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La información como derecho humano

Carlos A. Camacho Azurduy


Universidad Andina Simón Bolívar, UASB, Bolivia, Ecuador.
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, CIESPAL,
Ecuador
ccamacho@ciespal.net / www.ciespal.net
carlili.camacho@gmail.com / www.geocities.com/carcam2000

Introducción

Constatamos que desde 1998, cuando Israel se constituyó en uno de los primeros países que
adoptó una ley sobre derecho a la información, pasos acelerados se han dado sobre la
vigencia y la importancia de éste para la construcción de la democracia y de la ciudadanía.
Hasta el año 1990, a nivel mundial sólo 13 países habían adoptado leyes para regular el
derecho a la información. Ahora observamos más de 70 leyes en esta materia, y su
consideración activa por unos 30 países más.

Una especie de revolución se produjo en los últimos años en torno a la concepción de la


comunicación y la información en el ámbito de los derechos humanos. En esta dirección, se
identificó el acceso a la información (especialmente aquella que está en manos de las
entidades públicas) como derecho humano fundamental. Por otro lado, una corte internacional
lo reconoció como un aspecto del derecho general a la libertad de expresión. Las
organizaciones intergubernamentales, e incluso los bancos multilaterales de desarrollo y otras
instituciones financieras internacionales, no sólo se muestran de acuerdo, sino que adoptan
políticas para promover su divulgación. No sólo en círculos académicos, sino en gremios
periodísticos y entidades no gubernamentales, se comienza a relacionar comunicación con
derechos humanos, en vez de reivindicar sólo las libertades (información, opinión, prensa)
asociadas a este fenómeno social. Algunos países, como Bolivia y Ecuador, ya hablan en sus
constituciones, aprobadas por mayoría en referendo, de los derechos de la comunicación y la
información.

La información como derecho humano

En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría
de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.
Eduardo Galeano

Los derechos humanos son considerados como un medio para la realización plena de la
persona, la satisfacción de sus necesidades básicas y la consecución de sus posibilidades.
Toda persona es titular -ejerciente o no- de todos estos, aunque sólo ejercite los que esencial y
existencialmente precise para realizarse como ser humano. “De aquí que la naturaleza
humana, al paso de la historia, haya ido deduciendo derechos que, aun cuando incardinados
en ella, no habían sido necesarios antes existencialmente” (Desantes, 1990, p.27). Teniendo
en cuenta esta situación, siempre se advertirá una modulación, decantación o nueva
formulación de los derechos en relación a una nueva necesidad o posibilidad humanas. El
ejercicio libre de los derechos humanos es la suprema prueba de una vida plena y digna.

En el campo profesional y laboral de la comunicación y el periodismo, se hace referencia a una


serie de libertades como la de expresión, pensamiento, opinión, prensa e, incluso, información.
Empero, hay que recordar que toda libertad es concedida, definida, perfilada y protegida por un
determinado estado, para que se ejercite de manera pública sin sufrir impedimentos por parte
de otras personas o de la sociedad. A pesar de ello, el poder público que la da, puede limitarla,
cercenarla, bloquearla o hasta anularla en el momento que crea conveniente.

Desde la perspectiva teórica adoptada en este ensayo, los derechos humanos son anteriores al
estado, ya que su raíz está ligada a la persona, por lo tanto no pueden ser concedidos ni
limitados extrínsecamente. En consecuencia, se concibe la libertad como la emanación de un
derecho o una de las formas en que éste se puede ejercitar: “la libertad para ejercerlo y el
derecho para ser ejercido” (Desantes, 1974, p.28). El derecho a la libertad, según el cual el ser
humano es dueño y responsable de sus actos, se proyecta -al igual que el derecho a la vida-
en todos los demás derechos como un presupuesto indispensable para su ejercicio. Por lo
tanto, la libertad es un derecho básico y común al ejercicio de todos los demás derechos. Los
derechos se ejercen siempre libremente.

En esta línea, Luis Eduardo Duhalde y Luis Hipólito Alén (2005, p.46), plantean que toda
libertad tiene un carácter individual y una connotación limitada, en tanto que implica la opción
del sujeto entre ejercerla o no; en cambio, todo derecho la trasciende, ya que expresa una
necesidad permanente, la cual afecta al ser mismo del individuo -como integrante de la
sociedad y de un determinado grupo de ésta- si es negada o restringida. Por ende, la
concepción de derecho que aquí se maneja engloba el respeto a las libertades individuales,
pero al mismo tiempo lo trasciende, en cuanto reconoce que cada uno de estos deriva
necesariamente en la correlativa existencia de deberes con el “otro” y con la sociedad.

Libertad es un atributo personal y se refiere al sujeto, sea físico o jurídico. Con su radical
referencia al individuo, se afronta el problema y el peligro del individualismo y la atomización
frente a la consideración de la información como bien social que constituye un elemento
integrador y de cohesión de los mecanismos y procesos sociales. De todos modos, no se
puede poner en duda que hoy “la información no puede asentarse en el terreno arenoso de la
libertad, sino en la roca del derecho. Pero, en todo caso, sólo hay una forma de ejercitar el
derecho a la información, y es hacerlo libremente” (Soria, en Benito, 1991, p.344).

