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CAPÍTULO X

RÉGIMEN DOMINIAL DE LAS AGUAS


164- LAS AGUAS EN LA HISTORIA Y EN LA GEOGRAFÍA

Salvo en algunas regiones del país, no tenemos los argentinos una clara conciencia del
valor que tienen las aguas en la vida cotidiana del común de las gentes.
Disfrutamos o sufrimos. Padecemos o toleramos la existencia o la falta de agua. Pero
con un sentido de convivencia o acostumbramiento que nos nos permite racionalizar
esa relación tan vital.
Y así el agua, que en la liturgia cristiana tiene un sentido casi religioso, puede
convertirse, sin embargo, en una verdadera amenaza. Porque nos puede amenazar, en
la abundancia, con su exagerada presencia, como puede ocurrir en las áreas
inundables del litoral fluvial. O por su falta, su carencia casi total y absoluta, como la
que padecen los habitantes de las zonas áridas o desérticas del Noroeste o de la
Patagonia.

165- NATURALEZA JURÍDICA DEL RÉGIMEN DE LAS AGUAS

Estamos en un curso de Derecho Civil. En donde no podemos eludir la consideración


de los temas inherentes a las relaciones civiles o privadas. Pero sabemos que en este
curso de Derechos Reales no enfrentamos frecuentemente a cuestiones que interpelan o
refieren al orden público. Porque, en general, el tema de la Propiedad Privada, del
Derecho de Dominio, de la relación de las personas con las cosas en un contexto social
y jurídicamente tutelado, está íntimamente comprometido con el orden jurídico general,
el orden público y los intereses de la comunidad.
Y si eso ocurre con los bienes comunes, mucho más nos sucederá cuando tenemos que
considerar el régimen dominial de un bien tan particular. De un bien tan universal y
necesario, tan natural y presente como lo es el agua. Como agua potable. Como
elemento de vida. Para el alimento. Para la salud. Para la higiene. Como agua de riego,
como agua de la naturaleza que constituye uno de los recursos naturales más
elementales y necesarios para la vida de la personas, de los animales y de las plantas.
Todo esto nos lleva a conceptualizar al agua, en términos generales, como un bien de
orden público, de naturaleza social, de interés comunitario, de propiedad estatal.
Que en el estado de abundancia en que vivimos en algunas regiones, no alcanza a
tener el estatus de bien natural, preciado, necesario, imprescindible. Del que, por
gracia de la Providencia, disfrutamos en abundancia.
Pero que resulta un bien escaso, preciado, y a veces costoso para otras regiones, para
otros pueblos. Y es justamente en esos lugares en donde se manifiesta la atención que
le presta el orden público estatal al tema de las aguas. Es cuando se dan las
legislaciones más comprensivas y tutelares. Cuando se advierte la ocupación y
preocupación de los órganos del gobierno para regular la propiedad, el uso, la
administración de las fuentes de agua.
Sin pensar en otras culturas, sin recurrir a legislaciones extrañas, encontramos en
nuestro propio país algunos ejemplos interesantes de legislación de aguas. En donde sin
desconocer la existencia de las normas privadas del Código Civil, se sanciona un
régimen de innegable Derecho Público Estatal, Constitucional y Político. Para que el
tema del uso y regulación de las aguas adquiera el relieve y contexto social, político,
administrativo y legislativo que refleja su enorme importancia.

Podemos admitir que estamos atrasados en estas materias. Porque se trata de un


recurso crítico. De trascendental importancia política, ambiental, sanitaria y productiva.
Y es justamente, por esa importancia, que ya se concedió un estatuto de gran
trascendencia a este tema del dominio de las aguas, en el resto del mundo. Recordamos
la visión de las áreas rurales y de montaña de Europa. En donde todo parece estar
organizado en torno de las fuentes de agua. Que hacen al riego, pero que también
proporcionan energía a través de las usinas generadoras de hidroelectricidad. En un
sistema normativo que ya trasciende, como en otras materias, la frontera de los países
individuales. Y que se desarrolla y se perfecciona en el marco de la Unión Europea.

