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Gorgias, sobre si los políticos se dominaban a sí mismos, se producía una ligazón entre ética-moral
y política al menos desde la perspectiva platónica, lo cual ligaba con el cuidado de sí, presente en el
Alcibíades, que Foucault también recogía como un momento crucial en la construcción de la propia
subjetividad humana1; y 2) Que en el Teeteto, podíamos llegar a entender el conocimiento, de mejor
forma como una práctica, es decir, más como algo que se hace, que como algo que se tiene.
Quisiera, entonces, tomar estas dos nociones expuestas en los trabajos anteriores y seguir con la
reflexión, para postular que esta práctica del conocimiento, tarea propia de la filosofía, se define
política en sí misma, y ya no sólo como un imperativo ético, en la medida en que la subjetividad,
más o menos en el momento en que surge como posibilidad de autogobierno, es capturada en la
figura cristiana de este cuidado de sí por una parte, y por otra, en la forma que adquiere esta
práctica entendida no de forma esencialista, ante las presiones que a través de distintas teorías
sociológicas se pueden entender como siendo ejercidas sobre el individuo. Así me referiré a la
forma en que Bourdieu entiende la posición del individuo y, por tanto, la politicidad que adquiere el
cuidado de sí en aquellos términos.
1 Ver: Foucault, M. La Hermenéutica del Sujeto, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
2 Epicuro, Traducción Molina, E. y Oyarzún, P., Carta a Meneceo, 122 (p. 1).
cuidado de sí adquiere en Epicuro:
1) La forma de la autosuficiencia o autarquía, la mantención del placer
independiente de los acontecimientos externos. Lo que no significa en ningún
caso o, al menos no necesariamente, un ostracismo, de hecho, los amigos
mantienen una importancia crucial, sino que significa que la forma de
mantener el placer depende más de un autocontrol que de lo que podamos
esperar del exterior, siempre amenzante o al menos, siempre indeterminado.
No liberan de la perturbación del alma ni tampoco producen una alegría digna de
mención, ni la riqueza más grande que exista, ni la honra que viene de los más, ni el ser
admirado, ni ninguna otra cosa que provenga de causas sin límites definidos.3
3 Epicuro, Traducción: Molina, E. y Oyarzún, P. Fragmentos, Máximas y Sentencias, SV. 81 (p. 9).
4 Piazze, J. El Cuidado de Sí: La inversión del platonismo desde Michel Foucault, Red de Investigadores
Biopolitica.cl, p. 8. Disponible en: http://www.biopolitica.cl/docs/publi_bio/piazze_cuidado_de_si.pdf
Podemos apreciar, como además Epicuro sostiene en otras ocasiones,
con no son necesarios grandes lujos, para satisfacer lo que el cuerpo o la carne
piden y está en nuestras manos entonces el disponernos de buen modo ante
esa satisfacción y ahí es donde se puede encontrar la felicidad, en esa
impresionantemente dificultosa intersección entre autarquía e
imperturbabilidad del alma. El autogobierno no es en ningún caso la posibilidad
de hacer cualquier cosa, sino la de procurarnos lo mejor, en el sentido de
Epicuro en los placeres, pero en tal medida moderados, que resulta impensable
la aceptación de sus máximas sin un adecuado control de uno mismo, que
requiere del autoconocimiento, por tanto de la reflexión, de la filosofía.
Pero debemos volver a insistir en el punto, en que no se trata simple y
llanamente de escarbar en un yo ya construido, como si se buscar placeres y
dolores como fósiles, sino que el ejercicio autoconocimiento, es al mismo
tiempo la creación de la subjetividad. Esto me parece de forma constante,
aunque a estas alturas se considere la subjetividad como un hecho
prácticamente natural. Por lo mismo, no quiero decir que se haya inventado
algo como la subjetividad en aquel tiempo, sino que el ejercicio propuesto en
este caso por Epicuro, pero también por los estoicos y otras escuelas
filosóficas, es al mismo tiempo un mecanismo de creación de la subjetividad y
hasta este momento, aquella subjetividad se crea para el trato del mismo
sujeto, para su acción en el mundo, su relación con los demás.