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Objetos litúrgicos

1- Cornijal o lavabo. Hecho el primer servicio de las vinajeras, el Celebrante, habiendo


ofrecido el Cáliz, se lava las manos. Para ello hay que disponer de un receptor de agua,
de un jarro que la contenga y de una toalla para que el sacerdote pueda secarse las
manos. Puesto que no es menester lavar las manos enteras, sino tan sólo una punta de
los dedos que han de tocar la Hostia consagrada, espiritualmente te indica que, para
asistir dignamente a la Santa Misa, y sobre todo para comulgar en ella, nos conviene
estar limpios no solamente de pecado mortal, sino también habernos purificado el alma
de los pecados veniales, y bueno sería si lo hiciésemos asimismo de todas las
imperfecciones que nos reconozcamos.

2- Purificador. Encima del cáliz, al prepararlo para la celebración de la Santa Misa, se


coloca una pequeña pieza de lino llamada purificador, porque con él se purifica el cáliz
frotando el interior de la copa antes de ponerle vino, y luego de haberlo puesto se secan
con él las gotas que hubiesen podido quedar en los bordes; también con el purificador se
frota la patena y el Celebrante se seca los labios después de haber bebido el vino de la
ablución del cáliz, se seca los dedos cuando hace la ablución de éstos y, finalmente, seca
con él el cáliz. El purificador puede estar adornado con puntilla o encaje en los bordes,
pero para distinguirlo de algunas toallitas de lavabo, que por lo pequeñas se le
asemejan, debe traer una cruz bordada en el centro.

3- Atril o facistol. Para sostener el misal en la posición más favorable para su lectura, y
para trasladarlo además del modo más fácil y respetuoso, puesto que se trata de un libro
tan considerable, existe un pequeño mueble litúrgico llamado facistol. Podría trasladarse
el misal abierto y reclinado solamente sobre un cojín del color litúrgico del día; más,
como que ordinariamente suelen ayudar la misa niños de pocos años que bastante
trabajo tienen muchas veces para levantar del altar el Misal y trasladarlo, por lo mismo
podemos decir que el uso del facistol es más práctico. Puede ser de madera o de metal, y
tener el plano que sostiene al libro, con inclinación graduable. En días de mayor
solemnidad, puede cubrirse el facistol con un paño del color litúrgico de la fiesta...
Durante el rezo o canto de las Horas canónicas del Oficio divino, se emplea el llamado
facistol de pie, a fin de poder leer o cantar en pie los correspondientes textos litúrgicos.
Esta clase de facistoles pueden emplearse también para cantar la Epístola y el Evangelio
en la misa solemne; pero en tal caso se les debe cubrir con un paño del mismo color
litúrgico de los ornamentos.

4- Patena. Es un plato metálico redondo y casi llano, pero ligeramente cóncavo. En la


patena se coloca la Hostia, antes y después de la consagración, por lo que debe ser de la
misma calidad que la copa del cáliz y en la parte interior, dorada. .

5- Palia. Se usa en España para poner encima de la hostia no consagrada al ir al altar.


Aunque no esté propiamente mandado, la misma reverencia debida a las cosas sagradas
ha establecido en la práctica que, al preparar el cáliz para la Santa Misa y poner la
patena sobre el purificador con la Hostia, encima de ella, como para resguardarla
especialmente, se coloca la palia, que es una especie de tapa de lino redonda y
aproximadamente de la misma medida que la Hostia. Por la parte que toca con ella ha
de ser lisa, pero puede estar pintada o bordada con motivos adecuados por la parte
superior, en la que debe tener asimismo una pequeña presilla para cogerla. Es curioso
ver como esta pieza casi ya no se utiliza y que el nombre de la palia se da ahora más
bien a la hijuela.
6- Vinajeras. Para la debida preparación del Cáliz durante la Santa Misa con miras a la
consagración, es necesario otro complemento del altar denominado vinajeras. Constan
de dos jarritas de cristal, más o menos lujosas, conteniendo una de ellas agua y la otra
vino. Van juntas sobre una bandeja o plato. Aunque también pueden ser de metal dichas
jarritas, en tal caso convendrá que por medio de un letrero bien visible se sepa
enseguida cuál es la del vino y cuál la del agua, para evitar posibles confusiones. Las
vinajeras sirven en estos dos tiempos: el primero, antes del ofertorio del Cáliz para
echar en él una regular cantidad de vino y luego unas gotas de agua; el segundo,
después de la Comunión para purificar el Cáliz con vino y agua. Conviene que
recuerdes, respecto al servicio de las vinajeras, aquello que dice el Celebrante cuando, la
primera vez, a una regular cantidad de vino mezcla unas gotas de agua que enseguida
queden transformadas en vino, o sea: pedir que, así como las gotas de agua se cambian
en vino, también nuestra pobre naturaleza quede divinizada.

