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Marx, Engels y el materialismo histórico∗

Paul Blackledge

1. Introducción

En este capı́tulo, se ofrece un esbozo de la teorı́a de la historia de Marx y Engels, y de su


relación con la práctica polı́tica revolucionaria que ambos mantuvieron a lo largo de sus vidas.
Muchos comentaristas aludirı́an dos razones para descartar un proyecto tal: primero, Marx y
Engels no fueron una unidad, sus ideas y argumentos divergen marcadamente; y segundo, ni
Marx, ni Engels, produjeron individualmente una oeuvre coherente y singular. Mientras que hay
algo de cierto en estas afirmaciones, tengo mis reservas sobre ambas. Acerca de la sugerencia
de que las interpretaciones de Marx y Engels sobre el materialismo histórico divergen en forma
pronunciada, sigo a Draper y Hobsbawm, quienes reconocen diferencias de énfasis entre ambos
colaboradores, mientras que encuentran poco plausible que dos hombres de tan obvias capacida-
des intelectuales pudieran trabajar juntos por cuatro décadas de modo tan estrecho, sin percibir
que no mantenı́an un cerrado acuerdo.1 Sin embargo, existe la idea, que me interesa combatir,
de que hay una pluralidad de Marxs (o, menos frecuentemente, Engelses), entre los cuales uno
puede escoger para construir el Marxismo de su gusto. La debilidad de este enfoque es evidente
en dos estudios recientes sobre el materialismo histórico: Marxism and History de Steve Rigby
y Karl Marx’s Theory of History de Gerry Cohen.2 Rigby sostiene que el descubrimiento de una
serie de “internamente coherentes, pero mutuamente contradictorios Marx(s) ... es el resultado
inevitable de una variedad de lectores buscando el sentido de la vasta obra de Marx’; y, dados
los múltiples Marx(s) ası́ concebidos, Rigby señala que su objetivo no fue delinear lo que Marx
realmente dijo sino reconstruir qué es lo más útil de su “ambiguo legado”. En forma similar,
Cohen deja en claro que su objetivo no fue “reconstruir ... un versión prolija” del materialis-
mo histórico tomando como base el desordenado legado de Marx.3 No obstante, a pesar de
estos objetivos comunes, Cohen y Rigby reconstruyen sobre el legado de Marx, dos Marxismos
diametralmente opuestos. Mientras que Cohen defiende una versión fuerte del determinismo
de las fuerzas productivas, Rigby descarta la relevancia de tal interpretación del Marxismo y
defiende el poder de la crı́tica de Marx al reduccionismo económico.4 Los métodos de Cohen y
Rigby parecieran implicar que podemos reconstruir a partir de los textos de Marx (y Engels),
el Marx(ismo) de nuestra elección.
No estoy convencido de la validez de esta afirmación; porque mientras que es obviamente el
caso que Marx, como cualquier otro gran pensador, puede ser citado contra sı́ mismo; es me-

Tomado de: Reflections on the Marxist theory of history Manchester: Manchester Univerity Press, 2006.
Capı́tulo 2. Traducción de Matı́as Bisso, Pablo Ghigliani y Miriam Socolovsky. Revisión final: Pablo Ghigliani.
Cátedra de Historia Social General de la Facultad de Bellas Artes, 2007.
1
Draper, H. Karl Marx’s Theory of revolution, Vol. 1, Nueva York, 1977, pp. 23-26; Hobsbawm, Eric “Intro-
duction” a Karl Marx Pre-Capitalist Economic Formations, Londres, 1964, p. 53.
2
G. Cohen es profesor de teorı́a social y polı́tica en la Universidad de Oxford, y Steve Rigby es reader en
historia de la Universidad de Manchester.
3
Rigby, S. Marxism and History, Manchester, 1987, pp. 2-3; G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History: A
Defence, Oxford, 1978, p. ix.
4
G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History: A Defence, p. x.; Rigby, S. Marxism and History, p. 7.

1
nos obvio, en ausencia de una cuidadosa contextualización de cada aseveración, que semejante
método pueda lograr algo más que una trivialización de la materia. Por ejemplo, Rigby cita el
comentario de Marx, del Prefacio al Volumen I de El Capital (1867), en el que menciona que
en su libro trata a los individuos sólo como ‘personificaciones de categorı́as económicas’, como
una evidencia de la peor forma de determinismo económico de la cual Rigby intenta liberar
lo mejor de la historiografı́a de Marx, pero sin discutir ni el contexto teórico, ni el contexto
histórico dentro del cuál esta afirmación fue hecha. Por el contrario, junto con su rechazo de
esta formulación aparentemente reduccionista del método de Marx, Rigby cita aprobatoriamen-
te el argumento anti-reduccionista de Marx y Engels, articulado en la Sagrada Familia (1845):
“La historia no hace nada, ‘no posee una riqueza inmensa’, no ‘libra combates’. Ante todo es
el hombre, el hombre real y vivo, quien hace todo eso y realiza combates; estemos seguros que
no es la historia la que se sirve del hombre como un medio para realizar (...) sus fines; no es
más que la actividad del hombre que persigue sus objetivos“.5 No obstante la superficial plau-
sibilidad de este contraste, podemos estar seguros de que Marx no habı́a rechazado su antigua
metodologı́a cuando escribió El Capital. Cuando el primer volumen de El Capital se encontraba
en la imprenta, Kugelmann le dio a Marx una copia de la Sagrada Familia, y Marx le informaba
a Engels - en una carta del 24 de abril de 1867, acerca de la lectura de esta obra extraviada
desde hacı́a tanto tiempo -, que lo ‘sorprendió agradablemente encontrar que no tenemos ne-
cesidad de sentirnos avergonzados por ese trabajo’.6 Una reacción tal ante la lectura de sus
argumentos tempranos demanda alguna explicación: o Marx habı́a malentendido la distancia
existente entre su antiguo humanismo y su actual estructuralismo, o la relación entre las dos
articulaciones de su interpretación de la historia es más compleja de lo que Rigby sugiere. Una
lectura más favorable de la distancia entre estas dos aseveraciones comenzarı́a por reconocer
los diferentes niveles de abstracción en los cuales fueron escritos.7 En tanto Marx sostenı́a que
“el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo
la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual”, es cla-
ro entonces que sus escritos incluirán una serie de postulados abstractos, que, si son tomados
fuera del contexto de la totalidad de la oeuvre, se prestarán para la parodia a-histórica.8 Esta,
desafortunadamente, es la trampa en la cuál cae el libro de Cohen: ya que este autor defiende
una interpretación del materialismo histórico según la cual las transiciones revolucionarias de
un modo de producción a otro ocurren como producto de una necesidad funcional.9 Cohen pone
en el centro de su reconstrucción del Marxismo, el Prefacio de Marx de 1859, a la Contribu-
ción de la Crı́tica de la Economı́a Polı́tica. Desgraciadamente, aunque se trata de un texto de
fundamental importancia, fue escrito con un ojo en el censor y por lo tanto tiende a restarle
importancia al lado activo del pensamiento de Marx.10 Mientras ello no serı́a problemático si el
Prefacio fuese leı́do en el contexto de la práctica revolucionaria de Marx, Cohen no lo hace ası́ y
defiende, tal como argumento en el capı́tulo 5, una interpretación del materialismo histórico,
que es sistemáticamente fatalista, de un modo que es ajeno a Marx. En oposición a Cohen y
Rigby, sigo a Draper al argumentar que si el método revolucionario de Marx es juzgado como
una totalidad, antes que por medio de aseveraciones descontextualizadas, es posible una in-
5
Rigby, S. Marxism and History, p. 10. (nt: Marx, Karl (1845) La Sagrada Familia, Buenos Aires: Claridad,
p. 131).
6
Dunayevskaya, R. Rosa Luxemburg, Women’s Liberation and Marx’s Philosophy of History, Chicago, 1991,
p. 120.
7
Ferraro, J. Freedom and Determination in History According to Marx and Engels, Nueva York, 1992, p. 86.
8
Marx, Karl (1857-58) Grundrisse, Buenos Aires: Siglo XXI, p. 22.
9
G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History, pp. 150-66.
10
Prinz, A. ‘The Background and Ulterior Motive of Marx’s “Preface” of 1859’, Journal of the History of Ideas
30, 1968. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World , p. 47.

2
terpretación mucho más poderosa del materialismo histórico.11 También estoy de acuerdo con
Hobsbawn, Hill y Mészáros en que la teorı́a de la historia de Marx “ya habı́a encontrado una
formulación madura a mitad de la década de 1840, y permaneció substancialmente sin cambios
en los años subsiguientes”.12

2. Producción e Historia

La teorı́a de la historia de Marx es siempre ridiculizada como una —en realidad como la—,
forma arquetı́pica del reduccionismo económico, por lo que parece casi una groserı́a señalar que el
eje mismo de su proyecto envolvı́a el rechazo de la cosificación de los conceptos de lo económico,
lo polı́tico, lo sociológico, etc., como niveles distintos de la sociedad. Tal como argumentó Lucio
Colletti, “nunca encontramos en Marx categorı́as que sean puramente económicas. Todos sus
conceptos, por el contrario, son ambos, económicos y sociológicos”.13 Marx insistió a través de
toda su vida en que era la producción, entendida como un proceso social, polı́tico e histórico, lo
que se encontraba en el centro de la totalidad social. Marx distinguió reiteradamente su teorı́a
de la historia, de todas las otras, al colocar el proceso de producción, no ‘la economı́a’, en su
centro.
Tal vez, la formulación clásica de este enfoque se encuentre en La Ideologı́a Alemana, en
la cuál Marx y Engels escribieron que los hombres y las mujeres – esto es, hombres y mujeres
reales, concretos, históricos antes que las abstracciones amadas por los Darwinistas sociales- “se
diferencia(n) de los animales a partir del momento en que comienza(n) a producir sus medios
de vida”. Ellos insistieron en que al producir socialmente, estos “determinados individuos, que,
como productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sı́ estas relaciones sociales
y polı́tica determinadas”, cuya forma concreta no puede ser deducida a priori sino que debe
cerciorarse a través de la “observación empı́rica”.14 Es ası́, que desde el principio, Marx y Engels
contrapusieron su interpretación materialista de la historia a los modelos idealistas, en general,
y más especı́ficamente a lo que ellos percibı́an como el idealismo del cı́rculo de los Jóvenes
Hegelianos, del cuál evolucionaron sus propias ideas. Marx y Engels por lo tanto, contrastaron su
teorı́a de la historia, en la cuál el lenguaje y las ideas son el resultado del proceso de producción,
a la concepción idealista Hegeliana según la cuál la historia es la trama teleológica del auto-
desarrollo del mundo espiritual (Dios): “totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofı́a
alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquı́ se asciende de la tierra al cielo”.15
Una consecuencia clave de su demanda de que las generalizaciones históricas estén empı́ri-
camente fundadas, fue el rechazo tanto a las interpretaciones religiosas de la historia como a los
enfoques crudamente materialistas. Ası́, en contraste con el crudo materialismo de Feuerbach16 -
según el cual la historia es el relato del encuentro del hombre con la naturaleza – Marx y Engels
argumentaron que fue solo a través de la historia que los hombres y las mujeres se crearon a
sı́ mismos como seres sociales. Si la primera acción histórica es aquella cuyo objetivo es satisfacer
ciertas necesidades básicas – comer, beber, abrigarse, etc –, luego, al satisfacer tales necesidades,
11
Draper, H. Karl Marx’s Theory of revolution, Vol. 1, pp. 20-1.
12
Hobsbawm, E. “Introduction” a K. Marx and F. Engels The Communist Manifesto, London, 1998, p. 14.
La afirmación de Mészáros de que “la primera presentación sistemática del materialismo histórico en la Ideologı́a
Alemana, contiene todas sus principales caracterı́sticas definitorias”: I. Mészáros “The Nature of Histórical De-
termination”, Critique 30-1, 2000, p. 104; y la aseveración de Christopher Hill de que “sus ideas fundamentales
acerca de la historia habı́an ... tomado lugar ya por 1848”: C. Hill (1948) “The English Civil War Interpreted by
Marx and Engels”, en B. Jessop and C. Malcom-Brown (eds) Karl Marx’s Social and Polı́tical Thought: critical
Assesments, vol. 3, London, 1990, p.643.
13
Colletti, L. From Rousseau to Lenin, p. 13.
14
Marx, Carlos y Engels, Federico (1845) La Ideologı́a Alemana, Barcelona: Grijalbo, 1987, pp. 19, 25.
15
Idem, p. 26.
16
Feuerbach es hoy famoso, principalmente como el autor de la frase “uno es lo que come”.

