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La gloria del olivo.

Con una austera fascinación, sentí el deseo de conocer aquella magnífica abadía, que fuera
la cuna de una estupenda mística. Desde mis años de estudiante de filosofía medieval, había
ansiado conocerla. Abandonada en medio de suaves y silenciosas colinas, se veía la pequeña
construcción. Las frías paredes de piedra, habían albergado a un grupo de hombres que
moldearon la cultura del medioevo. Su santo fundador había renovado la regla se san Benito y
generado un ejército de ascetas, que tanto bien le han hecho a nuestro mundo. Con su vida
oculta, su silencio y su contemplación, han permitido que las semillas del Reino de Dios,
hagan de nuestro mundo un lugar más apacible. Los fértiles valles de la Champaña, han hecho
de esta abadía de Claraval, un lugar agradable y de una tranquila belleza. Sus suaves valles
con pequeños viñedos; se ven matizados por el predominante verde de la cebada y la alfalfa.
Fue aquí donde su fundador, san Bernardo, dio origen a la orden cisterciense, que se
extendiera por toda Europa y marcara uno de lo tantos momentos de gloria de la Iglesia. Pero
con el tiempo descubrí; que allí también descansaban los restos de un santo hombre, al que se
le atribuyen ciertas visiones sobre la evolución del papado.
El hombre al que quiero referirme es san Malaquías de Armagh. Dicen que unos días antes
de su muerte, predijo la desgraciada suerte que sufriría su patria Irlanda, a mano de los
ingleses. Aunque como acontece con todo sabio vidente, también predijo el día exacto de su
muerte. Esta se produce en 1148, cuando regresa a Francia para presentar sus respetos al papa
Eugenio III. Luego de una extraña enfermedad, fallece en brazos de san Bernardo, quien más
tarde redactara su biografía, aludiendo a sus dotes proféticas. Pero lo cierto es que su aporte
más reconocido, está relacionado con una supuesta profecía que relata la sucesión de papas en
la silla de Pedro. Se cuenta que en una especie de éxtasis, vio los 112 papas que se sucederían
en la Iglesia Católica a partir del momento de aquella misteriosa visión. Su famosa profecía
consta de 111 lemas referentes a los pontífices romanos y un último comentario, que
corresponderían a los 112 papas que se sucederían entre Celestino II (1143-1144) y el final de
la Iglesia romana. Sin embargo, su conocida profecía fue publicada por primera vez por
Arnoldo de Wyon en 1595 en su libro “El árbol de la vida”, donde atribuye la lista de
enunciados papales a san Malaquías. Esta famosa visión es reconocida como la profecía de
los papas y muchos creen ver en ellas un cierto mensaje apocalíptico.
Es verdad que tal como lo afirma san Bernardo, este monje irlandés gozó de ciertas dotes
proféticas. Tampoco faltaron en su piadosa vida las revelaciones, gracias por curaciones,
conversiones y hasta resurrecciones de muertos. Pero en su biografía, escrita por Bernardo,
nada se dice de estos enigmáticos lemas papales.
He sentido un cierto orgullo de haber visitado aquella abadía, en donde el noble santo ha
tenido semejante visión. Pero se ha debatido mucho si san Malaquías es el verdadero autor.
En contra se argumenta que el manuscrito original no se ha encontrado. Aunque se dice que el
vidente se lo dio al papa, quien no le dio importancia y lo guardó. Por ello, sus lemas
estuvieron perdidos hasta el siglo XVI en que se publicó el “Lignum vitae” de Arnoldo de
Wion. Resulta tan extraño la desaparición de esta profecía durante 400 años, como la el
silencio por parte de san Bernardo. Aunque en verdad, muchos de esos lemas se han cumplido
con exactitud.
Cuando llegamos al lema de nuestro actual papa, se lo menciona como “Gloria del olivo”.
Este lema ha dado lugar a una serie de suspicacias de todo tipo. Algunos lo han asociado con
las profecías de Nostradamus y el papa negro. Pero si bien nuestro papa alemán no tiene el
más mínimo rasgo de tez oscura, hacen referencia a una cuestión de tipo moral. Con un
espíritu apocalíptico, creen ver en este nuevo papado, un reino de tinieblas que oscurece a la
Iglesia. El humo del infierno parece asecharla y sus estructuras corruptas dejan espantados a
miles de fieles. Aunque si bien es verdad que la barca de Pedro parece estar herida, ha

