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SOBRE PILATO
San Lucas: “Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los
sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín. Y le dijeron:
-Si tú eres el Cristo, dínoslo.
Y les contestó:
-Si os lo digo, no me creeréis, y si hago una pregunta, no me responderéis. No obstante,
desde ahora estará el Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios.
Entonces dijeron todos:
-Por tanto, ¿Tú eres el hijo de Dios?
-Vosotros lo decís: Yo soy –Les respondió
-¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Se levantaron todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato”.
El primer juicio fue ilegal, había sido un ensayo, por eso lo repiten. A las 9 Jesús va a
Pilato, ojeroso y despeinado; no ha dormido en toda la noche. Le repiten la misma
pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
Pilato no encuentra ningún delito e intenta una treta que es remitirlo ante Herodes.
Que Dios nos haga fuertes para no ser esclavos como muchos jóvenes hoy en día.
Herodes se burla de Él. Jesús no le dijo ni palabra; calla porque ya sabe lo que va a
pasar; se va callando poco a poco; sabe que no sirve para nada. Ellos no querían saber la
verdad. ¡Para qué! Solo querían matarlo y además, borrar su prestigio. Buscaban la muerte
más difamante y denigrante (la crucifixión), para que no quedaran seguidores. Querían que
Jesús quedara maldito según la ley de Moisés: “Maldito todo el que cuelga de un madero”.
Pero Pilato no quería escucharla. La verdad es muy molesta porque compromete. Por
eso hay tanta ignorancia en materia religiosa. ¡No les compliques la vida! La gente no
quiere cambiar de vida, por eso no quieren creer. Cuesta mucho y apetece poco: Tengo que
rendir cuentas y no puedo hacer lo que me apetece.
La verdad es fuente de gozo, la guía para orientar la luz hacia el cielo. Tenemos que
ser curiosos en su búsqueda. La misión del hombre es encontrar la verdad. Puedes sentirte
poseído por la verdad y consagrar tu vida a esa verdad: “He conocido a Jesucristo”, y
proclamarla a los cuatro vientos.
Para subir una montaña, el camino tiene que estar cuesta arriba, por un único motivo:
El amor.
Pero Pilato no quiere indisponerse con los judíos: “¿A quién pongo en libertad?”. La
gente elige a Barrabás. ¡Qué simpático Barrabás! ¡Qué triste! Rechazar a quien te enseña a
santificarte y preferir al que peca… Las masas son dúctiles, buscaban un rey terreno, con
poder. A Jesús ya no le quieren, piensan que les ha engañado.
Hoy en día, ocurre lo mismo; la gente busca líderes que les enseñen a pecar. “Ya
pagarás en septiembre”; es la treta del demonio. El camino de la cruz, siempre es
rechazado. Los que le buscan es para:
Pilato ha perdido el norte y “le mandó azotar”. ¡Era un sivergüenza! Quería salvar su
vida; su mujer le había mandado un mensaje del sueño que había tenido y Pilato estaba
asustado. Empieza a tener miedo de Jesús. No guardaba las formas. ¿Por qué azotarle si no
había cometido delito? ¡Haberle declarado culpable!
No quiere matarlo, por eso lo manda a ser azotado, pero casi lo matan. Los soldados
fueron enormemente crueles y se ensañaron; alguien debió parar la flagelación y lo
levantaron. Le pusieron un trapo de púrpura y se burlaban de Él. El trapo se le queda
pegado a las heridas. Le escupían y le pegaban. Le hincaban a martillazos la corona de
espinas. ¿De dónde tanto odio?
Pilato le pregunta: “¿De dónde vienes tú?” Jesús le contesta que el poder que tiene,
se lo ha dado Dios…
Jesús busca con la mirada, unos ojos de consuelo… ¡Qué tristeza la de su corazón!
No puedes mirarle mientras pecas… ¡Qué soledad! ¡Ni un amigo! Y sin embargo… ¡Cómo
nos quiere! Cuando pecamos, decimos: Mi rey no es Jesús…
“No tenemos más rey que al César”, dijo el pueblo. Entonces, Pilato se lavó las
manos y “se lo entregó para que lo crucificaran”.
El pueblo de Israel se condenó a sí mismo, con sus palabras: “Su sangre sobre
nosotros y nuestros hijos”.