3
los hombres y mujeres reales e históricos, en oposición a los seres humanos entendidos como una
categorı́a trans-histórica, crearán nuevas necesidades.17 Al historizar las necesidades humanas
de este modo, Marx historiza el concepto mismo de naturaleza humana: ya que si está en nuestra
naturaleza aspirar a la satisfacción de nuestras necesidades, y si nuestras necesidades cambian
a través de la historia, ası́ cambia también nuestra naturaleza. Esta sugerencia no lleva a Marx
a rechazar el concepto de naturaleza humana tout court, sino a bregar por alcanzar un análisis
más poderoso que el sugerido por aquellos cuyo punto de partida metodológico es el individuo.
En consecuencia, Marx diferencia entre una “naturaleza humana” o una “forma de la especie”
que es básica y trans-histórica, y una “naturaleza de la humanidad” o “ser social” que es más
maleable.18 Marx expresó esta opinión de modo más sistemático en El capital a través de
la crı́tica del utilitarismo de Bentham donde argumentó que deben ser develados, tanto los
componentes históricos como los trans-históricos de la naturaleza humana:

Cuando se quiere saber, pongamos por caso, qué es útil para un perro, hay que escudriñar e la natu-
raleza canina. Es imposible construir esta naturaleza a partir del ‘principio de utilidad’. Aplicando
esto al hombre, quien quisiera enjuiciar según el principio de utilidad todos los hechos, movimientos,
relaciones, etc., del hombre, deberı́a ocuparse primero de la naturaleza humana en general y luego
de la naturaleza humana modificada históricamente en cada época. Bentham no pierde tiempo en
esas bagatelas. Con la aridez más ingenua parte de que el filisteo moderno, y especialmente el filisteo
inglés es el hombre normal.19

Para entender la historia, insiste Marx, debemos aprender a verla como un proceso de cambio
y continuidad: algunas caracterı́sticas trans-históricas de la humanidad se realizan en la histo-
ria bajo determinadas condiciones especı́ficas. Cualquier historiador que subestima tanto las
caracterı́sticas comunes como las especı́ficas de cualquier época, necesariamente producirá una
historia inadecuada del periodo. Sin embargo, entre ambas fallas, es la última la que es por mu-
cho, más significativa: ya que el fracaso en la adecuada periodización del pasado tendrı́a el efecto
de des-historizar la historia. Esta es, en efecto, la crı́tica marxista a la historiografı́a dominante
que va desde la antigüedad al presente. Por esto, la historia polı́tica (la que el historiador social
ingles del siglo XIX J.R.Green rechazaba como historia de “bombos y platillos”, y que Marx
y Engels criticaron mordazmente como “las pomposas novelas de las princesas y los estados”)
tenı́a el efecto no solo de dejar fuera del registro histórico a la vasta mayorı́a de la humanidad,
sino también de oscurecer la especificidad histórica de cada perı́odo investigado.20
Fueron las “absurdas” consecuencias a-históricas de esta “concepción de la historia”, las que
dieron forma a la crı́tica dirigida por Marx al craso empirismo de tipo rankeano. Aún cuando
Marx criticaba tanto al idealismo de Hegel como al empirismo de Ranke, no consideró que
sus fallas fueran igualmente severas. En verdad, a pesar de sus criticas a Hegel, se distanció de
aquellos que concebı́an a este filosofo idealista como “un perro muerto” al confesar públicamente
ser “un discı́pulo de este gran pensador”. En cambio, fue mucho más despectivo acerca del
empirismo de Ranke, y, en una carta a Engels (7 de septiembre de 1864) describió al padre de
la historiografı́a moderna como una “mala hierba” y un “pequeño y travieso gnomo”. De forma
más sustantiva, Marx sostuvo que la historia Rankeana consistente en la “mera búsqueda de
fuentes”, tenı́a como consecuencia necesaria la atribución de “grandes eventos” a “causas viles
y pequeñas”.21
La crı́tica de Marx a Ranke lleva al problema fundamental de la historiografı́a: ¿sobre qué ba-
se deben buscarse y evaluarse los hechos? Marx fue mordaz en sus crı́ticas a los jóvenes hegelianos
17
Marx, Carlos y Engels, Federico (1845) La Ideologı́a Alemana.
18
N.Geras Marx and Human Nature (London, 1983)
19
El Capital, Vol 1, pp. 755-756, nota 64.
20
B. Southgate History: What and Why? (London, 2001) pp 96-97; The German Ideology, p.57
21
M. Perry, Marxism and History (London, 2002), p.47

4
por ignorar los hechos de la historia, pero con todo, su crı́tica de los empiristas fue mucho más
severa, porque mientras recogı́an hechos diligentemente, no podı́an justificar su selección. Por
el contrario, la respuesta general de Marx al problema del método histórico descansa en su an-
tropologı́a: si los hombres y las mujeres se distinguen a si mismos de la naturaleza a través de la
producción social, entonces las preguntas fundamentales para formular sobre cualquier periodo
histórico incluirán aquellas referidas a la naturaleza de la producción en ese periodo. Marx reite-
rará este punto incansablemente a lo largo de su vida. En El Capital (1867) se quejaba: “por
poco que se haya ocupado la historiografı́a hasta el presente, del desarrollo de la producción
material, o sea, de la base de toda vida social y por tanto de toda historia real”.22 De modo
similar, en sus Glosas sobre Wagner (1879) criticó el presupuesto de Adolph Wagner de que la
gente comienza por ‘posicionarse teoréticamente en su relación con las cosas del mundo externo’.
Por el contrario, Marx insistı́a, ‘ellos comienzan, como cualquier animal, comiendo, bebiendo,
etc, por lo tanto, ... relacionándose ellos mismos activamente, apropiándose de ciertas cosas del
mundo exterior a través de la acción, y satisfaciendo ası́ sus necesidades’.23
Marx proveyó el bosquejo más completo de este argumento en los Grundrisse (1857). En este
manuscrito sugerı́a que como el proceso de producción cambió con el tiempo, a pesar del hecho
de que “todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos comunes”, sı́ existen cualidades
especificas cuyos “elementos... no son generales y comunes sino que deben ser separados de las
determinaciones validas para la producción como tal, de modo que ... su diferencia esencial no sea
olvidada”.24 Contra la idea de que el consumo determina la naturaleza de la producción, Marx
sostuvo que mientras el deseo de satisfacer las necesidades humanas es el comienzo de la historia,
dado que el consumo no puede ocurrir sin que primero haya alguna forma de producción, y como
el acto de producir crea nuevas necesidades tanto al interior del proceso de producción como para
el productor, “producción y consumo son... momentos de un proceso, en el que la producción
es el verdadero punto de partida y por tanto también el momento predominante”.25 Más en
general, Marx insistió en que la producción, distribución, intercambio y consumo, forman todos
parte de una “totalidad” dentro de la cual “la producción predomina”.26 De este modo, según
Marx, cada estructura social debe ser entendida como una totalidad en la que la producción
tiene una importancia fundamental. Mientras este modelo no niega la relevancia histórica de
los momentos polı́ticos e ideológicos dentro de la totalidad, rechaza cosificar la polı́tica, la
ideologı́a, etc. como niveles distintivos y separados. Ası́ es que, mientras Marx solı́a insistir que
‘lo concreto es concreto porque es la sı́ntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad
de lo diverso’, 27 su modelo, como hizo notar Hobsbawm, es mucho mas que un relato pluralista
de la interacción reciproca de los factores a lo largo de la historia.28 Marx intentó crear un
espacio metodológico entre el reduccionismo y el pluralismo: ya que, en el punto en que el
reduccionismo negaba el estudio de la historia, el pluralismo intentaba descender hasta simples
descripciones empiristas de eventos que tenı́an poco valor analı́tico.29
22
El Capital, vol I, p. 219
23
K.Marx “Notes on Adolph Wagner” en Karl Marx: Texts on Method, ed. T. Carver, Oxford, 1975, p. 190.
(hay trad. castellana “Glosas marginales sobre Adolph Wagner” en ...
24
Grundrisse, p.85
25
Ibid, p. 94
26
Ibid, p. 99
27
Ibid, p. 21.
28
Hobsbawm, Eric “Introducción a las Formas económicas pre-capitalistas”, pp.xx
29
Mientras que el empirismo es la forma dominante de investigación entre los historiadores contemporáneos,
nadie encuentra la evidencia desnuda, por decirlo de algún modo. Es a través de los presupuestos del historiador
- sobre la naturaleza humana o la naturalidad de determinadas instituciones, etc. - que el reduccionismo se mete
por la puerta trasera de la investigación histórica. Aun ası́, los peores reduccionistas no suelen hallarse entre los
historiadores, sino entre los sociobiólogos y los psicólogos evolucionistas. Sobre los mismos, véase H. Rose y S.
Rose (eds), Alas Poor Darwin, London, 2000.

5
La importancia de esta innovación metodológica no debe subestimarse, porque sugiere una
solución al desafı́o postmoderno lanzado contra la historia contemporánea. Mientras que la his-
toriografı́a empirista contemporánea no puede justificar su voluntad de, en palabras de Ranke,
contar la historia “tal cual fue”, ante el argumento postmoderno de que todas las descripcio-
nes son necesariamente parciales y sesgadas, Marx sugiere que asentando sus investigaciones
históricas en el proceso de producción, la decisión de un punto de partida historiográfico puede
ser justificado antropológicamente: ofrece una guı́a mediante la cual los historiadores pueden
transitar por el peligroso camino que atraviesa lo que Pierre Vilar llamó los igualmente trai-
cioneros ‘abismo del empirismo’ y ‘abismo del idealismo’.30 Sin embargo, comenzar el análisis
histórico con una investigación del proceso de producción, obviamente no garantiza la potencia
de la historiografı́a ası́ producida. Marx insistı́a en que el estudio de los momentos concretos en
la historia requerı́a el análisis de la “sı́ntesis de las múltiples determinaciones” de esos periodos,
para prevenir contra el error de reducir la historia a la producción. Más especı́ficamente, Marx
y Engels insistieron en que:

Estas abstracciones de por sı́, separadas de la vida real, carecen de todo valor. Sólo pueden servir
para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus diferentes
estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofı́a, una receta o un patrón con arreglo al
cual puedan aderezarse las épocas históricas.31

De modo similar, en el contexto del ascenso del movimiento socialista en Alemania en los
años posteriores a la muerte de Marx, Engels se sintió obligado a distanciar sus argumentos y
los de Marx de los de sus imitadores. En una carta a Joseph Bloch (21 de septiembre de 1890)
Engels argumentaba:

Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca otra cosa que esto. Por lo tanto, si alguien tergiversa esto
diciendo que el elemento económico es el único determinante, convertirá aquella proposición en una
frase vacua, abstracta, sin sentido. La situación económica es la base, pero los diversos factores
de la superestructura — las formas polı́ticas de la lucha de clases y sus resultados, por ejemplo:
las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas
jurı́dicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las
teorı́as polı́ticas, jurı́dicas, filosóficas, las ideas religiosas y su desarrollo posterior en sistema de
dogmas — ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos
son preponderantes en determinar su forma. Hay una interacción de todos estos elementos en la cual,
en medio de todo un montón de accidentes (es decir, de cosas y acontecimientos cuya interconexión
inherente es tan remota o tan difı́cil de probar, que podemos considerarla como inexistente), acaba
siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teorı́a a
una época histórica cualquiera serı́a más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.

Más especı́ficamente, Engels, en una carta a Conrad Schmidt (27 de octubre de 1890) argu-
mentó que el Estado, en contraste con las lecturas económico reduccionistas del materialismo
histórico, gozaba de un grado de “relativa independencia” respecto de la base económica, de
modo que “el poder polı́tico puede causar estragos en el desarrollo económico”. Engels subraya-
ba la importancia de los “factores” polı́ticos, ideológicos y otros, en la explicación del proceso
histórico. Sin embargo, más que delinear un mapa detallado de su método y el de Marx, sugerı́a
que si Bloch querı́a entender el materialismo histórico, debı́a leer El Dieciocho Brumario (1852)
y El Capital de Marx, y su Anti-Duhring (1877), y Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofı́a
Alemana Clásica (1866). Comentaba Engels en esa carta a Bloch:

Marx y yo mismos tenemos la culpa, en parte, de que los discı́pulos más jóvenes hagan a veces más
hincapié del debido en el aspecto económico. Tenı́amos que enfatizar el principio cardinal vis-à-vis
30
P.Vilar “Marxist History, A History in the Making: Towards a Dialogue with Althusser” New Left Review,
9-, July-August 1973, p. 75.
31
The German Ideology, p. 27.

6
nuestros adversarios, quienes lo negaban, y no siempre disponı́amos de tiempo, del lugar o de la
oportunidad para dar la debida importancia a los demás factores envueltos en interacción. Pero,
tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente
el principio, cambiaba la cosa, y allı́ ningún error fue permitido.