7- Cáliz. Es el vaso sagrado en forma de copa, donde se pone el vino que se ha de


consagrar. Ha de ser metálico, tan precioso como sea posible, con pie y un nudo saliente
entre éste y la copa propiamente dicha. El cáliz sirve en la Santa Misa para poner el vino
y unas gotas de agua, que, después de ofrecido y mediante la consagración, se convierte
en la Sangre de Nuestro Señor. Antes los cálices tenían dimensiones mayores que los
actuales. Hay cálices valiosísimos, algunos verdaderas obras de arte. La copa ha de ser
interiormente dorada. Todo cuanto pueda decirse de la riqueza de los cálices debe
animarnos a embellecer nuestra alma en pureza y fervor para que al comulgar, Dios la
encuentre pura y limpia como el cáliz. También nosotros somos, en un segundo sentido
figurado, cálices vivos, y ojalá seamos menos indignos, por medio de las joyas que son
las virtudes.

8- Custodia. que sirve para poner el Santísimo Sacramento a la pública veneración de


los fieles.

9- Copón. A diferencia de los primeros siglos, después de la Comunión repartida dentro


de la Misa, actualmente se guardan o reservan otras Sagradas Formas a fin de poder dar
la Comunión fuera de la Misa y también para que puedan recibirla los enfermos. Esto
hace imprescindible un recipiente o depósito, al que generalmente llamamos copón. El
copón viene a ser, en materia y forma, parecido a un cáliz, pero provisto de una cubierta
que lo cierra. A pesar de lo cual, siempre que no se emplee para repartir la Sagrada
Comunión debe guardarse, para mayor respeto, con un envoltorio de seda blanca -color
litúrgico de la Eucaristía-, que puede adornarse con bordados decorativos o alegóricos.

10- Incensario. En las Misas solemnes y en la exposición mayor del Santísimo hay que
hacer uso del incienso, substancia vegetal olorosa que, al contacto con el fuego, se
deshace en blanquísima y perfumada humareda, la cual se tributa como símbolo de
honor y reverencia ante todo a Dios y luego al Crucifijo del altar, a las sagradas
reliquias, al mismo altar, al pan y vino que han de ser consagrados, a los sagrados
ministros y a los fieles en general. Las brasas de fuego están contenidas en el incensario,
que es un recipiente metálico sostenido por tres cadenas, con tapa convenientemente
perforada y manipulable arriba y abajo mediante una cuarta cadena. Sujetando con una
mano las cadenas reunidas en su extremo superior, puede balancearse el incensario de
un lado para otro a fin de que el aire atice las brasas de fuego que hay dentro; y cuando
hay que servirse de él, una vez provisto del incienso que al arder sale en forma de humo,
cogiendo convenientemente las cadenas con las dos manos se le puede dar la dirección
que cada momento reclame.

11- Naveta. Tiene la forma de una nave pequeña donde se pone el incienso para la
incensación.

12- Cucharita. para cojer el incienso. También en algunas partes se usa una pequeña
cucharita para mezclar unas pocas gotas de agua en el vino del Cáliz.

13- Umbela. Es una especie de paraguas que sirve para trasladar al Santísimo de una
parte a otra.

14- Hisopo. Pequeña escobilla o brocha que sirve para coger el agua bendita en las
bendiciones.

15- Acetre o calderilla. para poner el agua bendita.

16- Bandeja. para colocar debajo de la barba del que comulga por si cayese la Hostia o
alguna partícula.

17- Bandeja ordinaria. para recoger las limosnas que dan los fieles dentro de la iglesia.

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Palmatoria. Otra de las cosas necesarias al altar durante la


celebración de la Santa Misa, aunque sólo sea rezada, es la
palmatoria, provista de cirio -y mejor si es corto, para que no
se derrame la cera-, el cual debe encenderse y mantenerse
así encendida sobre el altar durante la permanencia en él de
la Santísima Eucaristía, o sea: desde unos momentos antes
de la Consagración hasta después de la Comunión del
celebrante o también de los fieles si, como es de desear, les
es distribuida en este momento de la Misa. La reverencia y
compañía que la palmatoria encendida tributa al Santísimo
Sacramento, debe ayudarte a reavivar y enfervorizar tu
atención hacia el Santo Sacrificio durante todo el tiempo que
permanece Jesús con su presencia eucarística sobre el altar.

Campanilla.

