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Los grados de la oración

Las pinturas del Hermano Angelico

Nikolett Muranyi:
Los grados de la oración: desde la búsqueda hasta los frutos
Misterios de la luz
Con gratitud hacia mis padres a quienes les debo todo

Edición húngara de la Casa Provincial Dominica en Hungría en 2003


Budapest, Thököly út 56, Budapest, 1146
Nihil obstat: Dr. Joseph Pucilowski OP vicarius generalis
Traducido al español por Katalin Rozsnyai y Hna. Gilma María Muñoz, rbp.
Introducción
La oración en la vida del hombre del siglo XXI
Estoy escribiendo para el encuentro europeo del ano 2004 de las comunidades
dominicas laicas, que se llevará a cabo en la ciudad alemana de Walberberg.
Escogí como tema de mi conferencia la oración, más precisamente: „El lugar de la
oración en los días cotidianos del hombre del siglo XXI, haciendo énfasis en los
misterios nuevos del Rosario, los cuales fueron introducidos por el Papa Juan
Pablo II en otono de 2002, a principios del ano del Rosario”.
Según mi opinión es un tema muy actual en nuestro mundo tan acelerado. Pero no
es el mundo que se ha acelerado, sino nuestras tareas son las que se han
acumulado. Nos hemos creado ocupaciones muchas veces innecesarias y esto es lo
que nos causa intranquilidad. En vano realizo más y más tareas, los resultados no
me satisfacen, no encuentro la paz, la tranquilidad, la felicidad. Sólo corro y corro
y al final ya no estoy presente en ningún lado.Siempre estoy concentrada en la
tarea siguiente y no en la que estoy realizando. Creo que es más importante la
tarea siguiente que la actual. Pero tendría que estar presente allí, donde estoy,
entre los que estoy. He recibido el tiempo para santificarlo y no para querer
vencerlo. No hay que luchar contra el tiempo. Lo importante no es, cuánto poseer
de él sino cómo pasar con calidad el tiempo disponible. Todo lo hago por la gloria
de Dios o siempre lucho contra él?
Acepto la voluntad del Padre Celestial? Me dio tiempo para volver a Él, para
confesarle: sí, verdaderamente Tú eres el Dios Todopoderoso, a quien todo le debo.
Aunque pareciera que tengo mucho tiempo debo aprovecharlo al máximo.
Miremos el ejemplo de la Virgen María, quien una y otra vez dijo sí a la voluntad
de Dios, como si ese fuera el último minuto de su vida. Sólo buscaba el amor. Vivió
una vida normal y sencilla. Cuidó de su familia con alegría. La Virgen María no se
ocupó de las cosas inútiles que no llevaban hacia la Salvación. Necesito aprender de
ella, la forma como ve las cosas y entonces cambiará mi vida. Entonces ya nadie
preguntaría, por qué los cristianos no irradian alegría? Entonces yo irradiaría, que
estoy salvada, que soy libre. Viendo mi felicidad muchos se agregarían a nosotros.
Si pudiera admirar con cuanta bondad mi Padre Celestial cuida de mí, entonces
podría alegrarme con libertad. Lástima que no tengo tiempo, me ocupa la
publicidad, la televisión, la lotería, a lo que no quiero renunciar. Hasta que no
pueda renunciar a estos pasatiempos inútiles, hasta que no pueda crear silencio
dentro de mí y a mi alrededor, no podré escuchar la voz de Dios. A veces se
presenta una cosa absolutamente insignificante en un disfraz bonito. Siempre
tengo que elegir. La mejor brújula para decidir es hacer siempre lo que me sea más
incómodo y difícil. Nunca hacer lo que sea más fácil, porque esto siempre sería la
solución más egoísta. Por ejemplo, puede parecer más santo ir a la iglesia entre
semana, que planchar la ropa de mi familia, sin embargo más agradable sería
escabullirme de planchar. (Si no distribuyo bien mi tiempo, por lo menos debo
escoger, qué es lo más importante a hacer.)
Vivo en tiempo, recibí libre albedrío y muchas posibilidades: permanentemente
tengo nuevas oportunidades para tomar buenas decisiones. Distribuye mejor tu
tiempo. Encuentra tiempo para la oración, para la lectura y para la misa en tu
horario. Cultivar la relación con Dios no es un tiempo desperdiciado. Esto puede
darte paz verdadera y calma interior y esto te da fuerza para el día siguiente. No
escatimes el tiempo, es una buena inversión.
La vida es como un juego de cartas. Cuando jugamos a las cartas recogemos los
naipes según ciertas reglas y colores. El que gana no conserva las cartas sino que
sólo las utiliza y después las devuelve al que dirige el juego. Todo el mundo puede
ganar, antes o después, si participa en el juego y sigue las reglas.
Dios selló nuestras almas y por eso conocemos lo que es bueno y hermoso. Además
creó en nosotros el deseo enorme hacia lo bueno y hermoso y un espacio en
nuestras almas que sólo puede ser llenado constantemente por Él.
Puedo intentar satisfacer mis deseos con muchas cosas buenas y hermosas: buenas
relaciones humanas, ropa a la moda, autos veloces, películas televisivas excitantes,
comidas deliciosas, pero todo esto sólo puede hacerme feliz por un tiempo corto.
Siempre queda un vacío en mi alma. Puedo utilizar estas cosas, pero no debo
poseerlas porque no me dan alegría verdadera.
Quien quiera poseer los naipes se engana, porque estos no son el premio. Las cosas
de este mundo sólo son instrumentos, el „premio” es Dios mismo. En el juego a las
cartas tampoco poseemos los naipes ganadores, sólo los utilizamos y devolvemos,
otros también pueden jugar con ellos. El deseo sólo puede ser llenado por Dios,
pues Él lo ha creado.
’San Pablo así lo explica: Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto. Resta,
pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuvieran; los que lloran, como si
no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si
no poseyeran, y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutaran, porque
la apariencia de este mundo es pasajera.’ (1Cor7, 29-31) Las cosas terrenales y
materiales son necesarias para la vida, pero debo permanecer libre. No porque
estas cosas sean malas sino porque no son duraderas. Todo lo terrenal, bueno y
hermoso refleja a Dios pero sólo opacamente y no se parece a la felicidad que nos
espera.

Hermano Angelico
Quisiera compartir con vosotros mis pensamientos. La protectora de la Orden es la
Reina del Rosario. La quiero a ella y a la oración del Rosario. La segunda
actualidad de este escrito es el ano del Rosario.
Me dieron mucha alegría los misterios de la luz. Complementaron la ausencia que
sentía hacía mucho porque los misterios tradicionales del Rosario sólo
mencionaban la ninez, la pasión y la gloria de Dios. Entre el nacimiento y la
muerte está la edad adulta de Jesús, su vida pública, la fundación de la Eucaristía,
lo que hasta ahora no había estado suficientemente senalado, ahora puede dar un
nuevo impulso a la oración.
Hace meses estoy reflexionando sobre el tema. Se puede hablar de la oración desde
muchos puntos de vista, pero desde el principio renuncié a la exigencia de abarcar
la totalidad del tema. Voy a intentar compartir mis experiencias. Trataré de decir
lo que me acerca más a Dios. Organicé mis pensamientos según ciertos puntos de
vista. Subrayo que ésta es sólo una orientación porque existen muchas otras. Me
imagino que Dios está en el centro del círculo y nosotros nos acercamos hacia Él
desde la periferia. Todos los caminos son rayos de afuera hacia adentro. Pero si
sólo nos movemos en la periferia entonces sólo regresamos a nosotros mismos y
jamás encontramos a Dios. Así nunca seremos felices. Cada uno experimenta por sí
mismo, que le ayuda en el camino hacia Dios.

