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LAS FUERZAS ARMADAS Y

LOS BATALLONES DE LA PACIFICACION


Boletín Interno Nº 15 Año 2009

C
uando Fujimori llegó al gobierno, se
había cumplido una década desde que
Sendero Luminoso “Inició la Lucha Arma-
da”. El escenario nacional era apocalíptico: más
de 17 mil muertos, 400 mil desplazados y miles
de viudas y huérfanos; pérdidas económicas
que superaban los 20 mil millones de dólares, la
tercera parte del territorio nacional en Estado de
Emergencia; cosechas y rebaños saqueados;
puentes y torres de energía eléctrica dinamita-
dos, fábricas incendiadas y maquinarias vola-
das. Estos eran los resultados de la estrategia
aplicada por Belaunde y García.

En 1990, el presidente Fujimori estableció como su objetivo político priorita-


rio: “La Pacificación Nacional”.

Para alcanzar este objetivo político, diseñó una estrategia integral que buscó
desde un primer momento: 1. involucrar decididamente a todos sectores del Esta-
do; 2. estimular la participación organizada y voluntaria de la población en la solu-
ción del problema; 3. reorganizar y optimizar la labor del sistema nacional de inteli-
gencia y 4. proporcionar el marco legal adecuado para alcanzar la victoria.

Para cumplir su misión dentro de la nueva estrategia, las FFAA, reajustaron


sus organizaciones a las exigencias operativas de los nuevos tiempos y ciñeron su
accionar al marco constitucional, las leyes y el pleno respeto de los Derechos
Humanos con el objetivo de dar mayor prioridad a la obtención y mantenimiento del
apoyo de la población y su participación en las tareas de desarrollo y autodefensa.

Dentro del Comando Conjunto de las FFAA (CCFFAA) se organizó el


“Comando Operativo del Frente Interno” (COFI), como órgano encargado del pla-
neamiento, coordinación, preparación y conducción de las operaciones militares a
ejecutarse en las Zonas de Seguridad Nacional y particularmente en los Frentes
Contrasubversivos.

Las operaciones militares a conducirse estarían destinadas a: 1. proteger a


la población; 2. destruir la organización politico-administrativa de los grupos subver-
sivos; 3. destruir a sus elementos armados y 4. operar con pleno respeto de los De-
rechos Humanos. Pero el trabajo fundamental era recuperar la confianza y la ad-
hesión de la población hacia sus FFAA y a través de ellas hacia el Estado.
Como parte de este trabajo, desde 1990 se impulsó la participación del Ejérci-
to dentro del Plan Vial Nacional y a partir de 1992 se le entregó maquinarias y
equipos para construcción y mantenimiento de carreteras. Para 1998 el Ejército
contaba ya con seis batallones desplegados en cada una de las regiones militares
(6) y que eran empleados intensamente en apoyo al Plan Vial Nacional, en obras
del Programa de Caminos Rurales y en convenios con los municipios provinciales y
distritales, contribuyendo a cambiar el paisaje de muchísimas de las comunidades y
asentamientos humanos más pobres del país.

Simultáneamente, se impulsó en frecuencia y alcance la realización de las


actividades conocidas como “Acciones Cívicas” logrando llegar hasta rincones don-
de pocas veces llegó el Estado. Estas acciones - coordinadas muchas veces con
autoridades y organismos privados – permitieron brindar a las comunidades - en un
ambiente de fiesta - el apoyo con médicos y odontólogos, herramientas, semillas y
plantones, útiles escolares y alimentos, mantenimiento de sus caminos, la regulari-
zación de sus documentos militares, servicio de corte de cabello, etc.

Estas Acciones Cívicas fueron también realizadas como complemento de las


operaciones de “rastrillaje” que consistían en sorpresivos empadronamiento a los
pobladores de determinados asentamientos humanos o distritos que revelaban pre-
sencia subversiva y se realizaban “casa por casa” para detectar la presencia de
“inquilinos” sospechosos en la zona.

Asimismo, se establecieron bases militares en las universidades más pene-


tradas por el senderismo y que controlaban la vida universitaria, alimentaban a sus
huestes en los comedores estudiantiles, entregaban los dormitorios de la residencia
estudiantil a sus camaradas, interrumpían clases y aterraban a estudiantes y profe-
sores. Con el Ejército llegó la paz a las universidades, se pintaron las paredes y or-
denaron las aulas. El gobierno donó ómnibus (ex ENATRU) reparados en el Servi-
cio de Material de Guerra del Ejército, cientos de computadoras y otros equipos.
Las autoridades y profesores pudieron reiniciar su trabajo y los estudiantes sus es-
tudios y concluir sus carreras. Por las bases militares Sendero Luminoso tuvo que
abandonar el “campus universitario” y buscar nuevos escondites.

Gracias a esta operaciones, Sendero Luminoso y el MRTA fueron perdiendo


más y más espacios y quedaron al descubierto para su aprehensión o eliminación
en combate por parte de las FFAA y PNP.

Lamentablemente, desde fines del 2000, por decisión de los nuevos gober-
nantes, los Batallones de Asuntos Civiles fueron desactivados y su maquinaria se
perdió tras algún decreto o directiva. Asimismo, las Acciones Cívicas han pasado
casi al olvido por la incapacidad de las unidades militares de desplazar sus vehícu-
los (no hay combustible), falta de personal (producto de los retiros masivos), falta
de apoyo de las autoridades del gobierno (como parte de una estrategia para que
el Ejército no recupere su imagen).

Aunque la participación del Ejército en el desarrollo nacional continúa, los


niveles alcanzados en la década Fujimori no han vuelto a repetirse.
WALTER JIBAJA ALCALDE

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