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Trabajo Práctico Nº 10

LOS FEDERALES

A partir de la lectura del apartado “Los Federales” (El Escenario: El Litoral y El


Estado Confederal) de la bibliografía de la cátedra, responder al siguiente
cuestionario:

1. Marque en el mapa la región litoraleña.

2. Indique cuál ha sido el centro de la


economía del Litoral y explique sus
características.

3. Mencione por qué razón el Litoral


reemplazo al interior del país como
región económica más poderosa a
comienzo del siglo XIX.

4. Explique las causas del enfrentamiento


entre el Litoral y Buenos Aires.

5. ¿Quiénes firman el Tratado del Pilar en


1820 y cuál es la importancia política que
reviste?

6. Mencione cuál es la diferencia conceptual entre el Estado Federal y el Estado


Confederal en materia de soberanías.

7. Explique por qué el Pacto Federal de 1831 no crea un Estado Federal. ¿Quiénes
lo firman?

8. ¿Qué dicen los textos constitucionales provinciales de la época en materia del


concepto de “ciudadanía”?

9. ¿Por qué Buenos Aires resultaba ser la más poderosa de las provincias del país?

10. Investigue, busque y transcriba el Artículo 16) del Pacto Federal de 1831.
LOS FEDERALES
El Escenario: El Litoral
El viejo virreinato del Río de la Plata contaba con una región especialmente superpoblada
por efecto de su economía volcada sobre la extracción de metales del Alto Perú: el
noroeste. Mientras tanto la región del Litoral con extensas planicies fértiles casi vacías se
encontraba subpobladas. Por siglos el Litoral solo había sido la región marginal del
Imperio.
Con el viraje hacia el eje atlántico de las reformas borbónicas y aún más a partir de la
revolución política de mayo de 1810 en Buenos Aires y la posterior pérdida del Alto Perú
luego de la batalla de Huaqui en 1811 la cuestión cambia, se pierde el flujo de metal de
plata desde Potosí y comienza a crecer paulatinamente la importancia de la ganadería. El
Litoral (región naturalmente propicia para la cría de ganado vacuno) comienza entonces a
absorber trabajadores y genera una fuerte corriente de migración interna desde el norte.
Otro tanto había pasado cuando las misiones jesuíticas del Paraguay fueron cerradas por
el gobierno español y su numerosa población migró hacia los campos del litoral,
especialmente la Banda Oriental y Entre Ríos.
El Litoral, a diferencia del resto de las regiones del interior, tenía una economía
fundamentalmente orientada al mercado externo, tanto como vendedor que como
comprador, facilitaba este comportamiento su cercanía con el puerto de Buenos Aires.
La unidad económica fundamental del litoral fue la Estancia, que absorbía los excedentes
laborales de las producciones de subsistencia de los pequeños campos y componía su
fuerza laboral en base a esclavos africanos, peones más o menos permanentes y la
presencia de trabajadores temporales.
La magnitud de algunas de las nuevas grandes estancias no tenía comparación ni con las
más grandes propiedades de la época colonial, creándose fenomenales emporios
terratenientes.1
En Entre Ríos la actividad ganadera vacuna tuvo un crecimiento sin precedentes. Pero a
diferencia de lo que sucedió en Buenos Aires, donde la expansión territorial se dio en
base a la instalación de grandes estancias, la expansión entrerriana se dio sobre la base
de medianas explotaciones.
El crecimiento económico de Entre Ríos explica mucho de la dura posición que presentó
la provincia frente a la poderosa Buenos Aires.
Pero existe una realidad indubitable, el vertiginoso crecimiento económico litoraleño se
hizo a expensas de un permanente flujo migratorio procedente de las provincias del
interior, fundamentalmente desde Santiago del Estero, San Luis, Córdoba, Misiones o
incluso la Banda Oriental, cuyas economías fueron devastadas por la guerra y por el
cambio de orientación al Río de la Plata dejando de lado el centro minero del Alto Perú.
Cuando se completó el cuadro de la nueva economía agroexportadora el escenario
demográfico de nuestro país había cambiado radicalmente ya que el interior dejó de ser la
zona más poblada para dejar ese lugar al Litoral que miraba hacia el Atlántico en busca
de mercados y mercaderías.
Pero las rutas de ese océano Atlántico derivaban en un solo puerto y una sola aduana:
Buenos Aires.
Por esta razón es que los gobiernos del Litoral plantearan un tema esencial frente al
gobierno bonaerense: exigir la apertura de los ríos interiores a la libre navegación, es

