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Arqueología y Materialismo Histórico en Latino América

Trataremos a partir de la presente exposición explicar cómo el Materialismo Histórico se convirtió


en una teoría y metodología eficaz para interpretar el pasado.

Decir que arqueología es “el estudio de la cultura material de los pueblos desaparecidos” y que
sirve de fuente para la historia, la que en definitiva es la que se ocupará de generalizar sobre las
regularidades de los procesos sociales, es aceptar la tradicional delimitación positivista y la
separación entre ciencias positivas y ciencias abstractas; y la tarea del arqueólogo queda reducida a
una simple descripción de los objetos materiales hallados, sin posibilidad de estudiar el resto de la
cultura, es decir el aspecto espiritual e ideológico, pues está definitivamente perdido.
Sin embargo, la arqueología es una ciencia social y como tal su objeto de investigación es la
sociedad como totalidad histórica concreta y su dinámica social. Y los materiales que encuentra en
las excavaciones arqueológicas, constituyen el medio que hace posible el estudio científico de esa
dinámica social. Podemos decir que, debe descubrir lo que no puede ser percibido, como son las
acciones sociales a partir de lo que sí puede ser observado, es decir de los objetos materiales
encontrados.
Estos objetos son consecuencia de la transformación de la naturaleza que hace el hombre para
poder subsistir y para cuya realización los seres humanos establecen relaciones sociales. Esta
transformación de la naturaleza es lo que llamamos “trabajo”.
Los seres humanos sobreviven y se reproducen trabajando, transformando la naturaleza.
Es precisamente esta capacidad de transformar su medio circundante lo que lo diferencia del resto
de los animales y lo que le permitió sobrevivir en el tiempo y aún en circunstancias adversas. Así
Engles afirmba “Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal
grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.
Por ello, nos fijamos en la cultura material, conjunto de instrumentos que usa el grupo humano
para intervenir en el mundo y sólo partiendo de esa intervención podremos hacer un análisis que
nos permita interpretar la conducta social. El objetivo de toda ciencia social es analizar el sistema
conceptual de un grupo, creando una representación que lo explique.
Para poder realizar dicha interpretación, podemos recurrir a distintas teorías, pero nos
concentraremos en el Materialismo Histórico, el que sostiene que el “ser social” determina la
“conciencia social” es decir que las condiciones de la vida material, determinan la vida espiritual, y
es aquí en donde se diferencia de la ciencia positiva tradicional. Es decir que lo material precede al
pensamiento. Así, el universo consiste en materia en movimiento y todas las cosas son
interdependientes y están interconectadas y se desarrollan de acuerdo con una ley natural: que el
mundo existe fuera de nosotros y con independencia de nuestra percepción y que el pensamiento es
un reflejo del mundo material en el cerebro y que el mundo es un principio cognoscible. El
materialismo de Marx, afirma contra el idealismo, la independencia de la naturaleza exterior
respecto al pensamiento.
El materialismo histórico es un instrumento de conocimiento e interpretación histórica. Es la
extensión de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, al estudio de ésta
y su historia. Es una herramienta de análisis de la sociedad que no se preocupa tan sólo de lo visible
como el material arqueológico, sino de los objetos como objeto social, de las organizaciones
socioeconómicas y sus espacios que incluyen además todo lo invisible: ideologías, simbologías,
relaciones ocultas, etc. Su preocupación, siguiendo a Gramsci, está en “los fenómenos cotidianos
menores que de algún modo están estructurados en la vida colectiva”.
El materialismo histórico decimos que es dialéctico, porque su modo de abordar los fenómenos de
la naturaleza, su método de estudiar esos fenómenos y de concebirlos es dialéctico. Marx y Engels
tomaron de la dialéctica de Hegel su médula racional, desechando la corteza idealista para darle
una forma científica y moderna. La dialéctica de Marx es una dialéctica de la realidad, de lo
material y no de la idea, es una dialéctica de la transformación revolucionaria de esa realidad, no
de su justificación El materialismo dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a
lo superior no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos sino
poniendo siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un
proceso de “lucha” entre las tendencias contrapuestas sobre la base de aquellas contradicciones
Dialéctica en el sentido estricto es el estudio de las contradicciones contenidas en la esencia misma
de los objetos (Lenín, Cuadernos Filosóficos, pág. 263). La filosofía marxista constituye lo que
Lefebre y antes de él Cabriola y Gramsci, denominan una “totalidad abierta”. Es totalidad porque
es una filosofía que abarca el conjunto de los problemas que no es parcial o fragmentaria sino total.
