MARTES, 19 MAYO 2009
LA CONTRA
David Gardner, ex presidente de la Universidad de California; coautor de ‘Nation at risk’
¿Edad? Si trabajas con jóvenes, siempre eres joven. Nací y me eduqué en Berkeley y fui presi-
dente de su universidad. La universidad, para ser eficaz, debe ser independiente del Estado.
Si a un alumno le pides poco, lo obtienes. Colaboro con el Institut d'Estudis Nord-americans
“Echamos a cuatro premios
Nobel por faltar a sus clases”
E
xija poco a los estudiantes y
se lo darán.
...
Exíjales mucho y también se
lo darán.
...
Es el resumen de nuestro informe Nation at
risk (la nación en peligro) sobre la educa-
ción para la presidencia de Estados Unidos
en el mandato de Reagan. Me complace ver
que aún inspira políticas públicas.
Entonces, se trata de exigir.
Sí, pero para poder exigir al alumno tienes
que empezar por exigirte a ti mismo: la co-
modidad es tu enemigo.
Casi siempre lo es.
Es más cómodo exigir poco a tus estudian-
tes esperando que te exijan poco a ti. Para
velar por el nivel de exigencia estamos los
presidentes. En mi universidad despedimos
a cuatro premios Nobel por no cumplir con
sus deberes profesorales.
Para echar premios Nobel, primero
hay que conseguir tenerlos.
... La categoría de premio Nobel –y no es
que la ignore– es ajena a la Universidad de
California. Así que, si esos señores querían
seguir siendo profesores en nuestra univer-
sidad, tenían que cumplir con todos sus de-
beres, y el primero es dar bien la clase.
JORDI ROVIRALTA
Tiene su lógica, sí señor.
Recuerdo que, siendo presidente de la uni-
versidad, también despedí a otro profesor
por poner demasiados sobresalientes.
Aquí no podría librarse de un funciona-
rio inepto sin un complejo proceso.
Por eso la universidad no puede ser un de-
partamento más de la Administración. No-
sotros estamos orgullosos de ser indepen-
dientes y de fichar, sustituir o destituir a
nuestros profesores según su competencia.
¿Quién les financia?
Donaciones, tasas, colaboraciones con em-
presas en investigación... Y el Estado cada
vez menos: sólo un 18 por ciento del total.
Tenemos un mecenazgo que permite a mu-
chos ciudadanos y ex alumnos pagar sus im-
puestos con donativos a la universidad.
Poder para el contribuyente.
Pero lo que caracteriza nuestro sistema de
educación superior en EE.UU. es la varie-
dad. Hay más de cuatrocientas institucio-
nes universitarias con sistemas de financia-
ción, admisión, calidades y precios distin-
tos. Y ninguna es totalmente estatal.
¿Cuánto cuesta un curso en una buena?
Desde 30.000 euros el curso hasta casi gra-
tis. Pero ninguna universidad, cara o barata,
renuncia a los mejores estudiantes, sean po-
bres o ricos. Así que lo difícil no es pagar,
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET
sino ser admitido. Y creo que nuestro presi-
dente Barack Obama es un buen ejemplo.
¿Y si luego no puedes pagar?
Una vez te admite, la universidad se encar-
ga de ayudarte a pagar su coste: con présta-
mos, con becas, con un puesto de trabajo a
tiempo parcial en la propia universidad o
en una empresa colaboradora, o con una
combinación de todo lo anterior.
¿Cuántos se quedan fuera?
No hay ninguna razón por la que todos los
estudiantes de secundaria tengan que ir a la
universidad, pero es necesario garantizar
que todos los que tengan el talento y las ga-
nas vayan. Y, sobre todo –y en eso sí que so-
mos diferentes–, que todos los que hayan es-
Gestionar el balón tudiado sean capaces de encontrar o crear
una empresa en la que convertir su talento
Ser presidente de un y esfuerzo en riqueza para la comunidad.
club de fútbol es el ma- ¿Cuántos se quedan fuera?
Digamos que en Berkeley, por ejemplo, don-
yor orgullo civil en este de yo estudié y fui presidente, entra uno de
país. Nuestros mejores y cada diez estudiantes con calificaciones su-
ficientes que lo solicitan.
más mediáticos gestores ¿Cómo los seleccionan?
se dedican al balompié. Por nota y calidad de su ensayo sobre por
qué quieren ir a Berkeley. Después intenta-
En EE.UU. –con todos mos equilibrar la selección territorialmen-
te; por nivel socieconómico; por voluntaria-
sus problemas– el cargo do social y capacidad de liderazgo: si diri-
de mayor prestigio es el gen una asociación o –mejor– la han funda-
do; o si apoyan a familiares discapacitados...
de presidente de una ¿Cuotas por raza o sexo?
universidad: son auténti- Estoy en contra. Las cuotas en un gobierno
o en una selección son injustas: en principio
cos líderes con gran pro- para quienes aparentan beneficiarse de
yección pública. Y Gard- ellas, porque proyectan dudas sobre su capa-
cidad real y dañan su autoestima. La mejor
ner todavía es una leyen- arma contra la desigualdad es la exigencia
da, aunque la muerte de acompañada de los medios para cumplirla.
La enseñanza media en su país es mala.
su esposa –que le afectó Es muy desigual –lo admito– y depende del
muchísimo– le obligó a barrio y el nivel socioeconómico de cada ins-
tituto. Ahora intentamos incidir en ello.
retirarse tras haber pre- Bill Gates abandonó Harvard porque
sidido la Universidad de no le enseñaban nada nuevo.
Bill Gates habría sido todavía mejor si hu-
California –un centro de biera acabado sus estudios.
excelencia deportiva, ¿Por qué?
La universidad aún es el más eficiente, más
educativa y empresa- rápido y más justo ascensor social que per-
rial– y la de Utah. Bill mite reequilibrar la distribución del talento
en todas las capas sociales.
Hewlett, el de Hew- ¿Cómo?
lett-Packard, lo fichó El talento está en todos los grupos, y no sólo
en el de los ricos. Una sociedad que no redis-
para su fundación y hoy tribuye ese talento tampoco redistribuye la
Gardner aún fusiona em- riqueza que crea, y está condenada a la divi-
sión social y después a la decadencia.
presa y universidad. Es Bill Gates es muy rico sin Harvard.
El esfuerzo de toda la sociedad para educar
un señor de una pieza: a los mejores debe revertir en ella. Por eso
recto y entusiasta. consideramos que los antiguos alumnos
tienen que financiar su antigua universidad
y proporcionar los medios para dar trabajo
y experiencia a los nuevos estudiantes...
Debería ser así.
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... Y en eso Bill Gates es generoso.
LLUÍS AMIGUET
Vigésima entrega