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Nietzsche y el Estado

Por Nicolás González Varela

(fliegecojonera@gmail.com)

Un pensador político radical:


¿Es posible pensar a Nietzsche, uno de
los filósofos más influyentes de nuestra
cultura, como pensador político? El
interés de Nietzsche como pensador
totus politicus en la cultura europea
atravesó cuatro fases. La primera
comenzó con el filósofo en vida en 1898,
inaugurada con los célebres trabajos de
Georg Morris Cohen Brandes, Henri
Lichtenberg, Daniel Halévy, Ettore Zoccoli, Ferdinad Tönnies, la mayoría
filonietzscheanos que en plena ebullición de la Nietzsche Vogue, arrojaron luz
sobre el lado político del filósofo, mostrando su Kritik reaccionaria a la nueva
sociedad de masas, a la democracia liberal, al estado de partidos, al creciente
influjo del socialismo y el anarquismo, clasificando sin dudas a su élan vital
como un radicalismo aristocrático-individualista; dentro de esta etapa de
discusión sobre las consecuencias políticas de Nietzsche debemos incluir
polémicas de época en la que intervinieron desde el biógrafo socialdemócrata
Franz Mehring hasta el joven León Trotsky. La segunda fase nace a partir del fin
de la Primera Guerra Mundial (1918) hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial
(1945) y se caracteriza por la hermenéutica conservadora, nacionalista y
nacionalsocialista de Nietzsche, un amplio espectro que va desde interpretes
que ven en el Nietzsche político un precursor o pionero del despertar de
Alemania (Richard Oehler, Alfred Baeumler, Alfred Rosenberg), quien lo refuta
como irremediablemente décadent para la construcción del nuevo Reich
(Christoph Steding), quien lo toma con extremo cuidado como ambivalente
(Martin Heidegger) y hasta quien lo desecha por individualista y hostil a la
Volksgemeinschaft nazi (Ernst Krieck). Es lógico: la nueva extrema derecha no
se reasume completa y acríticamente en la síntesis nacionalsocialista, pero la
Konservative Revolution, en todas sus variantes, sí se inspiró ampliamente en
Nietzsche, en especial en el concepto de nihilismo. Una tercera fase se abre a
partir de 1945 con la edición crítica de las obras completas de Nietzsche, la
edición del Nachlass (notas y fragmentos inéditos) y del epistolario, tarea
emprendida por Giorgio Colli y Mazzino Montinari, este período está además
signado por el libro del filósofo marxista Georgy Lúkacs (aunque sus críticas a
Nietzsche provienen de la década de 1930) Die Zerstörung der Vernunft (El
Asalto a la Razón, 1954), que ubica a Nietzsche en el Zentrum de la lucha teórica
contra el socialismo, y la legitimación-consagración académica de Nietzsche en
la universidad y disociándolo de toda relación con el pensamiento político (el
Nietzsche “antipolitical” de Kauffman). En esta etapa aparece el esfuerzo
titánico por desvincular a Nietzsche de la interpretación nacionalsocialista,
obsesivamente centrado en la reinterpretación de la Will zur Macht, la voluntad
de poder, que parte del libro Nietzsche et la Philosophie (1962) de Gilles
Deleuze, que al intentar arrojar el agua sucia de la bañera, también tira al niño
que hay dentro de ella, negando cualquier posibilidad que Nietzsche haya
deseado instrumentalizar la política de algún modo. La cuarta etapa nace en los
preliminares del ’68, es la canonización estructuralista y posmoderna, cuya acta
de nacimiento del Nietzschéisme es la célebre intervención de Foucault
Nietzsche, Marx, Freud (1967), aunque Foucault se esforzaba no tanto por
entender a Nietzsche como uno de los maestros de la crítica de la ideología
moderna, sino a intentar extraer un método de indagación de la moral
(genealógico) basado en la deconstrucción y la microfísica del poder. En todas
estas variaciones y negaciones de la dimensión política nietzscheana (que en
algunos casos llega al ridículo) la reflexión sobre la filosofía política, la teoría del
estado, el movimiento socialista o sus pensamientos políticos sobre cuestiones
socio históricas de su época es escasa o insensible. La política sería indiferente
para el olímpico filólogo-filósofo Nietzsche. Los estudios sobre Nietzsche
político son raros y muy espaciados temporalmente; al mismo tiempo son
estigmatizados y excomulgados por el Nietzschéisme. Entre los más importantes
podemos nombrar a Alfred Bäeumler, Walther Kaufmann (en el marco de una
reconstrucción general), Georgy Lúkacs, Karl Löwith, Massimo Cacciari, Marc
Sautet, Luigi Alfieri, Roberto Escobar, Franco Livorsi, Domenico Losurdo y
últimamente investigadores anglosajones como Keith Ansell-Pearson.
Intentemos a partir de ellos, y siempre contra courant, colocar a la política
como elemento central y estratégico de la filosofía nietzscheana.

Nietzsche y la “cuestión obrera”: uno de los biógrafos más serios y


piadosos, Curt Paul Janz, concluye su primer volumen con la afirmación que
Nietzsche “no percibía, ni percibió nunca, la llamada ‘Cuestión Obrera’ como un
problema inmediato”. Es una idea muy común en el Nietzschéisme la radical
distancia olímpica de Nietzsche con respecto a la política y a los problemas
sociales de su época, ni hablar de la Arbeitsfrage, la cuestión social candente en
su tiempo. Pero nada más alejado de la realidad y de sus textos. En la primera
mitad de fines del siglo XIX la llamada soziale Frage irrumpió con “pavorosa
importancia” en la agenda de la forma republicana burguesa de dominio. Según
el sociólogo Ferdinand Tönnies, socialdemócrata que había hecho un
importante estudio sobre el culto a Nietzsche, en su libro Die soziale Frage (La
cuestión social, 1907) la define como “el conjunto de problemas que se plantean
por la cooperación y convivencia de clases, estratos y estamentos sociales… los
cuales se encuentran separados entre sí por sus hábitos de vida y por su
ideología y visión del mundo… en nuestro tiempo la cuestión social, con su
importancia verdaderamente pavorosa, ocupa la atención de todos los filósofos
y pensadores del mundo”. Para los contemporáneos de Nietzsche la soziale
Frage designaba el problema de un nuevo tipo de pobreza que se diferenciaba
de la miseria endémica y las hambrunas medievales, ya que era efecto directo de
la lógica económica basada en la anarquía productiva y el desequilibrio con la
distribución de la riqueza. La paradoja más evidente era que la humanidad
generaba una riqueza sin precedentes en la historia con un pauperismo nuevo
en los mismos sujetos que la creaban: los trabajadores asalariados. En sí misma
la cuestión social era un problema general de la Europa industrializada del siglo
XIX, lo que era peculiar en la Alemania recién unificada como Reich era el
intento de resolverla con intervención autoritaria del estado, medidas legales y
de política social, el Volksstaat, que prefigurará el estado de bienestar post 1945
y el populismo tercermundista. Estas medidas populistas-conservadoras las
emprendió el mismo Bismarck en los años ’60 y ’70, basándose en contenidos
teóricos desarrollados por economistas e historiadores sociales pertenecientes
una corriente llamada Kathedersozialisten (socialistas de cátedra);
consecuentemente su doctrina se bautizó como Staatssozialismus (socialismo
de estado). La teoría económica estricta se basaba en un intento de ser la punta
de lanza “contra el lado sombrío del liberalismo, contra la Manchestería
(Manchestertum) materialista y contra el optimismo acrítico y doctrinario de los
socialistas”. El populismo bismarckiano no era una estrategia a largo plazo sino
una reacción táctica al crecimiento de la izquierda y al movimiento obrero
organizado, eran reformas para “bloquear”, suprimir o al menos integrar al
estado cesarista-monárquico a partidos socialistas y sindicatos de clase.
