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Síntesis de:
An t o n i o Solan o Cazo r l a
Un i v e r si tat de Valèn c i a
Ma y o del 2000
Hallaz g o de una poesía marg i n a d a:
El tema del corazó n de Dura n d a r te
[En este capítulo Diego Catalán selecciona los romances viejos "O Belerma, o
Belerma" y "Muerto yaze (queda) Durandarte" e investiga sobre los procesos de
transmisión, selección de contenidos y pervivencia de los mismos hasta nuestros días]
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Adonde Belerma estaba,
Sacándomele del pecho,
Ya con puñal, ya con daga.»
Cervantes, con la mordacidad que luce en su genial obra, rescata uno de los
grandes temas del romancero medieval europeo: el corazón de Durandarte. Lo rescata y
lo convierte en carne amojamada, es decir, clausura lapidariamente el tópico del
enamorado que enajena su corazón en aras de su amada.
Según la leyenda, Durandarte, herido de muerte en un lance caballeresco, pide a
su primo Montesinos que arranque su corazón al morir y se lo entregue a su amada
Belerma, una petición a la que el esforzado Montesinos no se puede negar.
El Romancero del siglo XV había desarrollado esta leyenda en forma de relato
con un gran éxito, conociendo no menos de ocho glosas diferentes hacia mediados del
XVI.
¡O Belerma, o Belerma, por mi mal fuyste engendrada!
¡Siete años te serví, que de ti no alcancé nada,
y agora que me querías muero yo en esta batalla!
No me pesa de mi muerte, aunque temprano me llama
mas sólo por que de verte y de servirte dexava.
Señor primo Montesinos, lo postrero que os rogava,
que cuando yo fuere muerto y mi ánima arrancada,
vos llevéys el coraçón adonde Belerma estava,
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y servilda de mi parte, como de vos se esperava,
y traeréys le a la memoria dos vezes cada semana
y diréysle que se acuerde quán cara que me costara
(....)
En esta misma zona de los "conqueiros", constituida por cuatro aldeas, Sisterna
El Bao, Tablado y Corralín, se encontraron variantes del mismo romance, a veces
incluso dentro de la misma familia de informantes.
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Según Diego Catalán, estas versiones proceden sin duda de aquellos romances
del XVI, de "O Belerma, o Belerma" que ya vimos arriba, o de su recreación "Muerto
yaze (queda) Durandarte". Las coincidencias son más numerosas que los añadidos
posteriores, tanto en el argumento como en la composición y distribución de los versos.
Además de en el romancero viejo, estas manifestaciones actuales de la "manda"
de Durandarte encuentran elementos comunes en romances literarios de comienzos del
Romancero nuevo, como por ejemplo en el Romancero historiado de Lucas Rodríguez,
publicado hacia 1580.
La mezcla de elementos del romancero nuevo con los del viejo hace sospechar al
investigador de la existencia de un mediador entre la narración tradicional y los
romances conservados hoy día. El minucioso rastreo de fuentes permite identificar a
este intermediario como Damián López de Tortajada, "editor" de la Floresta de varios
romances sacados de las historias de los hechos famosos de los doze Pares de Francia
aora nuevamente corregidos, de 1652, cuya primera edición dataría de 1646. Tortajada
revisó la obra de Lucas Rodríguez, desechando y añadiendo elementos, y siempre con la
vista atenta a las versiones ya citadas de los romances viejos. El resultado se
corresponde asombrosamente con los romances recogidos en la montaña asturiana.
A pesar de la evolución documentada de estos romances, en la indagación
surgen ciertas dudas al respecto: cómo se pasa de los ciento veintiséis versos de la
versión de Tortajada a los veintidós de la asturiana; cómo llegó a esas escondidas aldeas
el ciclo narrativo de Tortajada; y por último, por qué les interesaba a los "conqueiros",
artesanos y mercaderes ambulantes, mantener viva esa tradición oral.
Para contestar a estas preguntas Diego Catalán se vale de otro ejemplo de
pervivencia del "asunto Durandarte". En 1916 Manuel Manrique de Lara descubrió en
Sevilla a un portador de romancero de amplio repertorio: Juan José Niño. En uno de los
romances de tradición andaluza se hallan estos versos:
Las campanas de París están tocando a alba
Entró el noble Montesinos, entró de noche en la batalla
(...)
Él ha escuchado una voz parece que le llamaba
-Primo, primo Montesinos, mal nos fue en esta batalla
(...)
Asín que me veas muerto, muerto que no tenga habla,
por este lado siniestro, con esta pequeña daga,
me sacas el corazón y se lo entregas a mi dama
y me das sepultura al pie de ese árbol de haya
(...)
El romance coincide también por igual con la versión de Tortajada, con lo que
parece existir una tradición gitano-andaluza análoga a la de las aldeas "conqueiras".
Esta hipótesis se refuerza con el hecho de que en numerosas coplas gitanas aparece de
nuevo el corazón de Durandarte en distintas versiones:
Yo m'había acercadito a él a ver si era Pare de Francia
y era un primito mío, aquel que yo más estimaba.
(...)
Y me dijo: -Primo, párteme tres costillas
y me sacas el corazón y se lo entrega' a Gironarda
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-Baje usted, buena señora, que yo le traigo grandes novedades:
aquí le traigo el corazoncito de mi primito de mis carnes.
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Esto, según nuestro investigador, demuestra que la difusión de los romances se
llevó a cabo mediante transmisores de regiones variadas, y que la evolución de los
ciclos tradicionales siguió un proceso de integracion diverso según las zonas
particulares, lo que se plasma en una selección temática y formal diferenciada.
Contestadas las dos primeras cuestiones planteadas, queda por resolver la última
pregunta que Diego Catalán se hacía: el interés del recitador por mantener vivo el tema
del corazón de Durandarte. Según su hipótesis, hemos de considerar que "los romances
que hoy se cantan no son fósiles de un sistema de pensar y sentir ajeno e
incomprensible" para los portadores de esa tradición. Parece evidente que existe un
contenido simbólico que hace que el romance cobre sentido dentro de la comunidad en
la que se conserva.
Para ejemplificar estas aserciones se vale del romance de El prisionero:
Que por mayo era, por mayo, quando faze las calores,
quando los enamorados van servir a sus amores,
(quando canta la calandria y responde el ruyseñor)
sino yo, triste cuitado, que yago en estas prisiones,
que non sé quándo es de día, nin sé quándo es de noche,
sino por una avezilla que me cantava all alvor,
matómela un ballestero, de Dios aya el galardón,