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de
la
Eucaristía
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la
creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el
amor3.
Con estas palabras y tantas otras, el Espíritu de Dios nos impulsa a la santidad.
Parafraseando al apóstol que grita “La Caridad de Cristo nos urge”4, podemos sentirnos
interpelados de la misma manera: “La santidad de Cristo nos urge”.
La Iglesia necesita una profunda renovación, una gran transformación, un fuerte impulso
de santidad, una nueva generación de santos. Una Vida Nueva. Una comunidad con el
fervor de la primera. Un Espíritu que nos permita respirar la santidad de Dios.
Es posible hoy?
El Espíritu Santo ha suscitado, ya desde el siglo pasado, una corriente de Gracia que se
ha manifestado en distintos momentos, lugares y estados de vida: un renovado FERVOR
EUCARISTICO.
El Reino de los Cielos ya está entre ustedes8, anunciaba Jesús con su sola Presencia. Al
reinar la Eucaristía el Reino de Dios está entre nosotros. Y así como los demonios no
soportaban la Presencia de Cristo9, del Reino; así tampoco la Presencia de la Eucaristía,
del Santo de Dios, puede cohabitar con el pecado. Esta corriente de gracia suele
encontrar, misteriosamente, cierto rechazo, cierta resistencia, e incluso cierto
cuestionamiento peyorativo. El maligno no soporta la Presencia del Santo de Dios y con
muchas sutilezas querrá evitar el Reinado de la Eucaristía que anticipa la plenitud del
1
Mt. 5,48
2
1 Tes. 4,3
3
Ef. 1,3-4
4
2 Cor. 5,14
5
Cfr. Ecclesia de Eucaristía cap. II
6
Sacrosanctum Concilium 10
7
Presbyterum Ordinis 5
8
Cfr. Mt. 4,17
9
Cfr. Mc. 5,6-10
Reino de Dios entre nosotros. Es que la Eucaristía nos permite, gracias al Espíritu que
recibimos, ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre. En la Eucaristía le
pertenecemos a Dios y Él (si vale la expresión) nos pertenece; así como el Hijo es todo
del Padre y el Padre todo del Hijo en la comunión del Espíritu Santo. En la Eucaristía
participamos de la misma comunión. La santidad de Dios habita en nosotros.
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos
Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó primero10.
Un camino de santidad humilde y grande a la vez: celebrar y adorar todos los días la
Eucaristía. Un compromiso de ser como la LAMPARA ENCENDIDA del sagrario. Todos
los días un signo vivo de la Presencia Viva. Presentes ante el PRESENTE.
La fidelidad de Jesús en la Eucaristía nos invita a esta sencilla fidelidad que trata de vivir
la primacía de la gracia14 y la escuela de comunión15 a la que nos invita nuestro amado
Juan Pablo II en Novo Milenio Ineunte. Un camino de santidad para el nuevo milenio.
10
1 Jn. 4,9-10
11
Expresión utilizada para describir el camino de la infancia espiritual que inspiró a Santa Teresita de
Lisieux
12
Cfr. Mt. 13,31-32
13
Ecclesia de Eucaristía 1
14
Novo millenio Ineunte 38
15
Novo millenio Ineunte 43
Abrazados por el Inmaculado Corazón de María, en el espíritu del Magnificat16, viviremos
consagrados al Corazón Eucarístico de Jesús, hasta que Dios sea todo en todos17.
Así encarnaremos la santidad a la cual somos llamados por el bautismo.
Así anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Ven Señor Jesús18.
Fiesta de Pentecostés del año 2009
16
Cfr. Lc. 1,46-55
17
1 Cor. 15,28
18
Ver Plegaria Eucarística
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre...
Es ante todo un llamado a la santidad. Sean santos como es Santo el Padre que está en
el cielo.
El concilio vaticano II ha sido inspirado por el Espíritu Santo para renovar este llamado
evangélico que está dirigido a todos los bautizados19. No solo a los sacerdotes o
consagrados. Sino que es un llamado a los hijos del Padre celestial, es decir a todos los
bautizados.
“La santidad no es un lujo de pocos sino un deber de todos”, nos decía la Madre Teresa
de Calcuta.
De manera concreta el laico vive este llamado en medio del mundo haciendo presente el
Reino de Dios en las realidades temporales: la familia, el estudio, el trabajo, los amigos,
los distintos ámbitos sociales en que se desarrolla su vida.
Sin embargo para instaurar el Reino de Dios primero lo tiene que tener en su corazón. El
Reino de Dios que predicaba Jesús era una invitación a la conversión20, y esto se tiene
que dar ante todo en el propio corazón.
Tiene que ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre. Jesús predicaba el Reino de
Dios diciendo que ese Reino ya está entre nosotros. Cómo? En su Persona. En su
Persona que le pertenece del todo al Padre ya estaba su Reino entre nosotros.