Bismarck, era el que tenía como motto aquello de “contra los socialistas sólo
sirven los soldados” (en sus memorias: Gedanken und Erinnerungen, 1959, p.
527). En política social un Bismarck provisorio se dispuso a “erradicar los males
sociales”, y elaboró una serie de reformas que incluía “sistema centralizado y
unificado de seguros, que protegerán a todos los grupos económicamente
débiles, incluidos los jornaleros del campo, de los peligros esenciales que
amenazan su vida y les garantice indemnizaciones y ayudas.” En una serie de
decretos aseguró un seguro contra las enfermedades e invalidez, para la vejez
(jubilación), etc. En política laboral creó el famoso y polémico Recht auf Arbeit
(Derecho al Trabajo), una ley que entró en vigencia en 1869, que buscaba
reducir el desempleo e incluso generar oportunidades laborales de empleo
público. Para darnos una pista de la efectividad real de estas medidas en 1894,
después de casi 30 años de aplicar su política, el desempleo en el Segundo Reich
era de tan sólo un 1,98% de los trabajadores. ¿Cuestión social, Arbeitsfrage,
derecho al trabajo… le importaba al filólogo Nietzsche estos problemas de vida o
muerte para la mayoría de los pensadores de su época o seguía insensible a la
cuestión social como sostiene su biógrafo Janz y el Nietzschéisme en general?
Después de vivir en carne propia el surgimiento vigoroso del movimiento obrero
alemán, convivir con el conflicto social más importante de la Basilea moderna
donde vivía y enseñaba (las huelgas salvajes de 1868/1869) y el despliegue del
congreso de la odiosa “Hidra Internacional” (como le llamaba a la Iº
Internacional) también en la misma Basilea, un Nietzsche estresado tiene unas
vacaciones en Lugano. Allí en el Nachlass, cuaderno VII (fines de 1870-abril de
1871) escribe amplios comentarios sobre la cuestión social, la lucha de clases,
reflexiona sobre su teoría del poder y el estado, fragmentos que no serán
incorporados, por sugerencia de Richard Wagner, a su libro El Nacimiento de la
Tragedia. La “grecidad” (tanto en Schopenhauer como en Wagner, Burckhardt y
en muchos ideólogos reaccionarios contemporáneos de Nietzsche) es una
categoría filosófico-política, que funge como filo de la Kulturkritik a la
Modernidad y principio de legitimación de autores, épocas, instituciones,
superestructuras y regímenes históricos. La primera tarea que se propone
Nietzsche es justamente desmantelar, deconstruir, la idea sobre Grecia que
tiene la modernidad burguesa y la Ilustración (vía el llamado neohumanismo de
los Graecophiles como Winckelmann, herencia de la odiada Ilustración) como
aquel lugar dorado de la “jovialidad serena”, del “bienestar inmutable”, del
“imperio de la lógica y la razón” y de la democracia ateniense. La Grecia de
Sócrates y Eurípides es auscultada por Nietzsche con un ojo constantemente
fijado en la situación caótica de la Europa de su tiempo y, en particular, de
Francia, devastada por un permanente ciclo revolucionario cuyo culmen
momentáneo era la Commune de París en 1871. Sólo así pueden entenderse
anacronismos inverosímiles que aparecen una y otra vez en El Nacimiento de la
Tragedia y en su Nachlass, como cuando llama a Sócrates “plebeyo” y
“revolucionario” (KGA, II, 4) o a Eurípides portavoz del “quinto estado”, de la
“oclocracia” (Nachlass, VII, 1, 79), nombre despectivo con que los aristócratas
denominaban a la polis basada en el voto mayoritario. La oclocracia era una
degeneración o en palabras de Polibio “la tiranía de las mayorías incultas”, la
mobile vulgus. Para Nietzsche la polis de Atenas, el ideal del neohumanismo
alemán, en contraposición con el Staat dórico (Esparta), era una decadente y
degenerada Ochlokratie, incompatible con la generación de genios. El objetivo
de la próxima revolución conservadora será recomponer la verdadera (y
natural) imagen trágica y pesimista que poseía la verdadera esencia helénica
(dórica) y su adecuada expresión en el mismo estado. Y en este renacer de lo
trágico en su totalidad juega un papel exclusivo el Segundo Reich de Bismarck:
“El Socratismo (Socratismus) de nuestra época… no tiene el sentido de la patria,
sino sólo del estado. Insensible hacia el futuro del arte germánico” (Nachlass, 1,
8). Nietzsche no tiene dudas que "...Deutschland als eigentlicher Orakelsitz der
Kunst" (Alemania es la auténtica sede del oráculo del Arte) (Nachlass, 3, 60).
En Nietzsche este trabajo recompositivo de la “grecidad” auténtica es generada
(y constantemente retroalimentada) por contraposición a todo aquello que hay
de afeminado, amanerado, liberal y débil en el mundo del capitalismo, por todos
aquellos rasgos que se opongan por contraste al Genius, a la aristocracia
natural. Este “granadero prusiano” estaba apasionadamente entregado a la
agenda de su tiempo, se puede comprobar con tan sólo recorrer sus lecturas y
cuadernos de notas de esos años. Nietzsche no sólo lee temas de su especialidad
(filología clásica), no sólo descubre a Schopenhauer en clave aria
(“Schopenhauer es el filósofo de un clasicismo reanimado, de un helenismo
germánico”) sino mucha historia moderna e incluso literatura política. Sobre la
guerra franco-prusiana (1870/71), Nietzsche no tiene problema en realizar
analogías anacrónicas sobre la afinidad entre lo prusiano y lo griego: “podría
imaginarme que se ha hecho la guerra, de parte alemana, para liberar la Venus
del Louvre, como una segunda Helena. Ésta sería la interpretación pneumática
de esta guerra” (Nachlass, 7, 88). O cuando comparando el nacimiento del
Segundo Reich de Bismarck con ¡las guerra médicas! afirma que Der Mythus
der Germanen ist dionysisch, “el mito de los Germanos es dionisíaco”
(Nachlass, 8, 48). Otro título tentativo a su libro sobre la tragedia del verano de
1871 es revelador: Nietzsche pretendía titularlo Die Wiedergeburt
Griechenlands aus der Erneuerung des deutschen Geistes. (El Renacimiento de
Grecia a partir de la renovación del Espíritu Alemán). Más adelante anota: Wir
sind der Kultur zugekehrt: das “Deutsche” als erlösende Kraft! (Nosotros nos
interesamos por la Cultura: ¡lo Alemán como fuerza redentora!; Nachlass, 19,
36). En una nota recopilatoria anuncia que “…wir müssen ungeheuer
zurückgreifen zum deutschen Menschen” (debemos hacer un esfuerzo
gigantesco para recuperar al hombre alemán), para producir“…el retorno del
Espíritu Germánico sobre sí mismo” (Rückkehr des germanischen Geistes zu
sich selbst). Al mismo tiempo Nietzsche tienen claro el componente de lo que
llama la filosofía más seria: (serio en Nietzsche es parte del carácter esencial del
germano) nada menos que la amalgama de “Kant y el Ejército alemán”
(Gleichzeitig die ernsthafteste Philosophie: Kant und das deutsche Heer.)