Quisiera escribir sobre la oración del hombre de hoy. Se puede organizar según los
siguientes puntos de vista:
• Quién la realiza? – Oración individual y oración comunitaria, con dirección
del sacerdote, oración ecuménica.
• Cómo la realiza? – Oración realizada durante alguna actividad o en un
tiempo dedicado exclusivamente para ésta, oración silenciosa u oración
cantada.
• Con quién se realiza? – Pidiendo la intercesión de los santos.
• Cuándo se realiza? – Santificación del día, Oficio según las diferentes
tradiciones de las comunidades religiosas, según las horas del día y el
tiempo litúrgico.
• Hacia quién se ora? – Oración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
• Qué se ora? – Rosario, litanía, oración personal, peticiones y súplicas.
• Dónde se realiza? – En la iglesia, delante del Santísimo Sacramento,
durante el camino, en casa.
Pero yo construyo de otra manera el camino. No digo que sólo los siguientes grados
de la oración lleven a Dios, sino que éste es uno de los senderos estrechos y
transitables de la montana, que llevan a quien dijo: „Yo soy el camino, la verdad y
la vida; nadie viene al Padre sino por mí.’ (Jn14, 6)
La tercera actualidad es el centenario de la llegada de los dominicos a Zugló (parte
de un distrito de Budapest). El 27 de agosto de 1903 regresaron los padres de
hábitos blancos a Budapest y construyeron la iglesia de la Reina del Rosario en
estilo neogótico. Aquí me bautizaron, acá pertenezco, aquí vivo y soy laica
dominica.
Con carino les ofrezco este texto, no sólo a los dominicos, sino a todos mis
hermanos que aman a Dios y buscan el camino. Gracias doy a Dios por lo que pude
escribir y recibí como regalo. Deseo que conduzca al lector a la contemplación de
Jesucristo.

Budapest, agosto de 2003

Primer grado: la búsqueda


’Yo soy el camino, la verdad y la vida’ (Jn14, 6)
Jamás encontraré el objetivo de mi vida, si estoy llena de los problemas del mundo
y sólo miro horizontalmente a mi alrededor. Si logro buscar verticalmente,
entonces tendré el buen chance de encontrar a Dios.
Si ya hay dentro de mí el deseo, si tengo sed de la verdad, si no me satisfacen las
series televisivas, si deseo más, entonces doy el primer paso hacia Dios. La
búsqueda del camino es la primera respuesta a la llamada de Dios. Él siempre abre
la puerta, pero nunca me va a sentar a la fuerza a la mesa. Yo debo llamar a la
puerta y entonces él abrirá, me invitará y me sentará a la mesa.

Hermano Angelico
Segundo grado: la petición
’Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá,
porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al
que llama, se le abrirá.’ (Mt7, 7)
Si por algún camino o de alguna forma me doy cuenta, que el objetivo de mi vida
tiene relación con Dios, entonces empiezo a orar. El modo más elemental y
frecuente de la oración es la petición. Le pido a Dios que me ayude. En primer
lugar recurro a Él cuando tengo algún mal. Entonces me viene a la mente, cuando
ya no puedo solucionar la situación. Este grado es un grado natural del desarrollo
de la oración, pero debo sobrepasarlo, porque si me detengo aquí, entonces mi
relación con Dios será infantil, egoísta y unilateral. Puede darse, que Dios se
convierta para mí en una máquina automática: hago una oración para recibir a
cambio ayuda. Y si no la recibo, me siento defraudada y le reprocho a Dios, por
qué lo permitió, etc. Esto así no funciona. Debo buscar su voluntad, aceptarla e
intentar cooperar.
Por supuesto, puedo presentarle a Dios mis súplicas, como Jesús dijo: ’Otra vez os
digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier
cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.’ (Mt18,
19-20) Pero que esto sea en harmonia con su voluntad, debo aceptar, aunque no
reciba lo que quería. Dios providente sabe mejor qué es lo que necesito para la
salvación. Si para este objetivo le pido cualquier cosa, la recibo. Si más adelante
puedo sobrepasar este grado y renuncio a mis peticiones personales, entonces me
acercaría a mi objetivo.
Tercer grado: el arrepentimiento
’Nadie tiene mayor amor que este, que da su vida por sus amigos.’ (Jn15, 13)

Si le pido muchas veces ayuda a Dios, empieza a formarse una relación con Él, se
despierta en mí el arrepentimiento. Si respondo, entonces reconozco mis pecados,
mis debilidades y con esto paso al tercer grado.
Es una gran diferencia de nivel, pero no debo temer, Jesús me toma de la mano.
Cuando descubro mis defectos, desigualdades, mis propios objetivos, empiezo a
sentir mayor la distancia entre Dios y mí misma. No debo asustarme. Esta
distancia es real pero no me mantiene lejos de Dios. El objetivo de este grado es
que se clarifique quién es Dios y quién soy yo. Porque hasta que no viví con Él, me
consideraba como Dios, sin saberlo conscientemente eso ha sido el resultado de mi
egoísmo.
En el arrepentimiento reconozco la misericordia de Dios. Cuando le pido perdón,
siempre me perdona todo. El pecado me aleja de Dios pero el arrepentimiento del
mismo me acerca de nuevo a Él. La Confesión frecuente ayuda mucho en el camino
hacia Dios. Cuando limpia mi alma, veo y oigo más claro el camino delante de mí y
más fácilmente reconozco la voz del Espíritu Santo. Al lado de mi pequenez
descubro la grandeza y generosidad del Senor que entregó su propio Hijo por mí.
Jesucristo es el puente entre nosotros. Me alivia de mis cargas, si puedo aceptarlo
como mi Salvador personal, me pongo al pie de su cruz y le entrego mis pecados.
Mirando la cruz veo de otra manera el mundo. Sé que el camino conduce, de la
cruz a la tumba vacía, a la Resurrección. Jesús recorrió este camino hasta el final,
por mí y en vez de mí. Prefirió morir por mí en vez de que me perdiera. Me quiere
tanto que dio su vida por mí y me va a resucitar a la vida eterna. El
arrepentimiento purifica. Renazco espiritualmente.
Es importante que pueda distinguir entre el pecado y el pecador, en mí misma y
también en los demás. El pecado debo condenarlo, pero con el pecador debo ser
misericordiosa. Mientras más cercana esté la persona, es más difícil ser
misericordiosa y por lo mismo conmigo misma aún es más difícil.
Si no pudiera realizarlo, entonces me consideraría más importante que Dios, quien
ya perdonó. Y yo todavía no? Si intento aceptarme a mí misma, después de duras
luchas, encuentro la paz interior en Dios.
Cuarto grado: la gratitud
’Gracias a Dios por su don inefable!’ (2Cor 9, 15)
Si mi alma está tranquila, puedo pasar al grado de la gratitud. El agradecimiento
se alimenta de la paz y la alegría interior, del reboso del corazón. „Mi corazón
canta de paz, alegría y agradecimiento, alabo a Jesús.” Este canto dice todo del
corazón feliz y agradecido.
Al principio sólo puedo agradecer por la alegría y las cosas buenas, las dificultades
en toda ocasión me intranquilizan. Si escucho a Jesús, quien dice: ’No se turbe
vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.’ (Jn14, 1), daré otro valor a
mi vida y podré también agradecer por las pruebas.
Pues toda prueba es para vencerla y fortalecerme espiritualmente. Estoy en las
manos de Dios. No me puede pasar nada malo. San Pablo escribe: ’porque para mí
el vivir es Cristo y el morir, ganancia.’ (Fil 1, 21)
Por medio de las dificultades Dios me muestra su amor creciente.
Da gracias a Dios por toda tu vida.
Quinto grado: la alabanza
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y
siempre por los siglos de los siglos. Amén

