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Vida cristiana
Predicador: William Zuluaga
Transcripción y edición: P. Uriel Sánchez, Jorge Andrés Zuluaga
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Dios no está muerto
Una niña tenía un amigo al que quería mucho. Él vivía al otro lado del
cementerio y ella quería visitarlo, pero al llegar al cementerio sintió mucho miedo
de pasar y se devolvió. Entonces apareció un señor y la niña le preguntó:
- Señor ¿usted va para el otro lado del cementerio?
- Sí
Ella le pide que la acompañe y el señor acepta, la toma de la mano y empieza a
caminar con ella. Entre la charla le pregunta la niña:
- ¿Señor, a usted no le da miedo de los muertos?
- A mí sí me daba miedo de los muertos, cuando estaba vivo.
1
El significado original de la palabra religión es crear un lazo, una relación; sin embargo, la práctica
popular ha desvirtuado este propósito al quedarse muchas veces en repetir ritos y gestos sin reflexionar
en su sentido, y cayendo a veces en superstición (N. del edit.)
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estaban ansiosos esperando el sábado… para muchos eso es ‘religión’; para muchos,
‘religión’ es confesarse cada año por la cuaresma. Obviamente todas estas prácticas se
hacen, pero a esto solamente no puede reducirse tu tiempo de piedad. Así caminas solo
con un Dios de momento.
Relación es una comunión constante con Dios. Nosotros celebramos muy bien la
Semana Santa, pero para los hijos de Dios la semana santa no debe ser una en el año,
sino cincuenta y dos, donde todos los días se esté celebrando la pasión, muerte y
resurrección del Señor; donde todos los días alabes a Dios. Relación es que toda tu vida,
todos tus días y todas tus semanas estén llenos de la presencia de Dios. Vivamos
relación y no religión.
La Palabra de Dios dice: “El Señor es mi pastor; nada me falta” (Salmo 23,1). Es
diferente cuando caminas momentáneamente con una persona a cuando alguien está
constantemente contigo. Cuando a ese Dios de momentos lo llamamos a veces no
alcanza a llegar, y la tristeza y la angustia nos aplastan. Cuando tenemos un Dios de
momento y no tenemos una constante relación, logramos apartarnos tanto de él (“como
tengo un trabajito fijo y no tengo necesidades no tengo que rezar mucho”) que cuando
llega el momento difícil, el Señor no nos alcanza a socorrer; así no estamos viviendo
relación sino ‘religión’. Con el Señor en esas condiciones no vamos a llegar a ningún
lado. El Señor tiene que ser tu Pastor. Para los que estamos en Dios es El quien nos da
la victoria, pues los que estamos en Cristo somos más que vencedores.
Este es, pues, el primer enemigo del éxito. El primer enemigo del éxito es que no
tenemos una relación con Dios sino que tenemos sólo una vida de religiosidad, y por
eso Dios no nos puede bendecir cuando lo necesitamos.
El ‘religioso’ no ama a Dios sino que basa su creencia en el miedo, porque desde
pequeño le están diciendo que si no va a misa el domingo se va a condenar; por eso no
sabe decir que ama a Dios. El corazón debe estar muy seguro de lo que siente por Dios.
Dios quiere tener con cada uno de nosotros una relación profunda de amor, porque Él
es amor; así lo describe la Biblia (1 Juan 4,8). Así quiere Dios ser conocido.
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Nota el versículo 14 de la anterior cita del Deuteronomio: Tengan en cuenta que del
Señor su Dios son los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y todo lo que hay en
ella. Cuando dice “los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y cuanto hay en ella”
Dios está hablando de los anhelos del hombre: el cielo representa lo espiritual y la tierra
lo material. Espiritualmente tú deseas paz, pues tenemos conflictos y dificultades: el
Señor te promete la paz. Cuando habla del cielo Él te promete la salvación, ¿cuántos
quieren ir a la gloria de Dios? ¡Todos queremos la gloria de Dios!, por eso estamos aquí
reunidos en comunidad. Del Señor es lo familiar, lo económico y todo lo que desees
tener en esta tierra, incluso lo fundamental. Dios tiene en su mano todo lo que tú
anhelas, por eso sólo Él puede darte todas las cosas.
El salmo 37,4 nos dice: “Ama al Señor con ternura, y Él cumplirá tus deseos más
profundos”. Ven y deléitate en el Señor y el te dará lo que tú quieres, sueñas y anhelas.
