Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Vivo como hablo
Vivo como hablo
Vivo como hablo
Ebook309 pages3 hours

Vivo como hablo

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Vivo como hablo es el título que Julio Anguita sugirió para este libro. Su fallecimiento acontecería días después de la entrega del manuscrito a la editorial.

La última parte de Combates de este tiempo recoge el testigo de aquel volumen a través de nuevos textos y discursos que dedica a la apasionante era política que nos ha tocado vivir: la ruptura del bipartidismo, la corrupción en las altas esferas, los cambios en el seno de la izquierda, la irrupción de nuevas formaciones políticas, la constitución del primer gobierno progresista de coalición de la Democracia, la crisis sanitaria del coronavirus...
LanguageEspañol
Release dateJul 1, 2021
ISBN9788412349702
Vivo como hablo
Author

Julio Anguita

De familia materna cordobesa, estuvo afincado en esta ciudad desde la infancia. Ejerció como Maestro Nacional en Montilla, Alicún de Ortega (Granada), Nueva Carteya y Córdoba capital. Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona, ha sido profesor de secundaria en el IES Blas Infante. A lo largo de su amplia carrera publicó diversos libros: La desamortización de Mendizábal en la ciudad de Córdoba (1984), Otra Andalucía —con Rafael Alberti— (1986), Corazón Rojo (La Esfera de los Libros, 2005), El tiempo y la Memoria (La Esfera de los Libros, 2006), Combates de este tiempo (El Páramo, 2011), A la izquierda de lo posible: conversación entre Julio Anguita y Juan Carlos Monedero (Icaria, 2013), Contra la ceguera —junto a Julio Flor— (La Esfera de los Libros, 2013), Conversaciones sobre la III República (El Páramo, 2013), ¡Rebelión! (Alfaqueque, 2014), Atraco a la memoria: Un recorrido histórico por la vida política de Julio Anguita —con Juan Andrade Blanco— (Akal, 2015) y Vivo como hablo(2020), la que a la postre se convertiría en su obra póstuma. Su aportación a los medios fue igualmente prolífica, siendo durante cinco años colaborador de la desaparecida revista La Clave y, más recientemente, columnista habitual de los principales diarios digitales, como Mundo Obrero y El Economista, además de frecuentes apariciones en programas de análisis político como La sexta noche. Afiliado al PCE en 1972 ha sido, en nombre de este partido, Alcalde de Córdoba y diputado al parlamento andaluz en dos legislaturas; entre 1988 y 1998 además fue su Secretario General. En 1989 fue elegido Coordinador General de IU, responsabilidad que ejerció hasta finales del año 2000. En nombre de IU ha sido diputado en el Congreso y Presidente-Portavoz del grupo parlamentario durante tres legislaturas.

Read more from Julio Anguita

Related to Vivo como hablo

Related ebooks

Political Ideologies For You

View More

Related articles

Reviews for Vivo como hablo

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Vivo como hablo - Julio Anguita

    PREÁMBULO

    Era miércoles 29 de enero y la tarde había abierto lo suficiente como para que no temiéramos una lluvia que había estado amenazando toda la mañana con posponer el encuentro. Estábamos sentados en una cafetería de Puerta Nueva cerrando los detalles del manuscrito de este libro, el que sin querer me había hecho anhelar desde el día en que me enseñó sus fotos junto a Fidel Castro, Yaser Arafat o Nelson Mandela, entre otras muchas, que bien podrían conformar una futura publicación a modo de biografía política documentada con entrevistas, conferencias y personajes abarcando desde la política local a la internacional —amigos, camaradas, altos dignatarios—, y que dejaremos en el cajón para cuando pueda ser...

    Apenas unos días antes del inicio del confinamiento a causa del coronavirus, Julio y yo habíamos concluido la selección de artículos y éstos ya se hallaban a buen recaudo en una carpeta a la que llamamos familiarmente «Combates II», por aquel libro que publicamos bajo el sello editorial El Páramo hace casi diez años, y al que seguiría Conversaciones sobre la III República.

    Es una sensación extraña el percibir en tu interior que lo que estás haciendo acarrea tanta responsabilidad y que trascenderá a la hoja de papel que tengo delante: editar el legado de una de las personas más importantes e influyentes de nuestra era; pero también el último trabajo de mi amigo, de mi camarada, Julio.

