Sei sulla pagina 1di 14

SOBRE LAS PROCESIONES, PEREGRINACIONES Y JUBILEOS.

DOCUMENTO PREPARADO PARA LA FORMACIÓN LITÚRGICA (i),(ii).

§ 1. PROCESIONES: NOCIONES GENERALES.

I. Definición y observaciones generales.

Según el Código de Derecho Canónico 1 : "Con el nombre de procesiones sagradas se designan


súplicas solemnes hechas por el pueblo fiel, guiado por el clero, yendo ordenadamente de un lugar sagrado a otro,
para mover la piedad de los fieles, recordar los beneficios de Dios y darle gracias por ellos, e implorar el auxilio
divino".

Distinguimos por tanto, los siguientes aspectos, muy importantes de considerar:

 La procesión es un caminar en orden («eundo ordinatim»), y por lo tanto, supone el


desplazamiento real de todos los que participan de la procesión, de manera armoniosa
(es decir, sin sobresaltos mayores). Por tanto, no constituye un tumulto de personas
que caminan de un lugar a otro, sino que es una expresión verdadera y representativa
de un pueblo.
 Es un caminar del cual forma parte toda la Iglesia, pueblo fiel y clero. es una "asamblea
litúrgica" en movimiento, presidida y guiada por el clero.

 Por tanto, se debe hacer hincapié en el hecho de que si en la procesión no hay


clero, o bien, no está siendo presidida por el clero (estando éste presente), no se
considera procesión (Al respecto, se manifiesta el documento del 20 de agosto
de 1870 de la Sagrada Congregación de Ritos, hoy, Sagrada Congregación para
el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Además, por muy antiguo
que parezca, no hay legislación reciente al respecto, sino que meras
especulaciones de algunos liturgistas, que no gozan de la autoridad de un
decreto de la Santa Sede).

 La procesión tiene su punto de partida y de llegada en dos "lugares sagrados", que en


principio deben distintos. (Son lugares sagrados todo tipo de Iglesias, Catedrales,
Basílicas, Santuarios, Templos, Iglesias conventuales. También pueden considerarse
como lugares sagrados las capillas y los oratorios de todo tipo (público o privado)).

 Entiéndase que será un lugar sagrado el lugar en el cual se realizará una acción
litúrgica (cumpliéndose todos los requerimientos detallados en el Misal y en los
rituales correspondientes. Además, se debe recordar que existen solo tres actos
que son propiamente litúrgicos: Los Sacramentos; el Oficio Divino (presidido
por el clero) y la Santa Misa. Cualquier otro acto, aunque sea de piedad,
quedará enmarcado en torno a los oficios Extralitúrgicos y Para-litúrgicos.
 Por lo anteriormente expuesto, la procesión, en sí no es de carácter
litúrgico, sino que "para-litúrgico". Sin embargo, cuando la procesión está
unida, ya sea al principio, al final, o en ambas, de alguna acción litúrgica propia,
puede considerarse como litúrgica.

1 Cf. C.I.C., Edición de 1917, can. 1290-1295. En el nuevo código de derecho canónico, vigente desde 1983,
no existe alusión al tema, por lo que se considera vigente lo dicho en la edición precedente. (Los cánones
indicados han sido colocados al final del presente documento).
 De la misma manera, no es necesario que la procesión se dirija de un lugar a
otro, sino que se mueva entre dos lugares en los que se haga llevado a cabo
alguna acción litúrgica. Un ejemplo de ello, lo encontramos en la “Procesión
del Viático”2, en la cual el Sacerdote lleva el Viático para la comunión de los
fieles enfermos. En este caso, tanto la Iglesia (que es un lugar sagrado
evidentemente), como la casa del enfermo (en la que se llevará a cabo el
Sacramento) son lugares que se consideran sagrados, y por tanto, la procesión
puede ser denominada como procesión litúrgica. Otro ejemplo es la Procesión
de Ramos, en la cual, el lugar donde se bendicen los ramos y la templo en el
que se participará de la Santa Misa de Domingo de Ramos («Dominica in Palmis»)
corresponden a “lugares sagrados” (según lo explicado en párrafos
precedentes), de manera que esta procesión adquiere carácter litúrgico.