(Nachlass, 9, 31). Una síntesis epocal que preanuncia el "eterno retorno" de
madurez, que requería la mediación de la filosofía kantiana y la victoriosa
organización del ejército de Bismarck, triunfador sobre la cuna de la teoría y la
práctica revolucionaria: Francia. El Nacimiento de la Tragedia (1872), su
primer libro, era el manifiesto del partido reaccionario, el Wagner Partei.
Sabemos cómo fue el desarrollo interno de este extraño libro “sobre los griegos”:
a principios de 1870 Nietzsche da dos conferencias públicas en el museo de la
universidad invitado por la influyente y conservadora Sociedad Académica
Libre: Die grechische Musikdrama y Sokrates und die Tragödie. Se las envía de
regalo a los Wagner, quienes con admiración le estimulan a que escriba un libro
sobre la tragedia. Nietzsche redacta en julio de 1870 un ensayo titulado Die
dyonisische Weltanschauung (La visión del mundo dionisíaca), inconcluso.
Estos tres trabajos conformarán la primera parte del libro. El trabajo se ve
interrumpido por la guerra entre Prusia y Francia, en la que Nietzsche se
presenta como fervoroso voluntario. En Navidad de 1870 Nietzsche reescribe
todo el conjunto, lo titula Die Geburt des tragische Gedankens y el manuscrito
es vuelto a enviar a los Wagner. En febrero de 1871 Nietzsche se traslada a
Lugano a descansar, escribe la parte final de su libro, trabaja hasta abril (la
Commune de París como tal existió desde el 28 de marzo al 21 de mayo). El 2 de
abril vuelve a consultar a los Wagner y el 26 de abril le envía el manuscrito a un
potencial editor, Engelmann, pero ahora con el título Musik und Tragödie y al
que Nietzsche llama mi Bröschure, un texto que ocupa noventa páginas. Entre
estas versiones, el manuscrito de Lugano, finalmente no incorporado al libro
por consejo de los Wagner (lo consideraron ¡excesivamente reaccionario!:
ungeschickte Schroffheit), fue escrito antes y durante la rebelión de París y bajo
la duradera impresión de la lucha de los trabajadores de Basilea y el VI
Congreso de la Internacional. Es de destacar que una de las diferencias en estos
encuentros era la simpatía de Richard Wagner por los communards de París,
recordemos que Wagner era un renegado ya que de joven fue socialista
romántico (se formó con Saint-Simon, Fourier, Feuerbach y Proudhon), que en
su juventud participó en las luchas democráticas de 1848-49 en las barricadas
en Dresde con su amigo el radical-demócrata August Röckel, incluso fue
camarada de un joven ruso impetuoso llamado Bakunin (se rumoreaba que
Wagner había participado de varios incendios intencionales). Estas posturas
políticas opuestas son las que prefiguraron la futura ruptura entre el maestro y
Nietzsche. La obsesión teórica nietzscheana por fundamentar políticamente su
libro sobre los griegos y blindar su Kulturkritik a la modernidad puede seguirse
en el Nachlass: en un plan para un libro inconcluso titulado Socrates un der
Instinct, del invierno de 1869, Nietzsche planea un capítulo enteramente
dedicado a la política, el IV, titulado: Staatslehre, Gesetze, Volksbildung (Teoría
del Estado, Leyes, Formación del Pueblo); en el mismo cuaderno anota una
crítica pendiente al Der Sokratismus in der Staatslehre (Socratismo en la
Teoría del Estado); y más adelante se pregunta indeciso: Ein Buch zur
Staatslehre? (¿Escribir un libro sobre la Teoría del Estado?). En uno de las
primeros esbozos sobre el título de su primer libro, El Nacimiento de la
Tragedia, Nietzsche pretendía titularlo Die Tragödie und die Freigeister.
Betrachtungen über die ethisch-politische Bedeutung des musikalischen
Drama’s (La Tragedia y los espíritus libres. Consideraciones sobre el significado
ético-político del Drama Musical), señalando en el subtítulo el peso específico
político de su crítica; en un listado de temas para otro libro proyectado en
septiembre de 1870, Nietzsche anota como un capítulo a desarrollar Der
tragische Staat (El Estado Trágico); a finales de 1870 vuelve a anotar para su
futuro libro un capítulo sobre Der griechische Staat (“Staat und Kunst.”) o sea:
el estado griego y la relación entre arte y estado; en un índice de temas tentativo
en las mismas fechas anota como posible capítulo I de su libro Der Staat (El
Estado); en un cuaderno del invierno de 1871 Nietzsche anota Umarbeitung des
Abschnittes Staat Weib Mysterien. (Re-elaboración del capítulo sobre el Estado,
las mujeres y los misterios…), y más adelante amplía el tema: “Si nosotros
hemos considerado hasta ahora el Estado en su origen (in seinem Ursprung),
cómo se produce el proceso de la sociedad (den Gesellschaftsprozeß), que no
habría tenido lugar sin él: ahora se plantea la cuestión de saber cómo se
relaciona el Estado con la sociedad, después que ésta ha efectuado su separación
química (chemische Scheidung) y ahora, ya construida en forma piramidal
(pyramidenförmig), trata de alcanzar sus intenciones supremas. En esto
consiste su tarea…” (Nachlass, 8, 27). En un plan de cursos que impartió
Nietzsche en la universidad en el Sommersemester de 1871, una de sus clases,
en la semana 13 y 14, fue justamente sobre Staat und Gesellschaft (Estado y
Sociedad); en el verano de 1872 anota como tareas pendientes y escribe “…der
politische Sinn der älteren griechischen Philosophen, ebenso nachzuweisen als
ihre Kraft zur Metapher.” (Demostrar el sentido político de los filósofos griegos
más antiguos, así como su fuerza para la metáfora; Nachlass, 19, 192). Lo cierto
es que la fundamentación socio-política del nacimiento de la tragedia, es
eliminada del libro final como ya dijimos por consejo de los Wagner y pasará a
ser un fragmento inédito titulado Der grieschische Staat (El Estado Griego).