Sobre el templo dominico de Pest, Los vitrales pintados de la capilla


El corazón agradecido pasa al grado de la alabanza. El objeto de la oración de
alabanza ya no es un regalo recibido de Dios, sino Dios mismo. Cuando siento el
impulso de alabar a Dios, porque Él es Dios y ya nada más cuenta, a esto le llamo
alabanza: Dios se alaba a sí mismo.
Pues Él es tan poderoso. Él está en todo y yo sólo en Él existo. En mi vida hay una
tarea: alabar a Dios. Esto es el sentido de mi vida. No sólo pienso en orar, sino
también que esta se muestre en mis obras, me esfuerzo para que todas mis acciones
alaben a Dios.
Esto por supuesto no sucede automáticamente. Debo educarme sistemáticamente.
No debo pararme tampoco en el caso de caer. Debo buscar la mano de Jesús,
ponerme de pie y seguir el camino con Él.
Cada día debo comenzar de nuevo e intentar alabar constantemente a Dios de
corazón. Si la tristeza me agobia, entonces regreso al arrepentimiento, después al
agradecimiento y seré capaz nuevamente de alabar a Dios. Las palabras de la
alabanza son inagotables, sean oraciones escritas o personales. Esta abundancia es
tan hermosa que no sólo hace feliz a Dios, sino que también levanta mi alma.
Hermano Angelico
Sexto grado: la lectura
’Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme
a su costumbre, y se levantó a leer.’ (Lk4, 16)
Mientras levante mi alma más y más veces cerca de Dios, mayor sed tengo de
conocerle. Puedo aprender mucho de la Sagrada Escritura, especialmente del
Nuevo Testamento.
Es muy útil leer las lecturas diarias de la misa. La oración del Oficio de las Horas
da respuesta para muchas preguntas. Estas lecturas basadas en la Biblia son una
fuente inagotable. Cuantas veces la lea, siempre encuentro algo nuevo. En toda
ocasión, vale la pena leer despacio, no sólo corriendo. Me inclino a leer en carrera
si ya conozco un poco el texto, pero no debería apresurarme. Vale la pena
detenerse al final de un párrafo o un salmo.
Si tengo la posibilidad de leer lo mismo en varios idiomas, entonces experimentaré
una maravillosa riqueza. Mientras más idiomas existen en el mundo más diversas
maneras hay para expresarse. No sólo las palabras son diferentes, sino también la
forma de combinarlas y la sintaxis. Tal vez todos los idiomas juntos solamente son
capaces de expresar un concepto, un misterio.

Vale la pena leer varias versiones en mi idioma materno. Comparando las diversas
redacciones puedo saber más de Dios. Por ejemplo tomo la lectura de la misa del
domingo. Leo dos versiones en mi propio idioma y después también en otro.
Sentiré que el texto dado es más rico de lo que pensé. Esta abundancia eleva mi
alma y comprendo más el texto.

Séptimo grado: la meditación


„…le hará pronunciar sabias palabras y en la oración dará gracias al
Señor. Dedicará su consejo y su ciencia a meditar los misterios ocultos.” (Sir39, 6-
7)
La meditación es el grado que sigue al de la lectura, es la elaboración profunda del
texto escuchado, leído; es „rumiarlo”. La meditación siempre tiene un objetivo
concreto como la lectura. Por ejemplo no es suficiente leer un salmo, hay que
reflexionar sobre él, hay que rumiarlo. Debo consultar las notas para entender
mejor. Debo llevarlo en mi cabeza. Pido la gracia de Dios y Él va a ayudarme en la
comprensión. Me vendrán nuevos pensamientos a la cabeza. Voy a entender mejor
los misterios de Dios. Debo dedicarle tiempo, sin esto no funciona. También es
importante la regularidad. (Nosotros, los dominicos necesitamos especialmente esta
forma de oración, pues el estudio está en el centro de nuestra vida de fe.) Como
adulta no puedo quedarme en un nivel infantil en mi vida de fe, jamás puedo estar
satisfecha con mis conocimientos. Es práctico si encuentro tiempo fijo en mi
horario para la oración. Si sólo un tiempo corto paso con Él, pero regularmente,
entonces mucho voy a crecer. Para perseverar necesito una gran fuerza de
voluntad. Vale la pena escribir las preguntas y pedirle ayuda para responderlas a
mi director espiritual o a mi comunidad. También es útil escribir inmediatamente
los buenos pensamientos y compartirlos con los demás, más bien en otras ocasiones
es posible reflexionar más en ellos. Muchas veces tengo pensamientos sobre una
lectura que me empujan hacia la comprensión de un misterio de la fe. Entonces la
meditación es el grado mental y de la razón en el camino que dirige hacia Dios.
Debo concentrarme en el tema. Vale la pena!
Me ayuda el imaginarme que estoy presente en la historia. Me imagino en el lugar
de un personaje o al lado de él. Por ejemplo estoy de pie junto a la cruz, como San
Juan. Qué pienso, qué experimento en esta situación? Qué experimentaría él o qué
sentiría? De esta manera reconstruyo la historia como real y me acerco más a la
comprensión.

