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Más tarde Tío Rabipelado, poniendo una gran bolsa de mercado sobre
la mesa, le comenta a Tío Tigre: –Pues sí señor, Tío Conejo está muy
enfermo. En la bodega estaba su amigo Tío Morrocoy comprándole
unas medicinas.
–Tío Tigre, que estaba leyendo el periódico en su sofá se asomó entre
la lectura y le echó una mirada fruncida a Tío Rabipelado.
Tío Tigre, con los ojos muy abiertos y cara de susto exclamó: –¡¡¡La
mal de rabia!!!
–Sí Don Tío Tigre. Tío Conejo tiene mal de rabia. Si hubiera visto cómo
se desmayó Tía Guacamaya que lo vio echando espuma por la boca
cuando la quería atacar…
–Ay Dios mío… ¿Usted ve Tío Rabipelado? Yo soy un hombre muy
macho y valiente, pero a eso sí que le tengo miedo de verdad, verdad
–Ya me parecía extraño eso que me contó sobre Tío Morrocoy,
comprándole medicinas a Tío Conejo….cuando ese bicho nunca se
enferma…. Ay Dios mío… a eso sí que le tengo miedo…
– ¿Y qué vamos a hacer ahora Don Tío Tigre?
– ¿Que qué vamos a hacer? Pues quedarnos aquí bien encerrados y
esperar a que Tío Conejo se muera de la enfermedad….y rezar para
que no muerda a más nadie y se expanda una epidemia... Por cierto,
usted no sale más de aquí. Allá tiene una camita. Se me queda
viviendo aquí hasta que pase el peligro…
– ¿Y la cosa es tan grave así?
Tío Tigre con cara de susto, como repuesta le hace un movimiento
con la mano….
Tío Morrocoy iba de regreso para su casa cuando se da cuenta que los
demás animales estaban escondidos. No había nadie en la selva. De
repente oye que Tío Chicho lo llama.
– ¡Epa! ¡Tío Morrocoy!
–Si, Tío Chicho.
– ¿A usted no lo habrá mordido Tío Conejo? ¿Verdad?
–No ¿Por qué?
–Es que cómo Tío Conejo Tiene mal de rabia…uno no sabe…
– ¿Mal de rabia? Si lo único que tiene Tío Conejo es catarro…
– ¿Catarro? ¿Usted está seguro, Tío Morrocoy?
–Pues claro, si quiere véngase conmigo y vamos a la casa de Tío
Conejo…ya creo que sé por dónde viene la cosa…véngase y le cuento
lo que pasó con Tía Cotorra y Tía Guacamaya…
Tío Conejo dándose cuenta que ya Tío Tigre y Tío Rabipelado sabían
que él estaba ahí, comenzó a simular un estado de locura furiosa.
–¡¡¡¡Grñññññ!!!! ¡¡¡¡Grñññññ!!!!
Tío Conejo se instaló detrás del árbol para esperar a que saliera Tío
Tigre. Pasó toda la tarde y nada. Llegó la noche y nada. Nadie salía de
la casa.
Al día siguiente Tío Conejo volvió a esconderse y se puso a esperar.
Después de un rato oyó cómo se abría la puerta. Primero se asomó
Tío Rabipelado, salió un poco y le avisó a Tío Tigre: – ¡Aquí no está!
Tío Tigre se asomó, vio para todos lados y también salió.
–Bueno, vamos a aprovechar y vemos si está abierta la bodega de Tío
Búho.
Los dos se cogieron por el sendero, pero con paso muy nervioso,
volteando para todas partes.
Cuando ya los tenía cerca, saltó Tío Conejo con la espuma en la boca:
–¡¡¡¡Grñññññ!!!!
A Tío Tigre casi se le sale el corazón y Tío Rabipelado se le subió a la
cabeza, loco del miedo. Tío Conejo se les acercó con cara asesina y
salieron corriendo. Tío Conejo persiguió a Tío Tigre y le lanzaba
mordiscos que éste esquivaba.
