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ENSAYO

© ART+DG By Andrés Gustavo Fernández 2009 / adncreadores@gmail.com


LISANDRO DE LA TORRE

EL PROCER
NO MUY
RECORDADO
POR
JUAN JOSE OPPIZZI
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ENSAYO

LISANDRO DE LA TORRE
EL PROCER NO MUY RECORDADO

© POR JUAN JOSE OPPIZZI


E-Mail: adncreadores@gmail.com

S e ha dicho hasta el cansancio que


muchísimos grandes hombres de la historia
acabaron transformados en calles, estaciones o
localidades. El propósito de inmortalizarlos se
cumplió con un saldo patético: casi nadie los asocia
con lo que verdaderamente fueron, a pesar de
franca línea derechista en los años de 1980. De
cualquier manera, don Lisandro estaba más allá de
las limitaciones partidarias, en la región moral de los
hombres ilustres. La clase política no lo saludó
amablemente, por cuanto vio enseguida que se
trataba de alguien a quien no se podía acallar. Con
nombrarlos a diario. una visión sorprendente, De la Torre interpretó al
vuelo el trasfondo de la muerte de otro hombre ético:
Lisandro De la Torre fue agraciado con esa condena. Leandro N. Alem. Para ello debió concluir en una
Su vida transcurrió entre 1869 y 1939 y finalizó por certeza que por entonces (y acaso también ahora
propia mano. Político, escritor, parlamentario, para algunos círculos) era sacrílega: el ascendente
orador y, por encima de todo, un ético empedernido Hipólito Yrigoyen distaba de ser el hombre avanzado
(especie que tal vez deba considerarse en extinción, que el movimiento cívico de 1890 interpretaba como
si el observador se guía por los desalientos de una esperanza de continuidad revolucionaria.
larealidad), fue uno de los hombres más brillantes
que hubo en suelo argentino en todo el siglo Veinte. El suicidio de su mentor y tío era una nube negra,
Le tocó vivir en un período en que las dotes llena de rumores sobre decepciones extremas. El
humanísticas huían de las figuras públicas costo de apoyar esa teoría le resultó humillante al
(¡milagro!) y en que el Centenario de la diestro parlamentario: batido a duelo de espada con
Independencia brillaba con fuegos fatuos. Pasó el joven Yrigoyen, De la Torre –reconocido
inadvertido para la gran escena del poder hasta que espadachín deportivo– fue tajeado en la cara a los
las canas y el sufrimiento se apoderaron de su figura. pocos minutos. Desde ese momento dejó que su
Cualquiera de las fotografías que se pueden hallar de barba creciera a fin de tapar la cicatriz. Desde ese
él nos transmite esa reconcentración afligida, momento, también, se cumplieron todos sus
preocupada o quizá perpleja, que parece mirar hacia vaticinios respecto de la personalidad yrigoyeniana,
el dolor final. incluido uno que en realidad era una observación
palmaria: el maduro Presidente de la República
Militó y representó en el Parlamento al Partido habría de iniciar un segundo período de gobierno, en
Demócrata Progresista de la Provincia de Santa Fe, 1928, con una ostentosa baja de capacidad
una agrupación con algunas tendencias liberales y intelectual. Además, llevaba a la rastra una mancha
con tantas imprecisiones como para desembocar en feroz: la represión de los movimientos obreros de la

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Patagonia bajo su gestión previa, de 1916 a 1922, en


donde había hecho lo posible por despegarse y lo
imposible por colaborar con los señores feudales
sureños para eliminar peones que se resistían a ser
esclavos.
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El golpe de estado de 1930, conducido por el
mediocre José Félix Uriburu y apoyado por toda la
oligarquía, más un sector del propio Partido Radical,
dio marcha atrás con los escasísimos logros sociales
habidos hasta el momento y –por supuesto– con la En esos años, De la
libertad. De la Torre fue tentado con cargos en el
nuevo régimen, habida cuenta de su posición crítica Torre descubrió una
respecto del gobierno caído, pero los personeros del
bigotudo dictador se hallaron ante una desagradable maniobra ordenada
sorpresa: don Lisandro rechazó airadamente las
propuestas y se manifestó en contra del asalto. Al por el Estado, que
punto, el régimen lo consideró –y fue por propia
voluntad y riesgo– un enemigo acérrimo. consistía en subvaluar
Durante la llamada Década Infame (aunque es difícil escandalosamente las
no repartir el calificativo entre otras muchas,
posteriores), hubo una pertinaz farsa electoral, carnes que la
debidamente emporcada por los fraudes, para
maquillar la dictadura. El Parlamento Nacional se Argentina vendía a
mantuvo en funciones, aunque la mayoría de los
representantes eran oficialistas, de modo que las
Inglaterra, a cambio
leyes cumplían la formalidad de entrar en los
recintos de Senadores y Diputados ya con la etiqueta
de la exclusividad de
de ley en el orillo.
compra. Saltaba a la
En esos años, De la Torre descubrió una maniobra vista que los entuertos
ordenada por el Estado, que consistía en subvaluar
escandalosamente las carnes que la Argentina
vendía a Inglaterra, a cambio de la exclusividad de
llevados a cabo por el
compra. Saltaba a la vista que los entuertos llevados ministro Roca –hijo
a cabo por el ministro Roca –hijo del eliminador de
aborígenes, Julio– con el funcionario británico del eliminador de
Runciman, incluían abultados sobres con destino a
todo el gabinete, e implicaban una rojísima curva aborígenes, Julio– con
descendente para las arcas nacionales. La denuncia
de don Lisandro estalló como una bomba. La el funcionario
documentación que él presentó era incuestionable.
Los representantes oficialistas recurrieron a toda británico Runciman,
especie de mentiras para cubrir las trapisondas del
gobierno, en vano. incluían abultados
De la Torre, como un fiscal implacable, acusaba, sobres con destino a
ponía en evidencia, destapaba. La furia del gobierno
era ilimitada. Los senadores obsecuentes del poder todo el gabinete
se ponían de acuerdo para insultarlo con una
increíble desfachatez; gritaban, reían, silbaban para
tapar la voz del anciano que jamás perdía la calma.
Finalmente, debió comparecer el Ministro de
Hacienda, Duhau, un señorito de rancio parasitismo
aristocrático, que, en el medio de la interpelación,
hizo caer a De la Torre con un empujón. El tumulto
escondía un plan siniestro: un torvo ex comisario,
Valdéz Cora, penetró en el recinto del Senado,
munido de una pistola, para descerrajar un disparo
sobre el senador demócrata progresista. En el

