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CAPITULO 4

UNA EVALUACIÓN TEOLÓGICA


DEL HABLAR EN LENGUAS
Hemos considerado ciertos pasajes bíblicos sobre los que los pentecostales basan su afirmación de que cada
creyente debiera buscar el bautismo del Espíritu Santo que inicialmente es evidenciado por la glosolalia, y
hemos encontrado que la evidencia bíblica a que apelan no apoya su enseñanza. Ahora consideraremos la
glosolalia a la luz de las enseñanzas de toda la Biblia, y a la luz de la herencia teológica del cristianismo
histórico. En otras palabras, así como hicimos una evaluación bíblica de la glosolalia, ahora evaluemos el
movimiento de las lenguas desde un punto de vista teológico. Haré este análisis por medio de una serie de
afirmaciones que sintetizan juicios teológicos.
1. No se puede demostrar conclusivamente que los dones milagrosos del Espíritu, que incluyen la
glosolalia, todavía están en la iglesia.
Cuando uno examina la lista de dones espirituales que se encuentra en 1 Corintios 12:8-10 y 28, queda
completamente en claro que algunos de estos dones eran de naturaleza milagrosa. Indudablemente, los "dones
de sanidades" (carismata iamáton, v. 9) y "el hacer milagros" o "facultad de obrar milagros" (Versión Moderna;
Gr. energémata dunámeon, v. 10) quedan dentro de esta categoría, y probablemente varios otros. En realidad,
muchos escritores (como John Owen y Charles Hodge), afirman que toda la lista de dones espirituales que se
encuentra en 1 Corintios 12:8-10 consiste de dones sobrenaturales o milagrosos. Una distinción que
frecuentemente se hace dentro de la categoría de los dones espirituales es el de dones ordinarios y
extraordinarios del Espíritu. Cuando consideramos la lista de dones dada en Romanos 12:6-8, por ejemplo,
quedamos con la impresión de que Pablo allí está enumerando los dones ordinarios del Espíritu, dones que no
necesariamente incluyen el elemento sobrenatural o milagroso: profecía, ministerio, enseñanza, exhortación,
dar, presidir, mostrar misericordia1. Es también significativo que en otra lista de los oficios dados por Cristo a
su iglesia, la que se encuentra en Efesios 4:11, no se mencionan las sanidades, milagros, lenguas o
interpretación de lenguas.
Pentecostales y no pentecostales reconocen que el don de lenguas (así como su compañero don de interpretación
de lenguas) era un don sobrenatural y extraordinario. Y desde luego, ésto inmediatamente hace surgir la
pregunta: ¿Permanecen en la iglesia estos dones extraordinarios del Espíritu después del período apostólico?
Juan Owen, cuyo "Discurso sobre los dones espirituales" en su obra monumental sobre el Espíritu Santo es el
tratamiento más completo que he podido encontrar sobre el tema, expresa la opinión de la mayoría de los
teólogos conservadores cuando dice:
Tampoco tenemos testimonios indudables de que alguno de los dones
que eran verdaderamente milagrosos, y que estaban por sobre las facultades
del hombre, haya sido comunicado a alguien después de la expiración de la
generación de los que conversaron con Cristo en la carne, o de quienes
recibieron el Espíritu Santo por su ministerio (On the Holy Spirit, pp. 474-
475).
En una página posterior él afirma que estos dones milagrosos fueron necesarios para lograr que el evangelio
fuera oído, cuando fue proclamado por primera vez, puesto que los prejuicios de los hombres sólo podían ser
vencidos por esta demostración de poder milagroso.
También podemos destacar la posición de Benjamín B. Warfield acerca de los dones milagrosos del Espíritu o
carísmata, como con frecuencia se les llama. Sostiene que estos dones especiales del Espíritu fueron dados para
identificar a los apóstoles como mensajeros de Dios. Los apóstoles no sólo tenían estos dones, también tenían
autoridad para otorgarlos a algunas personas. Warfield continúa diciendo que no hay un caso registrado de que
estos dones hayan sido otorgados a alguien por la imposición de manos de otra persona que no fuera apóstol 2.
En consecuencia, Warfield llega a la conclusión de que estos dones terminaron en la iglesia después de la
muerte de los apóstoles:
Ellos (estos dones milagrosos) eran parte de las credenciales de los
apóstoles como agentes autorizados por Dios en la fundación de la iglesia. Su
función de este modo los confinaba a la iglesia distintivamente apostólica, y
necesariamente dejaron de existir con ella (Warfield, Miracles Yesterday and
Today ―Milagros del Pasado y el Presente―, p. 21).

