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3 Relata Moisés que cuando Jacob lloraba a su hijo José, “…se negaba a ser
confortado y decía: ‘En mi dolor bajaré con mi hijo al sheol’…” (Génesis
37:35) Evidentemente se refería a que el dolor que experimentaba le llevaría a la
tumba; pero hay muchos otros ejemplos de lo que el sheol representa, leemos:
“…los lazos del sheol me rodearon; me aguardaban las redes de la muerte”.
(2Samuel 22:6) y Job rogaba a Dios: “¡Oh que en el sheol tú me guardases!
Que me ocultases allí dándome tregua hasta que tu cólera cese, para después
acordarte de mí…” (Job 14:13)
También Salomón dice: “…los vivos saben que han de morir, pero los muertos
nada saben ni hay para ellos recompensa; se olvida su recuerdo, lo mismo que
su amor, su odio o su envidia, porque ya han perecido y no toman ni tomarán
parte alguna en las cosas que acontecen bajo el sol… Haz con todas tus fuerzas
las cosas que tu mano desee, porque en el sheol a donde vas, no existen
trabajos ni pensamientos ni ciencia ni sabiduría”. (Eclesiastés 9: 5-6,10)
Y David escribió “¿A dónde huiré de tu espíritu? ¿A donde huiré de tu presencia?
Si subiese hasta los cielos ¡Estás tú! Si me acostase en el sheol ¡Allá estás!”
(Salmos 139:7-8) y refiriéndose proféticamente a Cristo, escribe en otro lugar:
“…no abandonarás mi alma en el sheol ni permitirás que tu leal vea la
corrupción”. (Salmos 16:10)
7 Esta destrucción definitiva o eterna es pues una muerte sin resurrección que
ha sido adquirida cómo consecuencia de la propia maldad y que nada tiene que
ver con la que Pablo menciona cuando refiriéndose a la muerte heredada, dice:
“Igual que por causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa
del pecado, la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos
heredaron el pecado”. (Romanos 5:12) Él mismo explica que: “…si
voluntariamente pecamos después de haber recibido el pleno conocimiento de la
verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, sino la terrible espera del
juicio y la furia del fuego, pronto a devorar a los rebeldes”, (Hebreos 10:26-
27) y Juan relata que vio cómo “…se abrieron los libros que guardaban los
recuerdos y también se abrió el libro de la vida para que los muertos pudieran
ser juzgados en base a sus obras, escritas en los libros de recuerdos”. Y cuando
todos fueron juzgados, “…la muerte y el hades fueron arrojados al lago de
fuego que representa la segunda muerte, cómo también lo fueron todos
aquellos que no estaban inscritos en el libro de la vida”. (Apocalipsis 20:12-
15) Luego Juan explica: “Aquel que se sienta en el trono me dijo: ‘Mira, hago
nuevas todas las cosas’ y continuó: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y
veraces’, y después añadió: ‘¡Todo se ha cumplido! Los que hayan vencido
heredarán estas cosas, yo seré su Dios y ellos serán mis hijos. Pero los
cobardes, los que no tienen fe, los depravados, los asesinos, los fornicadores,
los que practican magia, los idólatras y todos los mentirosos, hallarán su lugar en
el lago de fuego que arde con azufre y que significa la segunda muerte’”.
(Apocalipsis 21:5-8)