¿Con qué santidad? no con la suya propia sino con la de Cristo. Tendrá que recibir a
Cristo para recibir su santidad. Vivir un renovado fervor eucarístico es una invitación a
dejarse santificar por Cristo.
Eso significa en concreto darle el primer lugar a Dios en la propia vida, para que así
podamos ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre.
¿El modo?: realizando cada día un acto de fe y de amor a Jesús Eucaristía, mediante la
celebración de la misa y adorándolo durante una hora o durante el tiempo que cada uno
decidirá junto a su director espiritual, según sus posibilidades.
Ciertamente que los compromisos que el laico asume en el mundo de hoy, algunas veces
le puede impedir tener el horario disponible en el que se celebra la Misa o se expone el
Santísimo Sacramento. Sin embargo esto no le debe impedir darle a Dios el primer lugar
cada día por medio de este camino eucarístico.
19
Cfr. Lumen Gentium 11
20
Cfr. Mc. 1,15
Y por eso es que todos los días, si se encuentra imposibilitado de celebrar la Misa y de
hacer adoración o visitar el sagrario, puede hacer un acto de comunión espiritual
dirigiendo su acto de fe y amor hacia el sagrario más cercano que se encuentre. Acto de
fe y amor que puede ir acompañado del rezo del santo Rosario, de la meditación del
Evangelio del día, o de alguna piadosa oración en honor a Jesús eucaristía.
Así, dando cada día a Dios el primer lugar en la oración, irá poco a poco teniendo el
primer lugar en el corazón, y finalmente en toda su vida.
Es una invitación que no implica ningún nuevo compromiso. No se trata de que los laicos
se alejen de sus compromisos cotidianos ni de sus respectivas comunidades eclesiales en
las que ya se encuentren.
Simplemente es una invitación que debe resonar en lo más hondo del corazón, para que
el Espíritu Santo renueve nuestra fidelidad cotidiana, y así podamos responder al llamado
bautismal: “la santidad de Cristo nos urge”.
21
Cfr. Hech. 1,14
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre
El sacerdote está llamdo a irradiar ala santidad de Jesús. Es un hombre tomado de entre
los hombres al servicio de los hombres en las cosas que se refieren a Dios22.
De manera que en el sacerdote los hombres buscan a ese hombre que les de a Dios.
Pero nadie da lo que no tiene. Jesús debe vivir en él para que los hombres se encuentren
con Jesús.
Los sacerdotes estamos llamados a santificarnos santificando a los hombres. Y esto solo
es osible si el sacerdote le permite a Jesús vivir Su Vida en la de él. ¿De qué sirve un
sacerdote que no dé a Jesús? Los hombres buscan a Jesús en el sacerdote y lo deben
encontrar.
Deben encontrar en el sacerdote el amor del Corazón de Jesús23, el Buen Pastor. Esta es
la espiritualidad del sacerdote: vivir la Caridad Pastoral24, es decir dejar vivir a Jesús en él,
para que Jesús, el Buen Pastor manifieste y derrame su amor redentor a los hombres,
porque sólo Jesús es Redemptor Hominis25.
Esta es la Caridad del Buen Pastor que tiene que vivir cada sacerdote. Reviviendo
sacramentalmente el misterio pascual el sacerdote será todo de Dios como Cristo es todo
del Padre.
El sacerdote más que nadie, entonces, está llamado a ser todo de Dios como Cristo es
todo del Padre, para ser canal, instrumento, sacramento vivo para los hombres, bajo el
influjo permanente del Espíritu Santo que brota de la Eucaristía.
22
Heb. 5,1-4
23
Expresión utilizada por el santo Cura de Ars
24
Cfr. Pastores Dabo Vobis 21
25
Nombre de la primera carta Encíclica de Juan Pablo II
Así la celebración de la Eucaristía estará en el centro de su vida cada día. Y revivirá este
misterio, este influjo del Espíritu de santidad, esta pertenencia total a Dios en la hora
santa de adoración al Santísimo Sacramento, de manera de poder ir tomando la forma de
Jesús Buen Pastor.
De esta manera todas las acciones ministeriales que lleve a cabo tendrán la forma y la
autoridad26 de Jesús vivo en él. No serán simplemente sus acciones humanas, sino más
aún, serán las acciones de Jesús Buen Pastor que quiere seguir amando y salvando a los
hombres a través de él.
Formar una fraternidad eucarística con aquellos que sientan este caminito eucarístico
como una clara voz interior que los invita a santificarse y a santificar será una manera
concreta de vivir esa comunión presbiterial. Congregándose una vez al mes en una hora
de adoración al Santísimo Sacramento, los miembros de la fraternidad eucarística
comenzarán a vivir dicha comunión presbiterial con quienes tiene afinidad espiritual y
amistad humana.