Ahora, ¿cómo responden nuestros amigos pentecostales a estas objeciones contra la continuación de las
lenguas? Antes consideramos su apelación a Marcos 16:17-18 y a Corintios 12:28 para apoyar la posición de
que el don de lenguas tenía el propósito de permanecer en la iglesia, y como visto que estos pasajes no nos
impulsan a aceptar esa conclusión. Brumback además afirma que no tenemos una declaración concluyente del
Señor de su intención de hacer que las lenguas y otros poderes cesasen poco después del establecimiento de la
iglesia3. Esto es cierto. Pero, ¿es una prueba convincente? En el sermón del monte Jesús dio instrucciones
acerca de la forma adecuada de llevar ofrendas al altar ―referencia obvia al modo judaico de adoración. En
ninguna parte leemos específicamente que él haya abolido el altar judío y sus sacrificios― sin embargo,
estamos seguros de que este modo de culto ya no es requerido en nuestro tiempo. Además en 1 Corintios 12:28,
donde se menciona el don de lenguas. Pablo afirma que Dios estableció apóstoles en la iglesia. Sin embargo,
nuestros amigos pentecostales están de acuerdo en que este pasaje no nos obliga a afirmar que debe haber
hombres en la iglesia de hoy que tengan el oficio de apóstol. Entonces, ¿ cómo pueden estar seguros de que
cuando Pablo habla aquí de diversos géneros de lenguas nosotros tenemos que tener la certeza de que aún hay
personas en la iglesia actual que poseen este don especial del Espíritu?
Yo creo que hay algunas consideraciones de gran peso para sostener que los dones especiales del Espíritu, como
el don de lenguas, ya no operan en la iglesia de hoy. Veamos algunas de estas consideraciones4.

(a) Ciertos pasajes de la Escritura asocian específicamente los dones milagrosos del Espíritu con la obra de los
apóstoles. El primero de éstos al que dirigimos nuestra atención es Hechos 14:3: "Por tanto, se detuvieron allí
mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia,
concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios". Estas palabras describen las
actividades de Pablo y Bernabé en Iconio durante el primer viaje misionero de Pablo. Nótese que estas señales y
maravillas fueron concedidas por Dios a estos apóstoles 5 a fin de confirmar el mensaje del evangelio de que
eran portadores. En el griego el participio dativo didonti (dando) sigue al participio dativo marturounti
(testificando) a modo de explicación. En otras palabras, el sentido de la oración es que Dios dio testimonio a las
palabras de su gracia concediendo señales y prodigios por medio de las manos de los apóstoles. Las maravillas
que los apóstoles hicieron eran un testimonio de Dios de que ellos eran verdaderamente mensajeros de Dios.
Como hemos visto, la iglesia de Corinto estaba ricamente dotada de los dones especiales del Espíritu. Es
altamente significativo notar que Pablo en su segunda carta a los Corintios, probablemente escrita poco después
de la primera, diga: "Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por
señales, prodigios y milagros (2 Co. 12:12). En el contexto Pablo está vindicando su apostolado. Para probar
que verdaderamente era un apóstol, Pablo aquí recuerda a sus lectores las señales, prodigios y milagros que
fueron hechos por medio de él, llamando a estas manifestaciones del poder del Espíritu "señales de apóstol".
¿No sugiere enfáticamente este pasaje que los dones especiales del Espíritu no eran para que permaneciesen en
la iglesia, sino que eran señales que eran la credencial de los apóstoles, como Warfield afirma?
Encontramos otra referencia a la importancia como credencial de los dones especiales en Romanos 15:15-19:
Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para
haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de
Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los
gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. Tengo,
pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere. Porque no
osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para obediencia
de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y
prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y
por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.

Pablo aquí recuerda a los hermanos de Roma que fue por la gracia de Dios que fue hecho ministro de Cristo a
los gentiles, y que por lo tanto, se gloría en Cristo Jesús más que en sí mismo. Sigue recordando a sus lectores
las cosas que Cristo obró por su intermedio para obediencia de los gentiles "por la palabra y con las obras, con
potencia de señales y prodigios en el poder del Espíritu de Dios". Es claro que las señales y maravillas que se
concedió que Pablo hiciese eran medios por los cuales Cristo le dio poder para conducir a los gentiles a la
obediencia, y así fueron inseparablemente conectados con su ministerio de apóstol a los gentiles.
Hebreos 2:3,4 arroja una luz muy clara sobre la cuestión del propósito de los dones especiales del Espíritu:
¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue
confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con
señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo
según su voluntad.