El helado y Dios
Cualquier cosa que me pase, lo que oiga de alguien, lo que vea por la calle me
impulsa a meditar. Hasta sobre un helado se puede meditar.
Me compré dos bolas de helado de vainilla. Está delicioso. Está frío y
cremoso. Camino y mis pensamientos viajan lejos. Hasta una porción de helado me
puede acercar más a Dios. Estoy meditando. En el bochorno me cae tan bien el
helado como en la boda de Canaán a las personas, el agua convertida en vino. Con
alegría y agradecimiento pienso en los que lo han preparado. Gracias Dios por
poder comer cosa tan deliciosa.
Bendice Senor a los que lo prepararon y a los que me lo vendieron.
Bendice a los animales, cuya leche utilizaron para prepararlo. Bendice a los que
cultivaron y elaboraron la remolacha de azúcar, que endulzó el helado. Bendice a
los que sembraron, cosecharon y molieron el trigo y también a los que hicieron el
barquillo.
Le doy gracias a Dios por el trabajo y la vida de todos ellos, por sus familas y
parientes. Dales fe, esperanza y amor.
Haz que escuchen tus palabras de invitación, puedan responder y dales la
salvación. No permitas que ninguno se pierda de entre ellos. Amén.
Octavo grado: el Rosario
’Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.’ (Lk2, 19)

Sobre el templo dominico de Pest, Los vitrales pintados de la capilla


Debo poder convertirme en nino, de corazón abierto, que escucha y ora. Debo salir
del mundo diabólico de la cultura de consumismo! Recibí el tiempo para
convertirme y sólo para esto. No debo desperdiciarlo! Y aún así sólo pienso en los
problemas materiales y existenciales. No me atrevo a confiar en mi Padre Celestial
y Providente. No me atrevo a abandonarme en Él en las cosas pequenas. Y cosas
grandes no me pasan. La vida sólo consta de pequenos eslabones, como el Rosario.
Uno de los buenos caminos hacia la contemplación es el Rosario, pero sólo da
frutos si no oro como una máquina. Según mi opinión la forma más adecuada de
orar es la siguiente:
Antes de rezar cada decena digo el misterio y me imagino la parte de la Escritura
que tiene relación con él, también puedo leerla, después me quedo un rato en
silencio para meditar.
A continuación sigue el Padre Nuestro el cual Jesús nos ensenó y junto con
nosotros reza. Es por eso que pretendo decirlo no de rutina como máquina, sino
vivirlo, comprenderlo y penetrarlo. No debo apresurarme. No cuenta el número de
las decenas dichas, sino cómo las digo.
Según la tradición húngara en las Avemaría, después del nombre de Jesús siempre
digo el misterio, así una y otra vez dirijo mi atención a algunos momentos de la
vida de Jesús y María.
En el Gloria tengo posibilidad para alabar en una súplica de forma más sólida y
recogida a la Santa Trinidad y termino la decena con la súplica de Fátima.
Mientras digo estas oraciones orales, conduzco constantemente mis pensamientos
al misterio. Así realizo a la vez la oración oral y meditativa. El objetivo de todo esto
es que me dirija a la contemplación, es decir concretamente a la contemplación de
Dios con la ayuda maternal de la Virgen María quien así lo hizo, como podemos
leer en el Evangelio de San Lucas.

Misterios de la luz

Primer misterio de la luz:


Jesús, quien fue bautizado en el río Jordán (Mt3, 13-17)
„Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.”

Hermano Angelico

Jesús cargó con nuestros pecados, „se hizo pecado por nosotros”. Se bautizó en el
lugar de los pecadores.

Toma parte en la historia. Siéntate en la ribera de Jordán y examina tu conciencia.


Presta atención a lo que hacen los arrepentidos, cómo son bautizados. Mira a Jesús
y síguele. Vive junto con Él el bautizo. Jesús se sumergió y cuando salió del agua, se
abrieron los cielos.

Era tan humilde que el Padre se conmovió y mostró el amor a su Hijo delante de la
gente. Nosotros también vivimos de la relación amorosa de la Santísima Trinidad.
El Senor Jesús dio ejemplo de amor cuando Él, siendo inocente, pasándose como
pecador pidió el bautismo a Juan. Sufrió compadeciendo con la gente el dolor
causado por el pecado, y lo impulsó a estar inocentemente de lado de los
arrepentidos y a reconciliarlos con el Padre.
Por el sufrimiento aprendió a obedecer y el Espíritu Santo se posó sobre Él y lo
llenó, dándole fuerza para cumplir su misión.
Todo esto pasó a principios de su vida pública. Dios se conmovió ante la humildad
de su Hijo. Jesúcristo, completamente Dios, completamente hombre.

Segundo misterio de la luz:


Jesús manifestó la fuerza divina en la boda de Canaán (Jn2, 1-12)

Boda de Canaán de Schnorr von Carolsfeld


Jesús era en verdad un hombre de carne y hueso, quien fue a festejar con sus
amigos y al mismo tiempo también era Dios que se reveló en la conversión del agua
en vino. Ese fue el primer signo divino (milagro) que Jesús realizó en su vida, con
él quiso dar alegría. Preséntate en la boda de Canaán. Puedes ser el sirviente a
quien Jesús se dirige o cualquier otro personaje de la historia. Vive, reflexiona
detalladamente como pudo ser esto. Presta atención a la Virgen María. Alégrate
con los invitados a la boda y saborea el vino nuevo.
Qué grande era su amor, que fue tan importante para Él no dejar al anfitrión en
mal posición, cuando se le acabó el vino. Así no estuvo en una situación incómoda
ante sus invitados. Lo que más se nota: Jesús no abandona, se puede contar con Él.
No fue para llamar la atención sobre sí mismo con cosas particulares. De ninguna
manera. Pero cuando creyeron que Él podía ayudar, ayudó. Su madre intervino
por los recién casados quienes ya no tenían otras posibilidades. La confianza, la fe
fueron el terreno donde surgió el milagro.

Jesús ahora también ayuda, si somos lo suficientemente valientes para pedir su


apoyo en las situaciones sin solución. Muchas veces no ayuda así como lo
esperamos, pero siempre podemos confiar en Él.
Tercer misterio de la luz:
Jesús anunció el Reino de Dios (Mk1, 15)

Hermano Angelico
„Arrepiéntanse y crean en el Evangelio!” – dijo Jesús en Galilea antes de llamar a
los discípulos. Esto pasó no mucho después de su bautismo y las tentaciones.
Qué valentía! Ahora mirándolo desde el tercer milenio, no pareciera.
Ya nos acostumbramos a las historias del Evangelio. Pero ahora no miremos tan
aburridamente. Retrocedamos en el tiempo y estemos allí, en el ambiente de Jesús.
Qué gran valentía necesitó para asumir delante de la gente que con Él vino el
Reino de Dios entre los hombres.
Adjúntate a los seguidores de Jesús. Escúchale. Lee cómo habló a la gente y qué
dijo sobre el Reino de Dios. Préstale atención, pregúntale y escucha su respuesta.
Arrepiéntete y sé su discípulo. Con el arrepentimiento recibimos nueva posibilidad
de salvarnos en Cristo.
Trajo la luz a la tierra y la dio de regalo. No tiene precio, no se puede comprar, ni
pagar. El Reino de Dios puedes aceptarlo humildemente con corazón limpio y
arrepentido. Es un verdadero regalo.
Cuarto misterio de la luz:
Jesús mostró la gloria divina en el monte Tábor (Mt17, 1-2)

