Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Salvo en algunas regiones del país, no tenemos los argentinos una clara conciencia del
valor que tienen las aguas en la vida cotidiana del común de las gentes.
Disfrutamos o sufrimos. Padecemos o toleramos la existencia o la falta de agua. Pero
con un sentido de convivencia o acostumbramiento que nos nos permite racionalizar
esa relación tan vital.
Y así el agua, que en la liturgia cristiana tiene un sentido casi religioso, puede
convertirse, sin embargo, en una verdadera amenaza. Porque nos puede amenazar, en
la abundancia, con su exagerada presencia, como puede ocurrir en las áreas
inundables del litoral fluvial. O por su falta, su carencia casi total y absoluta, como la
que padecen los habitantes de las zonas áridas o desérticas del Noroeste o de la
Patagonia.
Pero reconozcamos lo hecho por estas latitudes. Como ejemplo de lo que hace en
nuestro país en materia de legislación de aguas, transcribimos algunos artículos de la
Constitución de la Provincia de Mendoza, que refleja la trascedencia que el tema
adquiere en su ordenamiento jurídico y legislativo. Para una provincia que nos resulta
ejemplar en muchos aspectos. Y que en esta cuestión de la relación del agua con la
economía, nos deja una interesante pedagogía. La enseñanza, justamente, de lo que se
puede hacer en un territorio desértico, el pedemonte mendocino, cuando se administra
y se gestiona racionalmente ese verdadero detonante de la producción que es el agua.
La incorporación a la misma Constitución Provincial del tema del agua ya nos confiere
una idea de la importancia que tiene el tema en la vida de esas sociedades.
La materia se desarrolla en un capítulo que se denomina “DEPARTAMENTO DE
IRRIGACION” y contiene los siguientes artículos:
- Artículo 186: El uso del agua del dominio público de la Provincia es un derecho
inherente a los predios, a los cuales se concede en la medida y condiciones
determinadas por el Código Civil y leyes locales.
Artículo 187: Las leyes sobre irrigación que dicte la Legislatura, en ningún caso
privarán a los interesados de los canales, hijuelas y desagües, de la facultad de elegir sus
autoridades y administrar sus respectivas rentas, sin perjuicio del control de las
autoridades superiores de irrigación.
Artículo 188: Todos los asuntos que se refieran a la irrigación en la Provincia, que no
sean de competencia de la justicia ordinaria, estarán exclusivamente a cargo de un
Departamento General de Irrigación compuesto de un superintendente nombrado por el
Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado, de un consejo compuesto de 5 miembros
designados en la misma forma y de las demás autoridades que determine la ley.
Artículo 191: La ley sobre irrigación que deberá dictar la Legislatura, reglamentará las
atribuciones y deberes del superintendente, del consejo, y demás autoridades del ramo.
Artículo 192: Las obras fundamentales que proyecte el Poder Ejecutivo, como diques
distribuidores y de embalse, grandes canales, etc., deberán ser autorizadas por la ley.
Las que proyecte el Departamento de Irrigación necesitarán también sanción legislativa
cuando sean de la clase y magnitud determinadas en este artículo.
Artículo 194: Mientras no se haga el aforo de los ríos de la Provincia y sus afluentes,
no podrá acordarse ninguna nueva concesión de agua sin una ley especial e informe
previo del Departamento de Irrigación, requiriéndose para su sanción el voto favorable
de los dos tercios de los miembros que componen cada Cámara.
Una vez efectuado el aforo, las concesiones de agua sólo necesitarán el voto de la mitad
más uno de los miembros que componen cada Cámara.
Artículo 195: Una vez practicado el aforo de los ríos y arroyos, así como cada vez que
se construyan obras de embalse que permitan un mayor aprovechamiento del agua, el
Departamento de Irrigación, previo los estudios del caso, determinará las zonas en que
convenga ampliar los cultivos, remitiendo los antecedentes a la Legislatura, para que
ésta resuelva por el voto de la mitad más uno de los miembros que componen cada
Cámara, si se autoriza o no la extensión de los cultivos.
