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Galindo V. Oscar 2006.

“Antologías e identidades en la
poesía chilena hasta mediados del siglo XX”. Estudios
Filológicos 42: 81-94.

La selección de un corpus de autores dentro de una


antología poética suele ir precedida por la definición identitaria
de aquellos rasgos que se supone comunes a los antologados, ya
en la forma y composición, ya en el contenido u expresión
poética. Sin embargo, en ciertas antologías de carácter
totalizante, como aquellas en que se quiere incluir una selección
de autores representativos de un país, la selección está
mayormente determinada por las voces predominantes definidas
por la actividad propia de los autores, por sus planteamientos
estéticos en el marco de la tradición, -o contra ella-, y por el
interés que generan en el público especializado consumidor de
tales obras.

Desde que en 1842 Lastarria en su famoso discurso


inaugural de la sociedad de escritores chilenos hiciera el
llamado a la toma de conciencia de las letras chilenas,
estableciendo el sentido y la utilidad de las mismas, -y de paso
legitimizando la función del poeta-, el derrotero de la literatura
chilena quedó establecido, en un primer momento, en base a la
filiación de la misma a motivos nacionales, en su carácter
inaugurador de una forma definida de presentar la realidad. Más
tarde, en los primeros decenios del siglo XX, al ocurrir una
apertura hacia otros horizontes literarios debido a los procesos
modernizadores vivenciados por las naciones latinoamericanas,
existió un segundo momento en que, si bien es cierto siguió
efectuándose la definición identitaria en el marco de lo propio,
se consideraron elementos foráneos, tendencias ajenas que
fueron adaptándose a la realidad inmediata en un marco de
transdiscursividad y reflexión estética.
En tal sentido el trabajo hecho por antologadores y
escritores supone, tal como señala Galindo en su artículo, una
manera de asentar y validar la creación de un corpus que
permite advertir las relaciones, interferencias, e influencias de
nuestra literatura con otras, en sus procesos de mestizaje,
hibridismo y heterogeneidad, y que ayudarían a definir el
recorrido posterior de la poesía en tanto que se establecería un
campo de continuación y ruptura en los términos que han
descrito entre otros Goic y Promis en relación a las
generaciones literarias chilenas.
Por lo mismo es que el artículo del profesor Galindo
propone una revisión de los preceptos estéticos, metatextuales y
discursivos, presentes en las antologías poéticas de la primera
mitad del siglo XX, como forma de adentrarse en la
constitución y afianzamiento de un canon antológico, y por
añadidura, su influencia en la definición identitaria nacional. En
tal sentido, la publicación en 1917 de Selva Lírica. Estudio
sobre los poetas chilenos por Julio Molina Núñez y Juan
Agustín Araya es, según el autor, de suma importancia en la
definición moderna de poesía chilena en al menos tres puntos
claves, a saber: el establecimiento de un intento de
independencia poética; el establecimiento de un canon poético
chileno fundado en razones de calidad estética de acorde a la
condición moderna de producción; y last but not least, la
consideración del rol que juegan en la producción poética otras
manifestaciones como las literaturas populares e indígenas. En
tal dirección la antología en cuestión sirve para una afirmación
literaria que da cuenta del orgullo nacional y de la
independencia cultural por la cual se moverá la poesía chilena
durante los próximos 30 años, pero también para conocer y
difundir los diferentes desarrollos que coexisten y convergen en
el sistema lírico nacional, en la medida que da cuenta de la
diversidad y complejidad del fenómeno literario en el país.
Otras antologías posteriores son revisadas en el artículo
como forma de encauzar un seguimiento a aquellos textos
definitorios en el campo literario de las épocas que representan.
De esta manera resulta pertinente la revisión entre variados
textos, el de la antología conducida por Anguita y Teiltelboim
en 1935 bajo el auspicioso titulo de Antología de poesía chilena
nueva, en cuanto define muy marcadamente el panorama,-y los
autores-, que tendrían vital importancia en la escena poética de
la primera mitad del siglo XX, y que además sirve para
establecer los intentos de una nueva definición identitaria de la
poesía chilena. La de su imbricación y dialogo con la poesía
europea, sobre todo con las vanguardias. Lo que llevará a los
autores a confrontar su propia creación con la de sus pares,
tanto en el contexto nacional, como en el internacional con la
adaptación de corrientes poéticas novedosas al campo literario
chileno. Se efectuará un sincretismo entre la tradición europea,
especialmente francesa, con la tradición nacional, dando lugar a
propuestas que suponen un quiebre con lo realizado hasta
entonces en el ámbito de las letras. De este modo se producirá
una doble articulación de la lírica nacional, por un lado algunos
autores continuarán inmersos en la tradición, mientras que otros
buscarán nuevas formas de volcar sus inquietudes estéticas
tomando prestado de las vanguardias el espíritu inquieto y
rupturista.
Tal como destaca Galindo en su texto, algunas
antologías, como las dos preparadas por Tomás Lago, 8 nuevos
poetas chilenos (1939) y Tres poetas chilenos (1942), se
mueven en otros derroteros poéticos, rescatando las voces que
están en mayor consonancia con la tradición opacada por las
nuevas corrientes asimiladas (surrealismo, ultraísmo,
creacionismo), propugnando una recuperación de modelos
propios de la poesía popular hispánica, sobre todo aquella de
corte García lorquiano. Otras antologías por el contrario siguen
dando cuenta de la diversidad y complejidad de la poesía
chilena, como lo hace por ejemplo la de Pablo de Rokha
Cuarenta y un poeta joven de Chile. 1910-1942 publicada en
1942, y que ahonda aún más en la pluralidad del espectro
poético nacional con la inclusión de otras voces, algunas de las
cuales tendrán años después cierto protagonismo, y otras que se
apagarán con el paso del tiempo.

La poesía que se estila a mediados del siglo XX, y que


es antologada a esas alturas por un sinnúmero de recopilaciones,
entre ellas la de Hugo Zambelli, Jorge Elliott, -quien rescata las
voces femeninas en la poesía chilena, generalmente veladas-, da
cuenta según Galindo de una continuidad que supone la entrada
en la tradición de aquellas propuestas que en la fase inicial de
las vanguardias en Chile rompían con ella. La alteración en la
forma, los nuevos registros, la inclusión de elementos que hasta
antes de la transformación poética propugnada por las
vanguardias no eran consideradas en la expresión poética,
transformó profundamente la lírica nacional, dando espacio para
el desarrollo de un nuevo grupo de autores, que afianzaron sus
propuestas a partir de mediados de siglo. Tal establecimiento
sirve para hablar por un lado, de una tradición propia que tal
como señala el autor, reclama un lugar en el canon occidental, y
por otra parte, es clave en la formación de una identidad
discursiva en Chile, en donde las antologías son fundamentales
para entender e interpretar tales procesos.

Víctor Silva Mendoza

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