Pero reconozcamos lo hecho por estas latitudes. Como ejemplo de lo que hace en
nuestro país en materia de legislación de aguas, transcribimos algunos artículos de la
Constitución de la Provincia de Mendoza, que refleja la trascedencia que el tema
adquiere en su ordenamiento jurídico y legislativo. Para una provincia que nos resulta
ejemplar en muchos aspectos. Y que en esta cuestión de la relación del agua con la
economía, nos deja una interesante pedagogía. La enseñanza, justamente, de lo que se
puede hacer en un territorio desértico, el pedemonte mendocino, cuando se administra
y se gestiona racionalmente ese verdadero detonante de la producción que es el agua.

166- CONSTITUCION DE LA PROVINCIA DE MENDOZA

La incorporación a la misma Constitución Provincial del tema del agua ya nos confiere
una idea de la importancia que tiene el tema en la vida de esas sociedades.
La materia se desarrolla en un capítulo que se denomina “DEPARTAMENTO DE
IRRIGACION” y contiene los siguientes artículos:

- Artículo 186: El uso del agua del dominio público de la Provincia es un derecho
inherente a los predios, a los cuales se concede en la medida y condiciones
determinadas por el Código Civil y leyes locales.

Artículo 187: Las leyes sobre irrigación que dicte la Legislatura, en ningún caso
privarán a los interesados de los canales, hijuelas y desagües, de la facultad de elegir sus
autoridades y administrar sus respectivas rentas, sin perjuicio del control de las
autoridades superiores de irrigación.

Artículo 188: Todos los asuntos que se refieran a la irrigación en la Provincia, que no
sean de competencia de la justicia ordinaria, estarán exclusivamente a cargo de un
Departamento General de Irrigación compuesto de un superintendente nombrado por el
Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado, de un consejo compuesto de 5 miembros
designados en la misma forma y de las demás autoridades que determine la ley.

Artículo 189: El superintendente de irrigación y los miembros del consejo durarán 5


años en sus funciones y podrán ser reelectos, debiendo renovarse estos últimos, uno
cada año, a cuyo efecto se practicará la primera vez el correspondiente sorteo.
Durante dicho término, podrán, sin embargo, ser removidos, en la forma y por el Jury
creado por los artículos 164º y 165º de esta Constitución.

Artículo 190: Para ser superintendente de irrigación o miembro del consejo, se


requiere: ciudadanía en ejercicio, ser mayor de 30 años y tener 5 de residencia en la
Provincia.

Artículo 191: La ley sobre irrigación que deberá dictar la Legislatura, reglamentará las
atribuciones y deberes del superintendente, del consejo, y demás autoridades del ramo.

Artículo 192: Las obras fundamentales que proyecte el Poder Ejecutivo, como diques
distribuidores y de embalse, grandes canales, etc., deberán ser autorizadas por la ley.
Las que proyecte el Departamento de Irrigación necesitarán también sanción legislativa
cuando sean de la clase y magnitud determinadas en este artículo.

Artículo 193: La Ley de Irrigación, al reglamentar el gobierno y administración del


agua de los ríos de la Provincia, podrá dar a cada uno de aquéllos su dirección
autónoma, sin perjuicio de su dependencia del Departamento General de Irrigación, con
arreglo a la misma.

Artículo 194: Mientras no se haga el aforo de los ríos de la Provincia y sus afluentes,
no podrá acordarse ninguna nueva concesión de agua sin una ley especial e informe
previo del Departamento de Irrigación, requiriéndose para su sanción el voto favorable
de los dos tercios de los miembros que componen cada Cámara.

Una vez efectuado el aforo, las concesiones de agua sólo necesitarán el voto de la mitad
más uno de los miembros que componen cada Cámara.

Las concesiones que se acuerden, mientras no se realice el aforo, tendrán forzosamente


carácter eventual.

