Sin perjuicio de tal material, a disposición de quien desee consultarlo, procedo a
adelantar un somero análisis del proyecto conocido, cuya autoría, según manifestación
del Sr. Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, pertenece a la Dra. Graciela
Medina, destacada jurista y Jueza de Cámara del departamento judicial de San Isidro.
El proyecto, avalado por un porcentaje importante de legisladores de todos los
partidos y bloques, cuenta con diez artículos de diferente naturaleza en cuanto a
aspectos constitucionales y a su incidencia sobre las cuestiones de derecho civil y
administrativo.

Aclaración Previa

El tratamiento de estos temas difiere, en el aspecto metodológico, según se


compartan supuestos básicos de orden teológico, filosófico, en especial antropológicos,
y aún de ética individual .
En otro plano, corresponde un análisis desde puntos de vista de ética social y en
consecuencia de orden político y jurídico, que sin dudas quedan limitados por la
coincidencia o disidencia en los supuestos anteriormente enunciados . Por ello , me
limitaré a un análisis jurídico de las normas y sus efectos en orden a las relaciones
civiles de parentesco, sumados a temas que se enmarcan el área de derechos civiles
personales, especialmente en cuanto a la intimidad.

El objetivo del proyecto

A diferencia de otros anteproyectos presentados en la Cámara de Diputados de la


Nación
( v gr. el que crearía el “partenerato” de nulidad absoluta cuando se celebra entre
personas de distinto sexo), el presente proyecto engloba bajo el concepto de unión civil
de solidaridad “tanto a uniones heterosexuales como homosexuales”, en una técnica que
le permite basarse en la idea de convivencia en análoga relación de afectividad con la
familia ( art 1 y 2 )
En tal sentido corresponde analizarlo con abstracción de que se trate de uniones
homo u heterosexuales, remitiéndose entonces al ya conocido debate sobre la
regularización del concubinato y la necesidad de su inscripción para el reconocimiento
de algunos efectos, cuestión clásica en la doctrina nacional y hasta ahora resuelto por la
negativa.
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Supuestos básicos

Tres serán los elementos positivos que señalaré como punto de partida del análisis.
1) El objetivo propuesto en el artículo primero, en la primera parte de la
formulación, no puede menos que ser aceptado y vivamente defendido en el
marco constitucional, ético y ontológico que sostenemos.
Así, que la Ciudad de Buenos Aires garantice “iguales derechos y oportunidades
para todas las personas , sin reparar en el grupo familiar del que formen parte”,
parece un objetivo de raigambre constitucional, común a todos, y exigible en el
marco legislativo actual.
2) Por lo contrario, no parece que estos principios constitucionales deban
supeditarse a especificaciones tanto desde el punto de vista de la orientación
sexual como de ninguna situación de derecho de familia, pues las
discriminaciones deben ser evitadas en todo el ámbito de la vida pública y
privada sin necesidad de que para lograrlo deba manifestarse la intimidad de las
conductas.
3) Menos aún corresponde la referencia a conductas, actos, disposiciones
personales en lo sexual como reductivas de la persona humana a ellas. Con
precisión señaló la Congregación para la Doctrina de la Fe, en documento sobre
el tema de octubre de 1986: “La persona humana no puede ser definida con una
referencia reductiva a su condición sexual... Toda persona tiene oportunidades
de crecimiento, recursos, talentos y dones propios ...Se rechaza que se considere
a una persona como un heterosexual o un homosexual”.

Análisis del articulado


Artículo 1º: Ya he señalado que el objetivo de garantizar iguales derechos y
oportunidades a todas las personas no puede menos que ser compartido, en el marco de
la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la igualdad ante la ley,
que requiere ser aplicada a iguales situaciones jurídicas. La especificación que realiza la
segunda parte del artículo, a más de acotar la garantía de igualdad ante la ley, resulta
redundante en materia de filiación, puesto que la equiparación ha sido ya establecida por
el artículo 240 del Código Civil (Ley nº 23.264), en virtud de normas de jerarquía
constitucional incorporadas al ordenamiento interno (Artículo 17, inc. 5º de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos).
La referencia a la situación matrimonial, o en la situación de análoga relación de
afectividad que menciona el artículo implica también una limitación de la garantía
igualdad de derechos, que excluiría a habitantes que no se encuentren comprendidos en
dichas categorías, y que son, sin embargo, acreedores de la garantía de igualdad ante la
ley.
En suma, toda enunciación de situaciones específicas, frente a la
omnicomprensión de una garantía constitucional de igualdad, implica un eventual
retaceo discriminatorio.

Artículo 2º: Establece el proyecto, destinado a la Legislatura de la Ciudad de


Buenos Aires, una institución llamada unión civil, o unión civil de solidaridad, según el
artículo 8º, para lo cual resulta al menos dudosa la competencia de dicho órgano.
Lo sería una legislatura provincial, a tenor del artículo 126 de la Constitución
Nacional. Con mayor motivo lo es la entidad de Gobierno Autónomo puesto que no
tiene éste la reserva de poder no delegado prevista por el artículo 121 de la Constitución
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Nacional, sino que, a la inversa, recibe las facultades propias de legislación de la


Constitución Nacional. En tal sentido, el artículo 75, inc. 12 establece claramente la
competencia civil en cabeza del Congreso Nacional.
En este artículo la referencia a la analogía a la familia resulta de especial
importancia, pues ya no se trata de una analogía al matrimonio, de algún modo
receptada en algunos institutos jurídicos (impedimento de pública honestidad o de cuasi
afinidad, por ejemplo), sino referida al concepto mismo de familia, lo cual la torna
mucho más discutible.

