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CONCEPTUALIZACIONES SOBRE LA FORMACIÓN

A DISTANCIA Y SUS PRINCIPALES DESAFÍOS


Nery Alveal
Giselle Bahamondes
Pilar Bello
Universidad del Bío-Bío
Chillán

Introducción

El concepto de la formación a distancia (FAD) ha sido


analizado por muchos autores de nuestro siglo. Desde que
surgió a finales del siglo XIX en Europa mediante la modalidad
de envío de textos por correo postal hasta nuestros días, la
definición y delimitación del término ha presentado
problemas, principalmente porque el término da cabida a
numerosos aspectos que tienen relación con la educación
tradicional tal y como la conocemos en las aulas (en la que
presupone la presencia de un profesor y un grupo de
estudiantes en un mismo tiempo y espacio) y, a su vez,
porque el propio término “distancia” puede ser analizado
desde múltiples perspectivas, tal como lo puntualiza Cristian
Cerda en su artículo “Educación a Distancia: Principios y
Tendencias” publicado en la revista Perspectiva Educacional,
del Instituto de Educación UCV el año 2002. Sin duda, el
concepto de educación a distancia ha debido variar de
acuerdo con las nuevas contingencias que el avance en la
tecnología ha planteado a los teóricos y, desde luego, a todos
quienes participan de esta nueva modalidad educativa. En el
presente informe, presentaremos una mirada retrospectiva en
torno a las variadas definiciones que ha adquirido el término a
lo largo del tiempo, y proponemos una nueva, que retoma y
actualiza las ya propuestas.

Discusión
Los primeros intentos por definir la Formación a Distancia
nacieron durante el siglo XX, pese a que la modalidad de
educación a distancia era ya conocida en el siglo XIX,
mediante el envío de textos destinados a la educación.
Probablemente, el auge de la tecnología que vivenciamos
durante este periodo, obligó a los teóricos a reformular el
concepto, dado el creciente uso de las tecnologías de
información y comunicación en estos fines. El tema de la no
presencialidad llevó a la formulación de múltiples preguntas
relacionadas con el tiempo y el espacio en el cual se
desarrollaba el proceso educativo, cuestionado los límites
precisos del término; preguntas tales como ¿es educación a
distancia aquella que contempla los encuentros ocasionales
entre profesores y alumnos? o ¿qué entenderemos por
distancia? fueron frecuentes en estas discusiones. Realizando
una síntesis de los aportes dados por algunos de los autores,
observamos que se pueden extraer las siguientes
conclusiones:

1. La enseñanza no se realiza en un lugar, ni depende de


contingencias geográficas (Ley de Francia [1971] y O.
Peters [1973])
2. La enseñanza no comporta la presencia física de los
profesores y estudiantes (Ley de Francia [1971],
Holmberg [1977] y Keegan [1983])
3. Existe la posibilidad de encuentros ocasionales (Ley de
Francia [1971], Moore [1973] y Keegan [1983])
4. Se beneficia de la planificación de una organización
(Holmberg [1977] y Keegan [1983])
5. Utiliza medios técnicos para la enseñanza (O. Peters
[1973], Moore [1973] y Keegan [1983])
6. Es una forma industrializada de educación (O. Peters
[1973] y Keegan [1983])

Aportes individuales son los de Holmberg, quien añade que


puede incluir diversas formas de estudio en todos los niveles y
enfatiza que el aprendizaje es individual, es decir, que es
independiente y promueve el autoaprendizaje: el diálogo está
centrado entre el estudiante y el texto; O. Peters, quien la
califica como un método de desarrollo de conocimientos,
habilidades y actitudes que tiene el propósito de producir
material educativo de gran calidad, añadiendo como puntos
importantes el hecho de estar diseñado para la instrucción de
un gran número de estudiantes y, más importante aún, en un
mismo momento; Moore puntualiza que no sólo hay distancia
física entre profesor y alumno, sino que el acto de la
enseñanza está separado del acto de aprendizaje; por último,
Keegan aporta a la definición de educación a distancia su
carácter bidireccional e institucional. Frente al fenómeno de la
teleconferencia relativamente conocido en los años 80,
Thompson proponía que la formación a distancia es “toda
forma de educación que no requiere que el alumno asista
regularmente al establecimiento que difunde el saber"
(Thompson, 1986).

Quizás los problemas relativos a la separación física entre


maestros y estudiantes y la instantaneidad de la enseñanza
son los que más controversia han causado, pues no es posible
aplicar una norma al respecto y considerar aquellos planes de
formación que contemplan los encuentros ocasionales fuera
del concepto. La posibilidad de encuentro ente maestros y
alumnos, sea o no en el lugar donde tradicionalmente se
imparte la enseñanza, obliga a pensar que no se trata
necesariamente de una distancia física lo que define este tipo
de formación, sino que implica también la separación de otras
formas de soporte institucional.