 Es una “Súplica Solemne”, es decir, un tiempo fuerte en la vida litúrgica que tiene
importancia excepcional. Es por ello que debe ir precedida de una breve pero
importante catequesis, así como de cantos previstos por las rúbricas, para acompañar el
recorrido de la misma.

II. Procesiones: Reglas generales.

Las procesiones constituyen, sin duda, la reunión por excelencia de la Iglesia local. A
continuación, exponemos algunas reglas o normas que se deben guardar, dentro de lo posible,
en este tipo de actividades.

1. Las Iglesias no parroquiales, no pueden organizar procesiones en el exterior del


territorio parroquial correspondiente. Con ello, se refiere al caso en que en una misma
ciudad exista más de una parroquia, por lo que hay un cierto territorio jurisdiccional
asociado.
Más aún, en caso de haber varias parroquias, debería haber una sola procesión para
toda la ciudad, reuniendo a toda la feligresía y clero en una sola acción litúrgica. Tal es
el caso de la "Procesión de Letanías Mayores" (hoy día en desuso), así como para la
Procesión de Corpus Christi.
2. Normalmente, el celebrante va vestido de "Capa Pluvial" («Pluviale» indica claramente
que desde un principio se ha destinado este ornamento para ceremonias exteriores al
templo), del color correspondiente a la fiesta a celebrar, según los libros litúrgicos.
Delante de él marcha el clero, todos revestidos apropiadamente. El pueblo fiel sigue al
celebrante como su guía. En la cabeza de la procesión3 va un clérigo o ministro4 con un
incensario humeante. El celebrante coloca incienso y lo bendice al inicio de la
procesión. Durante el camino, no es necesario volver a bendecir el incienso, por lo que

2 Hoy en día, la procesión del viático ha quedado en desuso. Algunas reminiscencias de esta procesión se
encuentran en la tradicional celebración del “Cuasimodo” en Chile, donde, el Domingo de “Quasi Modo”
(Segundo de Pascua en el Calendario Litúrgico de la Forma Ordinaria del Rito Romano, y Primero después de
Pascua (O Domingo in Albis) en el Calendario Litúrgico de la Forma Extraordinaria del Rito Romano), en
donde el Sacerdote, acompañado de numerosos participantes, lleva la Sagrada Comunión a los enfermos.
3 Excepto en las procesiones en que el clérigo o ministro debe ocupar otro lugar: La procesión con el Santísimo

Sacramento y en las procesiones con las santas reliquias.


4 Es preferible que a la cabeza de la procesión vaya un ministro ordenado "in Sacris". En caso de no contar

con un ministro ordenado, es posible delegar esta responsabilidad a un ministro no ordenado, con la suficiente
experiencia.
el ayudante coloca incienso en el turíbulo, sin decir nada. A continuación, sigue la cruz
procesional, llevada generalmente por un ministro ordenado (en caso de no haber
ministros ordenados disponibles, remítase a lo dicho en la nota [4]). Junto a la cruz,
acompañan dos acólitos (o monaguillos en su defecto) con ciriales (candeleros altos).
En el caso de que sean procesiones con el Santísimo Sacramento, como la de Corpus
Christi, es muy conveniente que también el pueblo fiel acompañe la procesión con
cirios encendidos y debidamente adornados, según las posibilidades de cada feligrés.
3. En ciertas procesiones solemnes (principalmente la de Corpus Christi), el celebrante
canta una oración antes de iniciar el caminar. Es propio de los diáconos dar el inicio a
la procesión, mediante una fórmula apropiada: «Procedamus in pace», u otra forma
apropiada, que haya sido determinada por el Obispo o por una autoridad litúrgica
competente. Es importante recordar que, al ser una procesión de carácter litúrgico,
debe ser hecha conforme a las normas dictadas por la Iglesia y por el Obispo
Diocesano (que en ningún momento pueden contraponerse).
4. Durante todo el trayecto se debe orar, y el clero debe invitar al pueblo a hacerlo
devotamente. Esta oración se expresa principalmente en los cantos: ante todo, los
salmos cantados con estribillo o alternados, que caracterizan las procesiones cristianas
desde los primeros siglos de la Iglesia. Además, pueden usarse otros cantos de fervor
popular, aprobadas por la autoridad eclesiástica competente, y que sean de
conocimiento pleno de la feligresía.
5. Para el final de la procesión, está prevista una oración del celebrante, la cual concluye la
gran oración de la procesión y da un preámbulo para la acción litúrgica de término, que
está constituida por la Santa Misa, en todos los casos. La excepción a esta regla está
constituida por la Procesión de Corpus Christi, que por ser una procesión Eucarística,
no puede ser sino una continuación y prolongación de la Santa Misa que la ha
precedido.

