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Consideremos, por ejemplo, el concepto del “Contar”. ¿Qué cosas se cuentan y qué fue
aquello que primero se contó? Tanto si pensamos en el surgimiento y organización de las
comunidades primitivas, como en el niño en su desarrollo psicomotriz, afectivo y
cognoscitivo, identificaremos procesos semejantes de reconocimiento de su cuerpo. En un
primer término: ¿qué tengo?, ¿con que cuento? (corporalmente hablando). Esto nos da el
punto de referencia de percepción necesario para, posteriormente, identificar a los otros
miembros de la familia y la comunidad como semejantes y partícipes de la Cuenta Social.
Es por eso que al reflexionar en “aquello que se cuenta”, después de cobrar conciencia del
Espacio, se llega a la consciencia del transcurso del Tiempo, en relación a los fenómenos
naturales relevantes para nuestra supervivencia. El paso del Sol por la bóveda celeste, desde
su diaria "aparición" por el oriente hasta su "puesta" en el occidente; las fases lunares y la
repetición de las estaciones son, probablemente, las observaciones más generalizadas en toda
la humanidad para el desarrollo de la cultura: la Agricultura. (Figuras 2 y 3)
Fig. 2 Observatorio Astronómico en Chichén Itzá
Así, del vínculo entre Espacio y Tiempo, surge el Movimiento como el máximo prototipo de
la vida, del ritmo, del acontecer… De tal manera, de acuerdo con la observación de los ciclos
naturales, los movimientos del sol, la luna y las principales constelaciones es como el ser
humano desarrolla todo un conocimiento, que, desde la perspectiva de la Cultura Nahuatl, se
le designa como “Nepoualtzitzin”, es decir, "el Saber de la Cuenta". El Nepoualtzitzin
constituye, por lo tanto, el conocimiento y el registro de la Cuenta, con todo lo que ella
implica.
Etimología…el contar
El término Nepoualtzitzin es de origen Nahuatl y significa:
“NE” = Sufijo de persona: Alguien
“POUAL – POUALLI” = Contar o La Cuenta
“TZI – TZIN” = Pequeños Elementos Semejantes
Como podemos "darnos cuenta", en la raíz POUALLI (contar), es el elemento que destaca.
Al reflexionar en todo aquello que implica contar podemos plantearnos preguntas tales como:
¿Qué es lo que se cuenta?, ¿Desde hace cuánto se cuenta?, ¿Quién cuenta?, ¿Por qué se
cuenta?, ¿Qué es lo primero que se contó?, ¿Cómo se contó? , ¿Dónde se contó?, ¿Para qué se
contó?
O bien, pensar en todas las connotaciones que tiene el verbo contar: numerar, enumerar,
referir, relatar, incluir, computar, etc. Es decir, tanto en el sentido matemático como en el
sentido histórico o literario del término. Después de todo, se cuentan cuentos, leyendas,
historias, chismes, chistes, etcétera. Es decir, el ejercicio en pleno de la tradición oral que
cobra todo su sentido y trascendencia en la medida en que hay un registro de esa cuenta, una
memoria que recuerde la cuenta. Se cuenta con un parámetro de referencia, para darle lugar a
las cosas, ordenarlas y clasificarlas en la mente y en la práctica. Se cuenta para diferenciar,
para distribuir.
Sin embargo, solamente es posible contar de acuerdo con a repetición rítmica de los
elementos, de acuerdo a una referencia: la cultura. Del vínculo entre la Tierra y la Vida
resulta la Cultura como cultivo de ella. De ahí que, en un primer plano, la agricultura, como
sustento de nuestra vida, requiera como toda cuenta de la medición del Tiempo, del Espacio y
del Movimiento. Del registro de esos movimientos en un espacio dado y en un tiempo
relativo, se deducen los Ciclos y todo un sistema de cómputo cobra sentido: continuidad en
los cambios y cambio en la continuidad. Se cobra consciencia de las relaciones de
consonancia en el cosmos de cuya clave nos hablan los símbolos, los mitos, las leyendas, las
piedras, los cristales, las montañas y los ríos como reflejo del panorama sideral. Geometría,
armonía y ritmo son las bases del cómputo prehispánico.