    Como editor, no solo le debo la mayor admiración; su memoria requiere también —y sobre todo— de mí, de nosotros, la mayor honestidad, y siendo prosaicos, sus libros nos hicieron crecer y convertir en realidad la utopía que era sostener una editorial. Él nos confió aquellos dos maravillosos libros por simple aunque decisivo hecho de encontrarnos comprometidos con las ideas que sus páginas destilaban de forma clara y brillante, y la tranquilidad de saber que no moveríamos ni una coma. Para eso, el minucioso de Julio también se encargaba de entregar cada manuscrito sin una sola errata.

    Julio y yo, pues, hicimos una primera criba para seleccionar aquellos textos que, a nuestro juicio, reflejan mejor esta apasionante era política que nos ha tocado vivir —la ruptura de bipartidismo, la corrupción en las altas esferas, los cambios dentro del que había sido su propio partido, la aparición de la ultraderecha, la formación del primer gobierno de coalición de la democracia, etc.—, así como los eventos y situaciones de mayor calado e importancia. El trabajo editorial realizado terminaría por concretar la titánica producción de Julio Anguita en el centenar de documentos que hoy conforman este libro y en el que, como decía el mismo Julio,

    ...he puesto algo más que tiempo y dedicación. Seguramente porque tal vez presintiera que algún día ustedes me harían el favor de su atención.

    Hoy, sentado en mi escritorio, termino las últimas líneas de este preámbulo recordando aquel gris de enero a la lorquiana hora de las cinco de la tarde en la que, como siempre, nos despedimos con un abrazo y me dijo: «nos vemos pronto».

    Éste es el libro, aquel que con la memoria aún secuestrada por la añoranza nos hemos atrevido finalmente a poner el título que él mismo sugirió cuando, al insistirle en que me diera al menos uno provisional que reflejara lo que había estado haciendo estos últimos años, soltó sin más: «Vivo como hablo».

    Ricardo González

    Editor

    PRÓLOGO

    Recoged la voz de Anguita

    Naciones de la tierra, patrias del mar, hermanos

    del mundo y de la nada:

    habitantes perdidos y lejanos,

    más que del corazón, de la mirada.

    Aquí tengo una voz enardecida,

    aquí tengo una vida combatida y airada,

    aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida.

    Abierto estoy, mirad, como una herida.

    Hundido estoy, mirad, estoy hundido

    en medio de mi pueblo y de sus males.

    Herido voy, herido y malherido,

    sangrando por trincheras y hospitales.

    Hombres, mundos, naciones,

    atended, escuchad mi sangrante sonido,

    recoged mis latidos de quebranto

    en vuestros espaciosos corazones,

    porque yo empuño el alma cuando canto.

    Miguel Hernández

    Recoged esta voz. Vientos del pueblo

    Miguel Hernández escribió este poema premonitorio a Julio Anguita, ochenta y tres años antes de su muerte. Ambos empuñaron la vida y la palabra, con el corazón rojo y descosido a fuerza de darse tanto. Solo que Miguel, igual que el hijo de Julio, murió antes de tiempo para no morir nunca. Eso dije hace quince años al inaugurarse la plaza dedicada a Julio A. Parrado en Córdoba, después de empuñar la guitarra y el alma cantando un poema de Miguel Hernández. Desolación, se llama. Una amiga me confesó que Julio Anguita se había emocionado al escucharme. Pero él no me lo dijo. No podía. Ni tenía por qué hacerlo. Mantuvo el rostro grave, como uno más entre el público, para que nadie se diera cuenta de la demolición que sufría por dentro.

    Julio era distante por tímido. Y distinto por valiente. Se sentía incómodo entre desconocidos cuando eran pocos y las distancias cortas. Pero se embravecía desde el atril rodeado de miles de personas, poco importa que fueran camaradas o enemigos, demasiadas veces la misma cosa. Quizá la política sea para algunos el arte de la traición y de la amnesia. Para Julio, no. La lealtad y la memoria fueron los pagarés con los que saldó su militancia activa, que el tiempo hizo justicia devolviendo duplicados. No traicionó, aunque tuviera la espalda como un acerico, para no traicionarse a sí mismo. Y no olvidó, porque los profesores de historia lo tienen prohibido.