Una filosofía que no es un conjunto de teorías dispersas, sino un todo sistemático con estructura y
organización interna, por eso el marxismo es una totalidad. Pero es abierta porque no es un sistema
cerrado, es decir que pretende estar terminado listo para la eternidad y para ser aprendido de
memoria. Al contrario, reclama el aporte continuo de nuevos datos, de nuevos enfoques, que se
articulan con los ya existentes y hagan así cada vez más completa y más profunda la concepción
marxista del mundo. (Milcíades Peña. Introducción al pensamiento de Marx 3ª parte La conciencia
y la teoría del reflejo).
La dialéctica no pretende servir para justificar la realidad, sino para transformarla y para
comprender sus continuas transformaciones
Así, en su crítica a la XI tesis de Feuerbach, Marx dice “Los filósofos no han hecho sino interpretar
el mundo de diversas maneras, lo que importa es transformarlo”. La vida de Marx nos plantea una
disyuntiva: o Marx no fue consecuente con su afirmación de la necesidad de pasar de la
interpretación a la transformación del mundo, o considera que no puede existir transformación de
éste sin un conocimiento previo de la realidad que se quiere transformar. Sin un conocimiento
previo de cómo ella está organizada, cuáles son sus leyes de funcionamiento y desarrollo, es decir
sin un conocimiento científico de ella. No cabe duda de que esta última es la posición de Marx. La
XI tesis no anuncia la muerte de toda teoría, sino una ruptura con las teorías acerca del hombre, la
sociedad y su historia, que hasta ese momento eran teorías filosóficas que se limitaban a contemplar
e interpretar el mundo, siendo incapaces de transformarlo porque no conocían el mecanismo de
funcionamiento de las sociedades, y anuncia la llegada de una teoría científica nueva, la teoría
científica de la historia o materialismo histórico que funda un campo científico nuevo: la ciencia de
la historia de la misma manera que la teoría científica de Galileo funda un nuevo campo científico,
la ciencia física. (En: “Principios fundamentales” de Martha Harnecker).
En Latinoamérica el uso de este Materialismo Histórico en la interpretación arqueológica devino en
la Arqueología Social Latinoamericana que surgió en antagonismo con la Arqueología
Particularista Histórica.

Veamos ahora cómo surge este Materialismo Histórico y luego cómo pasa a América Latina.

Primeramente entendamos que este materialismo está íntimamente ligado a una filosofía y a un
método: el materialismo dialéctico y por lo tanto es necesario estudiar esta filosofía y el método
para comprenderlo y para poder refutar los argumentos de la teoría burguesa.
Toda filosofía es un esfuerzo para explicar el mundo, el universo. Sus explicaciones han cambiado
de acuerdo al conocimiento humano. En el curso de la historia de la humanidad, dos actitudes han
tratado de explicar el mundo: una anticientífica que recurre a uno o múltiples espíritus superiores
o sobrenaturales, y otra científica que se funda sobre hechos y experiencias. La primera de esas
concepciones es defendida por los filósofos idealistas y la segunda por los materialistas.
El idealismo ha nacido y proviene de la religión. Lenin afirma que es “una forma afinada y
refinada de la religión”. Es decir sabe presentar sus concepciones más flexiblemente puesto que
dicen lo mismo pero de una forma más sutil: afirmar que el mundo no existe más que en nuestro
pensamiento es lo mismo que pretender que el universo fue creado por un espíritu que flotaba por
encima de las tinieblas, que Dios es inmaterial, y luego declarar que él habla y que tiene un hijo
constituye una serie de ideas presentadas brutalmente. Es refinada porque los filósofos en las
discusiones, saben prever preguntas y tender celadas. Pero decir que el idealismo proviene de la
religión es sólo postergar el problema y lo que debemos es analizar de dónde proviene la religión.
Engels dice que proviene de “las concepciones limitadas del hombre”.
En la antigüedad griega observamos que había una ignorancia de la naturaleza, por ejemplo
Aristóteles pensaba que la tierra era inmóvil, que era el centro del mundo y que alrededor de la
tierra giraban los planetas, que eran cuarenta y seis, que estaban fijos y el todo giraba alrededor de
la tierra.
