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Rosario, abril de 2008

Titulo: “Mitos y Realidades del Uso de Drogas. A propósito de la situación del


consumo recreativo y sus implicancias para la salud”
Autor: Dr Gustavo de Vega

Introduccion
En relación a los aspectos epidemiológicos ligados al consumo de sustancias
gene-psico-neuro-socio-toxicas (Kalina E. 2008) debemos señalar que el
control sobre las drogas tiene su origen en la intención de proteger el bienestar
humano, especialmente cuando en la década de los ’50 la comunidad
internacional se interesa por el impacto masivo del consumo de drogas en la
salud pública por lo que comenzó a prohibir una serie de sustancias y a
establecer medidas para eliminar su producción, distribución y consumo. Tanto
en el primer tratado de control de drogas de la ONU, la Convención Única de
1961 con las listas de narcóticos, luego la Convención de Sustancias
Psicotrópicas de 1971, posteriormente la Convención contra el Tráfico ilícito de
1988 con listas de precursores y más recientemente la Convención Marco
sobre Control de Tabaco de la OMS de 2003, todas hacen referencia al interés
por la salud pública. (Jelsma M. 2008)

Evolucion del concepto de trastorno crónico.


La problemática relacionada con las drogas se transforma, durante la segunda
mitad del siglo XX, en un escenario de confrontaciones cuyos protagonistas se
dividen en dos posturas francamente diferenciadas. Por un lado quienes
defienden la propuesta “prohibicionista” detrás de legislaciones represivas
lideradas por las administraciones de Estados Unidos, y por otro lado algunos
países europeos que progresivamente desarrollan legislaciones más
equilibradas y “liberales”.
Paralelamente evoluciona una historia jalonada con avances significativos en el
campo de la salud mental gracias a los aportes de la investigación
interdisciplinar posibilitando el desarrollo de criterios y conceptos científicos
que proponen entender la problemática de las adicciones como trastornos
psiquiátricos crónicos que representan un serio problema de salud pública a
nivel mundial por la alta prevalencia y por las graves consecuencias negativas
tanto individuales como familiares y a nivel social, ocasionando un alto costo
sanitario (Cuadrado A., 2008).
Diversos estudios definen la adicción a las drogas como una enfermedad
crónica y con recaídas frecuentes ocasionando una pesada carga para el
individuo, su familia y la sociedad en general, provocando graves
consecuencias médicas y psicosociales. (Montoya I., 2008; Volkow N. 2008)
En este sentido todas las drogas, con mayor o menor relevancia, producen
daños significativos en la estructura neurobiológica aunque debemos hacer
énfasis en los resultados de diferentes investigaciones que coinciden en
señalar las profundas distorsiones y trastornos ocasionados, especialmente a
los procesos cognitivos frontales o funciones ejecutivas, por el uso de drogas
“recreativo” en contextos de diversión, en forma habitual o periódica. (Herreras
E. 2008; IREFREA. 2008)
Actualmente los aportes de las neurociencias evidencian la complejidad
estructural-funcional de los procesos psicologicos determinantes de la
subjetividad humana como son los procesos simbolicos, creativos y de
integración en el plano socio-cultural; todos atravesados por el indeleble
registro mnémico histórico en su devenir recursivo mente-cultura. Dentro de
esta perspectiva cobra relevancia el impacto del Ambiente cercano y proximo
que, permanente y sistemáticamente, deja sus “marcas” en las huellas de
memoria desde el sujeto infans hasta la ancianidad. Una mención especial
debemos hacer respecto a la jerarquía de las areas prefrontales de los
hemisferios cerebrales que aparecen como adquisición exclusivamente
humana durante el últimos millón de años siendo un complejo integrador de las
funciones ejecutivas, elaborando conceptos y planificando, tomando
decisiones, regulando impulsos, desarrollando la empatía, la memoria de
trabajo y todas aquellas funciones que posibilitan ser quienes somos. Por lo
tanto las lesiones, tanto estructurales como funcionales o mixtas en estas
areas, y aunque fueran de pequeñísimas dimensiones, pueden causar enormes
distorsiones en aquellas funciones que permiten la identidad, los lazos con
otros y la integridad vincular del sujeto humano con su entorno socio-cultural y
medioambiental. (Damasio, 2002; Goldberg, 2004)
El uso de drogas, entre otras situaciones compulsivas químicas y no químicas,
produce fuertes impactos en el sujeto, especialmente en zonas especificas del
cerebro ejecutivo. Particularmente las funciones mediatizadas por los circuitos
de recompensa mesocorticales, evolutivamente de altísima importancia para el
aprendizaje de los comportamientos de satisfaccion y evitación, que se verán
fuertemente distorsionados en sus procesamientos llegando a evidenciar
déficits profundos frente a condiciones habituales o requiriendo estimulos
sobredimensionados para generar motivación suficiente. Siendo estos circuitos
neurobiológicos referentes de la materialidad fundante de la subjetividad
humana marcan los rumbos futuros al ser comandados por la resultante del
interjuego entre principio de realidad y principio del placer. En este caso,
cuando se usan drogas, la metáfora propuesta por Stevenson en el relato de
“El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde” (Stevenson R. 1886), toma todo su
significado al describir magistralmente la distorsion y los trastornos causados
por las drogas al producir, inducir o promover el desencadenamiento de
cuadros clínicos que evidencian la ruptura de los lazos que mantienen al sujeto
ligado a su red de pertenencía identitaria familiar, social, laboral, educativa y
cultural; produciendo, gradual o explosivamente, la supremacia de la impulsos
y las compulsiones psiconeurotoxicas con sus siniestros efectos por sobre los
procesos psicológicos regulados por la intersubjetividad, actividad simbolica y
social del sujeto que lo determina como tal.