Hermano Angelico
’Podemos leer en la oración del profeta Habacuc (3, 3-4): ’Dios viene de Temán; el
Santo, desde el monte Parán, su gloria cubrió los cielos, la tierra se llenó de su
alabanza. Su resplandor es como la luz: rayos brillantes salen de su mano; allí está
escondido su poder.’
La descripción de la hermana Santa Faustina del siglo XX es igual que la del
profeta Habacuc.
La gloria de Dios es igual en el Antiguo Testamento, en el Nuevo y en el siglo XX.
Todas estas descripciones intentan acercarse a la gloria perfecta, no expresable
completamente con palabras humanas, que caracteriza solamente a Dios y con la
cual nos vamos a encontrar después de la muerte. Es nuestra alegría: alguna vez lo
veremos. En la transfiguración del Senor recordamos cómo Jesús en el monte
Tábor mostró su gloria a sus discípulos. Esto se festeja en la Iglesia el 6 de agosto.
Este día murió el padre Santo Domingo.
Vete con Jesús, con Pedro, con Juan al monte Tábor. Pide a Santo Domingo que
vaya contigo. Siéntate, quédate en silencio, reflexiona, cómo vieron a Jesús.
Primero vienen aturdidos. Tal vez yo también consternada y asustada porque
humanamente no me puedo imaginar cómo es la gloria de Dios y no estoy
preparada para el encuentro. Rápidamente conciben, que es verdad y Jesús
verdaderamente es así, sólo que hasta ahora ellos no lo sabían. Hasta el final Él fue
la misma persona, y tanto se vació de sí mismo para ser uno de nosotros. Nos
quiere ganar a través de la fe y no por medio de la experiencia. Sólo algunos
pueden verlo transfigurado y a la vez escuchar al Padre Celestial que dijo en el
Jordán: „Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.” (Mt17, 5) y además
„Escúchenlo!”
El aturdimiento se cambia en temor. Se postran. Allí estoy yo también a su lado.
Hay silencio. Después damos gracias por la experiencia. Ahora sólo Jesús está aquí.
Él es mi amigo, quien antes con toda naturalidad conversaba con Moisés y Elías,
ahora a nosotros se dirige y nos tranquiliza: „No temáis!” (Mt17, 7) Después de la
transfiguración Jesús menciona por primera vez la resurrección. Manda que no
hablen de la transfiguración hasta después de la resurrección porque no quería
ganar popularidad, sino mostrar la gloria de su cuerpo resucitado a sus amigos en
su amor desbordante.
Sobre el templo dominico de Pest, Los vitrales pintados de la capilla
Por eso pudo mostrar su estado resucitado antes de su muerte, porque para el Hijo
de Dios el tiempo no tiene límite. Él es el senor del tiempo. Él es eterno. La
transfiguración ensena más allá de la vida terrenal. En la eternidad no hay pasado,
presente y futuro, sólo Dios existe y nosotros en Él. Posee toda la historia y todo lo
que está detrás.
La historia pasa en el tiempo. Pero sólo nosotros necesitamos el tiempo para
comprender los acontecimientos. Él ve todo en unidad, Él no tiene necesidad del
tiempo. Esto es su totalidad. La totalidad es una dimensión que nosotros no
podemos concebir. Sólo podemos acercarnos por medio de comparaciones.
Entonces cuando digo, que Dios sabe lo que voy a hacer dentro de cinco minutos,
esto no significa que Él decidió en mi lugar. No. Él me dio libre albedrío y puedo
decidir con libertad. Sólo que como Él mira la totalidad, Él sabe qué es lo que
viene.
Una comparación: una hormiga puede pasar por el suelo, la pared, el techo. No
hay diferencia para ella. Posiblemente no percibe las tres dimensiones. Sólo percibe
planos, por eso para ella arriba y abajo no significa nada. Para la hormiga sólo
existe „hacia adelante”, „hacia atrás”, „a la derecha” y „a la izquierda”. Pero esto
no asegura que el mundo sea plano. Veo que la hormiga se mueve en tres
dimensiones sin que lo sepa.
Dios ve el tiempo en su totalidad.
Nosotros vivimos y reflexionamos en tres dimensiones y en el tiempo. Sabemos con
seguridad qué significa „arriba” y „abajo” en nuestro sistema, aunque la tierra
gira y estas direcciones son relativas. Y el tiempo? Éste también sólo existe en la
vida terrenal.

Hermano Angelico
Los ángeles también recibieron libre albedrío, pero tiempo no. Sólo una vez
pudieron decidir estar al lado de Dios o en contra, porque en su vida no hay
tiempo. Por eso el resultado de su decisión es irrevocable y eterno.
Apreciemos el tiempo, porque nos favorece. Una y otra vez podemos decidir al lado
de Dios.
Por eso Jesús llama la atención a los testigos de la transfiguración para que no
hablen de esto hasta después de la resurrección, porque sabe que les queda el
recuerdo fuerte e imborrable. La visión es la migaja de la eternidad y por eso está
sobre el tiempo. Por eso no podemos olvidar ninguna visión, es más vivo en el
recuerdo humano que cualquier impresión de este mundo. Los discípulos, los
santos jamás se olvidaron de sus visiones, siempre quedaron vivas en sus corazones
y cambiaron sus vidas, como también la vida de la Virgen María cambió con el
encuentro del ángel.
Alégrate con ellos. También va a fortalecer mi fe, como lo hizo con ellos.
Quinto misterio de la luz:
Jesús quien en la Santa Eucaristía se nos dio

Hermano Angelico

Este misterio tiene fuerte relación con la liturgia de la Semana Santa,


especialmente con el Jueves Santo, cuando se celebra la fiesta de la fundación de la
Santa Eucaristía, además con el primer misterio glorioso: „Jesús resucitó de entre
los muertos.”
Por medio del bautizo ingresé a la Iglesia. Jesús es mi Rey, quien me liberó de la
muerte eterna. Me aceptó como hermano y en la cruz me confió a su madre.
Me invita a la mesa y en la Santa Eucaristía me alimenta con su cuerpo y su
sangre. Dónde queda mi alegría? Por qué no soy capaz de ser feliz? En vez de
aprovechar las posibilidades como hija de Dios, muchas veces en la misa estoy
presente apáticamente y sin prestar atención. Mientras tanto el tiempo pasa.
Estremécete! Despiértate! Saca de tu corazón, lo que no le pertenece, para poder
aceptar el regalo de Dios. Entonces podrá llenarme e irradiaré amor.
El Jueves Santo, ya es un adelanto de la Pascua. No hubiera ocurrido la Última
Cena, si después el Senor Jesús no hubiera entregado su vida por nosotros en la
cruz. Si se hubiera avergonzado de nosotros, hombres pecadores, entonces no nos
hubiera asumido. Pero tanto nos ama, que lo hizo. En la Última Cena ya se
preocupó por dejarnos esta fuente de fortaleza.
Entre el dolor y la tristeza de la Semana Santa, antes del arresto de Jesús, la
Última Cena nos da luz y esta nos permite comprender la resurrección, en la luz de
la resurrección está la Eucaristía. La fragilidad del Dios amado se muestra en la
partida del pan. Dios se entrega a sí mismo en un pedazo de pan humano? Se
confía completamente a nosotros? Sí.
El mismo cuerpo que cuelga de la cruz, muere y resucita, y se transforma en pan.
Resucitó, vive y está entre nosotros, verdaderamente está presente. Con nosotros
vive? Vivimos con Él? Está por nosotros y con nosotros. Mansamente, pero
decididamente llama a todos: ’Pon aquí tu dedo y mira mis manos; acerca tu mano
y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.’ (Jn20, 27)
En la muerte no nos dejó sólos, incluso desde entonces lo podemos palpar,
verdaderamente está presente para todos los creyentes en todos los puntos de la
tierra en el Santísimo Sacramento. ’En el mundo tendréis aflicción, pero confiad,
yo he vencido al mundo.’ (Jn16, 33) dijo Jesús y nos alimenta con su propio cuerpo
en todo el camino hacia Él e irradia esperanza: ’Yo soy el pan de vida. Vuestros
padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Este es el pan que
desciende del cielo para que no muera quien coma de él. Yo soy el pan vivo que
descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que
yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.’ (Jn6, 48-51)
Noveno grado: la contemplación
„Contemplata et contemplata aliis tradere.”
„Contemplar, y entregar la verdad contemplada.”