III. Importancia y Significado de las procesiones.

El Ritual Romano nos dice que "las procesiones se remontan a la más antigua institución
de los santos padres". Por lo menos se observa su aparición ya a fines del siglo IV 5, una vez
que la paz de Constantino permitió las manifestaciones exteriores del culto cristiano.

Hasta tal punto responden a las profundas necesidades de la psicología religiosa que a
veces la Iglesia las estableció para reemplazar las procesiones del paganismo. Por eso la
pastoral, lejos de desconocer estas necesidades, debe darles satisfacción, tratando la procesión
con la grandeza y solemnidad necesarias.

Pero con responder al instinto natural de los hombres, las procesiones de la Iglesia
rebasan este plano y constituyen una realidad que la fe está llamada a captar: "contienen
grandes y divinos misterios y los que las siguen con piedad recaban en de ellas frutos saludables
de piedad cristiana" (Ritual Romano, c. 1, n.1). En efecto, la procesión, como acto litúrgico que
es, tiene el valor de la oración de la Iglesia; santifica actos humanos dándoles su verdadero

5 Referencia de aquello son escritos de San Ambrosio (Ep. 40, n. 16 [PL 16, 1107]) y de San Juan Crisóstomo
(Homilía de 399 sobre los juegos [PG 56, 265])
valor sobrenatural, como por ejemplo, los entierros; hace a veces revivir un acontecimiento de
la vida de Cristo, con el realismo y la eficacia del «opus operantis Ecclesiæ», es decir, la eficacia de
la acción de la Iglesia que actúa hoy en el mundo; pero cualquier procesión expresa un aspecto
fundamental de la economía de la salvación.

En efecto, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, fue un pueblo en marcha, de


Egipto a Canaán, y más tarde, de la cautividad a Jerusalén; esta caravana, sobre todo en sus
etapas decisivas, está descrita en la Biblia como una gran procesión festiva, con cantos,
instrumentos de música y estandartes (cf. Num. 9-10; Jos. 6; Sal. 104 y 113; Is. 52, 12; Esdr. 3;
Sal. 125; Is. 60); el Dios de Israel estaba presente en medio de su pueblo, compartía su
condición nómada hasta que entró en su templo, escoltado de procesiones (cf. 2 Sam. 6; 1 Re.
8; 2 Par. 6, 40-42; Sal. 23 y 67; Neh. 12, 31-38; Sal. 117); aún después del retorno de la
cautividad, no cesan los judíos de ser peregrinos, arrastrados por el ritmo periódico de la
subida a Jerusalén. El nuevo pueblo de Dios, todavía más que el del Antiguo Testamento, está
en marcha, en pos de Jesús, hacia el Reino de Dios: esta condición fundamental de la Iglesia se
presenta a veces en los escritos del Nuevo Testamento en la figura de una procesión (cf. Ap. 7,
21-22), cosa que, por su parte, las procesiones litúrgicas manifiestan espléndidamente.