Aspectos diferenciales de las legislaciones.


La conceptualización del impacto del consumo de drogas en la población así
como de las implicancias epidemiológicas según las diferentes legislaciones,
tanto las prohibicionistas como las liberales o tolerantes, no es univoca. Los
criterios diferenciados para definir y denominar estos procesos se pueden
rastrear en la evolución de los estudios realizados, dentro de los que
adquieren una especial significación las investigaciones sistemáticas y
longitudinales realizadas por organismos internacionales tanto como las
elaboradas por profesionales y equipos de trabajo dedicados durante años a
monitorear estas problemáticas y sus tendencias. (Consorcio ASPECT. 2004;
Becoña E., 2002; Guía sobre drogas. 2007; Informe Anual del Observatorio
Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 2008; Instituto de Adicciones de
Madrid Salud. 2005; Jelsma M. 2008; Montoya I. 2008; Morávek J. 2008; Plan
de Castilla-La Mancha. 2005; NIDA. 2008; IREFREA 2008)
Los principales estudios se dedican a explorar los cambios de tendencias sobre
uso de drogas en poblaciones de ambos lados del atlántico, ya que Estados
Unidos y la actual Unión europea han sido líderes en la realización de estudios
epidemiológicos así como en el desarrollo e implementación de políticas
públicas en uno u otro sentido.
Los datos que aportan estos estudios evidencian la sensibilidad de los
resultados a distintos aspectos además de los legislativos. Estos estudios
revelan datos donde los aspectos relativos a la legislación represiva evidencian
menor relevancia que la imaginada a priori demostrando que el efecto buscado
por las leyes represivas no ha sido tal, sino que por el contrario se evidencia
que en el fenómeno del consumo de drogas intervienen otras variables que
deberán ser atendidas y estudiadas en profundidad como son las condiciones
sociales, culturales, económicas, demográficas, etc.
En este sentido algunas investigaciones realizadas (Saiz Galdós J. 2007)
colocan el acento en factores psicológicos (Sáiz, González, Paredes, Martínez
y Delgado; Conway, Kane, Ball, Poling y Rounsaville; Pedrero); otras han
señalado la importancia de factores sociales (Navarro; Calafat, Becoña,
Fernández, Gil y Llopis; Adrian), también encontramos las que han integrado
los factores psicosociales del consumo de drogas (Newcomb y Félix-Ortiz;
Pons y Berjano; Hulten, Bakker, Lodder, Teeuw, Bakker y Leufkens) y aquellas
que han incluido las variables macroeconómicas, políticas y culturales del
consumo de drogas (Valverde; Alexander; Courtwright; Agar; Saiz)