Nietzsche comienza abruptamente el texto: “La ‘dignidad del trabajo’ (Würde
der Arbeit) es una idea moderna ilusoria (moderne Wahnvorstellung) de los
más tonto. Es un sueño de esclavos (raum von Sklaven). Todos se atormentan
por seguir vegetando miserablemente… El Estado (ideal) surge del modo más
cruel mediante la sumisión y la generación de una especie de zánganos
(Drohnengeschlechts)… el estado ha de preparar la generación y la comprensión
del Genio (Genius)… La situación respecto al lenguaje es análoga: el lenguaje es
una criatura de los seres más geniales, para el uso de los seres más geniales,
mientras el Pueblo (Volk) lo usa para cosas más nimias y, por decirlo así, sólo
utiliza los desperdicios… debe afirmarse la necesidad de los esclavos
(Nothwendigkeit der Sklaven) para el interés de una Cultura. Hay que luchar
contra la opinión de que el objetivo de la Humanidad está en el futuro, por
ejemplo, una completa negación en masse. La Humanidad no existe por sí
misma…” Nietzsche es primero que nada filólogo, las palabras que utiliza no son
casuales o fortuitas: la “Dignidad del Trabajo” (y del hombre) reenvían
inmediatamente a la proclamación de los Derechos del Hombre de la
Revolución Francesa, a la polémica sobre la esclavitud y la campaña
abolicionista en Europa, al derecho a un trabajo digno durante el jacobinismo
(la Ley Le Chapelier), y más atrás: incluso cabe encontrar ya alusiones al
derecho al trabajo en la legislación inmediatamente prerrevolucionaria. Así, en
el célebre Edicto Turgot de 1776, la consagración de la “libertad de industria”,
ariete dirigido contra las trabas corporativas gremiales, aparece de la mano de
un más amplio “derecho al trabajo” de base iusnaturalista y hasta humanista-
bíblica. Decía el Edicto: “En la medida en que Dios crea las necesidades de los
hombres y les ha obligado al mismo tiempo a trabajar para satisfacer esas
necesidades, ha hecho del derecho al trabajo un patrimonio de cada hombre...
Nosotros consideramos uno de nuestros primeros deberes de justicia y uno de
los hechos que más nos dignifican el liberar a nuestros súbditos de las trabas
que limitan este derecho humano irrenunciable.” El blanco polémico de
Nietzsche también apunta a la revolución francesa de 1848, cuyo gobierno
republicano provisorio anunció la abolición de la esclavitud como “atentado
contra la dignidad humana”. La idea del derecho al trabajo en los términos más
progresistas de la etapa revolucionaria fue recogida por los socialistas utópicos
(Fourier, Victor Considérant y Saint-Simón) que la alimentaron teóricamente y
los trabajadores franceses la llevaron a la práctica: el 24 de febrero de 1848, los
obreros recorren las calles de París gritando: “¡El derecho al trabajo, en una
hora!”, obteniendo satisfacción si no en una hora, sí en un día, puesto que el 25
de febrero el Gobierno provisional dictaba un decreto, redactado por Louis
Blanc (a quien Nietzsche conocía y leía), en el que se comprometía “a garantizar
la existencia del obrero por el trabajo...” y a garantizar “el trabajo a todos los
ciudadanos.” Por otra parte, el proyecto de Constitución presentado por Marrast
el 19 de junio de 1848, decía en el artículo VII°: “Con el derecho al trabajo se
garantizará a todos el derecho a obtener medios de subsistencia. La sociedad
está obligada a crear trabajo para todos aquellos que no encuentran posibilidad
de trabajar, mediante la utilización de los medios de producción de que
disponga la sociedad.” A todos estos antecedentes debe sumarse la creciente
propaganda obrera en la misma Alemania y Suiza: Lasalle (y su admirado
Bismarck con las leyes sociales del Volkstaat) y la AIT en su lucha por las leyes
fabriles. En su escrito de juventud sobre Napoleón III, Nietzsche sabía que era él
quien había eliminado el “derecho al trabajo” de la constitución francesa de
1848 y el gran reaccionario Thiers (futuro genocida de los communards en 1871)
afirmaba con ironía que “el Derecho al Trabajo equivale a conceder salario a los
perezosos”. “La Humanidad no es un concepto griego”, repetía Nietzsche, o sea:
no es germánico y la forma estado debe adoptar las propias necesidades de la
vida, de la lucha por la existencia, del orden jerárquico natural, so pena de llevar
la Kultur y la entera civilización a un suicidio similar al del Ancien Régime. En
un fragmento póstumo de finales de 1870 escribe nuevamente sobre la cuestión
social: “La ‘dignidad del trabajo’ es una idea moderna ilusoria de los más tonto.
Es un sueño de los esclavos” y añade: “El hecho es que Friedrich August Wolf
haya afirmado la necesidad de los esclavos (die Nothwendigkeit der Sklaven)
para el interés de la Cultura (im Interesse einer Kultur), constituye uno de los
conocimientos más productivos (der kräftigen Erkenntnisse) de mi gran
predecesor, los otros filólogos son demasiado afeminados para comprenderlo”
(Nachlass, 7, 79). El estado ideal no tiene nada que ver con la humanidad
abstracta, con morales colectivistas, con el optimismo distributivo o la felicidad
común: “el Estado es, en cuanto a su fin supremo (etzten Zweck), una
institución de defensa y de cuidado (Schutz- und Pflegeanstalt) para los
individuos, o sea: para el Genio (Genius)”. La masa es indiferenciada, medio
para que la Voluntad genere los genios, los mejores, que Nietzsche llama “la
aristocracia de nacimiento del Espíritu” (Geburtsaristokratie des Geistes). En su
Nachlass la revolución de Paris, la rebelión de los “demasiados” (die Viel-zu-
Vielen), de los “superfluos” (Überflüssigen), de los ilotas, zánganos y moscas
comunes, se transforma en obsesiva: “El servicio de esclavitud de la gran masa
(der Sklavendienst der großen Masse) es una necesidad (Nothwendigkeit)…
nosotros, los modernos, nos pavoneamos de poseer antes que los griegos de dos
conceptos que nos han sido dados como medios de consolación (Trostmittel) en
un mundo que se comporta de un modo completamente digno de esclavos, y que
además evita angustiosamente la palabra ‘Esclavo’: nosotros hablamos de la
‘Dignidad del Hombre’ y de la ‘Dignidad del Trabajo’ (‘Würde des Menschen’
und von der ‘Würde der Arbeit’). Todos se atormentan por seguir perpetuando
miserablemente una vida miserable… ¿Qué otra cosa podemos encontrar en la
necesidad de trabajar de todos esos millones de hombres sino la pulsión (Trieb)
a seguir vegetando a cualquier precio?... Tal fantasma (Phantome), como la
‘Dignidad del Hombre’, la ‘Dignidad del Trabajo’, son los productos mezquinos
(dürftigen Erzeugnisse) de una esclavitud que se oculta a sí misma. ¡Época
funesta, en la que el esclavo ha sido estimulado para reflexionar sobre sí y más
allá de sí! ¡Funestos corruptores, que han aniquilado el estado de inocencia del
esclavo (Unschuldsstand des Sklaven) mediante el fruto del árbol del
conocimiento! Para que esos seductores sobrevivan deben ahora entretenerse
con tales mentiras evidentes (durchsichtigen Lügen), tal y como son
reconocibles para quien mira con más profundidad en los supuestos ‘derechos
iguales para todos’ (‘Gleichberechtigung Aller’), en los ‘Derechos Fundamentales
del Hombre’ (‘Grundrechten des Menschen’), del género humano, en la
dignidad del trabajo…Para que exista el suelo que permita un mayor desarrollo