Así pues, la procesión debe ser objeto de una catequesis pastoral previa, que explique
su finalidad y su significado (cf. Ritual Romano, Ibid.).
§ 2. DIVERSAS CLASES DE PROCESIONES.

I. Procesiones litúrgicas y no litúrgicas (para-litúrgicas).

Son litúrgicas, en el sentido estricto del término, las procesiones que se hallan descritas en
los libros litúrgicos generales o particulares: en ellas se deben observar fielmente las
descripciones de estos libros en cuanto a los ritos, a las oraciones o a los cantos. Por tanto, las
procesiones no litúrgicas (o más correctamente, procesiones para-litúrgicas), aún cuando la
costumbre haya podido convertirlas en "litúrgicas", son tratadas como «pia exercitia» (ejercicios
piadosos), bajo la responsabilidad del Obispo del lugar; lejos de dejar que degeneren en
manifestaciones folklóricas, se pondrá empeño en que proclamen las realidades de la fe,
induzcan a los fieles a una oración auténtica y los encaminen hacia la sagrada liturgia.

II. Procesiones Ordinarias y Extraordinarias.

Las procesiones ordinarias son las que se celebran a lo largo del año litúrgico, en los días
establecidos de antemano por los libros litúrgicos, o bien, por alguna tradición local, aprobada
bajo ciertas condiciones por el Obispo Diocesano. Tales son, en el marco del Rito Romano: las
procesiones del 2 de febrero, de los Ramos, de la fiesta de Corpus Christi, de la Santísima
Virgen María (8 de diciembre normalmente), o bien, de la fiesta del patrono de alguna iglesia
parroquial.

Las procesiones extraordinarias son indicadas por el Obispo diocesano del lugar, después
de consultar a los presbíteros (o al capítulo de canónigos de la Catedral si lo hubiere), por una
causa pública, como por ejemplo: translación de una reliquia insigne, ceremonia de acción de
gracias, súplica penitencial con ocasión de una calamidad (fenómenos naturales normalmente),
etc. Hay entonces una reunión única de toda la iglesia local, en las mismas condiciones y con
las mismas exigencias que la Procesión de Corpus Christi.

III. Procesiones festivas y penitenciales.

Según su objetivo, las procesiones son festivas o penitenciales. Este carácter, ya sea festivo
o penitencial, debe estar netamente marcado por el color de los ornamentos del celebrante y de
los ministros revestidos, y sobre todo por la naturaleza de los cantos: himnos y cantos de
alegría están excluidos de las procesiones penitenciales y fúnebres. La antigüedad y la edad
media acusaban todavía más el aspecto penitencial de ciertas procesiones, que se celebraban
con los pies descalzos, vestidos de saco, la cabeza cubierta de ceniza o velada, y que iban
acompañadas de ayunos y largas estaciones de oración. Por el contrario, la procesión festiva
(Ramos, Corpus Christi, traslación de reliquias, etc.) exige el mayor despliegue de fastuosidad:
decoración del trayecto que se ha de recorrer, estandartes, coros e instrumentos de música, luz
y colores.
IV. Procesiones conmemorativas, funcionales, lustrativas.

Entre las procesiones ordinarias, podemos destacar las que tienen aspecto conmemorativo.
Tres de estas procesiones ordinarias están destinadas a revivir un acontecimiento de la historia
de la salvación. En primer lugar la de Domingo de Ramos, practicada ya en el siglo IV en
Jerusalén y propagada posteriormente en Occidente: los fieles escoltan de nuevo a Cristo, que
entra en la ciudad santa, aclamando su realeza con los mismos gritos que los hijos de los
hebreos. La procesión del 2 de febrero (de la llamada "fiesta de la Candelaria") es también, en
su estado actual, una procesión conmemorativa de la ida de la Sagrada Familia de Belén a
Jerusalén, que celebra a Cristo luz del mundo y la acogida de su rey por Sión. De la misma
forma, la liturgia de la noche de pascua hace que el pueblo entre en la Iglesia oscura en una
procesión que encabeza el cirio pascual y cuyo objeto es recordar la salida de Egipto.