El lema de la Orden Dominica proviene de la ensenanza de Santo


Tomás de Aquino

Sobre el templo dominico de Pest, Los vitrales pintados de la capilla


Del nivel de la meditación puedo pasar a la de la contemplación. Estas dos formas
de oración se diferencian mucho y muchas veces se mezclan entre sí y no se habla
claramente de ellas.
La contemplación es un regalo de Dios, pero no puedo esperar con los brazos
cruzados, debo prepararme para poder contemplar. El alma de esta manera puede
unirse a Dios. Todo el mundo puede apropiarse de esta mirada contemplativa.
Sobre esta forma de oración es la más difícil de escribir. Sólo se puede concebir si
la experimentamos. Un ejemplo concreto.
Sal de la meditación. Está delante de mí la lectura de la Sagrada Escritura del día
de hoy. Después de leerla atentamente y meditar sobre el texto, me quedo en
silencio y cierro el libro. Pero no es suficiente, que no hable y tampoco que sólo
piense en el silencio exterior.
El silencio interior, quedarse callada es la fuente de la contemplación. La
contemplación se diferencia de todas las demás formas de oración, que me quedo
callada en lo profundo de mi interior. Hago silencio en mis pensamientos. No
quiero recordarme de los detalles del texto, ni de los pensamientos que me vienen.
Vacío mi mente e intento concentrarme en una sola cosa: estar presente delante de
Dios. En mi espíritu clavo la mirada en Él. Dejo que una pequena parte del texto
venga a mí, lo que más me tocó, pero sin reflexionar sobre ello. Así intento mirar a
Dios. Es suficiente una palabra, una expresión. Por ejemplo: „Jesús” o „Jesús
ama” o „Dios es amor”. Después hago una abstracción de la palabra, de un
concepto concreto, sólo miro a Jesús y me doy cuenta, que Él me mira a mí. No me
dirijo a Él, sino me abro para escucharlo. Él es tan manso que jamás se dirigirá a
mí en alta voz. Le escucharé si abro mi espíritu y en silencio interior preparo lugar
para Él. Su voz es clara, decidida y mansa. Mientras yo tenga pensamientos
ruidosos dentro de mí, no oiré a Jesús.
Pero si una vez Lo escucho y siento su presencia, siempre lo desearé más. Este
encuentro interior me anima y me hace feliz. Es una experiencia mística de Dios,
que no necesita capacidades particulares. La posibilidad de encontrarse está
abierta para todo el mundo. Dios siempre está presente, sólo nosotros no estamos
presentes para Él. El encuentro se realiza si me abro y hago todo a un lado. Por eso
en mi interior también debo quedarme en silencio para no apagar la voz de Jesús.
La posición del cuerpo también puede expresar mi preparación al encuentro pero
no es indispensable. Puedo estar de pie, puedo arrodillarme o puedo postrarme en
tierra, pero si no lo puedo realizar, por ejemplo a causa de enfermedad, entonces
tranquilamente me puedo sentar o me puedo acostar en la cama. La posición
adecuada del cuerpo ayuda a mantener la atención en la oración. Si en la
contemplación llego a la presencia de Dios, mi cuerpo también se silencia, se
tranquiliza y entonces cesa el efecto del ambiente. Es decir, si estoy tranquila y
busco a Jesús, entonces no siento la incomodidad de estar arrodillada o sentada sin
movimiento. Me quedo sin movimiento, pero no forzadamente, sino la presencia
divina vence el contacto con el mundo exterior. Si debo concentrarme en
disciplinar mis miembros y mi mente siempre está reflexionando, entonces no
puedo pasar al grado de la contemplación. Debo entregarme completamente y
entonces el regalo de Dios será mi parte.
El primer fruto nutritivo de la contemplación es la paz interior y la
alegría. Muchas veces es difícil encontrar las palabras. Además recibo como regalo
una correlación, una nueva idea, una tarea, las cuales no inventé yo. Éstas siempre
son positivas y tienen relación con Dios.
En la meditación intento dar a luz una nueva idea (pero no sólo la mente trabaja,
el corazón también está presente), mientras que en la contemplación preparo lugar
para poder acoger algo.
La meditación y la contemplación se ralacionan entre sí, pero se diferencian en
muchas cosas. El conocimiento amado que proviene de la meditación se
complementa en la contemplación.

Sobre el templo dominico de Pest, Capilla interior


Décimo grado: la misa, la cúspide de la oración
Pasando por todos los grados escritos anteriormente, llego a la cúspide: en la misa
me encuentro más íntimamente con el Senor Jesús. Me espera Jesús que está
realmente presente en la Eucaristía, por mí está allí. Todo lo hace por mi salvación,
sólo espera que yo también me acerque a Él. Me llama y siempre es capaz de darse
a sí mismo, de entregarse al hombre miserable y pecador. Además me considera su
amigo y respetuosamente espera, cuando yo quisiera acercarme a Él. Jamás se
convierte en carga para los demás. Libremente puedo escogerlo a Él, que da la vida
por sus amigos.
Debo darme cuenta que Él vive en este pequeno pedazo de pan y en esta copa de
vino, y está presente corporal y espiritualmente.
No comulgues sólo por rutina, por costumbre. En toda ocasión recuérdate que vas
a encontrarte con el amigo más bueno y más abnegado, Él es el Dios vivo. Comulga
diariamente.