    En eso consiste la coherencia: en vivir como se habla; en decir lo que se piensa; y no engañar viviendo lo que se calla. La admiración de muchos por Julio Anguita se debe al cumplimiento estricto de su palabra. Lo que siempre bastó entre personas honradas, sin mediar testigos ni escrituras. Lo que debería ser norma inquebrantable para quienes ejercen la representación pública de la ciudadanía. Lo que hemos mandado entre todos a la basura. Menos él. Escribía Celaya que «lo que emerge del conjunto para erguirse en solitario, como saben los hombres, está muerto». A Julio Anguita le ocurría justo lo contrario. No había forma de matarlo porque no había forma de callarlo. Era el clavo que destacaba sobre los demás y el primero en recibir los martillazos del sistema para equipararlo con el resto. A pesar de los golpes que recibió en su corazón maltrecho, fracasaron porque siguió viviendo como hablaba, diciendo lo que pensaba, y no callando ante las injusticias en su condición irreductible de político y ciudadano. Las dos cosas a la vez. «Político» y «ciudadano» significan lo mismo en griego y en latín: el que pertenece a la polis, el que pertenece a la civitas. Somos nosotros los que hemos abierto una brecha casi insalvable entre ambas palabras, al delegar el ciudadano la res pública en el político, y éste parasitando de ella como si le perteneciera en exclusiva. Julio Anguita siempre actuó como ciudadano cuando fue político y como político cuando fue ciudadano. En eso consiste la República.

    Fuera alcalde o el hombre que se levantaba cada mañana a nadar, Julio Anguita jamás habría permitido la inmatriculación de la Mezquita de Córdoba. Ni que le quitaran el nombre. Ni que pervirtieran su historia. Fuera parlamentario andaluz o el hombre que tomaba café con sus amigos en Puerta Nueva, Julio Anguita jamás habría consentido la especulación política, inmobiliaria y bancaria que debió morir en lugar de matar a tantas personas vulnerables. Fuera diputado en las Cortes, esposo o padre, jamás habría perdido la conciencia de clase. Sin duda, la derrota más cruenta de la izquierda.

    No conozco a nadie que encarne mejor que Julio Anguita esta luminosa aspiración de Blas Infante: «Gobernantes que sean maestros. Estado que sea escuela. Política que sea arte de educación». Y no conozco método más acertado para alcanzarla que el ejemplo. Julio Anguita enseñaba viviendo sin dejar de ser el comunista insurrecto de padre castrense y formación religiosa, que solo tenía como liturgia dormir la siesta a diario con las persianas echadas. Tenía muy claro que poder era un verbo, no un sustantivo. Y por eso renunció a la alcaldía de Córdoba tras obtener una apabullante mayoría absoluta, para enfrentarse a los molinos de viento del socialismo andaluz creando «Convocatoria por Andalucía». Redactó las primeras líneas del «Manifiesto de las Amapolas» con la vocación de integrar a toda la izquierda andaluza más allá del PSOE, en una movilización ciudadana de abajo arriba que provocó la deslocalización ideológica del andalucismo orgánico y su definitivo principio del fin. Fui a escucharle siendo un adolescente a la Plaza de España de Sevilla en el primer mitin de mi vida. Y cantó Carlos Cano. No era consciente del terremoto que sacudía el mapa político andaluz con la sola presencia en un mismo escenario del Califa Rojo y del Príncipe de Granada.

    La vida quiso que fuera parlamentario en el convento adosado a la andalucísima Puerta de Córdoba, la que siempre dejó abierta cuando marchó a Sevilla y después a Madrid para fundar Izquierda Unida. Lejos de Córdoba, tampoco dejó de ser el mismo. Un amigo me contaba que lo solía encontrar almorzando de menú en el Bar de Dimas, a pocos metros de la Iglesia de San Hermenegildo. Y otro me confesó que aún comía más solo cerca del Congreso. Quizá el coste más alto que pagó en vida por una decisión política. Lo convencieron para que replicase a nivel estatal el éxito de la experiencia andaluza. Y lo hizo. Sentó en el mismo teatro al mastodóntico general Líster con chiquillos a los que no le cabía la luz en los ojos. Se firmó la unidad del comunismo y la lideró como un faro en mitad de la tormenta. Fue el azote del socialismo de escaparate y el azotado por muchos de sus compañeros de formación. No llegó a integrarse en la vida social madrileña porque no había patios donde el aire oliera a albahaca y se escuchara el rumor de la fuente. Julio siempre guardó silencio ante las ofensas, más por disciplina que por estrategia, aceptando que el daño forma parte de las reglas del juego en el amor y en la política. Hasta que se le hospedó en el corazón para siempre.

