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las elecciones que hacemos a cada instante

A menudo, se interpreta erróneamente el concepto de "karma", incluso dentro de


Asia, donde tiene una larguísima tradición y forma parte de una gran cantidad
de culturas. Desde una perspectiva negativa, que hace hincapié en la
acumulación de causas pasadas, el principio de "karma" ha resultado un factor
importante para que los menos favorecidos aceptaran su condición de vida como
consecuencia de sus propios actos: el sufrimiento del presente encuentra su
justificación en las causas negativas que se hicieron en el pasado. Al
considerarse responsables de su situación, los que aceptan tal interpretación
han caído presas de la impotencia.

No obstante, ese punto de vista es una distorsión del significado original de


"karma", según la perspectiva de la tradición budista. Aceptar la idea de
"karma" no implica que haya que vivir sumidos en la resignación y la culpa, sin
llegar a conocer cuáles fueron las causas negativas que podrían haberse
cometido en el pasado. Por el contrario, el verdadero significado de "karma" es
confiar en que tenemos el destino en nuestras propias manos y la capacidad de
transformarlo para mejor, a cada instante.

En términos sumamente simples, "karma", que quiere decir ‘acciones’, indica un


principio universal de causalidad, semejante al que postula la ciencia moderna.
La ciencia asegura que absolutamente todo en el universo existe dentro del
marco de causa y efecto. El principio que postula "a toda acción le corresponde
una reacción opuesta igual", es ampliamente conocido. La diferencia entre la
causalidad material que postula la ciencia y el principio budista de "karma" es
que este último no se limita solamente a aquello que puede verse o medirse. Al
contrario, incluye los aspectos invisibles o espirituales de la vida, tales
como el sentimiento o la experiencia de la felicidad o la infelicidad, la
bondad o la crueldad. En un discurso pronunciado en 1993, el presidente de la
SGI, Daisaku Ikeda, describió estos diferentes enfoques: "Si analizamos las
relaciones causales desde el punto de vista del Budismo, estas difieren
fundamentalmente de la idea mecánica de causa y efecto que, según la ciencia
moderna, controla el mundo objetivo natural. En el modelo científico, la
realidad está separada de las preocupaciones humanas subjetivas. Cuando ocurre
un accidente o un desastre, por ejemplo, las teorías mecánicas de la causalidad
pueden ser útiles para identificar y explicar cómo sucedió el accidente; pero
se quedan sin argumentos a la hora de responder por qué ciertos individuos —y
no otros— se vieron involucrados en el trágico acontecimiento. Realmente, para
sostener una visión mecánica de la naturaleza, no queda más remedio que dejar a
un lado, en forma deliberada, los interrogantes existenciales. En cambio, la
noción budista de la causalidad abarca una naturaleza de índole mucho más
amplia, que incluye y contiene la existencia humana. Este enfoque busca
responder directamente aquellos urticantes porqués [...]".

En un principio, la palabra sánscrita karma significaba ‘trabajo’ u ‘oficio’, y


se relacionaba con verbos que implicaban "hacer". De acuerdo con el Budismo,
creamos karma de tres maneras: mediante los pensamientos, las palabras y las
acciones. Los actos tienen, por supuesto, mayor impacto que las meras palabras.
Asimismo, poner en palabras nuestros pensamientos genera más karma que
simplemente pensar. Sin embargo, ya que tanto las palabras como los actos se
originan en la mente, lo que mora en nuestro corazón – nuestros pensamientos–
tiene una importancia decisiva.

Se puede considerar que el karma es nuestra personalidad esencial, las


tendencias profundas que se han grabado en lo más hondo de nuestra vida. Los
ciclos más profundos de causa y efecto van más allá de la existencia del
presente; determinan la manera en que comenzamos esta vida —nuestra situación
específica desde el momento en que nacemos— y continuarán haciéndolo aun
después de la muerte. El propósito de la práctica budista es la transformación
de nuestra tendencia básica de vida, para poder alcanzar nuestro máximo
potencial como seres humanos en la vida actual y después de ella.

Es importante darse cuenta, no obstante, que tanto la causa como el efecto


existen dentro de nosotros en forma simultánea, en el momento presente. Tal
como manifiesta un antiguo texto budista: "Si quiere comprender las causas del
pasado, mire los resultados que se manifiestan en el presente. Y si quiere
comprender los resultados que se manifestarán en el futuro, mire las causas del
presente".

El karma entonces, como todo, se encuentra en flujo constante. Creamos nuestro


propio presente y futuro mediante las elecciones que hacemos a cada instante.
Considerada de esa manera, la enseñanza del karma no fomenta la resignación,
sino que nos permite convertirnos en los protagonistas de nuestra propia vida.

(Traducido de SGI Quarterly Nº 15, de enero de 1999.)

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