Buen número de procesiones están destinadas a solemnizar un desplazamiento que se


requiere para el cumplimiento mismo de los ritos, por la naturaleza misma de las cosas. Estas
procesiones suelen llamarse "funcionales". Dando fastuosidad y esplendor a este
desplazamiento, asociando a él toda la asamblea, se pone de relieve lo que constituye su objeto
y se ayuda a los fieles a expresar así su devoción. Algunas de estas procesiones son: la del
Viático, la de comunión pascual para los enfermos (comúnmente en la domínica siguiente a la
de Pascua de Resurrección), la traslación solemne de las reliquias, los funerales (aquí se trata de
dar a un gesto humano todo su significado cristiano y de hacer de él un acto de Iglesia), la
traslación del Santísimo Sacramento al monumento el día Jueves Santo, la entrada del Obispo
a su ciudad episcopal. Además, hay otro tipo de procesiones, que son más restringidas, y que
caben en esta categoría: La procesión de entrada del celebrante en una Misa Solemne, la
procesión con el "libro de los evangelios", las procesiones de ofrendas y de comunión, la
procesión de los santos óleos en la Santa Misa Crismal, la procesión de los neófitos del
Baptisterio o Pila Bautismal al Altar.

Por otro lado, existen las denominadas "procesiones lustrativas", que consisten
generalmente en recorrer los lugares que deben ser exorcizados o santificados. Tienen pues,
habitualmente, un carácter penitencial y dan lugar a una intensa súplica (de ahí su antiguo
nombre de "letanía"). Pero a veces no hay lugar particular el cual santificar, y en tal caso la
marcha procesional se transforma en una peregrinación a un santuario. Eran indicadas en
primer lugar, por lo que, al parecer, se da en tiempos de grandes necesidades de la Iglesia y sus
miembros, como lo son durante catástrofes naturales desoladoras, epidemias, etc. El Ritual
Romano tiene contemplado, además de las procesiones para tiempos normales, algunas para
este tipo de casos. Son entonces procesiones extraordinarias, como para pedir la lluvia, el buen
tiempo, para alejar la tempestad, por los tiempos de penuria y alma, en los tiempos de
epidemia, en tiempos de guerra, o bien, por cualquier tribulación. La Santa Misa que debe
celebrarse al final de cada procesión tiene al Misal Romano como un formulario
correspondiente, o por lo menos oraciones apropiadas. La letanía de los santos, seguida de un
salmo y de oraciones, constituye lo esencial de estas súplicas penitenciales. Es Pio V el que fija
definitivamente los textos, que tienen uso a partir del siglo XVI.
Algunos rituales diocesanos prevén procesiones dominicales por los frutos de la tierra.
Pero más generalmente, en las iglesias parroquiales en que existen estas procesiones,
constituyen una verdadera peregrinación semanal a los santos lugares de la iniciación cristiana.
En los monasterios, la procesión dominical era lustrativa, por lo menos en sus orígenes.

La procesión Eucarística del día del Corpus Christi se presenta con frecuencia como
lustrativa: Cristo bendice la ciudad y los campos. Pero es festiva, no penitencial, y debe
considerarse como caso totalmente aparte.
§ 3. PEREGRINACIONES Y JUBILEOS.