Evidentemente el mercado y el consumo de drogas han crecido fabulosamente


durante estas últimas cuatro décadas mientras que simultáneamente se
desarrollaba la llamada estrategia de “guerra contra las drogas” que llega hasta
realizar intervenciones rurales con operaciones militares contra pequeños
campesinos fumigando sus cultivos ilegales así como en zonas urbanas y
suburbanas con la detención y encarcelamiento de consumidores de drogas y
distribuidores minoristas. Los resultados de estas medidas represivas se
evidencian en un crecimiento de la población carcelaria en aquellos países que
adoptan la postura “prohibicionista” a raíz de que bajo influencia de la
Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Drogas de 1988
los países firmantes se obligan a adoptar las medidas que sean necesarias
para tipificar como delitos penales todas las actividades relacionadas con
producción, venta, transporte y distribución de las sustancias incluidas en las
listas de las convenciones de 1961 y 1971. Aunque estas convenciones no
obligan a imponer una pena por el consumo en sí mismo ya que la Convención
de 1988 dice que: “Al igual que en la Convenciones de 1961 y de 1971, el
parágrafo 2 no requiere que el consumo de drogas como tal se establezca
como una ofensa punible” (Jelsma M. 2008), la realidad muestra que en
Estados Unidos miles de personas al día son encarceladas por delitos de
drogas. El cuadro siguiente muestra la evolución creciente de las condenas por
delitos relacionados con drogas y su relación inversa con el precio decreciente
en el mercado minorista callejero. Las políticas represivas, al menos en teoría,
deberían haber producido el aumento de los precios y de esa manera dificultar
el consumo. (Reuter P. 2008).
Fuente: Peter Reuter, Universidad de Maryland, 2008.

Otros estudios también evidencian resultados que quitan relevancia a los


aspectos represivos contemplando diferentes países representativos de
políticas represivas y liberales. A continuación se presenta un cuadro que
muestra las divergencias entre las prevalencias del consumo a lo largo de la
vida (15 a 65 años) y las características de las políticas públicas, evidenciando
la falta de correspondencia lineal entre prohibicionismo-liberalización vs.
menor-mayor prevalencia del consumo:
PREVALENCIA
PAIS DURANTE LA VIDA POLITICAS PUBLICAS
(15 a 69 años)
CANADA 15% PROHIBICIONISTA
PAISES BAJOS 19% LIBERAL
ESPAÑA 20% LIBERAL
SUIZA 13% PROHIBICIONISTA
AUSTRALIA 38% LIBERAL
EEUU 34% PROHIBICIONISTA
Fuente: ISERM, 2001; MacCoun et Reuter, 1997; Cohen et.al, 2001; EMCDDA, 200; Kilmer,
2002.