Detalles de la Encíclica que empieza con „ECCLESIA DE EUCHARISTIA” que


salió el Jueves Santo, el 17 de abril de 2003, en el ano del Rosario dado por el Papa
Juan Pablo II:
’La representación sacramental en la Santa Misa del sacrificio de Cristo, coronado
por su resurrección, implica una presencia muy especial.’ (15)
Por la comunión de su cuerpo y de su sangre, Cristo nos comunica también su
Espíritu. Escribe san Efrén: «Llamó al pan su cuerpo viviente, lo llenó de sí mismo
y de su Espíritu [...], y quien lo come con fe, come Fuego y Espíritu. [...]. Tomad,
comed todos de él, y coméis con él el Espíritu Santo… Te invocamos, te rogamos y
te suplicamos: manda tu Santo Espíritu sobre todos nosotros y sobre estos dones
[...] para que sean purificación del alma, remisión de los pecados y comunicación
del Espíritu Santo para cuantos participan de ellos .’ (17)
’La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se
consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre
todo cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que
no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos
recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha su amistad con nosotros: «Vosotros sois
mis amigos» (Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos gracias a Él: « el que me coma
vivirá por mí » (Jn 6, 57). En la comunión eucarística se realiza de manera sublime
que Cristo y el discípulo «estén » el uno en el otro: « Permaneced en mí, como yo
en vosotros » (Jn 15, 4).
Al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza
se convierte en « sacramento » para la humanidad, signo e instrumento de la
salvación, en obra de Cristo, en luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16),
para la redención de todos. La misión de la Iglesia continúa la de Cristo: «Como el
Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Por tanto, la Iglesia recibe la
fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el
sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la
Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización,
puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el
Padre y con el Espíritu Santo.’ (22)
’La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los Sacramentos, en
cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación
con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo.’ (34)
’¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan,
Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo
que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)? Aquel cuerpo entregado como
sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido
en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de
nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que
había experimentado en primera persona al pie de la Cruz.’ (56)
’Todo compromiso de santidad, toda acción orientada a realizar la misión de la
Iglesia, toda puesta en práctica de planes pastorales, ha de sacar del Misterio
eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen.’ (60)
Los movimientos ayudan a profundizar en la oración. La esencia de las nueve
formas de oración de Santo Domingo es que el cuerpo y el espíritu estén en
harmonia. Tiene importancia el ponerse de pie y el arrodillarse. Así es, no
solamente en la oración privada, sino en la misa también. Por ejemplo es evidente
que no voy a cruzar las piernas durante las peticiones. En el fondo de mi corazón
pretendo orar junto con el sacerdote. La posición de pie también expresa lo mismo,
lo que es general en Europa Occidental, en Hungría todavía no está introducido en
todos lados. Lástima que en muchos lugares de Occidente, durante las palabras de
la conversión del pan y el vino se haya perdido la práctica de arrodillarse, aunque
sería importante; sin embargo en nuestra patria es costumbre.
En el mundo la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús es el
milagro más grande. No debemos esperar más milagros. Es suficiente para
nosotros. El Senor Jesús entregó este poder a los sacerdotes y nosotros podemos
estar presentes diariamente, cuando se renueva su sacrificio. Intenta estar presente
allí de cuerpo y alma. Arrodillarse capacita a la humildad. Me recuerda cuán
pequena soy y cuán grande es Dios.
El arrodillarse me da un buen punto de vista.

Sobre el templo dominico de Pest, Capilla interior


Actualmente le damos mucha importancia a las apariencias, por ejemplo: de qué
color sea el teléfono móvil, pero olvido lo esencial, que antes de entrar a la iglesia
debo desconectarlo.
Que sea importante participar en la misa.
Piensa de antemano, planifícalo, que no sólo por costumbre vas a la misa, sino vas
a la Última Cena adonde te invitó Jesús. Intenta participar de manera como si
fuera este el único e irrepetible encuentro. Pues lo es. Toda comunión es un
encuentro personal. Cada parte de la misa me prepara para esto. En las partes más
destacadas nos ponemos de pie, nos arrodillamos, como exige la liturgia para que
nuestro cuerpo también participe activamente
Fruto de la oración: la predicación
„Senor qué será de los pecadores?”
Estatua de Santo Domingo
El concepto de la predicación

Santo Domingo
En general no es correcto llamar predicación, cuando los sacerdotes después de la
lectura del Evangelio explican la Escritura y ensenan a los creyentes, porque la
palabra adecuada es homilia, sermón. (En otros idiomas también hay palabras
propias.)

El Canon de la Iglesia dice:


767 § 1. Entre las formas de predicación destaca la homilía, que es parte de la
misma liturgia y está reservada al sacerdote o al diácono; a lo largo del año
litúrgico, expónganse en ella, partiendo del texto sagrado, los misterios de la fe y
las normas de vida cristiana.
[767] Según el punto No.1 la realización de la homilía no se debe confiar a los
laicos. En el presente canon, la homilía tiene el derecho de ser rica en ideas, y la
misa es el lugar adecuado - y no, por ejemplo al final de la misa – se llama
predicación pronunciada… Por medio de los laicos, se realiza la celebración del
domingo sin el sacerdote, ellos son los encargados de dirigir la celebración y
también pueden predicar. Pero, eso que se da fuera de la misa, no es homilía en el
sentido estricto de la palabra.

766 Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, si en
determinadas circunstancias hay necesidad de ello, o si, en casos particulares, lo
aconseja la utilidad, según las prescripciones de la Conferencia Episcopal y sin
perjuicio del c. 767 § 1.

[766] Para los laicos, en caso de la predicación con autorización puede suceder que
se les confíe este ministerio, como una tarea (517.k.2. §) o como un encargo
especial. En este caso el laico no habla en nombre propio, sino que toma parte en
la acción de la Iglesia, así pues, con respecto a la predicación, se debe custodiar con
la comunidad de obispos… Los laicos no pueden decir la homilía, si se les ha
confiado otro tipo de predicación.

Apéndice complementario del Canon de la Iglesia:

„766. canon. Pregunta: Acaso el obispo diocesano puede dar dispensación en el


canon 767. 1§, de bajo, en el cual, la homilía está reservada para los sacerdotes o
diáconos? Respuesta: No. Aprobación sacerdotal: 20.06.1987.

Del capítulo titulado: Los tipos de la predicación según el libro de Derecho


Canónico escrito por Péter Erdo

„Realizar la homilia es tarea de los sacerdotes y diáconos... Otros tipos de


predicación son por ejemplo: las charlas en los retiros espirituales o en las misiones
populares que deben implicar periódicamente a los párrocos; y además la
celebración de la palabra el día domingo cuando no está presente el sacerdote... El
laico, a quien se confía la realización de esta celebración, recibe el poder y la
autorización para llevar a cabo la prédica. En Hungría, según la Conferencia
Episcopal los laicos que reciben esta misión no necesitan otro tipo especial de
permiso para preparar su propia charla.”

Sobre el templo dominico de Pest, Capilla interior


Entonces cuando se refiere a los laicos como predicación entendemos la vocación
sacerdotal general recibida por medio del bautismo. La predicación significa el
anuncio de la fe, es decir, una persona habla sobre Dios y con sus obras da
testimonio de su fe. Cuando hablamos sobre predicación en el caso de los laicos no
debemos pensar en una cosa muy abstracta y especial. Los laicos no quieren
quitarle la función a los sacerdotes en la liturgia.