Ignorando la sugerencia de Engels, la mayor parte de los comentaristas de Marx eligieron


no internarse demasiado profundamente en su historiografı́a, sino analizar como un substituto
de toda su obra, el famoso Prefacio de Marx de 1859 a su Contribución a la Critica de la Eco-
nomı́a Polı́tica. Desafortunadamente, sacado de contexto, este ensayo puede sugerir un modelo
particularmente reduccionista de la historia. De acuerdo con el prefacio:
. . . en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura
jurı́dica y polı́tica y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de
producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social polı́tica y espiritual en general.
No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que
determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo
que no es más que la expresión jurı́dica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales
se han desenvuelto hasta allı́. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se
convierten en trabas suyas, y se abre ası́ una época de revolución social. Al cambiar la base económica
se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando
se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos
en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de
las ciencias naturales, y las formas jurı́dicas, polı́ticas, religiosas, artı́sticas o filosóficas, en un a
palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de
sı́, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por
el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna
formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben
dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las
condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.
Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque,
mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos
designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo
de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de
producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en
el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones
sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo.
Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.32

Como señala Prinz, Marx deseaba en este ensayo enfatizar la objetividad cientı́fica de su
empresa, y restarle importancia a sus intenciones revolucionarias, para evitar la censura pru-
siana y de ese modo dirigirse a los activistas socialistas en Alemania. Entonces, irónicamente,
motivos revolucionarios prácticos explican la prosa secamente anti-humanista de este pasaje.
Sin embargo, una vez que tomamos en cuenta este contexto, podemos aprender mucho de este
pasaje, porque en él, Marx articula su interpretación del proceso de producción tal como habı́a
sido profundizado en los años posteriores a 1845. En La Ideologı́a Alemana, además de fundar
las ideas, la polı́tica, etc., en el proceso de producción, Marx habı́a dividido la producción mis-
ma en dos esferas analı́ticas: las fuerzas de producción (los medios de producción y la fuerza de
trabajo requerida para utilizar esos instrumentos y la materia prima)33 y las formas de inter-
32
Marx, Karl (1859) Contribución a la Crı́tica de la Economı́a Polı́tica, Prólogo, Siglo XXI
33
Cohen, G.A. Karl Marx’s Theory of History, p.32

7
cambio - una articulación temprana de su concepto de relaciones de producción. Mientras que
el concepto de formas de intercambio expresa entonces cierto nivel de determinismo tecnológico
en las ideas tempranas de Marx, con la articulación del concepto de relaciones de producción
en La Miseria de la Filosofı́a (1847), su teorı́a madura de la historia es elaborada de un modo
completo por vez primera.34 El concepto de relaciones de producción era central a este proyecto
porque a través de él, tal como ha argumentado Therborn, Marx plasmó su objetivo de periodi-
zar la historia.35 De este modo, si los humanos se definen como animales de producción social,
entonces las distintas épocas productivas podı́an diferenciarse por las relaciones de producción
que dominaron en cada una de ellas. Por tanto Marx periodizó la historia en una serie de modos
de producción, a cada uno de los cuales entendió como una articulación particular de fuerzas y
relaciones de producción.
Según Marx, las relaciones de producción eran relaciones económicas de control efectivo, es
decir, esencialmente, relaciones de explotación entre clases.36 Marx argumentaba que la clase se
desarrolló a partir de la división del trabajo. En las sociedades de cazadores-recolectores, una
primitiva división del trabajo existı́a ya entre los sexos: las mujeres, debido a las demandas del
embarazo y la crianza de los niños, predominantemente recolectaban, mientras que los hombres
cazaban. Sin embargo, el desarrollo de las fuerzas productivas tendió a generar una división
del trabajo cada vez más compleja. Al principio esta división solo reflejaba la “predisposición”
natural, pero a medida que se expandı́a iba tomando la forma de una división entre el trabajo
manual y mental. Por lo tanto, un cierto grupo de individuos fueron confluyendo a partir de
la división del trabajo en una nueva clase que lentamente fue tomando el control del proceso
de producción. Además, la división entre trabajo mental y material contribuyó a generar cierto
desdén hacia el trabajo manual en un sector de los trabajadores mentales, y anti-intelectualismo
entre los trabajadores manuales. Esta división marcó la auto-conciencia de los intelectuales,
quienes pudieron congratularse con que la conciencia “es algo distinto que la conciencia de
la práctica existente”: el desdén que muestran los historiadores modernos por el énfasis del
Marxismo en la importancia de la producción para la comprensión de la práctica social no es
más que un ejemplo de esta auto-engaño.37 Como señalo luego, Engels agregó más detalles a
este esquemático relato de las consecuencias de la división del trabajo en El origen de la familia,
la propiedad privada y el estado (1884). Por el momento es suficiente con señalar, que a través
de su análisis de la división del trabajo, Marx explicó la clase como un fenómeno histórico.
La clase, para Marx, no puede reducirse al status ni a la conciencia; es más bien, en pa-
labras de Geoffrey de Ste. Croix, una “expresión objetiva de la existencia de la explotación”,
y una clase es “un grupo de personas dentro de una comunidad identificadas por su posición
en el sistema global de producción social, definido por sobre todas las cosas, de acuerdo a su
relación (primariamente en términos de grados de control) con las condiciones de producción...
y con otras clases”. Como apunta Ste.Croix, el conflicto de clases “es esencialmente la relación
fundamental entre las clases que involucra explotación y resistencia, pero no necesariamente
conciencia de clase, ni actividad colectiva en común”.38 De acuerdo con Ste Croix, el interés de
la concepción marxista de clase es justamente su poder analı́tico: el modelo de Marx explica el
conflicto de clase en un sentido mucho mas profundo que, por ejemplo, la concepción de Weber
de status, que, por ser un concepto estático, ’difı́cilmente nos ayude a entender o explicar nada
34
G.Therborn Science, Class and society, (London 1976), p.366; A.Callinicos Making History, London, 2004
[1987], p. 48.
35
Therborn Science, p. 366.
36
Cohen, Karl Marx’s Theory of History.
37
Engels, F. The German Ideology, pp. 43, 51-2.
38
Ste. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World , pp. 43-4. G. de Ste Croix “Class in Marx’s Conception
of History, Ancient and Modern”, New Left Review , no 146, 1984, p. 100.

8
excepto en la forma mas trivial e inocua’.39
Mientras que un modo de producción es una articulación particular de relaciones y fuer-
zas de producción, la definición del modo dominante de cualquier sociedad, significa proveer el
marco en el que la lucha de clases, la polı́tica, la ideologı́a, etc, de esa formación social pueden
ser explicadas. Sin embargo, la definición del modo de producción dominante dentro de una
formación social especifica, es solo el primer paso en el proceso de articular las múltiples deter-
minaciones de un proceso concreto, y para que no se interprete a Marx como sugiriendo más
que esto, es que deben ser tenidas en mente las admoniciones ya citadas, que Engels dirigió a
Bloch. Aún más, incluso en una formulación abstracta sobre la relación entre la base productiva
de la sociedad y su superestructura polı́tica e ideológica, del volumen 3 de El Capital , Marx
muestra su disposición a enfatizar que la estructura exacta de cualquier formación social se
puede descubrir sólo a través de un análisis empı́rico cuidadoso.
La forma económica especı́fica en la que se le extrae el plustrabajo impago al productor directo
determina la relación de dominación y servidumbre, tal como ésta surge directamente de la propia
producción y a su vez reacciona en forma determinante sobre ella. Pero en esto se funda toda la
configuración de la entidad comunitaria económica, emanada de las propias relaciones de producción,
y por ende, al mismo tiempo, su figura polı́tica especı́fica. En todos los casos es en la relación directa
entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores directos – relación ésta
cuya forma eventual siempre corresponde naturalmente a determinada fase de desarrollo del modo
de trabajo y, por ende, a su fuerza productiva social – donde encontramos el secreto más ı́ntimo,
el fundamento oculto de toda la estructura social, y por consiguiente también de la forma polı́tica
que presenta la relación de soberanı́a y dependencia, en suma, de la forma especı́fica del estado
existente en cada caso. Esto no impide que la misma base económica – la misma con arreglo a las
condiciones principales – en virtud de incontables diferentes circunstancias empı́ricas, condiciones
naturales, relaciones raciales, influencias históricas operantes desde el exterior, etc., pueda presentar
infinitas variaciones y matices en sus manifestaciones, las que sólo resultan comprensibles mediante
el análisis de estas circunstancias empı́ricamente dadas.40

Por tanto, en su teorı́a de la historia, Marx propone un método de análisis histórico -que
comienza por el modo de producción - pero no respuestas a priori a ese análisis. Mientras que el
lenguaje determinista del Prefacio de 1859 podrı́a sugerir lo contrario, necesita no ser leı́do de
esa manera; y si es tomado en cuenta el contexto discutido por Prinz, efectivamente no deberı́a
leérselo ası́.41 Por ejemplo, contra una lectura unilineal del comentario de Marx acerca de que
la historia ha transcurrido a través de ’el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal
y el moderno burgués’, Eric Hobsbawm ha sugerido que esos estadios deben entenderse como
una progresión lógica, no como una progresión histórica. En los Grundrisse, que fueron escritos
cerca de dieciocho meses antes que el Prefacio a la Contribución a la Crı́tica de la Economı́a
Polı́tica, Marx habı́a profundizado su análisis de las formaciones económicas pre-capitalistas,
de tal forma, que se habı́a expandido el número de los modos de producción desde que habı́a
escrito La Ideologı́a Alemana, al mismo tiempo que reiteraba su creencia de que esos varios
modos ofrecı́an caminos alternativos a través de la historia. Ası́, mientras que la lista de los
modos de producción pre-capitalistas no tuvo la intención de representar un camino unilineal
a través de la historia, tenı́a el sentido de transmitir la idea de una progresión lógica hacia la
creciente ’individualización del hombre’.42
Si la culminación de este proceso iba a ser la victoria de las luchas socialistas del proletariado
- “llamaremos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”43 -,
39
Ste. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World , p. 90. G. de Ste Croix “Class in Marx’s Conception
of History, Ancient and Modern”, p. 102.
40
Marx, Karl El Capital, según traducción aparecida en Goran Therbon, Ciencia, Clase y Sociedad, Madrid:
Siglo XXI, 1980, pp. 374-375.
41
Harman Marxism and History, London, 1998.
42
Hobsbawm, E. ’Introduction to Pre Capitalist Economic Formations’, pp. 36, 38.
43
Marx, Karl, La Ideologı́a Alemana, p. 37.

9
la adopción por Marx de una teorı́a multilineal de la historia significó que estaba preparado
para sostener que, en ciertas circunstancias, podı́a existir un movimiento desde formas menos
desarrolladas hacia formas más desarrolladas de propiedad comunal sin la intervención de un
etapa capitalista. Debido a que la investigación sobre la naturaleza de las sociedades pre-clasistas
lo habı́a convencido de la general vitalidad de las mismas, Marx terminó creyendo que, bajo
condiciones internacionales favorables, seria posible para determinados grupos sortear las etapas
lógicas de la individualización histórica.44
Concretamente, Marx desarrolló esta idea en su discusión sobre la comuna campesina rusa.
Respondiendo a una carta de la revolucionaria rusa Vera Zasulich (16 de febrero de 1881),
quien le pedı́a un consejo de carácter estratégico en relación a las comunas campesinas, Marx
dedicó semanas delineando una serie de borradores, antes de enviar la respuesta considerada
más arriba. Sus comentarios fueron el fruto cuidadoso de un programa de investigación de una
década sobre la historia y la polı́tica rusa. En verdad, tan serio fue el intento de Marx de
comprender la situación rusa que estudió por su cuenta el ruso; según su mujer Jenny ’como si
fuera un tema de vida o muerte’.45 La conclusión de este proyecto fue la respuesta de Marx a
Zasulich (8 de marzo de 1881) en la que sostenı́a que:
El análisis de El Capital ... no provee ninguna razón a favor o en contra de la comuna Rusa. Pero
los estudios sociales que yo he hecho sobre ella, incluyendo la búsqueda de fuentes originales, me
han convencido de que la comuna es el punto nodal para la regeneración social en Rusia. Pero para
que ella pueda funcionar como tal, las influencias perniciosas que la asaltan por todos los costados
deben ser primero eliminadas.