Otro estudios también muestran que el control policial impuesto no ha dado


todos los resultados esperados (Small, Kerr, Charette, Schechter ySpittal,
2006) por otro lado hay estudios que evidencian que se deberán tener en
cuenta los aspectos médicos, psicológicos, sociales y culturales para
comprender los elementos claves en esta cuestión. (Saiz Galdós J. 2007).
Los estudios que se ocupan de evaluar la relación entre tendencias de
consumo de drogas y contexto afirman que esta es mucho más compleja y
multidimensional que la simple perspectiva del análisis unidimensional de las
legislaciones tradicionalmente represivas. (Saiz Galdós J. 2007)
Estos resultados sugieren que los aspectos relacionados con la legislación
represiva finalmente son poco relevantes en los usuarios para decidir
sobre el uso de drogas ya que, por parte de los usuarios y especialmente
en los más jóvenes, la manera de responder a los cambios en la categoría
legal de las drogas es muy difícil y complejo de determinar, sin embargo
existen evidencias que el uso de marihuana es inversamente proporcional
a la percepción de riesgo de enfermar o de sufrir daños a la salud
asociados a su consumo. (Johnston, L. et al 2008). El cuadro siguiente
muestra la evolución cruzada en un seguimiento longitudinal con respecto a las
tendencias de disponibilidad, percepción de riesgo por consumo y prevalencia
de uso de marihuana en los últimos 30 días para alumnos de 12º (Joffe A. et.al
2004):
Estas tendencias se mantienen en estudios recientes (Johnston L. et al 2008)
donde también se evidencia una tendencia a estabilizar en forma sostenida el
consumo de drogas en forma inversa con la percepción de riesgo de daños a la
salud por uso de drogas en jóvenes:
Marihuana: Tendencias anuales en uso, percepción de riesgo, desaprobación y accesibilidad
en alumnos de 8º, 10º y 12º en EEUU. Fuente: “The monitoring the Future study”, Universidad
de Michigan. (NIDA 2008)

Hay estudios actuales (Johnston L. et al 2008) que muestran que dentro del
contexto de la legislación represiva en la población de adolescentes
estadounidenses la tendencia es a una gradual y sostenida declinación en el
consumo de drogas estimulantes (anfetaminas, metanfetaminas, cocaína y
crack), con una estabilización en el consumo de marihuana, LSD, PCP y otros
alucinógenos; mientras que toma relevancia una fuerte tendencia al crecimiento
en el consumo de sustancias como heroína y otros narcoticos como oxycontin y
vicodin así como de las llamadas drogas de “prescripción” (tranquilizantes y
sedantes, incluyendo barbitúricos) y las llamadas “club drugs” como ketamina,
rohypnol, and GHB.
En un estudio (Reinarman C. 2008) que compara las modalidades y
características del uso de drogas en la población de usuarios de San
Francisco y Amsterdan se evidencia la poca jerarquía que ellos refieren a
las cuestiones referidas a la penalización a la hora de decidir consumir
drogas. El estudio explora la percepción y las practicas de los usuarios de
drogas en contextos contrapuestos como son Amsterdam, donde se puede
consumir marihuana en locales habilitados, y San Francisco donde se debe
recurrir a los traficantes o al cultivo domestico. La investigación concluye en
que las medidas represivas para aumentar el precio de las drogas o
disminuir su disponibilidad no han influido suficientemente para
controlar el consumo mientras que la penalización se asocia con mayores
riesgo de encarcelamiento aunque esto no aparece como impedimento
para el acceso y uso de drogas en los consumidores.

Estos estudios confirman la perspectiva de realizar intervenciones de


prevención estimulando posiciones críticas hacia todas las drogas y, por otro
lado, la conclusión de que aquellas acciones y normas sociales que promuevan
o favorezcan el consumo de tabaco y alcohol tolerando su influencia sobre el
comportamiento deberán ser reconocidas como factores de riesgo hacia el
consumo de drogas ilegales (Becoña, 2002).
También se debe mencionar en este sentido que las intervenciones de
prevención tienen efectos limitados si encuentran oposición o falta de
apoyo en las normas y políticas sociales. (Consorcio ASPECT, 2004).
Por estos motivos en los países miembros de la Union Europea se relacionan
cada vez más las políticas de control antitabaco con la prevención frente a las
drogas, impulsando la aplicación de normativas estrictas sobre venta y
publicidad de alcohol y tabaco así como reforzando la actividad inspectora,
(Plan de Castilla-La Mancha 2005) ya que las normas sociales parece que
están más influidas por las políticas activas sobre riesgos a la salud asociados
al consumo y por el control efectivo que por las campañas de los medios de
comunicación de masas o los enfoques educativos aislados (Hawks, 2002).