Por tanto, libertad de expresión es el derecho de toda persona, sin discriminación alguna, a
emitir pensamientos, ideas y opiniones sin censura previa. Si se considera que la expresión y la
difusión del pensamiento son indivisibles, entonces los medios masivos de comunicación son
importantes vehículos que ayudan a materializar el ejercicio de este derecho, de modo que sus
condiciones de acceso y funcionamiento deben adecuarse a los requerimientos del mismo. De
189 países en el mundo, un total de 178 reconocen la libertad de expresión como garantía
constitucional; empero, no sucede lo mismo con el derecho humano a la información, que poco
a poco comienza a ser garantizado por los estados.

Respecto al contenido de este derecho de libertad de expresión, tanto el Pacto Internacional de


Derechos Civiles y Políticos (PIDCP, artículo 19, inciso 2) como la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (artículo 13, inciso 1), presentan una definición similar: libertad de
buscar, expresar, recibir y difundir informaciones, ideas u opiniones de cualquier índole, incluso
las que ofenden, impactan o inquietan, asumiendo las responsabilidades ulteriores que
vulneren el respeto de los derechos de los demás y la protección del orden público. Así, se
pone de manifiesto las dos dimensiones (individual y colectiva) de la libertad de expresión, las
mismas que deben ser garantizadas por el estado simultáneamente:

En efecto, ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente


menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa,
por tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un
derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión de
pensamiento ajeno (Huerta, 2002, p.17).

Por lo tanto, la libertad de expresión es el derecho que tiene cada uno de comunicar
soberanamente a los otros sus puntos de vista, pero implica, también, el derecho de todos a
conocer informaciones (noticias) y opiniones (ideas, principios, juicios) de sus conciudadanos, y
ahí, precisamente, se entrelaza con una perspectiva más amplia: el derecho humano a la
información, que contempla las facultades de investigar, recibir y/o difundir tales objetos.

Los textos constitucionales americanos no son tan precisos respecto a este derecho ya que
aluden, principalmente, la facultad de expresión de la palabra, algunos la de difusión,
circulación o divulgación de la misma y, muy pocos, la de recepción. Sin embargo, las normas
internacionales ayudan a comprender e interpretar adecuadamente el alcance y contenido de
éste, independientemente de la denominación que se utilice (libertad de expresión, de difusión,
de información, de opinión, etc.). Tanto la expresión como la divulgación de la palabra son
indivisibles, de modo que una restricción a cualquiera de ellas representa directamente, y en
similar proporción, un límite al ejercicio de la otra.

La libertad de expresión se constituye en requisito indispensable para el funcionamiento mismo


del sistema democrático. Permite al ciudadano difundir su pensamiento y manejar información,
y a través de ésta, controlar y fiscalizar la gestión pública ejerciendo el derecho de petición, la
obtención de la rendición de cuentas y la formulación de críticas sobre las políticas y
actividades de la administración pública. Además, proporciona los elementos necesarios para
ejercer cabalmente otros derechos constitucionales, como una adecuada participación en la
deliberación sobre asuntos públicos.

En las primeras declaraciones de derechos, tanto la americana como la francesa, de finales del
siglo XVIII, la información se concibe jurídicamente como la libertad de expresión de un grupo
reducido de personas en quienes recae, en definitiva, la libertad de palabra y la libertad de
prensa para periodistas y empresarios de la información. El derecho a la información tiene,
como se verá más adelante, un sujeto universal: todos los seres humanos, cada persona.
Sobre el punto, Soria (en Benito, p.344) explica que, además, este derecho crea un mandato
del público en cuyo nombre el informador y la empresa informan:

La libertad de expresión era ejercitada como una manifestación individual de


libertad. El derecho a la información es un crédito social, una expectativa
garantizada que engendra -en periodistas y empresarios- el deber profesional
de satisfacer el derecho a la información del público.

Hay que reconocer con Desantes (1990, p.218) que la idea de derecho (conducto técnico
jurídico) va ganando terreno a la de libertad (vehículo técnico político), por lo que se puede
afirmar que nos encontramos en los albores del tratamiento científico del derecho humano a la
información. Una etapa de transición en la que, tanto en la doctrina como en las leyes,
coexisten las ideas reduccionistas de libertad de expresión y las que, por otro lado, configuran y
entienden la información como un derecho.

El acta de nacimiento

La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) describió por primera vez en la historia
normativa lo que, a partir del decreto Inter Mirifica sobre los medios de comunicación social del
Concilio Vaticano II del 4 de diciembre de 1963, se denominó concretamente derecho a la
información. Por razón del moderno progreso de la sociedad humana, en este decreto la iglesia
Católica considera muy útil y necesaria la información, “pues el intercambio público y puntual
de noticias sobre acontecimientos y cosas facilita a los hombres un conocimiento más amplio y
continuo de la actualidad, de modo que puedan contribuir eficazmente al bien común”.