Marx sostuvo que su sugerencia, realizada en el prefacio del primer volumen de El Capital ,
acerca de que el desarrollo social ingles mostraba a los paı́ses menos desarrollados “la imagen
de [su] propio futuro”46 , se referı́a a los paı́ses del oeste Europeo, en los que la acumulación del
capital ya habı́a comenzado, y no a los estados que aún tenı́an que comenzar ese camino.
Numerosos comentaristas han sostenido que al realizar estas afirmaciones, Marx rompı́a fi-
nalmente con el modelo unilineal que habı́a abrazado hasta allı́.47 Kingston-Man afirma, por
ejemplo, que hasta 1870 Marx estaba convencido de que la burguesı́a era un agente necesa-
rio para la modernización, pero que luego comenzó a aceptar un modelo mas matizado de la
evolución social.48 Sin embargo, tal como ha argumentado recientemente Chattopadhyay, tal
análisis malinterpreta tanto el nivel de cambio como el de continuidad en las formulaciones del
Marx maduro. Ya que Marx, no se atuvo a un modelo unilineal de la historia antes de 1870,
y porque después de 1870 siguió creyendo que la acumulación de capital, a escala mundial,
continuaba siendo una precondición necesaria para el socialismo.49 Por ejemplo, en el Prefacio
de 1882 a la edición rusa de El Manifiesto Comunista, Marx y Engels sostuvieron que ’si la
revolución rusa se convierte en el signo de la revolución proletaria en el Oeste, de modo que
se complementen mutuamente, la propiedad común de la tierra de los campesinos rusos podı́a
44
Hobsbawm, E. ’Introduction to Pre Capitalist Economic Formations’, pp. 49-50.
45
T. Shanin, ‘Late Marx: Gods and Crafstmen’ en T. Shanin, Late Marx and the Russian Road , London, 1983,
p. 7. Esto no fue un episodio aislado. Por ejemplo, en 1854, cuando le pidieron que escribiera una artı́culo corto
para el New York Tribune, Marx tomó lo suficientemente en serio la tarea como para aprender español (Vilar, P.
‘Marxist History’, p. 105). Más en general, la profundidad y el detallismo de Marx eran legendarios: por ejemplo,
Engels se quejó una vez sobre su retraso en escribir El Capital por que ‘en tanto y en cuanto tengas por delante
un libro que consideres importante, no te sentarás a escribir’.
46
Marx, K. Capital , vol. 1, p. 91.
47
T. Shanin, ‘Late Marx’; H. Wada ‘Marx and Revolutionary Russia’, en en T. Shanin, Late Marx and the
Russian Road , London, 1983; E. Kingston-Mann ‘Deconstructing the Romance of the Burgeoisie: A Russian
Marxist Path Not Taken’, Review of International Political Economy 10:1, 2003.
48
E. Kingston-Mann ‘Deconstructing the Romance of the Burgeoisie’, p. 95.
49
Chattopadhyay, P. ‘Capital, the Progenitor of Socialism: Progress as the Dialectic of Negativity in the Critique
of Political Economy’ Historical Materialism, (forthcoming).

10
servir como punto de partida para el desarrollo del comunismo’. Recurriendo a un argumento
de corte idiosincrásico, Wada desestima la vinculación explicita en este pasaje entre el éxito
de las comunas rusas y el éxito de una revolución en el oeste Europeo, al sugerir que Marx,
inmediatamente después de la muerte de su mujer, se encontraba “sin ánimo”, lo que explica
por qué le permitió a Engels trastocar su nuevo modelo multilineal con vestigios de su viejo
esquema.50 Esta afirmación es, como mı́nimo, tal como apuntaron Sayer y Corrigan, “altamente
especulativa”.51 Es sin duda mucho más plausible argumentar que al realizar estos comentarios
sobre la comuna rusa, Marx no estaba rechazando su antiguo materialismo, sino profundizándo-
lo al hacerlo más internacional52 y más a tono con la vitalidad de las formas de producción
comunal de tipo pre-capitalistas.
Uno de los argumentos centrales de La Ideologı́a Alemana, que constituye un argumento
definitorio del marxismo, es que:

. . . el desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya, al mismo tiempo, una existencia empı́rica
dada en un plano histórico-universal, y no en la vida puramente local de los hombres) constituye
también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizarı́a la
escasez y, por tanto, con la pobreza comenzarı́a de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y
se recaerı́a necesariamente en toda la inmundicia anterior.53

Si Marx hubiese rechazado este argumento, seguramente, entonces, no habrı́a seguido siendo
Marxista en ningún sentido significativo. Ese no es el caso, sugiere Rigby; o al menos no deberı́a
serlo, si es que hay algo valioso que rescatar del materialismo histórico.
En tanto Rigby defiende ese argumento, el mismo descansa en una elisión: aceptar el ’de-
terminismo de las fuerzas productivas’, sostiene, implica aceptar que son más bien las fuerzas
productivas que los actores humanos, quienes hacen la historia.54 Pero esta afirmación es ver-
dadera sólo si aceptamos un modelo particularmente mecánico de determinación. Sin embargo,
como sostuvo Alasdair MacIntyre, Marx entendı́a a la determinación en un sentido hegeliano,
como indicando el proceso a través del cual la base económica de la sociedad provee “un marco
dentro del cuál surge la superestructura, un conjunto de relaciones alrededor de las cuáles pue-
den entrelazarse las relaciones humanas, un núcleo de relaciones humanas desde el cual crece
todo lo demás’.55 Dado que la caracterı́stica distintiva de la producción humana, según Marx,
es ser una forma de ’actividad dirigida a un fin’, tiene poco sentido contrastar la determinación
de las fuerzas productivas con la acción libre.56 Mas bien, dado que sólo ejercitamos el libre
albedrı́o dentro de determinados contextos materiales, es mucho mejor seguir a Hegel y conce-
bir la determinación y la libertad como dos caras de la misma moneda: como Engels señaló, ’la
libertad es la apreciación de la necesidad’.57
50
H. Wada ‘Marx and Revolutionary Russia’, p. 70.
51
Sayer, D. And Corrigan, P. ‘Late Marx: Continuity, Contradiction and Learning’, en Shanin ed. Late Marx
and the Russian Road .
52
Marx sostenı́a que si Rusia era analizada aisladamente del resto del mundo, entonces las comunas “estaban
condenadas a morir’. Sin embargo, porque Rusia existı́a en ‘un contexto histórico moderno’, que incluı́a ambas
cosas, una ‘cultura más elevada’, y el ‘mercado mundial en el cual la producción capitalista es predominante’,
luego las comunas podrı́an ofrecer un vehı́culo para la regeneración: K. Marx ‘Th Second Draft of a Reply to
Zasulich’, en Shanin (ed) Late Marx and the Russian Road , p. 102. Mientras que el marco global de referencia
prefigura la teorı́a del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, su teorı́a es muy diferente a la de Trotsky,
para quien el socialismo estaba en la agenda de Rusia a causa del crecimiento del proletariado moderno, y no
debido a la existencia de un campesinado comunitario.
53
Marx, Karl, La Ideologı́a Alemana, p. 36.
54
Rigby, Marxism and History, p. 101.
55
MacIntyre, A. ‘Notes from the Moral Wilderness’, en The MacIntyre reader , ed. K. Knight.
56
Capital , vol. 1, p. 284; Ferraro Freedom and Determination, p. 41.
57
Dunayevskaya, R. Freedom and Revolution, Columbia, 1988, p. 53; Marx, K. ‘Economic and Philosophic
Manuscripts’, en Marx, K. Early Writings, London, 1975, p. 386.

11
En diferentes momentos de su juventud, Marx sostuvo que tanto “el trabajo” como “la
libertad” eran “la esencia del hombre”. Ambas concepciones deben entenderse como comple-
mentarias, y fluyendo de la herencia hegeliana de Marx. Marx insistió en que la libertad era un
potencial inherente de la humanidad que se realiza a través de la historia; que fue por lo tanto
algo que evolucionó a lo largo del tiempo a través de un proceso de luchas colectivas, y que
esas luchas son mejor comprendidas contra el trasfondo del desarrollo de las fuerzas productivas
de la humanidad. La libertad debe por lo tanto no cosificarse, ni como un momento de este
proceso, ni como un atributo de los individuos en contra de lo social. Más bien el significado de
la libertad evoluciona a lo largo de la historia, en tanto se expanden los parámetros materiales
para su realización, y en tanto se forman grupos a través de la lucha por la satisfacción de esas
demandas en aumento.58
En relación a la primera de estas dos precondiciones para la realización de estas libertades
ampliadas, Marx, como ya es famoso, escribió en el tercer volumen de El Capital que ’el reino
de la libertad realmente comienza en el punto en que termina el trabajo determinado por la
necesidad y la compulsión externa’. Insiste que la humanidad debe luchar incesantemente contra
la naturaleza para satisfacer sus necesidades porque, primero, siempre permanecerá un “reino
de necesidad” que demande trabajo, y, segundo, porque la expansión de las fuerzas producti-
vas desarrolladas para satisfacer un conjunto de necesidades, tenderán a generar otras nuevas.
De este modo, mientras que Marx equipara libertad con socialismo, nos recuerda que nunca
habrá “almuerzos gratis” - sólo comidas que serán adquiridas con mayor o menor eficiencia: “la
reducción de la jornada de trabajo es el pre-requisito básico para la conquista de la libertad”.59
Ası́, contrariamente a Rigby, el determinismo de las fuerzas productivas no significa que sean
las fuerzas productivas más que los agentes humanos, quienes hagan la historia.
Tampoco puede reducirse el modelo evolucionista del desarrollo social de Marx a una forma
de darwinismo social, no obstante la frase de Engels en el funeral de Marx de que ’ası́ como
Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del
desarrollo de la historia humana’.

3. Marxismo y evolucionismo

En 1980 Margaret Fay demostró finalmente la falsedad del mito según el cual Marx habı́a
pensado dedicar el primer volumen de El Capital a Darwin.60 Sin embargo, que el mito haya
sobrevivido durante la mayor parte del siglo, y continúe todavı́a hoy a pesar de su refutación,
evidencia su plausibilidad, basada, como antes, en la admiración que tanto Marx como Engels
indudablemente sentı́an por el “trascendental” trabajo de Darwin.61 Marx sostuvo en una carta
a Engels, que a pesar del “burdo estilo inglés” de Darwin, su libro “contiene las bases de
historia natural para nuestra concepción”.62 Pero si el darwinismo “contenı́a” las bases de
historia natural para el materialismo histórico, ¿cuál fue en los hechos la relación entre las dos
teorı́as?
La relación emergente entre evolución cultural y biológica en la teorı́a marxista no aparece
en ningún lugar con más elocuencia que en “El papel del trabajo en la transformación del mono
en hombre“ (1874) de Engels. En esta obra maestra inconclusa, Engels tomó posición contra
de la interpretación de Darwin sobre la evolución de los humanos modernos. Darwin habı́a
argumentado que el momento decisivo de la evolución humana tuvo lugar con el desarrollo de
58
MacIntyre, A. ‘Freedom and Revolution’ Labour Review , February-March 1960.
59
Capital , vol. 3, p. 959.
60
Wheen, F. Karl Marx London, 1999, p. 368.
61
Capital , vol. 1, p. 461.
62
Citado por J. Bellamy Foster Marx’s Ecology, Nueva York, 2000, p. 197.

12
cerebros más grandes, a partir de lo cual, asume Darwin, evolucionaron las otras caracterı́sticas
humanas: bipedismo, manos libres y lenguaje. En contraste con esta hipótesis, Engels sugerı́a
que el masivo desarrollo del cerebro fue evolutivamente posterior al bipedismo:

Es de suponer que como consecuencia, ante todo, de su género de vida, por el que las manos, al
trepar, tenı́an que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostum-
brando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición
erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.63

Una vez que las manos de nuestros ancestros los monos se liberaron, pudieron ser usadas de
modo creciente para manejar herramientas; y una vez que la ventaja evolutiva dejó de residir
en el uso de las manos para trepar, y en su lugar, se dirigió a favorecer a las manos que
podı́an construir herramientas, entonces fue sólo cuestión de tiempo para que las manos de los
simios evolucionaran de un modo semejante a las de los humanos modernos. Este proceso es de
gran importancia porque demuestra que “la mano no es sólo el órgano del trabajo, es también
producto de él ”.64
Esta adaptación evolutiva tuvo profundas consecuencias biológicas y culturales para la evo-
lución ulterior de los humanos. Engels señala que el hombre social tuvo que haber evolucionado
desde antepasados gregarios porque “el desarrollo del trabajo ... tenı́a que contribuir forzosa-
mente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad . . . los hombres. . . llegaron a un punto
en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros”.65 El trabajo, por lo tanto, re-
forzó las tendencias hacia la evolución del comportamiento social, lo que incluye la adaptación
de la laringe, facilitando ası́ el desarrollo del lenguaje. Por último, el trabajo y el lenguaje
constituyeron en conjunto los dos estı́mulos más importantes de la rápida expansión cerebral.66
Una inteligencia acrecentada y el saber tecnológico condujeron luego al desarrollo de una dieta
más variada. La ampliación de la dieta de nuestros ancestros apuntaló, a su vez, las ulteriores
expansiones del cerebro, las cuales facilitaron la conquista del fuego y la domesticación del ga-
nado.67 Por lo tanto, la base de la evolución social fue la evolución natural hacia el bipedismo
de nuestros ancestros los monos. En adelante, procesos evolutivos de tipo social y natural se
reforzaron mutuamente a través de una positiva interrelación que impulsó aún más la evolución
de nuestros ancestros hacia nuestra forma moderna. Engels sostenı́a que la incapacidad de Dar-
win para entender este proceso se debı́a a la “influencia ideológica” sobre su pensamiento que
tendı́a a menospreciar la importancia del trabajo para la historia social en general.68
63
Engels, F. (1876) “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, en Marx, C. and Engels,
F. (1974) Obras Escogidas, III, Editorial Progreso Moscú, pp. 66-67.
64
Idem, p. 68. Esta formulación podrı́a ser interpretada como una evidencia de la supuesta confusión de Engels
entre el Darwinismo y el Lamarckismo: R. Weikart Socialist Darwinism: Evolution in german Socialist Thought
from Marx to Bernstein, San Francisco, 1988, p. 72. Sin embargo, yo no creo que Engels quiera decir que
caracterı́sticas evolutivas de tipo cultural puedan ser heredadas directamente, y por cierto su argumento no debe
ser interpretado de ese modo: ver Foster Marx’s Ecology, p. 206; y S. Jay Gould An Urchin in the Storm, London,
1987, p. 111. Más bien, Engels propone una relación dialéctica entre evolución cultural y natural, a través de la
cual parte importante del ambiente ‘natural’ dentro del cual los humanos compiten por sobrevivir es construido
culturalmente, de modo que esas estructuras actuarán como parte del contexto dentro del cual la selección natural
tiene lugar.
65
Engels, F. (1876) ‘El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, p. 69.
66
Idem.
67
Idem.
68
Gould señala que lo fundamental del caso de Engels se probó como correcto con el descubrimiento del
A. Africanus en los años 1920s, pero que a pesar de la evidencia del registro fósil la opinión alternativa ha
demostrado su resistencia a morir: S. Gould The Panda’s Thumb, London, 1980, p. 110. La tesis Darwiniana
implica la existencia del famoso ‘eslabón perdido’ – un mono con un cerebro de gran tamaño – que jamás fuera
encontrado.

