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LA RABIA DE TÍO CONEJO

Escrito por Heinz Roth el 06 de diciembre de 2006.


Sujeto a revisión.

Amaneció un día Tío Conejo con mucha gripe. Estaba todavía


acostado en su cama y se sentía horrible, no dejaba de toser.
–Tos-tos-tos-tos…Ay qué dolor de garganta… Tos-tos-tos

Sacó de su mesita de noche un termómetro, lo agitó, lo vio y se lo


metió en la boca debajo de la lengua. Se le veía la cara muy mal.
Tenía grandes ojeras y los ojos inyectados de venitas.
Se sacó el termómetro y leyó. –Treinta y nueve grados…tengo fiebre.
– ¡Qué fastidio! Ni siquiera tengo aquí un jarabe, como nunca me
enfermo…
Y se tapó con la cobija otra vez.

En otro lugar de la selva, Tío Morrocoy esperaba impaciente. – ¡Qué


raro! Con lo puntual que es mi compadre Tío Conejo y todavía no
llega…Vamos a llegar tarde para bañarnos en el río. No sé si
esperarlo o ir a buscarlo…Debe ser que le pasó algo…

Toc, toc, toc, ¿Permisooo? Dijo Tío Morrocoy en la puerta de la casa


de Tío Conejo.
–Pase Compadre, estoy todavía metido en la cama.
– ¿Y eso Tío Conejo, usted todavía en la cama?
–Es que pasé muy mala noche, estoy enfermo con fiebre. Menos mal
que se vino para acá porque no tengo ninguna medicina ¿Usted
podría hacerme el favor de ir a buscarme unas en la bodega de Tío
Búho?
–Pero por supuesto Tío Conejo, dígame ¿qué medicinas le traigo?
–Tráigame un jarabe para la tos, algo para bajar la fiebre y si
consigue, tráigame también algún desinfectante en gárgaras para
tratarme la garganta…es que me duele tanto que me cuesta hasta
tragar saliva…

Tío Morrocoy salió para hacerle el mandado a Tío Conejo y en el


camino se cruza con Tía Cotorra.
– ¡Tío Morrocoy! No corra tanto, va tan rápido que casi alcanza a Tío
Caracol, ja ja ja…
–No se burle, que yo corro lo más rápido que puedo. Es que estoy
apurado porque tengo que llevarle unas medicinas a Tío Conejo que
está muy enfermo.
– ¿Tío Conejo enfermo?
–Si parece que tiene mucha fiebre y no puede tragar
–Ah caramba, entonces no le quito más tiempo, siga corriendo Tío
Morrocoy, que a lo mejor llega antes que cierren la bodega... ja ja ja
–/% # $% Contestó Tío Morrocoy molesto.
Cuando Tío Morrocoy llega a la bodega de Tío Búho se encuentra a
Tío Rabipelado que también le está haciendo las compras a Tío Tigre.
– ¿Qué Tío Rabipelado? ¿Igual de servil, como siempre?
–No se burle Tío Morrocoy, que Don Tío Tigre se porta muy bien
conmigo…
–Me lo imagino, sobre todo por esos dos chichones que tienes
¿verdad?
Tío Rabipelado molesto le dice a Tío Morrocoy. –Mire, mejor pase
usted primero que yo me voy a tardar con las compras, así se va
rápido de aquí.
–Gracias Tío Rabipelado, siempre tan amable…
–Dígame Tío Morrocoy. Lo atiende Tío Búho tras el mostrador.
–Déme estas medicinas: un jarabe para la tos, algo para bajar la
fiebre y cualquier gárgara para la infección de la garganta.
–Espérese un momento que ya se las traigo…
Tío Rabipelado en forma irónica le pregunta a Tío Morrocoy: –Ah ¿Y
usted cree que con esas medicinas se va a curar la envidia?
–No mi querido amigo, sepa que en esta selva el único que le tiene
envidia a usted es Tío Venado…Estas medicinas son para mi
compadre Tío Conejo que amaneció enfermo.