Como el Catecismo escribe:


„Así, en la celebración de los sacramentos, toda la asamblea es "liturgo", cada cual
según su función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos. "En las
celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, hará
todo y sólo aquello que le corresponde según la naturaleza de la acción y las
normas litúrgicas” (El Catecismo de la Iglesia Católica, p. 244)

Se puede predicar, es decir hacer un sermón sobre un asunto de fe en reuniones


religiosas no litúrgicas, tanto en comunidades creyentes como en conversaciones
privadas. Sobre Santo Domingo sabemos que con su predicación en el Sur de
Francia muchos volvieron a la Iglesia Católica. Sus charlas famosas no las
impartió en la misa, pues allí no estaban presentes, a quienes se quería dirigir.
Realizó discusiones de fe en las posadas, en las plazas y en los lugares cotidianos de
la gente.
Podemos leer en su proceso de canonización: „San Pablo, el abad de Narbonne,
Guillermo Peyronnet II juramentó y dijo como testigo: „Santo Domingo tenía
como deseo ardiente la salvación de las almas, y en esto trabajó todo lo que pudo.
El anuncio de la fe era tan importante para él, que llamó a sus hermanos para
anunciar siempre el Verbo de Dios, de día y de noche, en las iglesias y en las casas,
al aire libre, en los caminos y donde quiera, y para que permanentemente hablen
sólo de Dios.” (El proceso de Toulouse, 18)

’Dar testimonio de la verdad. Ante Pilato, Cristo proclama que había ‘venido al
mundo: para dar testimonio de la verdad’ (Jn 18, 37). El cristiano no debe
‘avergonzarse de dar testimonio del Señor’ (2 Tm 1, 8). En las situaciones que
exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad, a
ejemplo de san Pablo ante sus jueces. Debe guardar una ‘conciencia limpia ante
Dios y ante los hombres’ (Hch 24, 16). El deber de los cristianos de tomar parte en
la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las
obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en
palabras y obras.’ (El Catecismo de la Iglesia Católica, p. 483)

Los hechos confesados hablan por sí mismos, sin palabras. Todos tenemos la
posibilidad de hacer el bien, en cualquier ambiente que vivamos. Puedo predicar
en mi trabajo, en casa, en mi vecindario, con la forma que vivo, sin realizar hechos
especiales. Si en mi trabajo doy testimonio según la escala de valores cristianos,
esto por sí mismo ya es una predicación. Además también puedo comprometerme
con tareas que enriquecen a la Iglesia, por ejemplo: catequesis, trabajo caritativo,
visita a los enfermos, participar en el coro de la iglesia, editar revistas religiosas,
preparar programas católicos en la radio o una página web. Si lo hago todo de
corazón por el Reino de Dios, todo esto es una predicación.

Pero por qué iniciar algo que no es obligatorio? Por qué hacer más que los
demás?
Sobre el templo dominico de Pest, Los vitrales pintados de la capilla
Porque esto es el fruto de la oración contemplativa. De primero sólo oro por la
propia salvación de mi alma, después por mi familia, por mis amigos. Mi relación
con Dios me reviste cada vez más con el sentido de la responsabilidad. Me
preocupo cada vez más de la salvación de las demás personas. Pero esto es una
preocupación positiva, que me impulsa a actuar. Por el impulso del Espíritu Santo
debo hacer algo por aquellos que viven a mi alrededor. (Qué hacer?, cada uno tiene
su tarea.) Esto dijo Santo Domingo de la manera siguiente: „Senor qué será de los
pecadores?” Esto le impulso adelante en el camino de la predicación. Sigámosle!

El deseo interior me urge, y no una fuerza exterior. Haz tanto sacrificio que puedas
hacer de buen corazón, voluntariamente y que puedas dar como regalo. No tienes
que hacerlo a reganadientes o reprochando, porque eso no trae bendición. La
predicación se nutre de la experiencia del alma en la contemplación. Sólo la
predicación orada y orada llega a los corazones.
Cada persona dispone de diferente capacidad para la predicación, pero esto es
menos importante, que la relación viva con Dios. Un predicador con menos talento,
pero con una vida seria de oración puede transmitir mejor a Dios, que un gran
predicador, que no vive lo que dice. La predicación sin testimonio no alcanza el
objetivo. Dijeron sobre Jesús, que hablaba como quien tiene poder, es decir no dio
conferencias a la élite, sino lo que dijo era su vida misma. Santo Domingo era un
auténtico seguidor de Cristo. Todo esto tiene como base lo que escribieron sus
contemporáneos en el proceso de canonización, sobre su pobreza asumida, su
forma de vida apostólica y su permanente exigencia en el estudio.

„El hermano Rodolfo dijo: ’Escuchaba frecuentemente la predicación de Domingo


sobre la pobreza y a ésta alentaba a sus hermanos. Si a él o a la comunidad les
ofrecieron bienes, no quiso aceptarlos, y tampoco se lo permitió a sus hermanos.
Exigió que vivieran en casas pequenas y baratas. Él mismo vestía un hábito muy
gastado y usado. Le veía muchas veces con el escapulario más usado y corto, que ni
pretendía cubrir con su capa, si tenía que presentarse delante de grandes
personajes.” (Koudelka: Anuncio del Verbo de Dios, Proceso de Bolonia 38)

Inicial del código, siglo XIII: la muerte de Santo Domingo


„Juan, el hermano espanol confesó: ’El hermano Domingo frecuentemente llamaba
la atención a los hermanos y los exhortaba por medio de palabras y cartas, a
estudiar permanentemente el Antiguo y Nuevo Testamento. Yo mismo lo oía y leía
también sus cartas. Él siempre llevaba consigo mismo el Evangelio de Mateo y las
cartas de Pablo. Tan frecuentemente profundizaba en ellos, que ya casi los sabía
de memoria.”

(id. Proceso de Bolonia 29)

Santo Domingo en el lecho de muerte dijo a sus hermanos, que no se preocuparan,


porque después de la muerte les ayudaría más que en su vida. Pedid valientemente
la ayuda de Santo Domingo, que nuestra vida se convierta en predicación
testimonial realizada por los intereses de la salvación de las almas!
Beato Hermano Angelico (1387-1455)

Su nombre original era Guido de Pietro, nació en Vicchio, cerca de Florencia. En


1408, después de aprender la profesión de la pintura entró en el claustro de la
Orden de Santo Domingo en Fiesola, donde recibió el nombre Giovanni. Más tarde
se le pegó el nombre de hermano Angelico (el hemano angélico).Los frescos del
pintor mundialmente famoso decoran los templos y claustros italianos. Se ven sus
pinturas en galerías de París y Berlín. La inmortalidad del hermano Angelico se
arraiga en la santidad de su vida. No es excéntrico, sino un apóstol, que antes de
trabajar siempre ora, es un pintor de una fantasía de muchos colores, que predica
con su pincel. Se le recuerda el día 18 de febrero. (J. Fenyvessy, OP: Sobre el
hermano Angelico)

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