Según este pasaje la palabra de salvación fue predicada primero por el Señor Jesucristo mismo. Luego fue
confirmada al escritor y a los lectores de esta epístola por los que oyeron al Señor. "Los que oyeron" puede
referirse a los apóstoles o a un círculo más amplio que los apóstoles; la referencia a señales y prodigios en el
versículo siguiente, sin embargo, hace que sea muy probable una referencia limitada a los apóstoles. El tiempo
del participio en el versículo 4 que se traduce "testificando", es presente, indicando que el testimonio que se va a
describir era continuo. Ahora, ¿ cómo dio testimonio Dios con los apóstoles acerca de la autenticidad del
mensaje del evangelio? Por medio de "señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu"
(v.4). La palabra repartimiento, literalmente significa distribuciones (merismois) ; es claro que se refiere a los
diversos dones del Espíritu como los descritos en 1 Corintios 12, e mdudablemente incluye la glosolalia.
Entonces la función de todos estos dones especiales o carísmatas del Espíritu se describe aquí como de
confirmación:Dios continuamente daba testimonio por medio de estos dones, y por lo tanto, confirmaba el
mensaje de salvación a la segunda generación de lectores de la Espístola a los Hebreos.
De los pasajes que ya hemos discutido, aprendemos que el propósito y función de los dones milagrosos
especiales del Espíritu era confirmar a los apóstoles como verdaderos mensajeros de Dios, y de este modo
confirmar el evangelio de la salvación. Siendo éste el caso, podemos entender por qué estas señales milagrosas
tenían que ser tan importantes como evidencia en el tiempo apostólico. Pero, siendo este el caso, también
podemos entender por qué estas señales milagrosas debían desaparecer cuando los apóstoles desaparecieron del
escenario. Si las señales milagrosas tenían el propósito de acreditar a los apóstoles, ya no eran necesarias
después que los apóstoles cumplieron su tarea.
Sin embargo, a nuestros amigos pentecostales les gusta decir: Estos dones milagrosos especiales del Espíritu
todavía son necesarios con fines de evangelización.
... La iglesia, en su estudio de los métodos de evangelización de la
iglesia primitiva, ha pasado por alto una parte vital, esto es, la confirmación
divina del mensaje con señales milagrosas. El fallo de la iglesia desde los días
apostólicos al no buscar y recibir tal confirmación ha sido un factor de
importancia en su lentitud en el cumplimiento de la Gran Comisión6.

Aquí se argumenta que si una iglesia puede manifestar fenómenos milagrosos, tales como la glosolalia, llamará
mucho más la atención y será mucho más bendecida en su programa evangelístico y misionero que cuando
faltan estos fenómenos. Sin embargo, la respuesta a esta pretensión es precisamente esta: la iglesia actual ya no
necesita este tipo de confirmación de su mensaje. En los días de los apóstoles era necesario que el mensaje fuese
confirmado por señales milagrosas. Pero actualmente tenemos la Biblia completa, incluyendo todo el Nuevo
Testamento. Sostener que la iglesia todavía necesita las señales milagrosas para confirmar el mensaje del
evangelio es, me parece, desconocer el carácter completo de las Escrituras. Las palabras de Abraham al rico en
la parábola podemos recordarlas aquí: "Si no oyen (los hermanos del rico) a Moisés y a los profetas, tampoco se
persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos" (Lc. 16:31).

(b) La forma en que Pablo trata la glosolalia en 1 Corintios 12-14 sugiere que este don ya lio se necesita
urgentemente en la iglesia. Como hemos visto. Pablo conclusivamente rebaja el don de lenguas en estos
capítulos. El énfasis principal de su discusión es que el don de profecía debe ser buscado con mayor fervor que
el don de lenguas. Deja bien en claro que en los cultos públicos de la iglesia debe preferirse la profecía antes
que el don de lenguas. Aunque permite un uso restringido de la glosolalia en el servicio, aun ese hablar en
lenguas debe tener interpretación. Una persona que estudie con cuidado esta carta pronto comprenderá, por las
declaraciones de Pablo, que la congregación sería más edificada si cualquier mensaje le es dado por medio de
profecía que si le es dado por medio de lenguas, y que por lo tanto sería mucho mejor si el procedimiento de
hablar en lenguas y luego la interpretación fuera sencillamente eliminado.
En lo que respecta a testificar a personas de fuera de la iglesia, Pablo dice que las lenguas son una señal, no para
los que creen, sino para los que no creen. Así la glosolalia tiene algún valor al atestiguar la genui-nidad del
mensaje del evangelio ante los incrédulos. Pero aun con el propósito de testificar a los incrédulos. Pablo sigue
diciendo en estos capítulos que la profecía es superior a las lenguas. Porque es mucho más probable que un
incrédulo sea llevado a la fe por medio de la profecía que por medio de las lenguas (14:24,25).
No estoy sosteniendo que Dios no podría haber continuado con el don de la glosolalia en la iglesia, si le hubiera
placido hacerlo así. Sólo estoy diciendo que el valor muy limitado que Pablo atribuye a este don en 1 Corintios
12-14 sugiere que parecería haber escasas razones para que este don continuase.