    Yo no tuve la fortuna de hablar mucho tiempo con él. Pero la vida no es cuestión de extensidad, sino de intensidad. Y cada vez que compartí trinchera en la defensa de los más débiles, puse toda la vida en ello para aprender a su lado. Quizá lo que más admiré de su talante es que siempre fue impecable en la forma e implacable en el fondo. Utilizó la verdad como un bisel para abrir los ojos de quienes se niegan a ver sus propias incoherencias. Especialmente, a los que se proclaman de izquierda mientras sirven a los intereses del capital, lo tenga quien lo que tenga. Nunca utilizó el insulto, la crítica ad hominem. Su bandera le cabía en el puño. Y su patria era un aula de colegio.

    Un amigo le pidió un autógrafo al salir de un mitin y Julio Anguita le contestó: «No firmaré una hoja en blanco». No encuentro mejor ejemplo para definir su actitud política. La idea por delante y la palabra como testigo. Eso es lo que nos ha dejado: la idea, la palabra y su ejemplo. El del alcalde que repartía entre los trabajadores del Ayuntamiento los regalos que le hacían; el del político que arengaba al pueblo para que no perdiera su conciencia de clase; el del padre que maldijo las guerras que asesinaron a su hijo; el del amigo que sonreía al doblarse con la blanca doble; el de la persona que renunció a cobrar su paga de exdiputado para vivir de lo que siempre ha sido hasta su último aliento: Maestro.

    Ahora nos incumbe acatar el mandato de Miguel Hernández, recoger su voz y empuñarla con la vida. No quiero cometer una herejía comentando esta colección de artículos y manifiestos que radiografían la política española desde el 2012 hasta el confinamiento durante la pandemia, en el que tal vez sea su periodo reciente más apasionante. Prefiero ser su apóstol. Un miliciano más. Y honrar con el ejemplo la dignidad de su palabra.

    Antonio Manuel

    DESPUÉS DEL 20-N

    Mundo Obrero, 5 de diciembre de 2011

    Escribo estas líneas en la tarde del llamado Día de Reflexión. Afortunadamente no tengo que utilizar ese tiempo concedido para terminar de calibrar una opción ante las urnas. Mi decisión de voto hace tiempo que está tomada.

    Sin embargo hay algo que me preocupa y que va más allá de los resultados de mañana: el nuevo-viejo escenario que se anticipa y la capacidad de organización, resistencia y alternativa de los que hace tiempo están siendo las víctimas de esta crisis: los de abajo. Son los que votando PP van a sufrir igualmente las consecuencia de los designios ineluctables de los mercados, son los que han optado por un PSOE desarbolado y que se aferran al último de los autoengaños: el giro de Rubalcaba; igualmente para ellos serán los recortes, las privatizaciones y la permanencia en un escenario sin horizonte.

    Los dos partidos mayoritarios se han instalado, hace tiempo, en una lógica que conduce inexorablemente a esta política económica. Cualquiera que lo hiciera, incluso la misma IU o el PCE, acabarían transitando por la misma vereda y con los mismos bagajes programáticos: los del desmantelamiento de las conquistas sociales alcanzadas con tantos sufrimientos.

    Ante nuestros ojos se está desarrollando un proceso más que inquietante, la consolidación económica, social, política, cultural y de valores de un fascismo financiero. Los contenidos de los conceptos Justicia, Democracia, Bienestar, Constitución, Igualdad, Legalidad y Solidaridad han sido abducidos hacia el mundo de lo quimérico. La palabra Mercado se usa con el mismo énfasis y la misma unción que los fascismos usaban la palabra Patria. El Destino atribuido por los dioses a una raza, un país o a una cultura es ahora sustituido por una nueva fuerza a la que es imposible oponer resistencia: la Competitividad. Los sacrificios, otrora demandados a los pueblos para que estos alcanzaran la condición de realización plena que nunca lograban, se demandan ahora para conseguir una situación que así nunca llega ni llegará: la creación de empleo.

    El fascismo como expresión política, jurídica y cultural del capitalismo en situación de crisis no es sino un Estado de Excepción total y global que suspende garantías jurídicas, sociales, laborales y derechos políticos. ¿Qué otra cosa es lo que estamos viendo en la Europa de la UE? Y de la misma manera que en los fascismos todo gira en torno a una minoría económica detentadora de la riqueza y de los frutos del expolio producido por la excepcionalidad, hoy los poderes financieros dictan a los gobiernos leyes, normas, políticas, procesos y conminan con sus ucases a los ya teóricos representantes de las también teóricas soberanías nacionales.

