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Estado Laico e Iglesia Católica.

El principio laicista postula la protección de la conciencia libre


del individuo y de su privacidad, desalojando radicalmente de
la res pública toda pretensión de instaurar en ella un
régimen normativo privilegiado a favor de cualquier fe
religiosa que aspire a “institucionalizarse” en forma de ente
público al servicio de una supuesta revelación sagrada o
mandato divino.

René Alberto Langlois.:


rene.alberto.langlois@gmail.com

En ocasión de que el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, se


declarara hace unos días a favor de la creación de un Estado laico,
José Francisco Ulloa, Obispo de Cartago, expresó lo siguiente:
"estamos frente a una campaña política en donde debemos escoger
bien a quienes nos va a gobernar. A los candidatos que niegan a Dios
y defienden principios que van contra la vida, el matrimonio, la
familia, ya los estamos conociendo, por lo tanto debemos ser
coherentes con nuestra fe y en consecuencia no podemos darles el
voto" (sic).

De lo manifestado por el prelado de Cartago se puede advertir, o al


menos yo así lo advierto, que ha confundido lo que es política y
teología. ¿Por qué? Porque la política, en principio, es local pero
susceptible de universalizarse, en cambio, la teología está
determinada a un grupo concreto de creyentes.

Por otro lado el Obispo Ulloa no entiende o no quiere entender que los
Estados democráticos no requieren de la religión para ser
considerados legítimos: el Estado debe ser, ante todo, autónomo
y autosuficiente, capaz proveer por sí mismo las razones de
su existencia y, es de tener en cuenta, que el derecho natural
difiere del derecho legal.

No es cierto que fuera de la Iglesia Católica es imposible la formación


y el desarrollo tanto individual como social de las personas. Lo que sí
es cierto es que la Iglesia Católica cuando se ve amenazada en sus
derechos seculares se resuelve en exaltados discursos y llama a
masivas movilizaciones de su feligresía las cuales son conducidas por
sus delegados.

No por gusto tuvo lugar la Reforma del católico agustino Martín


Lutero: la Iglesia Católica por más de 16 siglos además de ser una
organización religiosa fue una enorme potencia política que se
confrontó con los mismos Estados. No se podía consolidar la
soberanía nacional porque Papas, Obispos y curas pretendieron ser
independientes de los “gobiernos temporales", es más, por "derecho
divino" se creían superiores a ellos.

Los Estados constitucionales modernos garantizan la libertad religiosa


por lo cual, la Iglesia Católica debería de ser más prudente y
abstenerse de inmiscuirse en los asuntos de Estado.

No se equivoca Juan José Tamayo Acosta, Director de la Cátedra de


Teología y Ciencias de la Religiones de la Universidad Carlos III de
Madrid, al afirmar que "cuanto más elevado ha sido el rango de los
eclesiásticos en el escalafón jerárquico, más gruesas han sido las
descalificaciones contra los gobiernos".

Estimo que las palabras intimidantes de José Francisco Ulloa, las que
no son las primeras ni por supuesto serán las últimas, se deben al
olvido del prelado costarricense que además de diversas religiones
existen distintas concepciones de la divinidad y que la concepción
que la Iglesia Católica tiene no es la verdadera ni su religión única.

Las declaraciones del Presidente Arias son congruentes con los


planteamientos del laicismo: la religión debe excluirse de la esfera
pública; no deben haber religiones oficiales; el poder no viene de
Dios, sino que reside en el pueblo; el Ejecutivo gobierna legitimado
por la voluntad popular y, el mando recibido, proviene de la
ciudadanía quien lo ha apoyado con su voto y no gracias a credos
religiosos.

Don José Carbajal Muñoz, exRector de la Universidad “La República”


de Chile muy acertadamente manifestó que el “laicismo no es una
postura antirreligiosa, puesto que no se trata de que la religiones no
puedan tener el carácter público o hacer pública su existencia, sino
de exceptuarlas de los aspectos de la vida social que han de realizar
sus actividades con equidad e igualdad sin influencia de religión
alguna".

El laicismo procura evitar que se ejerza coacción sobre las personas


e instituciones para imponerles un tipo exclusivo religión, o que se
impongan a la sociedad formas de acción o de conducta basadas en
creencias o en códigos éticos exclusivos de una religión.

Los creyentes están en su pleno derecho de difundir su "particular"


verdad sin reclamos de exclusividad ni privilegios especiales pero
sobre todo su actividad proselitista debe quedar en el plano
meramente vivencial sin invadir el plano de la cosa pública.

En Centroamérica, la gran mayoría de sus sociedades son católicas y


es casi una conducta institucionalizada de los políticos estar
pendientes del clero en espera de que aprueben sus decisiones o al
menos que no las desaprueben frontalmente.
La etapa histórica de los concordatos ha sido superada. El punto de
discordia de la separación de la Iglesia y del Estado es el hecho de
que el laicismo mira a la conciencia individual y renuncia a la
privatización de la religión, la cual debe ser una fase más en la vida
privada de los creyentes.

Los Estados modernos no pueden tener una confesión religiosa y la


Iglesia no debe tener en la mirilla al Estado como un instrumento de
colectividad de conciencias sino que tiene que modernizarse.

Una sola cuestión para concluir: ¿cómo es posible que los voceros del
Estado más poderoso de la tierra, el Vaticano, prediquen y defienden
la idea que el orden democrático en los Estados debe fundarse en la
moralidad y la ley natural si el Obispo de la Iglesia Romana ejerce
por sí solo la autoridad suprema del Estado Vaticano?: el Papa "es
cabeza del Colegio de Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia
Universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene en virtud de su función,
potestad ordinaria, que es suprema, plena, e inmediata y universal en
la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente" (Canon 331) y que
"en virtud de su oficio, el Romano Pontífice no sólo tiene potestad
sobre toda la Iglesia, sino que también ostenta la primacía de
potestad ordinaria sobre todas las Iglesias particulares y sobre sus
agrupaciones…” (Canon 333 § 1)

Cuestiones "como las expuestas demuestran que la jerarquía


católica y las organizaciones católicas afines viven cultural y
políticamente desubicadas y ofrecen respuestas del pasado a
preguntas del presente. Cuando ya se sabían todas las
respuestas, les cambiaron las preguntas y se quedaron con
las respuestas intemporales y dogmáticas del catecismo. A su
vez recelan de la democracia, tienen todavía una concepción
confesional de la política y no admiten fácilmente la laicidad
del Estado, la no confesionalidad de las instituciones del
Estado y la secularización de la sociedad".

El Salvador, Centroamérica. 16 septiembre del 2009.

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