1
Rosas poseía en los años 40 un complejo estanciero que criaba más de 100.000 vacas, cono matadero y
saladero propio incluido. Sus primos, los Anchorena, eran otros de los grandes beneficiarios de la expansión
ganadera de la provincia de Buenos Aires.
decir, que Buenos Aires dejara ingresar a los barcos extranjeros libremente a los ríos
Paraná y Uruguay para que dejen sus mercaderías en los puertos de Santa Fe, Entre
Ríos o Corrientes sin que paguen el tributo en la aduana del puerto de Buenos Aires.
Los ingresos de la Aduana representaban el eje de la disputa entre Buenos Aires y las
demás provincias en torno al tema de la organización nacional.

El Estado Confederal
Cuando en 1819 en un nuevo intento del gobierno central por aniquilar la disidencia de
Artigas los ejércitos se niegan a actuar en Santa Fe contra el jefe oriental, el Directorio se
desmorona, y en febrero de 1820 las fuerzas del Litoral encabezadas por sus jefes,
Ramírez y López, derrotan en Cepeda a las milicias porteñas.
Luego de la batalla de Cepeda el poder central se esfuma, los estados provinciales
asumen en plenitud sus soberanías.
Pero debe quedar en claro que los estados autónomos provinciales surgidos a partir de
1820 no son producto de una disgregación de una patria preexistente sino por el contrario
el punto de inicio de su organización.
No existía un país unido que en 1820 se fragmenta, nada de eso existía.
Una vez disuelto el poder central diversas ciudades y jurisdicciones del territorio
reasumieron su soberanía.
Ya en 1813 se había creado la Intendencia de Cuyo, al separar a Mendoza, San Juan y
San Luis de la Intendencia de Córdoba. En 1814 el Directorio había creado las provincias
de Entre ríos y Corrientes al separarlas de la Intendencia de Buenos Aires, a su vez la
Intendencia de Salta del Tucumán se dividía para dar forma a las provincias de Salta y de
Tucumán. En 1818 Santa Fe se separó voluntariamente de Buenos Aires.
Ya en 1820 Santiago del Estero proclamó su independencia de la provincia de Tucumán,
hecho similar sucedió con Catamarca en 1821. También La Rioja se separó de Córdoba
en 1820 y Jujuy de Salta en 1834.
Todos estos estados provinciales establecieron autonomías y se lanzaron a firmar
acuerdos internos con las otras provincias.
Como sostiene el historiador Carlos Ibarguren “Los Estados provinciales estaban
separados y el sentimiento nacional quedaba subordinado al localista. Los provincias eran
entidades soberanas o independientes en guerra unas contra otras, o en coaliciones” fruto
de tratados recíprocos.
Cuando el Cabildo de Buenos Aires decreta la disolución del poder central en 1820 y la
creación de una nueva entidad política, la Provincia de Buenos Aires, esta firmará con
Entre Ríos y Santa Fe (más tarde también Corrientes), el Tratado del Pilar.
El Tratado de Pilar resulta un antecedente fundamental de la organización nacional ya
que establece como futuro sistema de gobierno del país el de la “Federación”, aunque
posponía esa organización para un Congreso que debía reunirse en San Nicolás y cuya
convocatoria se dilató más de tres décadas.
La afirmación de esas autonomías soberanas dio comienzo a una confusión terminológica
que avanzó sobre la historia argentina, que es la que se estableció entre los términos
federalismo y confederalismo.
Cuando se produjo la revolución de independencia de Estados Unidos y se dicta la
Constitución de 1787 fundando el Estado Federal norteamericano solo se conocía una
forma de federación: la confederación.
La confederación constituye la unión de estados independientes.
Pero en Estados Unidos comienza a darse forma a un nuevo modelo el de la Federación,
el del estado federal, que constituye una soberanía única, la de la nación en su conjunto,
que se yuxtapone a las soberanías de los estados miembros.
El Estado Federal en Estados Unidos adquiere mayor poder que lo que representan las
soberanías relativas de sus estados parte.
En Argentina el término Estado Federal y Estado Confederal se mimetizaron pero no
significan lo mismo.
Si conserváramos la pureza de los conceptos en juego solamente deberíamos reconocer
tendencias federales en aquellos que dieron a luz al Estado Nacional de carácter federal
en 1853, y limitarnos a considerar “confederal” el pensamiento de los federales de la
primera mitad del siglo XIX.
En términos políticos nuestros “federales” de 1920 a 1853 deberían ser llamados
“confederales” ya que en su ideario no resignaban nada de las soberanías de sus
provincias a favor de un hipotético gobierno central.