En la actualidad el contexto sociocultural europeo evidencia tendencias hacia


una presunta estabilización luego de muchos años de incremento
descontrolado del consumo de drogas. Los estudios también evidencian
variantes del consumo tradicional hacia el policonsumo de drogas estimulantes
y depresoras en forma simultánea. En relación a los aspectos asistenciales se
evidencia un marcado incremento de las consultas y tratamientos en la
modalidad de “puerta giratoria” ya que los reingresos se repiten debido a las
múltiples recaídas en la evolución de la enfermedad al existir una extensa
población de usuarios crónicos que oscilan entre los 30 a 40 años. (Centre for
Public Health, Liverpool, 2003).

Todas estas evidencias señalan lo acertado de considerar el uso y abuso de


drogas como un fenómeno de alta complejidad causado por la interacción de
diversos factores interrelacionados, incluyendo factores personales como son
el estilos de personalidad o la vulnerabilidad individual, junto con factores
microsociales como el refuerzo social, las redes sociales, los modelos
negativos del grupo de pares o familia, la presión social, etc. y
macroestructurales como la disponibilidad, accesibilidad, publicidad, cultura de
la droga, etc. donde el contexto, el individuo y las sustancia, todos en un mismo
nivel y como si de una suerte de determinismo recíproco se tratara, constituyen
una triada de elementos determinantes del fenómeno. (Moral Jiménez M. 2007)
En este sentido la evolución de las políticas sobre drogas en la Union Europea
comienza a diferenciarse durante la década de los ’80 cuando un grupo de
países se distancian del enfoque de “tolerancia cero y guerra con las drogas”
para buscar un equilibrio entre represión y protección de la salud, logrando
resultados promisorios con las denominadas políticas de reducción de daños
(terapias de sustitución con metadona, programas de intercambio de jeringas y
sexo seguro); además en algunos países pioneros de la UE como Alemania,
Holanda, Suiza, España, Bélgica y Luxemburgo se pusieron en marcha
proyectos muy controvertidos como el de las “narcosalas” y el suministro de
heroína a consumidores problemáticos. (Jelsma M. 2008). Esto ha llevado a
que se produzcan diferencias significativas entre los países dentro de la Unión
Europea sobre la manera de definir y abordar el uso de drogas así como para
categorizar los problemas relacionados al consumo de drogas según estas
sean “duras” o no, siendo muy relevantes estas diferencias de criterio con
respecto a la categorización de las drogas y sus múltiples impactos en la salud
pública a la hora de elaborar legislaciones. (Morávek J. 2008). Un ejemplo de
ello es la referencia al “Uso Problemático de Drogas” (PDU) definido por el uso
intravenoso a largo plazo de opioides, cocaína o anfetaminas y que atiende
solamente a ese grupo de consumidores de riesgo dedicándoles el foco de
atención en las políticas públicas; por lo que entonces, en aquellos países que
opten por el criterio de PDU para el diseño de sus políticas públicas, se
focalizaran las acciones exclusivamente en los consumidores intravenosos sin
prestarle mayor atención al gran número de consumidores de cannabis al
considerarla como un no-problema. En definitiva esta posición termina
legitimando las tendencias legislativas en relación al consumo de las llamadas
“drogas duras” minimizando la atención en el llamado “uso recreativo de
drogas”, especialmente de marihuana y los problemas que ocasiona su
consumo. (Morávek J. 2008). A continuación se acompaña un cuadro que
muestra las enormes diferencias entre los PDU y los consumidores
“recreativos”, evidenciando que un gran número de estos últimos quedaran por
fuera del foco que se propone legislar:
Los autores de este estudio llaman la atención sobre la necesidad de definir
conceptos y terminologías con claridad y precisión para evitar manipulaciones
que puedan confundir o producir información distorsionad a la hora en que el
publico y, especialmente, los legisladores y decisores deban interpretar
informacion, elaborar conclusiones y cumplir con sus objetivos, utilizando para
ello criterios avalados científicamente y con evidencias suficientemente solidas
(Morávek J. 2008)