del arte, es preciso que la gran mayoría (Mehrzahl) esté sometida al servicio de
una minoría (Minderzahl), como esclavos a la necesidad vital, y sobre los límites
de la necesidad individual. A expensas de esta mayoría y gracia a su plustrabajo
(Mehrarbeit) aquella clase privilegiada (bevorzugte Klasse) debe ser sustraída
de la lucha por la existencia…”. Y si hay dudas Nietzsche las despeja sin
eufemismos: “Große Genies sind den Alltagsfliegen unfaßbar und recht
eigentlich unberechenbar” (Los grandes genios son inalcanzables y
verdaderamente imprevisibles para las moscas comunes; Nachlass, 2, 20). Sí: es
Nietzsche el que habla a través de conceptos políticos precisos como masas,
esclavitud, clase, necesidades, lucha, trabajo, estado, ¡plustrabajo! Su modelo no
es la forma republicana del estado, ni siquiera la idealizada Atenas, sino Esparta
y el ethos aristócrata-militar dórico de la constitución de Licurgo, sistema brutal
que elogia en el Nachlass. Lo que asegura una eticidad en el sentido de Hegel en
los ciudadanos es la coerción brutal, la separación “química” (chemische
Scheidung) de clases y estamentos, la competencia ciega de instintos y la
segregación orgánica entre una minoría y el resto de los habitantes, único
cemento de la sociedad que permite florecer el genio y la cultura trágica. En su
Nachlass Nietzsche cita veladamente un autor clave en el desarrollo de una
corriente ideológico-histórica muy particular en Prusia, se trata del filólogo-
arqueólogo Karl Otfried Müller, cuyo libro Die Dorier (Los Dorios, 1824) no sólo
inspiró su idea de Apolo sino además la conexión mítica entre dorios y
prusianos, muy de moda en esos años, y entre ambos y la raza aria. La
historiografía prusiana y alemana después, puso especial énfasis en las
peculiares características raciales, totalmente ficticias, de los dorios, un
supuesto carácter “indo-germánico”. Se buscaba en la antigua Esparta el modelo
y el ejemplo para el Segundo Reich de Bismarck. Se sostenía que las diferencias
entre la forma estado en Esparta y la democracia en Atenas estaba condicionada
por motivos de raza: los espartanos eran dorios (arios que invadieron Hellas y se
impusieron naturalmente sobre los autóctonos, guerreros y conquistadores) y
los atenienses jonios, decadentes basados en el comercio y la dialéctica. Esta
corriente ideológica llegó intacta al nacionalsocialismo y generó una ideología
estatal para legitimar al SS-Staat. Los nazis llegaron a crear una revista
especializada dedicada al elogio de la forma-estado de Esparta y a la
pseudolegitimación del dominio de los señores sobre los seres inferiores.
Müller, iniciador por otro lado de los estudios modernos sobre los mitos griegos,
produjo ese pseudolibro de historia antigua de más de mil páginas, de
perniciosa influencia, donde justificaba la institución de la esclavitud y la
superioridad de Esparta aria sobre la democrática y corrupta Atenas. La
pavorosa servidumbre de los ilotas y el trabajo forzado eran elogiados como
condición necesaria y suficiente para una cultura virtuosa e inigualable. Müller
afirmaba que “a la democracia le gusta las grandes masas y odia a todas las
divisiones sociales”. No es casualidad que el libro fuera leído y estudiado con
atención además por Richard Wagner, según cuenta su esposa Cósima (musa de
Nietzsche) en su diario personal. Desde la perspectiva filosófica no hay dudas
que Nietzsche utilizaba positivamente además la filosofía política aristocrática
de La República de Platón.

¿Marx-Nietzsche o Nietzsche-Marx?: quizá lo más sorprendente en


estos textos es la aparición del concepto de “plusvalía”, en realidad plustrabajo
(Mehrarbeit). ¿Marx de contrabando en Nietzsche? A pesar de la filología
negativa del Nietzschéisme debemos preguntarnos: ¿de dónde pudo extraer
Nietzsche estos instrumentos de crítica económico-política? Una parte
importante de su arsenal reaccionario sin duda provino de su propia formación
y de los cursos, “especialmente importantes”, que tomó a partir de 1864 con el
profesor de historia social (y de las revoluciones burguesas) Heinrich Karl
Ludolf von Sybel. Sybel escribió Geschichte der Revolutionszeit 1789-1800,
consultando archivos y documentos en el mismo París. Su postura frente a la
gran Revolución Francesa era similar a la del reaccionario Burke; políticamente
era un prusiano convencido: Bismarck mismo lo nombró director de los
archivos del estado en 1875. Otro importante aporte en armas de la crítica fue,
por supuesto, el historiador conservador Jacob Burckhardt, amigo y confidente,
al cual todos los nietzscheanos minimizan su papel en la ruptura política con
Wagner. Pero la Kritik a la forma de la explotación burguesa del trabajo
proviene de otras fuentes menos exploradas y mal conocidas. Primero de un
amigo y profesor de economía política en la universidad, Gustav von Schönberg.
En sus cartas Nietzsche le decía a su familia que en toda Basilea sólo dos
hombres merecían su amistad: uno el historiador conservador Burckhardt; el
otro justamente von Schönberg. A inicios de 1869 era uno de los muchos
jóvenes académicos alemanes que entonces pasaban por Basilea para volver de
nuevo a Alemania. Nacido en 1839 venía de Prusia-Silesia, pertenecía a la
corriente de la Nationalökonomie reformista llamada Katheder Sozialismus, el
socialismo de cátedra, fuente no sólo del Volkstaat de Bismarck sino del futuro
revisionismo socialdemócrata. Corriente fundada por Schmoller (maestro de
Max Weber) y pedían la intervención del estado en la “cuestión social”, políticas
anti liberales y antimarxistas, fuerte cesarismo político y leyes contra los excesos
del capitalismo manchesteriano. Consideraba que la finalidad suprema de la
investigación científica tenía que ser la orientación de las reformas sociales.
Schönberg escribió Arbeitsämter. Eine Aufgabe des Deutschen Reichs (1871)
donde aboga por la creación de jurados arbitrales para resolver los conflictos
entre patronos y obreros, un anticipo del futuro corporativismo del Volkstaat
guillermino. Sus trabajos de historia política-social incluyen Zur
wirthschattlichen Bedeutung des deutschen Zunttwesens im Mittelalter (1868)
y Die Finanzverhiiltnisse der Stadt Basel im XIV und XV, Jahrhundert (1879),
un estudio sobre Basilea. Cuando ya los tratados de economía estaban en
decadencia en Alemania, Schönberg remozó la tradición y reunió todos los
conocimientos acumulados sobre los diversos problemas de la ciencia en su
Handbuch der politischen ökonomie (1882). Vivió en la misma casa que
Nietzsche y éste asistió a su clase inaugural y a varios cursos durante 1869/70.
Los más importante es que a través de los libros y cursos Nietzsche conoció,
indirectamente, a Marx y su teoría de la plusvalía y la lucha de clases, ya que
Schönberg en su libro de 1868, Zur wirtschaftlichen Bedeutung des
Zunftwesens im Mittelalter, que usó en Basilea, ya le dedicaba todo un capítulo
a Karl Marx, citando Zur Kritik der politischen Oekönomie (Crítica de la
Economía Política) en la edición de 1859. Schönberg fue además miembro
fundador de la Verein für Socialpolitik, una organización think-thank que
buscaba una tercera vía entre el comunismo y el liberalismo manchesteriano.