Más tarde Tío Rabipelado, poniendo una gran bolsa de mercado sobre
la mesa, le comenta a Tío Tigre: –Pues sí señor, Tío Conejo está muy
enfermo. En la bodega estaba su amigo Tío Morrocoy comprándole
unas medicinas.
–Tío Tigre, que estaba leyendo el periódico en su sofá se asomó entre
la lectura y le echó una mirada fruncida a Tío Rabipelado.

–Aquí le traigo las medicinas, compadre. Dijo Tío Morrocoy


poniéndoselas en la mesita de noche a Tío Conejo.
–Gracias, compadre..tos-tos-tos-tos.
–Lo primero que voy a hacer son gárgaras porque me pica mucho la
garganta. Páseme la botella para leer bien las indicaciones.
–Mmm Aquí dice que hay que dejarlas hasta que hagan bastante
espuma por medio minuto, tres veces al día con un poquito de agua.

Tío Conejo coge un vaso de agua, toma un poquito que la mantiene


en la boca con los cachetes hinchados y destapa la botella para las
gárgaras, toma un poquito y empieza a hacer las gárgaras… –
Ahrgggrrrggg, ahrgggggrrrggg
En ese momento tocan la puerta… Toc-toc.toc
Tío Morrocoy abre y es Tía Cotorra junto a Tía Guacamaya que vienen
a ver cómo sigue el enfermo.
–Hola Tío Morrocoy, venimos a ver cómo anda el enfermo…
Cuando las dos comadres se asoman por la puerta ven a Tío Conejo
con un espumero en la boca muy abierta y haciendo un ruido…
¡¡¡¡Ahrgggggrrrrgggg!!!!
A Tía Cotorra se le desorbitan los ojos y grita: ¡¡¡La mal de rabia!!!
Y las dos comadres salen espantadas dejando varias plumas y
chillando…
Tío Conejo escupe la medicina y le pregunta a Tío Morrocoy: –Pero ¿Y
a ésas? ¿Qué les pasó?
–No sé Tío Conejo, pero salieron espantadas como si hubiesen visto al
mismo diablo…

Al rato, en el claro de la selva Tío Cotorra y Tía Guacamaya tienen un


escándalo armado. Los animales se van acercando para averiguar
qué es lo que pasa.
–Sí Tío Conejo tiene la mal de rabia
–Yo lo vi, echaba espuma por la boca y gruñía como loco…
Tío Chicho espantado, decía: –¡¡¡La mal de rabia!!!
Tío Caimán: –¡¡¡La mal de rabia!!!
Tío Mono: –¡¡¡La mal de rabia!!!

Tío Tigre, con los ojos muy abiertos y cara de susto exclamó: –¡¡¡La
mal de rabia!!!
–Sí Don Tío Tigre. Tío Conejo tiene mal de rabia. Si hubiera visto cómo
se desmayó Tía Guacamaya que lo vio echando espuma por la boca
cuando la quería atacar…
–Ay Dios mío… ¿Usted ve Tío Rabipelado? Yo soy un hombre muy
macho y valiente, pero a eso sí que le tengo miedo de verdad, verdad
–Ya me parecía extraño eso que me contó sobre Tío Morrocoy,
comprándole medicinas a Tío Conejo….cuando ese bicho nunca se
enferma…. Ay Dios mío… a eso sí que le tengo miedo…
– ¿Y qué vamos a hacer ahora Don Tío Tigre?
– ¿Que qué vamos a hacer? Pues quedarnos aquí bien encerrados y
esperar a que Tío Conejo se muera de la enfermedad….y rezar para
que no muerda a más nadie y se expanda una epidemia... Por cierto,
usted no sale más de aquí. Allá tiene una camita. Se me queda
viviendo aquí hasta que pase el peligro…
– ¿Y la cosa es tan grave así?
Tío Tigre con cara de susto, como repuesta le hace un movimiento
con la mano….

Tío Morrocoy iba de regreso para su casa cuando se da cuenta que los
demás animales estaban escondidos. No había nadie en la selva. De
repente oye que Tío Chicho lo llama.
– ¡Epa! ¡Tío Morrocoy!
–Si, Tío Chicho.
– ¿A usted no lo habrá mordido Tío Conejo? ¿Verdad?
–No ¿Por qué?
–Es que cómo Tío Conejo Tiene mal de rabia…uno no sabe…
– ¿Mal de rabia? Si lo único que tiene Tío Conejo es catarro…
– ¿Catarro? ¿Usted está seguro, Tío Morrocoy?
–Pues claro, si quiere véngase conmigo y vamos a la casa de Tío
Conejo…ya creo que sé por dónde viene la cosa…véngase y le cuento
lo que pasó con Tía Cotorra y Tía Guacamaya…

– ¡Mal de rabia! Preguntó asombrado Tío conejo.