La normativa internacional sobre el derecho humano a la información -sustentado en la libertad


de pensamiento y de expresión- es bastante amplia: la Resolución 59(I) de la Asamblea
General de las Naciones Unidas (1946), el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos (1948) y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), el 13 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos – Pacto de San José de Costa Rica (1969),
el Principio 9 de la Declaración de Principios para la Libertad de Expresión de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, el IV de la Declaración Americana de los Derechos
Civiles y Políticos, así como la Resolución 104 adoptada por la Conferencia General de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - UNESCO
(1989), la resolución 45/76 A de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1990), los
Principios de la Declaración de Chapultepec (1994), además de la Declaración de Principios
por la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos - OEA (2000), entre
otros. Para tener un panorama global, el cuadro No.1 presenta una breve síntesis del contenido
referido a este derecho humano en diferentes instrumentos internacionales.

Cuadro No.1
El derecho a la información en los instrumentos internacionales
Artículo 19
Declaración
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de
Universal de
expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa
Derechos Humanos
de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y
opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por
cualquier medio de expresión.
Artículo IV
Declaración
Toda persona tiene derecho a la libertad de investigación, de
Americana de los
opinión y de expresión y de difusión del pensamiento por
Derechos y Deberes
cualquier medio.
del Hombre
Artículo 19
Pacto Internacional
1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.
de Derechos Civiles
2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este
y Políticos
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
3. El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo
entraña deberes y responsabilidades especiales. Por
consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que
deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para:
a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás;
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la
salud o la moral públicas.
Artículo 20
1. Toda propaganda en favor de la guerra estará prohibida por la
ley.
2. Toda apología del odio nacional, racial o religioso que
constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la
violencia estará prohibida por la ley.
Artículo 13
Libertad de pensamiento y expresión.
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de
expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir
y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración
de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no
puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades
ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y
ser necesarias para asegurar:
a) El respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o
Convención
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la
Americana sobre
salud o la moral públicas.
Derechos Humanos
4. No se puede restringir el derecho de expresión por vías o
medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o
particulares de papel para periódicos, de frecuencia
radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión de
información o por cualquiera otros medios encaminados a
impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones.
5. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la ley a
censura previa con el exclusivo objeto de regular el acceso a
ellos para la protección moral de la infancia y la adolescencia, sin
perjuicio de lo establecido en el inciso 2.
6. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la
guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que
constituya incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal
similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún
motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen
nacional.
Fuente: Comisión Andina de Juristas (CAJ). [Internet], en:
«http://www.cajpe.org.pe/RIJ/bases/nuevdh/dh2/E2.HTM».

El derecho a la información es un derecho humano fundamental de las personas y de la


sociedad en su conjunto, esto es, tiene no sólo un fundamento personal, sino también uno
institucional y colectivo:

1) A nivel individual: el derecho a informar y ser informado, la libertad de expresión


(pensamiento, opinión, expresión), la protección de la privacidad y el libre acceso a
la información pública.
2) A nivel Institucional: el derecho a publicar o emitir informaciones u opiniones, la
libertad de acceso a las fuentes de información y el derecho al secreto profesional
y a la reserva de las fuentes.
3) A nivel colectivo: el derecho al libre y equilibrado flujo de la información, el derecho
de réplica, la preservación de la integridad social y cultural en doble sentido, ya que
es necesario para contribuir a formar comunidad y es necesario a la comunidad
para su integración.

Sin dejar de ser personal (derecho civil), es el más social de todos los derechos, dado que sin
su objeto no es posible la existencia de la comunidad y la sociabilidad. A pesar de la titularidad
personal como en el caso de cualquier otro derecho, también afecta la dimensión social del ser
humano, constituyéndose en el más relacional posible de los derechos humanos. Al respecto,
Desantes (1990, p.23) manifiesta que “es como la argamasa que integra al hombre en la
comunidad, con todas sus consecuencias.”

Este rasgo social o comunitario es destacado por el decreto conciliar Inter mirifica cuando
señala que los dos aspectos de los sujetos primarios del derecho a la información son: a) el
individual, referido a (cada, toda) persona humana como titular del mismo y, b) el social, que
hace referencia a que el hombre es un ser sociable por naturaleza y necesita de los demás
para con-vivir, por lo tanto, la sociedad en su conjunto requiere estar bien informada (interés de
tipo colectivo) para que sus libres opciones puedan realizarse en una visión lo más objetiva
posible de los acontecimientos y, de este modo, contribuyan al bien común (Aspíllaga, 1994,
p.23).

El artículo 19 del PIDCP, que entró en vigor el 23 de marzo de 1976, reconoce este derecho
con las siguientes palabras:

1) Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.


2) Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la
libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
3) El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de ese artículo entraña deberes y
responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas
restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y
ser necesarias para:
a. Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás;
b. La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la
moral públicas.

Por su parte, el artículo 20 del mismo Pacto prohíbe por ley toda propaganda a favor de la
guerra y, asimismo, toda apología del odio nacional, racial o religioso, que constituya incitación
a la discriminación, la hostilidad o la violencia.