Los griegos también eran ignorantes del hombre mismo, pues no conocían el funcionamiento de los
órganos, pensaban, por ejemplo, en el corazón, como la sede del coraje.
Y si retrocedemos en el tiempo, en los pueblos anteriores a los griegos, veremos que su ignorancia
del hombre y de la naturaleza era mayor aún, pero a pesar de ello trataban de explicar las cosas.
En los sueños, en donde veían vivir a sus amigos y a sí mismos, llegaron a la concepción de que cada
uno tenía una existencia doble y sus pensamientos y sensaciones eran producidos por un alma
particular que habitaba en ese cuerpo abandonándolo en el momento de la muerte. Al principio
atribuían a ese doble un cuerpo transparente y liviano con una consistencia material. Luego nació
la concepción de que el hombre tenía en sí un principio inmaterial (espíritu) que le sobrevivía
después de la muerte. La palabra espíritu proviene del latín y quiere decir soplo, el que se iba con el
último suspiro cuando se entregaba el alma y en que sólo el “doble” subsistía. Entonces el alma
explicaba el pensamiento, el sueño. En la Edad Media, esto no cambió mucho, se creía por ejemplo
que a un cuerpo gordo le correspondía un alma delgada y a un cuerpo delgado un alma grande, por
eso los ascetas hacían largos ayunos para dar un gran alojamiento al alma.
Luego, con respecto a su ignorancia de la naturaleza, para explicar los fenómenos que no entendían
y que la técnica no le permitía explicar, como la germinación, las tormentas, las inundaciones, etc.,
suponían que detrás de esas fuerzas había espíritus, dioses, superiores buenos o dañinos y
caprichosos. Estos dioses eran más poderosos que ellos y los imaginaban con cuerpos materiales
como hombres, o animales o bien combinación de ambos. Sólo más tarde las almas y los dioses
fueron concebidos como puros espíritus.
Se llegó entonces a la idea de que hay espíritus que tenían una vida completamente independiente
del cuerpo y que no necesitaban cuerpo para subsistir.
Después de haber creado una multitud de dioses, cada uno con una función específica, llegó la
concepción de un solo Dios, la religión monoteísta. Y que este Dios, espíritu puro creó la materia, el
mundo. Vemos que la religión surgió de la ignorancia.
El idealismo nació pues de las concepciones limitadas del hombre, de su ignorancia, el materialismo
en cambio nació de la desaparición de esos límites
Así como el idealismo pasó por una serie de fases de desarrollo, al materialismo le pasó lo propio y
a cada descubrimiento que se hizo en el campo de las ciencias naturales tuvo que modificar su
forma.
Para estudiar su historia debemos dividirla en dos partes: 1º desde los orígenes (antigüedad clásica)
hasta Marx y Engels, llamada fase pre-marxista y 2º el materialismo de Marx y Engels, llamada
materialismo dialéctico.
El materialismo pre-marxista
En Grecia en los siglos VI y V antes de nuestra era, las ciencias comenzaron a manifestarse con los
“físicos”, se formó en ese momento una corriente materialista que atrajo a los mejores filósofos de
la época: Tales, Anaxímenes, Heráclito, etc., los que se sintieron impresionados por el hecho de que
por doquier se encontraba el movimiento, el cambio, y que las cosas estaban íntimamente
vinculadas una a otras.
Heráclito, al que se lo llamó “padre de la dialéctica” fue el primero en tratar de explicar el
movimiento, el cambio y vio en la contradicción las razones de la evolución de las cosas. Estas
concepciones, aunque justas, fueron abandonadas porque el estado de las ciencias en esa época no
permitía probar lo que ellos anticipaban, ni tampoco se habían dado las condiciones sociales
necesarias para el florecimiento de la dialéctica.
Otros pensadores griegos fueron: Leucipo (siglo V antes de nuestra era), maestro de Demócrito,
había discutido el problema de los átomos, cuya teoría fue establecida por este último.
Epicúreo (341-270 AC), discípulo de Demócrito, quien ha sido tergiversado por la historia burguesa
que nos lo presentó como un “cerdo filosófico”, un vividor y en realidad era un asceta.
Lucrecio (siglo I antes de nuestra era), discípulo latino de Epicúreo, escribió un poema sobre la
naturaleza en donde explicó que si la humanidad era desgraciada era porque la religión le había
enseñado que después de la muerte el alma vivía aún y que podía sufrir eternamente. La única
forma de poder liberarlos de ese terror era mediante la teoría materialista epicúrea.