“Y tú, hombre, ¿quién eres para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso la olla de barro le
dirá al que la hizo: ‘Por qué me hiciste así’? El alfarero tiene el derecho de hacer lo
que quiera con el barro, y del mismo barro puede hacer una olla para uso especial
y otra para uso común” (Romanos 9, 20-21).
Muchos soñamos con tener a Dios todopoderoso en nuestras manos, algo así como la
lámpara de Aladino. Pero cuando nosotros aceptamos a Jesús en nuestro corazón –
aprende bien este principio para que seas una persona victoriosa - entramos en un
pacto con Él. Recuerda el pacto que Dios hizo con Abraham, con Noé, con Moisés y el
que hizo con nosotros a través de Jesucristo: es como un trato en el que me
comprometo con algunas cosas y Dios con otras.
Dios de pactos
Todas las promesas de Dios en la Biblia comienzan a ser para ti; hay allí promesas de
larga vida, de prosperidad, de hijos… de todo lo que quieras. Sanación física, espiritual y
económica, y sobre todo la promesa que está por encima de todas: la promesa de la
vida eterna; ¡y desde que aceptas a Jesús son todas tuyas! Todas las cosas buenas que
se prometen en la Biblia son para ti por el pacto. ¿Te parece bueno hacerte heredero de
esas promesas a través del pacto? ¿Qué negocio el que hacemos con Dios?
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“Y ahora, israelitas, ¿qué pide de ustedes el Señor su Dios? Solamente que lo honren y
sigan todos sus caminos; que lo amen y lo adoren con todo su corazón y con toda su
alma” (Deuteronomio 10,12). Pero ahora el pacto que Dios tiene contigo es más
poderoso, porque cobija desde el pacto de Abraham hasta el último pacto, el de Jesús.
Ya sabemos la parte de Dios, su bendición. Pero ahora, tu parte del pacto es adorar,
honrar, cumplir sus leyes. Los pactos que nosotros hacemos se parecen al pacto del
paisa con el pastusito: compran los dos una vaca y el paisa le dice al pastuso: “de la
mitad hasta la cabeza es suya la vaca y de la mitad a la cola es mía”; el pastuso todos
los días le daba de comer y el paisa la ordeñaba. Tú sueñas tu relación con Dios así, que
Él eche y tú recibas. Por eso las palabras de la Biblia no se cumplen en nosotros. Pero
resultó más avispado el pastuso que el paisa, porque un día llego el paisa a ordeñar la
vaca y no estaba por ninguna parte. El pastuso le dijo: yo me cansé de dar de comer a
esa vaca y vendí la mitad mía, y la mitad suya se fue detrás”. Hasta que Dios se cansa
de esos negocios contigo, que tú siempre vengas a pedir y no pongas nada de tu parte.
Cuando tú entras en un pacto con Dios, Él empieza a revelarte su obra, y entonces es
Dios el que marca la pauta en tu vida, no tú mismo. Cuando tú haces un pacto con Dios,
Él asume tu vida. El problema es que nosotros le entregamos nuestra vida a Dios y
suponemos que esto es solamente venir al grupo, pero eso es apenas una parte.
Entregarle nuestra vida a Dios es decirle “Señor, aquí esta mi vida –muchos venimos
heridos, cansados, agobiados-, recíbela en tus manos ahora. Señor te entrego mi vida”.
Pero si yo quiero seguir haciendo con ella lo que quiera… no, ahora Él decide hacer con
mi vida lo que quiera.
No tenemos éxito porque le entregamos nuestra vida a Dios y después hacemos con ella
lo que nos parece; somos hijos rebeldes y por eso viene el sufrimiento. Dios te llama
con un propósito, Él quiere hacer algo con tu vida. Yo no sé que imagen tengas de ti
mismo, tal vez te veas pequeño, feo, inútil, o los demás te vean como un fracasado;
pero Dios te ve como un gran vencedor, espera hacer contigo grandes cosas. Si tú le
entregaste la vida a Dios, debes esperar a que te revele cuál es su camino, el propósito
eterno que tiene con tu vida, pues Él tiene reservadas para ti dicha y gracia. Tu vida
tiene propósito.
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las de Dios? ¿Puedes soñar cosas más grandes para tu vida que las que puede soñar
Dios? ¿Tienes más visión, más capacidad que Dios?