(c) El hecho de que no haya referencias a la glosolalia en las demás epístolas del Nuevo Testamento aparte de 1
Corintios también sugiere con fuerza que este don no fue dado con el propósito que quedase en la iglesia. Si
Dios hubiese tenido la intención de conservar la glosolalia en la iglesia, particularmente si este don iba a quedar
como un canal conductor de ricas bendiciones a la iglesia, sería de esperar que hubiera referencias al respecto en
otras epístolas del Nuevo Testamento además de la de 1 Corintios. Pero no hallamos tales referencias. Aunque
en 1 Corintios Pablo discute la glosolalia, como vimos, él no vuelve a referirse a ella en otra epístola suya. Por
el libro de Hechos sabemos que todos los apóstoles hablaron en lenguas el día de Pentecostés. Sin embargo, no
hallamos referencia alguna a la glosolalia en las epístolas escritas por Pedro, Santiago, Juan, Judas y el autor de
Hebreos. Aunque hay muchas referencias en esas epístolas a la obra del Espíritu, el testimonio del Espíritu y el
fruto del Espíritu, no hay referencias a la glosolalia.
Además, es altamente significativo que la habilidad de hablar en lenguas no se menciona entre los requisitos de
diáconos y ancianos u obispos en 1 Timoteo 3:1-13 y Tito 1:5-9. Ciertamente, si el don de lenguas tenía que
quedar en la iglesia, uno esperaría encontrarlo entre los requisitos de quienes iban a ocupar los oficios en la
iglesia. El hecho de que las epístolas pastorales que acabamos de mencionar fueran escritas mucho después que
1 Corintios sugiere que ya para este tiempo la glosolalia podría haber estado desapareciendo de la iglesia.

(d) La ausencia casi total de la glosolalia en la historia de la iglesia desde el año 100 hasta 1900 d.C. es muy
difícilmente compatible con la pretensión de que Dios quería que el don de lenguas permaneciese en la iglesia.
Hemos visto antes que hay muy pocos relatos de glosolalia en la historia de la iglesia de aquellos años. Algunos
de los informes que tenemos son de dudosa autenticidad; otros tienen que ver con grupos que eran
definitivamente heréticos, como los montañistas. Aun cuando todos los casos de glosolalia atribuidos a este
período fueran verdaderos, los grupos que practicaron la glosolalia serían todavía pocos y muy distantes en el
tiempo unos de otros. Sencillamente no se puede negar que, hablando en general, la glosolalia era virtualmente
desconocida en los cuerpos más representativos del cristianismo hasta aproximadamente 1900.
Comprendo que el argumento de la historia no es completamente convincente. Desde luego, es concebible que
Dios, por razones que él bien conoce, haya decidido privar a la iglesia de la glosolalia durante dieciocho siglos y
entonces, al principio del siglo veinte, haya restaurado nuevamente este don a la iglesia. Pero cuando los
pentecostales sostienen que una iglesia que no tiene manifestaciones de lenguas carece de una de las más ricas
fuentes de bendiciones provistas por Dios para su pueblo7, nos sentimos confundidos por el inmenso abismo
que existe en la historia de la glosolalia. Si el hablar en lenguas es una bendición tan grande como nuestros
hermanos pentecostales sostienen, ¿por qué estuvo virtualmente ausente de la iglesia entre los años 100 y 1900?
¿Empobreció Dios deliberadamente a su pueblo?
Las consideraciones presentadas sugieren con fuerza que los dones milagrosos del Espíritu, tales como la
glosolalia, ya no existen en la iglesia de hoy. ¿Pueden nuestros amigos pentecostales probar en forma
conclusiva, por las Escrituras y por la historia de la iglesia, que estos dones milagrosos todavía están con
nosotros?

