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¿Qué, Cómo y Adónde?

Somos seres que se manifiestan en distintos planos, o si usted quiere, realidades de existencia. Tres de ellos saltan a simple
vista ante nuestros ojos: el mundo físico, el emocional y el mental, y en ellos a su vez, surge la posibilidad de un gran
despliegue de intensidades y grados que van desde exquisitas sutilezas, a la mayor rudeza jamás imaginada. La evolución
permite estos matices altamente distantes unos de otros, y hasta simultáneos en cada ser.
En nuestro cuerpo físico nuestras emociones y pensamientos circulan y se manifiestan.
No es difícil de comprender: reconocemos estados de miedo, ira, serenidad o alegría en las personas, aún sin conocerlas,
sin haber platicado anteriormente con ellas.
Nuestro cuerpo físico es el espacio o teatro de representación donde manifestamos nuestras experiencias.
El cuerpo expresa ritmos recurrentes: las horas de vigilia y sueño, los ritmos de las comidas, la digestión, la presión
sanguínea, la frecuencia cardiaca, ciclos glandulares, estos ritmos se van creando y ajustando desde el momento de la
concepción. Luego del nacimiento, en los primeros días, meses y años de vida, se aprecia claramente cómo se van
ajustando paulatina y naturalmente, a medida que el bebé madura y crece, no sólo en su cuerpo físico, sino también en su
mundo emocional y mental.
¿Qué hace que estos ritmos se alteren y desarmonicen?
Múltiples y diversos factores, todos englobados en lo que podemos llamar la relación dinámica entre el ser consigo
mismo y su entorno. Ello incluye hábitos alimenticios, de descanso, pensamientos, emociones, por citar sólo algunos.
Tales hábitos varían según las circunstancias y etapas de vida que transitamos.
El famoso estrés, qué significa esta palabrita que tanto puede “desestabilizarnos”.
El estrés es la saludable capacidad que tiene nuestro cuerpo de adaptarse a cambios o emergencias. ¿Qué hace que esta
maravillosa capacidad que nos permite cambios y al fin de cuentas nos da chance de adaptarnos y evolucionar nos tenga a
mal traer?
El desajuste comienza cuando la emergencia deja de ser externa, ocasional y “real”, para volverse presente, permanente y
sin posibilidad de descarga ni descanso.
Nuestro sistema nervioso central autónomo tiene dos dispositivos de exquisitez excepcional, el que funciona para el buen
andar (sistema parasimpático) y el que se activa en las emergencias (el sistema simpático). Son antagonistas, cuando uno
se activa, el otro se relaja.
Si nuestra vida es armónica este dispositivo funciona perfecto de modo pleno y satisfactorio. Las alteraciones empiezan
cuando se desarmoniza, y el sistema simpático, óptimo para las situaciones de escape y huida propias de las emergencias,
estará en constante alerta y permanente actividad.
De continuarse en emergencia por lapsos prolongados, los ritmos comienzan a alterarse y a manifestar desajustes, que de
sostenerse en el tiempo, provocan alteraciones no deseadas y desgaste: exceso de ácido clorhídrico en el estómago, bajas
en el sistema inmunológico, perturbaciones de sueño, melancolía, depresión, sobrecargas en músculos y articulaciones,
entre otros tantos posibles. A menudo, en el climaterio (la fase transitoria en la vida de la mujer hasta que la menopausia se
estabiliza), se experimentan profundos cambios de intenso impacto, que desencadenan situaciones demandantes de gran
adaptabilidad.
El yoga parte de un entendimiento unificado y total, es a partir de lo total que opera. Desde hace más de 4000 años
desarrolló un conocimiento que fue manifestándose con distintas características a través de las diferentes épocas. Incluso
desapareció de la faz de la tierra y cuando fue propicio volvió a resurgir.
El sabio Maharishi Patanjali codificó y compendió este conocimiento en los llamados Yoga Sutras y los agrupó en algo
que denominó el Ashtanga Yoga, o Yoga de los Ocho Miembros:
1. ÁSANAS o posturas del cuerpo que se mantienen en aparente inmovilidad,
2. PRANAYAMAS, múltiples ritmos y frecuencias de respiración
3. YAMA los aspectos morales
4. NIYAMA los aspectos éticos,
5. PRATYAHARA control, comprensión de los sentidos y de su rol en nuestra vida
6. DAHARANA concentración o fijación de la mente en una sola cosa, one pointed mind, el conocimiento de
los misteriosos fenómenos de la mente
7. DHIANA un estado elevado de la mente que es producido cuando Daharana o concentración en un objeto
o punto, es mantenido durante largo tiempo, puede ser llamado Meditación.
8. SAMADHI Conciencia Cósmica, total contento y unificación con toda la vida en el Universo
A partir de un estado de entendimiento y autoconocimiento, que puede ser progresivo o instantáneo, podemos descubrir las
fuerzas inconscientes y concientes que operan en nosotros.
Por ello es que el yoga no se limita a una serie de posturas (difundidas como las ásanas del Hatha Yoga), y alguna que otra
respiración (pranayamas).
Al tomar la decisión de practicar yoga, en primera instancia seamos concientes o no de ello, decidimos regalarnos la
posibilidad de conocer, autoconocer y de actuar en consecuencia.
Conocer qué. Imagínese que tiene la chance de escuchar o de componer música maravillosa jamás escuchada, ¿se
resignaría sólo con una vulgar y mediocre partitura? Bien puede ser apreciar y conocer la maravillosa multiplicidad y
diversidad de la que formamos parte.
Los beneficios físicos o fisiológicos de la práctica del yoga son aspectos hasta secundarios. La salud se
reestablece por añadidura, no como fin último o primero.
Una práctica continuada y atenta permite comprender o al menos vislumbrar (la profundidad de comprensión dependerá de
la evolución o estado de cada persona) los misteriosos secretos y preguntas que todo ser humano con mayor o menor
intensidad se hizo alguna vez.
Cuando el ser se ajusta a lo que para cada ser le es propio, la armonía se reestablece sin conflicto.
¿Qué vine a hacer? ¿Cómo lo haré? ¿Hacia dónde voy? En serena atención las respuestas surgen, las preguntas
cesan.
Fuente: Yoga de la Cultura Rishi en México, María Inés Bavio
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