La declaración proclamada el 28 de noviembre de 1978 en la vigésima reunión de la


Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO), celebrada en París, se refirió a la contribución de los medios de
comunicación masiva al fortalecimiento de la paz y de la comprensión internacional, de la
promoción de los derechos humanos y de la lucha contra el racismo, el apartheid y la incitación
a la guerra (propaganda belicista). El factor esencial para que este aporte se produzca de
forma satisfactoria es el respeto y ejercicio -reconocido como parte integrante de los derechos
humanos y de las libertades fundamentales- de la libertad de impresión, expresión, información
y opinión. Frente a aquéllas como a otras violaciones de los derechos humanos, que son el
resultado de los prejuicios y de la ignorancia, se debe garantizar el acceso público a la
información (ver Cuadro No.2) mediante la diversidad de fuentes, medios y enfoques,
permitiendo que cada persona verifique la exactitud de los hechos y funde objetivamente su
opinión sobre los acontecimientos.

A partir de la Convención Interamericana de Lucha contra la Corrupción (1996), se empieza a


contemplar el acceso a la información en poder del estado como una medida para prevenir y
luchar contra la corrupción, en el sentido de plantear mecanismos y normas de conducta
transparentes para el correcto, honorable y adecuado cumplimiento de responsabilidades en la
gestión por parte de los funcionarios públicos.

Cuadro No.2
El derecho de acceso a la información pública en América Latina y el Caribe
País Artículos referidos a Legislación específica sobre acceso a
comunicación e información pública
información en la
Constitución Política del
Estado
Argentina 1, 14, 75 inc.22 Decreto 1172/03 de Acceso a la Información
Pública
Bolivia 20 inc. I y II; 21 inc. 5, 6; El gobierno impulsa un Proyecto de Ley de
25 inc. I, III, IV; 30 inc. 8; Transparencia y Acceso a la Información
70 inc. 3; 73 inc. II; 75 Pública (agosto de 2008) y quiere
inc.2; 103 inc. II; 106; 107; presentarlo al Congreso
137; 237 inc. 2; 242 inc. 4;
298 inc. II, 2; 299 inc. I, 2
Brasil 5, 221, 222, 224 El pasado 13 de mayo, la Presidencia de la
República de Brasil envió un proyecto de ley
de acceso a la información pública al
Congreso Nacional.
Chile 19 inc. 12 Ley de Acceso a la Información Pública de
Chile
Colombia 20, 74 Ley 57 de 1985 Publicidad de los Actos y
Documentos Oficiales
Costa Rica 9, 29, 30 No posee
Cuba 53, 63 No posee
Ecuador 16; 17; 18; 19; 20; 46 inc.7; Ley Orgánica de Transparencia y Acceso a
47 inc. 11; 52, 55; 57 inc. la Información Pública de Ecuador
21; 66 inc. 6, 7, 11, 19, 21,
25; 91; 92; 100 inc. 5; 165
inc. 4; 261 inc. 10; 312;
312; 314; 326 inc. 15; 340;
347 inc. 8; 362; 375 inc. 1;
380 inc. 6; 384; 423 inc. 4;
436 inc. 6
El Salvador 6, 18 No posee
Guatemala 28, 29, 30, 31, 35 Ley de Acceso a la Información Pública de
Guatemala
Honduras 4, 72, 73, 74 Ley de Transparencia y Acceso a la
Información Pública
México 6, 7, 40 Ley Federal de Transparencia y Acceso a la
Información Pública Gubernamental
Nicaragua 2, 7, 26, 30, 66, 67, 68 Ley de Acceso a la Información Pública de
Nicaragua
Reglamento de la Ley de Acceso a la
Información Pública
Panamá 1, 37, 41, 85 Ley de Acceso Público a la Información Ley
Nº 6/2002
Paraguay 1, 17, 26, 28, 29, 31, 40, No posee
135
Perú 2 inc. 4, 5, 6 Ley de Transparencia y Acceso a la
Información Pública
República 4 y 8 inc. 6 y 10 Ley Nº-200-04 General de Libre Acceso a la
Dominicana Información Pública
Uruguay 29, 30, 82, 118 Ley de Acceso a la Información Pública y
Amparo Informativo
Venezuela 28, 51, 57, 58, 108, 143 Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos
Fuente: Elaboración propia tomando como fuente Periodismo por el Acceso a la Información Pública.
[Internet], en: «http://www.periodismo-aip.org/documentos.php?sec=35&idPaisDoc=&idTipoDocumento=».
Consulta : 07 de junio de 2009.

El 28 de septiembre de 2003, se celebró por primera vez el Día Internacional del Derecho a
Saber -esto es, el derecho a buscar, recibir y difundir información libremente-, instituido un año
antes durante un encuentro internacional de organizaciones que promueven el acceso a la
información pública en Kosovo, Reino Unido, Rumania, Bosnia y Herzegovina, Eslovaquia,
Armenia, Perú, India, Estados Unidos, Serbia y Montenegro, África del Sur, República Checa,
Letonia, Rusia, México, entre otros países de Europa, Asia y América. En ese encuentro
celebrado en Sofía, Bulgaria, se postuló esa fecha con el propósito de reconocer la importancia
de este elemento esencial de y en la vida democrática, estimular acciones para combatir y
superar los obstáculos que violan tal derecho -reconocido en los tratados internacionales- y, en
esa dirección, estimular acciones para ejercer este derecho humano.