Tío Rabipelado corrió más rápido que Tío Tigre y se le adelantó.
Cuando ya estaban llegando a la casa, entró Tío Rabipelado y cerró la
puerta de golpe. Tío Tigre chocó con la puerta cayéndose y al quedar
atrapado, Tío Conejo lo alcanzó dándole un mordisco en la cola.
–¡¡¡¡AAAAAYYYYY!!!!!
Tío Conejo se dio cuenta que la cosa podía ponerse peligrosa y
disimulando la locura de la mal de rabia se puso a gruñir y saltando
como loco se metió en su escondite, detrás del árbol.
Desde allí pudo ver cómo Tío Tigre se agarraba la cola, gritando: –
¡Me mordió Tío Rabipelado, el loco ése me mordió! Y el pobre Tío
Tigre se puso a llorar: – ¡Buaaaaa!
Y se agarraba la cola, la miraba y lloraba: – ¡Buaaaaa!
– ¡Ábrame la puerta Tío Rabipelado!
–No señor. Le contestaba éste desde adentro.
– ¡Que me abra la puerta! ¡Esa es mi casa!
–Ni loco Tío Tigre, váyase con su amigo zombie Tío Conejo, usted no
me va a morder…
Y Tío Tigre volvía a mirarse la cola y rompía a llorar: – ¡Buaaaaa!
– ¡No se mueva! Tronó una voz que cortó en seco la risa de Tío
Conejo. Cuando éste voltea se encuentra a caso todos los animales
de la selva apuntándolo con rifles y escopetas.
– ¡Levante las manos y salga despacito!
Tío Conejo levantó los brazos y con preocupación salió de su
escondite.
Apuntado por varias armas de fuego Tío Conejo intentó explicarse…
–Ehh pero si yo…
–Cállese que esto va a ser por su bien. Vamos a terminar con su
sufrimiento y de paso evitaremos una epidemia.
Tío Rabipelado saliendo repentinamente de la casa, se une a la turba
acusando también a Tío Tigre.
– ¡Él también! ¡Él también se contagió de mal de rabia! Yo vi cuando
Tío Conejo le mordió el rabo…
– ¡Lo lamentamos mucho Tío Tigre, pero levante las manos usted
también! Dijo Tío Caimán.
Tío Tigre y Tío Conejo estaban con las manos en alto uno al lado del
otro con cara de espanto al saber que serían sacrificados en un
pelotón de fusilamiento.
Tío Caimán con voz fuerte, dijo: –Este es un momento muy duro para
todos nosotros, pero por el bien y por la salud de la selva vamos a
tener que hacer esto. Lo siento mucho Tío Tigre, quiero que sepa que
usted siempre fue mi amigo…. ¡Preparen!..... ¡Apunten!..... Y...
–¡¡¡¡¡Un momento!!!! Gritó Tío Chicho desde el otro lado del patio de
Tío Tigre.
–¡¡¡Un momentoooooo!!!
–¡¡Que Tío Conejo no tiene ningún mal de rabia, ni nada!! ¡¡Lo que
tiene es un vulgar catarro!!
–Miren, aquí traigo la botella de gárgaras que usó Tío Conejo para
sacar la espuma… miren…
Y más atrás venía Tío Morrocoy con la lengua afuera: – ¡Sí es cierto!
Yo mismo le compré esa botella a Tío Búho, es que a Tío conejo le
dolía la garganta por el catarro. Y cuando estaba haciendo gárgaras lo
vio Tía Guacamaya y Tía Cotorra creyendo que era mal de rabia.
¡Todo fue una confusión!
Tío Tigre, aún con los brazos levantados le echó una mirada
espantosa a Tío Conejo, que chiquitico no hizo otra cosa que
sonreírle….y ¡FUM! Salió disparado desapareciendo de ahí.
FIN