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En mi nota anterior, quise compartir con ustedes una reflexión que perseguía dos
objetivos principales: primero, reseñar a grandes rasgos la evolución histórica de
nuestra Universidad y el legado de compromiso y trabajo tesonero de varias
generaciones de hombres y mujeres en cuyas manos ha estado la UNED.
Subrayé que este legado se ha construido alrededor del principio fundamental de
la democratización de la educación.
Mi segundo objetivo fue advertir, con profundo respeto, acerca del papel
importantísimo que a ustedes –gente joven de la UNED- les corresponde asumir,
como depositarios de ese legado y como agentes de cambio y renovación. Frente
a este enorme desafío cuentan ustedes con el arma maravillosa de la juventud, es
decir, del vigor de la sangre nueva; y esa mirada de nuevas ideas y propuestas
que, bien lo sé, nacen de la inteligencia y sensibilidad propia de la gente joven,
cuya mente y corazón están abiertos a los nuevos retos que plantea este naciente
siglo XXI.
He ahí otro compromiso que he formulado con claridad, sin escaparme por la vía
fácil de las declaraciones difusas. Bueno, amigas y amigos jóvenes de la UNED,
éste es otro terreno donde les veo a ustedes desempeñando un papel protagónico
de primer orden.
Gente veterana, quienes con esfuerzo y tesón a lo largo de muchos años han
construido esta UNED que amamos, se están jubilando. El proceso de seguro
seguirá en años venideros, pues otras personas más jóvenes irán tomando el
relevo, incluso en puestos de dirección y jefatura.
Mi aspiración y mi compromiso es que, al asumir esas responsabilidades, las
nuevas generaciones unedianas se encuentren con la oportunidad de decidir con
autonomía, de dejar fluir sus creatividad con libertad y, en fin, de ser parte de una
Universidad abierta, de forma plena, al debate académico, la reflexión sin
ataduras, la creación y democratización del pensamiento, el conocimiento y la
cultura.
Así los y las veo a ustedes, jóvenes generaciones de la UNED. Estoy segura de
que ustedes sabrán resguardar el legado que ha sido construido con amor a lo
largo de estos 32 años de historia institucional, pero, al mismo tiempo, serán
fuerza de cambio y renovación; constructores y constructoras de la UNED del siglo
XXI: con capacidad para decidir y libertad para proponer, crear, reflexionar, debatir
y participar.
Cordialmente,