13
Weikart afirma que en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” Engels
confundió darwinismo con lamarckismo.69 En cierto sentido no serı́a sorprendente ya que, como
Ernst Haeckel, los Darwinistas alemanes de la época aceptaban que las caracterı́sticas adquiridas
podı́an ser heredadas. Sin embargo, no creo que Engels quisiera decir que las caracterı́sticas
culturales desarrolladas pudieran heredarse directamente, y por cierto, su argumento no debiera
interpretarse en ese sentido.70 Más bien propone la existencia de una relación dialéctica entre
evolución cultural y natural, por la cual una parte importante del ambiente “natural”, en el cual
los humanos compiten por sobrevivir, es construido culturalmente, de manera tal que estructuras
culturales actuarán como parte del contexto en el que tiene lugar la selección natural.
Una vez que los humanos evolucionaron hasta su forma moderna, la evolución natural
dejó paso a la evolución cultural como la fuerza más dinámica de la historia humana. Engels
analizó este fenómeno en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884). Como
ya es sabido, Engels abre esta popularización, y simplificada traducción marxista de La Sociedad
Antigua de Morgan, convencido de que a través de sus estudios antropológicos, Morgan:

descubrió de nuevo [. . . ]la teorı́a materialista de la historia [. . . ] según la (cual) el factor decisivo
en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta
producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia,
de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se
necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden
social en que viven los hombres en una época o en un paı́s dados, está condicionado por esas dos
especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la
otra.71

Aunque atraı́do por el método de Morgan, Engels reiteró su creencia, y la de Marx, de que
la teorı́a debı́a tener arraigo empı́rico, y por lo tanto, su argumento incluı́a una advertencia: “y
su clasificación permanecerá sin duda en vigor hasta que una riqueza de datos mucho más con-
siderable no obligue a modificarla”.72 A su vez, Morgan habı́a periodizado la historia humana
en tres eras principales – salvajismo, barbarie y civilización - que los investigadores modernos
llamarı́an sociedades cazadoras–recolectoras, agrı́colas y urbanas. Engels se apoyó en este es-
quema, para afirmar que las clases, el estado y la opresión a las mujeres no eran caracterı́sticas
universales de la historia humana.
Especı́ficamente, Engels afirmó que la explotación del hombre por el hombre, y la existencia
de clases sociales devino una posibilidad, sólo en el punto de la historia en el que la productividad
del trabajo excede a la necesaria para la propia subsistencia.73 Desarrollando la discusión acerca
de la división del trabajo de la Ideologı́a Alemana, Engels sostenı́a que la antigua división
igualitaria del trabajo dentro de la familia, entre cazadores (varones) y recolectoras (mujeres),
se transformó en una relación de poder a medida que el movimiento hacia el pastoralismo
mejoró dramáticamente la posición del varón sin modificar la división del trabajo familiar: ya
que a medida que la riqueza aportada al hogar por la mujer con el trabajo doméstico disminuye
en relación a la que aporta el hombre con el ganado, también se deteriora en términos relativos la
69
Weikart Socialist DarwinismK, p. 72; y ver T. Benton ‘Social Darwinism and Socialist Darwinism in Germany
1860 to 1990’, en P. Blackledge and G. Kirkpatrick (eds) Historical Materialism and Social Evolution, London,
2002, p. 68. Jean Lamarck sostuvo ambas cosas: que las caracterı́sticas adquiridas durante la vida de un organismo
podı́an ser heredadas por sus vástagos y que el dinamismo básico del cambio evolutivo ocurrı́a independientemente
en cada unidad individual de un grupo. En contra de este modelo desarrollista de la evolución Darwin propuso
un modelo variacional , según el cual ‘no hay una escalera predeterminada de vida, que las formas de vida estén
inherentemente predispuestas a subir’: E. Sober The Nature of Selection, Chicago, 1984, p. 154.
70
Ver nota 64.
71
Engels, Federico (1884) El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado, Buenos Aires: Planeta
Agostini, 1986.
72
Idem, p. 55.
73
Idem.

14
posición de la mujer con respecto a la del hombre.74 Además, con el aumento de la productividad
del trabajo y la existencia de un producto excedente, la guerra se vuelve endémica con los robos
de ganado y de hombres para ser usados como esclavos. Las guerras por el control del excedente
social generó guerreros, y una nueva división se desarrolló por sobre la existente entre hombres
y mujeres. Esta división tuvo un carácter doble: por un lado algunos hombres se convirtieron
en botines de guerra, creando una nueva clase de trabajo no libre, mientras que una segunda
división apareció dentro del grupo victorioso entre hombres más y menos poderosos. Engels
afirmó que “de la primera gran división social del trabajo nació la primera gran escisión de la
sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados”.75 Serı́a en este punto
de la historia en el que el concepto de propiedad privada surge para demarcar el control de
individuos particulares sobre parte del excedente social. Una vez surgida la propiedad privada,
la cuestión de cómo reproducirla a través de las generaciones se vuelve un problema concreto.
Ası́ como previamente los descendientes eran reconocidos por la madre, ahora la necesidad de los
padres de traspasar la propiedad a sus hijos demandaba que tuvieran acceso sexual exclusivo a
determinadas mujeres. Dentro de este contexto, la familia no se desarrolla como el ámbito de la
felicidad doméstica “que conforma el ideal filisteo”, sino como un derecho de propiedad otorgada
al varón. Engels señala que la etimologı́a de la palabra “familia” puede remontarse hasta el
significado que se le otorgaba en Roma: “el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo
hombre”.76 Por lo tanto, en contraste con la estructura reproductiva de los grupos salvajes y
bárbaros, el surgimiento de la civilización marcó “el derrocamiento del derecho materno”, lo
que significó “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.77 Después de un
prolongado proceso, las nuevas desigualdades y divisiones se solidificaron, y con el nacimiento
de la civilización surge “una clase que no se ocupa de la producción”.78 No obstante, junto con
el surgimiento de la explotación y la opresión de género emergen las luchas en su contra. En
este contexto, el Estado crece como una estructura necesaria para estabilizar la sociedad en
beneficio de los intereses de la clase dominante.
El Estado es [. . . ] un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es
la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y
está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que
estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sı́ mismos y
no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente
por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los lı́mites del ‘orden’
[. . . ] [Sin embargo] como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y
como, al mismo tiempo nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado
de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte
también en la clase polı́ticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y
la explotación de la clase oprimida. Ası́, el Estado antiguo era, ante todo, el Estado de los esclavistas
para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valı́a la nobleza para
tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que
se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay perı́odos en
que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente,
adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquı́a
absoluta de los siglos XVII y XVIII, que mantenı́a a nivel la balanza entre nobleza y la burguesı́a; y
en este caso estuvieron el bonapartismo del primer Imperio francés, y sobre todo el del segundo.79

Ası́, Engels explica el surgimiento de clases, el estado y la opresión de género dentro de un


contexto de transformaciones en el modo de producción, desde sociedades cazadoras–recolectoras
74
Idem.
75
Idem, p. 276.
76
Idem, p. 112.
77
Idem, p. 110.
78
Idem, p. 283.
79
Idem, pp. 293-94.

15
hacia sociedades urbanas, pasando por sociedades agrı́colas. Las investigaciones han avanzado
desde 1884 y muchos de los argumentos de Engels han sido superados – ya habı́an avanzado para
1891 cuando Engels señala en el prefacio de la cuarta edición del libro que la investigación ha
desestimado algunas hipótesis menores de Morgan. Sin embargo, tal como señaló Eleanor Burke
Leacock acerca del libro de Engels, “a pesar de sus defectos, todavı́a es una profunda y magistral
sı́ntesis teórica”.80 Por el contrario, otros analistas, a pesar de apreciar el trabajo de Engels,
han rechazado sus principales afirmaciones teóricas. Juliet Mitchell observa: “Creo que es, en
ultima instancia, esta búsqueda de los orı́genes históricos lo que estropea la tesis de Engels”.81 De
modo similar, Jules Townsend ha sugerido que la mayor debilidad de la tesis de Engels es que no
puede explicar la “universalidad” del “patriarcado”.82 Sin embargo, Lise Vogel, ha dicho que el
Prefacio metodológico de Engels sugiere una posible solución al problema: cuando Engels afirma,
de acuerdo al materialismo histórico, que “el factor determinante de la historia es, en última
instancia, la producción y reproducción de las necesidades básicas para la vida”, esta perspectiva
abre una fructı́fera lı́nea de investigación acerca de las historias dialécticas entre las divisiones de
clase y las de género, que no reduce la segundas a las primeras. De acuerdo con Vogel esa ha sido
una caracterı́stica desafortunada de la izquierda post-Engelsiana, que aunque adoptó la historia
general de la opresión sexual de Engels, no tomó seriamente su profundización del materialismo
histórico que incluı́a la reproducción social, además de la producción social.83 En contraste,
Lindsey German afirma que las feministas que leen Engels como si planteara la existencia
de dos modos distintos de producción y reproducción, malinterpretan su concepción, ya que
él mismo sugiere abiertamente que “en tanto los seres humanos desarrollan la producción, la
familia deviene relativamente menos importante”, hasta el punto de que, en palabras de Engels,
la estructura familiar pasa a estar “completamente dominada por el sistema de propiedad”.84
Sean cuales fueran los méritos relativos de estos argumentos, lo que es seguro, es que es
injusto afirmar, como hace Wally Seccombe, que “los estudios antropológicos no apoyan” ni la
versión histórica de Engels acerca del ascenso del patriarcado, ni la visión alternativa de “muchas
feministas radicales”. Seccombe apoya su afirmación de que tanto las teorı́as feministas sobre el
patriarcado, como las de Engels, serı́an igualmente erróneas, en que “la colección de evidencias
acerca de pueblos exóticos indica un frecuente (pero de ningún modo uniforme) patrón de
tosca paridad entre sexos”, y también brinda evidencia en “algunas sociedades pre-clasistas
(de) fuertes y persistentes patrones de dominio masculino”. Pero esta afirmación es por cierto
equivocada, ya que las teorı́as de Engels y aquellas referidas al patriarcado son de diferente
orden. Mientras que las teorı́as sobre el patriarcado están atadas a un modelo universal de
dominio masculino, la clave del interés de Engels reside en la demostración de que los “hechos”
de la polı́tica y de género contemporáneos son, en sı́ mismos, productos de la historia. Por lo
tanto su afirmación general, en claro contraste con aquellas de las teorı́as patriarcales, no parece
ser refutada sino más bien profundizada por la evidencia desplegada por Seccombe.85
Más en general, la teorı́a evolutiva de Engels se distingue de los intentos contemporáneos
de reducir el comportamiento humano a su trans-histórica naturaleza simiesca. Engels descarta
a los precursores de los socio–biologicistas contemporáneos con el argumento de que “la sola
contemplación de la historia anterior como un proceso de luchas de clases deja en evidencia la
completa superficialidad de la concepción de la historia como versión suavizada de la “lucha
80
E. Burke Leacock Myths of Male Dominance, Nueva York, 1981, p. 25.
81
J. Mitchell Psychoanalysis and Feminism, London, 1974, p. 365.
82
J. Townsend The Politics of Marxism, London, 1996, p. 203.
83
L. Vogel ‘Engels’s Origin: Legacy, Burden and Vision’, en C Arthur (ed.) Engels Today, London, 1996, pp.
144-7; L. Vogel Marxism and the Oppression of Women, London, 1983, pp. 151ff.
84
L. German Sex, Class and Socialism, London, 1989, p. 66; Origin of the Family, p. 72.
85
W. Seccombe A Millennium of Family Change, London, 1992, pp. 3-6; C. Harman ‘Engels and the Origins
of Human Society’ International Socialism, 65, 1994, p. 138.