En la actualidad, la tecnología ha permitido a profesores y


alumnos encontrarse en ambientes virtuales mediante
videoconferencias, lo cual plantea la interrogante de si ese
ambiente virtual no es acaso un espacio común en el cual se
desarrolla el proceso educativo. Margaret Haughey se
pregunta “cuando es posible ver y escuchar lo que sucede en
cualquier parte del mundo casi en el mismo momento en que
se produce, ¿no se supera acaso la noción de distancia?”,
separando así los conceptos de tiempo y distancia,
frecuentemente asociados entre sí. En el caso de la Formación
a Distancia de manera específica, Haughey puntualiza que
existe distancia no sólo física, sino (y de manera
independiente) distancia temporal, tanto para lo que respecta
a la elección del momento y el ritmo de aprendizaje de los
alumnos, como para el encuentro entre las demandas del
estudiante y las respuestas de la institución a cargo.

Willén (1981), por su parte, define la formación a distancia


poniendo hincapié el rol subordinado de la enseñanza oral y
otorgando mayor importancia al estudio personal del alumno,
dando la posibilidad de consultas vía teléfono o
correspondencia al profesor.

Guillemet (1990) plantea el concepto asociándolo a


actividades impartidas a distancia, dirigidas a grandes
números de estudiantes y destinadas a promover el estudio
individual.

Moorey y Keraley (1996) la definen como “un aprendizaje


planificado que ocurre normalmente en un lugar diferente al
de la enseñanza, por lo tanto requiere de técnicas especiales
de diseño de cursos, de instrucción, de comunicación, ya sea
por medios electrónicos u otro tipo de tecnología, así como de
una organización especial” (Moore & Keraley, 1996). Moore,
en particular, agrega que esta organización no sólo es de
responsabilidad de la institución, sino que también del
alumno, el cual podrá necesitar de mayor autonomía si el
programa ofrecido por la institución es poco estructurado.

Seguidamente, Verduin y Clark identifican tres dimensiones


importantes dentro de la formación a distancia: el diálogo
(que incluye el diálogo y el apoyo entregado al alumno), la
estructura (que considera la estructura, la especialización de
un curso dictado y los conocimientos previos del alumno) y la
autonomía del alumno (que considera sus aptitudes generales
y capacidad de autodirección).
Recientemente, Patricia Ávila y Martha Diana Bosco (2001)
introdujeron el término de “Ambiente virtual de aprendizaje”,
definiéndolo de acuerdo con la Unesco como un “espacio
físico donde las nuevas tecnologías […] se han potencializado,
rebasando el entorno escolar tradicional, que favorece el
conocimiento y la apropiación de contenidos, experiencias y
procesos pedagógico-comunicacionales”. Como elementos
que conforman el término, incluye el espacio, los estudiantes,
el asesor, los contenidos educativos, la evaluación y los
medios de información y comunicación. En su presentación
Flash, las autoras señalan la necesidad de “una atmósfera
propicia para el aprendizaje y de la creación de nuevas
propuestas para el desarrollo profesional, donde el uso
combinado de métodos pedagógicos y materiales de
autoaprendizaje faciliten el proceso educativo y comunicativo
que implica la aproximación entre los agentes involucrados en
el proceso de enseñanza-aprendizaje” (Ávila y D. Bosco, 2001)

La importancia del uso de las nuevas tecnologías y su impacto


en el aprendizaje radica principalmente en su independencia
respecto del espacio escolar tradicional y de cualquier forma
educativa en particular; un ambiente virtual de aprendizaje
supone, en cambio, la creación de condiciones para la
adquisición individual de nuevos conocimientos, habilidades,
experiencias y elementos capaces de generar en el alumno
un proceso de reflexión, análisis y apropiación de ellos,
teniendo en claro que no existe garantía alguna respecto de
esta apropiación, sino más bien una facilitación de la
intercomunicación entre los actores del proceso.

Las autoras plantean, además, que en la actual sociedad del


conocimiento, el uso de los recursos tecnológicos debería ser
atendido tanto en el proceso de planeación como en el de
evaluación, aumentando además las diferentes formas de
desarrollar actividades de aprendizaje para el alumno. Todo lo
anterior obligaría a trabajar de manera innovadora y creativa,
en pos de favorecer el desarrollo humano y de evitar la
reproducción de los viejos modelos de enseñanza.
Más allá del uso de las tecnologías en la educación a
distancia, Cristian Cerda (2002) en su artículo “Educación a
Distancia: Principios y Tendencias” considera de vital
importancia la orientación educacional como elemento
imprescindible en la formación a distancia, tanto en lo
respecta a la entrega de información oportuna como al apoyo
dado al estudiante durante el desarrollo de sus estudios.

Conceptualización.