Pero si ese derecho sustantivo está contemplado en las constituciones de la mayoría de los
países y en los tratados internacionales, ¿por qué y para qué instituir un Día Internacional del
Derecho a Saber, o sea, una jornada mundial de lucha por el libre acceso a la información de
interés público? Porque en varios países de América Latina y el Caribe, ese derecho no se
respeta ni se cumple, muchas veces con el pretexto de que no hay una ley que reglamente su
aplicación. El acceso a la información de interés común sigue dependiendo de la buena
voluntad y la discrecionalidad de los funcionarios gubernamentales, quienes la ocultan o la
hacen desaparecer e, inclusive, alegan que son “secreto de estado” para no darle cuenta a los
ciudadanos y ciudadanas que son sus legítimos propietarios.

Los componentes del derecho a la información

El derecho humano a la información, tal como lo plantea el artículo 19 de la Declaración


Universal de Derechos Humanos, puede analizarse desde tres puntos de vista: el sujeto, el
objeto y el contenido.

El sujeto universal

La universalidad personal de éste se pone de manifiesto cuando en la declaración se reconoce


que sujeto del derecho a la información es todo individuo, por lo que se constituye en un
derecho subjetivamente universal.

El sujeto titular de este derecho, es decir toda persona física y por extensión la jurídica, puede
asumir frente a su contenido -investigar, recibir y difundir informaciones y opiniones- una actitud
activa/operativa o una actitud pasiva/receptiva. En ambos casos, no significa una diferencia de
naturaleza o intensidad en la titularidad del derecho, sino un diferente ejercicio o posición
respecto a la utilización del contenido: situación activa (investigar y difundir) o situación pasiva
(recibir).

El sujeto activo de la relación informativa es el agente emisor, generalmente un grupo formado


por personas capaces, preparadas especial y profesionalmente para informar: periodistas,
comunicadores sociales, trabajadores de la prensa. El sujeto pasivo (público) es el destinatario
natural y último de la información, admitido bajo el prisma jurídico como sujeto individual,
aunque múltiple. En el momento que replica pasa a ser sujeto activo.
En este sentido, se puede hablar de un derecho de información activo (derecho a informar) -
que no está sólo en los periodistas, sino en todos los ciudadanos- y de un derecho de
información pasivo (derecho a ser informado), que además de los ciudadanos está en los
informadores. Al respecto, Desantes (1974, p.226) menciona que “todo hombre, por el hecho
de serlo, es titular activo y pasivo, en potencia o en acto, de este derecho.”

Según este autor (pp.36-37), el principio de universalidad quebró seriamente por una
discriminación social (raza, sexo, religión, razones ideológicas, etc.) evidente que confunde el
concepto de súbdito -a quien se le niega la plenitud de derechos- con el de ciudadano.
Inclusive, el restringido acceso a los medios masivos de comunicación y a las tecnologías de
información y comunicación (TIC), es considerada como una forma de discriminación.

El objeto silogístico

El objeto del derecho a la Información no es universal, sino general porque admite excepciones
en la difundibilidad, ya que no todo lo técnicamente informable es ética o jurídicamente
informable. Siguiendo a Soria (en Benito, p.345), a continuación se plantean algunas
excepciones al derecho a la información:

• Lo que se da a conocer a través de los medios debe pertenecer en la mayoría de


los casos al ámbito de lo público y no de lo privado.
• Deben prevalecer sobre el derecho a la información los Derechos Humanos más
cercanos a la personalidad (derecho a la vida, derecho al honor y derecho a la
intimidad) o al interés social (derecho a la paz).
• Los mensajes informativos no se podrán difundir cuando su autor los sustrae de la
circulación (el derecho sobre la información prevalece sobre el derecho a la
información) o cuando carecen de sus elementos constitutivos: la verdad en la
comunicación de hechos, el bien en la comunicación ideológica y el criterio en la
comunicación de juicios.

De acuerdo con el texto de la declaración de 1948, el objeto de este derecho está diversificado
en dos especies: informaciones y opiniones. Para Desantes (1974, pp.49-50), la primera se
refiere a las noticias (hecho o conjunto de hechos reales) y la segunda incluye tanto la opinión
(juicios) -que cuando es comunitaria coincide con la llamada opinión pública- como la
propaganda (ideas, principios, ideología).

El contenido dialéctico

A diferencia de otros, el derecho humano a la información se integra por tres facultades


jurídicas, que pueden ejercitarse separada o conjuntamente: facultad de investigar, facultad de
recibir y facultad de difundir, sean informaciones u opiniones a través de cualquier medio de
comunicación masiva, sin limitación de fronteras. De este modo, se traza una universalidad en
cuanto a los medios a través de los cuales se materializa su ejercicio e, igualmente, del ámbito
geográfico de su práctica. La facultad de recepción no es ni cualitativa ni cuantitativamente
menos importante que la de investigación o la de difusión.