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momento en que le apuntaba, corrió a auxiliar a De Nios de su propia palabra que demostrarían lo
la Torre el joven correligionario Enzo Bordabehere, contrario. A la salida del Parlamento, luego de una de
que quedó en la línea de tiro y cayó, muerto. las innúmeras peleas con la barrabrava
Lisandro De la Torre, agobiado por la pena, cuando conservadora, alguien le preguntó por qué insistía en
se reanudaron las sesiones días después, tuvo una brega inútil, visto que, a pesar de las
fuerzas para decir la pieza oratoria más terrible de argumentaciones clarísimas que desplegaba, los
su carrera política. Fue una acusación de solidez pleitos se resolvían en la votación mayoritaria.
marmórea a todo el régimen, que retumbó en el
silencio de la sala, en donde nadie se atrevió a emitir Él respondió que daba por descontada la falta de
palabra ni a interrumpir. resultados, pero que lo hacía por motivos de
conciencia. En el fiero luchador el espacio para la
El corrupto elenco manejador de las palancas del decepción ya no era significativo; por lo tanto, creer
poder, y toda la clase que conducía la sociedad en la que se puso un arma en la sien a causa de algo que
década de tan mala fama, cometió al principio el tenía asumido, tal vez resulte equivocado. Hay otros
error de evaluar a De la Torre como un político motivos, sitos en la misma ética de su trayectoria
parlanchín, desprovisto de formación. Una polémica pública, pero en el ámbito personal.
con quien era considerado –y se consideraba– la
luminaria de la Iglesia Católica argentina, monseñor Don Lisandro amaba la vida campestre; había
Franceschi, demostró que el senador barbicano era logrado comprar un pedazo de tierra en la zona de
un hombre de enorme peso intelectual. Franceschi, Pinas, en el desértico límite entre las provincias de
seguro de demoler a su contrincante, salió al ruedo Córdoba y La Rioja. Acaso el íntimo proyecto para el
abiertamente. Muy pronto, lo que pintaba como un final de su vida haya sido retirarse a un lugar alejado
breve intercambio de pareceres opuestos se de los venenosos torbellinos políticos, a expandir los
convirtió en una ciénaga para los mojigatos sofismas años de la vejez en soledad. Organizar y mantener
del purpurado. De la Torre hizo un paseo por esa propiedad le significó gastos muy elevados (a
sociología, filosofía e historia, en una exposición pesar de su brillante carrera política, era un hombre
argumental abrumadora, que dejó a Franceschi a sin dinero); tuvo que recurrir a un préstamo.
nivel ridículo. Algunos tinterillos salieron a desviar
la atención, a fin de salvarle la honra al doctor Aparentemente, algo de impericia y las pocas dotes
eclesial, pero don Lisandro aclaró que, de polemizar favorables del lugar para iniciar emprendimientos de
con otra figura, únicamente iba a hacerlo con el esa índole, hicieron que el proyecto fracasara por
inmediato superior de Franceschi, es decir con el completo. Entonces le resultó imposible la
Papa. devolución de lo pedido. Para alguien como él,
semejante problema iba violentamente en contra de
Es moneda corriente atribuir el suicidio de De la sus principios, le planteaba una encrucijada
Torre a la decepción por la inaudita chatura, la horrenda. Fue su honor el que apretó el gatillo del
invencible mediocridad, del ámbito político en de arma.
sudonde le tocó luchar. Sin embargo, hay testimo-

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