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atravesado otras épocas tanto o más oscuras y tenebrosas que esta. Pero si bien el olivo puede
indicar oscuridad y tinieblas, también el aceite de olivo tiene propiedades medicinales,
derivadas del ácido oleico que es un componente anti canceroso. La buena cocina no puede
prescindir del aceite de oliva. Las mejores pinturas tienen base de aceite de oliva, para darles
brillo y para aumentar su durabilidad. Por ello con las propiedades purificantes del olivo,
nuestro nuevo pontífice puede desafiar el error y la oscuridad. El olivo también le puede
permitir exponer la verdad de nuestra fe con coraje. Su poder anti canceroso le permite sanar
el cáncer de la herejía, la infección de la apostasía y promover la salud de nuestra fe católica.
Algunos han querido asociar este lema con la influencia benedictina que ha tenido el papa
en su educación y la elección de su nombre asociada al su santo fundador de esta orden.
También lo asocian con la rama de los olivetanos o con los esfuerzos que Benedicto XV
realizó tanto por evitar la primera guerra mundial. Otros han creído ver en el olivo, un
momento de paz y tranquilidad en el mundo. Hay quienes lo asocian con Israel. Pero el olivo
también esta asociado a la vida de Cristo y su desconsuelo antes de su muerte. No podemos
dejar de olvidar el jardín en donde Cristo pasó su agonía, antes de enfrentar la cruz. Allí su
alma comenzó a consternarse y llenarse de tristeza, ante la inminencia de su hora. Aquél
huerto era un sitio dedicado al descanso y la oración. Pero aquella noche se convirtió en un
lugar angustia y tormento. Por ello también es posible que este sea el momento de
preparación, para un momento de agonía en nuestra Iglesia.
Sin embargo, creo que el lema aplicado a nuestro papa, se relaciona con algo mucho más
vano y sencillo. Como ha sucedido con gran número de estos proféticos emblemas, en general
indican la procedencia del papa o algo en su escudo de armas. Al parecer el escudo de
Benedicto no es ajeno a ello. En la parte del escudo denominada “capa” hay dos símbolos que
proceden de la tradición de Baviera y Ratzinger introdujo en su escudo arzobispal. Ellos son
el moro de Frisinga y el oso. Es así que en la región derecha del escudo se observa un moro
que porta una corona. Este signo de su realeza y gloria, también está acompañado por un
collar y una especie de capa roja. Este hombre de tez oscura es reconocido como caput
ethiopicum o moro de Freising. Al parecer hace referencia a un etíope que desde hace mil
años aparece en el escudo de los obispos Frisinga. Algunos creen ver en él al rey mago
Baltasar y otros a algún santo de tez oscura. En su libro “Mi Vida”, el entonces cardenal
Ratzinger, explicó que utilizó el moro como “expresión de la universalidad de la Iglesia, que
no conoce ninguna distinción de raza ni de clase. La cabeza de moro no es rara en la heráldica
europea. Aparece aún hoy en muchos escudos de Cerdeña y Córcega, así como en varios
blasones de familias nobles. En la tradición bávara, la cabeza de moro aparece con mucha
frecuencia”.
Todos estos famosos lemas papales culminan con Pedro el romano y el famoso comentario
final a la profecía. Acerca de este último papa se dice: “Habrá de apacentar a sus ovejas
padeciendo muchas tribulaciones, y luego un juez tremendo vendrá a juzgar a su pueblo”.
Los intérpretes no se ponen de acuerdo en el significado de estas palabras. Algunos ven en
ellas el fin del mundo; mientras otros ven una referencia a una renovación espiritual. Lo cierto
es que las tanto las profecías de Fátima como los augurios de otros profetas, vaticinan una
época de cambio para la Iglesia. Esperemos que nuestro espíritu esté preparado para esta
nueva espiritualidad y recibamos con alegría al Espíritu Santo, que sin duda tendrá una gran
influencia en las reformas que se avecinan.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com/

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