Todos ellos tenían conciencia de que la filosofía materialista estaba ligada a la suerte de la
humanidad. Y también comprobaron y experimentaron una oposición entre el idealismo (teoría
oficial) y el materialismo que ellos sustentaban.
No debemos dejar de mencionar a Aristóteles, quien era más bien idealista, y cuya influencia fue
considerable hasta fines de la Edad Media. Estableció un inventario de los conocimientos de esa
época, llenando las lagunas dejadas por las nuevas ciencias. Escribió numerosos libros sobre todos
los temas, pero sólo se retuvieron sus tendencias idealistas descuidando su aspecto materialista y
científico
Durante la Edad Media, se pensaba sólo a través de Aristóteles y los que no lo hacían eran
perseguidos. A pesar de esto a fines de esta edad, se entabló una lucha entre idealistas que negaban
la materia y los que pensaban que existía una realidad material.
En los siglos XI y XII, esta disputa continuó en Inglaterra primero y luego pasó a Francia.
En los siglos XV y XVI se manifestaban dos corrientes: el materialismo inglés y el francés, cuya
conjunción contribuyó al florecimiento del materialismo del siglo XVIII.
El antecesor del materialismo inglés fue Bacon, como también lo fue de la ciencia experimental
moderna. Para él lo importante era estudiar la ciencia a través de la naturaleza y ésto era lo
interesante en una época en que la ciencia sólo se estudiaba a través de los libros de Aristóteles.
La ciencia de la Edad Media se llamó escolástica; era una ciencia libresca y consistía en buscar lo
que Aristóteles había dicho sobre algún tema que interesaba estudiar, y luego se tomaban los libros
del teólogo Santo Tomás de Aquino en donde se buscaba lo que él había dicho de Aristóteles sobre
ese tema para luego confeccionar una tercera obra haciendo referencias a ambos pero sin emitir
opinión ni comentarios.
Los temas planteados en esa época eran de dónde venían nuestras ideas, y de dónde venían nuestros
conocimientos. Los materialistas decían que las ideas venían porque hay cosas. Los idealistas
decían que era Dios quien nos daba la idea de las cosas. Bacon decía que la idea existía porque se
veían y tocaban esas cosas, pero todavía no podía demostrarlo.
Locke (1632-1704) fue el que empezó a demostrar cómo las ideas provenían de la experiencia y era
la experiencia la que únicamente nos daba las ideas, por ejemplo, la idea de mesa sobrevino en el
hombre antes de que existiera la primera mesa porque él ya se servía de un tronco o una piedra
como mesa.
Con las ideas de Locke, el materialismo inglés pasó a Francia en la primera mitad del siglo XVIII.
Se puede situar a partir de Descartes (1596-1650) el nacimiento de una corriente netamente
materialista. En esa época la ideología feudal estaba muy arraigada. Se dividía a la sociedad en dos
clases: los nobles y los que no lo eran. Los primeros tenían todos los derechos y únicamente ellos,
que por su nacimiento tenían una posición privilegiada, tenían derecho de ocuparse de la ciencia.
Descartes, luchó contra este razonamiento y dijo “El buen sentido es la cosa mejor compartida del
mundo”, por lo tanto todos tenían el mismo derecho ante la ciencia. Y si él hacía una buena crítica
a la ciencia de su época, es porque quería hacer una verdadera, basada en el estudio de la
naturaleza, rechazando aquella enseñanza en que Aristóteles y Santo Tomás eran los únicos
argumentos. Sin embargo, Descartes era un conciliador, quería crear una ciencia materialista,
siendo al mismo tiempo idealista pues quería salvar a la religión. Así, por ejemplo se pensaba que
los animales existían porque había un principio que los hacía vivir, mientras que él sostenía que los
animales vivían porque eran materia. Creía y afirmaba que los animales no eran más que
máquinas de carne y músculos, así como las otras máquinas eran de hierro y madera, pensaba que
ni los unos ni los otros tenían sensaciones. Pero con el hombre era distinto, porque tenía un alma,
decía Descartes en su faz idealista.
De esta filosofía cartesiana iban a nacer por una parte una corriente netamente materialista y otra
idealista.
La Mettrie (1709-1751), que continuaba la rama materialista, retomó la tesis del animal-máquina y
la extendió al hombre, diciendo que el alma humana era como una mecánica en que las ideas serían
movimientos mecánicos.