Los diferentes estudios señalan que por estos motivos debemos referenciarnos
en los antecedentes y experiencias sistemáticas de aquellos países europeos
que disminuyeron las penalizaciones por la tenencia de drogas para consumo
personal transformando las sanciones en cuestiones de índole administrativa
(excepo cuando se transgredan las leyes de protección ciudadanas, es decir en
los casos que el consumo se realiza en lugares públicos o por fuera de la
esfera privada). (Galdós J. 2007). En este orden de cosas España, Italia,
Portugal y Luxemburgo no penalizan la tenencia para uso personal mientras
que en Holanda, Alemania y la República Checa existen tribunales que
sancionan con multas administrativas si la cantidad es pequeña y para
consumo personal. Existen variantes sobre los criterios para definir “cuánto”
corresponde legalmente para “consumo personal”, siendo muy diferentes
dentro de la Union Europea ya que en Portugal se entiende como la cantidad
promedio para el consumo individual durante un período de diez días, en
Austria se penaliza con prisión a partir de los 15 grs. de cocaína o 3 grs. de
heroína y en Finlandia las cantidades no punibles son hasta 1 gramo de
heroína o 1,5 gramos de cocaína.
En relación a la cannabis vemos que, específicamente, en algunos países
como Holanda, Suiza, Bélgica, Luxemburgo, Portugal, Irlanda y Reino Unido se
han producido cambios en las leyes para despenalizar o descriminalizar su
posesión en cantidades pequeñas para consumo personal, siendo Holanda,
desde mediados de la década de los setenta, el ejemplo más conocido por
permitir la venta a mayores de edad de cantidades de hasta 5 grs. de cannabis
en los llamados “coffee shops”. (Jelsma M. 2008). Actualmente en la mayoría
de los países europeos las infracciones por tenencia de cantidades pequeñas
de cannabis (hasta 30 g) no se penalizan o solo se imponen sanciones
administrativas.

Dentro de este contexto europeo de políticas públicas que promueven la


descriminalización de la tenencia para el consumo personal se evidencia que
el consumo de cocaína se ha elevado a niveles de preocupación y alerta
peligrosamente altos; por ejemplo en España la última encuesta estatal sobre
el uso de drogas en enseñanza secundaria reveló que el consumo de cocaína
ha ido ascendiendo año a año. Estas cifras se reflejan también en la evolución
constante del número de tratados por abuso o dependencia de cocaína. Todo
esto se acompaña además de un aumento considerable de la población de
usuarios, siendo cada vez más precoz la edad en que se inician en el
consumo. (Saiz Galdós J. 2007).

También existen estudios que muestran que el inicio precoz del consumo de
cocaína puede impactar incrementando la morbimortalidad general con
aumento de las muertes relacionadas con drogas así como de trastornos
psiquiátricos, especialmente impactando, con marcados incrementos de los
trastornos sociopaticos, en la población juvenil. (Sirvent Ruiz C. 2007)
Otros estudios evidencian que un número muy importante de jóvenes e incluso
adolescentes dentro de la UE consumen frecuentemente alcohol, tabaco,
cannabis, cocaína y drogas de síntesis simultáneamente conformando un
fenómeno que en los últimos años experimenta un profundo proceso de
transformación vinculado a la cultura del ocio y caracterizándose por el
policonsumo dentro de contextos de diversión, a diferencia de lo que sucedía
en los años 80 donde el consumo de drogas, fundamentalmente de heroína,
estaba asociado a la marginalidad y a la delincuencia. Progresivamente la
heroína ha sido sustituida por cannabis, cocaína y éxtasis, combinadas entre
sí o mezcladas con alcohol y tabaco. Estos cambios en las tendencias hacia el
policonsumo de sustancias se acompaña además de otros cambios como ser
la precocidad del inicio en el consumo de jóvenes perfectamente integrados en
la sociedad y que consumen con fines recreativos y socializantes en forma
habitual y sin medir los riesgos aunque los reconozcan. (Guía sobre drogas
2007)
Los estudios muestran que en la UE la preocupación de las autoridades
políticas y sanitarias se ha incrementado ante la aparición en los últimos
años del nuevo perfil de los usuarios “coca-ol” (consumidores de
combinaciones de cocaína y alcohol) que tanto como el de los
consumidores de crack van en aumento, ocupando el lugar que antes
ocuparon los heroinómanos. (Tomás Dols S. 2007)
Así también existen evidencias de que dentro de este contexto de
despenalización que caracteriza el entorno europeo, y aunque existan
diferencias significativas entre países, se registran cifras persistentes de entre
7000 a 8000 muertes anuales provocadas por el consumo de drogas y dentro
de estas cifras el 80 % de las sobredosis mortales están asociadas al consumo
de opiáceos ya que en algunos países de la Union Europea se ha
incrementado hasta el 40% la cantidad de jóvenes menores de 25 años que se
inyectan drogas. El siguiente cuadro muestra la proporción de jóvenes y
nuevos consumidores de drogas por vía parenteral en la UE:
(Observatorio Europeo 2008)

