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Se ha de procurar la paz entre las clases sociales, pues son necesarias y se necesitan
mutuamente.
Todos lo bienes de este mundo no son el fin, sino solo medios, pues el ser humano no
ha sido creado para este mundo, sino para la eternidad. Sin embargo, para alcanzarla
es necesario, a ejemplo de Jesús, pasar por la cruz.
La posesión de grandes riquezas no asegura la felicidad eterna, esta se logra en la
medida en que soy capaz de renunciar al excedente en bienes necesarios para
satisfacer mis necesidades de la legítima propiedad privada, para con un espíritu de
caridad cristiana lo doy en limosna a los que tienen menos.
Estado debe promover y defender el bien del obrero en general, a través de la práctica
de la Justicia distributiva. Teniendo en cuenta, además, que es verdad incuestionable
que la riqueza nacional proviene no de otra cosa que del trabajo de los obreros. Por
tanto el Estado ha de procurar velar sobre todo, por el bienestar de los más débiles,
respetando sus derechos y deberes.
El Estado debe promover el bienestar moral del obrero, ya que es un ser humano
creado a imagen y semejanza de Dios, por lo que su destino no es la vida mortal, sino
la vida eterna
El Estado debe promover el bienestar material del obrero, procurando que los patrones,
en paz con los obreros, aseguren un salario adecuado y el descanso necesario a los
obreros, de modo que mantengan la integridad física, el cumplimiento de sus deberes
religiosos y el derecho de poseer bienes en privado que por naturaleza le corresponde.
La cooperación a las obras sociales en bien de los obreros, es digno de elogio, sin
embargo, el afán caritativo de muchos cristianos que contribuyen.
Se inculca a que los principios de la religión sean los que fundamenten la labor social y
exhorta a los pastores a que anuncién la verdad del EVNAGELIO con respecto a esto,
sobre todo la práctica de la caridad señora y maestra de todos las virtudes.