En esta época penetró en Francia, con las ideas de Locke, el materialismo inglés. De la conjunción
de estas dos corrientes nació un materialismo más evolucionado: el materialismo del siglo XVIII,
defendido por filósofos que también supieron ser luchadores y escritores, criticando continuamente
las instituciones y la religión, aplicando la teoría a la práctica y siempre en la lucha contra el poder,
fueron a veces encerrados en la Bastilla. Reunieron sus trabajos en la gran Enciclopedia en la que
fijaron la nueva orientación del materialismo, tuvieron una gran influencia, y fue la única filosofía
que tenía un carácter francés y se volvió verdaderamente popular.
Diderot, nacido en Langres 1713, muerto en París 1784, dominó este movimiento y fue el pensador
materialista del que Lenín dijo que casi llegó a las conclusiones del materialismo contemporáneo.
Fue un verdadero militante, siempre en batalla contra la Iglesia y el estado social, por lo que
conoció los calabozos
En la primera mitad del siglo XIX, se comprobó un retroceso del materialismo, ya que la burguesía
de todos los países hizo una gran propaganda a favor del idealismo y de la religión, porque no
querían que se propagaran las ideas progresistas (materialistas) y necesitaban adormecer a los
pensadores y las masas para mantenerse en el poder.
En medio de este panorama surgió Feuerbach en Alemania, con sus convicciones materialistas. No
es que aportó nada nuevo al materialismo pero retomó de una manera sana y actual las bases del
materialismo que habían sido olvidadas, e influenció así la filosofía de su época.
Llegamos, así a este período del siglo XIX en que se comprobó un enorme progreso en las ciencias
debido a tres grandes descubrimientos: la célula viva, la transformación de la energía, y la
evolución (Darwin) que permitieron a Marx y Engels, influenciados por Feuerbach, hacer
evolucionar al materialismo para darnos el materialismo moderno o dialéctico.
El gran error en este período fue considerar al mundo como una gran mecánica, juzgar toda cosa
según las leyes de estas ciencias. Considerando la evolución como un simple movimiento mecánico,
se pensaba que los mismos acontecimientos debían reproducirse continuamente. Se veía el lado
mecánico de las cosas, pero no se veía el lado viviente. Por eso se llamó a ese materialismo
mecánico o mecanicista.
La consecuencia de este error era que ignoraba la historia en general, consideró que el mundo no
evolucionó y que a intervalos regulares se volvía a estados semejantes y no concebía tampoco una
evolución del hombre y de los animales. Correspondía al nivel que había alcanzado las ciencias
naturales y la manera metafísica, antidialéctica, de filosofar. La naturaleza estaba empeñada en un
movimiento perpetuo pero también descubría un círculo perpetuo y no se movía nunca de su sitio
producía siempre los mismos resultados.
Otro error era que era demasiado contemplativo, no veía el papel de la acción humana en el
mundo y en la sociedad. Se pensaba que el hombre era un producto del medio. Se ignoraba el
desarrollo de la historia, y todo era inmutable, puesto que los conocimientos científicos no estaban
suficientemente avanzados como para concebir el mundo y las cosas de otra manera que a través
del viejo modo de pensar: la metafísica
Decimos que en el siglo XVIII había el materialismo metafísico.
Materialismo dialéctico
Pero las ciencias cambiaron y con ellas la concepción del mundo y de las cosas dando paso al
materialismo dialéctico.
La dialéctica fue desarrollada por el filósofo idealista alemán: Hegel (1770-1831) quien supo
entender el cambio que se había operado en las ciencias. Retomando a Heráclito, ayudado por los
progresos científicos, comprobó que en el universo todo es movimiento y cambio, que nada está
aislado, sino que todo dependía de todo, y así creó la dialéctica. Lo que Hegel captó primero fue el
movimiento del pensamiento y llamó dialéctico, puesto que se trató de un progreso del espíritu a
través del choque de las ideas, de la discusión. Pero como él era idealista, dio primordial
importancia al espíritu dando una concepción particular del movimiento y del cambio. Pensaba
que los cambios del espíritu provocaban los cambios en la materia. Para Hegel el universo era la
idea materializada, y antes que el universo, en primer lugar estaba el espíritu que descubrió el
universo. Por lo tanto él era dialéctico pero lo subordinaba al idealismo.
