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Si bien Florencia había sido el escenario principal del Quattrocento italiano, la capital
artística del Cinquecento se transfiere hacia Roma a lo largo del siglo XVI. Esta mudanza
se debe al mecenazgo, donde los patrones, burgueses y mercaderes, protegen y
financian a los artistas. Destacan los Médici, los Farnesio, los Sforza, y el Papado.
En el primer tercio del siglo XVI, las obras renacentistas eran notablemente clásicas,
donde el artista se ve obligado a adecuarse a las normas que el decoro imponga, y a la
vez, busca la belleza, la proporción y la simetría. No obstante, el arte renacentista clásico
alcanzará sus momentos de culminación en el segundo tercio de este siglo además de,
que el espíritu revisionista y exhaustivo característico del Renacimiento dará origen a la
aparición de tratados compendiosos del lenguaje empleado, donde el pensamiento se
torna subjetivo. La Reforma Protestante sacude fuertemente el destino de la Iglesia
Católica y cuestiona toda concepción religiosa impuesta.
Este agitado ambiente da origen al barroco, el cual trajo consigo innovaciones de primera
magnitud en todos los aspectos. Se modifica profundamente, no sólo la temática y la
actitud psicológica del pintor ante sus modelos, sino la forma misma de concebir la luz, el
color y la distribución espacial. Muchas de estas transformaciones estaban ya en germen
en la pintura manierista, pero es ahora cuando se desarrollan de forma coherente. La
pintura barroca es profundamente naturalista. Los temas se inspiraron más en la realidad
y en hechos históricos. Los artistas no vacilan en representar a personajes harapientos o
lastimosos, o incluso contrahechos, en toda su crudeza.
Alumna:
2009-I