La inquisición española llamaba “tortura del agua” al método de
obtener información por asfixia. El Gobierno norteamericano denomina “interrogatorio duro” a esta práctica violatoria de los derechos humanos.
La tortura del agua es una técnica medieval de interrogatorio, que
consiste en atar la víctima a una tabla mientras se derraman galones de agua sobre el rostro cubierto con una toalla para crear la sensación de ahogamiento. Es una forma de tortura como el “submarino” o inmersión temporal en un estanque de agua.
El Gobierno de George W. Bush defiende la tortura del agua como un
método válido para la lucha contra el terrorismo, considera que los “combatientes enemigos” pueden ser sometidos a este tipo de vejámenes sin que se viole la ley ni la Convención de Naciones Unidas Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984).
Este crimen de guerra, este acto de barbarie hace parte de la política
oficial de Estados Unidos contra el terrorismo. Ahogar es lícito cuando se trata de combatientes enemigos. Es una forma legal autorizada a la CIA y prohibida al Ejército (Enmienda Graham sobre la tortura, 2005).
El recién elegido Procurador General de Estados Unidos, el juez
Michael Mukasey, candidato del presidente Bush, se abstuvo, en audiencia pública ante el Senado, de calificar el ahogo simulado, waterboarding, como tortura, confirmando así la política oficial iniciada por su antecesor, el nefasto Alberto Gonzáles —el de los memorandos a favor de la práctica de la tortura, el que eliminó el hábeas corpus, el de las millones de llamadas grabadas y el que niega las convenciones de Ginebra—.
Por su parte, el senador demócrata Edward Kennedy declaró que
“esta técnica bárbara pone a Estados Unidos junto a la Inquisición española, el ejército japonés de la Segunda Guerra Mundial, los dueños de esclavos del siglo XIX y el Khmer Rouge de Camboya”.
De otro lado, el presidente Bush, que ha conquistado al electorado
exhibiéndose como un duro contra el terrorismo y sacrificando las libertades civiles, defendió a su candidato Mukasey a la Procuraduría General diciendo: “No voy a hablar sobre técnicas. Hay un enemigo allá fuera. Mi perspectiva es esta: el pueblo estadounidense necesita entender que el programa es importante y que las técnicas empleadas están dentro de la ley, y los integrantes de la Cámara y el Senado saben de lo que hablo, han sido plenamente informados”.
Por otro lado, el candidato republicano a la presidencia, Rudy
Giuliani, ex alcalde de Nueva York, y quien posa de “duro” frente al terrorismo, defiende la tortura del agua para casos excepcionales, dice que sin ella la Gran Manzana estaría llena de criminales.
Por el contrario, los candidatos demócratas se oponen a la tortura en
todas sus formas. Barak Obama la considera ineficaz porque los torturados mentirán con tal de parar el dolor; se opone, también, porque la tortura que practica Estados Unidos legitimará a sus adversarios para ejercerla contra sus soldados.
En Iraq, Afganistán, Guantánamo y las cárceles secretas
norteamericanas en Europa se tortura por parte de contratistas de la guerra, es la tortura por outsourcing, que exime a los funcionarios de responsabilidad disciplinaria y penal. El Gobierno de Bush expide una certificación anual en derechos humanos al Gobierno colombiano, cuestionado por su propia justicia y por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por sus relaciones con las organizaciones paramilitares, que asesinan, descuartizan y masacran a sus adversarios políticos y militares.
Estados Unidos, que se precia de Estado de derecho liberal, tiene un
Gobierno que acolita la tortura, por lo menos, en una de sus formas: la tortura del agua; es un Estado que carece de fibra moral para certificar en derechos humanos al Estado colombiano.
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, viene
a Medellín, Colombia, a mostrar a los congresistas demócratas los beneficios del Plan Colombia, los alcances de su tarea “civilizadora”, el producto de los acuerdos con el paramilitarismo de la seguridad democrática.
El Gobierno de Estados Unidos, con la tortura del agua y con las
“capturas secretas” (especie de secuestros de Estado), invoca un remedio peor que la enfermedad. La tortura como remedio del terror no es otra cosa que más terror.