16
por la subsistencia”. Por lo tanto no guardó ningún aprecio por “estos falsos naturalistas”.86
Pero, ¿de qué forma afectan estas diferencias la relación entre la teorı́a de la evolución cultural
de Marx y la teorı́a de la evolución natural de Darwin?
En el modelo de Darwin el cambio evolutivo en el mundo natural es el producto de la combi-
nación de la variación entre individuos, la herencia, la selección y la lucha por la subsistencia.87
Perry Anderson ha criticado la aplicación del darwinismo a la historia social, argumentando
que en las estructuras sociales no hay nada que pueda razonablemente relacionarse con el pro-
ceso de selección que opera en el mundo natural: mientras que los genes mutan azarosamente
y no tienen relación con las fuerzas que los seleccionan, en el mundo social “las innovaciones
pertenecen al mismo plano que la selección. . . ambas. . . transcurren siempre en el ámbito de la
actividad conciente del hombre”.88 Por lo tanto, “las innovaciones sociales (y naturales). . . son
completamente diferentes tanto en la escala de las variaciones que ellas representan, como en
la velocidad de los cambios”.89 En forma similar, Callinicos ha argumentado que el marxismo
incluye un componente evolutivo más cercano al modelo de desarrollo de Lamarck que al de
Darwin.90 Sin embargo, a pesar de la incorporación de un componente evolutivo dentro del
materialismo histórico, Marx no adoptó un modelo unilineal de progreso histórico.

4. Progreso y tragedia

Como es sabido, en Orientalism, Edward Said rechaza los escritos de Marx sobre la India
como otra instancia del discurso racista más general, por el cual los ‘orientales’ fueron desperso-
nalizados, como un paso previo a la legitimización del colonialismo Europeo. Para apoyar esta
afirmación, Said cita un artı́culo periodı́stico de Marx, British Rule in India – 10 de junio de
1853 – en el cuál Marx parece excusar al imperialismo por el hecho de que a través del mismo,
Inglaterra habı́a actuado como “la herramienta inconsciente de la historia”.91 Por consiguien-
te, Said acusa a Marx de ignorar los sufrimientos de los Indios y ser vı́ctima del discurso del
orientalismo a través de la mediación de su teorı́a de la revolución social.92 La ley de hierro del
progreso, aparentemente, habrı́a cegado a Marx en relación con el sufrimiento real, ‘empı́rico’,
de los Indios.
Lamentablemente, esta interpretación del análisis que Marx realiza sobre la historia de la
India, ignora el contexto teórico más amplio del argumento de Marx y la recepción de sus tesis
en los cı́rculos anti-imperialistas Indios. Para tomar primero el último punto: tal como Aijaz Ah-
mad ha señalado, cualquiera sea la crudeza indudable de la formulación de Marx en este ensayo,
la mayorı́a de los Indios anti-imperialistas han estado de acuerdo en que el capitalismo jugó un
rol parcialmente progresivo en India.93 Más aún, cuando Marx desarrolló su análisis del rol del
imperialismo en el sub-continente, concibió a los Indios no sólo como vı́ctimas del imperialismo,
sino también como agentes potenciales de su propia emancipación. En The Future Results of
the British Rule in India – 22 de julio de 1853 – argumentaba que la “burguesı́a inglesa ...
86
Origins of the Family, p. 98.
87
R. Lewontin Human Diversity, Nueva York, 1995 p. 149.
88
P. Anderson ‘W. G. Runciman: A New Evolutionism’, en P. Anderson A Zone of Engagement, London, 1992,
p. 165.
89
Idem, p. 167.
90
A. Callinicos Social Theory, Cambridge, 1999. p. 103. Sober Lammarckismo un tipo desarrollista de pensa-
miento evolutivo, y señala qu Lamrck popuso dos fuerzas evolutivas: primero, el vio una tendencia progresiva de
los organismo a lo largo del tiempo a evolucionar hacia un creciente estado de perfección; mientras que, segundo,
variaciones en las circumnstancias permitı́an por un grado de diferenciación local dentro y entre las especies:
Sober, The Nature of Selection, p. 148.
91
E. Said, Orientalism, London, 1978, p. 153.
92
Idem, p. 155.
93
A. Ahmad In Theory, London, 1992, p. 230.

17
ni emancipará, ni enmendará materialmente la condición social de la masa del pueblo”. Marx
afirmaba que para que los Indios logren la emancipación, una u otra revolución era necesaria:
o una revolución del proletariado en Inglaterra o un movimiento de liberación nacional de los
“Hindúes ... para zafarse completamente del yugo Inglés”.94 Más allá de todo lo que pueda ser
dicho sobre este análisis, no se trata por cierto de un desprecio racista de la humanidad de
los Indios. Por el contrario, tal como Ahmad sostiene, la discusión de Marx sobre el desarrollo
capitalista en India puede ser mejor entendida dentro del marco de su más amplio análisis sobre
la transición del feudalismo al capitalismo. Marx imaginaba la perspectiva futura del campesi-
nado Indio como paralela a aquella experimentada unos pocos siglos antes por el campesinado
Europeo. Por consiguiente, lejos de ser un apologista del progreso capitalista, Marx pensaba a
la situación inmediata del campesinado Indio como “trágica”.95 Por ello, concluı́a The Future
Results of the British Rule in India con la observación de que la condición del campesinado
Indio era paralela a la de todas las otras clases explotadas y oprimidas a través de la historia,
y que los apologistas del capitalismo del siglo XIX ignoraban deliberadamente el hecho que “el
progreso humano . . . no beberı́a su néctar más que del cráneo de los muertos”.96
El concepto de tragedia en la obra de Marx, como Ahmad es bien conciente, no se restringe
a moldear su análisis del colonialismo. En La Miseria de la Filosofı́a, Marx escribió que “en
el mismo momento que la civilización surge, la producción comienza a fundarse sobre el an-
tagonismo de órdenes, estamentos, clases, y finalmente sobre el antagonismo entre el trabajo
acumulado y el trabajo actual. Sin antagonismo, no hay progreso”.97 Más concretamente, En-
gels escribió en la The Peasant War In Germany (1850), su historia de la revuelta Anabaptista
de los inicios del Siglo XVI:

La peor cosa que le puede acontecer al lı́der de un partido radical es ser empujado a tomar el
gobierno en una época en la cual el movimiento no está aún maduro para la dominación de la clase
que representa, ni para la realización de las medidas que tal dominación implica. Lo que él puede
hacer depende no de su voluntad sino de la intensidad del choque de intereses entre las varias clases,
y del grado de desarrollo de los medios materiales de existencia, de las relaciones de producción y de
los medios de comunicación sobre los cuáles está basado en todo momento el choque de intereses de
las distintas clases. Lo que él debe hacer, lo que su partido le demanda, nuevamente, no depende de
él, o del grado de desarrollo de la lucha de clases y sus condiciones. Él está atado a sus doctrinas y
a las demandas planteadas hasta allı́, que no emanan de las interrelaciones de las clases sociales en
un momento dado, o de el más o menos accidental nivel de las relaciones de producción y los medios
de comunicación, sino de su mayor o menor perspicacia sobre el resultado general del movimiento
social y polı́tico. Ası́, se encuentra necesariamente en un dilema. Lo que él puede hacer va en contra
de todas las acciones prácticas por él realizadas hasta allı́, de todos sus principios y de los presentes
intereses de su partido; lo que él debe hacer no puede lograrse. En una palabra, es empujado a
representar, no a su partido, o su clase, sino a la clase para la cual las condiciones de su dominación
están maduras. En interés del mismo movimiento, él es empujado a defender los intereses de una
clase extraña, y a alimentar su propia clase con frases y promesas, aseverando que los intereses
de esa clase extraña son sus propios intereses. Quienquiera que se ponga en esta difı́cil situación
está irremediablemente perdido.98

Fue al interior de este marco que Engels analizó la situación de la “magnı́fica figura de
Thomas Munzer”99 – el lı́der del movimiento campesino del siglo XVI – en términos extraı́dos
de la Ideologı́a Alemana, en la cual Marx y él habı́an argumentado que
“el desarrollo de las fuerzas productivas ... (es) una premisa práctica absolutamente necesa-
ria, porque sin ella sólo se generalizarı́a la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzarı́a de
94
K. Marx ‘The Future Results of the British Rule in India’, en Marx, Surveys from Exile, p. 323.
95
A. Ahmad In Theory, p. 228.
96
K. Marx ‘Revolution in China and in Europe’, en Marx, Surveys from Exile, p. 325.
97
K. Marx The Poverty of Philosophy, Moscow, 1978, p. 56.
98
F. Enegels, The Peasant War in Germany, Moscow, 1956, pp. 138-9.
99
Idem, p. 50

18
nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaerı́a necesariamente en toda la inmundicia
anterior.100
Ası́ mientras que Engels rastreaba el inspirador intento de Munzer de ganar la libertad para
los campesinos alemanes, demostró cómo la tragedia de Munzer fue encontrarse en una situación
histórica sin esperanza, que garantizaba en última instancia la derrota final de su movimiento.
Volviendo entonces a la afirmación de Rigby de que los historiadores no han sido capaces
de usar provechosamente el determinismo de las fuerzas productivas de Marx,101 la aplicación
del método que hace Engels en su ensayo, implica que eso no es verdad. Por cierto, cualquier
historiador con una reputación mı́nima deberı́a intentar contextualizar las acciones de los agentes
humanos que estudia, y parte de este contexto incluirá el nivel de desarrollo económico dentro
del cuál ellos se encuentran. Ya que el determinismo de las fuerzas productivas no implica, a
pesar de Rigby, que son las fuerzas productivas las que hacen la historia; más bien, tal como Ball
sostiene, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas fija los parámetros de los resultados
posibles de un evento: el determinismo de las fuerzas productivas es ası́ mejor entendido como
una forma de ‘posibilismo polı́tico’.102 Y mientras que el desarrollo de las fuerzas productivas
implica que nuestra capacidad para lograr diversos objetivos se incrementa, de ningún modo
conlleva como consecuencia que efectivamente realizaremos este potencial. Más en general, sin
una comprensión de los constreñimientos existentes sobre la acción humana por el nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas, como Engels sostuvo en una carta dirigida a Lasalle del 18
de mayo de 1859 - de un modo similar a los comentarios de Marx sobre Ranke arriba señalados
-, los historiadores se arriesgan a reducir “el conflicto trágico a pequeñas cuestiones”.

5. Del Feudalismo al Capitalismo

Comparando los comentarios de Marx sobre la comuna campesina rusa y su antigua discusión
sobre el colonialismo en India, uno se ve impresionado inmediatamente por el contraste entre su
primera visión de la historia como necesidad trágica y su adopción posterior de la multilinealidad
histórica. De modo similar, Robert Brenner ha sostenido que existe una ruptura entre el Marx de
La Ideologı́a Alemana, La Miseria de la Filosofı́a y El Manifiesto Comunista, y el Marx tardı́o
de los Grundrisse y El Capital . Brenner sugiere que el modelo de la transición que se ofrece en
los escritos juveniles de Marx es similar al enfoque de Adam Smith, y que al igual que Smith,
el joven Marx, de hecho, no desarrolla una teorı́a de la transformación de la sociedad, ya que
asume aquello que quiere explicar: “el ascenso de la burguesı́a al poder es casi automático”.103
Especı́ficamente, la unilinealidad del joven Marx es heredada de Smith, como una aceptación
tácita de un modelo trans-histórico de naturaleza humana capitalista, en lucha por romper las
ataduras que el feudalismo imponı́a al desarrollo capitalista. En contraste con ello, Brenner
sostiene que el “principio rector” a través del cual el Marx maduro desarrolla una poderosa
teorı́a de la transformación social es “el modo de producción, concebido como un sistema de
relaciones sociales de la propiedad “.104
Desafortunadamente, mientras que sin dudas Brenner está en lo cierto cuando subraya la
centralidad de los conceptos de modo de producción y relaciones de producción para la teorı́a
de la historia de Marx, su intento de diferenciar las teorı́as de la historia expuestas en Miseria
100
Marx, Karl, La Ideologı́a Alemana, p. 36.
101
Rigby Marxism and History, p. 34.
102
T. Ball ‘History: Critique and Irony’, en T. Carver (ed) The Cambridge Companion to Marx , Cambridge,
1991, p. 140.
103
R. Brenner “Burgeois Revolution and the Transition to Capitalism”, en A.L. Beier, D. Cannadine and J.M.
Rosenheim (eds) The First Modern Society: Essays in English History in Honour of Lauwrence Stone, Cambridge,
1989, p. 279.
104
Idem, p. 273.