–Hay qué ver cómo son ese par de chismosas, son más peligrosas que
Tío Tigre.
–Sí Tío Conejo, pero lo peor es que todos en la selva están
aterrorizados. Hasta Tío Tigre, no deja ni siquiera que Tío Rabipelado
salga de su casa porque se puede quedar sin “servicio” ja ja ja ja.
–Eso sí que está bueno. Entonces Tío Tigre me tiene miedo.
–Claro, y quién no va tenerle miedo, si todos piensan que tiene mal de
rabia. Comenta Tío Morrocoy.
Tío Conejo coge la botellita para las gárgaras y mirándola fijamente,
comenta:
–Después de todo, este catarro que tengo me servirá para darle una
lección a Tío Tigre…

Al día siguiente, como ya se sentía mejor, Tío Conejo se fue bien


temprano a la casa de Tío Tigre. Detrás de un árbol tomó un poquito
de líquido del frasco, hizo unas gárgaras hasta que le salió bastante
espuma y de un salto se puso a gruñir como loco en toda la puerta.
–¡¡¡Grñññ. Grññññ!!!!
Tío Tigre se despertó de un brinco con los ruidos y asustado se puso a
despertar a Tío Rabipelado que estaba durmiendo en la alfombra al
lado de la cama.
–Tío Rabipelado, despiértese. ¡Tío Rabipelado!
Tío Rabipelado medio dormido, contestó: –…en una camita…tigre
desgraciado….
Tío Tigre volvió a sacudir con más fuerza a Tío Rabipelado. – ¡Que se
despierte Tío Rabipelado, que afuera hay unos ruidos raros!
– ¿Qué…qué pasa?
– ¿No oye?
–¡¡¡¡Grñññññ!!!!

De un salto Tío Rabipelado se le monta a Tío Tigre, quedándose los


dos petrificados por el ruido.
–Parece que es Tío Conejo que anda como loco allá afuera, Tío Tigre.
–Tío Rabipelado, vaya a ver, asómese por la ventana y me dice…
Tío Rabipelado se asoma por la ventana despacito y le grita a Tío
Tigre: – ¡Sí Tío Tigre, es el Tío Conejo que está como loco ahí afuera!
– ¡Ay Dios mío!

Tío Conejo dándose cuenta que ya Tío Tigre y Tío Rabipelado sabían
que él estaba ahí, comenzó a simular un estado de locura furiosa.
–¡¡¡¡Grñññññ!!!! ¡¡¡¡Grñññññ!!!!

Cuando ya no aguantaba la risa, Tío Conejo volvió a meterse detrás


de un árbol para soltar la carcajada. Volvió a asomarse detrás del
árbol y pudo ver cómo temblaba la casa del miedo que tenían adentro
Tío Tigre y Tío Rabipelado.

Tío Conejo se instaló detrás del árbol para esperar a que saliera Tío
Tigre. Pasó toda la tarde y nada. Llegó la noche y nada. Nadie salía de
la casa.
Al día siguiente Tío Conejo volvió a esconderse y se puso a esperar.
Después de un rato oyó cómo se abría la puerta. Primero se asomó
Tío Rabipelado, salió un poco y le avisó a Tío Tigre: – ¡Aquí no está!
Tío Tigre se asomó, vio para todos lados y también salió.
–Bueno, vamos a aprovechar y vemos si está abierta la bodega de Tío
Búho.
Los dos se cogieron por el sendero, pero con paso muy nervioso,
volteando para todas partes.
Cuando ya los tenía cerca, saltó Tío Conejo con la espuma en la boca:
–¡¡¡¡Grñññññ!!!!
A Tío Tigre casi se le sale el corazón y Tío Rabipelado se le subió a la
cabeza, loco del miedo. Tío Conejo se les acercó con cara asesina y
salieron corriendo. Tío Conejo persiguió a Tío Tigre y le lanzaba
mordiscos que éste esquivaba.
Tío Rabipelado corrió más rápido que Tío Tigre y se le adelantó.
Cuando ya estaban llegando a la casa, entró Tío Rabipelado y cerró la
puerta de golpe. Tío Tigre chocó con la puerta cayéndose y al quedar
atrapado, Tío Conejo lo alcanzó dándole un mordisco en la cola.
–¡¡¡¡AAAAAYYYYY!!!!!
Tío Conejo se dio cuenta que la cosa podía ponerse peligrosa y
disimulando la locura de la mal de rabia se puso a gruñir y saltando
como loco se metió en su escondite, detrás del árbol.