Conforme a la coyuntura y a su libre albedrío, el ser humano puede ejercitar directamente


todas, cada una o un conjunto de estas facultades, o puede delegar general y tácitamente su
ejercicio en los profesionales de la información (mandatarios tácitos del sujeto universal) y en
las organizaciones/empresas informativas. Desde la perspectiva jurídica, en cualquier caso la
persona está haciendo uso de una atribución de poder que le está conferida con carácter
universal e igual para todos.

Ciudadanía comunicativa

Manuel Antonio Garretón (1995, p.103) plantea una multidimensionalidad ciudadana -ligada al
acceso y la calidad-, esto es, un conjunto de derechos y deberes donde la persona ejerce su
capacidad de ser sujeto, es decir, de llegar a controlar o decir algo sobre los procesos que
definen un determinado campo, por ejemplo, en relación al mundo terrirorial, educacional,
comunicacional, de género, etnia, generación, etc. Por lo tanto, en cada uno de estos campos
se es titular de derechos humanos inalienables de acuerdo a una particular condición que
proviene de la diversidad.

Al respecto Garretón (p.104) considera que en el concepto de ciudadanía moderna “estamos


frente a una extensión de derechos irrenunciables que provienen precisamente de la diferencia
y no de la igualdad básica de los seres humanos”, lo que le otorga a cada persona o grupo la
posibilidad de definir y luchar por tales derechos. Empero, esta potencialidad de la expansión
ciudadana -como la llama el autor mencionado- se ve frustrada y negada por la exclusión,
marginación, descomposición y fragmentación de las sociedades, la ausencia de proyectos
globales de sociedad, etc., que caracterizan a los pueblos de América Latina, especialmente,
los sectores populares.

En este marco, María Elena Hermosilla (1995, p.180) sostiene que los medios de comunicación
masiva pueden aportar en la constitución de ciudadanía estimulando la autonomía (social,
política, económica y cultural) de los sujetos individuales y sociales para que estos puedan
gestionar, construir y asumir su propio destino sobre la base del desarrollo y perfeccionamiento
de sus condiciones de vida. Frente a la oferta de los medios, las personas construyen una
ciudadanía comunicativa. A propósito, Claudia Villamayor y Ernesto Lamas (1998, p.224)
plantean lo siguiente:

El ejercicio de ciudadanía es un proceso de aprendizaje al que contribuyen las


diferentes instituciones presentes en la sociedad, entre ellas los medios de
comunicación. Desde un medio de comunicación siempre se construye
ciudadanía: se puede ayudar al fortalecimiento de una ciudadanía activa y
participativa o se puede fomentar una ciudadanía pasiva vinculada únicamente
con el consumo.

En esta línea, reconocen que en la actualidad los medios juegan un papel prácticamente
insustituible en la construcción y ejercicio de ciudadanía orientada a la consolidación de una
sociedad democrática, ya que mediante el acceso y la participación en estos, las personas
pueden ejercer ciudadanía al hacer uso de la libertad de expresión y acceder al espacio
público, al mismo tiempo que controlar las instituciones y ejercer presión sobre ellas.

La ciudadanía comunicacional es parte fundamental de la sociabilidad del ser humano, en


cuanto se refiere al reconocimiento, promoción y exigibilidad de procesos de “interacción social
democrática que se basan sobre el intercambio de símbolos por los cuales los seres humanos
comparten voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e igualitario,
diálogo y participación” (Beltrán, 1979). A partir de este marco, nos concentramos
especialmente en el vínculo entre la persona y los medios y las tecnologías informativas, como
principales fuentes y espacios de circulación de información en la “nueva” sociedad.

Por lo tanto, la ciudadanía -en su dimensión comunicante- es el reconocimiento de esa


integración, en la que la persona gestiona información a través de un conjunto de procesos de
producción, apropiación, circulación y uso “en los que el valor simbólico prevalece sobre los
valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la
dimensión simbólica” (García Canclini, 1992, pp.12-13). Así, el ciudadano ejerce, de forma
pasiva o activa, su derecho a la información -no sólo a recibir, sino a investigar y difundir
información y opinión por cualquier medio-, y asume una competencia política. Ésta, supone un
conjunto específico de roles sociales a través de los cuales: se interesa sobre un hecho de
interés público, forma un juicio al respecto y lo expresa (opinión pública), además de que
fiscaliza, demanda, toma decisiones y ejecuta todas aquellas acciones que lo lleven a defender
intereses comunes en un contexto deliberativo (participación ciudadana), en la configuración de
esferas públicas democráticas, donde él o ella es actor protagonista en la definición y
búsqueda de su propio desarrollo humano.

Buscando trazar un “mapa” de las nuevas complejidades y mediaciones en el ejercicio del


derecho humano a la información, se trabajó una propuesta de formación y desarrollo de la
ciudadanía comunicativa (véase Gráfico No.1).

