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Historia
Sin embargo, el sistema político mexicano no estaba dispuesto a perder. Cuatro días antes
de las elecciones, fueron asesinados en la ciudad de México, Xavier Ovando y Román Gil,
responsables del cómputo electoral del Frente Democrático Nacional. El 6 de julio, día de la
elección, desde temprana hora se empezaron a tener noticias de múltiples irregularidades
cometidas por el aparato priísta. Como juez y parte en las elecciones, el gobierno –a través
de su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett- hizo lo necesario para revertir los
resultados que favorecían a Cuauhtémoc Cárdenas. Un par de horas después de iniciar el
conteo de votos, ante la mirada atónita del país, Bartlett anunció a los medios que el sistema
se había caído, por lo que suspendía la información de los resultados hasta las diez de la
noche. Las horas de espera representaron votos en favor del PRI. El tiempo transcurrió y el
lunes 7 de julio, el fraude estaba consumado. El gobierno colocó a Cárdenas en el segundo
lugar de las preferencias electorales con el 31% de los votos. El país había sido testigo del
fraude más escandaloso de su historia.
A pesar de todos los inconvenientes y obstáculos que surgieron en el camino, el PRD llegó a
las elecciones presidenciales de 1994, consolidado como un partido de izquierda sólido y
fortalecido frente a los agravios del salinismo, aunque con pérdidas irreparables para el
partido, para la democracia y para México. El inicio del sexenio de Ernesto Zedillo fue un
momento de reflexión para el PRD. La derrota electoral en la contienda presidencial de 1994
y la crisis económica con que inició el nuevo gobierno -golpe mortal a la ya de por sí precaria
calidad de vida de los mexicanos- llevó a la dirigencia del PRD a replantear su papel frente a
la situación del país. Era necesario reestructurarse hacia el interior y presentarse como la
alternativa que la república necesitaba.
Oaxtepec, Morelos, fue la sede del III Congreso Nacional del PRD, realizado en agosto de
1995. Tras largas discusiones, el partido decidió impulsar –como tema prioritario– la
realización de una reforma gradual del Estado que comenzara con una reforma política. Uno
de los logros que el PRD obtuvo en esta materia fue el de las modificaciones
constitucionales que permitieron a los ciudadanos del Distrito Federal votar para elegir a su
Jefe de Gobierno. El resultado de esta lucha de años se consiguió gracias al trabajo conjunto
con la sociedad.
1997 fue un año importante en la historia de la democracia mexicana. Sin duda, un factor
que permitió el crecimiento electoral del PRD fue el trabajo realizado por su Comité Ejecutivo
Nacional, presidido por Andrés Manuel López Obrador y cuyo Secretario General fue Jesús
Ortega Martínez, quienes obtuvieron el triunfo el 14 de julio de 1996 en una elección
ejemplar, abierta a toda la militancia perredista. El PRD desarrolló una campaña estratégica
basada en tres ejes: la propaganda en radio y televisión, la campaña de cada uno de sus
candidatos y el exitoso programa “Las Brigadas del Sol”, por medio del cual miles de
simpatizantes perredistas dieron a conocer, casa por casa, las propuestas de nuestro
partido. El esfuerzo colectivo dio como resultado el máximo de votación histórica del PRD, y
lo colocó como la segunda fuerza en la Cámara de Diputados al ocupar 125 escaños. La
nueva correlación de fuerzas permitió al partido mantener una férrea oposición contra las
políticas antipopulares del gobierno federal. Una de las batallas fundamentales fue contra el
FOBAPROA. Los diputados perredistas lucharon por impedir que los mexicanos se vieran
obligados a pagar 100 mil millones de dólares para el rescate bancario. Al igual que en 1987,
cuando la Corriente Democrática rompió la estructura del partido oficial, en 1997, el PRD
fracturó al sistema político mexicano. A pesar de toda una campaña orquestada por el
gobierno para evitar que el PRD ganara las elecciones del Distrito Federal, el 6 de julio de
1997 el candidato Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se convirtió en el primer Jefe de
Gobierno electo democráticamente tras imponerse en los comicios a Carlos Castillo Peraza
(PAN) y Alfredo del Mazo (PRI). Las preferencias fueron contundentes, Cárdenas obtuvo el
48% de la votación y el PRD ganó la mayoría en la Asamblea de Representantes. El tiempo
demostró que el PRD en el gobierno nada tenía que ver con la violencia o la inestabilidad
política tan publicitada por el sistema. Al contrario, las administraciones perredistas han sido
ejemplo de honestidad y trabajo.
A partir de 1997 los triunfos electorales se sucedieron uno tras otro. En 1998, Ricardo
Monreal alcanzó la gubernatura en Zacatecas y Alfonso Sánchez Anaya hizo lo propio en
Tlaxcala. Un año después Leonel Cota Montaño, en Baja California Sur, arrebató una
gubernatura más al partido oficial. Con el triunfo de nuestro partido en cuatro entidades de la
República, Andrés Manuel López Obrador dejó la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional,
para que tras un breve interinato del compañero Pablo Gómez, asumiera la dirigencia Amalia
García Medina.
El PRD comienza a escribir una nueva historia en un México que cambia vertiginosamente
día con día. Nuestra misión ahora es consolidarnos como un partido de izquierda, moderno,
con una clara visión de estado y un proyecto de nación a largo plazo, en donde las
demandas sociales sean una prioridad. Debemos, sobre todo, conformar una gran alianza de
izquierda que coloque en el centro de la discusión los grandes temas de la agenda nacional.
Nuestro partido debe ser un espacio abierto, plural y tolerante en el cual la libertad, la
justicia, la equidad, el respeto a la diversidad y, en general, a una vida más digna, se erijan
como pilares del partido, pero sobre todo de la nación. Nuestra meta es convertirnos en la
alternativa por la que optarán la mayoría de los mexicanos que quieren un país de libertades,
de igualdad, de paz y de progreso.