No es casualidad que en el invierno de 1869 escriba como tareas críticas atacar
“el optimismo (Optimismus) de las teorías del estado y de la economía… y la
vida para el estado y la vida de lo nacional.” (Nachlass, 3, 8) y que proyecte
crear unos cuadernos de notas “sobre la política y la historia”. Las influencias
también se pueden rastrear en sus lecturas, ya sea en su biblioteca personal o en
los libros a préstamo en bibliotecas. Por supuesto: Nietzsche jamás menciona a
Karl Marx o a Friedrich Engels (en cambio sí a Bakunin) en sus obras y se
asume generalmente que no conocía nada ni que había leído ninguno de sus
libros. Con esto la hermenéutica de la inocencia del Nietzschéisme confirma
satisfecha que a Nietzsche no le interesaba la política. Pero no es correcto. En
1864-5, considerado el primer interés de Nietzsche por la filosofía tout court,
estudia con pasión hacia 1864 el manual del filósofo neohegeliano Karl Fortlage,
Genetische Geschichte der Philosophie seit Kant (Historia genética de la
filosofía desde Kant, 1852), donde hay un capítulo llamado sugestivamente “La
relación entre la Filosofía y el Socialismo”. En él se comenta con extensión el
protosocialismo en Alemania (Fichte introductor de Babeuf, Hegel y su relación
con el saintsimonnisme), los llamados socialistas románticos, en especial Saint
Simon, Fourier, Proudhon y se introduce al lector en la teoría del Comunismo y
el Anarquismo. Todo ello con amplios extractos literales de los autores
revolutionnaires, desde la crítica a la propiedad privada al fetiche del dinero.
Muchos especialistas consideran su estudio minucioso de la historia de la
filosofía y el socialismo de Fortlage como la de mayor influencia junto con
Emerson y Schopenhauer. Nietzsche además ha leído el libro del
socialdemócrata Friedrich Albert Lange Die Arbeiterfrage in ihrer Bedeutung
für Gegenwart und Zukunft (La cuestión obrera y su significado para el
presente y el futuro, 1865), que poco tenía de filología, filosofía o metafísica del
arte. El libro tuvo seis ediciones y era muy popular entre los demócratas,
sindicalistas y reformadores sociales. Sabemos que Nietzsche lo compró y lo
leyó hacia el año 1875. No por casualidad en su IV parte, “El materialismo moral
y la religión”, el capítulo primero se llama “La economía política y la dogmática
del egoísmo”, e incluye tratamiento bastante exhaustivo de los siguientes temas:
“Nacimiento de la hipótesis de una sociedad puramente egoísta; Derecho y
límites de la abstracción; La abstracción confundida con la realidad; La
formación del capital y la ley del aumento de las necesidades; La pretendida
utilidad del egoísmo; Origen del egoísmo y de la simpatía; Error de Buckle al
negar el progreso moral; El egoísmo como principio de moral y la armonía de
los intereses; Examen de la teoría de la armonía de los intereses; Causas de la
desigualdad y nacimiento del proletariado.” (sic) Todo un catálogo del estado
del debate filosófico y político de la izquierda europea en su teoría y práctica.
Esta obra muy pronto se tradujo al francés (1877-1879), al inglés (1877-1881),
un poco más tarde al ruso (1899) y en 1903 al español, por Vicente Colorado.
Entre otras influencias, fue decisiva en la formación y madurez del marxismo
ruso a través de su padre espiritual, el futuro menchevique Georgï Plekhanov.
Lange era un filósofo neokantiano, publizist y militante socialista, profesor en la
universidad de Zürich y en Marburg, profesaba un socialismo ético cuya matriz
era un híbrido entre Kant y Schiller. Paralelamente comenzó a actuar como
activista político, implicado en las nuevas cooperativas de consumidores y en los
proyectos unificadores de Alemania, del Deutsche Nationalverein. Este
activismo político le obligó a tener que dejar la enseñanza en 1862. Pasó a ser co
editor del liberal Rhein und Ruhrzeitung, periódico crítico con Bismarck y el
pangermanismo. Participó en el segundo Congreso de la Asociación de los
Trabajadores Alemanes (Verband deutscher Arbeiterbildungsvereinen o
VDAV), en Leipzig (¡allí donde por primera vez Nietzsche reflexionó sobre la
cuestión obrera!), en octubre de 1864, como representante de la cooperativa de
consumidores de Duisburg, en pleno conflicto con los sucesores de Ferdinand
Lassalle. Entre los líderes de esta asociación se encontraban Bebel y Liebknecht,
dos futuros dirigentes de la socialdemocracia y marxistes, agrupados bajo el
liderazgo de Ludwig Sonnemann. Bebel y Liebknecht fundarán en 1866 el
Partido del Pueblo, el Volkspartei, que pretendía organizar un movimiento
nacional pluriclasista (en alianza con el ala izquierda liberal) que tuviera un
sesgo obrero y anti prusiano. Este núcleo marxista precoz tenía su centro en
Leipzig, con su órgano de prensa y locales públicos, en el mismo momento en
que Nietzsche vive y participa en política. La VDAV participó en las elecciones
generales de 1867 en el marco de la Liga del Norte de Alemania, los mismos
comicios en los cuales Nietzsche, en el bando extremo opuesto ideológicamente,
militó a favor de la candidatura del conservador pro prusiano Stephani. El
objetivo de esta asociación era “la organización general del trabajo y el estado
socialista, en el cual radica la salvación de toda la Humanidad”. En el manifiesto
electoral decía que la VDAV “se esfuerza por implantar… una nueva forma de
distribución justa de los bienes producidos por la producción social común” y la
plataforma electoral se estructuraba en torno a dos reivindicaciones clásicas en
el tema de la soziale Frage: sufragio universal, en lo político; cooperativas de
producción, en lo económico. Por supuesto: la VDAV fue el objeto principal de
represión de Bismarck durante esos años, sus diputados votaron contra los
presupuestos extraordinarios para la guerra contra Francia (1870/71) e incluso
organizó un movimiento a favor de la Commune de París. Pero volvamos a
Lange. Fruto de esas disputas políticas en la nueva izquierda (entre lasalleanos y
marxistas) la solución a la cuestión social fue su escrito Arbeiterfrage. Se
carteaba con Engels y Marx, este último le hizo críticas a su libro sobre la
cuestión obrera en especial a su Sozialdarwinismus und Malthusianismus.