Artículo 195: Una vez practicado el aforo de los ríos y arroyos, así como cada vez que
se construyan obras de embalse que permitan un mayor aprovechamiento del agua, el
Departamento de Irrigación, previo los estudios del caso, determinará las zonas en que
convenga ampliar los cultivos, remitiendo los antecedentes a la Legislatura, para que
ésta resuelva por el voto de la mitad más uno de los miembros que componen cada
Cámara, si se autoriza o no la extensión de los cultivos.

167- LOS CRITERIOS DEL CÓDIGO CIVIL

Ya Vélez Sársfield había advertido el carácter de interés público que tienen las aguas.
Aunque no se había desarrollado en su época la conciencia ecologista que hoy
tenemos, ya sentía que no podía dejarse librado a la iniciativa o a la propiedad privada
un recurso tan fundamental.
Leamos al codificador:
Nota al artículo 2340: “Podemos decir que todos los ríos, navegables o no, son de
la mayor importancia por la multitud de usos necesarios a la vida, a la industria y
a la agricultura, que puede hacerse de sus aguas, y que es conveniente a la paz, a
los intereses generales, que el Estado sea el único propietario y regulador del uso
de ellos.”

Y, para confirmar este criterio, vuelve a reiterar sus mismos principios en la nota al
artículo 2644 cuando dice:

- Nota a los artículos 2644 y anteriores: Las disposiciones de los artículos


anteriores son muy diversas en verdad, de las Leyes Romanas y Códigos
publicados hasta ahora. Porque en esos Códigos se declara que los ríos no
navegables pertenecen a los ribereños, mientras que en este Código los
reconocemos como del dominio común.

Ahora vamos a revisar cuáles son los criterios que en la parte normativa, en el texto de
los artículos correspondientes, definen la política de nuestro Derecho en materia de
aguas públicas. Con las siguientes advertencias:

1º) El principio general es de que, en general, el agua debe considerarse un recurso


natural. Sometido como todo recurso natural a las leyes de orden público que reclama
el destino universal de los bienes o dones concedidos por la Providencia o la
Naturaleza.

2º) La excepción la constituyen las aguas de lluvia, las aguas pluviales. Recordamos que
en latín lluvia se decía pluvia. Y que para referirse al agua de lluvia se decía pluvius.
Y esas aguas de lluvia son la excepción, porque solamente los dueños de los fundos,
lotes, campos o terrenos, son legítimos y absolutos dueños de las aguas que se
originanen las precipitaciones. Las que caen sobre mi propio terreno. Como dice el
artículo 2635 del Código Civil “las aguas pluviales pertenecen a los dueños de las
heredades donde cayesen o donde entrasen, y le es libre disponer de ellas, o desviarlas,
sin detrimento de los terrenos inferiores”.

3º) Las otras aguas son, por naturaleza, por esencia, por origen y por destino, de
propiedad común. Destinadas al uso público. Y deben por lo tanto ser reguladas,
gobernadas o administradas por el Estado. En beneficio de toda la comunidad.

4º) Como lo expresa el mismo Código Civil:

- Artículo 2340: Quedan comprendidos entre los bienes públicos:


1: Los mares territoriales hasta la distancia que determine la legislación especial,
independientemente del poder jurisdiccional sobre la zona contigua;
2: Los mares interiores, bahías, ensenadas, puertos y ancladeros;
3: Los ríos, sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales y toda
otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general,
comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del
derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida
de su interés y con sujeción a la reglamentación;
4: Las playas del mar y las riberas internas de los ríos, entendiéndose por tales
la extensión de tierra que las aguas bañan o desocupan durante las altas mareas
normales o las crecidas medias ordinarias;
5: Los lagos navegables y sus lechos;
Son públicas. O estatales. O de propiedad común “todas las aguas naturales”.
-Tanto las aguas corrientes como las durmientes.
- Ya sean ríos o arroyos, o lagos o lagunas.
- Como dice el inciso 3º del 2340, son de “propiedad pública” todas las aguas que
“tengan o adquieran la aptitud de satisfacer usos de interés general;
- comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del
derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida de
su interés y con sujeción a la reglamentación”.