2. La doctrina distintiva de las denominaciones pentecostales que es básica en sus enseñanzas sobre la
glosolalia, a saber, que todo creyente debe buscar un bautismo del Espíritu Santo posterior a la
conversión, no tiene base en las Escrituras.
Ya hemos visto que los pasajes del libro de Hechos a los que los pentecostales comúnmente apelan no apoyan
esta doctrina. ¿Recibe esta doctrina apoyo de otros pasajes de las Escrituras? Por el contrario, la enseñanza de
que una persona regenerada todavía tiene que pasar por un bautismo del Espíritu en virtud del cual recibe la
plenitud del Espíritu está basada en una mala comprensión de la obra del Espíritu. Cuando el Espíritu nos
regenera, entra en nuestras vidas, ya no como un poder sino como una persona. Pablo expresa este pensamiento
en forma muy clara en Romanos 8:9: "Mas vosotros (el regenerado, el creyente) no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros". Pablo agrega en la oración siguiente:
"Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El". En otras palabras, si uno pertenece a Cristo, tiene el
Espíritu de Cristo, y si tiene al Espíritu de Cristo, el Espíritu está morando en él. Ahora, ¿qué más puede hacer
el Espíritu sino habitar en él? ¿Por qué habría de ser necesario que el Espíritu sea otorgado sobre la persona en
una "segunda bendición" o "segunda obra de gracia" o "bautismo del Espíritu" cuando el Espíritu ya está
morando dentro del creyente? Lo mismo enseña 1 Corintios 3:16: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros?"
En realidad, en ningún lugar del Nuevo Testamento encontramos que los creyentes pidan tal bautismo del o en
el Espíritu Santo, y en ningún lugar encontramos a los apóstoles dando mandamiento a los discípulos en el
sentido de buscar dicho bautismo. Mas bien encontramos a Pablo que dice a los Gálatas: "Si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Ga. 5:25). La implicación es clara: si hemos nacido de nuevo,
tenemos el Espíritu, puesto que solamente el Espíritu nos puede regenerar. Si esto es así, argumenta Pablo,
entonces en el mismo Espíritu o por el mismo Espíritu en quien vivimos debemos caminar. Pablo no dice:
"Esperar el bautismo del Espíritu para que podáis caminar en él". El dice: "Caminad en forma más completa en
el Espíritu o por el Espíritu que vosotros tenéis, que ya os ha dado un corazón nuevo, en quien vosotros ya
vivís".
Indudablemente, es verdad que necesitamos luchar continuamente para tener una mayor plenitud del Espíritu.
Pero esto no significa que después que hemos sido regenerados debemos esperar que el Espíritu sea quien hace
la próxima movida. Mas bien, si se me permite expresarlo así, la próxima movida nos corresponde a nosotros:
debemos rendimos más plenamente al Espíritu que ya mora en nosotros 8. Este, como hemos visto, es el énfasis
de Efesios 5:18: "No os embriaguéis con vino, en el cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". El
presente del imperativo, pleroústhe, significa "sed continuamente llenos", "permaneced siendo llenados". El
pasaje señala una lucha de toda la vida, no una experiencia de un momento. Tampoco Pablo implica con ello
que los lectores de la Espístola a los Efesios todavía no tenían el Espíritu, porque en 1:13 había escrito:
"...habiendo creído en El (Cristo), fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa".
Por lo tanto, aunque no quisiéramos, tenemos que llegar a la conclusión de que la teología del pentecostalismo
en este respecto está basada más sobre la experiencia que sobre la Escritura. Russell T. Hitt, editor de Eternity
(Eternidad) lo expresa así:
Toda enseñanza debemos juzgarla por la Palabra de Dios. Muchos que
han tenido recientemente una experiencia pentecostal tienen problemas para
dar una explicación bíblica adecuada a lo que ha ocurrido. En cambio
testifican de una experiencia, y levantan un extraño esquema doctrinal basado
en el libro de los Hechos para apoyar la dudosa doctrina del "bautismo del
Espíritu" (Eternity, julio 1963, página 7).

Pero no podemos basar la doctrina primariamente en la experiencia. He oído a mormones que dicen que se
convencieron que José Smith era un verdadero profeta de Dios porque tuvieron una maravillosa experiencia
espiritual en la religión mormona. Si la experiencia es básica para la doctrina, ¿cómo se podría probar que los
mormones están en un error ―o, porque eso importa, los budistas, hindúes o musulmanes?

3. La teología del pentecostalismo enseña erróneamente que una bendición espiritual debe ser atestiguada
por un fenómeno físico.
Se dice que hablar en lenguas es la evidencia física inicial de haber sido bautizado con el Espíritu Santo. Pero,
¿cómo puede ser una señal física la prueba de un estado espiritual? Los pentecostales señalan cuatro casos en el
libro de Hechos en que el hablar en lenguas demostró que el Espíritu había sido recibido en su plenitud (aunque
en el caso de los samaritanos no se menciona el hablar en lenguas), pero estos casos estuvieron asociados con
Pentecostés o con una extensión de Pentecostés, como hemos visto; y, además, hay muchos casos en el libro de
Hechos donde no se hace mención de las lenguas, aun en casos en que se nos dice que las personas fueron llenas
del Espíritu Santo. Además, aun los pentecostales reconocen que el hablar en lenguas ocurrido en Corinto no
tenía relación directa alguna con el ser llenos del Espíritu 9. Entonces, ¿cómo pueden nuestros amigos
pentecostales afirmar con tanta seguridad que la glosolalia es actualmente la evidencia indispensable del
bautismo del Espíritu?
¿No enseña la Biblia misma que la prueba de ser lleno del Espíritu no es física, sino espiritual? ¿Qué dice Pablo
acerca de esto en Gálatas 5:22-23? "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza". Uno de los grandes peligros del pentecostalismo y del neopentecostalismo, me
parece, es que la gente llega a estar cada vez más preocupada de los dones del Espíritu que del fruto del
Espíritu. Por el lado negativo, nuestro Señor mismo dijo que aun el profetizar o el obrar milagros en si no
prueban que una persona está verdaderamente llena del Espíritu:
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
hacedores de maldad (Mt. 7:22-23).