19
de la Filosofı́a y El Capital es, por varias razones, poco convincente. Primero, como ya señalé,
si Marx desplegó el concepto de formas de intercambio en La Ideologı́a Alemana, el concepto
de relaciones de producción fue ya desarrollado en Miseria de la Filosofı́a. Segundo, Marx
reafirmó su modelo acerca del “determinismo” de las fuerzas productivas en el Prefacio de 1859
- escrito dieciocho meses después de los Grundrisse. Por último, tan tardı́amente como 1882,
Marx y Engels continuaron reafirmando en una nueva Introducción al Manifiesto Comunista,
la importancia del desarrollo de las fuerzas productivas en la historia. Más en general, los
comentarios que realizara Marx sobre Rusia en la década de 1880 se basaron en su análisis de
la posición única que ésta ocupaba en el mundo – esto es, por no haber sido alcanzada todavı́a
ni por el capitalismo, ni por el colonialismo, era libre en un grado desconocido por aquellas
áreas donde el capitalismo imponı́a su lógica terrible. A pesar de ello, aunque sea poco plausible
contrastar el joven Marx con el viejo, como lo intenta Brenner, es indudable que en El Capital ,
Marx profundizó su análisis de los orı́genes del capitalismo.
El primer volumen de El Capital se cierra con la famosa discusión de Marx sobre “la acu-
mulación primitiva del capital”; es decir, con su discusión sobre la creación de los prerrequisitos
históricos para el surgimiento del capitalismo. Hasta allı́, Marx habı́a demostrado que la acumu-
lación del capital es un proceso circular que parece no tener punto de partida.105 Sin embargo, si
Marx iba a formular un análisis histórico del capitalismo, necesitaba exponer cómo apareció el
capital y qué fuerzas eran las que tendı́an a su disolución. En referencia a este último punto,
la teorı́a del valor de Marx y su teorı́a sobre la caı́da tendencial de la tasa de ganancia estaban
dirigidas a demostrar que el capitalismo generaba las condiciones para su posible derrocamien-
to.106 Segundo, Marx explicó el surgimiento del capitalismo como resultado de la separación del
trabajo humano con respecto a los medios de producción - la acumulación primitiva del capital;
y su discusión de este proceso es una de las secciones más celebradas de El Capital . Marx sos-
tuvo que el capitalismo apareció cuando el campesinado fue separado de la tierra y convertido
en trabajadores asalariados ‘libres’, ya que sólo dentro del marco del trabajo asalariado libre
podı́a el capital ser acumulado libremente. La “forma clásica” de este proceso se produjo en
Inglaterra, donde el cercado de las tierras comunales tuvo como resultado la destrucción del
viejo estilo de vida campesino, y desde ese momento los ex campesinos se vieron obligados a
vender su capacidad de trabajar de modo de poder ganar el dinero necesario para comprar las
mercancı́as que fueran necesarias para su subsistencia.107
Mediante este análisis histórico del surgimiento del capitalismo, Marx desbanca uno de los
mitos centrales de la economı́a burguesa: que consumidores y productores se encuentran en el
mercado como agentes libres e iguales. Marx demuestra que el libre mercado fue creado a través
de la proletarización violenta del campesinado: “el capital chorrea. . . sangre y lodo, por todos
los poros, desde la cabeza hasta los pies”.108 Según Marx, entre los Siglos XIV y XVI tuvo
lugar una violenta revolución en las relaciones de producción en Inglaterra, la cual dio origen al
capitalismo.109 Discutiendo este argumento, McNally señala que Marx expuso “la gran evasiva
que se aloja en el corazón” de cualquier defensa del libre mercado: que éste se basa en una
violenta expropiación al pueblo.110
Mientras que Marx delineó una sofisticada teorı́a sobre la creación brutal del proletariado
inglés, no logró producir un modelo igual de poderoso sobre los modos de producción precapi-
talistas, que pudiera explicar por qué el proletariado inglés surgió en el tiempo y en el lugar
105
Capital, vol. 1, p. 873.
106
Capital, vol. 3, pp. 317-75.
107
Capital, vol. 1, p. 876.
108
Idem, p. 950.
109
Idem, p. 878.
110
D. McNally Against the Market, London, 1993, p. 5.

20
en que lo hizo.111 Esto no significa sugerir que Marx no tuvo tal teorı́a; la tuvo. Sin embar-
go, en su trabajo de madurez no hizo mucho más que sugerir que un desarrollo previo de las
fuerzas de producción era el prerrequisito para la proletarización del campesinado. Lo más que
se acercó Marx a brindar una explicación de estos prerrequisitos es en el tercer volumen de El
Capital , en el cual escribió que un determinado nivel de desarrollo comercial capitalista “es en
si mismo una precondición histórica para el desarrollo de las fuerzas de producción (1) como
precondición para la concentración de la riqueza, y (2) porque el modo de producción capitalista
presupone producción para el intercambio”. Es ası́, que tanto en el trabajo de su madurez, como
en La Ideologı́a Alemana, Marx continuó explicando el curso general de la historia como con-
secuencia del desarrollo de las fuerzas de producción, resistiendo al mismo tiempo la tentación
de abrazar el inevitabilismo histórico: Marx insistió en que el desarrollo del capital comercial
“tomado por si mismo, es insuficiente para explicar la transición de un modo de producción a
otro”.112
Marx argumentaba que aunque el comercio y el capital mercantil siempre habı́an tenido “un
efecto disolvente sobre las organizaciones preexistentes de producción”, en y por sı́ mismos, no
podı́an explicar la transición del feudalismo al capitalismo: “cuán lejos [el capital mercantil]
conduzca a la disolución del viejo modo de producción depende principalmente de la solidez
y la articulación interna de este modo de producción en sı́”.113 Pese a que las “revoluciones”
en el comercio de los Siglos XVI y XVII “fueron una instancia fundamental para impulsar la
transición del modo feudal al modo capitalista de producción... el modo moderno de producción
en su primer perı́odo... sólo se desarrolló donde las condiciones para ello habı́an sido creadas
durante la edad media.”114
Sin embargo, si no parecen caber dudas de que Marx en este pasaje desestima las consecuen-
cias revolucionarı́as del capital mercantil, más tarde, en el mismo capı́tulo su argumento es más
ambiguo. Como es sabido, Marx proclama que “la transición del feudalismo al capitalismo se
produce de dos maneras diferentes”. La primera forma, “la realmente revolucionaria”, compren-
de al productor que deviene mercader y capitalista; mientras que por el contrario, la segunda
forma comprende al mercader tomando “el control directo de la producción”. Aunque este ar-
gumento parece implicar que el capital mercantil podrı́a disolver el feudalismo desde adentro,
Marx se retracta de inmediato, y argumenta que el capital mercantil “no puede llevar a la caı́da
del viejo modo de producción por sı́ mismo, sino que tiende a preservarlo y contenerlo como
su propia precondición”.115 Sin embargo, en la página siguiente, Marx sugiere que la transición
puede haberse dado no de dos sino de tres formas, las dos mencionadas anteriormente y una
tercera donde “el mercader se vuelve directamente un industrial”.116 Entonces, mientras por
un lado, Marx niega explı́citamente al capital mercantil un rol revolucionario en la transición
del feudalismo al capitalismo, por el otro, la insinuación presente en este comentario, parece
sostener una interpretación radicalmente divergente de la relación entre el capital mercantil y la
aparición del modo capitalista de producción. De hecho, aunque la desestimación del rol revolu-
cionario del capital mercantil se ajusta al enfoque de Brenner antes mencionado, el argumento
de Marx de que los mercaderes podrı́an haber estimulado la disolución del feudalismo al devenir
ellos mismos industriales recuerda su antigua posición, articulada en La Ideologı́a Alemana, de
que las ciudades son un resultado de la producción feudal y subsecuentemente, desarrollaron
111
J. Schlumbohm ‘Relations of Production – Productive Forces – Crisis in Proto-Industrialisation’, en P. Kriedte
et al (eds) Industrialisation before Industrialisation, Cambridge, 1981, p. 94.
112
Capital , vol. 3, p. 444; ver K. Marx ‘Economic Manuscripts of 1861-1863’, en K. Marx y Engels, F. Collected
Works vol. 30, London, 1988, p. 38.
113
Capital, vol. 3, p. 449.
114
Idem, p. 450.
115
Idem, p. 452.
116
Idem, p. 453.

21
una relación antagónica con el feudalismo, y que este conflicto entre ciudad y campo dio lugar
eventualmente a las revoluciones burguesas por las cuales el capitalismo rompió con las ataduras
de la sociedad feudal.117
Esta ambigüedad ha generado una considerable literatura en los últimos años. Por un lado,
analistas como Comninel han sostenido que ese concepto de Marx sobre la revolución burguesa
deberı́a excluirse de la teorı́a marxista de la historia, los marxistas más ortodoxos en cambio,
han insistido que en El Capital Marx profundizó, y ciertamente no rechazó, la interpretación del
materialismo histórico enunciada en La Ideologı́a Alemana.118 Un problema que afecta a este
debate es una tendencia a cosificar la discusión de Marx sobre las revoluciones burguesas. Com-
nimel argumenta que “la presentación definitiva del concepto de revolución burguesa aparece
en El Manifiesto Comunista”.119 Allı́ Marx y Engels argumentaron que:

Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesı́a ha ido acompañada del correspondiente
progreso polı́tico. Estamento oprimido bajo la dominación de los señores feudales ... la burguesı́a
después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la
hegemonı́a exclusiva en lo polı́tico en el Estado representativo moderno. El Gobierno del Estado
moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa120

Es esta explicación esquemática la que ha sido objeto de un permanente ataque durante las
últimas décadas, principalmente por razones polı́ticas, por parte de los historiadores revisionis-
tas.121 Sin embargo, ni Marx, ni Engels, escribieron un estudio sistemático sobre la Revolución
Francesa, y sus comentarios sobre las revoluciones burguesas se comprenden mejor a través del
análisis de sus estudios históricos sobre tales movimientos.
En relación a los análisis de Marx y Engels sobre la “Gran Revolución Francesa”, Michael
Lowy ha señalado que esos comentarios no pretendı́an ser “ejercicios de historiografı́a académi-
ca”, sino que más bien apuntaban a destacar la necesidad de una “nueva revolución”.122 En-
tonces, a través de la comparación de los argumentos de Marx anteriores a 1848 – perı́odo en
el cuál la burguesı́a francesa fue presentada en términos “mucho menos heroicos”- con los del
perı́odo de 1848, Lowy afirma que Marx y Engels “sólo alabaron las virtudes de la burguesı́a
revolucionaria de 1789 para poder estigmatizar con mayor eficacia a la espuria versión alemana
de 1848”.123
Más en general, el comentario más famoso de Marx sobre la Revolución Francesa – que se
encuentra en el que tal vez sea su mejor trabajo de historia contemporánea, El Dieciocho Bru-
mario de Luis Bonaparte – sugiere una diferencia estructural fundamental entre las revoluciones
burguesas y las revoluciones socialistas, en contra de la visión de aquellos que sólo consideran
su análisis sobre 1789 como un mero modelo para la revolución socialista. Aunque El Dieciocho
Brumario era un estudio de la polı́tica francesa entre 1848 y 1851, Marx inició el ensayo con
una declaración referida a la naturaleza de la revolución de 1789 (y la revolución inglesa de
1649). Marx sostuvo que “por muy poca heroica que la sociedad burguesa sea, para traerla al
mundo habı́an sido necesarios, sin embargo, el heroı́smo, la abnegación, el terror, la guerra civil
y las batallas de los pueblos”. Proclamaba que no cualquier forma de heroı́smo bastarı́a: “los
héroes, lo mismo que los partidos y la masa de la antigua revolución francesa, cumplieron, bajo
el ropaje romano y con frases romanas, la misión de su tiempo: librar las cadenas e instaurar
117
The German Ideology, pp. 45 46.
118
G. Comninel Rethinking the French Revolution, London, 1987, p. 205. A. Callinicos ‘Burgeois Revolutions
and Historical Materialism’, International Socialism, 2: 43, 1989, pp. 161-4.
119
G. Comninel Rethinking the French Revolution, p. 29.
120
Marx, Carlos y Engels, Federico (1848) El Manifiesto Comunista, Madrid: Sarpe.
121
E. Hobsbawm, Echoes of the Marseillaise, London, 1990, p. 109.
122
M. Lowy ‘”The Poetry of the Past”: Marx and the French revolution’, New Left Review , 177, 1989, p. 113.
123
Idem, p. 115.