Marx (1818-1833) y Engels, que eran discípulos de Hegel, pero materialistas porque daban
importancia primordial a la materia, pensaban que su dialéctica daba afirmaciones justas pero a la
inversa, transferían a la realidad material la causa inicial de su movimiento, del pensamiento
definido por Hegel. Pensaron que Hegel tenía razón al decir que el pensamiento y el universo
estaban en perpetuo cambio, pero que se engañaba al afirmar que los cambios en la ideas eran los
que determinaban los cambios en las cosas. Por el contrario eran las cosas las que nos daban las
ideas, y las ideas se modificaban porque las cosas se modificaban.
Marx y Engels tomaron la dialéctica del Hegel, pero la transformaron e hicieron otro tanto con el
materialismo para darnos el materialismo histórico.
Afirmaron contra el materialismo mecanicista y fehuerbachiano que no era posible separar la
naturaleza del ser social. Este no era un ser contemplativo, sino activo, que transformaba la
naturaleza. La naturaleza real era la naturaleza transformada por el ser humano, humanizada y en
consecuencia introducida en el devenir histórico. Esto era lo que no supo ver Fehuerbach: el mundo
que nos rodea no estaba dado desde la eternidad, sino que fue un producto histórico, resultado de
toda una serie de generaciones que lo habían transformado. Así, pues fue el concepto de praxis
(actividad práctica, trabajo) el que permitió a Marx superar la contraposición idealismo-
materialismo y llevar la cuestión a otro terreno. El materialismo de Marx cobró unos tintes
peculiares que hicieron de él un “realismo” en cuanto que lo real fue el mundo humanizado por el
trabajo del hombre

Materialismo Histórico en América Latina


El marxismo empezó a difundirse en América Latina hacia finales del siglo XIX, introducido por
emigrantes alemanes, italianos o españoles, inspirados por la creación de organizaciones socialistas
vinculadas al pensamiento de la II internacional, como el Partido Socialista Argentino, fundado en
1895, y el Partido Socialista Obrero de Chile. Fue el argentino Juan B.Justo el primero en
traducir al español “El Capital” en el año 1896.
Gustavo Pérez Hinojosa llamó a este primer marxismo “la generación de difusores y
propagandistas”, y consistía más en un conjunto de proposiciones fijas y cerradas impregnadas de
las concepciones evolucionistas, deterministas, incluso de darwinismo social, como consecuencia de
aplicar el pensamiento emancipador de origen europeo a las formaciones sociales de América
Latina, sin intentar asumirlo como propio.
Fue recién con la que él llamó “generación fundacional”, generada en los años 20 con base en el
Movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918, y el “arielismo”, el juvenilismo, el
modernismo y el romanticismo anticapitalista que abarcó figuras como José Martí, en Cuba,
Rubén Darío en Nicaragua, José Vasconcelos en Méjico, Rodó en Uruguay y José Ingenieros en
Argentina, que contrapuso la cultura latinoamericana a la civilización yanqui en la Guerra entre
Cuba y España de l898, la posesión colonial de Puerto Rico, la creación de Panamá, el bombardeo
de Veracruz y las intervenciones en Santo Domingo, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Costa Rica
, etc. que se produjo una gran ruptura epistemológica y política y surgió un marxismo
específicamente latinoamericano cuyos mayores exponentes fueron José Carlos Mariátegui, Julio
Antonio Mello y Farabundo Marti. Una generación que tomó al marxismo como una herramienta
creadora y no simplemente como una bandera doctrinaria, como una identidad fija y cristalizada y
para lo cual hubo un núcleo indisoluble entre Reforma Universitaria, antiimperialismo y
socialismo. Para éste
no pudo haber socialismo en América Latino si no iba unido al antiimperialismo.
De esta generación, la figura más importante fue sin duda José Carlos Mariátegui.
Fue la obra de este autor quien influyó en el pensamiento de quien fuera uno de los representantes
de este marxismo en América Latina: Ernesto “Che” Guevara.
Más tarde triunfó la Revolución Cubana en 1959; los dirigentes más importantes de esta
revolución Fidel Castro y “Che” Guevara, dijeron en el discurso fúnebre para los caídos en
defensa de la patria en Playa Girón:”Había que hacer la revolución
antiimperialista y socialista. La revolución antiimperialista y socialista sólo tenía que ser una, una
sola revolución, porque no hay más que una revolución. Esa es la gran verdad dialéctica de la
humanidad; el imperialismo y frente al imperialismo el socialismo”(Fidel Castro.La Revolución
Cubana 1953/1962) y en el mensaje a los pueblos del mundo a través de la Intercontinental “Las
burguesía autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo –si alguna vez la
tuvieron- y sólo forman un furgón de cola. No hay más cambios que hacer: o revolución social o
caricatura de revolución” (E.”Che” Guevara”).