Aunque San Agustín escribió las siguientes palabras hace más de 1500 años, son tan adecuadas ahora como lo
fueron entonces:
En los primeros tiempos el Espíritu Santo cayó sobre los que creyeron,
y ellos hablaron en lenguas que no habían aprendido, "según el Espíritu les
daba que hablasen". Estas eran señales adaptadas para el tiempo... Entonces,
si ahora el testimonio de la presencia del Espíritu no es dado por medio de
estos milagros, ¿por qué medio es dado? ¿cómo llega uno a saber que ha
recibido el Espíritu Santo? Que le pregunte a su propio corazón. Si ama a su
hermano, el Espíritu de Dios mora en él (Homilía sobre 1 Juan).

4. En el pentecostalismo está implícita una especie de subordinación de Cristo al Espíritu Santo que no
está en armonía con la Escritura.
Hicimos notar anteriormente que Ralph M. Riggs describe el bautismo del Espíritu Santo con palabras que
implican una especie de sub-ordinacionismo:
Esta experiencia (de bautismo del Espíritu) es tan distinta de la
conversión como el Espíritu Santo es distinto de Cristo. Su venida (la del
Espíritu) sobre el creyente en el Bautismo es la venida de la Tercera Persona
de la Trinidad, además de la venida de Cristo, que ocurre en la conversión10.

¿Qué es lo que Riggs dice aquí? Que la conversión es solamente la venida de Cristo, pero que el bautismo del
Espíritu es la venida del Espíritu Santo. Puesto que uno no ha llegado al peldaño más elevado de la escalera
espiritual hasta que ha recibido el bautismo del Espíritu, es evidente que recibir a Cristo solamente es quedar en
un bajo nivel espiritual.
En otro lugar, este mismo escritor, después de explicar que el Espíritu Santo es el Director Personal de la
iglesia, pregunta:
¿Cómo podemos vivir y actuar efectivamente sin nuestra Cabeza y
Líder designado por Dios? Qué desconcertante y frustrante es para el plan y
propósito de Dios si nosotros no cooperamos desde el comienzo de nuestra
experiencia cristiana recibiendo la plenitud del bautismo del Espíritu Santo11.

La implicación es clara: Si uno no ha recibido el bautismo del Espíritu, está viviendo sin el Líder establecido
por Dios. ¡ Puede recibir a Cristo en el momento de la conversión, pero todavía está sin líder! ¡Tener solamente
a Cristo en el corazón es tener un cristianismo inferior de segunda categoría!
¡Qué diferente es ésto de lo que la Biblia ensena! Cristo enseña de otro modo: "El (el Espíritu Santo) me
glorificará; porque tomará de lo mío y os lo hará saber" (Jn. 16:14). Exaltar la obra del Espíritu es digno de
elogio, pero exaltar al Espíritu por sobre Cristo es un error comparable con la subordinación de Cristo al Padre
de que eran culpables los antiguos arríanos.
El comentario de Kurt Hutten es acertado:
La teología pentecostal ha absolutizado la doctrina del Espíritu
Santo... Al hacerlo ha negado el testimonio de la Escritura. Porque, según las
Escrituras, el Crucificado y Resucitado es y sigue siendo el centro que domina
y penetra todo lo demás. Y según la Escritura, Cristo y el Espíritu Santo no
pueden ser separados; la obra de uno no puede distinguirse de la del otro en
calidad o categoría. No hay obra del Espíritu Santo fuera de la cruz; sólo hay
una obra del Espíritu bajo la cruz (Seher, Gruebler, Enthusiasten, p. 520).