22
la sociedad burguesa moderna”. Eso no significa que el lenguaje de los revolucionarios tuviera
que ser necesariamente el de la república romana. Hablando de la revolución Inglesa de 1649,
escribió: “ası́, en otra fase de desarrollo, un siglo antes, Cromwell y el pueblo inglés habı́an
ido a buscar en el Antiguo Testamento el lenguaje de las pasiones y las ilusiones para su revo-
lución burguesa”. La caracterı́stica común de estos movimientos revolucionarios burgueses no
estaba en sus particulares ropajes ideológicos. Más bien, estaba en el hecho de que necesitaran
enmascararse de ese modo, para cubrir sus verdaderos propósitos. De hecho, una vez que los
burgueses ingleses hubieron ganado su revolución, “Locke desplazó a Habakkuk”. El problema
para la burguesı́a, según Marx, es que mientras ideales tales como libertad y autodeterminación
– ya sea que los tomen prestados del Antiguo Testamento, de la República Romana o dónde
sea – fueron necesarios para movilizar a las masas sin las cuales la victoria burguesa contra el
viejo orden no podrı́a haberse realizado, su verdadero espı́ritu Lockeano no pudo actuar nunca
como esa ideologı́a. En especial, dado que la burguesı́a no era más que otra clase minoritaria
que explotarı́a al “pueblo” que decı́a representar, las movilizaciones populares requeridas por
las revoluciones burguesas clásicas no podı́an efectivizarse si se revelaba esa relación antagónica.
Para ganar apoyo popular para su revolución, los representantes de la burguesı́a se vieron
obligados a vender su revolución como revolución del pueblo. Esto no implica que Cromwell y
Robespierre fueran deshonestos; más bien, lo que Marx sugiere es que las revoluciones burguesas
necesitaban de tales utopistas para lograr la movilización de masas que se necesitaba para
derrocar al viejo orden; y que estos hombres, una vez que hubieren cumplido su rol, podı́an ser
desechados mientras los burgueses volvı́an a su negocio.
Por el contrario, dado que el proletariado no hubiera explotado a ninguna otra clase por
debajo de él, “la revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesı́a del pasado, sino
solamente del porvenir”.

Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito
... En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a
sı́ mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecı́a ter-
minado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los
lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario
para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea
una situación que no permite volverse atrás.124

Por lo tanto, argumenta Marx, la forma, si no el contenido, de la ideologı́a de las revolucio-


nes burguesas, podrı́a ser explicada por la distancia entre los intereses de los burgueses y los
intereses de las masas populares. Al comentar la comparación que hace Marx de las revoluciones
burguesas y las revoluciones proletarias, Callinicos sostiene que la autoconciencia que necesita
el proletariado para su revolución requiere que los Marxistas, contrariamente a los burgueses
revolucionarios, se aproximen a los hechos relativos a la situación del proletariado con la máxi-
ma honestidad, rechazando todo mito unificador, por ser ellos polı́ticamente debilitadores, en
particular el mito del nacionalismo.125
Porque la revolución socialista sólo podı́a realizarse como auto-emancipación de la clase tra-
bajadora, demandaba un grado de autoconciencia de parte de los trabajadores que era históri-
camente novedoso. Contrariamente, porque la principal preocupación de la burguesı́a era la
creación de un ambiente propicio para la acumulación de capital, en tanto y en cuanto el Esta-
do bajo el cual operaba removiera las trabas al proceso de acumulación, la burguesı́a se darı́a
124
Marx, Carlos (1852) El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en Marx, Karl, Trabajo asalariado y capital, Madrid:
Planeta Agostini, 1985.
125
Callinicos, Making History, pp. 239-54.

23
ampliamente por satisfecha. Entonces, mientras que la revolución socialista implicaba necesa-
riamente un movimiento auto-conciente de las masas, las revoluciones burguesas, y los Estados
burgueses, podı́an asumir una variedad de formas distintas.
Una revolución burguesa que Engels analizó en profundidad fue la unificación de Alemania
bajo Bismarck, durante la década de 1860. Escrito a lo largo del invierno de 1887-88, el ensayo
inconcluso de Engels El Papel de la Violencia en la Historia pretendı́a dar una expresión con-
creta al método esbozado en su libro Anti-Duhring. Tres cuestiones pertinentes constituı́an el
núcleo del ensayo. Primero, los burgueses alemanes habı́an demostrado ser demasiado cobardes
para plasmar las demandas de su revolución burguesa - la unificación de la fragmentada estruc-
tura polı́tica de Alemania dentro de una constitución liberal. Segundo, Bismarck habı́a unificado
Alemania para la burguesı́a, dentro de un contexto de acrecentada competición global, usando
los métodos de los junkers Prusianos. Finalmente, Bismarck habı́a demostrado que, mientras los
“grandes hombres” podı́an actuar en congruencia con las “necesidades objetivas” de la historia,
habı́a demostrado también que él podı́a frustrar estas fuerzas. En todos niveles, Engels se las
ingenió para localizar la historia polı́tica de Alemania dentro del contexto del desarrollo de las
fuerzas productivas, pero sin reducirla a ésta última.
Para tomar estas cuestiones en orden inverso, Engels argumentó que Bismarck “nunca exhi-
bió ni siquiera la sombra de una idea polı́tica original”. Sin embargo “en esta estrechez estuvo
su fortuna” porque significó que interviniera de modo decisivo para concretar la demanda de
unificar Alemania – la que obedecı́a a razones tanto de los junkers Prusianos como de la bur-
guesı́a alemana.126 Sin embargo, Engels sugiere que una vez concretada esta demanda histórica,
las consecuencias negativas del junkerismo de Bismarck salieron a la luz. Con la derrota de
los franceses en la guerra franco-prusiana, las acciones de Bismarck no se dirigieron a pacificar
Europa sino a exigir reparaciones a los franceses. En este punto “Bismarck aparece por primera
vez como un polı́tico independiente... y como resultado, comete su primer colosal disparate”.127
El disparate de Bismarck no pasó tanto por la demanda de que Francia pagara una reparación a
los alemanes, aunque eso ya era lo suficientemente errado; más bien consistió en la apropiación
de Alsacia y Lorena, lo que hizo que Francia fuera empujada a los brazos de Rusia asegurando,
que en algún momento, Europa se viera nuevamente sumergida en la guerra – y que para los
alemanes iba a ser una guerra en dos frentes.128
Considerando las caracterı́sticas de clase del gobierno de Bismarck, Engels estaba convencido
de que al unificar Alemania Bismarck habı́a hecho el trabajo que la burguesı́a alemana no llevaba
adelante por cobardı́a: la revolución burguesa habı́a avanzado a espaldas de los burgueses: ”los
peores excesos del Kleinstaaterei fueron finalmente eliminados: aquellos que habı́an sido los
principales obstáculos para el desarrollo capitalista, por un lado, y para la ambición prusiana
por el otro”.129 Sin embargo, en su momento de gloria, Bismarck se vio enfrentado a una
elección; o usar su poder para asentar el poder del capital en Alemania, o usarlo para prusificar
el resto de Alemania, o usarlo para mantener su propia dominación.130 En tal situación, sostuvo
Engels, Bismarck eligió la tercera opción, crear un régimen Bonapartista, y mientras satisfizo
las demandas económicas de la burguesı́a, continuó frustrando las aspiraciones polı́ticas de
aquella.131
Es interesante que Engels haya prefigurado este argumento en el Prefacio de 1874 a La Gue-
rra Campesina en Alemania (1850), su análisis de los levantamientos campesinos alemanes del
Siglo XVI. Allı́ proclamaba que mientras que la burguesı́a alemana se desarrolló tardı́amente,
126
F. Engels The Role of Force in History, London 1968, p. 56.
127
Idem, p. 80.
128
Idem, pp. 86-7.
129
Idem, pp. 69, 61, 89.
130
Idem, pp. 97-8.
131
Idem, p. 101.

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creciendo económicamente en un perı́odo en que el proletariado ya habı́a empezado a rebelarse,
la cobardı́a de la burguesı́a alemana en 1848 y 1870 no podı́a reducirse a esta condición ma-
terial, porque “nuestros grandes burgueses de 1870 actúan exactamente igual que los pequeños
burgueses de 1525 ”.132 La cobardı́a burguesa, al menos en Alemania, debı́a ser entendida como
la norma; a una distancia enorme de la visión sobre la burguesı́a revolucionaria descripta en
El Manifiesto Comunista.133 En consecuencia, sin burguesı́a revolucionaria, “ha sido el peculiar
destino de Prusia el completar su revolución burguesa... bajo la forma placentera del Bonapar-
tismo”.134 Al caracterizar a las revoluciones burguesas por sus consecuencias, antes que por el
tipo de acción por el cual son realizadas, Engels anticipó discusiones recientes sobre el concepto
de revolución burguesa, como el que ha sido adoptado por Callinicos, y que fuera erróneamente
descrito por Cromninel, como una respuesta tardı́a del Siglo XX al revisionismo.135

6. Conclusión

En su núcleo, el materialismo histórico es una teorı́a del cambio histórico a través del desa-
rrollo de las contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción de diversos modos
de producción. En Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofı́a Clásica Alemana, Engels argumenta
que la historia humana es “el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer”. Engles sugiere
que la gran contribución de Hegel al materialismo histórico de Marx fue postular el mundo, no
“como un complejo de cosas ya hechas, sino como un complejo de procesos”. Estos procesos no
existen en oposición a la agencia humana, ni tampoco operan meramente a través de agentes
humanos pasivos; más bien, si “todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente
por sus cabezas”, la agencia humana está en el centro de la totalidad social.136 Por lo tanto,
Engels insistı́a, “el determinismo de la fuerza productiva” y el humanismo no deben ser consi-
derados como dos enfoques alternativos a la comprensión de la historia humana, sino que por
el contrario, deben ser vistos como mutuamente constructivos: los humanos constantemente se
hacen y rehacen a sı́ mismos a través de la historia en un contexto material.137 La historia es
mucho más que los cuentos sobre reyes y guerras; es el ámbito de la auto-creación humana que
permanentemente nos recuerda, contra Margaret Thatcher, que hay siempre una alternativa.
Sin embargo, los parámetros de alternativas realistas en cualquier coyuntura histórica depen-
den, en última instancia, de la productividad del trabajo de ese momento. Ası́ y todo, hay una
gran distancia entre lo que es posible y lo que existe, y esa distancia no puede ser aprehendi-
da sino es por medio de un estudio detallado de la evidencia empı́rica, que comience por las
fuerzas y las relaciones de producción pero que por cierto no se limite a ellas. No obstante, lo
que puede lograrse polı́ticamente es también en parte un reflejo de lo que la gente cree que es
posible lograr. La historiografı́a Marxista por lo tanto apunta no sólo a entender el mundo, sino
a generar ejemplos históricos de otras, mejores, maneras de hacer las cosas. Tal como Engels
argumentaba en su historia de la propiedad de la tierra en Alemania, La Marca (1892): “es
132
The Peasant War in Germany, p. 22.
133
Idem, pp. 18, 155.
134
Idem, p. 29.
135
G. Comninel Rethinking the French Revolution, pp. 46-7; A. Callinicos ‘Burgeois Revolutions and Historical
Materialism’.
136
F. Engels (1886) Ludwig Feuerbach and the End of Classical german Philosophy, Selected Works in One
Volume, London, 1968, pp. 563, 583, 587.
137
Para un agudo análisis de The Peasant War in Germany, ver E.R. Wolf ‘The Peasant War in Germany:
Friedrich Engels as Social Historian’, Science and Society, 51,1, 1987. Wolf (p.85) señala que mientras que Ranke
explicaba el levantamiento campesino de 1525 como una ‘convulsión de la naturaleza’, Engels por el contrario
“tratò todos los estratos, incluidos los campesinos, como actores polı́ticos racionales, persiguiendo sus propios
intereses dentro de los determinados constreñimientos económicos y polı́ticos de la época”; J. Black (ed) The
German Peasant War of 1525 , London, 1976.

25
necesario contrastar la miseria de los trabajadores agrı́colas del presente y la servidumbre por
deudas de los pequeños campesinos, con la antigua propiedad comunal de todos los hombres
libres en lo que era en ese entonces en verdad su “patria”, la libre y común posesión de todo
por medio de la herencia”.138 De modo similar, en El Capital Marx tenı́a el objetivo de mostrar
que mientras la división del trabajo habı́a alguna vez requerido que los trabajadores fueran re-
ducidos al nivel de la maquinaria, con la revolución industrial “se suprime ası́, por una parte, el
fundamento técnico de la anexión vitalicia del obrero a una función parcial”.139 La posibilidad
de un mundo mejor crece dentro del capitalismo, pero ello es sólo una posibilidad; y a pesar
de ciertas ambiguas formulaciones en contrario, la idea central del trabajo de ambos, Marx y
Engels, fue una crı́tica del fatalismo polı́tico e histórico. Tal como Hobsbawm ha expresado, el
análisis histórico Marxista surge, siempre, de un “compromiso con la polı́tica”.140

138
F. Engels (1892) ‘The Mark’, en The Peasant War in Germany, p. 162.
139
Marx, Karl (1867) El Capital, vol. I, p. 449.
140
Hobsbawm ‘Introduction’ a The Communist Manifesto, pp. 27-8.

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