    Como todo proyecto global con pretensión y vocación de hegemonía indiscutible, este fascismo financiero tiene y desarrolla una lógica que informa todo su despliegue. Supedita todo a la entronización de su concepto de Economía. Introduce en las mentes de las personas dominadas posturas de sumisión y de aceptación acrítica plasmadas en unos contravalores propios de la jungla social. Contamina el lenguaje hasta el punto en que los diccionarios se ven impotentes ante este fenómeno que destruye el hasta ahora nexo indisoluble entre las palabras y su significado. Subvierte el mundo de los valores y de aquellas virtudes cívicas que fundamentan la ciudadanía.

    Creo que la mayoría sabe lo que va a ocurrir tras el 20-N; no importa quien gane las elecciones; la decisión está tomada por quienes pueden; al nuevo Gobierno solo le resta aplicarla. Por eso considero absurdas las críticas a Rajoy acerca de sus silencios sobre las medidas a tomar ¿Es que acaso no las gritan ya hasta las piedras? Los integrantes del nuevo Gobierno saben ya lo que deben hacer y las dificultades con las que tendrán que lidiar. Se ha estado preparando para ello.

    Pero la pregunta inquietante es la que se nos hace a nosotros ¿Sabemos lo que debemos hacer? Y este nosotros hace referencia al PCE, a IU, a las otras organizaciones políticas, sociales, culturales y alternativas. ¿Creemos que tras el 20-N se va a reanudar la normalidad institucional y política? Si así lo pensamos es que no hemos caído en la cuenta de que estamos ante un efectivo Estado de Excepción. Y no vale el latiguillo o la frase hecha de que potenciaremos las movilizaciones y las acciones de protesta en la calle. Hoy por hoy no está el horno para bollos.

    La historia del PCE ha sido la de asombrosa capacidad de crecerse y de plantear a la sociedad una línea de actuación en tiempos de extrema gravedad. Estos lo son. Y lo primero que debemos tener en mente es la justeza de ese mensaje lanzado desde el 15-M: la pelea es entre los de arriba y los de abajo; y llamo de arriba no solo a los que detentan realmente el poder sino a los que desde la tribuna, la cátedra, la información, la política o las instituciones defienden los presupuestos económicos e ideológicos de ese poder.

    Toda reposición de fórmulas acerca de la derecha, la izquierda, los sindicatos, etc. que se asienten en la época anterior ya no sirve porque solo hay vacío, cuerpos sin alma, máscaras de museo etnográfico.

    Creo que sería un error de los que se pagan con usura el elucubrar sobre los datos institucionales y sus posibles resquicios. Desde el día 21 alguien deberá Convocar o preparar una autoconvocatoria para poner en marcha un proceso constituyente a nivel del suelo, a nivel social y político que establezca su trabazón en torno a media docena de propuestas económicas, democratizadoras y de regeneración ética. Y ese alguien debe hacerlo dando una señal inequívoca de adecuación política y organizativa para la nueva situación: los de abajo contra los de arriba. A un Estado de Excepción se responde con otro.

    Continuar como si nada hubiera pasado no es solo un error, es también un crimen.

    SOMOS MAYORÍA

    Colectivo Prometeo, 22 de junio de 2012

    La experiencia diaria nos demuestra que, independientemente de la adscripción ideológica, política, sindical o profesional de cada uno y de cada una, somos mayoría quienes coincidimos en señalar y comentar una serie de evidencias que el sentido común más a ras de tierra no tiene por menos que reconocer como verdaderas e indiscutibles. A título de apretado resumen veamos algunas de ellas:

    1. Somos mayoría quienes empezamos a vislumbrar que esta situación no tiene remedio con las medidas que —con la excusa de la UE y los mercados— el poder económico-financiero está imponiendo. La deuda de las familias, la banca, las empresas y el Estado (con sus tres administraciones) es la siguiente:

    Deuda del Estado600.000 millones de euros 

    Deuda de las familias a los bancos1 billón de euros 

    Deuda de las empresas a los bancos1´3 billones de euros 

    Deuda de la banca al BCE y otros200.000 millones

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1