La crítica del profesor D. J. O'Connor se centra principalmente en los
distintos presupuestos del intento de Aquino en basar la moralidad en la naturaleza humana. En primer lugar, realiza una crítica a la doctrina de las esencias -que es determinante en el pensamiento tomista, sobretodo respecto de la naturaleza humana-, refiriéndose y reconociendo la propiedades naturales de las cosas, son los mismos hombres quienes seleccionan éstas para clasificarlas. En tal sentido, es cierto que el hombre realiza distinciones de las cosas con fines pragmáticos, sin embargo, hay que señalar que la intención de Santo Tomás en este sentido, es que esta esencia afirma la identidad de una determinada cosa o persona, y por ende afirma que el orden de éstas esencias configura el orden de la creación, y que las clasificaciones que realiza el hombre lo hace a partir de tales esencias, osea, a partir de un orden divino, es decir la ley divina reconocida por el hombre, que a través de un proceso racional –innato en él- tiende a clasificarlas, pero sin desconocer su origen u orden de esencia. En segundo lugar, O'Connor cuestiona que se hagan suposiciones acerca de la naturaleza humana y de los fines del hombre sin realizar observaciones empíricas. En este sentido, la posición de Santo Tomás tiene algo a su favor, cual es la relación con el punto anterior: el orden de la esencia de las cosas. Es decir, si bien es cierto que la tesis tomista no se basa en un estudio empírico, puedo sostener que eso no significa que sus argumentos tengan menos validez o menos racionalidad. Éstas características podemos encontrarlas en el orden de la creación o de la esencia como mencioné anteriormente, ya que la ley divina siempre tiende a un “todo” o a un fin ulterior que de una u otra forma determina la identidad del orden de las cosas –vistas individualmente y universalmente también-. Es por esto, que para realizar determinados juicios sobre la naturaleza humana, no siempre se necesitan estudios empíricos, sino que éstos pueden ser subsanados con ése orden, puesto que siempre se identifican con un mismo punto, ésa esencia si bien es individual, se identifica con algo ulterior, pudiendo de esa forma sostener determinados caracteres de la naturaleza humana. Respecto a la segunda crítica que realiza O’Connor, cual es que el pensamiento tomista se coloca fuera de la argumentación filosófica, puesto que no reconoce diversidad de estructuras, capacidades y comportamientos, puedo decir que eso no es cierto. En tal sentido, Aquino lo que plantea no es el desconocimiento de otros fines o planes de vida cuando se refiere a que el poder, los fines sensoriales o el adquirir reconocimiento no bastan para lograrlo, sino que, justamente no bastan. Es decir, reconoce la variedad de comportamientos y estructuras, pero plantea que no se basta por sí mismo, o bien son incompletos. Tomás lo que plantea es la diversidad de fines y capacidades, sin embargo, éstos no satisfacen completamente a la persona, lo único que lo hace se encuentra en Dios. Por último, O'Connor objeta la tesis de que a partir de ciertas supuestas inclinaciones naturales del hombre se puedan inferir conclusiones acerca de cómo el hombre debe actuar. En este sentido, el profesor que critica esta tesis, confunde los instintos puros con los instintos de la naturaleza humana. Éstos últimos, los asociamos a que siempre, implícita o explícitamente, conlleva el rol de la razón en sí mismo, en cambios los primeros son meros instintos que carecen de ése carácter. En tal sentido, si bien el hombre en su naturaleza humana y actuando racionalmente puede equivocarse, éste va comprendiendo y aprehendiendo a cómo actuar correctamente, y es ahí donde el orden de creación entra en juego, porque es así como el hombre cada vez se acerca más a un punto o a un fin cúlmine, cual es Dios. Cuando el hombre aprende a actuar de forma correcta lo hace porque a su vez está siguiendo su esencia, y su esencia está inmutablemente relacionada a la ley divina, la cual, como ya sabemos en el pensamiento tomista, tiene un fin ulterior, que a su vez, ayuda a que el hombre actúe de la forma correcta.