Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Ha publicado obras como: Tout est à nous (2002), y Révolution (100 mots pour
changer le monde, 2003).
http://es.wikipedia.org/wiki/Olivier_Besancenot
Para hablar de la otra historia y de la otra política, creo que es importante pensar que
la otra historia ya comenzó. El siglo pasado, que se abrió con la revolución rusa de
1917, se ha definitivamente cerrado en 1989, con la caída del muro de Berlín. A partir
ese momento, una nueva fase de contestación política comenzó. Aquí en México, el
primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional salió de la
noche para decir: “Ya basta”. En diciembre de 1995, en Francia, hubo una huelga muy
importante para defender la protección social. Ésta fue la primera gran revuelta contra
el neoliberalismo en Europa. En otros lugares del mundo -en América Latina, en
América Central, en Europa-, muchos pueblos se levantaron para ir en contra del
capitalismo, ya sea a nivel social, a nivel ecológico o en contra de las guerras. Esas
resistencias fueron manifestaciones populares, revueltas, huelgas, huelgas generales,
explosiones sociales, e incluso insurrecciones. Sólo basta ver lo que está pasando en
estos días en Grecia para ver cuál es el espíritu de esas revueltas.
En todos lados encontramos ese espíritu de resistencia, pero en todas partes
también encontramos un dilema, un problema, ¿cómo dar una traducción política a
esas resistencias sociales? Estoy hablando de una traducción política, no de una
traducción electoral o institucional. En una salida política, en el sentido noble de la
palabra, nuestras resistencias sociales, necesitan no delegar su representación política
a otros.
A nuestras luchas, a nuestras resistencias les falta conciencia, les falta memoria
para no cometer los mismos errores del pasado, les falta regularidad, pero sobre todo
les falta una visión global. El capitalismo tiene ahora, en estos días, en estos
momentos una ofensiva global, por lo que necesitamos oponerle una contraofensiva
global y no sólo sectorial. Es eso lo que es para nosotros una traducción social de las
resistencias.
Evidentemente no hay una respuesta para todos los problemas políticos, pero al
menos conocemos los errores del pasado, y hemos decidido aprender caminando, es
decir evaluando nuestros errores pasados recientes, y sobre todo entender cuál es la
evolución del sistema capitalista, porque hay que conocer al enemigo para poder
combatirlo bien. En Francia, mi profesión es ser cartero, distribuyo el correo con una
bicicleta. Tengo un colega en el trabajo, que me dice que la mejor o la única manera de
aprender a montar en bicicleta es primero aprender a caerse, para después no cometer
el mismo error y seguir avanzando. Pienso que es lo mismo para la izquierda radical
en Europa. (Aplausos) La izquierda radical en Europa ha conocido dos tipos de errores
o ilusiones: La primera ilusión es que el antiliberalismo era una base suficiente para
crear una nueva política de emancipación; y, la segunda, se refiere más a la forma
política que ha conocido el error y el fracaso de la vía institucional. Hay otra parte de la
izquierda radical que se encerró en el camino del movimiento social como único
camino.
La crisis actual viene del corazón de la bestia, de los Estados Unidos, y viene de
muy lejos en el tiempo. Marca una crisis en un ciclo de acumulación de capital que
tuvo lugar después de la segunda guerra mundial. El capitalismo tiene una enfermedad
congénita: el carburante que necesita para el motor es el beneficio, la ganancia; sin
ese beneficio, sin esa ganancia el motor no funciona. El problema es que los
capitalistas para esperar hacer más ganancia mañana, en el futuro, necesitan hoy
encontrar salidas para sus capitales, encontrar consumidores. El problema es que
capitalismo crea esas ganancias en base de la explotación, los despidos, la
precariedad, los salarios muy bajos, entre otras acciones. Quiere decir que capitalismo
le quita a la mayor parte de la población los medios de consumir, y es en ese momento
en que el sistema ya no puede funcionar, pues los mercados se saturan. Después de la
Segunda Guerra Mundial hubo una larga fase de expansión económica y después los
mercados se saturaron, entonces la tasa de la ganancia empezó a bajar. Frente a ello,
los capitalistas dijeron: “hay que restablecer esa tasa de ganancia como sea”, y lo
hicieron con una ofensiva política de un lado y del otro del océano. A partir de los años
90, atacaron los derechos sociales, privatizaron, liberalizaron, para que las riquezas
producidas no pararan de crecer. Así, lo que nos pertenece, lo que nos vuelve como
salario no ha dejado de bajar, 10 % del PIB en 30 años.