Y la arqueología, como ciencia social, también fue influenciada por esta teoría marxista, que como
ya dijimos anteriormente, produjo la llamada Arqueología Social Latinoamericana. Veamos ahora
cómo fue evolucionando.

Los países latinoamericanos, una vez independizados del dominio español, estuvieron dominados
por la clase burguesa y tuvieron un desarrollo económico y social similar al de sus homólogos
norteamericanos y europeos. Las identidades nacionales, generalmente producidas por procesos de
afianzamiento de los beneficios materiales de una clase dominante, se justificaron mediante la
búsqueda de sus “antepasados directos” poseedores de una esencia nacional que trascendía en el
tiempo. Surgió así el nacionalismo que trató de justificar el estado-nación mediante estudios
históricos y arqueológicos, cuestión que para la clase dominante de los países latinoamericanos
fue de fundamental importancia puesto que la unidad étnica era una falacia y más bien la lucha de
clases se prolongó más allá de su proclamada Independencia.
La arqueología como disciplina científica, nació en las últimas décadas del siglo XIX y se inició con
la presencia de investigadores extranjeros, y con ellos el paradigma dominante de ese entonces, el
evolucionismo cultural, con sus concepciones de “sociedad avanzada” y “sociedad atrasada”, fue
deslizándose en la interpretación de las sociedades prehispánicas.
Pero a fines del siglo XIX, en países como Méjico y Perú, apareció un movimiento social y político
contrario a los intereses del colonialismo económico e ideológico llamado “Indigenismo”. Esta
ideología homogeneizante y cohesionante, apareció en Perú, en 1867, llevada adelante por Juan
Bustamante, producida por la clase burguesa y consecuentemente por el Estado, para defender sus
intereses. Dicha ideología exaltaba el pasado prehispánico, principalmente el Imperio Incaico, y fue
llevada al discurso arqueológico por Luís Valcárcel, a comienzos del siglo XX, en su búsqueda de
los indígenas “puros”, anteriores al contacto con occidente. Pero como su imagen del mundo
andino no se figuraba sólo de esa manera, estudió también a los pueblos contemporáneos, fundando
así la Etnología. No escatimó métodos ni recursos y usando toda la ciencia disponible convirtió su
indigenismo en teoría pura al debate científico. Se convirtió en el precursor de la ciencia social
integrada.
Este Indigenismo fue mejor utilizado por la clase dirigente representada por el presidente Augusto
B.Leguía (1919-1930) y sirvió para crear un nacionalismo que buscaba afianzar al Estado a través
de la idealización del pasado prehispánico. Con ese objetivo Julio C. Tello, se convirtió en el
arqueólogo oficial de esa política. Con él se inició una arqueología científica hecha por peruanos.
Trató de explicar al hombre andino, que en condición de explotado, era despectivamente calificado
como “problema” en su propio país. Planteaba que el antiguo peruano fue creador de su propia
historia íntimamente ligado a su ambiente, y, sin tomar en cuenta su determinismo ambiental,
planteamiento que se explica en términos de su época y su lucha específica, el rol más importante de
su teoría fue el llamado “autoctonismo”, es decir que ubicó al hombre como factor de su proceso.
Tomó a Chavín como punto de partida y desde entonces elaboró la Civilización Andina. Más tarde,
se descubrió que antes de Chavín había una larga historia que permitió explicar a Chavín mismo y
que constituía aquella “era primordial” de la que hablara Tello. Lo importante es que no cambió
en nada su tesis original y al contrario la consolidó, demostrando que lo que hubo antes de Chavín
fueron los antecedentes reales de aquello que Tello postulara como hipótesis. Tello se ubicó a la
izquierda de aquel tiempo, al lado de los oprimidos, tratando de demostrar que el desprecio por los
indígenas fue creado por este mundo que hizo ricos a los europeos. Por eso puso su pasión por
demostrar que el mundo andino fue construido por el propio hombre andino que su civilización era
autóctona, y la arqueología fue una buena arma para demostrarlo, pese que la técnica fuera
insuficiente.