Ya Vélez Sársfield había advertido el carácter de interés público que tienen las aguas.
Aunque no se había desarrollado en su época la conciencia ecologista que hoy
tenemos, ya sentía que no podía dejarse librado a la iniciativa o a la propiedad privada
un recurso tan fundamental.
Leamos al codificador:
Nota al artículo 2340: “Podemos decir que todos los ríos, navegables o no, son de
la mayor importancia por la multitud de usos necesarios a la vida, a la industria y
a la agricultura, que puede hacerse de sus aguas, y que es conveniente a la paz, a
los intereses generales, que el Estado sea el único propietario y regulador del uso
de ellos.”
Y, para confirmar este criterio, vuelve a reiterar sus mismos principios en la nota al
artículo 2644 cuando dice:
Ahora vamos a revisar cuáles son los criterios que en la parte normativa, en el texto de
los artículos correspondientes, definen la política de nuestro Derecho en materia de
aguas públicas. Con las siguientes advertencias:
2º) La excepción la constituyen las aguas de lluvia, las aguas pluviales. Recordamos que
en latín lluvia se decía pluvia. Y que para referirse al agua de lluvia se decía pluvius.
Y esas aguas de lluvia son la excepción, porque solamente los dueños de los fundos,
lotes, campos o terrenos, son legítimos y absolutos dueños de las aguas que se
originanen las precipitaciones. Las que caen sobre mi propio terreno. Como dice el
artículo 2635 del Código Civil “las aguas pluviales pertenecen a los dueños de las
heredades donde cayesen o donde entrasen, y le es libre disponer de ellas, o desviarlas,
sin detrimento de los terrenos inferiores”.
3º) Las otras aguas son, por naturaleza, por esencia, por origen y por destino, de
propiedad común. Destinadas al uso público. Y deben por lo tanto ser reguladas,
gobernadas o administradas por el Estado. En beneficio de toda la comunidad.
5º) En ese contexto debe entenderse el artículo 2637 cuando dispone que:
-“Las aguas que surgen en los terrenos de particulares pertenecen a sus dueños,
quienes pueden usar libremente de ellas y cambiar su dirección natural. El hecho
de correr por los terrenos inferiores no da a los dueños de éstos derecho alguno.
Cuando constituyen curso de agua por cauces naturales pertenecen al dominio
público y no pueden ser alterados”. (texto según ley 17.711.)
Porque no siempre podrá ser posible adjudicar a los particulares “las aguas que surgen
en los terrenos privados”. En una armónica referencia entre los artículos 2340 y este
2637, vemos que el 2340, tiene instancias y proyecciones de orden público. Que se
sobreponen a la norma particular del 2637.
1º) No está demás que el Código Civil contenga criterios, normas y principios sobre
esta materia de la propiedad o Dominio de las Aguas. Pero sería pertinente que un país
organizado, tenga una legislación específica sobre el particular. Las aguas tienen un
lugar privilegiado entre las cosas o bienes públicos. Como para que este país, o
cualquier país se permita eludir su legislación.
2º) Aunque varias provincias tengan regímenes hidráulicos o de riego, que regulan y
administran el Recurso Natual del Agua, sería preciso que tal legislación, sin
contradecir estos criterios del Código Civil, estén contenidos en un código o ley
especial sobre estas materias.
Por lo dicho tenemos que admitir que todo curso, corriente, depósito o fuente de
agua, tiene un destino social, universal. Y reclama que sea regulado y gobernado por
el Estado a través de sus organismos e instituciones representantivas.