Marx decía que Lange veía la lucha de clases como un aspecto de la “lucha por la
existencia” proyectando a Darwin sin más sobre la dialéctica de la historia: “El
señor Lange –escribía Marx el 27 de junio de 1870 a Kugelmann–
(Arbeiterfrage, &c. 2ª ed.) me prodiga grandes elogios... con objeto de dárselas
él mismo de gran hombre. Es que el señor Lange ha hecho un gran
descubrimiento. Toda la historia puede ser condensada en una sola gran ley
natural. Dicha ley natural se resume en la frase: Struggle for life, lucha por la
existencia (así aplicada, la expresión de Darwin se convierte en una frase vacía),
y el contenido de dicha frase es la ley malthusiana de la población, o más bien,
de la superpoblación. Por consiguiente, en lugar de analizar ese Struggle for life,
como se ha manifestado históricamente en las diversas formaciones sociales, no
queda, pues, más que convertir toda lucha concreta en la frase Struggle for life,
y esta frase en la fantasía malthusiana sobre la población. Convengamos en que
este método es muy convincente... para la ignorancia enfática, pseudocientífica,
presuntuosa, y para la pereza mental.” Sorprendentemente una crítica que
podría hacerse extensiva ¡al mismo Nietzsche! Lange es una de las influencias
filosóficas esotéricas más importantes y decisivas en Nietzsche (aunque éste
jamás lo mencionara en sus textos por su carga política izquierdista que le
repugnaba), junto con Emerson, Schopenhauer, Platón y Paul Rée. Reconocido
por biógrafos clásicos como Janz, por investigadores como Stack o en el más
reciente trabajo de vulgarización de Safranski, Lange es conocido
principalmente por haber compuesto el primer ensayo de la supuesta evolución
histórica de los sistemas filosóficos llamados materialistas, su famosa
Geschichte des Materialismus (1866, 1873, 1875, 1882, 1887), en español
traducida como “Historia del Materialismo” (editada en dos volúmenes en la
edición de 1875). Se transformó en el libro más leído (y re leído) y anotado entre
1866 y 1875 por Nietzsche; su influencia en esos años es de inmensa
importancia, a la misma altura de la de Schopenhauer. Lange le inspirará en la
crítica a Platón, en conocer a Darwin y sus epígonos, en su crítica a Strauss (su
próximo libro), en la variante epistemológica psicológica, en la crítica tanto a la
“cosa-en-sí” de Kant como al cristianismo, incluso en sus ober dicta filosóficos.
El propio Nietzsche lo reconoce sin tapujos al decir “la obra filosófica más
importante del último decenio es, sin duda, la de Lange… sobre la que podría
escribir un discurso laudatorio de un montón de páginas. Kant, Schopenhauer y
este libro de Lange. No necesito más” (Carta a Mushacke, 1866). Nietzsche se
compró la obra inmediatamente después de su publicación en su librero
personal en Leipzig y su primera referencia aparece en una carta de 1866 a su
amigo el aristócrata von Gersdorff. No sólo recomendó el libro a sus amigos: en
1868 compró y envió una copia a su amigo Rohde; en 1875 hizo lo mismo
enviándole el ejemplar a su otro amigo Romundt. Tan impresionado que
considerará escribir su disertación en temas filosóficos neokantianos inspirados
por el enfoque de Lange (“sobre todo las del tipo fisiológico de Kant”): “Cuando
a final de este año recibas… mi tesis doctoral, te encontrarás con no pocos pasos
en los que este punto de los límites del conocimiento viene a quedar clarificado.
Mi tema es ‘El concepto de lo orgánico desde Kant’, medio filosófico, medio
científico-natural. Mis trabajos preparatorios están ya prácticamente acabados”
(Carta a Deussen, 1868). Nietzsche comprará las nuevas ediciones ampliadas, la
de 1882 y la de 1887, volviendo a re leerlo y estudiarlo. Será hasta el momento
de su locura una fuente de consulta e inspiración constante. Ahora se puede
entender la aparición de palabras-clave como Mehrarbeit o Classenkampf. Pero
podemos dar un paso más, ya que Nietzsche tenía el hábito de “conocer-
asimilar” filósofos y pensadores revolucionarios indirectamente a través de
amanuenses y comentadores. Conocía al teórico y político Ferdinand Lasalle
“indirectamente” a través de la obra leída y estudiada de Joseph Edmund Jörg,
Geschichte des social-politisches Parteien in Deutschland (Historia de los
partidos socio-políticos en Alemania, Freiburg im Breisgau, Herder‘sche
Verlagshandlung, 1867, cap. VII) como puede verse en un comentario a su
amigo Carl von Gersdorff en un carta de febrero de 1868 u otros “directamente”,
como el socialista antisemita “atípico” Eugen Dühring, del que hablaremos más
adelante. Hacia 1872 Marx aparece nombrado, comentado y citado en once
libros de la biblioteca privada de Nietzsche, por nueve autores leídos con
detenimiento, en seis de ellos (Lange, Dühring, Frantz, Schäffle, Bebel y Jacoby)
se cita con amplitud párrafos completos del propio Marx y en varios casos
Nietzsche ha subrayado el nombre de Karl Marx con doble línea. Podemos decir,
sin lugar a duda, que Nietzsche conocía más a Marx que Marx a Nietzsche. Cada
vez nos parece más extraña la idea que Nietzsche era un apolítico visceral, como
sostienen el Nietzschéisme, de Kaufmann a Sloterdijk, de Nehamas a
Nussbaum, de Deleuze a Derrida, de Colli a Vattimo o que le era ajena la
problemática social de su época como sostenía su biógrafo clásico Janz.

Forma Estado y Grilletes de Hierro: la utopía nietzscheana:


“Es condición cruel fundamental de toda formación, que la esclavitud
(Sklaventhum) pertenece a la esencia de una Cultura… la miseria de la masa que
vive fatigosamente (as Elend der mühsam lebenden Masse) debe aumentar aún
más, para que se haga posible a un número restringido de hombres olímpicos la
producción del mundo del arte. Aquí está la fuente de aquella rabia mal
disimulada, que han alimentado… los comunistas y socialistas, y también sus
más pálidos descendientes, la raza blanca de los liberales (den die
Kommunisten und Socialisten, und auch ihre blässeren Abkömmlinge, die
weiße Raçe der Liberalen). La época moderna con sus ‘fracturas’ (Bruche) se ha
de comprender como la época que rehúye todas las consecuencias… De la
molicie del hombre moderno han nacido las tremendas crisis sociales del
presente (ungeheuren socialen Nothstände der Gegenwart), contra las cuales
me atrevo a recomendar un remedio que se encuentra en la esencia de la
naturaleza: la Esclavitud (Sklaverei)”. Un verdadero “Manifiesto” político, una
profession de foi clara para los que quieran entender. El ataque a la igualdad
abstracta inserta en la Déclaration des Droits de l'Homme et du Citoyen es un
combate muy normal entre los reaccionarios de la época, de Burke a Maestre, de
Haller a Gentz. Nietzsche los acompaña con un salto de calidad, profundizando
sobre el concepto “hombre” en cuanto titular del derecho a la felicidad y que su
posesión es independiente de raza o nacionalidad. El antropocentrismo
humanista, que delimita un espacio natural sacro e inviolable, es la
precondición para el mantenimiento del discurso relativo a los derechos
humanos. Aquí no hay posibilidad de jerarquías naturales previas. Por eso
Nietzsche se ve obligado, ante el ejemplo de la Commune, a estimular la crítica
reaccionaria al antropocentrismo vía un razonamiento perverso: si la
teorización revolucionaria de los derechos del hombre instituye un signo
evidente y fuerte de igualdad dentro del género humano y un signo absoluto de
diferencia con el circundante mundo animal y natural, Nietzsche invierte la
ecuación. Es el anti Rousseau par excellence: radicaliza la diferencia entre
hombre y hombre (genio-esclavo) y reafirma la eterna continuidad entre
hombre y naturaleza (y la supremacía de ésta bajo la forma de Uno Primordial,
luego Voluntad de Poder). La esclavitud como institución es imposible de
pensar, es imposible de volver a reconstruir en el mundo sin atacar
(deconstruir) los supuestos antropocéntricos de la Ilustración (y más atrás de
Sócrates y el judeo-cristianismo). Nietzsche continúa sobre su concepto de
estado, analiza lo que él llama “Konfiguration der Gesellschaft” (configuración
de la sociedad) y se pregunta, ante el espectáculo de la muchedumbre en armas
de Paris “si el impulso a la sociabilidad (Trieb zur Geselligkeit) puede ser tan
fuerte entre los hombres individuales, entonces sólo los grilletes del Estado
(Klammer des Staates) pueden empalmar a las grandes masas (die größeren
Massen) unas con otras, de forma tal que tenga que realizarse aquella
estratificación química de la sociedad (chemische Scheidung der Gesellschaft),
con su nueva estructura piramidal (neuen pyramidalen Aufbau)”. La forma
estado para Nietzsche debe ser una “objetivación de los instintos”,
Objektivationen der bezeichneten Instinkte, y la única vía para reconstruir post-
modernamente la Aufbau formada por Señores y Siervos es utilizar, sin falsos
paliativos liberales, los crueles instrumentos del propio estado. ¿Cuales son?
