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De acuerdo a la Psicología Gnóstica, tres son los aspectos o factores que se manifiestan
o expresan a través de la máquina orgánica, que son: la Esencia, la Personalidad y el
Ego.
Debemos comprender que el Ser humano actual no tiene dentro un Alma como se nos
ha dicho, sino que tiene una chispa de Alma que se llama Esencia y que traducida en
hechos es Conciencia. Si tuviéramos un Alma integrada, seríamos incapaces de cometer
tantos errores y violaciones de la Ley. El Alma es una parte del dios Interno y ella
obedece en su totalidad, la Voluntad del Padre.
La Esencia que cada uno de nosotros lleva en su interior viene del Cielo, más
exactamente del Tercer orden de mundos, que es la Vía Láctea, nuestra Galaxia, donde
resuena la nota musical LA; luego pasa por el Sistema Solar con la nota SOL;
continuando con su viaje llega a nuestro planeta con la nota FA. Así entra en este
mundo, ingresando primero al reino Mineral para luego seguir por el reino Vegetal,
pasando luego por el reino Animal, para al fin ingresar al estado humanoide con la nota
MI. Nuestros padres crearon el cuerpo apropiado para la recepción de esta Esencia que
viene de las estrellas. La Esencia no está sujeta por las 48 leyes que rigen nuestro
cuerpo físico, sino por las 6 leyes que rigen todo lo creado en nuestra Vía Láctea.
Así como el agua se compone de muchas gotas, así como la llama se compone de
muchas partículas ígneas; así el EGO se compone de muchos Yoes. El Ego es múltiple,
pluralizado, es por esto que el animal intelectual no tiene continuidad de propósitos
porque no tiene un centro de gravedad permanente. Negar la multiplicidad de yoes, es
negar las íntimas contradicciones, los innumerables cambios que nos suceden.
Cada idea, cada sentimiento, cada movimiento, cualquier sensación, cualquier deseo,
etc., son simples manifestaciones psicológicas de yoes distintos, que nunca están
ligados entre sí, ni coordinados en modo alguno. Tal yo sigue mecánicamente a tal otro
y algunos hasta se dan el lujo de aparecer acompañados, pero sin orden ni sistemas.
La máquina humana como cualquier otra máquina, se mueve bajo los impulsos de las
fuerzas sutiles de la naturaleza. Las radiaciones cósmicas en primer lugar y el yo
pluralizado en segundo lugar. Las radiaciones cósmicas originan ciertos cambios en la
psiquis subjetiva del animal intelectual, surgen ciertos yoes y se sumergen otros dentro
de los 49 niveles del subconsciente. La marioneta humana no tiene noción de estos
cambios porque tiene la conciencia dormida.
¡Infelices de nosotros!..., cuántas veces creemos estar amando y lo que sucede es que
otro dentro de sí mismos lleno de lujuria utiliza el centro del corazón. Debemos
empezar a dar cuenta de la propia nada y miseria en que nos encontramos.
El Ego está sometido a la Ley del Eterno retorno de todas las cosas. Después de la
muerte física el Ego continúa, y retorna en nuevas matrices para satisfacer deseos. El yo
repite en cada una de sus vidas los mismos dramas, los mismos errores, el yo se
complica a través del tiempo y de la experiencia volviéndose cada vez mas y más
perverso. El niño inocente y bello conforme pasan los años se transforma al fin en el
viejo astuto, malicioso, avaro, miedoso. El hombre de hace 18 millones de años es ahora
el hombre del cabaret y la bomba atómica. Esa es la evolución del Yo. El Yo no se
perfecciona jamás.
La gente de la Lemuria veía el mundo como es, sabían que el mundo tiene nueve
dimensiones por todo, y veían las siete fundamentales. En el fuego percibían a las
Salamandras, en las aguas percibían a las Ondinas y Nereidas, en el aire a los Silfos, así
como en la tierra veían a los Gnomos. Cuando levantaban los ojos hacia el Infinito
podían percibir a otras humanidades planetarias. Veían el aura de los planetas y también
podían percibir a los Genios planetarios. Pero cuando la conciencia humana quedó
enfrascada entre todos esos yoes o elementos indeseables que constituyen el Ego,
entonces la conciencia se durmió.
En los tiempos de la Lemuria cualquier persona podía ver por lo menos la mitad de un
Honstapagnos (un Honstapagnos equivale a 5 millones y medio de tonalidades del
color). Cuando la conciencia quedó metida entre el Ego, los sentidos se degeneraron.
Con la muerte se cierra el tiempo y la Eternidad se abre, y luego se cierra cuando el Ego
regresa al círculo del tiempo.
Un hombre romano que haya retornado en estos tiempos modernos del siglo XX con la
personalidad de la época de los Césares, resultaría ciertamente insoportable, habría que
tratarlo como a un delincuente, porque sus costumbres de ninguna manera se
corresponden a las que actualmente tenemos. Lo que retorna es el Ego, el recuerdo, la
memoria, el error que se perpetúa, ello es lo que continúa.
La Personalidad es energética, sutil, atómica. Cuando la persona muere, tres cosas van
al cementerio: el cuerpo físico y el cuerpo vital se desintegran poco a poco en forma
simultánea. La personalidad deambula por el panteón y sólo a través de varios siglos se
va desintegrando. Lo que continúa, lo que no se desintegra en el cementerio es el Yo. El
Yo es el que retorna incesantemente en nuevas matrices. Luego de la muerte la Legión
de yoes continúa en un cuerpo común que es el astral lunar. Todo retorno implica desde
luego la fabricación de una nueva personalidad humana.
Sabemos que después de la muerte, el Ego retorna a una nueva matriz. Al retornar, el
3% de Esencia libre, impregna el huevo fecundado. En el recién nacido sólo se halla
reincorporado el pequeño porcentaje de Esencia libre, esto da a la criatura Auto-
Conciencia y belleza interior. Los diversos Yoes que retornan dan vuelta alrededor del
recién nacido, van y vienen libremente por doquier; quisieran meterse dentro de la
máquina orgánica, más esto no es posible en tanto no se haya creado una nueva
personalidad.
La personalidad es el vehículo del karma y en ella se encuentran muchas cosas que nos
ligan al karma. La personalidad es múltiple y perniciosa, no es individual.
La falsa personalidad no nos permite conocer la verdadera felicidad. Si uno quiere ser
feliz (todos tenemos derecho a la felicidad), tiene que empezar por eliminar todos esos
yoes que dominan la personalidad, creando en nuestra conciencia un centro permanente
de gravedad, deviniendo un estado de felicidad extraordinaria; pero, mientras exista la
falsa personalidad, la felicidad es imposible.