La Constitución Nacional en reiteradas oportunidades nos recuerda que las aguas están
destinadas a un uso o aprovechamiento universal. Aunque refiere en particular al
aprovechamiento y navegación de los ríos. Cuando, por ejemplo, nos dice:
a) los extranjeros gozan de todos los derechos de los ciudadanos. Pudiendo navegar
los ríos y costas – artículo 20-
b) La navegación de los ríos interiores es libre para todas las banderas – artículo 26-
c) El Congreso debe reglamentar la libre navegación de los ríos interiores – artículo
75 inciso 10-
Cuando el Código establece el principio de que las aguas de lluvia pertenecen a los
propietarios de los terrenos sobre los que se precipitan, no deroga el principi general de
que incluso las aguas de lluvia pueden ser tomadas como de propiedad pública, si
están en condiciones de satisfacer una necesidad social o comunitaria.
Con esa lógica limitación, podemos admitir que las aguas pluviales tienen más
posibilidad de ser utilizadas como cosa o bien propio por los propietarios de los
campos sobre los que llueven. Y entonces sí podemos aplicar a estas aguas los
criterios que quiere imponer la ley respecto a la forma en que se relacionan los
terrenos y las aguas con los terrenos inferiores o vecinos sobre los que pueden
descender o se pueden depositar. Recordamos los textos dedicados por el Código a ese
problema:
- Artículo 2636: Todos pueden reunir las aguas pluviales que caigan en lugares
públicos, o que corran por lugares públicos, aunque sea desviando su curso
natural, sin que los vecinos puedan alegar ningún derecho adquirido.
- Artículo 2649: Están igualmente obligados los terrenos inferiores a recibir las
arenas y piedras que arrastraren en su curso las aguas pluviales, sin que puedan
reclamarlas los propietarios de los terrenos superiores.
Sobre las aguas subterráneas existe toda una situación que, gracias a nuevos estudios y
consideraciones de orden social. De interés general. De beneficio público, están
condicionando fuertemente los criterios del Código cuando prefiere entregar la
propiedad de las aguas de las napas profundas a los propietarios de la supeficie.
Porque el tema es más complejo que como se presenta en el Código. Un depósito de
agua subterránea, no está colocado sobre o bajo los límites precisos de un terreno. Por
el contrario, las napas forman verdaderos ríos o cauces subterráneos. Y están
expuestos no solamente a una sobreexplotación. También, esos cursos o depósitos de
aguas subterráneas están expuestos a la contaminación, a la degradación y a los usos
inadecuados o excesivos que se hacen con las aguas superficiales.
Con estas precisiones y prevenciones, nos ocupamos de los artículos que el Código
dedica a las aguas profundas o subterráneas:
- Artículo 2637: Las aguas que surgen en los terrenos de particulares pertenecen a
sus dueños, quienes pueden usar libremente de ellas y cambiar su dirección
natural. El hecho de correr por los terrenos inferiores no da a los dueños de éstos
derecho alguno. Cuando constituyen curso de agua por cauces naturales
pertenecen al dominio público y no pueden ser alterados. (texto según ley 17.711.)
- Artículo 2637- texto derogado por la reforma de la ley 17.711: Las aguas que
broten en los terrenos privados, pertenecen a los dueños de éstos, y pueden libremente
usar de ellas, y mudar su dirección natural. El simple hecho de correr por los terrenos
inferiores, no da a los dueños de éstos, derecho alguno. Pero si ellas fuesen el principal
alimento de un río, o fuesen necesarias a algún pueblo, están sujetas a expropiación por
utilidad pública.
- Artículo 2638: El propietario de una fuente que deja correr las aguas de ella
sobre los fundos inferiores, no puede emplearlas en un uso que las haga
perjudiciales a las propiedades inferiores.
- Artículo 2650: Los dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibir las
aguas subterráneas que por trabajo del hombre salieren al exterior, como fuentes,
pozos artesianos, etc., cuando no sea posible por su abundancia contenerlas en el
terreno superior, satisfaciéndoseles una justa indemnización de los perjuicios que
pueden causarles.