5º) En ese contexto debe entenderse el artículo 2637 cuando dispone que:

-“Las aguas que surgen en los terrenos de particulares pertenecen a sus dueños,
quienes pueden usar libremente de ellas y cambiar su dirección natural. El hecho
de correr por los terrenos inferiores no da a los dueños de éstos derecho alguno.
Cuando constituyen curso de agua por cauces naturales pertenecen al dominio
público y no pueden ser alterados”. (texto según ley 17.711.)
Porque no siempre podrá ser posible adjudicar a los particulares “las aguas que surgen
en los terrenos privados”. En una armónica referencia entre los artículos 2340 y este
2637, vemos que el 2340, tiene instancias y proyecciones de orden público. Que se
sobreponen a la norma particular del 2637.

1º) No está demás que el Código Civil contenga criterios, normas y principios sobre
esta materia de la propiedad o Dominio de las Aguas. Pero sería pertinente que un país
organizado, tenga una legislación específica sobre el particular. Las aguas tienen un
lugar privilegiado entre las cosas o bienes públicos. Como para que este país, o
cualquier país se permita eludir su legislación.
2º) Aunque varias provincias tengan regímenes hidráulicos o de riego, que regulan y
administran el Recurso Natual del Agua, sería preciso que tal legislación, sin
contradecir estos criterios del Código Civil, estén contenidos en un código o ley
especial sobre estas materias.

168- EL DESTINO UNIVERSAL DE LAS AGUAS Y


EL DOMINIO PÚBLICO QUE POR NATURALEZA
LES ADJUDICA EL CÓDIGO CIVIL

Por lo dicho tenemos que admitir que todo curso, corriente, depósito o fuente de
agua, tiene un destino social, universal. Y reclama que sea regulado y gobernado por
el Estado a través de sus organismos e instituciones representantivas.
La Constitución Nacional en reiteradas oportunidades nos recuerda que las aguas están
destinadas a un uso o aprovechamiento universal. Aunque refiere en particular al
aprovechamiento y navegación de los ríos. Cuando, por ejemplo, nos dice:
a) los extranjeros gozan de todos los derechos de los ciudadanos. Pudiendo navegar
los ríos y costas – artículo 20-
b) La navegación de los ríos interiores es libre para todas las banderas – artículo 26-
c) El Congreso debe reglamentar la libre navegación de los ríos interiores – artículo
75 inciso 10-

- Cuando nos referimos a ríos, también mencionamos los arroyos.


- Ya que ninguna diferencia conceptual puede aplicarse a estos términos.
- Salvo que se entienda que los ríos son más grandes o más caudalosos que los
arroyos.
- Tampoco vemos diferencia alguna entre lagos y lagunas.
- Excepto que apliquemos el mismo concepto referido a la escala, dimensión o
tamaño.

Sobre estos principios es que debe entenderse entonces el amplio régimen de


propiedad pública que aplica y extiende el Código Civil en el artículo 2340. Cuando
nos menciona que son de propiedad pública o estatal, las aguas que se mencionan.
Pero también todas las otras aguas que puedan prestarse o ser útiles para un uso de
interés general. Recordamos los términos que utiliza la ley para regular esta materia:

- Artículo 2340: Quedan comprendidos entre los bienes públicos:


1º) Los mares territoriales hasta la distancia que determine la legislación especial,
independientemente del poder jurisdiccional sobre la zona contigua;
2º) Los mares interiores, bahías, ensenadas, puertos y ancladeros;
3º) Los ríos, sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales y toda
otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general,
comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del
derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida
de su interés y con sujeción a la reglamentación;
4º) Las playas del mar y las riberas internas de los ríos, entendiéndose por tales
la extensión de tierra que las aguas bañan o desocupan durante las altas mareas
normales o las crecidas medias ordinarias;
5º) Los lagos navegables y sus lechos;
6º) Las islas formadas o que se formen en el mar territorial o en toda clase de
río, o en los lagos navegables, cuando ellas no pertenezcan a particulares;
7º) Las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra obra pública
construida para utilidad o comodidad común;

