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MEDITACIONES DEL VIERNES SANTO 2008 Y 2009

SOBRE PILATO

San Lucas: “Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los
sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín. Y le dijeron:
-Si tú eres el Cristo, dínoslo.
Y les contestó:
-Si os lo digo, no me creeréis, y si hago una pregunta, no me responderéis. No obstante,
desde ahora estará el Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios.
Entonces dijeron todos:
-Por tanto, ¿Tú eres el hijo de Dios?
-Vosotros lo decís: Yo soy –Les respondió
-¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Se levantaron todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato”.

Fue una noche de bofetadas. En dos minutos lo despacharon y lo llevaron a Pilato.

El primer juicio fue ilegal, había sido un ensayo, por eso lo repiten. A las 9 Jesús va a
Pilato, ojeroso y despeinado; no ha dormido en toda la noche. Le repiten la misma
pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

Pilato no encuentra ningún delito e intenta una treta que es remitirlo ante Herodes.

Herodes es un tonto útil para el demonio, esclavo de sus pecados. Es un frívolo. Le


hubiéramos tenido en “Salsa rosa”…

Que Dios nos haga fuertes para no ser esclavos como muchos jóvenes hoy en día.

Herodes se burla de Él. Jesús no le dijo ni palabra; calla porque ya sabe lo que va a
pasar; se va callando poco a poco; sabe que no sirve para nada. Ellos no querían saber la
verdad. ¡Para qué! Solo querían matarlo y además, borrar su prestigio. Buscaban la muerte
más difamante y denigrante (la crucifixión), para que no quedaran seguidores. Querían que
Jesús quedara maldito según la ley de Moisés: “Maldito todo el que cuelga de un madero”.

Pilato está desganado, no le apetece nada de nada; deseaba que no le hubiesen


metido en este lío. Jesús intenta llegar al corazón de Pilato, pero no hay entendimiento
entre ambos, porque hablan en planos distintos. Cuando Pilato le pregunta que si es rey,
Jesús le dice que su reino no es de este mundo; le habla de un reino de servicio, Rey como
redentor. Pilato no entiende esto. Después Jesús le dice que viene a dar testimonio de la
verdad.

Entonces Pilato piensa que Jesús es un filósofo: “¿Qué es le verdad?” Le pregunta. La


verdad la tiene delante y no se da cuenta: Jesús se lo puso en bandeja: es aquél que no
puede mentir…Pilato ve que es un manso: “Yo no encuentro en él ninguna culpa”. Le llamó
inocente por tres veces. Pilato, sin saberlo, hablaba de Dios: El Tres veces Santo…

Pilato no quería conocer la verdad, no esperó respuesta.


Es como ocurre ahora: El relativismo. Cada uno tiene su verdad. Se renuncia a la
búsqueda de la auténtica verdad y se vive en la mentira. Todo son opciones que uno elige.
Cada uno vive en su galaxia y respeta la verdad del otro. Hay ideas que no merecen el
respeto, sin embargo las personas, sí…

No hay que tener miedo a decirlo.

Pero Pilato no quería escucharla. La verdad es muy molesta porque compromete. Por
eso hay tanta ignorancia en materia religiosa. ¡No les compliques la vida! La gente no
quiere cambiar de vida, por eso no quieren creer. Cuesta mucho y apetece poco: Tengo que
rendir cuentas y no puedo hacer lo que me apetece.

La verdad es fuente de gozo, la guía para orientar la luz hacia el cielo. Tenemos que
ser curiosos en su búsqueda. La misión del hombre es encontrar la verdad. Puedes sentirte
poseído por la verdad y consagrar tu vida a esa verdad: “He conocido a Jesucristo”, y
proclamarla a los cuatro vientos.

Para subir una montaña, el camino tiene que estar cuesta arriba, por un único motivo:
El amor.

El que se enamora, se complica la vida. ¡Tenemos que darlo a conocer!

Pero Pilato no quiere indisponerse con los judíos: “¿A quién pongo en libertad?”. La
gente elige a Barrabás. ¡Qué simpático Barrabás! ¡Qué triste! Rechazar a quien te enseña a
santificarte y preferir al que peca… Las masas son dúctiles, buscaban un rey terreno, con
poder. A Jesús ya no le quieren, piensan que les ha engañado.

No le querían a Él, sino lo que Jesús les daba.

Hoy en día, ocurre lo mismo; la gente busca líderes que les enseñen a pecar. “Ya
pagarás en septiembre”; es la treta del demonio. El camino de la cruz, siempre es
rechazado. Los que le buscan es para:

• Curarme a mí a algún familiar, solucionarme tal o cual…

• Buscar la paz de espíritu.

• Buscar el cielo, la salvación, por temor a la muerte.

¿Cuántos se acercan buscándole solo a Él?

Pilato ha perdido el norte y “le mandó azotar”. ¡Era un sivergüenza! Quería salvar su
vida; su mujer le había mandado un mensaje del sueño que había tenido y Pilato estaba
asustado. Empieza a tener miedo de Jesús. No guardaba las formas. ¿Por qué azotarle si no
había cometido delito? ¡Haberle declarado culpable!

No quiere matarlo, por eso lo manda a ser azotado, pero casi lo matan. Los soldados
fueron enormemente crueles y se ensañaron; alguien debió parar la flagelación y lo
levantaron. Le pusieron un trapo de púrpura y se burlaban de Él. El trapo se le queda
pegado a las heridas. Le escupían y le pegaban. Le hincaban a martillazos la corona de
espinas. ¿De dónde tanto odio?

Hoy, sucede en cada guerra: el hombre se vuelve una bestia. Es la naturaleza


humana; de ahí sale tanto odio.
Pilato es un ingenuo; piensa que se van a dar por satisfechos. ”Aquí tenéis al
hombre” ¿Quién le está dominando? El demonio.

“¡Crucifícalo!” gritaban. Enardeció a la muchedumbre con sed de sangre. ¿Por qué?

No soportamos a un Dios ensangrentado, y ese es el odio a Cristo.

Pilato le pregunta: “¿De dónde vienes tú?” Jesús le contesta que el poder que tiene,
se lo ha dado Dios…

Esto vale también para los políticos, maestros, catequistas etc.

Pilato quería librarlo. Es un Dios manso, que no se defiende. Pilato ya no ve nada; el


pueblo le dice “Si le sueltas ya no eres amigo del César”. Pilato entonces, sacó a Jesús
fuera: “Aquí tenéis a vuestro rey”. Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícalo!”

Todos hemos gritado “¡Crucifícalo!”, por nuestros pecados.

Jesús busca con la mirada, unos ojos de consuelo… ¡Qué tristeza la de su corazón!
No puedes mirarle mientras pecas… ¡Qué soledad! ¡Ni un amigo! Y sin embargo… ¡Cómo
nos quiere! Cuando pecamos, decimos: Mi rey no es Jesús…

“No tenemos más rey que al César”, dijo el pueblo. Entonces, Pilato se lavó las
manos y “se lo entregó para que lo crucificaran”.

El pueblo de Israel se condenó a sí mismo, con sus palabras: “Su sangre sobre
nosotros y nuestros hijos”.

Su sangre cae también para redimirnos.-

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