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Verón, el poder y el poder del discurso

Por ALVARO SILVA REBOLLEDO


rolaire@hotmail.com

Partiremos evidenciando que el discurso es un objeto que por una parte,


escapa de la fenomenología lingüística, pero que no es completamente ajeno a
ella, pues la atraviesa. Esta entelequia conocida como discurso, es una creación
de sentido social, es una manifestación espacio-temporal que posee soporte. Se
nos aparece como un objeto dotado de las características de un producto,
porque siempre nos trasladará a un trabajo en el que podemos situar su origen, la
producción de sentido social.

Si nos referimos al poder, entraremos en terrenos baldíos. Verón nos explica


que es menos complejo quedarnos con la explicación occidental, es decir,
establecer que el poder se manifiesta en la institucionalidad. Esta reflexión se
puede encontrar en el nacimiento del estado burgués. Lo anterior nos puede
remitir a pensar que el poder, es una denominación que se cristaliza cuando hay
una organización, una línea vertical de distribución e intercambio comunicativo.

Verón explica que, dado lo anterior, “es, pues, legítimo, preguntarse por las
relaciones entre el poder… y el funcionamiento de los discursos sociales”1.No
podemos obviar que el discurso ejerce poder. Para desentrañar ese poder, nos
debemos hacer valer de dos dimensiones, la descriptiva y la analítica.

En el polo de la producción, la ideología está ligada a gramáticas de


producción discursiva, como formaciones históricas indentificables. Necesitamos
también observar la dimensión analítica de la ideología. Lo mismo ocurre con el
poder. Es históricamente manifestado. Verón nos dice además que “el poder de
un discurso A es un discurso B que se manifiesta como efecto del primero”2 .

Tenemos entonces que todo discurso, está enmarcado en un contexto


social y este manifiesta un poder que le es dado por una determinada sociedad.
En el discurso de dominación, existe una especie colusión, una complicidad entre
dominador y dominado. Ante esta visión, es subrayable que el poder tiene una
connotación maligna, despótica y de esto mismo se desprende que todo intento
por estudiar este poder es visto como anarquista. Es fácil darle cabida a la idea
de que todo discurso producido por el poder subyugador trae efectos fatales. Un
mismo discurso entonces, ejerce distintos efectos distintos momento y en distintas
sociedades, verón pone como ejemplo de esto las lecturas de Marx en distintos
niveles.
El discurso político, que puede asumirse como la criatura de la unión poder
y discurso, tiene poder, ejerce efecto. La dimensión ideológica de este poder,
está intervenida por las estructuras institucionales del estado o del comercio.

1
Verón Eliseo, primeiro coloquio de semiótica, Rio de Janeiro, PUC/Ediçoes Loyola, 1980, p. 85.
2
Ibid., p. 86.
Los hechos políticos son inseparables del discurso político. Se consigna
como un error para el estudio de estos, tratar de separarlos, puesto que la
producción de sentido es inseparable de la existencia misma de los hechos.
Verón nos explica que todo hecho existe en la medida que es incorporado a un
discurso social. Los discursos sociales desembocan en una pluralidad de efectos.
“Todo proceso político está constituido por hechos inseparables de las lecturas
que podemos hacer de ellos mismos y por discursos que automáticamente son
hechos”3.

La producción de sentido y los efectos se manifiestan bajo la forma de una


nueva producción discursiva, esta distancia entre la producción y el
reconocimiento otorga al modelo un carácter dinámico. Ante esto, el autor
descubre dos problemáticas: En cualquier movimiento social o partido político,
hay una relación entre el discurso del líder y el discurso de los seguidores. Es
probable que aquí se produzca un doble vínculo. “Tu palabra debe ser la mía,
aunque por definición nunca lo será”. En segundo lugar, está el enfrentamiento
interdiscursivo. El discurso adversario constituye una condición de producción del
propio discurso.

El discurso puede presentar dos efectos que se oponen. El primero, es el


efecto de conocimiento. Aquí es descriptivo, describe su objeto desde un punto
de vista determinado.

El opuesto es el ideológico, aquí el discurso presenta como única


descripción posible de su objeto, la que él encarna, es una descripción absoluta,
un discurso absoluto. Ante esto, agregaremos que este discurso busca engendrar
creencia, por eso se presenta como absoluto. “El “efecto de conocimiento” es un
modo de funcionamiento del discurso en recepción: dicho efecto se produce en
relación con un discurso (necesariamente) ideológico en producción; algunos son
científicos (producen un saber) en recepción. En segundo lugar, creencia y saber
son los nombres de efectos discursivos y no de tipos de discursos”.4

Ante lo que ya fue expuesto, se genera cierto problema. Un discurso


político puede ser consumido como algo netamente ideológico, lo que evitaría
que engendrara conocimiento, sería tragado por una verdad y no cuestionado.

Verón también evidenció que la especificidad del discurso político, deriva


de dos características; el ser un discurso de carácter polémico, lo que genera
otros discursos en oposición y ser un discurso que genera creencia, es ideológico.
Es un discurso heredero del discurso religioso, se presenta como absoluto, aunque
admite otras religiones, pero una de sus tareas finales, es exterminar, avasallar, los
otros discursos.
Para estudiar el poder de los discursos, Verón plantea que se puede hacer
desde una perspectiva semiológica. El poder no es sólo una coacción física,
puesto que detrás de esto mismo, hay discursos. Dice Verón que una visión
3
Ibid., p. 90.
4
Ibid., p. 93.
semiológica, no implica una reducción de todo a signos, sino más bien, que las
manifestaciones sociales son necesariamente significantes, la significación
atraviesa una sociedad entera. En segundo lugar, dice que no podemos negar
que un sistema ideológico puede manifestarse también en el plano de los
contenidos discusivos.

El discurso trata de congregara, habla de nosotros, se trata de identificar


con un colectivo, está sometido a una doble recepción, pues es para los que lo
adhieren y también para los otros. Aquí nace entonces una paradoja, ya que sin
enemigos, no hay discurso político, puesto que su objetivo es la aniquilación del
otro. Finalmente, Verón lo bautiza como portador de la muerte y sostiene que su
máxima representación ha sido el nazismo y el fascismo, puesto que el único
método para obtener la razón, es “reducir al enemigo al silencio”.

Referencia bibliográfica
VERÓN, E. (1978) “Discurso, poder, poder del discurso”. En Anais do primero
coloquio de semiótica. Pontificia Universidade Católica de Río de Janeiro.

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