- Artículo 2639: Los propietarios limítrofes con los ríos o con canales que sirven a
la comunicación por agua, están obligados a dejar una calle o camino público de
treinta y cinco metros hasta la orilla del río, o del canal, sin ninguna
indemnización. Los propietarios ribereños no pueden hacer en ese espacio
ninguna construcción, ni reparar las antiguas que existen, ni deteriorar el terreno
en manera alguna.
- Artículo 2641: Si los ríos fueren navegables, está prohibido el uso de sus aguas,
que de cualquier modo estorbe o perjudique la navegación o el libre paso de
cualquier objeto de transporte fluvial.
- Artículo 2643: Si las aguas de los ríos se estancasen, corriesen más lentas o
impetuosas, o torciesen su curso natural, los ribereños a quienes tales alteraciones
perjudiquen, podrán remover los obstáculos, construir obras defensivas, o reparar
las destruidas, con el fin de que las aguas se restituyan a su estado anterior.
- Artículo 2644: Si tales alteraciones fueren motivadas por caso fortuito, o fuerza
mayor, corresponden al Estado o provincia los gastos necesarios para volver las
aguas a su estado anterior. Si fueren motivadas por culpa de alguno de los
ribereños, que hiciese obra perjudicial, o destruyese las obras defensivas, los
gastos serán pagados por él, a más de la indemnización del daño.
En cuanto a la posible realización de obras que alteren el curso natural de las aguas.
Con el propósito de aprovecharlas con cualquiere destino, remite su consideración a
las normas de orden público que sean aplicables:
- Artículo 2645: texto derogado por ley la 17.711. Que lo reemplazó por el artículo
anterior: Ni con licencia del Estado, provincia o municipalidad, podrá ningún ribereño,
sin consentimiento de los otros propietarios ribereños, represar las aguas de los ríos o
arroyos, de manera que las alcen fuera de los límites de su propiedad, haciendo más
profundo el río o arroyo en la parte superior, o que inunden las inferiores; ni detener las
aguas de manera que los vecinos queden privados de ellas.
Cuando refiere a la limitación de hacer diques o represas el Código menciona los ríos
y los arroyos. Los trata de la misma manera. Y así lo entendemos nosotros. No existe
diferencia cualitativa entre los dos términos. Puede existir una diferencia cuantitativa.
En cuanto los ríos parecen ser o referir a cursos de agua de mayor extensión, de
mayor magnitud o de mayor caudal:
- Artículo 2647: Los terrenos inferiores están sujetos a recibir las aguas que
naturalmente descienden de los terrenos superiores, sin que para eso hubiese
contribuido el trabajo del hombre.
- Artículo 2649: Están igualmente obligados los terrenos inferiores a recibir las
arenas y piedras que arrastraren en su curso las aguas pluviales, sin que puedan
reclamarlas los propietarios de los terrenos superiores.
Si el caudal de las aguas que surgen de una fuente o perforación no permite que se
las pueda contener en el terreno que las produce, los
dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibirlas. Pero se les debe
indemnizar:
- Artículo 2650: Los dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibir las
aguas subterráneas que por trabajo del hombre salieren al exterior, como fuentes,
pozos artesianos, etc., cuando no sea posible por su abundancia contenerlas en el
terreno superior, satisfaciéndoseles una justa indemnización de los perjuicios que
pueden causarles.
- Artículo 2651: El dueño del terreno inferior no puede hacer dique alguno que
contenga o haga refluir sobre el terreno superior, las aguas, arenas o piedras, que
naturalmente desciendan a él, y aunque la obra haya sido vista y conocida por el
dueño del terreno superior, puede éste pedir que se destruya, si no hubiese
comprendido el perjuicio que le haría, y si la obra no tuviese veinte años de
existencia.
- Artículo 2652: El que hiciere obras para impedir la entrada de aguas que su
terreno no está obligado a recibir, no responderá por el daño que tales obras
pudieren causar.