169- RÉGIMEN DOMINIAL DE LAS AGUAS PLUVIALES

Cuando el Código establece el principio de que las aguas de lluvia pertenecen a los
propietarios de los terrenos sobre los que se precipitan, no deroga el principi general de
que incluso las aguas de lluvia pueden ser tomadas como de propiedad pública, si
están en condiciones de satisfacer una necesidad social o comunitaria.
Con esa lógica limitación, podemos admitir que las aguas pluviales tienen más
posibilidad de ser utilizadas como cosa o bien propio por los propietarios de los
campos sobre los que llueven. Y entonces sí podemos aplicar a estas aguas los
criterios que quiere imponer la ley respecto a la forma en que se relacionan los
terrenos y las aguas con los terrenos inferiores o vecinos sobre los que pueden
descender o se pueden depositar. Recordamos los textos dedicados por el Código a ese
problema:

- Artículo 2634: El propietario de una heredad no puede por medio de un cambio


que haga en el nivel de su terreno, dirigir sobre el fundo vecino las aguas pluviales
que caían en su heredad.
- Artículo 2635: Las aguas pluviales pertenecen a los dueños de las heredades
donde cayesen, o donde entrasen, y les es libre disponer de ellas, o desviarlas, sin
detrimento de los terrenos inferiores.

- Artículo 2636: Todos pueden reunir las aguas pluviales que caigan en lugares
públicos, o que corran por lugares públicos, aunque sea desviando su curso
natural, sin que los vecinos puedan alegar ningún derecho adquirido.

- Artículo 2648: Lo dispuesto en el artículo anterior, no comprende las aguas


subterráneas que salen al exterior por algún trabajo del arte; ni las aguas
pluviales caídas de los techos, o de los depósitos en que hubiesen sido recogidas, ni
las aguas servidas que se hubiesen empleado en la limpieza doméstica o en
trabajos de fábricas, salvo cuando fuesen mezcladas con el agua de lluvia.

- Artículo 2649: Están igualmente obligados los terrenos inferiores a recibir las
arenas y piedras que arrastraren en su curso las aguas pluviales, sin que puedan
reclamarlas los propietarios de los terrenos superiores.

170- RÉGIMEN DOMINIAL DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS

Sobre las aguas subterráneas existe toda una situación que, gracias a nuevos estudios y
consideraciones de orden social. De interés general. De beneficio público, están
condicionando fuertemente los criterios del Código cuando prefiere entregar la
propiedad de las aguas de las napas profundas a los propietarios de la supeficie.
Porque el tema es más complejo que como se presenta en el Código. Un depósito de
agua subterránea, no está colocado sobre o bajo los límites precisos de un terreno. Por
el contrario, las napas forman verdaderos ríos o cauces subterráneos. Y están
expuestos no solamente a una sobreexplotación. También, esos cursos o depósitos de
aguas subterráneas están expuestos a la contaminación, a la degradación y a los usos
inadecuados o excesivos que se hacen con las aguas superficiales.
Con estas precisiones y prevenciones, nos ocupamos de los artículos que el Código
dedica a las aguas profundas o subterráneas:

- Artículo 2637: Las aguas que surgen en los terrenos de particulares pertenecen a
sus dueños, quienes pueden usar libremente de ellas y cambiar su dirección
natural. El hecho de correr por los terrenos inferiores no da a los dueños de éstos
derecho alguno. Cuando constituyen curso de agua por cauces naturales
pertenecen al dominio público y no pueden ser alterados. (texto según ley 17.711.)