Origen
El origen del cómputo prehispánico ha sido rastreado desde sus raíces Olmecas. Como
sabemos la palabra “Olmeca” se refiere a los "habitantes del país del Hule". Sin embargo,
reflexionemos en la etimología de la palabra que proviene de las raíces “ollin” que significa:
movimiento y “mecatl: mecate, en referencia a la medición que se hace con el mecate como
un sistema de medida. Es decir, que el otro significado de la palabra Olmeca es: “la medida
del movimiento o bien el movimiento de la medida”. Esto significa que los Olmecas eran
conocidos muy probablemente como "los Medidores del Movimiento" (¿Movimiento
cósmico?). (Figura 4)
El registro de los ciclos cósmicos resalta en sus cómputos, con una relación espacial enfática
en el Volumen y no en el Plano, como la geometría griega de Euclides propia de la Escuela
Pitagórica, cuyas bases estaban cimentadas en la planificación de la tierra, debido a que el
sistema social y económico de los Griegos estaba fundamentado en la propiedad de ésta. En
cambio, la geometría Mesoamericana proviene de sistemas sociales teocráticos, cuyo interés
se sustenta en el conocimiento de la trayectoria del Sol y los principales cuerpos celestes.
Así, las variaciones estacionales en la Tierra y los ciclos propios de la agricultura se
registraron también a través de la arquitectura. Por ello, encontramos verdaderos
observatorios astronómicos entre los edificios prehispánicos, construidos para el señalamiento
de los ejes equinocciales y solsticiales marcando "salidas" (ortos) y "puestas" (ocasos) de los
principales cuerpos celestes, como en el caso de Xochicalco o Chichén-Itzá. (Figura 5) La
conformación de este saber tuvo como consecuencia un amplio desarrollo en los cómputos de
tiempo y su expresión en la más profunda epigrafía.
Figura 6. Naui Ollin en la Parte Central de la Piedra del Sol con las Eras Cosmogónicas
La importancia del número cuatro como las cuatro fases de todo ciclo en la Naturaleza es un
principio fundamental en el sistema prehispánico de cómputo. Todos los ciclos tienen cuatro
diferentes y bien definidas fases, tales como: las cuatro estaciones, las cuatro fases de la luna;
los cuatro momentos cumbres de un día: amanecer, mediodía, atardecer y medianoche; cuatro
etapas en la vida: niñez, juventud, madurez y vejez. El mismo corazón humano como órgano
central de vida presenta 4 cavidades internas (2 ventrículos y 2 aurículas). Las cuatro áreas de
dominancia del cerebro, etc. El cuadrado constituye, en la tradición mesoamericana, la base
en que todo círculo es trazado, expresando el viejo asunto de “la cuadratura del círculo o la
circulatura del cuadrado”. Es decir, todo cuadrado lleva siempre latente al círculo que
comprende, al igual que todo círculo (ciclo) lleva latente a un cuadrado (las 4 fases que lo
componen).
Es por ello que al ser humano se le simboliza como un cuadrado de valor 20. En Nahuatl
Cempoual significa 20, una cuenta, una unidad completa. Cada dedo en cambio, tiene un
valor de uno y el pulgar un con valor de cinco, por significar la fuerza de oposición, gracias a
la cual se hace posible el manejo de herramientas que por su cualidad prensil que hizo posible
la evolución del cerebro a lo largo de la historia. Recordemos al respecto la contribución de
Federico Engels en El Papel del Trabajo en la Transformación del Mono en Hombre. Dicho
estudio fundamenta que el simio comienza a utilizar herramientas gracias a que cuenta en su
mano con la oposición del pulgar, lo cual le permite trabajar y así se logra a lo largo de los
años que el cerebro evolucione hasta convertirse en humano.