Analizando los diversos aportes que los autores anteriormente


señalados y citados han dado al concepto de “Formación a
distancia”, proponemos la siguientes definición: La Formación
a distancia es un proceso comunicativo interactivo (sincrónico
o asincrónico) mediante el cual un alumno proveniente de
cualquier lugar o cultura recibe instrucción en una materia
dada por parte de una institución que está representada por
uno o varios docentes, los cuales pueden o no vivir en una
misma zona geográfica. Esta instrucción se realiza con el
apoyo de medios tecnológicos que deben ser apropiados tanto
en lo respecta a su implementación como a las competencias
del estudiante en el manejo y uso de éstas. Asimismo, la FAD
supone un contrato explícito o implícito entre la institución y
el estudiante, y contempla, a su vez, requisitos, objetivos,
materiales y procedimientos evaluativos claros y disponibles.
Dado que se trata de un proceso comunicativo, la interacción
entre profesores y alumnos es ineludible, y debe ser
planteada en términos de colaboración y retroalimentación
durante el proceso de enseñanza – aprendizaje, promoviendo
tanto el aprendizaje autónomo del estudiante como el apoyo
de los docentes hacia éste; pese a ello, es necesario hacer la
acotación de que la presencia de un profesor, en tanto que
individuo, no necesariamente es imprescindible, puesto que
en ausencia de éste, otro docente igualmente capacitado
podría asumir la labor tutorial. Por otra parte, la FAD es una
instancia de educación que, si bien depende de variables
relativas al tiempo y al espacio tanto de profesores como de
alumnos, permite el desarrollo del proceso educativo dando
la oportunidad de acceder a la educación de manera más libre
y adecuada a los distintos ritmos de aprendizajes y
circunstancias personales de cada persona.

Desafíos.

La Formación a Distancia es una instancia que puede ser muy


provechosa, tanto para las instituciones que la imparten,
como para los estudiantes que la reciben. Pese a ello, aún
existe un gran número de la población adulta –que es la que
generalmente necesita realizar este tipo de cursos- que no
posee el dominio necesario de las herramientas puestas a su
servicio en las distintas plataformas de aprendizaje utilizadas
con este fin. La fijación de objetivos debe considerar esta
variable, no menor, a la hora de evaluar el avance o retroceso
de un estudiante de este tipo. Quizás una meta importante
sea alfabetizar a esta población de adultos en el uso de las
TICs para que puedan acceder al mundo de la educación en
línea en iguales condiciones que un estudiante más
capacitado en este tema.

Por otra parte, la administración de los tiempos –tanto para el


tutor como para el estudiante- es de vital importancia.
Acostumbrados en la formación tradicional a recibir plazos y a
ser controlados por un tutor presencial, la responsabilidad que
cabe a cada uno en la educación en línea puede parecer poco
clara o simplemente nula, hasta la hora de la evaluación. El
ritmo de vida de los profesionales de nuestra época,
específicamente de los profesores (que son el grupo que más
accede a este tipo de cursos), es bastante rápido y muchas
veces el tiempo que se destina a las tareas dadas en los
cursos en línea está subordinado al que se le otorga al trabajo
presencial. Asimismo, la responsabilidad de los tutores frente
a esto no es poca, pues de alguna manera se ven forzados a
actuar tal como lo haría un tutor presencial si desean obtener
respuestas eficaces y eficientes en sus estudiantes y evitar así
la deserción o el fracaso. Nuestra sociedad debe preparar
estudiantes más autónomos, más preparados para la ausencia
permanente de un tutor y evidentemente más responsables
de su propio avance.

Del mismo modo, la Formación a Distancia, que ha nacido


bajo la bandera de la democratización de la educación, tiene
mucho que avanzar aún hoy en lo que respecta a los costos y
a su implementación. Quizás en los países más desarrollados
que el nuestro, realizar un curso a distancia puede resultar
efectivamente económico, pero en Chile es evidente que no
todos pueden acceder a ellos, sea por razones de preparación
(manejo apropiado de las TICs), o por razones económicas
(costo de equipos y de servicios de Internet).

Pese a lo anterior, debemos reconocer que Chile ha dado


grandes pasos en lo que a Formación a Distancia se refiere y
que cada día son más los profesionales que acceden a cursos
dictados por Internet u otros medios similares, aumentando
así las oportunidades de recibir una formación de calidad y
respondiendo a los requerimientos de especialización que las
diversas empresas exigen a sus trabajadores.

Bibliografía

1. RUMBLE. 1990. Definición de la Formación a Distancia


2. GUILLEMET. 1990. La problemática de la Formación a
Distancia
3. HAUGHEY M., 1995 y G. JACQUINOT. 1993. Dimensiones y
desafíos de la Formación a Distancia.
4. V.V.A.A. 2001. Ambientes Virtuales de Aprendizaje: Aula
sin Muros. Objeto de aprendizaje (Flash Player). Grupo de
Investigación en Educación en Ambientes Virtuales,
Universidad Pontificia Bolivariana.
5. GONZÁLEZ. 2002 Educación a Distancia: Principios y
tendencias.

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