Por lo tanto no es una fraternidad par aislar a los presbíteros, sino todo lo contrario. La
adoración al santísimo rezando por la santidad de todos los sacerdotes y la comunión con
María Santísima, la acrecentará sensiblemente.
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre a través de este caminito eucarístico,
implica en la vida del Sacerdote amar y hacer amar a Jesús Eucaristía, orar y evangelizar
con la Eucaristía, pensar y amar como la Eucaristía, invitando a sus fieles a vivirlo.
Que lo que él vive los fieles se sientan invitados a vivirlo, sobre todo en las familias,
iglesia doméstica que tendrá que redescubrir que familia que reza unida permanece
unida28. A los matrimonios jóvenes, de manera particular, se los invitará a celebrar la
Eucaristía de cada domingo junto a sus hijos.
26
Cfr. Mc. 1,22
27
Cfr. Presbyterorum ordinis 8
28
Cfr. Familiaris Consortio 55-62
Que Jesús sea adorado y María sea amada.
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre...
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre en la vida consagrada es descubrirse de
tal manera amada que uno se siente llamada a amarlo con un amor total, exclusivo,
personal.
Y como toda relación esponsal exige la Presencia del Amado. Por eso este caminito
eucarístico será una manera de ahondar esa relación de amor personal.
Ser todo de Dios como Cristo es todo del Padre en la vida consagrada mediante la
celebración diaria de la Eucaristía y un acto de adoración al Santísimo Sacramento
expuesto o reservado en el sagrario; sin cambiar en nada el propio carisma y según las
propias constituciones lo establezcan o permitan.
Así vivirá cada uno de los días de su vida consagrada a semejanza de los templos que se
construyen orientados a oriente, a Jerusalén. Cada día vivirá orientada hacia el sagrario,
hacia el sol naciente, hacia Jesús, hacia el Esposo Amado, Presente, por ella, con ella,
para ella.
29
Os. 2,21-22
30
Cfr. Misal Romano
31
Os. 2,16
32
Ct. 8,6
33
Cfr. Misal Romano
Allí está El, día y noche permaneciendo Fiel para volver a desposarle en Amor y Fidelidad
a lo largo del desierto de la peregrinación, mientras su amada aguarda el Banquete de las
Bodas del Cordero34.
Celebrar y adorar la Eucaristía será para la consagrada aprender del Esposo divino lo que
significa ser pobre, obediente y casto.
Obediente a la voz del sacerdote cada vez que pronuncia las palabras de la consagración.
Vivir la vida consagrada orientada a la Eucaristía será la mejor escuela ara aprender los
sentimientos de Cristo Jesús.36
La consagrada así comprenderá que no sólo está llamada a ser un signo, a ser lámpara
encendida. Sino que está llamada a dejarse transformar por el Amado, llamada a ser
también incienso que se quema en su Presencia.
Suba el Señor a Ti mi oración como incienso.37 Esa es la vida religiosa; una vida
consumida, entregada, que se quema como incienso en la Presencia del Santísimo
Sacramento. Así la Iglesia, la casa se impregna con la fragancia del perfume 38 de su
amor.
Así el Espíritu Santo que se nos regala en la Eucaristía y que la ha consagrado para ser
toda de Dios como Cristo es todo del Padre, la sntificará cada vez más y la convertirá en
un signo del Resucitado que grita con su vida: El Maestro ha resucitado.
34
Cfr. Apoc. 19
35
Flp. 2,6
36
Flp. 2,5
37
Sl.140,2
38
Cfr. Jn 12,3
... En el espíritu del Magnificat
39
Cfr. 2 Cor. 12,9
40
Lc. 1,46
41
Lc. 6,36
42
Mt. 11,29
humildes43. Conscientes que el Reino es de aquellos que son como niños44. Así
creceremos en la actitud de abandono y la confianza en la Providencia de Dios que todo
lo gobierna para nuestro bien45. Entonces aceptaremos las humillaciones y purificaciones
que ocurran en nuestra vida, esperando el abrazo de María que nos pondrá en algún
momento en los brazos de Dios, quien Paternalmente, sacará Bien del mal.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías...
... al recibir la compasión de Dios que se nos regala en la Eucaristía, descubriremos que
estamos llamados a ser compasivos, sobre todo con las almas del purgatorio, con los
pobres, los enfermos y todos los que sufren de alguna manera; viendo en ellos al mismo
Cristo46 que hemos celebrado y adorado en el Santísimo Sacramento.
43
1 Pe. 5,5
44
Cfr. Mt. 18,1-4
45
Cfr. Mt. 6,25-33
46
Cfr. Mt. 25,31-46
47
Expresión característica usada por la Madre Teresa de Calcuta
48
Cfr. Hech. 4,20