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algunos autores afirman encontrar semejanzas entre Jesús de Nazareth y los faraones del
antiguo Egipto. Al igual que Jesús, estas figuras sociales eran divinizadas tras su muerte,
elevados a los cielos y glorificados. El Faraón era considerado hijo de Dios al igual que
Cristo. Ambos eran humanos y divinos a la vez. Ellos nacían en general bajo la
influencia de una estrella. En el rito egipcio, la muerte del Faraón era solo ritual, no
física. El monarca era introducido en un sarcófago, depositándolo en el interior de la
pirámide durante días. La ingestión de drogas hacía que el Faraón entre en un estado de
catalepsia, “resucitando” tras varios días. Para estos autores, la resurrección de Jesús
también pudo ser simbólica, equiparándolo a otros dioses solares. Jesucristo pudo haber
aprendido técnicas y rituales egipcios durante su estancia en Egipto, que enseñaría a
algunos apóstoles más avanzados, alimentando así entre sus seguidores su condición
Divina. Pero un Cristo sin cruz es un Cristo que no se sacrificó por sus hermanos, ni les
abrió las puertas a la vida eterna. Sería como un Cristo perdedor, que le hace caso al
maligno y renuncia a su cruz, haciendo imposible nuestra salvación.
Por último se observa en el interior de la catedral, ciertas imágenes o gárgolas que
representan al mal. Pero estas gárgolas, siempre aparecen en la arquitectura eclesiástica,
fuera del templo. Su fin está en marcar que los demonios quedan afuera de la casa del
Señor. No es para nada saludable, que el recinto interno del templo, esté invadido por
estructuras que poco tienen que ver con lo religioso. Por ello si uno mira con
detenimiento este templo católico, es posible que encuentren en él ciertos signos del
príncipe de las tinieblas. Por ejemplo, si se observa el órgano del coro, se verá una
estrella invertida, símbolo del macho cabrío satánico. No se trata de un código secreto
de impíos que intervienen en la construcción de una catedral, como solían hacerlo los
masones o rosacruces medievales. Tampoco de símbolos ambiguos que se injertan en
una construcción sagrada, sino de una intencionada profanación del lugar sagrado,
subvirtiendo la representación de lo sacro con símbolos expresamente diabólicos o que
claramente insinúan lo diabólico.
El arte religioso debe ser un medio que nos conduzca a una mayor devoción. Nuestra
devoción hace uso de las imágenes como medios que nos conducen a lo Divino. Pero si
el vehículo no permite este acogimiento, se produce un quiebre en ese encuentro con
Dios que estamos buscando. Lo extraño es que tanto el padre Daniel Mayall, de la
catedral de Chicago, como el cardenal Francis George, sus auxiliares o alguien de la
arquidiócesis de Chicago, no hayan reaccionado o dado explicación alguna de su
decadente arte sacro.
Pero lo más extraño aún, es que nos estamos refiriendo a una diócesis en donde las
denuncias de abusos a menores, ha sido un duro estigma difícil de borrar. En su
lamentable historia, aparecen sacerdotes como el señor Przybylo o el padre
McCormack, que han sido casos emblemáticos, que han escrito una triste página de la
Iglesia. A ello se agrega el estudio realizado por la diócesis, que ha dado como resultado
142 niños víctimas de abusos deshonestos por parte de sacerdotes en los últimos 58
años. No en vano las llamas han consumido esta desgraciada catedral más de una vez.
Pues si todos estos acontecimientos acontecen en esa desventurada región, es porque el
reino de las tinieblas aún sigue operando.
Horacio Hernández.
http://www.horaciohernandez.blogspot.com/