FEDERACIÓN CONFEDERACIÓN

P P P
P P
Gobierno P
P Central Gobierno
Central
P
P P P
P

P: Provincia

Cuando en 1827 se frustró una nueva experiencia unitaria de organización nacional y se


disolvió el poder central una vez más, solo quedaron en nuestro territorio las expresiones
autónomas de los gobiernos provinciales que firmaron en 1831 un pacto entre ellas, el
Pacto Federal, acordado entre Corrientes, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, al que
posteriormente se fueron agregando las demás provincias.
El Pacto Federal reconoce para cada provincia firmante “su libertad (...) su independencia,
representación y derechos”.
El Pacto respeta y reconoce claramente la libertad e independencia de cada una de las
provincias signatarias y delega en una “Comisión Representativa de los Gobiernos de las
Provincias Litorales” solo la concertación de la paz y la guerra.
No solo no se fijaba la creación de ningún poder central sino que las provincias se
reservaban para sí casi todo el ejercicio de la soberanía.
Lo que creo el Pacto Federal no fue un Estado Federal, sino una débil Confederación de
estados, que continuó hasta la proclamación de la Constitución, ahora sí federal, en 1853.
Resumiendo, lo que en el Río de la Plata se entendía por federal, era el promover la
formación de una confederación de estados provinciales que resignaran la menor parte
posible de su soberanía.
Este hecho produjo una contradicción irresoluble durante 30 años: la de afirmar el
reconocimiento a la independencia y autonomía de las provincias, al mismo tiempo que se
aludía al objetivo de dar forma a una organización nacional.
Los propios textos constitucionales provinciales, que más allá de las diferencias coincidían
en seguir los lineamientos del republicanismo con un fuerte poder ejecutivo y un poder
legislativo basado en la soberanía popular y con un poder judicial anémico; carecían de
un término que aunara la idea de una “ciudadanía nacional”. En la mayoría de las
constituciones provinciales se alude a la identidad provincial de sus ciudadanos y en
cierta medida a la existencia de una ciudadanía “americana”, no de una identidad
nacional.
Solo los textos constitucionales de Córdoba, Salta y Entre Ríos mencionan la posibilidad
de que en el futuro se constituya un poder nacional que limite la soberanía provincial.
Como vemos la constitución de las soberanías provinciales a partir de 1820 y la firma del
Pacto Federal de 1831 da forma a un modelo en el que cada provincia asume la propia
autonomía en el manejo de asuntos de gobierno (regulación del comercio, organización
de las fuerzas armadas, de la justicia y de la educación), con la única tibia excepción en lo
que hace al manejo de las relaciones exteriores (delegado generalmente en manos del
gobierno de la provincia de Buenos Aires), siendo la provincia de Buenos Aires el primus
inter pares, es decir el más influyente de todos los estados provinciales en igualdad de
ejercicio soberano.
Y ese predominio bonaerense no solo era político sino fundamentalmente económico, En
1821 los ingresos de Buenos Aires eran equivalentes a los de las doce provincias
restantes.
Las mercaderías arribadas a puerto eran reembarcadas a Entre Ríos, Santa Fe y
Corrientes e incluso por vía terrestre por el camino de la vieja Ruta 9, o bien partían en
carretas hacia el sur de la provincia de Buenos Aires desde Constitución o hacia el oeste
(Córdoba, Cuyo o Chile) desde Plaza de Miserere.
Esto le daba a Buenos Aires una influencia decisiva en las decisiones económicas y
políticas del Estado Confederal.

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