Nietzsche utiliza la palabra “grilletes” para que cualquiera entienda literalmente
que el pacto civil entre gobernantes y gobernados no es ningún Contrat social
(Locke, Kant o Rousseau), ni siquiera el pactum unionis autoritario al estilo de
Hobbes: si esclavo (trabajador) es el “topo ciego de la Cultura” (blinde Maulwurf
der Kultur) el eterno retorno al orden natural y el fin del ciclo de décadence y
barbarie presupone la restauración de un estado militar y un instintivo derecho
de gentes (völkerrechtlichen Instinkte) basado en el natural bellum omnium
contra omnes, la fiera lucha por la existencia y su consonante orden jerárquico.
La frase que utiliza aquí, la conocida bellum omnium contra omnes hobbesiana,
la extrae no del Leviathan (1651) de Hobbes, sino de su maestro reaccionario
Schopenhauer, quién la utiliza en el primer libro de Die Welt als Wille und
Vorstellung. Pero por su hubiera dudas Nietzsche lo define con claridad
quirúrgica: “Entendemos por Estado, únicamente como ‘grilletes de hierro’, que
aprietan el proceso social (wie gesagt, unter Staat nur die eiserne Klammer, die
den Gesellschaftsprozeß erzwingt)”. La forma-estado debe ser metafóricamente
un arco de hierro semicircular que sirve para asegurar una cadena a la garganta
del esclavo, los superfluos, los inferiores. El estado debe “apretar” el entero
proceso de la sociedad para buscar, a toda costa y con inmoralidad, la
generación y el mantenimiento de seres superiores por naturaleza y especie: los
genios. Y con ello simplemente, para Nietzsche, se cumple el diktat de la
Naturaleza, ya que ella posee un curioso instinto de estado, un Staatsinstinkte.
El enemigo del neue Ordnung jerárquico aristocrático es “la difusión más
general de la concepción del mundo liberal-optimista (liberal-optimistischen
Weltanschauung), que tiene sus raíces en las teorías de la Ilustración francesa y
de la Revolución (französischen Aufklärung und Revolution), es decir: en una
filosofía superficial (flachen Philosophie), completamente anti germánica
(ungermanischen) y considerada romana”. Aparece aquí la concepción negativa
de Optimismus, ya utilizada como cuerpo de la crítica en El Nacimiento de la
Tragedia, que para Nietzsche significa el inicio de esta superstición progresista
y morbo revolucionario que culmina con la Commune de 1871. Mucho antes del
Iluminismo francés, de la cosmovisión romana o alejandrina, Nietzsche
encuentra la hybris de la razón liberal-iluminista-socialista en tierra griegas.
Sócrates es el “hombre teórico” y además el “hombre optimista”, “plebeyo”,
revolucionario”, incluso tardíamente lanza la hipótesis que podría ser judío. A la
grecidad clásica y trágica, como al germanismo auténtico, le es extraña el
Optimismus y la representación de felicidad, que alimentan la idea de la
igualdad, del progreso en la historia, de la Revolución. La idea de felicidad
terrenal juega un rol central en el Iluminismo, en la filosofía que prepara el
combate y el derrocamiento del Ancien Régime. Más adelante, Nietzsche
confiesa sus esperanzas a la luz de los sucesos del triunfo de Bismarck en la
guerra contra Francia y la Commune: “El único poder político productivo
(produktive politische Macht) en Alemania ha triunfado hoy del modo más
extraordinario y dominará la Esencia alemana (deutsche Wesen) hasta en sus
átomos. En ese poder sucumbirá lo que odiamos como el verdadero enemigo
(eigentlichen Gegner) de aquella profundidad filosófica y estética, un estado
enfermizo que la Esencia alemana ha padecido especialmente desde la gran
Revolución Francesa y que contagia siempre, con sus periódicos ataques de
gota, también a las mejores naturalezas alemanas, sin hablar de la gran masa
(großen Masse) en la que a esa morbosidad se la llama ‘Liberalismo’
(Liberalismus), con una profanación de una palabra creada con buenas
intenciones. Todo ese ‘Liberalismo’, edificado sobre la quimérica ‘Dignidad del
Hombre’, del concepto genérico de ‘Hombre’ (Würde des Menschen, des
Gattungsbegriffs Mensch), morirá desangrado junto a sus hermanos más
robustos, a causa de aquel Poder inflexible… y nosotros renunciaremos con
gusto a los pequeños atractivos y bondades que comporta, con tal de que esa
Doctrina (Doktrin) verdaderamente contraria a la Cultura, sea apartada de en
medio del camino del Genio (Genius). ¿Y para que debía servir aquel inflexible
Poder surgido incesantemente a través de los siglos a partir de la violencia, las
conquistas y los baños de sangre, si no para preparar el camino del Genio
(Genius)?”. Estos fragmentos reaccionarios e inactuales, que formaban parte
original de El Nacimiento de la Tragedia, bajo el título Der griechische Staat,
serán ofrecidos a Cosima Wagner como presente de Navidad en diciembre de
1872, encuadernados lujosamente en piel y dedicado, como tercer manuscrito
de la compilación Fünf Vorreden zu fünf ungeschriebenen Büchern (Cinco
prólogos a cinco libros nunca escritos). En total sincronía con su ideología
reaccionaria, la primera publicación al gran público del texto la hará Maximilian
Harden en su revista de política y economía Die Zukunft, Nº 3 (1895) 599-608,
un panfleto realpolitisch, pro-bismarckiano como es natural. Finalmente el
texto en formato libro lo editará, en una lujosa edición facsimilar, el IIIº Reich
en 1943 durante la IIº Guerra Mundial, haciendo homenaje a su filósofo oficial.

(Esta investigación forma parte de un libro próximo a aparecer, "Nietzsche contra la


Democracia")

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