I. Peregrinaciones.
Las peregrinaciones deben relacionarse con las procesiones por el hecho de que, como ellas
implican una marcha efectuada con espíritu de penitencia, de acción de gracias o de piedad.
Esta marcha tiene por término, un lugar sagrado.
El peregrino, aun partiendo individualmente, se encontrará con la comunidad litúrgica en el
lugar sagrado a que se encamina. Pero todavía es más normal que la peregrinación sea el
desplazamiento de una comunidad entera, bajo la guía de sus pastores, y en este caso puede
constituir una verdadera procesión: así es como se presentaban a menudo las peregrinaciones
judías y no pocas peregrinaciones de la Iglesia Primitiva, así como de las peregrinaciones
acontecidas durante la edad media.
Hay que hacer una mención especial del uso, bastante extendido en el pasado, de una
procesión anual de las parroquias a la catedral durante la semana de pentecostés, y sobre todo,
de la vieja procesión romana de la noche de pascua a los diversos santos lugares de la iniciación
cristiana: eran verdaderas peregrinaciones.
Por la razón misma de la afluencia de peregrinos, los lugares de peregrinación debe celebrar la
liturgia con más perfección y belleza: la naturaleza de algunos de ellos exige que la alabanza
divina sea allí casi permanente como se daba el caso en Jerusalén en los siglos IV-V, en Roma
después de la organización de los monasterios urbanos, y en otros santuarios, como Tours o
Arlés (Francia). Por lo menos, los fieles deben hallar en ellos el clima necesario para un
contacto profundo con el Señor, de manera de descubrir una manifestación de la catolicidad de
la Iglesia e iniciarse en una participación más activa e inteligente en la liturgia.

II. Jubileos.

Los Jubileos solemnizan una peregrinación en forma excepcional durante un año. Los jubileos
invitan a los fieles con más apremio a realizar estas peregrinaciones, a visitar los santos lugares,
a convertirse, a practicar obras de penitencia, de piedad y de caridad y a beneficiarse de esta
manera de una gracia extraordinaria de indulgencia propuesta por el pontífice romano. Roma
misma se beneficia de un año jubilar cada veinticinco años aproximadamente.
Bonifacio VIII, en el año 1300, tuvo la iniciativa de transponer así una institución del Levítico,
que los profetas y Jesús mismo habían presentado como figura de la era mesiánica 6.

6 Cf. Lev. 25; Is. 49, 8 ss.; Is. 61, 1-3; Mt. 11, 5-6; Lc. 4, 16-21; Lc. 7, 22-23; 2 Cor. 6, 2.
§ 4. APÉNDICE.

1. Apéndice Primero: Esquema de formación para una procesión.

Para aprender de mejor manera el cómo armar una procesión, ofreceremos algunos
esquemas base, que pueden adaptarse según las circunstancias y los participantes.

a. Para una procesión cualquiera.

En este caso, consideramos una procesión cualquiera, en la cual no haya presencia


del Santísimo Sacramento, o bien, sea una procesión litúrgica definida de manera
especial, como la de Domingo de Ramos. Un ejemplo de estas procesiones las
constituyen, por ejemplo, la procesión del 2 de febrero, algunas procesiones de la
Santísima Virgen María (en especial, la acostumbrada en muchos lugares el 8 de
diciembre), o bien, la procesión de algún santo patrono de una iglesia particular.

El esquema a adoptar corresponde al que exponemos a continuación (fig. 1):


b. Procesión de Domingo de Ramos.

Para la procesión de Domingo de Ramos, se usa el mismo esquema anterior,


haciendo algunas salvedades:
(i) El maestro de ceremonias va un poco más atrás del celebrante.
(ii) El Celebrante, así como también todo el pueblo fiel y los ministros del
clero asistente, llevan palmas o ramos.
(iii) Se debe contar con suficiente cantidad de ministros para entregar y
retirar las palmas del clero asistente, cuando corresponda. El maestro de
ceremonias entrega las palmas al celebrante y a sus ministros
acompañantes (de la derecha y de la izquierda).

c. Procesión con el Santísimo Sacramento.

Corresponderá este esquema a la procesión de la Solemnidad de Corpus Christi, sin


embargo, puede usarse esta estructura para procesiones con el Santísimo
Sacramento diferentes de la procesión de Corpus Christi, a según las normas
litúrgicas establecidas y con el permiso del obispo diocesano.


2. Apéndice Segundo: Algunas recomendaciones generales en torno a las
procesiones.

a. Sobre la vestimenta de los asistentes.