- Artículo 2637- texto derogado por la reforma de la ley 17.711: Las aguas que
broten en los terrenos privados, pertenecen a los dueños de éstos, y pueden libremente
usar de ellas, y mudar su dirección natural. El simple hecho de correr por los terrenos
inferiores, no da a los dueños de éstos, derecho alguno. Pero si ellas fuesen el principal
alimento de un río, o fuesen necesarias a algún pueblo, están sujetas a expropiación por
utilidad pública.
- Artículo 2638: El propietario de una fuente que deja correr las aguas de ella
sobre los fundos inferiores, no puede emplearlas en un uso que las haga
perjudiciales a las propiedades inferiores.

- Artículo 2650: Los dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibir las
aguas subterráneas que por trabajo del hombre salieren al exterior, como fuentes,
pozos artesianos, etc., cuando no sea posible por su abundancia contenerlas en el
terreno superior, satisfaciéndoseles una justa indemnización de los perjuicios que
pueden causarles.

171- DOMINIO DE RÍOS, ARROYOS, LAGOS, LAGUNAS. SUS BORDES,


COSTAS, PLAYAS Y RIBERAS

Cuando el Código se dispone a legislar sobre ríos, arroyos, lagos y lagunas.


Comprendiendo también en su reglamentación a las costas o playlas, bajo la antigua
denominación de Camino de Sirga, lo hace con buen criterio. Para los tiempos en que
el Código fue redactado.
Nosotros hoy podríamos hacerle observaciones. En esta materia como en tantas otras.
Pero la crítica la tendríamos que hacer desde una óptica del siglo XXI. Con los
avances de la ciencia jurídica. Y con tantos principios que hoy los tiempos nos obligan
a asumir. En particular, en torno de los intereses públicos o sociales. De los derechos
de la comunidad como sujeto principal del Derecho. En torno de los intereses públicos,
de los Derechos Difusos o Derechos Colectivos.
En torno de ello, por ejemplo, podríamos decir que el tema del “camino de sirga” debe
reglamentarse con criterios modernos. Que salven para el uso público todas las áreas
de riberas, costas, playas y espacios fluviales que puedan ser destinados o requeridos
por la comunidad para uso recreativo o deportivo.
Recordamos cómo lo legisla el viejo Código. Pero recordando también que, en el
último proyecto, en lugar de avanzarse hacia una concepción moderna, se retrotraen
los criterios a un principio economicista y reaccionario:

- Artículo 2639: Los propietarios limítrofes con los ríos o con canales que sirven a
la comunicación por agua, están obligados a dejar una calle o camino público de
treinta y cinco metros hasta la orilla del río, o del canal, sin ninguna
indemnización. Los propietarios ribereños no pueden hacer en ese espacio
ninguna construcción, ni reparar las antiguas que existen, ni deteriorar el terreno
en manera alguna.

- Artículo 2640: Si el río, o canal atravesare alguna ciudad o población, se podrá


modificar por la respectiva municipalidad, el ancho de la calle pública, no
pudiendo dejarla de menos de quince metros.
- Y, desde el mismo Código Civil se avanza todavía más en los criterios de
orden público que inspira a toda esta materia.
- Porque se resguarda y preserva la costa, playa o ribera.
- Pero también se advierte sobre el uso indebido de los mismos cursos de agua.
Y, de conformidad con los principios constitucionales y administrativos, se prohíben
obras, maniobras o actitudes que, de cualquier manera, interfieran en el uso y pleno
goce de los ríos y arroyos:

- Artículo 2641: Si los ríos fueren navegables, está prohibido el uso de sus aguas,
que de cualquier modo estorbe o perjudique la navegación o el libre paso de
cualquier objeto de transporte fluvial.

- Artículo 2642: Es prohibido a los ribereños sin concesión especial de la autoridad


competente, mudar el curso natural de las aguas, cavar el lecho de ellas, o sacarlas
de cualquier modo y en cualquier volumen para sus terrenos.

- Artículo 2643: Si las aguas de los ríos se estancasen, corriesen más lentas o
impetuosas, o torciesen su curso natural, los ribereños a quienes tales alteraciones
perjudiquen, podrán remover los obstáculos, construir obras defensivas, o reparar
las destruidas, con el fin de que las aguas se restituyan a su estado anterior.