Gráfico No.1
Modelo teórico de formación y desarrollo de la ciudadanía comunicativa
ESPACIO PÚBLICO ESPACIO PÚBLICO

RECIBIR

participación
opinión pública
social

DERECHO HUMANO A
INFORMACIÓN LA INFORMACIÓN OPINIÓN
(Noticias) (Opinión-Propaganda)

deliberación
control social
pública

INVESTIGAR DIFUNDIR

ESPACIO PÚBLICO ESPACIO PÚBLICO

Fuente: Camacho, Carlos, 2007, p.137.

Como ya se dijo, el modelo se edifica sobre el ejercicio pleno del derecho a la información -
manifestado en sus tres facultades jurídicas, que pueden efectuarse separada o
conjuntamente: investigar, recibir y difundir, sean informaciones u opiniones a través de
cualquier medio, sin limitación de fronteras- como eje articulante para la formación y desarrollo
de la dimensión comunicativa de la ciudadanía, que coadyuve en la gestación de espacios
públicos democráticos que pueden estar orientados al desarrollo humano. A su vez, las
relaciones entre investigación e información provocan procesos de control social, mientras las
relaciones entre difusión y opinión producen procesos de deliberación pública. Entre la
recepción y la información se configuran procesos de formación de opinión pública, y entre la
recepción y la opinión, procesos de participación social.

Por la información a la comunicación

En 1969, el francés Jean d’Arcy planteó de manera visionaria lo siguiente: “vendrá el día en
que la Declaración Universal de los Derechos Humanos tendrá que incluir un derecho más
amplio que el derecho del hombre a la información (…) Este es el derecho de los hombres a
comunicarse”. Hace unos años atrás, el Foro Mundial de Derechos Humanos “Viena +5”
(Ottawa, Canadá, junio 1998) exhortó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para
que convoque a una Conferencia Mundial de la Comunicación, que contemple una amplia
participación de la sociedad civil, con el mandato de analizar y sustentar el reconocimiento del
derecho humano a la comunicación para consolidación de la democracia. Luego de 40 años de
la visión de d’Arcy, algunos pasos se avanzaron lentamente en esta dirección.

A fines de la década de los años noventa, se reconoció la necesidad de impulsar una discusión
a escala mundial sobre una nueva dinámica que, impulsada por las TIC, está cambiando
radicalmente la manera en que la gente vive todos los espacios de su cotidianidad,
especialmente en lo referido al surgimiento de nuevas modalidades de creación y acceso a la
información y los conocimientos: la revolución digital. Paradójicamente, mientras ésta parece
avanzar hacia lo que Marshall McLuhan denominó “aldea global” hace más de cuarenta años,
la gran mayoría de los habitantes del mundo no se ha subido al vagón de este fenómeno en
acelerada evolución, acrecentando la brecha que separa el conocimiento de la ignorancia, el
rico del pobre, el que está “in” del “out”.
Frente a este panorama, en su Resolución 56/183 (21 de diciembre de 2001), la Asamblea
General de las Naciones Unidas aprobó la celebración de una Cumbre Mundial sobre la
Sociedad de la Información (CMSI), en dos fases: la primera se celebró en Ginebra del 10 al 12
de diciembre de 2003, y la segunda tuvo lugar en Túnez del 16 al 18 de noviembre de 2005.
Este evento constituyó un hito no sólo para las Naciones Unidas y la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (UIT), que cumplió una función principal de gestión, porque fue un
enérgico intento de abordar las cuestiones planteadas por las TIC a través de un enfoque
estructurado e integrador para desarrollar una visión y una comprensión del conjunto de la
Sociedad de la Información y diseñar un plan estratégico de acción para adoptarse
debidamente a la “nueva” sociedad.

En la primera fase, los dirigentes mundiales compartieron la visión de una sociedad de la


información centrada en la persona, orientada al desarrollo e integradora, y asumieron una
Declaración de Principios, donde los representantes de los pueblos del mundo declararon su,

(…) deseo y compromiso comunes de construir una Sociedad de la Información


centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos
puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento,
para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear
plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en
la mejora de su calidad de vida, sobre la base de los propósitos y principios de
la Carta de las Naciones Unidas y respetando plenamente y defendiendo la
Declaración Universal de Derechos Humanos. Disponible en,
«http://www.itu.int/wsis/outcome/booklet-es.pdf».

Asimismo, se reafirmó, como fundamento esencial de una sociedad de la información


verdaderamente integradora, y según se estipula en el artículo 19 de la Declaración Universal.
Otro elemento indispensable es la capacidad universal de acceder de forma asequible, libre y
equitativa a la información y el conocimiento que están en el dominio público, y promover su
preservación, intercambio y fortalecimiento a favor del desarrollo. También, en este documento
se reconoce la comunicación como un proceso social fundamental, una necesidad humana
básica y el fundamento de toda organización social. Constituye el eje central de la sociedad de
la información, ya que todas las personas, en todas partes, deben tener la oportunidad de
participar, y nadie debería quedar excluido de los beneficios que ésta ofrece.