5. La teología del pentecostalismo tiende a crear dos niveles de cristianos: los que han recibido el
bautismo del Espíritu y los que no lo han recibido.
Los pentecostales dejan bien en claro que la persona que no ha recibido el bautismo del Espíritu Santo no ha
llegado al nivel de cristiano en toda su plenitud. Los escritores pentecostales hacen una clara distinción entre
bautismo del Espíritu y conversión12, y entre bautismo del Espíritu y santificación13. Solamente las personas
bautizadas en el Espíritu, dicen, han sido selladas con el Espíritu14, y tienen la arras del Espíritu15. El bautismo
del Espíritu se describe como el poder que viene de lo alto ―poder que es llamado el sine qua non del servicio
cristiano16. Esto implicaría que las personas que no han recibido el bautismo del Espíritu―la gran mayoría de
los que se denominan cristianos― no tienen un poder adecuado para el servicio cristiano. Un escritor
pentecostal describe el bautismo del Espíritu como la venida del equipo divino para la batalla contra el diablo17;
la implicación de esto parecería ser que el vasto ejército de cristianos ordinarios, no pentecostales, salen
precipitadamente a la batalla como soldados sin preparación y sin armas.
Una pequeña reflexión revelará cuan desvastador puede ser este punto de vista del cristianismo de dos niveles
para la unidad de la iglesia. No estoy acusando a los pentecostales de que digan que una persona no puede ser
salvada sin el bautismo del Espíritu Santo, sino que estoy observando que su teología deja a una gran multitud
de cristianos ordinarios, y un pequeño grupo de cristianos muy especiales. Esto es muy poco fiel a las
Escrituras. Pablo dice en Gálatas 3:28: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo". Sin embargo, los pentecostales debieran interrumpir a Pablo
en este punto: "Pero, Pablo, ¿te has olvidado de la distinción entre cristianos que son bautizados en el Espíritu y
los que no lo son?" Aun más, sugerir que solamente las personas bautizadas por el Espíritu son selladas con el
Espíritu, tienen la arras del Espíritu, y han sido equipados con poder de lo alto, es decir que hay una gran
cantidad de pasajes del Nuevo Testamento que realmente no tienen mensaje para la inmensa mayoría de los
creyentes desde los días apostólicos.
6. La teología del pentecostalismo implica que la iglesia ha estado sin conductor, sin poder adecuado, sin
la plena luz, y sin una experiencia cristiana completa desde los fines del primer siglo hasta el principio del
siglo veinte.
H. J. Stolee, en en Speaking in Tongues (Hablando en Lenguas), originalmente publicado en 1936, dice:
Siempre ha sido una característica de los movimientos fanáticos el
ignorar y aun negar la continuidad del cristianismo. El desarrollo de siglos es
considerado virtualmente como un fracaso total.

Es triste decirlo, esta tendencia también es evidente en el pentecostalismo. Antes vimos que, según los escritores
pentecostales, la razón por la que la glosolalia desapareció casi totalmente de la iglesia en los siglos que se
extienden entre 100 d.C. y 1900 fue la falta de fe por parte del pueblo de Dios. Miremos más de cerca este
asunto. Carl Brumback alega que aunque Dios pudiera haber hecho a los hombres responsables de la verdad del
bautismo del Espíritu durante toda la era de la historia de la iglesia desde la edad apostólica, no aplicó
estrictamente sus normas durante todo el período porque su pueblo, por el pecado y el fracaso, se había hecho
incapaz de conformarse con dichas normas18. Muchas verdades del Nuevo Testamento estuvieron totalmente
eclipsados durante la edad medial9. Estas verdades en parte fueron restauradas por la Reforma, pero la Reforma
no fue completa. Ciertas porciones de la verdad quedaron escondidas para los reformadores, en espera de otro
momento para su revelación plena20. Entre las grandes verdades que no fueron completamente reveladas a los
reformadores estaba la doctrina del bautismo del Espíritu Santo21. A principios del siglo veinte Dios consideró
oportuno devolver esta verdad a la iglesia22. Antes del siglo veinte la experiencia de los santos postapostólicos
no estuvo a la altura de las normas bíblicas, porque no tenía "un bautismo pleno del Espíritu Santo, no tenía un
carácter milagroso y no estaba acompañado con lenguas"23.
Lo que ésto quiere decir es que durante 1800 años de historia de la iglesia (con pocas y pequeñas excepciones)
toda la iglesia no logró disfrutar la plenitud de la experiencia cristiana que Dios tenía el propósito de conceder a
sus hijos. Esto significa que gigantes como Calvino y Lulero no alcanzaron a tener tanta fe como los
pentecostales de hoy. Esto significa, como hemos visto, que durante todos estos siglos la iglesia estuvo
realmente sin conductor, sin todo el poder para el servicio, y sin la plena luz de la verdad divina. No sólo esto,
sino que gran parte de la iglesia actual está similarmente impedida, puesto que aun no acepta esta última verdad
que Dios ha revelado. La conclusión ineludible parece ser que solamente los pentecostales están con plena
posesión de la verdad divina; los demás permaneceremos en tinieblas parciales hasta que estemos dispuestos a
aceptar sus enseñanzas.
Sin embargo, ¿no niega esta doctrina que el Espíritu Santo haya dirigido continuamente a su iglesia durante
dieciocho siglos de historia eclesiástica? Esta pretensión, ¿no hace peligrar seriamente la verdad de la
universalidad de la iglesia de Jesucristo? ¿No implica que solamente los pentecostales son el verdadero pueblo
de Dios, lleno del Espíritu? Una cosa es admitir que todos los creyentes no alcanzan a hacer la voluntad de Dios
y a entender completamente su revelación, pero es completamente distinto pretender que el grupo a que uno
pertenece es el único que tiene la verdad en este asunto, mientras todos los demás están en el error.
Podría uno preguntarse todavía si las observaciones hechas se aplican a neopentecostales lo mismo que a los
pentecostales. Desde luego, no tenemos ningún libro sistemático en doctrina en que los neopentecostales
expongan lo que tienen en común. Sin lugar a dudas, hay matices de opinión entre los neopentecostales como
los hay entre los pentecostales.
Es muy posible que muchos neopentecostales no compartan la posición común de los pentecostales de que la
glosolalia es la evidencia indispensable de que uno ha recibido el bautismo del Espíritu Santo. Si es así, algunas
de las consideraciones presentadas no se aplicarían a ellos. Pero como hemos demostrado, aun la posición de
que la glosolalia es una evidencia de que uno ha sido lleno del Espíritu Santo está en condiciones de ser
seriamente puesta en duda.
Sin embargo, debemos recordar que el neopentecostalismo surgió del pentecostalismo; por lo tanto, es de
esperar que en las cuestiones que comprenden la importancia y significado de la glosolalia los neopente-
contales tengan mucho en común con los pentecostales. Además, hemos hecho notar que unos cuantos
neopentecostales prominentes toman la posición común de los pentecostales en cuanto a las lenguas. Aun hemos
visto una declaración oficial de la junta de directores de la Sociedad de la Bendita Trinidad que afirma que el
bautismo del Espíritu Santo es confirmado por la glosolalia24. Por lo tanto, parecería probable que la mayoría
de los neopentecostales, hasta donde han pensado el asunto, tomen la misma posición de los pentecostales en
cuanto a la importancia de la glosolalia. Hasta donde este sea el caso, los comentarios hechos en este capítulo se
aplicarían lo mismo a neopentecostales que a pentecostales.