Dentro de las posibilidades, es recomendable que todos los fieles que asistan a
las procesiones, al igual que para la Santa Misa, vayan vestidos de manera decente.
De la misma manera, se debe considerar no vestir atuendos provocativos o poco
pudorosos, tanto en mujeres como en hombres, de manera de no llamar la
atención o causar escándalos, hechos que pueden ir en detrimento de la piedad de
los asistentes.
En el caso de los ministros ordenados y del clero participante, es necesario que
participen vistiendo atuendos adecuados, según su grado: En el caso de religiosos y
otros ministros, deben portar el hábito correspondiente; Para el caso de los
ministros sagrados sin hábito propio, deben vestir al menos sotana y roquete (o
sobrepelliz), o bien, alba, según las costumbres del lugar; para el caso de los
Ministros con ordenes mayores (diáconos, sacerdotes, obispos), deben portar
hábito coral, en especial, quienes posean la dignidad de canónigos, protonotarios u
otros "beneficiados" para el uso del atuendo coral correspondiente.

De la misma manera, quienes son parte de alguna cofradía o movimiento que


participa en conjunto de la procesión, es necesario el portar las insignias
correspondientes.

Por otro lado, el que preside la procesión debe vestir, junto a los ministros que
lo acompañan a la derecha y a la izquierda, ornamentos correspondientes. En el
caso del celebrante (un sacerdote), debe hacerlo con Capa Pluvial del color litúrgico
correspondiente a la fiesta a celebrar. De la misma manera, los ministros que le
acompañan (idealmente diáconos (o un diácono y un subdiácono si existiese)),
deberán usar el atuendo correspondiente a la Misa. En el caso de los diáconos,
corresponde al uso de dalmática (o tunicela si hay subdiácono), del color litúrgico
de la fiesta.

En cuanto a los colores, podremos distinguir los siguientes, según la intención de la


procesión:
 Morado, en todas las procesiones de penitencia. (También en las
procesiones de "Letanías Mayores y Menores", si procede).
 El color correspondiente a la fiesta en las que se celebran con el Santísimo
Sacramento.
 El color propio que corresponde a la cualidad del Santo, en las que se
celebran en la fiesta de algún Santo, o en honra de sus reliquias.
b. Sobre algunos artículos necesarios para las procesiones y otras
observaciones.

 En el caso de las procesiones con el Santísimo Sacramento, es siempre


Obligatorio el uso del Palio, tanto fuera como dentro de la Iglesia. El Palio
deberá ser blanco, y debe estar convenientemente adornado. Puede ser llevado
durante la procesión por los laicos, y dentro de la Iglesia, preferentemente por
ministros sagrados designados para tal acto.
 Pueden, además, durante la procesión, portarse diversos estandartes o
banderas, con emblemas religiosos o con imágenes de Santos, de la Virgen o de
los Sagrados Misterios, con tal que no sean banderas militares. Pueden ser
llevados por ministros sagrados, cófrades, o bien, por laicos.
 Si en la procesión se han de llevar luces, éstas deben ser portadas
reverentemente, de manera de acompañar la procesión. Además, puede ser útil
acompañar la procesión con el Santísimo Sacramento con velas encendidas, por
parte de los fieles.
 Es obligatorio el uso de incienso en las procesiones con el Santísimo
Sacramento. en lo posible, deben usarse dos incensarios.
 Cuando sea necesario, puede utilizarse equipos e amplificación móvil,
dispuestos de manera conveniente, no afectando al orden correspondiente de la
procesión.
 En cuanto al itinerario, pueden hacerse breves estaciones en diversos lugares,
definidos previamente, para rezar por alguna particular intención. Cuídese que
estas estaciones no provoquen una excesiva extensión de la duración de la
procesión.