Para nosotros esto quiere decir un tercer modelo de sociedad. En la historia más
próxima, hemos tenido dos tipos de sociedades: los sistemas capitalistas y los
sistemas socialistas burocráticos del este. En los dos casos es una minoría individuos la
que decide por la mayoría; en el sistema capitalista es una minoría de ricos la que
decide por el pueblo y en las sociedades burocráticas es una minoría de burócratas la
que decide por la mayoría. La única sociedad que todavía no hemos construido será
este tercer modelo: donde la mayoría del pueblo decida por sí mismo repartir las
riquezas de manera igualitaria. Dirán que ser anticapitalista sólo es negativo, que no es
positivo o propositivo. Es verdad, pero al menos tiene el mérito de ser claro.
Aunque algunos -que sí se juntan con nosotros- le dan otro nombre, en realidad
es más o menos la misma sociedad la que queremos construir. Algunos hablan de
socialismo del siglo XXI, algunos de anticomunismo, algunos hablan de eco socialismo,
otros hablan de autogestión libertaria. En realidad no importa cómo se llame, el
problema o de lo que se trata es el de reagrupar a todos y todas, a los que están
convencidos de que tenemos que acabar con este sistema y con esta sociedad para
crear otra nueva, y de que para conseguir eso necesitamos una transformación
revolucionaria de la sociedad. No la revolución del futuro, sino la que queremos ahora
y aquí, a partir de las fuerzas actuales, y mirando el futuro más que el pasado y que,
cuando miremos el pasado, pueda pretender ella sola haber hecho la síntesis de todas
las experiencias políticas. Cuando miramos el pasado, hay que retomar lo mejor de
cada una de las tradiciones de las políticas de emancipación: lo mejor de la tradición
libertaria, lo mejor de la tradición guevarista, lo mejor de la tradición troskista,
socialista, comunista, zapatista. Intentar retomar lo mejor para crear o inventar una
nueva forma.
Se trata de acabar con la ilusión antiliberal y, al final, con esa otra ilusión del
método político. Lo decía: en Europa una parte de la izquierda radical ha empezado a
pensar que la calle se ocupaba de lo social y que las instituciones se ocupaban de la
política y que por eso había que ir al interior del sistema. Pero, para cambiar desde el
interior, se han encontrado haciendo exactamente lo contrario, desde el gobierno, de lo
que estaban supuestamente defendiendo en lo cotidiano. Hemos tenido ministros
comunistas en Francia que privatizaban los transportes ferroviarios, con militantes
comunistas que dentro de la empresa estaban en contra. En Italia había militantes de
una fundación comunista que se manifestaban los sábados en contra del envío de
tropas militares en Afganistán, y que el lunes siguiente tenían que votar en el
parlamento ese envío de tropas militares en Afganistán, por solidaridad de gestión
institucional.
Pero hay otra parte de la izquierda radical que ha conocido otro tipo de
problema: pensar que el movimiento social pueda ser suficiente por sí mismo. Cuando
incluso nos negamos la sola idea de poder pensar el poder, lo que conseguimos es que
los poderes políticos siguen igual ahí donde están. Para nosotros la autonomía de la
política social es vital, el movimiento social es un espacio político y crea soluciones
alternativas. Pero, si no tiene traducción política, se reduce sólo a un modelo de
presión a las instituciones, porque los partidos institucionales vienen a cooptar y a
robar nuestras ideas para caricaturizarlas cuando están en el gobierno.
Estos son a grosso modo algunos campos de reflexión política para intentar
decirles que para nosotros en Francia el anticapitalismo y el internacionalismo están
muy ligados. El internacionalismo es un deber de solidaridad, por ejemplo, en relación
al pueblo palestino; pero una fuerza internacionalista en una fuerza capitalista como
Francia, también quiere decir que tenemos que luchar contra nuestro propio
colonialismo y nuestro propio capitalismo, contra la política de ese Estado, contra las
multinacionales, contra los grupos petrolíferos como total, en América Latina, en
África. Luchar contra el imperialismo dentro de su propio territorio, en solidaridad con
la movilización excepcional que tiene ahora lugar en Francia de los trabajadores sin
papeles, que están haciendo un gran movimiento de huelga que es para nosotros muy
importante y, en fin, el internacionalismo de hermanos, de discusiones, e incluso de
pleitos. Tendremos que pelear también, porque los pleitos son necesarios para que
podamos hacer algo juntos, pero tendremos que hacerlo sin sectarismos y de manera
internacionalista, y hacerlo hasta el final: ¡Hasta la victoria!