Hacia los comienzos del siglo XX se hizo notar la influencia de EE UU a medida que sus intereses
económicos y políticos iban aumentando. Por ello el paradigma evolucionista social, con el cual se
inició la arqueología académica, se vio reemplazado por el historicista cultural (sobre todo a partir
de la victoria de los “aliados” en la II Guerra Mundial y la hegemonía de USA en Latinoamérica)
un paradigma, que en ese marco de colonialismo económico y consecuentemente ideológico,
convenía más a los intereses imperialistas.
Como vemos, como antecedentes de la Arqueología Social Latinoamericana, tenemos por un lado
una ideología nacionalista y antiimperialista como el Indigenismo, y por el otro una ideología
claramente relacionada al capitalismo internacional americano. En ambos casos, dichas ideologías
fueron producidas y conducidas por grupos de la burguesía intelectual nacional. Con ese sustrato
ideológico que tuvo como fundamento las contradicciones económicas y sociales, no pasó mucho
tiempo hasta que se empezaron a adoptar las perspectivas materialistas históricas en los gobiernos
que así lo posibilitaron.
Así, debido a estas situaciones históricas que permitieron la instalación de dictaduras militares de
izquierda, como en Perú, o partidos de izquierda como en Méjico, o una mezcla de militares y
partidos de izquierda como la dada en Venezuela, se pudieron desarrollar las llamadas
arqueologías marxistas. Por ejemplo, después de la exitosa Revolución Cubana, el arqueólogo
F.Tabío, pudo realizar un importante trabajo explicitado en su Prehistoria de Cuba, en 1966,
mediante el cual se introdujo el marco de análisis de la arqueología soviética en dicho país, y a
través del cual muchos estudiantes latinoamericanos asimilaron sus planteamientos materialistas
históricos.
Sin embargo, recién para 1974, con la publicación de obras como Arqueología como Ciencia Social,
de Luís G. Lumbreras y Antiguas Formaciones y Modos de Producción Venezolana de Mario
Sanoja e Iraida Vargas, fue que se pudo dar un nuevo discurso contrario y/o alternativo al de los
arqueólogos extranjeros y sus seguidores en cada país. Esto trajo como consecuencia una serie de
reuniones donde se dinamizó la construcción de la Arqueología Social Latinoamericana.
La primera de ellas, el XL Congreso Internacional de Americanistas, reunido en Lima en 1970, en
donde Lumbreras convocó a un Simposio denominado “Formaciones aborígenes en América”,
durante el cual fue posible intercambiar opiniones, evaluar experiencias y situar puntos básicos de
la problemática arqueológica americana, a la vez que se trataron las formas de aplicación práctica
de los nuevos postulados. Luego, vino un segundo encuentro la Reunión de Teotihuacan (1975) en
donde se pretendió establecer una línea general de acción en la perspectiva materialista histórica
que cada uno de los participantes desarrolló en sus respectivos países.
Luego se formó, en 1983, el llamado Grupo Oaxtepec, conformado por L.G.Lumbreras,
M.Gándara, M.Sanoja, Iraida Vargas y F.L.Bate. Esta nueva época denominada por Navarrete
“Refinamiento teórico”, tuvo como marco teórico el Materialismo Histórico, mientras que sus
métodos son derivados del materialismo dialéctico y adoptó una posición crítica frente al
Materialismo Estructuralista Francés (Althusser y Godelier) porque planteaba una división de la
sociedad objeto de estudio (totalidad social) entre base económica y superestructura.

A través de esta apretada síntesis, vemos cómo el Materialismo Histórico se convirtió en la teoría
que mejor puede explicar los procesos de cambio en la sociedad.
Procesos que la arqueología debe descubrir a partir de los restos materiales dejados por el hombre.
Deducimos, entonces que el fin de la arqueología no es solamente el conocimiento del pasado, sino
que a través de él debemos tratar de establecer una teoría científica que nos explique los procesos
causales que afectaron la cultura material, entendiendo a ésta como resultante de la acción social.
Debemos, pues, con ese conocimiento del pasado, poder explicar las acciones del presente.
Tenemos que tener en cuenta que si presentamos a dicho pasado como algo terminado, por más
dinámica y original que sea nuestra exposición, estamos solamente ofreciendo un conocimiento que
sólo se puede usar para memorizarlo impidiendo de ese modo toda acción que podamos realizar en
el presente para modificar el futuro.
De lo que se trata, en definitiva, es de conocer el pasado para transformar el futuro.

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