La invención de los sistemas de conteo vigesimal se le atribuye a Olmecas y Mayas, que, con
la escritura de cifras utilizando barras y puntos desarrollaron el sistema llamado "binario",
(por usar solo dos signos). Dicho sistema está aún presente en la cibernética de hoy: 1 y 0;
encendido o apagado.
Podemos decir entonces que el Nepoualtzitzin como ábaco es una representación de dedos ya
que estos son, después de todo, la primera obvia referencia contable que tenemos. Si
transportamos esto a los numerales mayas, tendremos que cada dedo equivale a un punto y
cada pulgar a una barra. Así tenemos además de su equivalencia en el ábaco, todo un lenguaje
numérico interpretado por los dedos.
El Cero Maya
Ahora bien, con respecto al Cero Maya es muy importante destacar el concepto tan diferente
al manejado en la matemática Occidental. El concepto de “número” indica la presencia de
algo cuantificable: una cualidad. Sólo conociendo la cualidad se puede detectar su ausencia
(base de la Teoría de Conjuntos).
Por otro lado, la concha de caracol con la que se simboliza el Cero Maya, (Figuras. 8 y 9) se
refiere a la ausencia de la cantidad, establecida la cualidad. Es decir, el símbolo del
caparazón nos indica que el animal ya no está ahí, está muerto. Por lo tanto, en este sentido,
significa la transmutación, el paso de una forma manifestada a otra, dejando el testimonio de
su transformación: la concha vacía. La espiral contenida en la concha señala los ciclos
concluidos, los ritmos de la naturaleza dibujados a través del curso del tiempo. En esta
expresión, el Cero Maya lleva implícita la idea de movimiento. En cambio, la concepción
Europea del cero es la de nada. Una negación, más no completud.
Los primeros sistemas de numeración con base 20 están todavía presentes por ejemplo, en las
palabras francesas quatre-vingts (80) y quatre-vingts dix (90) que significan literalmente:
cuatro veintes y cuatro veintes y diez.
El Ábaco
El conocimiento del Nepoualtzitzin como Ábaco o Computadora Manual es poco conocido y
difundido en nuestras escuelas de México, y constituye uno de los legados más ricos y
prácticos de nuestra cultura ancestral. Varias de las reconstrucciones nos muestran algunos
ábacos hechos en oro y jade (chalchiuitl), madera o incrustaciones de concha. (Figura 10)
Otros, poseen un mecanismo móvil que permite su uso con una u otra mano. Esto no hace
más que reiterarnos la importancia que para los mesoamericanos tiene, en todos los campos
de la vida, el manejo de la dualidad y ambos hemisferios cerebrales.
Uno de ellos aparece en un vaso pintado de Guatemala conocido como "el Vaso de Nejar". El
Nepoualtzitzin nos recuerda los llamados ábacos orientales como el “Suan Pan” Chino, el
“Schioti” Ruso o el “Sorobán” Japonés,( Figura 12) que aún se impulsan en las escuelas
primarias de esos países, así como en las empresas y bancos, donde la contabilidad es la
actividad diaria que le saca provecho a un instrumento con tales características.
Sin embargo, en estos países, no por este hecho se ha descuidado el gran beneficio que ha
aportado la tecnología de la computación electrónica, pues es por todos sabido que el Japón es
uno de los países de mayor avance tecnológico en lo que a producción de máquinas
calculadoras y computadoras se refiere. ¿No podríamos en México además de enseñar
computación y cálculo enseñar también el uso de nuestro ábaco maya?