Desde allí pudo ver cómo Tío Tigre se agarraba la cola, gritando: –
¡Me mordió Tío Rabipelado, el loco ése me mordió! Y el pobre Tío
Tigre se puso a llorar: – ¡Buaaaaa!
Y se agarraba la cola, la miraba y lloraba: – ¡Buaaaaa!
– ¡Ábrame la puerta Tío Rabipelado!
–No señor. Le contestaba éste desde adentro.
– ¡Que me abra la puerta! ¡Esa es mi casa!
–Ni loco Tío Tigre, váyase con su amigo zombie Tío Conejo, usted no
me va a morder…
Y Tío Tigre volvía a mirarse la cola y rompía a llorar: – ¡Buaaaaa!

Tío Conejo se revolcaba de la risa detrás del árbol


–Ja ja ja…

– ¡No se mueva! Tronó una voz que cortó en seco la risa de Tío
Conejo. Cuando éste voltea se encuentra a caso todos los animales
de la selva apuntándolo con rifles y escopetas.
– ¡Levante las manos y salga despacito!
Tío Conejo levantó los brazos y con preocupación salió de su
escondite.
Apuntado por varias armas de fuego Tío Conejo intentó explicarse…
–Ehh pero si yo…
–Cállese que esto va a ser por su bien. Vamos a terminar con su
sufrimiento y de paso evitaremos una epidemia.
Tío Rabipelado saliendo repentinamente de la casa, se une a la turba
acusando también a Tío Tigre.
– ¡Él también! ¡Él también se contagió de mal de rabia! Yo vi cuando
Tío Conejo le mordió el rabo…
– ¡Lo lamentamos mucho Tío Tigre, pero levante las manos usted
también! Dijo Tío Caimán.

Tío Tigre y Tío Conejo estaban con las manos en alto uno al lado del
otro con cara de espanto al saber que serían sacrificados en un
pelotón de fusilamiento.

Tío Caimán con voz fuerte, dijo: –Este es un momento muy duro para
todos nosotros, pero por el bien y por la salud de la selva vamos a
tener que hacer esto. Lo siento mucho Tío Tigre, quiero que sepa que
usted siempre fue mi amigo…. ¡Preparen!..... ¡Apunten!..... Y...
–¡¡¡¡¡Un momento!!!! Gritó Tío Chicho desde el otro lado del patio de
Tío Tigre.
–¡¡¡Un momentoooooo!!!
–¡¡Que Tío Conejo no tiene ningún mal de rabia, ni nada!! ¡¡Lo que
tiene es un vulgar catarro!!
–Miren, aquí traigo la botella de gárgaras que usó Tío Conejo para
sacar la espuma… miren…
Y más atrás venía Tío Morrocoy con la lengua afuera: – ¡Sí es cierto!
Yo mismo le compré esa botella a Tío Búho, es que a Tío conejo le
dolía la garganta por el catarro. Y cuando estaba haciendo gárgaras lo
vio Tía Guacamaya y Tía Cotorra creyendo que era mal de rabia.
¡Todo fue una confusión!

Tío Tigre, aún con los brazos levantados le echó una mirada
espantosa a Tío Conejo, que chiquitico no hizo otra cosa que
sonreírle….y ¡FUM! Salió disparado desapareciendo de ahí.

De casualidad se salvó Tío Conejo, que corriendo para que no lo


alcanzara Tío Tigre y todos los animales de la selva que lo perseguían
con palos, dijo: – ¡Creo que esta vez sí que me pasé!

FIN

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