w anafrica / marzo de 2007
Educación y discriminación:
especial mujer
Por Montse Alcarria /
Educando en la pobreza
L
a educación es un derecho fundamental
reconocido en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 y en la
Convención sobre los Derechos del Niño
de 1989. Es una responsabilidad internacional com-
partida y reconocida como motor de desarrollo
humano porque salva vidas, favorece el crecimiento
económico y la distribución de la riqueza y permite
a los ciudadanos participar en la vida pública y
defender sus opiniones y derechos.
Actualmente, sin embargo, no todo el mundo tiene
las mismas oportunidades para acceder a la educa-
ción. Las diferencias de género y las prácticas dis-
criminatorias son algunos de los principales proble-
mas de los países pobres. A pesar de los compromi-
sos asumidos por la comunidad internacional para
trabajar por la educación básica universal, la situa-
ción actual es insostenible: en el África subsaharia-
na más del 50% de las mujeres son analfabetas, 125
millones de niños y niñas no van a la escuela, y 150
millones más la abandonan antes de haber aprendi-
do a leer y escribir. Además, millones de niños y
niñas de todo el mundo reciben una educación defi-
ciente, que no se adapta a sus necesidades y no les
proporciona las capacidades ni los conocimientos
básicos para la vida adulta.
Por otro lado, aunque África cuenta con un 10% de
la población mundial y un tercio de los niños y niñas
del mundo, tan sólo se beneficia de un 1% de la
inversión educativa internacional. Esto significa
que por cada alumno o alumna africanos se invier-
ten alrededor de dos dólares anuales, mientras que
en los países industrializados se superan los 4.000
dólares.
Mujeres y educación
Desafortunadamente, en algunas zonas del planeta,
nacer mujer es sinónimo de exclusión social. De
acuerdo con el Instituto de Estadística de la UNES-
CO, se calcula que en la actualidad dos terceras par-
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tes de los 875 millones de adultos analfabetos en el
mundo son mujeres. Además, de los 50 millones de
menores que no van a la escuela, 27 millones son
niñas. En el nivel secundario se acentúa la desigual-
dad basada en el género, ya que es mayor el núme-
ro de niñas que abandonan la escuela antes de con-
cluir sus estudios y lo hacen en una etapa más tem-
prana que los niños, en particular en las zonas rura-
les o empobrecidas. El matrimonio precoz, el emba-
razo en la adolescencia, el miedo de los padres a las
agresiones y la necesidad de prestar asistencia a la
familia o de aprender conocimientos prácticos que
resulten útiles para el empleo son algunas de las
causas de su deserción escolar.
La situación de las niñas se vuelve aún más intole-
rable si tenemos en cuenta los enormes beneficios
sociales que pueden lograrse a partir de la educa-
ción femenina: reducción de la mortalidad infantil,
control de la natalidad, mejora de la salud de la
población o mayor participación en iniciativas polí-
ticas y de desarrollo.
Falta de recursos
Los factores económicos también se convierten en
un impedimento: a pesar de que la educación básica
debe ser en teoría gratuita, la realidad es que
muchas familias no pueden asumir su coste.
Además, que los hijos (especialmente las chicas)
vayan a la escuela supone que deje de lado otras
actividades, como ayudar en casa o trabajar. Esa
disponibilidad para colaborar en casa se reduce
cuanto más lejos está la escuela del lugar de resi-
dencia, por lo que menor es la probabilidad de asis-
tencia a clase.
Por otro parte, muchos países atraviesan una situa-
ción económica muy difícil y obtienen muy pocos
ingresos. El lento ritmo de crecimiento y la deuda
externa tienen consecuencias nefastas sobre la
inversión pública en servicios educativos básicos.
Asimismo, la ausencia de paz y estabilidad también
El analfabetismo está
estrechamente ligado al
hambre y a la pobreza. Es
un fenómeno esencial-
mente rural que dificulta
el desarrollo y la seguri-
dad alimentaria, actúa en
detrimento de la producti-
vidad y de la salud y limi-
ta las oportunidades para
mejorar los medios de
subsistencia, en particu-
lar a las niñas y mujeres
de zonas rurales, sobre
todo, de África.
tiene un coste incalculable: dos millones de niños y
niñas han muerto en distintas guerras durante la
última década, mientras que otros cuatro millones y
medio han quedado incapacitados. Muchos menores
son reclutados como soldados y los servicios educa-
tivos son, a menudo, objetivos de guerra.
Finalmente, se calcula que menos del 2% de la
ayuda bilateral al desarrollo se destina a educación
básica. Muchos países pobres o en vías de desarrollo
destinan más fondos al pago de la deuda externa
acumulada con los países ricos, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) que a
educación. En la primera mitad de los años noven-
ta, África destinó una media de 10.000 millones de
dólares anuales al pago de dicha deuda, el doble que
a educación primaria. Si los países africanos más
endeudados hubieran invertido esos pagos en pro-
gramas de reducción de la pobreza, se habría podido
salvar la vida de 21 millones de niños y ofrecer edu-
cación básica a 90 millones de niñas y mujeres. Los
duros préstamos concedidos por el Fondo Monetario
Internacional y los Programas de Ajuste
Estructural han comportado grandes recortes en los
gastos sociales de los países endeudados y han teni-
do consecuencias nefastas para la educación y otros
sectores sociales básicos.
La educación, sinónimo de avance
En Europa, la enseñanza ha allanado el camino
hacia la igualdad de género, y está demostrado que
este factor funciona en todas partes. De esta mane-
ra, las chicas escolarizadas se encuentran con las
puertas abiertas para encontrar trabajos mejor
remunerados y ganan en independencia económica
respecto a los hombres. También está comprobado
que, en países pobres, los bebés tienen más probabi-
lidades de sobrevivir si sus madres han sido escola-
rizadas, como mínimo durante un período de cuatro
años. La educación de los hombres también favore-
ce la igualdad. Así, en algunas culturas, el hombre
trata por igual a la mujer, sin marginarla a través
del abuso o la idealización.