El Nepoualtzitzin fue manejado a muchos niveles, para distintos propósitos. Por ejemplo,
antiguamente en el mercado, las mujeres lo manejaban para llevar la cuenta de lo que
vendían. Los antiguos astronómos-astrólogos llamados Tonalpouhque, dedicados a llevar la
cuenta de los ciclos, eran preparados en las altas escuelas del Calmecac (Figura 12)
Figura 12. Sacerdote Náhuatl mostrando a la madre el signo de su hijo en el Códice de
acuerdo a su día de nacimiento
. Elegidos por sus cualidades y dones, eran instruidos por los sacerdotes desde muy
temprana edad en el uso del conocimiento del Nepoualtzitzin como un auxiliar en el cálculo
de las órbitas de los planetas del sistema solar, las principales constelaciones y los ciclos de
eclipses que ahora se conocen como Ciclo Saros. Sabemos a través de algunos registros
mayas, como el Códice Dresden, que la predicción y el cálculo de los eclipses era una práctica
común en las Culturas Mesoamericanas con un avance sorprendente, ya que observamos en
dicho códice el registro de eclipses que están sucediendo en este mismo siglo XXI. Otras
culturas, como la Inca, también desarrollaron sistemas semejantes de cómputo y medida.
Recordemos el llamado Kipot utilizado como un contador elaborado a partir de mecates
anudados a distintas distancias.
Con relación al 13, tenemos que suceden 13 lunaciones en un año. Si tomamos las cifras
redondeadas de 28 días: 13 X 28 = 364. Al multiplicar 7 X 13 obtenemos 91, número de
días promedio de una estación. De equinoccio a solsticio y de solsticio a equinoccio. Así,
91 X 4 = 364. Si duplicamos el valor de 91, obtenemos 182 que representa en días, el ciclo
del maíz. Si triplicamos la cantidad de 91, el resultado será 273, es decir, el número mínimo
de días necesarios para una gestación humana a término, o bien, una cuenta ritual del
Calendario Sagrado de 260 días más 13. Si cuadruplicamos la cifra 91 obtenemos 364, es
decir un año. (Figura 14)
La mayoría de las órbitas sinódicas del sistema solar son múltiplos de 7 o 13. El cuerpo
humano tiene en su mitad superior 7 articulaciones superiores con un mayor rango de
movimiento. Estas son: las dos muñecas, los codos, los hombros y la de la cabeza con el
cuello. Si a éstas les sumamos las seis inferiores de mayor rango de movimiento (tobillos,
rodillas y muslos con la cadera) tendremos un total de 13 articulaciones (superiores más
inferiores). (Figuras 15 y16)
El número de orificios que tenemos en la cabeza es 7: dos ojos, dos narinas, dos oídos y la
boca. La proporción normal de un cuerpo adulto armónico es 7 veces el tamaño de su cabeza.
Dicen los Huicholes que no son cuatro los puntos cardinales sino siete: Norte, Sur, Este,
Oeste, Cenit, Nadir y Centro, ubicándose de ésta manera en un espacio volumétrico y no
plano con sólo dos dimensiones.
Conclusiones
Como hemos visto, el Sistema de Cómputo Prehispánico, abarca las áreas más diversas del
conocimiento, y lo que es más importante aún, el desarrollo de la Cultura Mesoamericana no
hubiera sido posible en aspectos como: la astronomía, la arquitectura, la geometría, las
matemáticas, la agricultura, la medicina, la filosofía, la semiología, etcétera, si este sistema no
se hubiese concebido. Nuestros vínculos con otras culturas hermanas se fortalecen al seguir
los mismos principios que siguieron nuestros tatarabuelos. La fuerza de la cultura radica en
la utilidad que le demos en la vida práctica y cotidiana. Si contamos con un conocimiento
milenario y un instrumento basado en la profunda comprensión del Universo, cuyos
fundamentos dieron sustento a la ciencia moderna, ¿por qué no utilizarlos? No se trata, pues,
de regresar al pasado, pero tampoco de ignorarlo. Un pueblo crea fortaleza en la medida en
que, como árbol, su savia lo nutre a partir de sus raíces. Si cortamos las raíces, ¿el árbol
sobrevivirá?
Referencias Bibliográficas