- Artículo 2644: Si tales alteraciones fueren motivadas por caso fortuito, o fuerza
mayor, corresponden al Estado o provincia los gastos necesarios para volver las
aguas a su estado anterior. Si fueren motivadas por culpa de alguno de los
ribereños, que hiciese obra perjudicial, o destruyese las obras defensivas, los
gastos serán pagados por él, a más de la indemnización del daño.

En cuanto a la posible realización de obras que alteren el curso natural de las aguas.
Con el propósito de aprovecharlas con cualquiere destino, remite su consideración a
las normas de orden público que sean aplicables:

- Artículo 2645:La construcción de represas de agua de ríos o arroyos se regirá


por las normas del derecho administrativo. (texto según ley 17.711.)
Obviamente fue derogado el artículo que sólo requería para hacer obras sobre los ríos,
la conformidad de los propietarios ribereños:

- Artículo 2645: texto derogado por ley la 17.711. Que lo reemplazó por el artículo
anterior: Ni con licencia del Estado, provincia o municipalidad, podrá ningún ribereño,
sin consentimiento de los otros propietarios ribereños, represar las aguas de los ríos o
arroyos, de manera que las alcen fuera de los límites de su propiedad, haciendo más
profundo el río o arroyo en la parte superior, o que inunden las inferiores; ni detener las
aguas de manera que los vecinos queden privados de ellas.

Cuando refiere a la limitación de hacer diques o represas el Código menciona los ríos
y los arroyos. Los trata de la misma manera. Y así lo entendemos nosotros. No existe
diferencia cualitativa entre los dos términos. Puede existir una diferencia cuantitativa.
En cuanto los ríos parecen ser o referir a cursos de agua de mayor extensión, de
mayor magnitud o de mayor caudal:

- Artículo 2646: Ni con la licencia del Estado, provincia o municipalidad, podrá


ningún ribereño extender sus diques de represas más allá del medio del río o
arroyo.
Se somete a los predios inferiores a la carga o servidumbre pública de recibir las aguas
que descienden de los terrenos superiores:
- se exceptúa de esa obligación o carga a las aguas que surgen como consecuencia de
perforaciones o extracciones. O las aguas que sean desechos, sucias o servidas. Las
aguas negras, cloacales o contaminadas:

- Artículo 2647: Los terrenos inferiores están sujetos a recibir las aguas que
naturalmente descienden de los terrenos superiores, sin que para eso hubiese
contribuido el trabajo del hombre.

- Artículo 2648: Lo dispuesto en el artículo anterior, no comprende las aguas


subterráneas que salen al exterior por algún trabajo del arte; ni las aguas
pluviales caídas de los techos, o de los depósitos en que hubiesen sido recogidas, ni
las aguas servidas que se hubiesen empleado en la limpieza doméstica o en
trabajos de fábricas, salvo cuando fuesen mezcladas con el agua de lluvia.

- Artículo 2649: Están igualmente obligados los terrenos inferiores a recibir las
arenas y piedras que arrastraren en su curso las aguas pluviales, sin que puedan
reclamarlas los propietarios de los terrenos superiores.

Si el caudal de las aguas que surgen de una fuente o perforación no permite que se
las pueda contener en el terreno que las produce, los
dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibirlas. Pero se les debe
indemnizar:

- Artículo 2650: Los dueños de los terrenos inferiores están obligados a recibir las
aguas subterráneas que por trabajo del hombre salieren al exterior, como fuentes,
pozos artesianos, etc., cuando no sea posible por su abundancia contenerlas en el
terreno superior, satisfaciéndoseles una justa indemnización de los perjuicios que
pueden causarles.

- Artículo 2651: El dueño del terreno inferior no puede hacer dique alguno que
contenga o haga refluir sobre el terreno superior, las aguas, arenas o piedras, que
naturalmente desciendan a él, y aunque la obra haya sido vista y conocida por el
dueño del terreno superior, puede éste pedir que se destruya, si no hubiese
comprendido el perjuicio que le haría, y si la obra no tuviese veinte años de
existencia.

