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CONQUISTA TUS PROMESAS

Nunca Acuses a Dios

Por: Jorge Villavicencio

MISION CARISMATICA AL MUNDO

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Cali: Colombia
CONQUISTA TUS PROMESAS
Por: Jorge Villavicencio

Texto: Números 20: 1 - 13

I.- Hay estaciones de sequía.

Después de haber peregrinado casi cuarenta años en el desierto, el pueblo de


Israel finalmente llega a una parte desértica, llamada el desierto de Zin.

Vemos pues, que hay estaciones de sequedad. En varias ocasiones, al pueblo de


Israel se le presentó esta situación de ausencia del líquido elemento: el agua,
que es vital para la vida humana.

Hay dos maneras de reaccionar cuando la sequedad nos invade: reaccionar con
fe o reaccionar con rencilla, con querella, con altercado, con motines.

Dios tiene una promesa. Isaías 58: 11“Jehová te pastoreará siempre, y en las
sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de
riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”.

II) Ante las sequías debemos evitar acusar a Dios.

Vs. 3-5. El pueblo reclamó airadamente a Moisés. Era un reclamo acusatorio,


porque le estaban endilgando a Moisés un pecado de querer matar a la
congregación de sed y también le acusaban de incumplir su promesa porque no
había “sementeras ni higueras, ni viñas ni granadas y ni aún agua para beber”.

Es interesante notar que Dios no calificó este reclamo como un altercado contra
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Moisés, sino contra sí mismo. Números 20: 13 “Estas son las aguas de la rencilla,
por las cuales contendieron los hijos de Israel con Jehová”.

Como ellos no podían ver a Dios, la única figura visible era Moisés, era el
representante de Dios y la emprendieron contra el patriarca, pero realmente
estaban acusando, renegando de Dios.

En resumen, según la óptica divina, estaban acusando al Creador. Debemos


perdonar a Dios, no porque El nos haya hecho algún daño, sino porque a
nosotros a veces nos parece que Dios nos ha fallado. Pero si queremos tener una
buena actitud en la vida, no solamente hay que perdonar al prójimo, sino
perdonar a Dios. En reiteradas oportunidades la Biblia nos revela que Dios es
bueno. Mateo 19: 17 “Ninguno hay bueno sino uno: Dios”.

Debemos tener cuidado de no dejar que nuestros corazones se endurezcan con


resentimiento y amargura contra Dios. Hebreos 12: 15 “Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de
amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.

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“De la misma manera que Jesús lo hizo, debes escupir la hiel de amargura”.
Tommy Barnet

El apóstol Pablo dice que si uno tiene resentimientos contra su cónyuge, las
oraciones serán afectadas. Uno no ve la gloria de Dios.

Cuando alguien nos lastima, o alguien nos hace algún daño, en lugar de soltarlo
y confiar que Dios nos compensará los daños, lo enterramos muy profundo en
nuestro interior. Intentamos colocar la falta de perdón, el resentimiento, el enojo
y otras reacciones destructivas en nuestro contenedor “a prueba de fugas”.
Sellamos esas tapaderas y luego las ponemos a un lado diciendo: “Bien, no
tendré que tratar con eso; me deshice de él una vez por todas”.

Pero lamentablemente, un día aquello que puso en el fondo de su subconsciente


o en su corazón llegará a la superficie y comenzará a contaminar su vida. No
podemos vivir con veneno dentro de nosotros y esperar que no cause, tarde o
temprano, algún daño.

III) Ante las sequías debemos practicar la oración.

Números 20: 6 “Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la


puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria
de Jehová apareció sobre ellos”.

La gloria es símbolo del favor de Dios. Es muy posible que muchos estén orando
y orando, pero la oración esté siendo neutralizada por la amargura, el
resentimiento hacia Dios, lo cual no permite que la Gloria de Dios resplandezca
en sus vidas.

Moisés y Aarón, pese a haber sufrido innumerables situaciones adversas, tenían


el corazón puro, no tenían resentimientos ni amarguras. Es por eso que la gloria

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del Señor resplandecía. El pueblo de Israel podía orar, pero la gloria de Dios,
nunca, o pocas veces resplandecía sobre ellos.

La oración debe ir acompañada de una vara, porque Moisés tomó una vara con la
cual había ejecutado grandes milagros. Para nosotros la vara es el nombre de
Cristo, vara de autoridad.

Juan 14: 13 “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

Dios no le dijo a Moisés que golpeara sino que hablara. De todas maneras dela
peña brotaron aguas abundantes. Eso fue un milagro muy remarcable.

1 de Corintios 10: 4 menciona que había una roca que seguía al pueblo de Israel
en el desierto, y esa roca era Cristo.

Qué gran noticia para todos nosotros! No debemos preocuparnos qué comeré,
qué beberé o qué vestiré, sino buscar el Reino de Dios y todas estas cosas

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vienen por añadidura. Y aquí hay una Roca de los siglos que “nos persigue”, así
estemos en el peor de los desiertos.

IV) Dios quita la sequía a pesar de sus ministros.

El Señor regañó a Moisés y le dio una severa sentencia: que no entrarían a la


tierra prometida. Números 20: 12 “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto
no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no
meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”.

Las fallas de Moisés y Aarón fueron:

1.- Estaban auto-arrogándose el poder de Dios.

Vs. 10 “Os hemos de hacer salir aguas de esta peña”. En otras palabras, no
estaban afirmando que Dios haría el milagro, sino que ellos harían el milagro.

2.- Se enojaron contra el pueblo tildándolos de rebeldes: “Oíd ahora rebeldes”;


pero se enojaron en demasía, porque Dios no estaba enojado. Los enojados eran
los ministros.

3.- A Moisés le falló la fe porque Dios le había dicho que hablara a la roca y no la
golpeara. El legislador dudó y le pareció que una orden verbal no era suficiente,
y golpeó la peña dos veces.

Por esas tres falencias, fueron sentenciados a no entrar a la tierra prometida.

Pero pese a los defectos de sus ministros, Dios les proveyó abundantes aguas
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