Para acompañar todo este proceso en el ámbito internacional, la Plataforma por el Derecho a la
Comunicación -que aglutinó a organizaciones no gubernamentales con actividades en el
ámbito de la comunicación para el cambio social, a nivel local, nacional y global- lanzó en
noviembre de 2001 la Campaña de Derecho a la Comunicación en la Sociedad de la
Información (CRIS, por sus siglas en inglés), cuyo propósito fue lograr que la CMSI incluya el
liderazgo de la sociedad civil en la articulación de una visión de la Sociedad de la Información
que se centre en las personas y no en las tecnologías, desde la perspectiva de la construcción
de un mundo mejor. CRIS tuvo una visión de la sociedad de la información fundada en el
derecho humano a la comunicación, como medio para afianzar otros derechos humanos y
fortalecer la vida social, económica y cultural de la gente y de las comunidades.

Entonces, CRIS propuso que la discusión en la CMSI no debía centrarse exclusivamente en las
TIC, sino que había que ponerse a los derechos humanos al centro de una sociedad de la
información, enfocando temáticas que afectan directamente las vidas de las personas, tales
como el acceso a la información, el género, la propiedad y el control, la gobernabilidad y la
fiscalización, diversidad y el pluralismo, los derechos de propiedad intelectual y otros.

De ahí que el 8 de diciembre de 2003, se adoptó por unanimidad la Declaración de la Sociedad


Civil en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, donde se reconoce que no
existe una sola sociedad de la información, comunicación o conocimiento, lo que hay, a nivel
local, nacional y mundial, son posibles sociedades del futuro. Para su desarrollo, se requiere de
una visión incluyente y equitativa de las sociedades de la información y la comunicación,
sustentada esencialmente en el ser humano, cuya dignidad y derechos han de promoverse,
respetarse, protegerse y afirmarse.
Lo comunicativo es una dimensión básica de la vida y de las relaciones humanas y
socioculturales; es el reconocimiento de personas que interactúan en igualdad de condiciones y
oportunidades, y se relacionan dinámicamente entre sí, a través de medios o no. No hay hecho
de la vida y el desarrollo humano que no comprometa, de una u otra forma, la comunicación.
Por eso, no sólo es necesario, sino urgente, construir en la región de forma ampliamente
participativa y democrática, normativa que respete, garantice y promocione el derecho de cada
persona a la comunicación, lo cual supone una serie de derechos como el acceso universal a la
información, a las TIC y al uso de frecuencias de radio y televisión, a la creación de medios, a
la gestión del conocimiento y a la libre expresión de ideas y opiniones, así como el derecho a
establecer modelos, instituciones, sistemas y procesos comunicacionales desde las
cosmovisiones y prácticas de los diferentes grupos que integran la sociedad.

Tal es el caso de Bolivia y Ecuador, sólo por citar uno, que en los últimos años avanzaron, casi
de forma simultánea, en un proceso histórico constituyente, que les llevó a formular una nueva
carta magna, cuyo texto fue redactado por una Asamblea Nacional y aprobado en referendo
con voto aprobatorio. En esta norma jurídica fundamental, ambos países andinos definieron un
nuevo rumbo del estado, donde se reconoce y garantiza la comunicación como un derecho
humano fundamental, más allá de la perspectiva centrada exclusivamente en la libertad de
expresión o en la más reciente incorporación de los últimos años en torno al derecho a la
información y el habeas data. En ese nuevo marco, no sólo jurídico sino fundamentalmente
político, se fomenta la pluralidad y la diversidad de una comunicación que coadyuve al sumak
kawsay (buen vivir) siendo eminentemente “libre, intercultural, incluyente, diversa y
participativa, en todos los ámbitos de la interacción social, por cualquier medio y forma, en su
propia lengua y con sus propios símbolos” (CPE Ecuador, artículo 16).

A principios de siglo, el enfoque de derechos aplicado al campo de la comunicación y la


información da un nuevo sentido a la utopía de la democratización de la comunicación. No sólo
sirve para trazar camino al andar, sino que se constituye en la posibilidad de un sueño que, de
a poco, se hace realidad en el amanecer de un continente revolucionario.

Referencias bibliográficas

Aspíllaga Pazos, Carmela (1994). La información en el pensamiento de Juan Pablo II. Piura,
Perú, Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Piura.
Benito Jaén, Ángel (director) (1991). Diccionario de ciencias y técnicas de la comunicación,
Madrid, Ed. Paulinas.
Camacho Azurduy, Carlos (2007). Cultura de transparencia. El derecho humano a la
información en el desarrollo de la ciudadanía comunicativa en Bolivia (1997-2007), La Paz,
ALAIC.
Desantes Guanter, José María (1974). La información como derecho, Madrid: Nacional.
__________(1990) Información y Derecho. La identidad del informador frente al Derecho a la
Información, («Actualidad e Información»), Santiago, Pontificia Universidad de Chile, Escuela
de Periodismo.
Duhalde, Eduardo Luis y Alén, Luis Hipólito (2005). Teoría jurídico-política de la comunicación,
1ª ed., Buenos Aires, EUDEBA – Universidad de Buenos Aires.
Huerta Guerrero, Luis Alberto (2002). Libertad de expresión y acceso a la información pública,
1ª ed., Lima, Comisión Andina de Juristas.

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