Algunas conclusiones preliminares:


Los estudios realizados sistemáticamente, tanto de un lado como del otro
del atlántico, evidencian tendencias que muestran una paulatina
estabilización del consumo de heroína y posiblemente de marihuana
(aunque en algunos países con cifras de prevalencia hasta del 30 al 40%
de la población de 15 a 65 años), asi como que progresivamente van
aumentando las tendencias al policonsumo de estimulantes sintéticos,
medicamentos de prescripción (tanto derivados opioides sintéticos y
benzodiacepinas) generalmente mezclados con alcohol y consumidos
dentro de contextos de ocio y diversión.
El cuadro siguiente muestra las correlaciones entre estudios realizados en
1997, 1999 y durante el 2005:
Fuente: Estudio sobre consumo de drogas en jóvenes y adolescentes, 2006
Instituto de Adicciones de Madrid Salud

Se evidencia en la bibliografía revisada para este informe que tanto en


Estados Unidos como en la Union Europea existen coincidencias en las
tendencias, aun siendo evidentemente contextos antagónicos con
respecto a la legislación que reprime y penaliza, ya que el cannabis
(hachís, marihuana y otros derivados) es la sustancia ilegal más
consumida en ambos contextos con cifras de prevalencias que llegan a
superar el 20% con incrementos significativos entre los más jóvenes.
(Johnston L. et al 2008); aunque, muy especialmente, nos deben llamar la
atención las altas cifras de prevalencia de consumo diario en población
juvenil en el contexto europeo.
Se muestra a continuación un cuadro con datos sobre el consumo de cánnabis
entre la población madrileña de 12 a 24 años:
Fuente: “Estudio sociológico sobre consumo de drogas, percepción y actuaciones de
prevención entre la población adolescente y joven (12 a 24 años) del Municipio de
Madrid (21 distritos)” Instituto de Adicciones de Madrid Salud (2005)

Finalmente y a modo de síntesis provisoria podemos decir que los estudios


revisados para este informe coinciden en señalar que, aun en contextos
antagónicos, las tendencias de prevalencia de consumo se han frenado
con respecto a la aceleración que mostraban durante las décadas
pasadas, aunque continúan evidenciandose cifras significativamente
altas y particularmente preocupantes en relación a la prevalencia del
policonsumo recreativo en contextos de ocio y diversión en poblaciones
de adolescentes cada vez más jóvenes.
Así lo muestran los siguientes cuadros extraídos del Informe Anual 2008 del
Observatorio de Drogas y Toxicomanías:
1) Tendencias en la prevalencia del consumo de cannabis durante los
últimos años entre jóvenes de 15 a 34 años. (Informe Anual 2008)
2) Tendencias en la prevalencia del consumo de cocaína durante el último
año entre jóvenes de 15 a 34 años:
Tasas de mortalidad por drogas entre población adulta de 15 a 64 años:

Referencias
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