Cuando nosotros buscamos la voluntad de Dios, la anhelamos, Él nos la revela. La
voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Cuando estés haciendo la voluntad de
Dios te darás cuenta de que naciste para eso. No sé que estás haciendo tú en este
momento, quizás te sientas como cucaracha en baile de gallinas, pero cuando Dios te
revele lo que tiene para tu vida te sentirás como pez en el agua.
¿Qué sería de nosotros si no lo hubiéramos encontrado? ¿Qué sería de nosotros sin la
oración? Tú puedes llegar a la certeza de que estás aquí para esto, que estás
cumpliendo el propósito eterno de tu vida. Cuando Dios llega a la vida de nosotros
muchas veces nos desacomoda y desinstala, pero si tú quieres ser una persona de éxito
debes dejarte desinstalar por Dios. Muchos pelean con el Señor porque los está sacando
de esa vieja manera de vivir y no quieren. Muchos nos parecemos a lo que narra esta
historia: una vez yo estaba en un pueblo y vi que allí había un indigente, quien no se
bañaba. Unas señoras lo cogían a las malas para bañarlo, y cuando le iban a quitar su
costal lleno de tarros él se resistía, pues esos tarros eran su vida.
Mirándolo a él pensaba que nosotros nos parecemos al indigente: Dios quiere quitarnos
las cosas que tenemos hace años y nos resistimos, Él quiere quitarnos esos hábitos que
nos están matando y no queremos. Si actúas así no vas a encontrar el propósito de Dios
para tu vida, tal vez tú llegues a tener un poco de éxito pero en tu corazón no estarás
satisfecho. Por eso hay tantas personas famosas y adineradas que quieren morir,
buscando el satanismo, con ganas de suicidarse; no están dentro del propósito de Dios.
Él es quien dirige
Cuando los israelitas iban por el desierto el Señor los acompañaba con una nube.
Cuando el Señor paraba ellos también lo hacían, cuando Él iniciaba la marcha, ellos
también. Así debe ser tu vida, es el Señor quien debe guiar tu vida y tú obedecer.
Los hijos de Dios debemos decirle: “Señor, muéstrame…”. A todos Dios les muestra su
plan –a Abraham, Moisés, Jeremías, Pedro, Pablo,…- No hay nadie a quien Dios haya
llamado y no le haya revelado un propósito para su vida. ¿Conoces el propósito de Dios
para tu vida? ¿Cuántos quieren conocerlo? ¿Cuántos quieren saber para qué nacieron?
Con absoluta certeza debes saber que tú no eres la excepción, Dios te va a revelar algo
si permaneces en sus caminos… pero nosotros queremos a Dios como un amuleto, que
sea un Dios de bolsillo y que sea nuestro ayudante. Es propio del hombre soñar -
estudiar, hacer un postgrado, ir a otro país, trabajar en la empresa más poderosa del
mundo, comprar los mejores carros, casarse,… - y queremos que Dios sea el ayudante
de nuestros proyectos. Por eso no llegamos a ninguna parte. ¿Tú vienes a consultar a
Dios, a pedir permiso o a que Dios se rinda a todos tus caprichos? Muchas de nuestras
peticiones son hasta ofensivas para el Señor, pues le pedimos cosas que jamás van a
ser para nuestro bien. El Señor no está interesado en ser ayudante de nadie, el que
dirige es el Señor.
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Somete tu vida y voluntad al Señor, si no aprendes esto vas a sufrir mucho. No le
consultamos al Señor y tenemos programado hasta el día de nuestra muerte, ya todo
está decidido –cuántos hijos tener, en qué ciudad vivir- y no hemos preguntado si esas
cosas están dentro del propósito de Dios para nuestras vidas. ¿Va a ser esto lo que me
dará el gozo y la alegría? ¿Esto es lo que me va a hacer grande? ¿Esto es lo que va a
permitir que mi nombre quede inscrito en el libro de la vida?
El Señor a veces nos tiene que decir: “tú has hecho muchas cosas para mí, pero no las
cosas que Yo quiero que hagas”. Hay que preguntar que es lo que Él quiere que tú
hagas. Por eso debemos ser personas de oración; si no, el Espíritu no puede decirnos
nada.
Tú debes hacer un alto en tu vida y pensar que Dios va a cambiar todo el panorama de
tu vida. ¿Estás dispuesto a renunciar a tus ideales por los de Dios? ¿Quieres renunciar a
tus proyectos por los de Dios? La clave del éxito está en someterse el Señor, si tú
sometes su vida al Señor, Él te dará el éxito.