Artículo 3º: Este artículo, central en el proyecto, establece una igualdad de


derechos y beneficios a los miembros de la unión civil respecto a parientes,
matrimonios, esposos y/o cónyuges, tanto a los ya otorgados como a los que en el futuro
se otorguen.
La enumeración enunciativa que formula refiere por un lado a relaciones intra-
administrativas en cuanto a personal del Gobierno Autónomo (licencias, traslados,
asignaciones familiares) y por otro lado en materias sociales, referidas a planes de
vivienda, puestos de trabajo o subsidios. Estas cuestiones pueden ser discutidas en
cuanto a su equidad y oportunidad, pero si fueran aceptadas no se entendería la
necesidad de una exteriorización pública de esas situaciones de convivencia para gozar
de tales beneficios, si ellos fueren equitativos. Por lo contrario, la necesidad de
exteriorización de una situación privada, más allá del mero conocimiento por parte del
empleador operaría como una fuerte violación de la intimidad y una nueva fuente de
discriminación.
A modo de ejemplo, se trataría de tener que llevar un registro de trabajadoras
embarazadas (en lugar de la mera comunicación al empleador), para considerarlas
protegidas contra el despido arbitrario o beneficiadas por los subsidios prenatales.
La equiparación dispuesta por el cuerpo del artículo se proyecta por lo menos en tres
campos del Derecho Civil, respecto de los cuales la incompetencia del órgano
legiferante aparece como obvia:
a) los deberes alimentarios entre parientes, que se extenderían por vía de unión
civil;
b) los derechos hereditarios incluyendo la porción prevista por el Artículo 3576
bis del Código Civil;
c) los impedimentos matrimoniales.
Resulta claro que en estos tres ámbitos la equiparación de derechos requiere
normas del Código Civil, pues limita libertades de terceros y afecta derechos adquiridos
en el marco de la legislación vigente.
En el plano hereditario,(teniendo en cuenta que no está restringida la libertad de
testar, sea cual fuere la relación con el heredero), el resultado de la equiparación con las
uniones civiles significa lisa y llanamente la anulación o disminución de la porción
legítima de otros parientes, cuestión de máxima gravedad en el Derecho. Un heredero
por unión civil excluiría a los padres del causante, o limitaría la porción de los hijos

Artículo 4º: Trata esta proyectada norma sobre un régimen de impedimentos


para constituir una unión civil, de cuya aplicación surgiría que existirían concubinatos
reconocidos por la ley y otros ignorados, por ejemplo el de menores adultos, el
mantenido por quien está casado con otra persona y aún de quien mantiene formalmente
registrada una unión civil anterior.
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Esto crea una diferenciación –a su vez discriminatoria entre concubinatos-,


negando a algunos los efectos asistenciales queridos, en la medida en que no exista la
forma creada.

Artículo 5º: La forma de constitución por instrumento público o privado con la


constancia de no existir impedimentos por mera manifestación de los constituyentes
implica contradicción con la registración –que entendemos será en el Registro Civil por
aplicación del artículo 9º del proyecto-. La posibilidad de todo medio de prueba resulta
a la vez contradictoria con el recaudo de registración pública.

Artículo 6º: Básicamente este artículo no requeriría de reiteración en una ley


local, y al estar remitiendo a la legislación de fondo, debe interpretarse a la luz del
objeto previsto por los artículos 1167 y 953 del Código Civil, lo que torna a la norma
proyectada en una mera remisión, en parte contradictoria coon la finalidad del proyecto.

Artículo 7º: Las causales de finalización de la unión civil se reducen, a más de


la muerte, a la voluntad de uno de los constituyentes, pero el recaudo de paralelismo de
las formas y de cancelación de inscripción que contiene, crea una especial categoría de
uniones: civiles separadas de hecho sin resolución por escritura pública o inscripción de
la disolución.

Artículo 8º: Según lo dicho, la inscripción en un registro público, de acceso


masivo, y de consulta necesaria a tenor del art. 4º, inc. d del proyecto, implica una
forma poco respetuosa de la intimidad, al intentar volcar en pautas registrales actos
regidos por el artículo 19 de la Constitución Nacional.

En tal sentido, y a más de las otras objeciones constitucionales, corresponde una


minuciosa reflexión sobre los efectos discriminatorios –sin dudas no queridos por el
legislador- de una norma semejante, que creará junto al instituto que se pretende
reconocer la dificultad en el tratamiento de situaciones absolutamente idénticas desde lo
real, pero no exteriorizadas jurídicamente. Si estas últimas son equiparadas a la unión
civil, se demuestra la innecesariedad de dicha creación. Por lo contrario, si son dejadas
de lado por falta de constitución formal, la discriminación creada es evidente.

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