Notas del Capítulo 4


1 Si aquí profecía se entiende como un don milagroso que comprendía la capacidad de recibir revelaciones directas de Dios,
seria una excepción a la declaración hecha anteriormente. Sin embargo, es posible que la palabra profecía según se usa aquí
signifique sencillamente el don de predicar la palabra, puesto que los demás dones mencionados en el contexto inmediato no
son del tipo sobrenatural o milagroso.
2 El caso de los samaritanos se cita en particular a modo de confirmación, puesto que en Samaría los dones especiales del
Espíritu no fueron otorgados hasta que los apóstoles hubieron descendido de Jerusalén (Warfield,p. 23).
3 ¿Que Quiere Ser Esto?, pp. 65, 66.
4 Incidentalmente, no creo justificado que uno apele en conección con ésto, a 1 Corintios 13:8: "cesarán las lenguas". Porque
el mismo versículo dice que también cesarán las profecías y la ciencia, y el contexto posterior aclara que el contraste aquí no
es entre la edad apostólica y la era que sigue, sino entre el periodo que está antes de la segunda venida y el que sigue después
de la segunda venida, "cuando venga lo que es perfecto" (v. 10).
5 Bernabé también es llamado apóstol en el versículo 14.
6 Brumback, obra citada, p. 387.
7 Ibid., pp. 349, 388-399.
8 Aquí no pretendo sugerir que podemos rendirnos nosotros mismos en forma más completa al Espíritu por nuestras propias
fuerzas. Nosotros podemos hacer esto solamente con el poder de Dios (Jn. 15:5; Fil. 4:13). Pero mi argumento es: No
necesitamos esperar una experiencia adicional de bautismo del Espíritu Santo antes de rendirnos completamente al Espíritu.
9 Brumback, obra citada, p. 320.
10 El Espíritu mismo, p. 81. " Ibid., p. 83. " lbid.,p. 81.
13 P. C. Nelson, Doctrinas Bíblicas.
14 Riggs., p. 75.
15 Ibid., p. 76.
16 Ibid., p. 82.
17 Ibid., p. 84.
18 Brumbact, obra citada, p. 325.
19 Ibid., p. 335.
20 Ibid., p. 335.
21 Ibid., p. 335.
22 Ibid., p. 336.
23 Ibid., pp. 337-338.
24 Véase el capítulo 2.

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