Cualquier otra norma, debe ser aprobada por la autoridad competente, que corresponde
principalmente al Obispo o alguna autoridad litúrgica delegada por el anterior. Cualquier
norma que se establezca por el delegado litúrgico episcopal, o por el mismo Obispo del lugar,
no puede contraponerse a las normas litúrgicas y otros documentos publicados por la Sagrada
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.-
3. Apéndice Tercero: Extracto del Código de Derecho Canónico.

A continuación, se inserta el texto de la traducción en español del libro "Código de Derecho


Canónico y Legislación Complementaria", que contiene el texto latino y la versión castellana,
cuyos autores son el Doctor Lorenzo Miguélez Domínguez, el Doctor Sabino Alonso Morán,
O.P., y el Doctor Marcelino Cabreros de Anta, C.M.F., Publicado el año 1947 por la Biblioteca
de Autores Cristianos (BAC). Como hemos dicho anteriormente, este texto corresponde al
Código de Derecho Canónico previo al que existe hoy en día, y en el cual sí se habla sobre el
tema aludido en este documento.

Título XVII

De las sagradas procesiones.

1290 § 1. Bajo la denominación de sagradas procesiones se da a entender las solemnes rogativas que el pueblo fiel
hace, conducido por el clero, yendo ordenadamente de un lugar sagrado a otro lugar sagrado, para excitar la
devoción de los fieles, para conmemorar los beneficios de Dios y darle gracias por ellos o para implorar el auxilio
divino.

§ 2. Son ordinarias las que se celebran en determinados días de año, a tenor de los libros litúrgicos o de las
costumbres de las iglesias; y extraordinarias, las que por otras causas públicas se prescriben para otros días.

1291 § 1. Si no existe costumbre inmemorial en contra, ni las circunstancias de los lugares, según el prudente juicio
del Obispo, aconsejan otra cosa, el día del Corpus Christi sólo debe hacerse, en la misma población, una
procesión solemne por las calles públicas partiendo de la iglesia principal, y a ella deben asistir todos los clérigos y
familias religiosas de varones, aún las exentas, y las cofradías de seglares, exceptuados los regulares que viven de
continuo en clausura más estrecha, o que disten de la ciudad más de tres mil pasos.

§ 2. Las demás parroquias e iglesias, también las regulares, pueden durante la octava hacer sus procesiones fuera
de la Iglesia; pero donde haya varias iglesias, pertenece al Ordinario local señalar los días, horas e itinerario a que
ha de atenerse cada una en su procesión.

1292 El Ordinario del lugar, oído el Cabildo catedral, puede por una causa pública ordenar que se celebren
procesiones extraordinarias; a las cuales, igual que a las ordinarias y acostumbradas, deben asistir todos los
mencionados en el canon 1291, § 1.

1293 Los religiosos, aún los exentos, no pueden sacar procesiones fuera de sus iglesias y claustros sin licencia del
Ordinario local, salvo lo dispuesto en el canon 1291, § 2.

1294 § 1. Ni los párrocos ni otro alguno puede introducir nuevas procesiones o trasladar o abolir las de costumbre
sin licencia del Ordinario local.

§ 2. Todos los clérigos adscritos a una iglesia deben tomar parte en las procesiones propias de la misma.

1295 Procuren los Ordinarios que las procesiones sagradas se celebren ordenadamente, extirpados los abusos, si
los hubiera, y que todos los asistentes guarden aquella reverencia y compostura que tan convenientes son a tales
actos piadosos y religiosos.

*
i El presente documento ha sido elaborado en base los documentos «Procesiones, Peregrinaciones, Jubileos»,
de A.-G. Martimort, contenido en el libro «La Iglesia en Oración» del citado autor, y del Manual de Sagrada
Liturgia del Pbro. M. de Antoñana.
ii Esto documentos, además, han sido ampliados y reactualizados, en torno a las nuevas reformas del Misal

Romano, en su tercera edición típica. De la misma manera, ha sido actualizado considerando las nuevas
directrices de S.S. Benedicto XVI en torno al desarrollo litúrgico en continuidad con la Tradición Litúrgica de
la Iglesia.

Potrebbero piacerti anche