- Artículo 2652: El que hiciere obras para impedir la entrada de aguas que su
terreno no está obligado a recibir, no responderá por el daño que tales obras
pudieren causar.

- Artículo 2653: Es prohibido al dueño del terreno superior, agravar la sujeción


del terreno inferior, dirigiendo las aguas a un solo punto, o haciendo de cualquier
modo más impetuosa la corriente que pueda perjudicar al terreno inferior.

172- LOS CRITERIOS QUE SE PROPONEN


EN EL PROYECTO DE CÓDIGO DE 1998
Es muy pobre el desarrollo que propone el Proyecto sobre el régimen del dominio
sobre las aguas.
Entendemos que el Código vigente le dedica tal vez demasiados artículos. Pero no es
un exceso que moleste. Si, después de todo, lo que más interesa son los avances del
criterio de dominialidad pública sobre el recurso agua. Más que las precisiones que hace
Vélez sobre las distintas formas en que el agua se manifiesta.
El proyecto pudo, debió, acoger todos estos principios y poner de relieve que el
dominio, la propiedad, la utilidad de las aguas, refiere en primera y principal
instancia, de los intereses públicos y sociales.
Por debajo de ello, se hubieran definido algunos de los puntos principales del dominio
privado. Y decir que todo lo demás estará regulado por los códigos especializados que
la Nación y las provincias deben dedicar a esta relevante materia.
En lugar de proponernos esa política inteligente y comprensiva, el Proyecto se limita
a:
1º) Decidir en el capítulo de los modos de adquisición del Dominio, en el recurso de
la apropiación. Allí dice que son susceptible de apropiación entre otras cosas, las
aguas pluviales ( artículo 1888, inciso a) IV del Proyecto)
2º) En el capítulo de los límites del dominio, consigna algunos de los principios sobre
camino de sirga, obstáculo al curso natural de las aguas y la recepción de agua, arena o
piedras. Resuelve mal el tema del camino o espacio libre de las costas o riberas. En
lugar de aumentar su extensión para permitir un mejor aprovechamiento de ese espacio
público que deben ser las costas y playas, lo achica. Irracionalmente, contraviniendo
la tendencia universal de reservar las costas para beneficio de la comunidad.
Sobre los temas tratados, trascribimos las partes pertinentes del Proyecto:

- ARTÍCULO 1914: Camino de sirga. El dueño de un inmueble colindante con


cualquiera de las orillas de los cauces o sus playas, aptos para el transporte por agua,
debe dejar libre una franja de terreno de quince (15) metros de ancho en toda la
extensión del curso, en la que no puede hacer ningún acto que menoscabe aquella
actividad.
Todo perjudicado puede pedir que se remuevan los efectos de los actos
violatorios de este artículo.
- ARTÍCULO 1915: Obstáculo al curso natural de las aguas Los dueños de
inmuebles linderos a un cauce no pueden realizar ninguna obra que altere el curso
natural de las aguas, modificando su dirección o velocidad, salvo que sea meramente
defensiva. Si alguno de ellos resulta perjudicado por trabajos del ribereño o de un
tercero, puede remover el obstáculo, construir obras defensivas o reparar las
destruidas, con el fin de restablecer las aguas a su estado anterior, y reclamar del
autor el valor de los gastos necesarios y la indemnización de los demás daños.
Si el obstáculo se origina en un caso fortuito, el Estado sólo debe restablecer
las aguas a su estado anterior o pagar el valor de los gastos necesarios para hacerlo.
- ARTÍCULO 1916: Recepción de agua, arena o piedras. Debe recibirse el agua, la
arena o las piedras que se desplacen desde otro fundo si no han sido degradadas ni
hubo interferencia del hombre en su desplazamiento. Sin embargo, puede derivarse el
agua extraída artificialmente, la arena o las piedras que arrastre el agua, si se prueba
que no causan perjuicio a los inmuebles que las reciben.

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