El Sagrario. La existencia del copón para tener en reserva las Sagradas Formas obliga a
disponer, naturalmente, de un lugar expreso y adecuado para guardarlo. Tal es la misión
del sagrario. Construido en madera, metal o mármol, enclavado sobre el altar y con
puerta que cierre con llave, dorado por dentro o tapizado con seda blanca, y por fuera
tan rico como sea posible, tanto material como artísticamente, el sagrario viene a ser
como el pequeño templo donde permanece noche y día Jesús Sacramentado, que por
siempre sea alabado. Sagrarios hay, naturalmente, de todos estilos, y algunos hacen
juego con el del Templo o del altar donde están colocados, lo cual es de alabar. Sobre el
sagrario está prohibido poner nada, a no ser cuando convenga, el Crucifijo del altar.
¡Que agradecimiento tan grande debe despertar en nuestra alma la contemplación de un
sagrario, sólo por el hecho de pensar que allí dentro, prisionero del amor, nos espera el
buen Jesús para escucharnos y consolarnos! Incluso para aquellas almas que se hallan
más o menos inquietas por su aparente falta de fe, ¡qué oportunidad más propicia la de
hacer, ante un sagrario que encierra al buen Jesús, el espléndido y muy real acto de fe
que es una genuflexión perfecta y devota! Si nos acostumbramos además a decir
mentalmente, mientras hacemos la genuflexión, la jaculatoria eucarística que nos inspire
más fervor, nuestro acto de fe tendrá el doble valor de ser hecho con el pensamiento y
con el corazón.

El Conopeo. Del mismo modo que decíamos que para mayor reverencia está mandado
cubrir el copón, incluso cuando está dentro del sagrario, con un envoltorio de seda
blanca, también por la misma razón está ordenado que el sagrario esté todo él recubierto
con un envoltorio de tela de color, que puede ser blanca - color litúrgico de la Eucaristía,
o mejor aún del color del día. Este obligado envoltorio del sagrario se llama conopeo.
La figura te presenta el sagrario cubierto, como se debe, con el conopeo. El conopeo ha
de ser un envoltorio total, y, en lo posible, no abierto por delante como un cortinaje;
tampoco ha de ser transparente. Y aunque esto, que está positivamente ordenado, parece
que tenga el inconveniente de ocultar la suntuosidad o el arte empleado en la
construcción del sagrario, tiene en cambio una excelente compensación: y es que, con el
conopeo, todos los sagrarios, así los más ricos como los más sencillos, ganan en
magnificencia, al parecer todos por igual una rica tienda en la cual habita el Rey de
reyes. Aún es mayor, en ciertos casos, el servicio que puede prestar el conopeo en la
práctica. Por ejemplo: en una iglesia donde no se cuide de atender esta ley del conopeo,
cuando del sagrario se retira la Reserva para trasladarla a otro sagrario del mismo
templo, es casi seguro que los fieles que entren después al templo, de momento, y por
costumbre, no harán la genuflexión ante el sagrario que encierra la Reserva, sino que la
harán ante el que ha quedado vacío. En cambio, este error no es posible en las iglesias
donde se recubre con el conopeo el sagrario donde está el Santísimo Sacramento, y no
los demás sagrarios del templo; porque nada se ve mejor, a simple vista, si un sagrario
lleva o no conopeo.

El Altar. Primitivamente, y considerando únicamente su función esencial, el ara clásica


o altar era un sencillo bloque de piedra más o menos bien cortado, es decir, tallado en
ángulo recto y de forma cúbica en cuya superficie frontal se ve esculpido el anagrama o
abreviación del nombre de Cristo, o sea las iniciales de este Nombre en griego. Encima
de dicho bloque cabían naturalmente, el pan y el vino que durante la celebración de la
Misa y en el momento de la consagración habían de cambiarse en el Cuerpo y la Sangre
de Jesús.Poco después, con la creciente concurrencia de fieles y con las ofrendas que
principalmente de pan y vino hacían en el Ofertorio, para que una vez consagradas
fuesen distribuidas luego en la Comunión que ordinariamente era general, resultó
insuficiente el espacio del plano superior del bloque primitivo; y por este motivo se
procedió a la construcción de altares en forma de mesa. Aunque dicha mesa era
diferente de la mesa típica de los judíos, con todo recordaba espiritualmente la
institución del Santísimo Sacramento en la Cena eucarística de la víspera de la Pasión, y
al mismo tiempo era más práctica y adecuada para recibir en ellas las mencionadas
ofrendas y, más adelante, el misal y los candelabros. Modernamente hay muchos altares
construidos en esta forma de mesa sostenida en el centro por un bloque de piedra.
Empleados estos dos elementos, el bloque y la mesa, a la vez que resultan
armoniosamente artísticos por su misma sencillez, recuerdan respectivamente el origen
y la primera evolución del altar.

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